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Letrinas: ¿Qué sería bueno salvar del abandono?

Derivas Situacionalistas | Por Liliana Chávez | Fotografía de Cindy Sherman



¿Qué sería bueno salvar del abandono?

Hace tiempo decidí mudarme. Cambiar la rutina. Habitar otra atmósfera. 

Pero al tiempo en que los días pasaban, crecía en mí una maraña que terminó por saturar mi garganta. Sin embargo, la melancolía no era el motivo real de mi anhelo por el aire. 

Supe hace poco que existió en Chile una casa construida para ser abandonada. Llamada “Casa para el Poema del Ángulo Recto”. En ella alguien habitó por pocos años, sólo para decidir mudarse a un sitio nuevo, a cuarenta metros en realidad. Quien la habitaba vivió en ella momentos de gran alegría. Sin embargo, decidió hacer de esa casa un pozo de agua en lugar de restaurarla. Una tumba para contemplar el cielo. Una lápida para las memorias. 

Supongo que los recuerdos que poseen la cualidad de ser independientes a su nitidez, logran arraigarse profundo en el interior. “Van de la híper realidad digital hasta los sueños, van desde lo nítidamente extraño hasta el abandono familiarmente borroso”.

Cuando la realidad se proyecta en algo tangible -como una casa, un patio o un bosque- solemos crear escenarios destinados a la memoria; le obsequiamos a nuestros recuerdos espacios, como los cuadros de una película fotográfica, para que existan y sean y habiten. Pero tristemente la ecuación no funciona a la inversa. No podemos transformar a la memoria en una realidad tangible sin que termine fatigada, sesgada, marchita. 

Mi disnea es por saberme frágil y confusa al traicionarme, deseosa por revivir mi memoria, volviendo a casa. Mi falta de aire es por saber que muchas veces los recuerdos bastan. Saber que la realidad restaurada se convertiría en un ruido molesto, parecido al asma.

Letrinas: Octubre enterrado en el Tíbet

Derivas Situacionalistas | Por Liliana Chávez |


Miro las luces desfilar a través de la ventana, creando vórtices dentro de los que el color se diluye y el lenguaje se escurre, se desfragmenta en pensamientos que suenan como tonos abstractos, transparentes como agua.

Fue en ese momento en el que caí en la cuenta; había perdido octubre.

Después de esa impresión, no pasó mucho tiempo para que los objetos comenzaran a deshilvanarse. La palabra “Silla” se quedó sin “L”. En un intento por evitar que los objetos se fueran diluyendo en la atmósfera, agregaba sobre ellos post-it con su nombre escrito en tinta azul.

La casa entera se llenó de papeles amarillos, símbolos y zumbidos.

Aquellos papeles hacían recordar una estructura en algún tiempo existente, un lenguaje que se volvía a mal formar al repetir en voz alta el nombre de algún objeto, éste aparentaba volver de donde se había fugado; sólo para poco, ya que con los días venideros se le veía opaco y decidía marcharse hacia aquel apartado de la realidad que yo desconocía.

En lugar del objeto fugado quedaba la huella blanca, la impresión de la nada. Que se fue expandiendo por el suelo, cuanto tocaba comenzaba a desvanecerse.
Todo se iba hacia donde octubre había quedado preso.

Al quedar yo envuelta en la nada blanca, al ver mi propio vacío, me di cuenta de que en realidad las cosas no habían desaparecido. Todo permaneció en su sitio. Era yo la que se había marchado.
Ya sin nada a lo que poder aferrarme, pude entonces encontrar el rincón donde octubre se hallaba. 


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La autora: Pensadora, fotógrafa, programadora y pintora empírica, a veces arquitecta. 

Letrinas: Cuento de terror para las dos de la tarde

Derivas Situacionalistas | Por Liliana Chávez |


La Muerte viene por el pasillo vestida de mujer
La Muerte viene por la carretera vestida con sus mejores galas
La Muerte viene, no puedo hacer nada
La Muerte se va, algo debe haber que permanezca
Un fuego de origen desconocido se llevó mi amor*



Abro puertas, cierro puertas. No amaba a nadie, amaba a todos. Adoraba el sexo, odiaba el sexo. La vida es una mentira, la verdad es una mentira. Trazaste una línea que me seduciría y terminaría uniéndonos. En tus ojos, en tus facciones, en tu cara podía ver reflejados siglos de historia, tus antepasados.
Doblé la última carta que de él me quedaba.


