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Chinoy | Arde el Venusterio desde Casa Yonki


Chinoy es uno de los más singulares músicos de Chile, propietario de una voz y titular de una discografía absolutamente irreprochables. Con una amplia trayectoria dentro del rock y la música popular contemporánea, ha dado conciertos y recitales en América Latina, Europa y Asia. Estuvo en el estudio de Casa Yonki y grabó está increíble sesión junto a otros maravillosos músicos.



Chinoy: Voz y guitarra.
Rodrigo Palma: Batería Lucero
Van: Coros.
Fedro A. Fernández: Guitarra eléctrica y teclados.

Grabado, mezclado y masterizado por Carlos Iván Carrillo en Casa Yonki.
Dirección de cámaras: César Hernández.

Sponsors:
Revista Sputnik
Mezcal El Chapulín
Mezcal Siete Ánimas

Un 'pachuco' en libertad: Germán Valdés “Tin Tan”



Por Julián Flores-Arellano y Ángel Eduardo Gómez-Oliva


A lo largo de la historia de la humanidad, han surgido diferentes interpretaciones sobre el concepto de Libertad desde muy diversas aristas. Han hablado de ella desde filósofos como Aristóteles, Tomás Moro, John Locke, Emmanuel Kant, Alexis de Tocqueville y John Stuart Mill, hasta estudiosos como Norberto Bobbio, Robert Dahl y Luigi Ferrajoli, que la han aterrizado en el campo del Derecho y de la Política; sin dejar de mencionar a John Rawls, cuyos pensamientos entorno a la Libertad y la Autonomía, están basados en la amplia multiculturalidad de la sociedades modernas de los siglos XX y XXI. Con base en los autores referidos, la Libertad “constituye uno de los presupuestos del ser humano y con base en ella, pero al lado de la dignidad humana, se ha constituido la esencia de las personas” (González Pérez, 2012).


Libertad de ser y hacer: Germán Valdés “Tin Tan”

La historia de la cinematografía nacional es inconcebible sin la presencia del histriónico Germán Valdés “Tin Tan”. Figura polémica, desdeñada, temida y amada, que en los inicios de su carrera artística, encarnó al Pachuco, es decir, a un sujeto que conjunta la ideología y cultura de dos países: México y  Estados Unidos.

Creó a un personaje más profundo que lo anterior expuesto. Forjó una “figura portadora del amor y la dicha o del horror y la abominación, (que) parece encarnar la libertad, el desorden, lo prohibido” (Paz, 1984, p. 15).

El Pachuco “Tin Tan” surge en el marco internacional de la Segunda Guerra Mundial, y en el seno de una sociedad mexicana que viene dejando atrás el periodo revolucionario, es decir, aquel que despide al Caudillismo dándole paso al orden institucional. Es el triunfo y la consolidación de un partido político oficial de Estado, siendo éste un gran referente en cuanto al autoritarismo, a la opresión y al conservadurismo se refiere.

Características como las ya citadas, no eran exclusivas de las esferas gubernamentales. La familia nacional, -perteneciente en su mayoría a la emergente clase media-, era un impedimento de libertad o de consolidación del individuo como tal; como un ser que se cuestiona constantemente sobre quién es, qué hace y hacia dónde se dirige.

“Tin Tan” se convirtió en un transgresor de aquello, llegándosele a considerar como el primer símbolo contracultural mexicano, entendido burdamente ese concepto como aquel o aquello que no está conforme o de acuerdo con la cultura oficial impuesta por el statu quo y aliados. En síntesis, fue autor de un fenómeno contracultural “en varios aspectos (que) propuso un atuendo, caló, música y baile que lo identificaba” (Agustín, 2007, p. 18).  



Una libertad exteriorizada

Las manifestaciones culturales venidas del extranjero, entre las décadas de 1940 y 1960, eran constantemente sometidas a duras críticas, siendo algo sumamente señalado, el lenguaje expresado por “Tin Tan”, o mejor dicho, la extraña mezcla que había hecho con la lengua castellana e inglesa, dando pie al surgimiento del spanglish, que “no tardó mucho en ser objeto de las críticas por parte de los intelectuales puristas (como José Vasconcelos, primer secretario de Educación Pública), que no soportaban tanta mancilla al “buen” español” (Miranda, 2017).

Si bien encontró la desaprobación arriba mencionada, también tuvo a defensores de la talla del escritor José Emilio Pacheco, mismo que en Las batallas en el desierto (1987, pp. 11-12), apunta hacia un proceso de modernización al incorporar “a nuestra habla términos que (…) insensiblemente se mexicanizaban: tenquíu, oquéi, uasumara, sherap, sorry, uan moment pliis”.

Dicha influencia sociolingüística ha traspasado la barrera generacional, y cada vez se hace más común escuchar outfit en lugar de vestimenta; party por fiesta, y daddy suplantó a papá. El legado cultural del también llamado Rey del Barrio, sigue en boga; es atemporal.   

Más manifestaciones de libertad, de poder ser y hacer, se vieron reflejadas, obviamente, a través de las proyecciones cinematográficas que lo han inmortalizado y que lo hacen un individuo único y diferenciado.

Sus películas también fueron presa de las críticas severas al ir, -muchas veces-, en contra de lo “bueno” o “bien visto” establecido por el sistema e instituciones aliadas, como la iglesia y la familia, de corte sumamente conservador y/o moralista.

Pensando en los inicios de la llamada Época de Oro del cine mexicano, la industria cinematográfica se enfoca en el rescate de las tradiciones, del enaltecimiento de la figura charra, siendo el más notorio ejemplo, el cantante y actor Jorge Negrete. Sin embargo, ante el inminente crecimiento urbano, industrial y demográfico que experimentaron las principales ciudades del país como Monterrey, Guadalajara y la Ciudad de México, la cultura popular pasó de la ruralización a la urbanización, comenzando a “sufrir el impacto del Pachuquismo protagonizado por el cómico “Tin Tan”, que es un esfuerzo por ocultar el origen rural mediante una indumentaria grotescamente urbana” (Gómez-Jara, 1990, p. 297).

Sus películas son una constante sátira sociopolítica hacia el orden tradicionalista, conservador, o Cultura oficial, que pregona el Estado. Mientras actores contemporáneos al Pachuco hacen discretas alusiones a las inestabilidades políticas, económicas, culturales y sociales emanadas del partido que gobernó México durante poco más de 70 años, “Tin Tan” fue mucho más explícito u osado.

En El Rey del Barrio (1949) del director Gilberto Martínez Solares, lanza críticas a “la pujante clase política y empresarial que se enriquece de forma inexplicable” (Nájar, 2015), al decirle a su carnal Marcelo, “¡mire nomás cuánto ratero millonario anda por ahí!” En Los Tres mosqueteros y medio (1957), dirigida también por el director mencionado, hace mofa del cierre de cabarets y “Casas de mala nota” impulsado por el entonces regente del otrora Distrito Federal, Ernesto P. Uruchurtu, llamado también Regente de Hierro, funcionario al que “Tin Tan” tardó en saludar en una visita que hizo a los estudios de San Ángel Inn de la capital mexicana (Ajenjo, 2015).       

