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A 126 años de Gabriela Mistral

 
Hace 126 años nacía en Vicuña, Provincia de Elqui, Región de Coquimbo (Chile), Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, mujer que pasaría a la historia de las letras bajo el seudónimo de Gabriela Mistral, única latinoamericana premiada con el Premio Nobel de Literatura, galardón con el que fue distinguida en 1945, el mismo año en el que el mundo ponía el punto final a seis años de la barbarie que supuso la II Segunda Guerra Mundial.


Gabriela Mistral tomó su nombre artístico de sus dos grande pasiones: la naturaleza y la poesía. Ella misma contó que nació de la admiración que sentía por el autor de Mireya, Federico Mistral. También por el viento, el mistral, que azotaba los campos y barría las nubes al sur de Francia, tal y como recoge Francisco Fernández del Riego en un artículo publicado en las páginas de La Voz.


Gabriela Mistral fue la hija de un profesor, que a pesar de haber abandonado el hogar cuando ella solo tenía tres años, Mistral lo defendió, e incluso confesó que unos versos que encontró en un «papelito» firmados por él despertaron su «pasión poética».



En 1904 Gabriela Mistral empezó a trabajar como profesora en la Escuela de la Compañía Baja en La Serena y a publicar artículos, en calidad de colaboradora, en los diario locales El Coquimbo y La Voz de Elqui. Cuatro años más tarde se dedicó a la enseñanza en La Cantera, y después, en Los Cerrillos.

En 1914 logró su primer premio con Sonetos de la Muerte, que conquistó al jurado de los Juegos Florales, fecha desde la que empezó a utilizar el seudónimo de Gabriela Mistral. Tres años más tarde Gabriela Mistral ya aparece dentro de Selva Chilena, la antología poética de Chile más importante hasta la fecha, aunque bajo el nombre de Lucila Godoy. Parece que la última vez que empleó el mismo. Desde entonces, no paró de conseguir galardones en el mundo de las letras.

La condición humilde de su familia le privó de haber estudiado magisterio, pero mediante una convalidación de sus conocimientos logró el título oficial de Profesora de Estado, y por tanto, la capacidad para dar clases en nivel de secundaria. Trasladada a Santiago, y oposición mediante, logró el puesto de directora del Liceo Nº 6 de la capital del país, aunque parece que no fue bien recibida por su «falta de estudios».

En 1923 fue contratada por el Gobierno de México para formar parte de un equipo que sentó las bases para una reforma universitaria en el país, modelo que medio siglo más tarde permanece vigente. Viajó por Europa y Estados Unidos interesándose por los distintos sistemas educativos. A su regreso a Chile, Gabriela Mistral tuvo que salir del país apresuradamente debido a la tensa e inestable situación política que se vivía. A partir de 1933 fue cónsul de su país en distintas ciudades, tanto europeas como de América Latina. También en Nueva York, en donde mantuvo una estrecha relación con la escritora estadounidense Doris Dana.


Gabriela Mistral falleció en 1957 a los 67 años. En su testamento ordenó que todo el dinero recaudado por las ventas de sus obras en América Latina debía destinarse a los niños más desfavorecidos de Montegrande, y la recaudación de las ventas en el resto del Mundo, en beneficio de los niños pobres del resto del país.


Desde junio de 1981 la imagen de Gabriela Mistral aparece en los billetes de 5.000 pesos chilenos. Este martes Google le dedica el doodle a la escritora chilena más celebrada de la historia. Y hasta el momento, la única que ha logrado el Nóbel de Literatura en lengua castellana.  (Vía La Voz de Galicia)

 

Dame la mano y danzaremos...



«Dame la mano y danzaremos, 
dame la mano y me amarás. 
Como una sola flor seremos, 
como una flor, y nada más. . .
El mismo verso cantaremos, 
al mismo paso bailarás. 
Como una espiga ondularemos,
como una espiga, y nada más.
Te llamas Rosa y yo Esperanza, 
pero tu nombre olvidarás, 
porque seremos una danza 
en la colina y nada más...»

Poesía: This modern love


Por R. Israel Miranda |

THIS MODERN LOVE 
 
I

Siempre inventabas cosas malévolamente fascinantes,
hacías casi todo para demostrar AMOR
excepto decir te amo.
Estabas convencida de que al verbalizarlo (al amor),
se le delimitaba, se le arruinaba.