Algunos de los signos y augurios eran demasiado dolorosos para admitirlos. Recuerdo que una noche, cuando estaba en la puerta de nuestro dormitorio y él dormía, lo vi en un potro de tortura, convirtiéndose en polvo ante mis ojos. Se despertó y percibió mi horror…

 -¿Qué has visto?- gritó.               
 
-Nada- respondí, apartando la mirada, decidiendo no aceptar lo que había visto. Aunque un día tendría sus cenizas en mi mano.

Si supiera de qué tuve miedo, ya sería un gran paso.    
Su ausencia queda fuerte en mi garganta.

¿Por qué esperas debajo del tiempo?  



  

(Referencia de la cita al principio)
Death comes sweeping down the hallway in a lady’s dress
Death comes riding up the highway in its Sunday best
Death come I can’t do nothing
Death goes there must be something that remains
A fire of unknown origin took my baby away*

Fire of unknown origin Patti Smith.


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La autora: Pensadora, fotógrafa, programadora y pintora empírica, a veces arquitecta. 

Letrinas: Guernica

 Derivas Situacionalistas | Por Liliana Chávez |


 Guernica


Cuando me interné en el denso ambiente psicodélico, no estaba preparada para la revolución que ya se había iniciado. Había un inquietante clima de vaga paranoia, un trasfondo de rumores, fragmentos de conversación que anticipaban la futura revolución.

Me quedaba allí sentada, intentando entenderlo todo, con el aire cargado de humo de marihuana, lo cual puede explicar mis nebulosos recuerdos. Deambulaba por una tupida telaraña de conciencia cultural que no sabía que existía.


De pronto la gravedad me golpeó de tal modo que colocó mis pies nuevamente sobre el suelo. Mientras me disponía a salir del bar, intentando reordenar la maraña en mi cabeza, me encontré a mí misma 16 años después de pie en la misma posición sobre aquella esquina. Vinieron a mi mente aquellos recuerdos a los que hace tanto no aludía, los primeros de mi infancia, donde al fondo de la plaza se alzaba un edificio y aquel hombre fornido y de sonrisa ancha me llevaba de la mano por la Calle Mayor.


Recordé como me paseaba por su casa de arriba abajo mientras él dormía, yo chocaba contra las paredes como una paloma solitaria presa en los estrechos confines de una caja de Joseph Cornell. Ese hombre me había traído antes a los pies del Museo del Prado, acudíamos allí seguido, siempre con el mismo objetivo: El Guernica.


Relatándome cada vez la misma historia –Sabéis que Picasso no se encerró en su concha cuando bombardearon su querido País Vasco. Reaccionó creando una obra maestra en el Guernica para recordarnos las injusticias cometidas contra su pueblo- .


Me sentaba delante del Guernica y me pasaba horas pensando en el caballo caído y el ojo de la lámpara que brilla sobre los tristes escombros de guerra. Fue quizá la presencia de mi bisabuelo en mi vida la que en gran medida hizo surgir en mí el deseo por convertirme en artista.


Decidí entonces esperar a que abrieran el museo, me refugié en un café, soñando con los muertos y los siglos que llevaban desaparecidos.


Fue entonces cuando conocí a Marcel, quien nació en martes y fue un niño travieso cuya despreocupada juventud estuvo teñida de una exquisita fascinación por la belleza. Pasó delante mío en dirección a la caja, donde una camarera le esperaba. Le observé mientras caminaba, ágil, con las piernas un poco arqueadas. Me fijé en sus manos mientras se golpeteaba los muslos con los dedos. Nunca había visto a nadie como él. Se giró para verme y sonrió, al poco volvió con un café y una baguette en mano que la camarera le había regalado, me miró y replicó –Yo no utilizo mi belleza. La utilizan otras personas-, y se sentó en mi mesa.


