Nomás a Jake Bugg

“¿Qué onda carnal, se pondrá chingona la tocada, verdá? ¿Tú a quién vas a ver?”
Music In a Coma | Por Iván Carrillo |

Ocho en punto de la mañana en 13 de Octubre, ya despierto y bañado, listo para abordar el bus que me dejaría a las once de la mañana en Viaducto Piedad y Río Churubusco de la vieja ciudad de hierro. Ya en el asiento 39 del autobús llega ese triste momento cuando todos los lugares están ocupados y ves subir a una pareja y al clásico gordito chistoso mal tercio. Yo, solo, pues toco en una banda de rock medio darkie, por lo tanto, los pocos amigos que tengo son bien puristas, de esos que te argumentan que es bien hipster este festival. Y sí, tienen razón.

Era evidente que tendría que soportar al gordito un par de horas, por suerte yo iba bien equipado con toda la discografía del Joaquín Sabina, los audífonos y el “Narraciones Extraordinarias” de Poe. Combinación poco fiable ¿Sabina? ¿Allan Poe? ¿Corona Capital? Lo más usado para el camino seguramente era Daft Punk con Palahniuk o Murakami, pero en fin, era lo que me apetecía y en realidad no me interesaba ponerme a tono o calentar motores para el Corona. ¿Por qué? La pregunta con la que intentaría romper el hielo mi camarada –no deseado- de bus respondería todo.

Bueno, para describirlo basta decir que portaba con orgullo su playera blanca de los Beatles, lo cual no es malo, pero uno se da cuenta e imagina que para rocanrolear, en su closet sólo tiene esta prenda y una de los Doors, lo demás son camisas a rayas o lisas para combinar bien con esas corbatas que apestan a oficina. Y rompió el silencio con un “¿Qué onda carnal, se pondrá chingona la tocada, verdá? ¿Tú a quién vas a ver?” tenía en mente tantas respuestas, “¿Tocada? Tocadas las que se organizan en el lugar de donde salió el camión” -foro muy conocido en Puebla que intenta emular el nombre del clásico Rockotitlán-, donde al parecer las tocadas ya no son redituables y ahora deben organizar viajes a conciertos para sobrevivir, no los culpo -así esta la escena musical en todo Puebla-. En fin, siempre he sido un güey retraído e introvertido, por lo tanto, no era de mi interés hacer la platica o pegarme con alguien, así que me limité a responder “Nomás a Jake Bugg” al mismo tiempo que llevé mis audífonos a las orejas y el play en el reproductor. Creo que entendió rápidamente que yo no quería platicar y no molestó mas, sin embargo, aproximadamente una hora después se le ocurrió ofrecerme una galleta -sí, sí, las reglas de cortesía y todo eso, pero ¡¿una puta galleta?!- ¿A quién se le ocurre? A esa hora yo moría por una cerveza, una de esas de cristal verde y estrella roja que ahora encuentras en cualquier esquina. Pero no, se le ocurrió ofrecerme una pinche galleta, no sé, seguro pensó que me haría falta la energía del chocolate o que no había desayunado en casa y quiso apiadarse de mi notable figura de vampiro crudo. Me limité a rechazarla y me introduje de nuevo al mundo del Corazón Delator.

El bus se detuvo y abrió sus puertas, estábamos sobre Río Churubusco a unas pocas calles de la entrada del Autódromo, en cuanto pude me separé del grupo del camión y tomé camino al ya conocido pre-copeo de las tienditas frente a la Puerta 5, que para mí no tienen tan buena fama pues la última vez que bebí ahí antes de un concierto terminé tirado de borracho antes de que sonaran los primeros acordes de Killing an arab con la voz de Rober’ de Pinho Smith. Pero esta vez no pasaría, pues para mi infortunio Jake Bugg era el segundo en la lista del Escenario Capital, tocaría solo 40 minutos y empezaría pronto, así que me receté tres latas de Modelaje Especial que tuve que tomar rápido y en dos tragos cada una, pues como es costumbre, cada veinte o treinta minutos llegan los puercos a desalojar para que no se junten muchos culeros y se les arme algún desmadre. 

Había llegado el momento de caminar para llegar al concierto, a pesar de ser un camino largo no se hace tan pesado gracias a los non-official merchandise stands donde pude echar el ojo a una playerita de los Editors que desafortunadamente no encontré al regreso. Por fin llegué a los escenarios, proceso de seguridad mediante y al pasar al lado de la carpa de mercancía oficial me brillaron los ojos por la playera del Jake, pero como buen mamón decidí comprarla después de que tocara, yo que soy un gran fan, me puse fresa y seguro pensé alguna jalada como “a ver si me convence su show” o algo así.