–¿Cómo pretendes hablar de algo
que ni siquiera puedes describir?– decías.
–¿Cómo te atreves a pronunciar siquiera
algo que ignoras absolutamente qué es?
Odio a la gente que va por la vida diciendo te amo como si repartiera volantes de centro comercial. Como si al decirlo, sus podridos corazones volvieran a latir con fuerza. Como si al mencionarlo pudieran tenerlo o retenerlo, como si nadie supiera que hace mucho se les escapó y ni cuenta se dieron.
No cariño, el día que yo te diga que TE AMO
sabrás a qué me refiero.

Tenías razón.

II

La lluvia nos sorprendió a tres calles de mi casa,
llevabas un vestido ligero
y yo las mismas botas gastadas de siempre. Corrimos.

Te detuviste a girar bajo un arcoiris,
lucías tan odiosamente encantadora
que tuve ganas de estrellar tu sonrisa contra el suelo.

Esa fue la primera vez que te dije te amo
y lloré y lamenté no haberlo hecho antes.
Secaste con tus manos el agua de mi rostro
y me besaste.

III

Uno piensa constantemente en las primeras veces
(el primer cigarro, la primera novia,
la primera borrachera, el primer toque),
algunas hasta se planean con rigor casi científico
(el primer pretexto para llegar tarde a casa,
el primer acostón).
Es normal.

Pero rara vez uno se detiene a pensar en las últimas veces.
Ejemplo:

IV

Llegamos a casa empapados, te desnudaste.
Yo hice lo mismo.
Cogimos en el suelo,
te subiste en mí.
Yo me congelaba.
Sentía cómo mi cabeza y mi espalda
se restregaban en el piso,
sentía tus uñas rasgándome los hombros.

Escuchaba mi cadera golpeando contra el suelo
cada vez más rápido,
cada vez más profundo,
cada vez más lejos.

–¡TE AMO!– dijiste mientras clavabas tus manos
en mi pecho.

Jamás volvimos a estar juntos.

V

Es más raro (aún) pensar en las primeras veces
que fueron las últimas.



El Autor: Israel Miranda ha escrito algunos libros de poesía: Polaroids, Muro de silencio, El monstruo de arriba de la cama y Porno para perdedores y otros sucios hábitos; además de uno de narrativa: Palabras de Sabiduría. Además de escribidor, 'El Miranda' es músico, diseñador, maestro y filósofo.

Poesía: La burbuja de Julio Trujillo


Por Carlos Noyola |

La burbuja de Julio Trujillo

Paul Valéry solía decir que un poema nunca se termina, solo se abandona. Y al parecer Julio Trujillo no tiene ningún problema con eso, muestra de ello es su más reciente poemario: La burbuja (Almadía, 2013).

Trujillo abandona tajantemente todos los poemas, y por lo general lo hace rápidamente, es más, parece que los empieza a abandonar en el mismo momento en que los empieza: “Una mafia es nosotros,/ contra yo.” Ese es todo el poema, que revela lo efímero del pensamiento del poeta. Flashazos que nos permiten gozar del cenit de las epifanías presenciadas por el autor.

“Su sonido es infame/ pero no el del vocablo que lo nombra./ ¿Por qué no suenas/ helicóptero a helicóptero?” Según sus editores el sonido del helicóptero es uno de los tantos pretextos que Julio Trujillo usa para “versificar en la corta distancia”. Efectivamente, versifica en la corta distancia, pero lo que Trujillo hace va más allá de tomar un vano pretexto para crear versos. Trujillo −aunque aparentara− no toma sus motivos al azar, los estudia detenidamente, los desmenuza, les encuentra la poesía y a partir de ahí se pone a versificar. Lo hace de cerca, conociendo bien su materia prima.

Es fácil visualizar al mexicano llevando a cabo su labor cual fotógrafo avezado: antes de salir de casa sabe exactamente qué imágenes quiere, ya las tiene en la cabeza, traza un plan de posibles lugares donde encontrarlas y cuando sale simplemente dispara.

Trujillo tampoco tiene miedo de expresar el mensaje directamente, el poema se llama “Duda” y versa así: “Un hemisferio se apagó/ (y no sabemos de qué lado estamos).” Entiende que la belleza no es sinónimo de complejidad y que menos, dice más.

La burbuja difícilmente se lee en más de una sentada, pues cada poema encapsula al lector y lo eleva hasta reventar para dejarlo caer en el siguiente, llevándolo a momentos de placer que se retiran justo a tiempo para no aburrir.

