Vacíos existenciales
Vivo
a las afueras de Acapulco y en un departamento que se encuentra en el quinceavo
piso de un edificio casi en ruinas. En el también habitan ladrones,
prostitutas, burros, sapos, violadores, asesinos, secuestradores, madres
solteras, obreros. He de confesar que mi departamento está repleto de vacíos
existenciales y cada vez ocupan más y más espacios. Un día saldré volando por
la ventana.
Anarcosugerencias
En
el Medical Reality Show, el psiquiatra y psicoanalista Otto Gross recomendó lo
más sano para la depresión: anarcobenzodiacepinas y anarcoextremafornicación.
Aleluya, aleluya
Cuando
esnifo soy un demonio; al despertar, un santo. Y Dios, qué maravilloso es
entonces el milagro de la resurrección.
Padecimientos
No
hay mayor tristeza que ir a la farmacia a comprar antidepresivos y no
anticonceptivos.
Estirar la mano
No
hace mucho, en La Vacacional, Acapulco, murió una mujer afuera del Walmart. De
un momento a otro se desvaneció. La temperatura oscilaba entre los 40 o 50
grados Celsius. Era una época infernal en el puerto. Le gente ni se inmutó con
su presencia y quedó ahí la mujer, envuelta en el rebozo, de rodillas, con la
mano bien estirada, sin saber si solicitaba un apoyo para levantarse o una
moneda para hidratarse.
Cuellos negros
No
hace mucho, en La Vacacional, Acapulco, vivía un viejo norteamericano en una
enorme hacienda, donde cultivaba papaya, mango y algunas hortalizas. Todas las
tardes, debajo de una enorme ceiba y después de una ardua jornada, siempre les
contaba las mismas historias de los negros gringos a sus trabajadores negros
acapulqueños.
—Era todo un deleite ver colgar a los negros rebeldes. Podíamos escucharles
tronar el cuello: crac, crac…
Y
siempre intervenía el pequeño Julio, hijo del matrimonio de la cocinera y el
chofer:
—Igual como les tronó a don Pedro, a don Raúl, a don Esteban, a don Mario y a
todos los que no aceptaron sus malos pagos, ¿verdad?
Primero muerto
Llegaron
con lujo de violencia y a gritos desesperados. Debía más de cincuenta mil
millones de pesos al fisco y traían una orden judicial. Desde hacía meses que
mi empresa se encontraba en banca rota pero no lo aceptaba. Insistieron una y
otra vez con sus amenazas. Me negué a salir. Jamás me separarían de mis deudas.
“¡Primero muerto!”, les grité a las autoridades y ordené al sepulturero que no
dejara de echar tierra a mi féretro.
Fiesta brava
Desde
la tribuna, y con micrófono en mano, el político repetía lo mismo cada campaña
electoral: “Estimados compañeros: les prometo que no cumpliré nada de lo
acordado. Nada. Y a ustedes les consta. ¡Pero vaya fiesta que habrá cuando
ganemos, señores! ¡Qué fiesta, verdad de Dios!”. Y aquel pueblo enardecido de
justicia no paraba de aplaudir, gritar y silbar por el enorme banquete que se
avecinaba.
Hartazgo
¡Estoy
hasta la madre de que a esta mujer no la amen como es debido!, dijo el corazón
y, por fin, detuvo sus latidos.
Inundación
Vamos,
nena, arráncame los ojos de una vez ahora que me dejas para siempre, porque
casi me ahogo todas las noches cuando reposo mi cabeza sobre la almohada.
Franco
García (Vacacional, Acapulco). Ha publicado en Punto de partida, Punto en
línea, Ágora, Opción, Mono, La otra voz, Trinchera, Acapulco Cultura,
Minificción, Monolito, Rankia, Palabrerías, Zompantle, Capote, Enpoli, Sputnik,
Periódico Poético, Revista Noche Laberinto, Letras y Voces, Irradiación, Campos
de Plumas, Revista Pirocromo, Revista Alcantarilla, Revista Hipérbole Frontera,
entre otras. Parte de su obra ha aparecido en antologías de minificciones y
cuentos.