Compartimos muchos cafés desde aquel entonces, mientras observábamos la marea de turistas, poetas y cantantes folk pasar delante de aquel café. Sobre servilletas y tinta azul me dedicaba unos versos que nos representaban como a la gitana y el loco donde uno creaba el silencio y el otro escuchaba el silencio con atención. En la ruidosa vorágine de nuestras vidas, aquellos papeles se invertían muchas veces…


En la época en la que le conocí, Marcel comenzaba a indagar en la fotografía. Fui su primera modelo. Se sentía cómodo conmigo y necesitaba tiempo para definir su técnica. Tenía una cámara Polaroid con la cual hacía un rápido movimiento de muñeca para tomar las fotografías. Lo mejor era el chasquido al sacar la fotografía y la expectación, sesenta segundos para ver cómo había quedado. La inmediatez del proceso se adecuaba a su carácter. Hicimos incontables fotografías, de las cuales me quedé sólo con una que considero de entre las peores, algo así como una mala copia muy al estilo de Carla Bruni, esa fotografía enmarca la composición de esa época tan densa, sublime y oscura, periodo que recuerdo siempre que paso sobre esa esquina, al pararme en la misma posición de antaño, Marcel, mi Guernica.



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La autora: Pensadora, fotógrafa, programadora y pintora empírica, a veces arquitecta.

Poesía: El tipo de hombre que eres



Derivas Situacionalistas | Por Liliana Chávez


EL TIPO DE HOMBRE QUE ERES

Dibujas el grosor de mis labios con tu dedo.

Redefines el contorno de mis caderas con tus manos.

Hueles mi pelo y luego me besas…

Tu dedo inventa constelaciones sobre mis lunares.

Sonríes y eso hace que tu pelo se dore. 

Me miras sin mirarme, e imagino: ¿Por qué no, tus labios en los míos?

El ritmo de tu corazón espartano al rasgar con tus uñas la piel cristalizada de mi espalda.

Tu aliento insufla cálido en el interior de mis oídos. Ah, ese sistema inconfundible de tu lengua inventando mis oídos…

El ritmo de tus sueños coincide con el de mis pesadillas. 

Puedo intuirte en los filos invisibles de la luz, y saberte escondido en los dobleces de la sombra. Sé que ahí estás, pero cuando quiero decir tu nombre, la lengua, se me deshace entre líneas. Las palabras se me revientan en el verso. ¿Por qué eres, si no puedo nombrarte?  
 
Me queda sólo tomar tu mano y susurrar: Ven amor, acompáñame al desastre…


La autora:

Pensadora, fotógrafa, programadora y pintora empírica, a veces arquitecta.
   

Derivas Situacionalistas: Movimiento 1


Derivas Situacionalistas-
Por Liliana Chávez- 



Soy lo que no queda
ni vuelve. Soy algo
que disuelto en todo
no está en ningún lado…

Dulce María Loynaz



No hay que olvidarnos, que la vida es un momento efímero, un frenesí, solo un instante.
La muerte lejos de ser hermosa, es patética y vacía; no queda más que aceptarla… el cuerpo se degrada, los amigos mueren y al final todo es soledad.

Sin embargo, es aquella muerte solitaria la que remarca la independencia del YO y los otros. Convirtiendo así al hombre en un ser libre, no pertenece a nadie. 

Es esta conciencia, la primera y más fina capa la que construye al YO y garantiza esa libertad. Pero, nos oponemos; deseamos ser enjaulados, siempre seducidos por el vértigo. Ese YO que no pertenece a nadie desea abrir los ojos al mundo, comienza a buscar a otro YO con quien vivir una existencia finita, siempre con una certeza de la separación eterna. Así ambos YO limitan por su propia mano aquella libertad; se liberan de lo único que poseían, se desgarran. 

Quizás allí está el sentido de la vida del hombre: la libertad y la muerte no se distinguen la una de la otra. Por ello, lo que tenemos en el presente lo comprende todo, ahí está todo, no falta nada. No hay necesidad de pedir o buscar en un más allá de la existencia lo que no creemos poseer. Porque, ya existe; entonces, lo existente en el aquí y el ahora, seguirá en un después.

Una vez que se llega al fin, lo confuso, borroso y frustrante se torna claro…así es la vida.  


Liliana ChavezLa autora:

Pensadora, fotógrafa, programadora y pintora empírica, a veces arquitecta.
 
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