Y en la música, “Tin Tan”, según el intérprete Roco, vocalista del grupo La Maldita Vecindad, considera al Pachuco como Padre del Rock mexicano, dada la fusión de diversos géneros musicales que llevó a cabo el alter ego de Germán Valdés. (Quijano, 2005). Cabe recordar la parodia que hace del éxito musical del conjunto británico The Beatles, I want to hold your hand (Quiero estrechar tu mano), que en la versión tintanesca pasó a llamarse Quiero rascarme aquí, cuyos créditos rezan Lennon-McCartney-Tin Tan.



Impacto sociocultural: un genio en libertad

La libertad de ser y hacer, le ayudó a consolidar a un personaje adelantado a su época; mientras la sociedad estadounidense, principalmente sus jóvenes, encontraron en James Dean y Marlon Brando, a un par de símbolos contraculturales, para México ese ícono contracultural y de liberación lo fue Germán Valdés “Tin Tan”.

Gracias, en gran medida, al avance de las innovaciones científicas y tecnológicas, casi cada ciudadano en el mundo, tiene al alcance de su mano el legado social, artístico y cultural del actor mexicano. Sus películas fueron taquilleras en América Latina y causaron admiración en los diferentes festivales del llamado Séptimo Arte alrededor del planeta. En Francia, por ejemplo, aquel interesado que desea incursionar en la farándula, la obra del Pachuco es esencial en la formación de futuros histriones.

En nuestro país, en el año 2005, salió el disco titulado Viva Tin Tan (Sony International), donde se aglutinan grupos y solistas de la tercera oleada del Rock mexicano como La Maldita Vecindad, Botellita de Jerez, Café Tacuba, María Barracuda, por mencionar unos cuantos, que rinden tributo a un símbolo de libertad e identificación como Germán Valdés.

En suma, “Tin Tan” rompió y creó otro paradigma que evidenció las carencias y debilidades socioculturales de un sistema sumamente moralista, que se resiste al cambio, y opresor también, en aras de la formación identitaria de sus individuos. Además puso al descubierto problemáticas en cuanto a la corrupción, denigración del ser humano y migratorios se refiere.

Su ideología y forma de ser, que en un principio fue sumamente criticada por gran parte de la sociedad mexicana, hoy en día es admirada, extrañada y hasta necesaria.

Ante la ausencia de símbolos de tal magnitud, el Pachuco en cuanto a osadía, rebeldía, creatividad, oposición y libertad alude, es el ícono contracultural y antihéroe por excelencia a seguir, por parte de una juventud nacional que se identifica con su vida y obra.


Fuentes consultadas

·       Agustín, José (2007). La Contracultura en México. México. Ed. De bolsillo.

·       Ajenjo, Manuel (septiembre de 2015). Germán Valdés, Tin Tan. Obtenido el 17 de diciembre de 2020, en: https://www.eleconomista.com.mx/opinion/German-Valdes-Tin-Tan-20150916-0004.html

·       Gómez-Jara, Francisco (1990).Sociología. México. Ed. Porrúa S.A. 

·       González Pérez, Luis Raúl (julio-diciembre de 2012). La Libertad en parte del pensamiento filosófico constitucional. Obtenido el 15 de diciembre de 2020, en:   https://www.redalyc.org/pdf/885/88525239005.pdf

·       Miranda, Antonio (septiembre de 2017). La pelea desconocida entre Tin Tan y José Vasconcelos. Obtenido el 15 de diciembre de 2019, en:  http://www.unionedomex.mx/articulo/2017/09/15/cultura/la-pelea-desconocida-entre-tin-tan-y-jose-vasconcelos

·       Nájar, Alberto (septiembre de 2015). Tin Tan, el comediante mexicano que popularizó el espanglish. Obtenido el 17 de diciembre de 2020, en:  https://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/09/150919_mexico_cine_tin_tan_german_valdes_an  

·       Pacheco, José Emilio (1987). Las Batallas en el desierto. México. Ed. ERA. 

·       Paz, Octavio (2000). El laberinto de la soledad. México. Ed. FCE.   

·       Quijano, Luis (noviembre de 2005). Maldita Vecindad defiende al Pachuco. Obtenido el 16 de diciembre de 2020, en:  https://archivo.eluniversal.com.mx/espectaculos/66123.html    

Autores

Julián Flores-Arellano. Docente de la E.N.M.H. del Instituto Politécnico Nacional; titular de las asignaturas de Historia y Filosofía de la Medicina y Sociología Médica y Antropología Médica.

Ángel Eduardo Gómez-Oliva. Tesista de la Licenciatura en Sociología, con especialidad en el área de Sociología de la Vida Cotidiana, por la U.N.A.M.

Correos electrónicos: chinojulian182@hotmail.com; aegomoezo@outlook.es

Stevie Wonder: de niño prodigio a artista revolucionario



Call me old fashioned... please! | Por Mónica Castro Lara |

“Just because a man lacks the use of his eyes
doesn't mean he lacks vision”
-Stevie Wonder-

El pasado 13 de mayo, festejamos el cumpleaños número 72 del gran Stevie Wonder, y qué mejor forma de hacerlo que celebrando al mismo tiempo sesenta años de una espectacular carrera música, escuchando sus mejores éxitos que son ufff… ¡UN BUEN! No les miento ni exagero cuando les digo que tiene AÑOS que tenía este artículo en mente y en realidad no sé muy bien por qué no me había animado a escribirlo, pero ahora que sí, es porque tengo tres poderosas razones: 1. Porque me encaaanta Stevie y siento que siempre ha formado parte del soundtrack de mi vida (qué ñoña, qué cursi); 2. Por lo importante que es seguir descubriendo y analizando lo revolucionario de su música y 3. Porque se me ha estado manifestando (del verbo manifestar, wink wink) en todas partes. Su carrera musical es una perfecta ilustración de sus visionarios talentos, por lo que Stevie Wonder es y será por siempre, uno de los artistas más exitosos, aclamados y significativos de todos los tiempos y por ello, es un honor y me enorgullece plenamente regresar a mis artículos musicales con él.