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Tromba
 
Nos internamos en la manga de agua.
No sabíamos
que arriba trabajaban los cumulonimbos
con la materia de su cólera.
Las cachetadas de las ráfagas torcieron
nuestras bocas
y parecíamos girar
en un furioso vórtice en ascenso.
Fuimos hebras,
hilachas en el puño de la tromba.
Aquella levedad
nos trajo paz
y enderezamos nuestras bocas.
 
 
Perros
 
Tú eres el perro,
tú eres la flor que ladra.

Blanca Varela
Para Graciela Iturbide
Hay perros buzos en las venas
y perros en las manos
que olisquean.
En la nariz se apresta una jauría
loca de amor
o de una pura infatuación violenta.
Perros,
en los oídos y en la piel,
en los cien dedos de los pies
y en todo el espinazo.
En los molares hay dogos molones
y chuchos empeñosos
en el cráneo.
En todo el cuerpo hay perros azuzados.
 
 

Mosca
 
Aspira el vapor denso
de las cacas,
responde a la llamada del calor nutriente
–jugos y ácidos aderezaron
la deyección
que es un imán para sus patas.
Va.


Poesía: Las tardes en el centro

LAS TARDES EN EL CENTRO | Por R. Israel Miranda

we live in a beautiful world
oh all that I know
there’s nothing here to run from
‘cos yeah everybody here’s
got somebody to lean on


I

normalmente recorro las calles del centro
solo
o con algún amigo del borde
o con alguna mujer
por cuyos labios brindé toda la tarde
(y se bebió gustosa la mentira
de que algún día mis versos
estarían dedicados a sus besos
y me bebí gustoso la mentira de que
a cambio
su corazón sería mío)

y casi siempre es de madrugada
cuando los muros parecen apenas sostenidos
por las espaldas de los trasnochados
y las calles prometen
todo lo relacionado con la penumbra
y el secreto

entonces
me adentro
y me pierdo en los umbrales
del infierno

II

camino a tu lado por la calle de Madero
me pides que te tome fotos con el Joven Manos de Tijera
que le arrojemos monedas al sombrero del organillero
que le aplaudamos fuerte a los invidentes de la Orquesta de la Luz

son las cuatro de la tarde
el sol colorea las viejas baldosas del centro
y son espléndidas
incluso la gente luce espléndida
me tomas de la mano para que corramos
a comprarnos un globo en forma de corazón

Lisa
vivimos en un mundo hermoso
no hay nada de lo que huir
ahora lo entiendo

III

normalmente recorro estas calles de noche
solo
o con un cómplice
o con un nuevo corazón
y está bien

pero
me gusta más hacerlo por las tardes
contigo

 Los días las tardes y las noches, versos y arrullos (septiembre 2014, poemario). 64 páginas.


Israel Miranda ha escrito algunos libros de poesía:
 
Polaroids, Muro de silencio, El monstruo de arriba de la cama y Porno para perdedores y otros sucios hábitos; además de uno de narrativa: Palabras de Sabiduría. Además de escribidor, 'El Miranda' es músico, diseñador, maestro y filósofo.

Poesía: Cantar libélulas


Por Carlos Noyola |


Cantar libélulas

Subo los jarrones
para escapar de mi memoria.
Desde allá veo a mis hermanas
brincan encimándose
para alcanzar libélulas que se congelaron
cuando pensaban en ser aquenios.

La tía llamó
e intenté correr
pero mis hermanas decidieron
construir pirámides sobre mi cuerpo.
No siento los dedos, dijo una de ellas
y volteé a mirar por la ventana
el vals de dieciséis
que pronto se convirtió en canto
de risas y libélulas.

Mis hermanas repetían
que no las encontraban
y entonces entendí lo que vi
cuando dijeron:
las libélulas no están
se han ido
o se las llevaron.


Defecar

Orinar.
Masturbarse.
Orinar y masturbarse.
Ser asqueroso, ser instintivo, ser necesario, ser
placer. Casi como
comer y vomitar
oposición innecesaria
 pero perturbadora
¿por qué la repulsión?
cerca están
de lo inverso
vestigios de la fragilidad.



