La competencia encarnizada y el control de las juventudes por parte del Estado son dos de las ideas que forman parte de "Camina o muere", la adaptación fílmica del texto escrito por Stephen King, "The long walk" o "La larga marcha", por su traducción al español.
Se trata de una propuesta discreta y efectiva, que con poca publicidad, ha sido bien recibida entre la crítica mundial y la audiencia debido a su cruda representación del capitalismo y la desigualdad social.
Ello debido a que cuenta la historia de 50 adolescentes que deben caminar a una velocidad constante a lo largo de varios días y sin ninguna meta específica de kilómetros.
Quien baje su promedio de recorrido es amonestado y quien sume tres advertencias es ejecutado por los elementos del ejército que vigilan a los concursantes.
Muy al estilo de "El juego del calamar" y la saga de "Los juegos del hambre", el premio para quien se mantenga como la última persona viva es un apoyo económico.
Esa es la línea argumental que utilizan los creadores del filme para erigir una crítica contra el abuso de los poderosos hacia la población de a pie, pues se aprovechan de su necesidad financiera para controlarla a su antojo.
Junto con ello, el director de la película, Francis Lawrence, se encarga de representar a la clase dominante como un ente insensible y deshumanizado, que supervisa el concurso desde la comodidad de sus tanques.
Y además se las ingenia para transmitir oportunamente el cansancio, agonía y ansiedad de los participantes, que en su momento Stephen King plasmó de manera grandiosa en su novela.
En la obra audiovisual estrenada en septiembre pasado, Lawrence demuestra su oficio para los dramas distópicos, un estilo que consolidó en "Los juegos del hambre".
Asimismo, respetó la petición del aclamado escritor de obras de terror, quien puso como condición que solo daría luz verde a la adaptación cinematográfica de su historia sino matizaban la violencia de la misma.
Y así sucedió, porque en "Camina o muere" Lawrence exhibe las ejecuciones de los participantes de manera explícita, con la sangre salpicando la cámara.
Asimismo, no tiene temor de mostrar el excremento que sale de los traseros de los jóvenes, quienes no pueden detenerse a hacer del baño, porque eso podría costarles la vida.
Por otra parte, el también responsable de "Constantine" y "Soy Leyenda" logra construir un retrato acerca de la amistad masculina y la pérdida de la inocencia, apoyado por un elenco de rostros frescos, en donde destacan los protagonistas, Cooper Hoffman y David Jonsson.
Ambos transmiten una hermandad a flor de piel, que se ve acentuada por las condiciones extremas en las que se encuentran inmersos y, además, logran dar a los espectadores un aire de esperanza.