Los highlights y datos duros en la carrera del buen Stevie son vastos y espectaculares, por ejemplo: en 1963, a la tierna edad de 13 años, fue el primer artista joven en encabezar las listas de popularidad de Billboard Hot 100; a partir de ahí, ha tenido 29 hit singles en Estados Unidos, 101 singles en total, 23 álbumes discográficos, 25 Premios Grammy y más de 100 millones de copias vendidas en todo el mundo. Nada mal, naaada mal, Stevie. Iniciando su trayectoria como un niño prodigio, Wonder ha podido disfrutar de una amplia carrera que vio su cúspide creativa entre 1972 y 1976, época conocida como el periodo “clásico de Stevie”; durante este periodo lanzó 5 álbumes que fueron considerados verdaderas obras de arte inmediatamente después de ser lanzados y que, hasta la fecha, siguen siendo indispensables en las estanterías de todos aquellos que amamos su música. El más famoso y legendario de ellos, es el doble álbum de 1976 “Songs In The Key Of Life”. No solo le tomó dos años producir, sino que también contó con la colaboración de 120 músicos, un listado (depurado) de 21 canciones, la exploración e innovación de nuevas armonías y sonidos, y tiene una duración total de 1 hora 45 minutos. Aplausos de pie, ¿cierto? “Songs In The Key Of Life” viéndolo desde una perspectiva actual, funciona perfecto como una especie de álbum recopilatorio de Greatest Hits y es considerado por la reconocida revista Rolling Stone como el 4 mejor álbum dentro de los 500 mejores álbumes de todos los tiempos. Fue incluido en el Grammy Hall of Fame en 2002; tres años más tarde, en la National Recording Registry (que es una lista de grabaciones sonoras catalogadas como cultural, histórica y estéticamente significativas) y se mantuvo 82 semanas consecutivas en las listas de Billboard. Mi amigo personal Elton John, (*inserte risitas aquí*) ha declarado en múltiples ocasiones que considera a “Songs In The Key Of Life” como el mejor álbum de la historia y que siempre carga (ya sea de manera física o digital) con una copia cuando viaja.


Stevie Wonder fue un pionero del uso de sintetizadores en los años 70s y el encargado en implementar nuevas técnicas de producción. Uno de sus sintetizadores ocupaba el tamaño de toda una habitación y pesaba literalmente una tonelada (más adelante les hablaré un poquito más de él). Durante su periodo clásico, fue el primero en llevar al R&B, de ser conocido por ser un género que producía exclusivamente singles fugaces, a hacer álbumes completos, cohesionando con el pop, el rock, el jazz y otros géneros musicales, y encima hacer que los temas a tratar en las canciones fueran más allá que solo letras románticas, incluyendo temas sociales, políticos e incluso, espirituales.

Así que vayamos al grano: ¿quién es Stevie Wonder? Un niño prodigio que realmente cumplió con su condena de genialidad (para bien, por supuesto). Su nombre real es Stevland Hardaway Morris y nace en Michigan por allá de 1950; sus padres fueron Lula Mae y Calvin Judkins quien, de acuerdo con la biografía de Lula, era alcohólico, violento y la obligaba a prostituirse. Cuando Stevie cumple 4 años, Lula se divorcia y se lleva a sus seis hijos a Detroit. A partir de los 7 años, Stevie comienza a tocar el piano, la harmónica, la batería y el bajo; también comienza a cantar en el coro de la iglesia y en algunas esquinas para ganar algo de dinero. Seguramente se estarán preguntando si en algún momento su ceguera fue impedimento para su desarrollo musical, pero también creo que saben cuál es la respuesta. Nació seis semanas prematuro lo que, junto con la atmósfera rica en oxígeno de la incubadora del hospital, derivó en una retinopatía prematura, una afección en la que no hay crecimiento de los ojos y provoca el desprendimiento de las retinas, por lo que quedó ciego siendo tan solo un bebé. He leído que existen muchas teorías en donde se le acusa de fingir su ceguera con tal de alcanzar el éxito profesional del cual goza y construirse una especie de personaje. Todo me parece una verdadera estupidez y falta de respeto.


A la edad de 11 años, le cantó una de sus canciones a Ronnie White del grupo “The Miracles” y quedó tan impresionado que lo mandó con Berry Gordy fundador de la legendaria casa discográfica Motown Records, quien lo contrató al instante y le propuso a Clarence Paul como su productor de cabecera, quien lo bautizó con el nombre artístico de “Little Stevie Wonder”. Clarence fue su mentor, productor y ocasional coescritor de canciones. En un año de trabajo, juntos lanzaron dos álbumes y algunos singles que fueron recibidos con muy poco éxito. Con 12 años, se unió a la “Motortown Revue” que hacía tours por todo Estados Unidos con los artistas de la disquera. Una presentación de 20 minutos de uno de esos shows en vivo en junio de 1962 fue grabada y lanzada en mayo del ‘63 en un álbum que se llamó “Recorded Live: The 12 Year Old Genius” que fue un éxito casi instantáneo y sirve como catapulta para la carrera de Stevie. Como dato curioso, Marvin Gaye toca la batería en dicha presentación. ¿SE IMAGINAN LO INCREÍBLEMENTE LEGENDARIO Y ESPECIAL QUE FUE ESO?

Durante el resto de los años 60s y mientras Stevie seguía siendo un adolescente, además de quitarse el “Little” de su nombre artístico, sacó más álbumes y singles como “Up-tight Everything’s Alright”, “I Was Made To Love Her”, “For Once In My Life” (que ingeniosamente incluyeron en la peli “Begin Again” y cuya escena entre Mark Ruffalo y Keira Knightley me fascina y encela al mismo tiempo) y la súper legendaria “Signed, Sealed, Delivered I’m Yours” que siempre relacionaré con otra de mis rom-coms favoritas, “You’ve Got Mail” al formar parte de su soundtrack (sí, a una niña de 9 añitos se le pueden quedar muy grabados ciertos datos inútiles). Todos esos singles, fueron Top 3 en Estados Unidos por semanas enteras. El muy marcado estilo musical de Stevie en esta época tenía toda la influencia de Motown y sus álbumes contenían además muchos covers, casi siempre producidos por alguien más. Algunas de las letras más queridas y populares entre el público (incluso a la fecha) fueron coescritas con su mamá, Lula.

A finales de los años 60s, Stevie ya era uno de los artistas estadounidenses más populares y mientras más maduraba, más quería y necesitaba independencia y libertad profesional. En 1970, a los 20 años, se casa con Syreeta Wright quien era secretaria en Motown Records y con quien formó una dupla creativa y profesional que daría muchos frutos interesantes a ambas partes. Motown tenía prácticamente el control absoluto de los álbumes de Stevie quien, a sus 21 años, buscaba insistentemente que su contrato fuera mucho menos rígido y le cediera más control en todo sentido, adquiriendo poder legal y creativo de todas sus canciones. Es así como el álbum “Where I’m Coming From” es su primer trabajo como productor y donde decide apartarse de su ya consagrado estilo musical. Algunos lo consideran el verdadero inicio de su periodo clásico. En 1972 decide sacar el álbum “Music Of My Mind” enteramente escrito y producido por él, a pesar de no tener un contrato tan concreto con Motown. Es aquí cuando empieza a experimentar con una amplia variedad de géneros musicales: soul, funk, jazz-rock, R&B, reggae, african, etc.  Consigue una colección de sintetizadores que en conjunto se llaman “TONTO”, cuyas siglas significan The Original New Trimbal Orchestra; asesorado y manejado por Malcolm Cecil (experto sintetizador) y Robert Margouleff (bajista de jazz) quienes fueron nombrados ingenieros y productores asociados en tres producciones futuras de Stevie. TONTO fue y sigue siendo considerado como el sintetizador analógico polifónico multitímbrico más grande del mundo y su existencia le permitió al trío experimentar con nuevos sonidos.