Carlos Noyola nació en la Ciudad de México en el 96. Sus poemas han aparecido en publicaciones como Letras Explícitas, Nomastique y el Periódico de Poesía de la UNAM.  Escribe regularmente para El Inconformista Digital y The insighters. Su primer libro, Costumbres correctas, fue publicado por Texere Editores en 2014. Actualmente vive en Estados Unidos.

Poesía: Sentidos Cósmicos II






Holographic Universe | Por Ana Vela |


Inevitable es negarme al aroma de tu cuerpo
que desborda en mi olfato la dulce dosis mental
cuando disfruto de tu esencia cada segundo
de repente me encuentro en un éxtasis mental.

Como recordar aquella tarde
en la que tu amor me quisiste entregar
mientras yo, idiotizada
le obedecía más al rocío que a tus palabras.

A tu dulce y misterioso
tu incienso humano y poderoso
que a mi mente ha venido a hipnotizar.

Invítame a tu aroma
para percibirlo a diario
deleita mi olfato
y déjame volar.

Sacude lentamente
el ruido de la calle
el sabor de tus labios
el sentir de tus manos
verte ya no es suficiente,
déjame olerte, para satisfacerme.

Porque te has vuelto adictivo
inhalarte es un regalo divino
quiero disfrutarte cada segundo
porque al olerte de nuevo he nacido.

Inolvidable es el aroma de tu cuerpo
que desborda las pasiones que hay en mi mente
quisiera tenerte a mi lado para siempre
y así con tu olor, poder experimentar.

Y déjame respirarte... una vez más.

____________________________


Las Campanas


Deja que siga sonando, que se impregne en mi oído
el dulce retumbo del cobre golpearse
es el tiempo en donde mi partida se ha convertido en fiesta
y mis ojos están viendo el dulce final.

El llanto de la gente, se convierte en mi bebida
mi sangre se evapora al calor de la vela encendida
mis labios se vuelven cartón
estoy poco a poco dejando mi vida.

Deja que suenen, que no paren,
pues están simulando mi corazón latiente
que a duras penas está sonando.

Y el negro de la caja empieza a nublar mi vista
privándome de la luz resplandeciente
y empiezo a mirar pasajes en mi mente
de cada momento que tuve en mis días.

Cuando fui infeliz, cuando estaba alegre,
cuando cada caricia y beso se retrataban en mi piel
cuando las últimas miradas se penetraban en mi inconsciente
y las primeras se quedaban siempre en mi ser.

Que suenen, que suenen, que apresuren
pues cada una representa mis logros
que tendré guardados como tesoros
y recordaré a donde sea que caiga.

Está a punto de sonar la última
en donde yo me encuentro ya inmóvil
y termino de estar en este mundo
para poder alma.


____________________________


Y de repente me encontré en un viaje espacial, casi como en un lugar conocido, donde mis sueños eran estrellas y mi vida una galaxia llena de constelaciones.
Me veía navegando por el vacío, dibujando pequeñas luces blancas en el manto negro.
Me encontraba ahí, siempre sola, vagando por la nada.
Ha pasado tiempo.
Todo es obscuro a mi alrededor, soy la única luz existente, el sol ya se ha extinto y las estrellas se han apagado, soy lo único que tiene este sitio.
¿Por qué carajo no me extingo? Si bien la obscuridad no me aterra, me hace sentir lo que es verdaderamente la soledad. Es fúnebre, vacío, la ausencia de todo.
Estar aquí me sienta bien, en mi vida como humana cometí errores por los cuales los que me frecuentaban pedían por mi ausencia y el destino que cargo ahora. No es nada nuevo, era un ser inverosímil, sin propósito absoluto ni algo por que luchar.
Estar aquí me sienta bien, aunque me siento algo perdida en realidad, no he encontrado una razón por la que no deba estar aquí, al menos aquí puedo ser algo, puedo ser alguien, puedo ser lo único que ilumina un lugar, lo único existente, pues, no hay decepción alguna. Merezco estar aquí.

Mientras seguía con mi Epifanía Existencial, lentamente empezaba a extinguirme, hasta volverme ese mismo vacío del cual siempre fui parte.

Poesía: El tipo de hombre que eres



Derivas Situacionalistas | Por Liliana Chávez


EL TIPO DE HOMBRE QUE ERES

Dibujas el grosor de mis labios con tu dedo.

Redefines el contorno de mis caderas con tus manos.

Hueles mi pelo y luego me besas…

Tu dedo inventa constelaciones sobre mis lunares.

Sonríes y eso hace que tu pelo se dore. 