Me encaminé al Escenario Capital y ya tocaban las Deap Vally, un par de rockeras güeritas y guapetonas igual de sabrosas que la inmensa mayoría de las asistentes al festival -con las que había tenido la chance de echarme un taco de ojo a lo largo de la travesía-. La música de estas californianas no me convenció, así que –como no había desayunado, como bien supuso el gordo del camión- fui por una hamburguesa y una corona doble bien fría -y bien pinche cara también-, la hamburguer supo a gloria, pues tenía como 18 horas sin ingerir alimento alguno. Regresé al escenario con chela en mano; ya se habían ido las Deap Vally y probaban la ES-390 de Jake en un amplificador Fender a bulbos -puro lujo con los ingleses-. Poco a poco se empezaba a llenar la explanada así que di un buen trago y fui casi corriendo por otra doble, antes de que Jake Bugg tomara el escenario. A pesar del sol apendejador logré situarme más o menos en el mismo lugar, donde todo se veía poca madre y en el escenario finalizaban la prueba con una Gibson L-1, esa guitarra que trae todo el sonido del Delta Blues de Robert Johnson y que me puso a soñar con que abriría el concierto con “Fire”, rolita que cierra el primer disco de Jake y que según cuenta, fue grabada únicamente con un iPhone.

Dos cuarenta y cinco de la tarde, me sorprendía la puntualidad con la que contaba el festival por que el de Clifton y su súper banda, ya pisaban el Capital, toda la gente gritaba y se emocionaba -yo no era la excepción-. Jake Bugg tomó la L-1, con un acorde en Mi Mayor empezaba mi canción favorita del joven de 19 años, “Trouble Town” y toda la gente coreó con un estruendoso canto 'Stuck in speed bump city where the only thing that's pretty is the thought of getting out'; la raza (?) cantó tan fuerte que fue casi imperceptible el ligero error del ingeniero de audio.

Inmediatamente después del Hello Mexico! tomó su guitarra Patrick Eggle de caoba sólida que un laudero hizo para él –única en el mundo- y atacó al Corona Capital con “Seen it all” con una letra que coquetea con Morrissey -así como Jake con Johnny Marr- sobre gánsters, fiestas y navajas. La perfecta ejecución musical de la banda nos hizo pensar que al finalizar la presentación de Bugg habríamos visto todo el festival.

Y así, una tras otra al más puro estilo de Bob Dylan, Bugg siguió tocando sin decir nada  “Simple as this” y “Ballad of Mr. Jones”, pero el verdadero momento de catarsis con el público llegó en “Broken”; la única canción donde la banda descansa y él empieza con un arpegio triste; yo estaba borracho y cualquiera en mi posición seguramente hubiera levantado su teléfono para marcar a su ex novia, pero no yo. Yo no podía perder el tiempo de esa manera, seguramente pasará mucho para que Jake vuelva a pisar tierras aztecas y no podía darme el lujo de dejar de cantar o de no poner atención, además, ella seguro ni lo agradecería.

Pasaron canciones donde demuestra que su nuevo disco -producido por Rick Rubin- es un verdadero coctel molotov con rolas como “Me and You”, “Slumville Sunrise”  o “What Doesn’t Kill You”. Todas se intercalaban con el ‘Olé, olé, olé, olé Jake Bugg, Jake Bugg’, mientras unas morritas a un lado se burlaban de mi acervo musical diciéndome “hasta esas rolas te sabes”. Llegó el momento que todos temíamos, tomó su telecaster del 52 y todos supimos que este idilio entre Jake Bugg y México terminaba, entonó “Lighting Bolt” junto a los cientos de seguidores que se dieron cita ahí. Todo acabó.

Obviamente me quedaría a ver a los Arctic Monkeys y al maestro Moroder, pero antes de eso comí otra hamburguesa, otra doble Corona -doblemente cara- y recordé la cita pendiente con mi playera oficial de Jake Bugg, esto lo lamenté de sobremanera, pues sólo quedaban tallas extra grandes –lo que me hizo recordar a mi gordo compañero de autobús, quizá a él sí le quedaría-. Sin duda alguna, el show sirvió para que más banda conociera a Jake Bugg –lo cual me hace feliz-, pero no mames ¿por qué se llevaron todas las playeras?, faltaba la mía. Tuve que conformarme con una no oficial de las tienditas de afuera, una más de los Smiths que luego regalaría a una morra -la más sorprendente que he conocido últimamente-, otra doble corona y bueno, Alex Turner, él también es otro pedo.

© Copyright | Revista Sputnik de Arte y Cultura | México, 2022.
Sputnik Medios