En 1972, su álbum “Talking Book” contiene éxitos como “You Are The Sunshine Of My Life” y por supuesto la revolucionaria “Superstition”, originalmente escrita y prevista para otro artista. El sonido de esta canción es totalmente nuevo, utilizando a TONTO y muchas otras técnicas que, sin duda, innovaron la forma de hacer y escuchar música ayudándolo a reproducir exactamente lo que él oye en su cabeza. La batería de Stevie es quien, a pesar de toda esta implementación tecnológica, sobresale de manera indescriptible. Posteriormente, en un estudio construido especialmente para él, crea su álbum “Innervision” alcanzando una madurez musical y de sus letras. Le sigue Fulfillingness' First Finale en 1974, siendo mucho más instrumental y hasta sobrio, hablando de temas más profundos como la reencarnación. En ese año, Stevie sufre un terrible accidente automovilístico que lo deja en coma por 4 días e incluso inhibe su sentido del olfato por un tiempo. Pero, a pesar de lo difícil que fue su recuperación, decide invertir todo su tiempo y esfuerzo en crear durante dos años, su magnum opus “Songs In The Key Of Life” de quien ya les hablé anteriormente.


Sus siguientes álbumes fueron mucho más instrumentales con una tendencia muy cargada hacia las baladas sentimentales. “Hotter Than July” de 1980 no consigue el éxito esperado entre la crítica, pero sí con el público, haciéndolo su álbum más vendido y consiguiendo su primer disco de platino. Incluye el tema “Happy Birthday” que, si bien uno pensaría que es una canción cumpleañera más del montón, tiene en realidad una poderosa intención política y social, ya que Stevie luchó porque en Estados Unidos se conmemorara como fiesta nacional el nacimiento de Martin Luther King, y la canción fue escrita precisamente para ello. Cuatro años más tarde, recibe el Golden Globe y el Oscar a la Mejor Canción Original por la sonadísima “I Just Called To Say I Love You” de la película “The Woman in Red” protagonizada por Gene Wilder. Los años 80s son de gran éxito comercial para Stevie, aunque según los expertos, Wonder se estanca y deja de innovar como antes.

En los años 90s y 2000s, no produce álbumes nuevos, sino que se dedica a dar giras, entrevistas, a continuar con su compromiso social, político y altruista, y a vivir enteramente de su legado (qué envidia). Su penúltima producción discográfica fue en 2005 pero, ha sacado singles son artistas modernos como Ariana Grande, Redfoo y Travis Scott. Trabaja en una nueva producción titulada “Through The Eyes Of Wonder” lanzando un par de singles en 2020, pero debido a problemas de salud, aún no se ha podido concretar el lanzamiento del álbum completo.

Gran cantante, excelente letrista, extraordinario productor e instrumentista múltiple (en muchas ocasiones, le hizo de one man band en sus grabaciones). Wonder es reconocido por sus aportes a la música moderna y por ser una constante influencia en artistas del siglo XX y XXI que van desde Michael Jackson, hasta Kanye West. Dudo que muchos de nosotros estemos conscientes realmente de lo increíble de su legado, de lo poderosas que son sus letras y, sobre todo, de lo innovador que fue y es su arte. Por eso las y los invito a escucharlo y dejarse asombrar.

Fernando Medina "Ictus": en vivo y resistiendo desde Casa Yonki



El trabajo musical de Fernando Medina "Ictus" tiene su origen en la observación y el ejercicio vigoroso de la vida. Siempre impresas imágenes del artista nacido en tiempos convulsos, desarrollado en la gran ciudad, y con el compromiso de la necesidad por ver y vivir un mundo mejor que el actual.

Dale play para disfrutar de este En Vivo y Resistiendo desde Casa Yonki.

Irvine Welsh: Drogas, violencia y otras cosas que nos cambian la vida


Irvine Welsh, es uno de esos autores que se confiesan a través de sus personajes. La mayoría de ellos, padecen adicciones que su creador vivió de primera mano, y pasan por experiencias vinculadas al consumo de drogas, o alguna forma de violencia, que transforma sus vidas de manera irreversible.

Es sabido que Irvine Welsh, prácticamente contó parte de su vida en Trainspotting, especialmente a través de quien probablemente sea su personaje más conocido, Mark Renton. La búsqueda de ‘Rents’ por una auténtica plenitud existencial, no basada en satisfacciones hedonistas, ni en la compulsiva recolección de posesiones materiales, es decir, de una suerte de nirvana en medio de un mundo post-industrial, culmina en una negación del contexto que enmarca todos sus problemas y un escape hacia otro con ideas más progresistas y liberales.

Lo mismo ocurrió con el autor de cuya obra versa este texto, ya que, en su segunda década de vida, decidió abandonar su faceta de gamberro y concluyó sus estudios. Un cambio radical como el que plasma en Renton, y años más tarde en Begbie, a quien hace pasar de un ebrio delictivo, a un artista de altura tras aprender a canalizar su ira en la creación de obras hechas a cuchilladas.

Esa experiencia de trascender un estado herido del ego, sale bien en los casos de Renton y de Begbie, en ellos es posible encontrar una emotiva historia de amistad, perdón, y redención. Sin embargo, ese mismo proceso de transformación y sanación, fracasa en el caso de Bruce Robertson, el protagonista de otra aclamada novela de Welsh, Filth.

En el frenético descenso a lo profundo de su inconsciente, representado como un parásito, Bruce nos deja ver que detrás de sus desagradables hábitos y perversiones, se esconde una historia de profundo dolor ineludible, sin importar el tipo de anestesia que elija para sobrellevarlo. Un dolor al que pone fin con el suicidio.

Que este personaje muera, podría equivaler a un intento de su autor por retirar la Escoria de su consciencia, para encapsularla en un personaje que cumpliría una función de chivo expiatorio en el momento de su destrucción; como negar y destruir una parte de sí en el mismo tortuoso, no obstante, liberador acto artístico.

En efecto, el dolor es una constante en los relatos literarios de este autor, porque lo es también en los aspectos de la vida real en la cual se inspiran; Welsh, inyecta en sus escritos, un fuerte influjo del nihilismo que inunda su visión del mundo, y de los aprendizajes que ha extraído de experiencias de su vida personal.

Retrata un mundo en estado terminal, cuyos habitantes luchan con el perpetuo estado de cambio de una economía fluctuante, de sus emociones, y de sus relaciones. En ese mundo de cambios, algunos son tan abruptos e inesperados que dejan heridas eternas, y despojan de toda esperanza.