Me miras sin mirarme, e imagino: ¿Por qué no, tus labios en los míos?

El ritmo de tu corazón espartano al rasgar con tus uñas la piel cristalizada de mi espalda.

Tu aliento insufla cálido en el interior de mis oídos. Ah, ese sistema inconfundible de tu lengua inventando mis oídos…

El ritmo de tus sueños coincide con el de mis pesadillas. 

Puedo intuirte en los filos invisibles de la luz, y saberte escondido en los dobleces de la sombra. Sé que ahí estás, pero cuando quiero decir tu nombre, la lengua, se me deshace entre líneas. Las palabras se me revientan en el verso. ¿Por qué eres, si no puedo nombrarte?  
 
Me queda sólo tomar tu mano y susurrar: Ven amor, acompáñame al desastre…


La autora:

Pensadora, fotógrafa, programadora y pintora empírica, a veces arquitecta.
   

Letrinas: Maullido




Por Alejandro Carrillo | 

Maullido

I


He visto a las mejores mentes de mi generación pálidas y absortas
bebiendo café instantáneo en una oficina
asfixiadas de ocho a seis por el nudo de una corbata,
sentados frente a un ordenador
maquinando hojas de Excel.

Arrastrándose en los parabuses
para llegar al fin de semana
al fin de mes
al fin de año
al fin de su pinche vida.

Los he visto desnudando sus cerebros
al buen juicio de un político
de un burócrata
de una institución
de una transnacional
de un hijo de puta que ‘la supo hacer’.

Súcubos rondando multifamiliares minimalistas
con cochera para dos
con cama para dos
con perros y gatos para dos
con baño y medio para dos
y con almohada para uno
porque los sueños son rebasados por el ingreso per cápita
el historial crediticio
y el agua caliente por la mañanas.

He visto los ojos de los que solía llamar
‘compañeros de lucha’.
Perdidos y amarillentos por los electrochoques
y la lobotomía que acarreó la Revolución
que nunca ganaremos.

He visto a hombres con almas buenas carentes de dios
y hombres buenos hechos a pulso que temen de dios
atestados por una necesidad urgente de morir
en plena misa de seis, de ocho,
recibiendo la sangre y el cuerpo
de un dios mortal que se parió a sí mismo
y que un día se suicidó por amor.

Me he visto durmiendo días y semanas enteras
siendo despertado por la tristeza
en la mugrosa habitación oscura de siempre.

Me he visto al espejo
pobre, harapiento y ojeroso
apolillándome en la inmundicia del alcohol y las drogas
sucumbiendo a la rémora del pinche desencanto.

He visto mi rostro en el último trago de whisky
que también es el primer trago de whisky
y vi el rostro del viejo Hank
-ruega por nosotros ahora
y en la hora de nuestra muerte-
y también intenté abrocharme el pantalón
y la camisa y las botas
y también grité:

-Oh, dios mío
¿y ahora qué?-

Y tuve pesadillas y desperté en la mesita desnivelada de un tugurio
y ahí conocí a la señorita Adriana Lynch que bailaba sobre mí
con su cabello de fuego
y sus piernas como fuego
y su culo y sus tetas como fuego
y sus ojos de neón que me pedían que la llevara a casa
en un baile sin fin.

Y perdí un día la noción del tiempo
y perdí el tiempo vagando
hambriento y solitario
y una mujer me dio de comer
y me dio fuerzas para verla a los ojos
y vi a los ojos al monstruo de las mil cabezas
y me inmolé y aticé mi corazón por un momento.

Y aquel monstruo de las mil cabezas se apartó
se fue de la mano de un apuesto y fracasado oficinista
y aquella mujer que me alimentó
hizo lo propio.

Y desperté otro día y salí de mi madriguera
y encontré a una vecina nueva
un semáforo nuevo
un centro comercial nuevo
un perro viejo
una recién casada que nunca más se acordaría de mí.

Y caminé toda la noche rumiando tragos y mujeres
en los peores –mejores- lugares de la ciudad.

Liándome a golpes con sujetos frenéticos
resquicios de hombres idénticos a mí
yonkis que mueren en cuartos de hoteles baratos
genios que mueren de hambre por el anhelo de mejorar el arte.

Y entonces perdí la fe y caminé entre marginados sin moral y sin ley
y esos marginados me dieron un lugar y fui uno de ellos
y evité el sufrimiento y sentí hostilidad
y vi que eso era bueno y me sentí bien
y sentí cierto dolor y fui un hombre bueno por unos momentos.

