La tercera entrega fílmica sobre el planeta Pandora, "Avatar: fuego y cenizas", lleva en el título su penitencia, pues es dueña de intensas secuencias de acción, que regocijan el espíritu como cuando uno se acerca a las brasas de una fogata, pero también tiene momentos grises y repetitivos que hacen recordar cosas de sus antecesoras.
Es decir, se trata de una producción irregular, sobre todo en lo referente al guion coescrito por James Cameron, Rick Jaffa y Amanda Silver, quienes nuevamente retoman a los protagonistas y antagonistas de sus dos primeras películas.
Eso último evidencia que los creadores de los nativos azules poco o nada quieren arriesgar en su argumento, el cual otra vez retrata a los humanos como unos depredadores desalmados sin un ápice de remordimiento.
Y no es que ello esté mal, porque siendo francos, en la vida real el homo sapiens ha dado muchas pruebas de que es la raza más peligrosa respecto al cuidado de los recursos naturales, pero ojalá los escritores le hubieran dado más matices a algunos de sus representantes. Sí, existe un científico/biólogo que se arrepiente de sus planes, pero parece sacado de la manga, solo para salvarle el pellejo al estelar masculino.
La trama de "Avatar: fuego y cenizas" recuerda a sagas épicas como la de "El Señor de los anillos", en donde también se prevé una gran batalla en el acto final del metraje con la participación de una especie que al principio no quiere estar en ninguna guerra.
En el caso de la trilogía de James Cameron se hace referencia a los Tulkun, las enormes criaturas marinas parecidas a las ballenas, que se comunican a través de sonidos o miradas.
Su postura antibélica o su actitud de estar al margen de cualquier confrontación cuerpo a cuerpo recuerda a los Ents, los personajes de la saga escrita por J.R.R. Tolkien. Eso sí, el diseño de sus movimientos corporales es digno de aplaudirse.
Es ese último punto en donde Cameron vuelve a poner su mayor esfuerzo, en la consolidación de su tecnología estereoscópica, que hace sentir a la audiencia como en un videojuego.
Lo malo es que el séptimo arte sigue requiriendo de historias sólidas para no solamente brindar una experiencia inmersiva al público, sino también emocional.
Ahi es donde "Avatar: fuego y cenizas" vuelve a quedar a deber, porque aunque aborda tópicos universales como el remordimiento, la venganza y el rencor, lo hace sin ingenio ni profundidad.
Ahora bien, hay un nuevo personaje que sí vale la pena destacar y que ha tenido buena acogida entre la crítica especializada, el de "Varang", la lideresa del clan "Ceniza".
Es interpretada por Oona Chaplin, la nieta del legendario director y actor británico, quien dota a su rol de una epidérmica sensualidad e ira contenida. Además de que probablemente es el personaje de "Avatar 3" con el mejor arco emocional de la cinta.
Sin temor a equivocarme, la también actriz de la serie "Juego de Tronos" podría tener su propio spin-off y brillaría innegablemente.