Lo vemos en Trainspotting, donde se frustra una vida que parecía apenas comenzar; es posible ver en ese pasaje, la muerte simbólica de una época que nunca terminó de surgir; la denominada posmodernidad, el hijo bastardo de un capitalismo fallido, que nació en la cuna de sus falsas promesas, fue arrullado por su mano invisible, y perece en silencio en medio de una generación anestesiada. Esos personajes, en un sentido, no los escribió Welsh, los escribió el capitalismo tardío y su subsecuente tejido social en estado de putrefacción.

Cameo de Irvine Welsh en la película 'Trainspotting' de Danny Boyle (1996)

Toxicidad viril

En diferentes historias escritas por este autor, encontramos personajes femeninos desde los cuales, explora una perspectiva de la vida (pos)moderna que lleva el sello del feminismo postestructural. La historia de un romance truncado, como el de Alison con su jefe Alexander, en Skagboys, es en realidad un estudio de lo ultrajante que puede ser para una mujer llevar una relación supuestamente amorosa, cuando la misma sirve como caballo de Troya para una relación de poder.

Por otro lado, Alison no termina de decidir entre el amor romántico y el amor libre. Desea la monogamia formal que cree poder conseguir con Alexander, pero se encuentra con un sinfín de dificultades internas y externas a su relación, que la orillan a un histérico intento de suicidio cortando sus venas.

Lo que Alison en realidad quiere, es el adictivo amor descarriado, y sin reglas, si bien un tanto destructivo, que tiene con Sick boy. Respecto a este último personaje, en Porno, Nikki Fuller-Smith, nos comparte desde su perspectiva cómo pasa de idealizarlo como un príncipe azul, a despreciarlo por su misoginia.

Nikki tiene una evolución de las más interesantes en la obra de Welsh, pues representa el paso de la mujer moderna, a la que se consideraría posmoderna. Nikki es una portavoz de la deconstrucción que hace a la masculinidad, parte de la teoría feminista, y toma por blanco a la desgastada faceta donjuanesca de Simon.

Las mujeres en la obra de Welsh, son tratadas por personajes masculinos con una potente carga de misoginia. Esto no significa que su autor sea un misógino, por el contrario, tiene la intención de denunciar la abyección del hombre machista de la clase obrera, cuyas estereotípicas muestras de virilidad, resultan ser una forma de violencia de género. Welsh balancea los comentarios machistas de personajes que representan a un sector iletrado y anticuado de la sociedad, con comentarios irónicos de mujeres que suelen ser estudiantes de nivel universitario. Pone a la razón, por encima de la violencia, y al mismo tiempo, a la mujer ilustrada por encima del hombre moderno.

Este es otro punto que Irvine Welsh aborda tanto desde sus personajes femeninos, como desde sus personajes masculinos. Con personajes mujer, articula discursos que deconstruyen conductas machistas. Con personajes hombre, ejemplifica dichas conductas. Encontramos, por ejemplo, violencia verbal, psicológica y manipulación, en cada una de las relaciones amorosas que Sick boy tiene en las diferentes novelas donde ha tenido apariciones. Solo Nikki termina por enunciar auténticas diatribas en contra de su machismo.

Asimismo, en Marabou Stork Nightmares, se representa la violación en grupo a una mujer cuya venganza es buscar a sus agresores para matarlos uno por uno. Al final corta el pene del último de ellos, antes de apuñalarlo hasta quitarle la vida. Fue el más brutal de sus violadores, Roy Strang, el protagonista de esta novela, y de quien sabemos que también fue víctima de abuso sexual. Como en el caso de Bruce Robertson, Irvine Welsh destapa la tortuosa historia que suele engendrar una conciencia llena de violencia para otros y para sí.

Por su parte, la vengativa víctima en esta historia, despoja del falo a los hombres que la ultrajaron, representando así, a una mujer empoderándose por encima de la arbitraria opresión del hombre misógino, que no escapa a la violencia estructural de la sociedad en la que está inscrito.

Ahondando en la violencia sexual presente en la obra de Welsh, la trama de Crime involucra una red de prostitución infantil y explora la psique de un sujeto pedófilo en un interrogatorio cuyos diálogos podrían ser parte de una película de terror, pero que muestran con objetivismo el infierno en el que se forja una mente retorcida. La violencia sexual y de género, que puede encontrarse en las historias de Welsh, es una denuncia a la cultura falogocentrista, y a los estragos que tiene tanto para mujeres, como para hombres.

Existen fenómenos sociales que critican tanto el feminismo postestructural, como la obra literaria de Irvine Welsh. Así pues, la violencia contra la mujer es un tema del que este autor habla con su habitual contundencia, aunque no es precisamente algo que caracterice sus escritos.


Cambiar de vías

Algunos personajes de Irvine Welsh, se reivindican, mientras que otros nunca llegan a sanar sus heridas; no se trascienden, y viven intentando pasar a otros la estafeta de un dolor con un origen irrastreable. Renton se libera de su adicción a las drogas más destructivas cuando decide escapar del contexto que la originó. Begbie se libera de su violencia interna, motivada por su ira reprimida hacia su padre, y diversos personajes femeninos, se liberan del yugo del machismo en sus parejas motivadas por su razón e inteligencia.

Bruce Robertson y Roy Strang, por el contrario, son personajes que representan algunos de los excesos de la cultura machista. Ambos tienen pasados con abuso físico y sexual, respectivamente, y ese caos que llevan de manera interna, se materializa en el caos en el cual quedan convertidas sus vidas. En el mundo de Irvine Welsh, la diferencia entre trascender o no un estado del ego, es el autoconocimiento, al parecer.

Tanto como Bruce, como Roy, solo antes de morir llegan a la conclusión de que pudieron haber tomado decisiones diferentes para tratar de conseguir los cambios que esperaban en sus respectivas vidas. Son a la vez víctimas y victimarios de diversas formas de violencia estructural.

Ese universo que conforma la literatura de Irvine Welsh, crudo, emotivo y por momentos hilarante, está habitado por personajes dolorosamente humanos, cuyas identidades resquebrajadas, son resultado de un contexto que no deja de golpearlos desde diversos flancos, abarcando el económico, político, laboral, psicológico, familiar, existencial, etcétera.

Como en una experiencia psicodélica de dimetiltriptamina (cuyo uso es habitual en Welsh, según lo que ha compartido en diversas entrevistas) leer una novela de Irvine Welsh, es encontrarse con cosas de la vida que pueden resultar oscuras, e incluso deprimentes, pero comprender esa oscuridad nos transforma, agregarla a nuestro concepto de la realidad nos hace un poco más desengañados. En ese sentido, madurar significa aprender a disfrutar de la vida, y a extraer de ella la mayor cantidad de felicidad posible, aunque sepamos bien que la mayoría del tiempo la vida es un dolor que aliviar.