Y vi a la muerte apostando en el hipódromo
y me senté junto a ella y ella me ofreció un cigarrillo y yo lo tomé
y le pregunté a ella por dios
y ella me hizo la misma pregunta.

Y una buena noche dormí en la cárcel
y desperté en un mal día y salí por la mañana
atravesando ciudades perdidas en barrancos de cientos de pisos
y seguí mi camino por las vías del tren durante días y días
y llegué hasta aquí en mis cuatro patas y caminé por la cornisa.

Y al llegar aquí grite tan fuerte
y mi maullido fue desgarrador
y pude escuchar a otros gatos
a otros perros a otros lobos
y escuché a Allen Ginsberg
y por fin, después de mucho tiempo
pude lamer mis heridas
y por primera vez en siete vidas
deseé no estar solo.



El Autor: Escribidor, mecánico tornero, periodista, rockero tumbado, diputado legítimo, corredor y corredor de apuestas, revolucionario de congal, fotógrafo, cinéfilo, miembro del Proyecto Mayhem y bebedor semi-profesional. Me enamoro de todo, me conformo con nada. @alexiliado


Poesía: Anyone can play guitar

ANYONE CAN PLAY GUITAR | Por Israel Miranda
 
I

Contigo todo fue simple.
Era fácil decidir entre llegar a casa en el colectivo
o comprar una cerveza y volver caminando.
Entrar a los cines por las puertas de emergencia
y gastarnos el dinero (que normalmente era escaso)
en antidepresivos.
Sexo en vez de televisión.

Pasábamos horas sentados en los parques
y la vida era tan profunda como la fuente
en la que hundíamos nuestros tobillos.
Arrojábamos piedras a los cajeros automáticos
y huíamos de la policía
que entonces era una puta lenta y obesa.

(Eso no ha cambiado)

Desfilabas en ropa interior
delante de mi Telecaster,
que no era mía, era de tu papá, pero él ya no la tocaba
y yo la aprovechaba para sacar
las canciones de Radiohead.

Follábamos sobre un Marshall del 74 y pensaba
–¡Si me viera Jim Morrison!
¡SI ME VIERA TU PADRE!–
y estallaba en risas.

Imagino que frecuentemente pensaste que tales arrebatos
eran por la droga. Ahora lo sabes. Entonces.
Pasábamos las tardes desnudos
viendo películas de terror en VHS y fumando hierba,
mientras afuera la Ciudad
ardía y se colapsaba de miseria.

(Eso tampoco ha cambiado)

II

Cuando las cosas empezaron a complicarse
(porque las cosas siempre se complican,
a menudo por estupidez)
simplemente te fuiste.

Te odié. Incluso tuve ganas de buscarte
para ponerte una megamadriza
pues no entendía por qué te largabas
sin decir nada.

Ahora sé que únicamente querías salvarnos.

No pude despedirme de la Telecaster de tu viejo.



El monstruo de arriba de la cama (2008, poemario). Volumen 10 de la Colección DESTOS DEME DOS, 64 páginas. -AGOTADO-

*******
Israel Miranda ha escrito algunos libros de poesía: Polaroids, Muro de silencio, El monstruo de arriba de la cama y Porno para perdedores y otros sucios hábitos; además de uno de narrativa: Palabras de Sabiduría. Además de escribidor, 'el Miranda' es músico, diseñador, maestro y filósofo.



Letrinas: ¿De qué murieron los quemados?



Por Alejandro Carrillo-


Preguntas urgentes sobre Ayotzin 
(Marque con una cruz )

Son 43 estudiantes
y 49 niños
y 52 más en un casino

y una puerta
                  del Palacio Nacional


¿de qué murieron los quemados? (marque con una cruz)

de ardor
de dolor
de miedo
de asfixia
de vergüenza


¿quién mató a los quemados? (marque con una cruz)

fue un mexicano
fue el Estado
fue un policía malintencionado
fue el que mató a Lucio y a Genaro
fuiste tú y fui yo


¿cómo mataron a los quemados? (marque con una cruz)

con un cerillo
con un garrote
con una bota de casquillo
con una cuchara sopera y una navaja
con un arma
                  -exclusiva del ejército-
con el combustible
                           de Petróleos Mexicanos