Morir como mueres hoy

Por Francisco López


Cuando la soga aprieta… No podría precisar el momento de la década de los ochentas en el que escuché por primera vez ese maravilloso disco; Sesiones con Emilia, seguramente lo que me atrajo a primera instancia fue el nombre de Jaime López, pero derivado de esa escucha descubrí a Emilia Almazán y por supuesto al maestro Roberto González. Ese disco se convirtió, desde ese momento, en objeto de culto y compañero infaltable de tertulias, debates o simples noches de insomnio. En particular el timbre de voz del maestro González, las letras filosas, poéticas e inteligentes, aunado a lo elemental de la instrumentación con que se realizó semejante obra, lo hacen de una valía inconmensurable y fiel reflejo de lo que a la postre fue y es la base del llamado movimiento rupestre.

Poco a poco fue pasando el tiempo y con ello, me fui adentrando en ese extraño y cautivador mundo rupestre, aunque algunos lo desconozcan, denosten y duden incluso de su existencia; fui conociendo, a la par, los primeros tragos, los primeros porros y tomando prestados (sin pedirlos) algunos versos para lograr mis primeros besos... Años después tuve la oportunidad de escuchar en vivo a Roberto González, disfrutar y conocer más de él, la visión que tenía del mundo, su Alvarado querido, beberme su música y más de una vez ir midiendo mi estado de embriaguez para que llegara su punto de ebullición al mismo tiempo que entonara El Huerto

Lamentablemente Roberto se adelantó este 20 de mayo a otros planos a llevar su canto. ¿Cómo no sentirlo, cómo no dolerme su partida? Fiel acompañante en tantos momentos de espinas y rosas… Se va tal vez, sin el reconocimiento real de su legado por parte de los medios de cultura oficiales de este país, pero sin duda se queda su obra, su sencillez, su huerto que germinó en Julia, su hija.

Morir como mueres hoy. ¡Gracias Roberto!

José Revueltas: una historia de encuentros y desencuentros


Crónicas a Contracorriente | Por Lino


Lo confieso: nunca he leído El Capital y me gusta Revueltas. ¿Qué debo hacer?
(Publicado originalmente en el centenario del nacimiento de José Revueltas, 2014)

“Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”.

Habíamos visto cientos de veces la frase aquella: en las marchas, en la escuela cuando había algún evento y a la menor provocación nos hacinábamos en los barandales para colgar nuestras mantas con consignas políticas, en internet, pintada entre las paredes de los foros que le apostaban a las propuestas alternativas y contraculturales de la Ciudad de Puebla, en los baños de las cantinas a donde nos dejaban pasar  sin credencial y donde éramos héroes de la historia conspirando contra los malos profesores y el sistema opresor y amnésico de la escuela, pues, ¿dónde estaba el materialismo dialéctico, la historia de Lenin y de sus amigos, dónde el Che? Todo aquello que aprendimos con uno que otro profe “comprometido con la causa” y con los amigos; siempre la misma  frase que dicen que el presidente Salvador Allende dijo durante una de sus visitas a una universidad del país. Sí, el mismo presidente que fue derrocado por el imperialismo yankee que, siendo chavos nosotros, aprendimos a tenerle atento el ojo por su gandallés. Aaaah, cómo nos emocionaba saber de Bahía de Cochinos mientras cantábamos “compañeros poetas, tomando en cuenta los últimos sucesos” o, la misma emoción, mientras Víctor Jara nos cantaba sobre Ho Chí Minh y comentábamos lo hermoso y heroico que habían sido los vietnamitas. Figúrense ustedes: éramos  los jóvenes que hacía poco le habíamos entrado a los libros de Rius y a los manuales de filosofía marxista que conseguíamos bien baratos en las librerías de viejo o en los mercados de chacharas allá por la Colonia Popular; aquellos chavos que tiempo antes nos habíamos encontrado gracias al puritito y más inocente desmadre: unos, como yo, le hacíamos a la onda del ska, del reggae y el oi (cantos y música libertaria, esencialmente antifascista que había llegado del otro lado de la mancha); otros, más acelerados, con la onda del punk y su agresividad que ellos llamaban anarco; los cuates más alivianados, por supuesto, eran aquellos que ya traían una preparación intelectual más pesada y todo el tiempo andaban leyendo y haciendo cualquier actividad artística. En efecto, éramos más jóvenes y la identidad era, probablemente, nuestro problema más grande. ¿Cómo no hacer caso al llamado de aquella consigna si éramos jóvenes, y además éramos la pura vida? No se podía ir en contra de la naturaleza…

¿Y cómo empezó todo? Para los más burros y metidos nomás en el puro relajo como yo, la puerta tenía que ser evidentemente ad hoc, y qué más asequible que una literatura buena onda: sí, ahí estaba Parménides, Sainz, Fadanelli, Ruvalcaba, pero sobre todo Agustín. Con José Agustín los amigos descubrimos que lo que nos gustaba ya tenía nombre, y se llamaba Contracultura y se apellidaba Rebeldía. Luego de leer La Contracultura en México, todo tuvo más sentido. “No mamen, La náusea está de poca madre ¿No han leído En el camino? ¿Ya vieron las pelis de Jodorowsky? Conseguí unas grabaciones de Avándaro, están chidas”. El camino se vio con una amplitud enorme. Quisimos ser jipis y nos dejamos de bañar meses y otros nomás se envolvían  el cabello a la hora del baño para verse mugrosos, a unos les llegó fuerte y todo el tiempo hablaban de María Sabina y de Gordon Wasson y de la percepción y el cultivo de mariguana en casa... La realidad es que le quisimos hacer a todo, incluso nos volvimos punks, beatniks, rastas, cholos, existencialistas. Éramos todo y nada. Un día, mejor optamos por ser nosotros y, en mi caso, nos limitamos a disfrutar la hueva, la cual volvimos productiva: desde la comodidad de casa nos bombardeamos con un montón de pelis y literatura y mucho rock. Sin querer la cosa, un día hicimos examen para la universidad, y aún con la presión de nuestros padres que decían: “¿de qué vas a vivir si estudias esa cosa?” (se referían a Lingüística y Literatura Hispánica), llegamos a las aulas de literatura. Ahí nos volvimos a encontrar, y esta vez la cosa se iba a poner más gruesa.

Como suele pasar, en un afán de corroborar lo vivido, caímos en cuenta de que habíamos leído mal todo. El desmadre, según nosotros, iba por otro lado. Nos gustaba el desmadre, y eso nunca lo abandonaríamos por supuesto, pero tal vez podíamos hacer cosas, ¿no? Cosas. A estas alturas, Marx, Lenin, el Che para principiantes, los manuales de filosofía de los benévolos George Politzer, A. Sparkin y O. Yajot, algunas historías de la filosofía, algunos poemarios de Neruda, se llevaban a todos lados. Comentábamos duro y tupido sobre política y armamos colectivos donde organizábamos eventos con documentales, pelis, conferencias, música y otras cosas que hablaran sobre la necesidad de la revolución. Un día, un amigo llegó y dijo, con un sobre de dvd pirata en su mano: “¿ya vieron El Apando?”


Uffff, ¿para qué? El descubrimiento fue impactante. José Revueltas, inmediatamente, ocupó un espacio importante de nuestras vidas. Años antes, por Agustín, ya sabíamos del hombre barbado que nunca aceptó formar parte de una tradición literaria existencialista, pero, como he dicho antes, nuestra lectura era más incipiente que hoy en día y nosotros no queríamos ser Revueltas sino Sartres Camusianos. Revueltas nos miró y nos guiñó el ojo. Primero fueron los Días Terrenales y todos quisimos volvernos mártires de la revolución, no entendíamos, como usted notará, lo que Revueltas quería decir, sin embargo no nos importaba: queríamos ser parte del mundo revueltiano, entender y sufrir los embates del proletariado, ir en busca de una oscuridad estéticamente bella que nos hiciera entender los secretos de la vida y la conciencia; a nosotros, mal leídos, qué nos importaba la ortodoxia del comunismo mexicano, la crítica feroz de Revueltas a sus camaradas o esas cosas. Lo mismo sucedió con Los muros de agua, entonces Revueltas nos embelezaba nuevamente: su activismo, su vida, su obra, nos hacía admirarlo por su congruencia y valentía para enfrentar el encierro y eso nos hacía pensar más que nunca en lo dicho en un principio: Revueltas había ido a la cárcel desde los 16 años por motivos políticos, era joven y revolucionario, era biológicamente perfecto y nosotros queríamos ser Revueltas. A estas alturas, Revueltas nos había llegado con sus guiones para La Diosa arrodillada y el Rebozo de Soledad, películas que veíamos repetidamente mientras descubríamos que lo que más nos maravillaba, sobre todo, era su tendencia a oscurecer sus obras. Recordábamos entonces los cuentos de sus libros dormir en tierra y Material de los sueños. La palabra sagrada era la de Revueltas y no había más. Nuestra capacidad de asombro, como los incipientes estudiosos de literatura que seguimos siendo, se acrecentaba: su capacidad para crear descripciones que iban más allá de lo evidente, la forma narrativa del tiempo y el espacio que se superponían en diferentes planos, la barroca forma de adjetivar que, a pesar de las críticas, nosotros aceptábamos maravillados, sólo Revueltas sabía hacerlo. Sus reiteraciones eran una manera efectiva de adentrarse en los objetos de la realidad. En Los errores eso sucede cuando se mira pasar un automóvil, por ejemplo. Los objetos, en Revueltas, cobran una extensión abismal, que se va develando de a poco, con una especie de hechizo, que es producido por la voz de Revueltas. La alétheia, la develación del ser, se vuelve dialéctica: el objeto es contradicho a cada momento: en ellos habita un número determinado de significados, que Revueltas va exponiendo evidentemente cuando nombra y califica la realidad.

Revueltas nos extasiaba; sin embargo, para ser sinceros, aclaremos algo que es evidente: en ese momento lo que más nos prendía de Revueltas era aquello que nosotros llamábamos su estética del encierro, su estética de lo oscuro, su pesimismo y sus personajes marginados, enajenados y siempre con un constante y muy latente enfrentamiento con la muerte.

Seguramente, si algún ortodoxo (que conocíamos bastantes) nos hubiera escuchado hablar en esos momentos nos hubieran acusado de lumpens, de ojetes, de desviados y un largo etcétera. Agraciadamente, eso no fue así y, tal vez por eso, es que a Revueltas lo seguimos disfrutando y releyendo; de otra manera, Revueltas se hubiera tornado un autor inleíble y que hubiésemos odiado si hubiera existido la necesidad de discutirlo y pasarlo por la crítica más ortodoxa, cosa que ya antes le habían hecho a él mismo en carne y hueso, lo que luego le costó un sinfín de oprobios en la izquierda mexicana. Insisto, éramos chavos y revolucionarios, por eso intuimos que ya no era el tiempo de repetir experiencias antes vistas y sufridas. Como todo proceso, la obra de Revueltas se iría develando, el salto para comprenderlo se daría en algún momento, pensábamos. Algo que nos hizo mella fue su intención de una teoría literaria marxista leninista. Siendo sinceros, lo que pasaba era lo siguiente: nadie había leído bien bien a Marx ni a Lenin, aunado a la falta de estudio en las aulas de la escuela. Le sabíamos lo más esencial de materialismo dialéctico y materialismo histórico, gracias a los manuales y a Martha Harnecker. Revueltas, ahora, era un autor muy alejado de nuestra posibilidades intelectuales. Por aquella época, yo opté por escribir algunos cuentos, según yo, tratando de escribir a la manera revueltiana. Los intentos hechos me hicieron comprender algo: Revueltas era un genio. Su interés por el cine, y por la literatura universal (que él había leído mucha) lo forjaron como el gran escritor que era. Los ambientes de su obra literaria, lo intuía, venía de esa fascinación por dichas artes. Los compas lo descubrimos así. Por supuesto, ya entrados con Revueltas, nuestra admiración, más allá de este deslumbramiento puramente estético, fue mayor debido a su azarosa vida revolucionaria.

Su vida de encierros en diferentes cárceles, su estoicismo para aceptar su responsabilidad por el movimiento estudiantil, su eterna rebeldía y su crítica implacable nos hacía reflexionar en torno a la relación entre su vida y obra.

Sólo alcanzábamos a decir: “Revueltas era un cabronazo de aquellos y no hay más. Un señorón que sólo con la primaria y autodidacta desde chamaco no puede ser más que eso. Qué intuición, qué manera de escribir”. Revueltas por aquí y por allá. Revueltas en las Islas Marías nos saludaba. Revueltas en su celda, debajo de una foto de Trotski escribía. Revueltas, de pronto era el icono de nuestras aspiraciones revolucionarias y más: era el icono de nuestra rebeldía. Lógicamente, la suya nunca fue contracultural, pero su actitud nos exultaba. Éramos chavos y revolucionarios, decía yo, o al menos eso creíamos. Nosotros creíamos en el socialismo, sí señor, pero al mismo tiempo le metíamos al rock, a la literatura de Coupland, de Foster Wallace y le metíamos fuerte al alcohol (a nuestro favor podemos decir que nunca a las drogas). Algunas ocasiones, justamente por eso, pensábamos en lo que diría Revueltas sobre estos tiempos posmodernos en que el pastiche y el collage es la regla. Cuando pienso en esto, no puedo dejar de imaginar a Revueltas tuiteando consignas en la red y escuchando de fondo un rocksito. Qué locura, por supuesto, ustedes dirán. Me gusta imaginar, entonces, que Revueltas, aquel mismo intelectual que creyó con mucha fe en el movimiento estudiantil, alentaría a esta juventud aletargada. Y me pregunto además: ¿cómo nos vería? ¿unos alienados? ¿o simplemente un reflejo de nuestros tiempos que mira sin mirar detrás de una pantalla de computadora? No lo sé. La cosa, entonces, es que no dejo de pensar en Revueltas aventándonos su crítica feroz. Hoy, más que nunca, pienso, Revueltas es una necesidad de nuestros tiempos políticos: su ejemplo, su entrega, su ejercicio intelectual es necesario para potenciar las fuerzas progresistas y ordenarlas.