¿cuándo mataron a los quemados? (marque con una cruz)

fue hace un mes
fue en julio de hace dos años
fue hace veintiséis años
fue en 1968
fue ayer y hoy
será mañana


¿dónde mataron a los quemados? (marque con una cruz)

fue en Guerrero fue en Sonora fue en Monterrey
fue en Acteal fue en Aguas Blancas fue en Atenco
fue en Oaxaca fue en Tlatlaya fue en San Cristóbal de las Casas
fue en Tlatelolco fue en Ciudad Juárez fue en la frontera norte y en la frontera sur
fue en la cárcel de Lecumberri fue en la Universidad Autónoma de Puebla
                                                                             
fue en la televisión
fue en las urnas
fue detrás de la puerta
                                 del Palacio Nacional


¿por qué mataron a los quemados? (marque con una cruz)

porque fue una orden de arriba
porque eran estudiantes
porque eran pobres
porque nacieron en México
porque estuvieron en el lugar y momento inadecuados
porque pronto empezaría a llover


¿qué hacer por los quemados?

quemarnos
arder en las calles
en las plazas
en las fosas clandestinas y en los basureros
en los salones de clase
o en el pasto tirados
                              consumiéndonos

caminemos
sobre la hoguera
de los quemados

como brasas encendidas
-molestas y dolorosas-
consternados y rabiosos

y no dejemos que se apaguen
los quemados
lentamente -vergonzosamente-

como puerta
                  del Palacio Nacional.



El Autor: Escribidor, mecánico tornero, periodista, rockero tumbado, diputado legítimo, corredor y corredor de apuestas, revolucionario de congal, fotógrafo, cinéfilo, miembro del Proyecto Mayhem y bebedor semi-profesional. Me enamoro de todo, me conformo con nada. @alexiliado

Poesía: Escafandra [y otros artilugios]

ESCAFANDRA [y otros artilugios]-
Por Israel Miranda-


I

Verbalicé mi tristeza, la retorcí, la analicé.
Escarbé en mi ego, en el espejo,
en todo lo que (supuestamente) soy
y lo que en verdad necesito.

Evité hablarte.
Evité también morir de desconsuelo.

Me enfado conmigo.
En verdad quiero salir de esto –pienso–
sentirme menos triste.
Pero no puedo y
estoy tan cansado.

(Disloco la poca cordura que me queda)

¿Qué tan profundo se puede caer?
Supongo que esto, de alguna forma, debe terminar.
Jamás volveré a ser el mismo, lo sabemos.

Maldigo tu buena suerte, después de todo,
no estarás aquí para ver las ruinas,
los vestigios del naufragio.

Cobro (de vez en cuando) cierta fuerza, cierto coraje.
Me engaño pensando que te odio.

Me percato del absurdo y sonrío.

II

Todos abandonen el barco,  mujeres primero –pienso–
Que la banda deje de tocar y se pongan sus chalecos salvavidas.
No hay tiempo para ser heroicos, sólo queda un bote.
Mientras tanto, las ratas pueden tomar por asalto el comedor,
que nada se desperdicie.

Todos abandonen el barco, antes de que el agua les cubra los zapatos,
podrían arruinarse y no llegar íntegros al baile del fin del mundo.

Pongamos en los altavoces una selección de bonitas melodías,
sofoquemos los gritos de auxilio
con alguna canción que nos hable de amor.
No queremos que nuestra conciencia
nos traicione una de estas noches,
cuando el frío es intenso,
y empecemos a odiar a la gente que tenemos al lado
y le destrocemos la cara con una sartén.

No queremos nada que nos recuerde
que sobrevivimos a un accidente desafortunado.
Esas memorias no son buenas mientras empujamos un columpio,
o conducimos a gran velocidad.

Pongamos en los altavoces canciones de amor,
pero del bonito.
No queremos deprimir a los futuros náufragos.
Podrían venirles recuerdos tristísimos.
Se sentarían a babor,
o a estribor
o donde sea
y esperarían a que el mar
resuelva sus penas. No,
queremos que la mayoría sobreviva.

Así que, por favor, todos abandonen el barco,
las colas en los supermercados aún los necesitan
y la televisión todavía transmite lindas golosinas.

Todos abandonen el barco,
aún están a tiempo para llegar a la última función,
y hoy regalan chocolates en la compra de un supercombo.