José Revueltas, el escritor, el activista, el teórico literario y de cine, el intelectual, hoy, a cien años de su nacimiento, se nos torna envuelto por diversos velos. Los estudiosos fijan su mirada en él… ¿Qué se dirá entonces? ¿Qué onda con Revueltas? Ante lo que se diga, yo tengo algo claro: Revueltas es un escritor excepcional: su literatura, desesperanzadora muchas veces, atrae por su visualización. ¿Acaso no también la oscuridad, la angustia y la tristeza, ofrece una manera de ver el mundo? Por supuesto que sí. Carlos Montemayor, en su novela Los informes secretos, retrata a un José Revueltas ya cansado, desencantado por su vida como activista y escritor; a pesar de todo, eso mismo lo impulsa a afrontar los embates de su vida política e intelectual con mayor fortaleza. ¿Por qué no hacer lo mismo con esta tristeza, descontento, amargura que los tiempos nos traen? El desencanto es una fuerza que reposa. Dialéctica esencial. ¿Cuándo el salto?

Mientras tanto, los chavos de entonces nos miramos y nos preguntamos ¿Y ora qué? ¿Quiénes somos? Entonces, creemos que vale la pena y seguimos releyendo a Revueltas y tratando de no caer, de asirnos a la rebeldía, a una que se parezca a la de Revueltas, o por lo menos a una que sea nuestra sin dejar de mirarnos mutuamente.
 

Joaquín Sabina, el arte de escribir canciones

Por Sergio Martínez


Joaquín Sabina (Úbeda, 1949) es un cantautor que, con sus canciones, ha escrito microcrónicas de su tiempo, de su espacio, de sus vivencias, de sus lecturas, en resumen, del mundo que le ha tocado vivir. Observador perspicaz de lo cotidiano ha extendido su obra musical a los sonetos, décimas y rimas para regalarnos una lírica con un sello personal inconfundible en nuestros días. Influenciado por su padre, por la literatura del Siglo de Oro español, de los poetas de la generación del 27, la generación de los niños de la guerra, la literatura latinoamericana, Dylan, Cohen y Georges Brassens, entre otros, ha logrado construir un mundo donde confluyen todos los géneros en los que ha vertido su pluma.

La marginalidad urbana: Ciudadano cero, Medias negras; la noche: Viridiana, Negra noche; la historia: De purísima y oro; el amor: Y sin embargo, A la orilla de la chimenea; la observación: Calle melancolía, Caballo de cartón; América Latina: Por el bulevar de los sueños rotos, Con la frente marchita, Postal de La Habana; la vitalidad: Más de cien mentiras, Ahora que, Noches de boda; la cotidianidad: Eclipse de mar; la sensualidad: Y si amanece por fin; la nostalgia: Cuando aprieta el frío; la soledad: Así estoy yo sin ti, Que se llama soledad; el fracaso: Nacidos para perder; el amor juvenil: Una de romanos; la pareja como motivo: Tratado de impaciencia nº 11, Besos de Judas, Mentiras piadosas, Contigo, Incompatibilidad de caracteres, Eva tomando el sol; el desamor: Como un explorador, Amor se llama el juego; y la autobiografía: Cuando era más joven, Tan joven y tan viejo, La canción más hermosa del mundo, A mis cuarenta y diez, Lágrimas de mármol, Lo niego todo; son algunas de las postales que nos regala Sabina en sus canciones. La mirada, el léxico y los recursos estilísticos que propone para llegar a los oídos o a la lectura del espectador, es lo que hace a la obra sabinesca peculiar. Sabina poetiza la palabra y ve donde pocos saben mirar, lo que le ha valido para que su obra sea transgeneracional, mérito que no han logrado muchos de sus colegas contemporáneos.

Esa geografía construida durante 40 años, donde ha grabado más de 20 discos y publicado varios libros nos da cuenta de la obra sabinesca que hoy es estudiada ex nihilo en ensayos, tesis de grado académico, libros y documentales, donde se analiza la intertextualidad, la estética y se resalta la calidad literaria de las canciones que sostienen los estudiosos del tema: borda la poesía. Sabina, como ningún otro compositor, es una rara avis que ha logrado utilizar el español como vehículo para escribir canciones, para contar historias:

“La canción es el enlace entre la vida y la literatura” ha mencionado Sabina en algunas entrevistas, él mismo se asume como cantautor y no como poeta, en cambio reconoce: “[…], cojo el lenguaje de la calle para devolvértelo literariamente dignificado”.

Esa veta literaria-poética ya se vislumbraba en la lírica de Inventario. La retórica, sátira, la yuxtaposición de imágenes, el humor, la ironía, el oxímoron, la métrica, la irreverencia, la mordacidad y la enumeración son algunas de las características compositivas que hoy dan identidad a la obra de Joaquín Sabina, identidad que fue puliendo y consolidando con los años, hasta lograr un sello que podemos observar en dos de sus canciones de mayor éxito comercial: Y nos dieron las diez y 19 días y 500 noches. El éxito de sus canciones lo han vuelto un artista de masas, capaz de agotar las localidades en los foros que se presente de este y el otro lado del océano. Desde siempre los escuchas primigenios del natural de Úbeda han señalado la estética y el discurso de las rolas sabinescas, después el sagaz oyente descubrió la intertextualidad que sus canciones tienen con otros campos de arte, de un tiempo a la fecha algunos académicos se interesaron en determinar si la letra de sus canciones son poesía según el canon. Lo real es que Sabina, como ningún otro cantautor en español, ha logrado reivindicar su oficio y elevar la calidad de sus canciones por medio de un manejo exquisito del lenguaje. ¿Sus canciones son poesía? Sin duda lo son, concluyen los estudiosos del tema. Pruebe el lector leer, solo leer, alguna de sus canciones aquí mencionadas y lo comprobará. Desde hace años Sabina se había ganado un lugar en el imaginario de la cultura popular a base de sus versos, sonetos y canciones; Y nos dieron las diez es cantada por los mariachis en la Plaza Garibaldi, sin que estos sepan quién es el autor, aunque este último esté cantando con ellos in situ. Quien camine por las calles de Madrid encontrará a su paso esas descripciones de Pongamos que hablo de Madrid o Yo me bajo en Atocha, y con Dieguitos y Mafaldas o Con la frente marchita descubriremos instantáneas que captó la mirada de Joaquín que ahora son inmortalizadas en esas canciones. El gran mérito de Joaquín fue llevar la canción popular al canon de la poesía, no habría que escatimarle ningún reconocimiento.

Dylan abrió el camino, habría que enviarle a la academia sueca un paquete con la obra sabinesca completa para que escuche y lea en algún momento al genio de Úbeda, en congruencia deberán laurear al cantautor español.

“Sabina quiso escribir La canción más hermosa del mundo, no sé si lo logró, de lo que sí estoy seguro es que con sus canciones logró hacer un mundo más hermoso”. Anónimo.

¡Feliz cumpleaños, querido Joaquín!

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