Abandonen el barco,
pues la felicidad espera desnuda
en una habitación desordenada. Dispuesta,
y suele aburrirse pronto
y largarse con el primer sujeto crediticio.

Abandonen el barco,
de eso depende el sosiego de sus almas,
la tranquilidad de la quincena
y una comida en restaurante Italiano.

Todos abandonen el barco,
pues pronto se llenará de fantasmas mutilados
que comerán y beberán de nuestra tristeza
y nos obligaran a habitar
dentro de una ridícula escafandra.

Abandonen el barco,
pues pronto no habrá más que oscuridad.

Abandonen el barco antes de que empiece a cantarles
mi canción favorita,
lo lamentarán, se los aseguro.

Todos abandonen el barco,
antes de que empiece a recitarles
unos bonitos poemas,
antes de que les cuente la historia más fantástica.

Todos abandonen el barco
y lleven suficientes provisiones.
El camino a casa es largo.

Abandonen el barco,
salten,
naden,
aférrense a un trozo de madera
o a un recuerdo tibio.

Abandonen el barco,
mujeres (principalmente mujeres) primero,
aquí sólo hay instrumentos de tortura unitalla,
así que más vale apresurarse.

Todos abandonen el barco,
que el semen de los ahogados
no fecunda más que nonatos.

Todos abandonen el barco,
salvo aquellos que crean que todo está perdido.

(Repaso lo que escribo.
Algún día reiré a solas)

III

Sé algunas cosas,
como que no soy (tan) mal tipo,
no soy tan aburrido, ni tan estúpido.
Sé (también) que mi casa necesita (ya) una limpieza.
Ordenar mi habitación.
Sé, por ejemplo,
una infinita cantidad de cosas inútiles
(nombres de actores, datos absurdos,
letras de canciones románticas)
Sé que pronto será tiempo de inscribirse
a algún curso sabatino,
o al gimnasio,
o a reducir el peso.

Sé que pronto será menester reunirse con algunos amigos
para que me recuerden que, en algún tiempo,
el sol salía más seguido.

Lo que no sé es qué hacer contigo, con tu recuerdo.
No sé qué hacer cada día a las once de la noche
(al terminar el noticiero).
No sé qué hacer para que nadie
me pregunte por tí y desate mi tristeza.
(Pensé en colgarme un letrero de
Favor de NO preguntar por Claudia,
pero creo que no daría resultado)

A pesar de lo que parezca,
del desvelo,
de la abulia,
estoy más tranquilo.

(Lo que sí sé es que ya son las tres de la mañana y debo,
como todas las noches, librar una batalla contra el insomnio)

Polaroids (2006, poemario). Volumen 2 de la Colección DESTOS DEME DOS, 48 páginas. -AGOTADO-

Polaroids (2006, poemario). Volumen 2 de la Colección DESTOS DEME DOS, 
48 páginas. -AGOTADO-

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Israel Miranda ha escrito algunos libros de poesía: Polaroids, Muro de silencio, El monstruo de arriba de la cama y Porno para perdedores y otros sucios hábitos; además de uno de narrativa: Palabras de Sabiduría. Además de escribidor, 'el Miranda' es músico, diseñador, maestro y filósofo.

Letrinas: Fragmentos I



Fragmentos I-
Por Alex Castillo-

Las mariposas vuelan mientras beso al colibrí. Me vino un recuerdo, un pulso eléctrico cerebral que detonó mis sentidos. 

Soy el lector de almas, escucho el sonido de tu corazón, hice una canción y la canté todo el día; estoy empapado en rojo carmesí. Hay un fuego ardiendo en mi espíritu y apagarlo es imposible. Escribo tu nombre con rosas, pétalos, espinas y raíces; y en las nubes cargadas miro tu reflejo que se abalanza. 

Luciérnaga, faro, antorcha mía, no me falles porque mi esperanza es tu estela de luz. Puedes apostar todas tus inversiones, pero el cielo susurra nuestros caminos. Me quedé con tus suspiros y yo te regalo mil flores, mientras la lluvia pellizca mi piel y  tu sonrisa dibuja un cometa en la faz de tu rostro. 

Respiración, temblor y las miradas hablando por nosotros. El colibrí aleteando, regalándome la vibración de su sonido, tengo dos mil razones para estar aquí y en un minuto me derrito en el hedor del ambiente.

Viento, lluvia, bichillos ¿luna en cuarto menguante?; soy el lector de almas, entre ellas la tuya.


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