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Las cinco dimensiones de un hombre delgado

Music in a coma | Por Carlos Iván Carrillo |


Cuarenta y cuatro álbumes oficiales, doce Grammys, un Óscar, un Príncipe de Asturias, un Pulitzer, un sinfín de honores e inducciones y hasta un Nobel despreciado; son la carta de presentación del hombre que tantas veces nos ha reunido para compartir cervezas, experiencias, textos, rolas y el corazón sobre todo.


Definitivamente una influencia importante en todos los que directa o indirectamente participamos en la música y el arte; en mi caso, he engullido la obra de Dylan desde crío y muy seguramente desde el periodo de gestación en el vientre de mi madre.


He revisitado unas cuantas veces las producciones de Bob en orden cronológico con el objetivo de encontrar la manera de dividir y explicar su obra, la mayoría de las veces sin éxito. 

Producción, sonido, instrumentación, género, letras; pocas veces lograremos encontrar un hilo conductor claro entre disco y disco, excepto que —como él mismo lo dijo en el Royal Albert Hall en 1966— “todas mis canciones son de protesta, así que vamos…”

El folk y el rock coquetearon desde los últimos años de los 50, siempre con recelo entre los espectadores. Es importante precisar que el folk rock como lo conocemos hoy, nació en California en 1964 cuando Roger McGuinn y The Byrds mezclaron una guitarra Rickenbacker de doce cuerdas con la influencia de la invasión británica y las letras de folk de Bob Dylan o Pete Seeger. Esto incluso antes de la “electrificación” de Dylan.


Uno de mis discos favoritos de todos los tiempos es “Fifth Dimensión”, grabado y publicado en 1966, producido por Allen Stanton -productor muy poco conocido- que antes sólo había trabajado en los discos más countrys de Jimmie Rodgers y los más bluegrass de Tony Bennett. El álbum “Fifth Dimension” es el tercero de los Byrds, poco valorado a pesar de ser la piedra angular de la transformación del rock de los años 60. El rock sicodélico nace con éste disco y es el puente en la transición del rock basado en el folk y el blues, que después se transformaría en hard rock, glam rock y hasta el rock progresivo. 

No, no, no, el rock sicodélico no nació con “Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band”.

¿Qué tiene que ver esto con Bob Dylan? Pues bien, Fifth Dimension no sólo es el primer disco publicado por The Byrds sin incluir una sola rola de Zimmerman -a petición del mismo Dylan, según Bud Scoppa, el biógrafo de la banda-. Sino que, además, ¿quién creen que fue el que introdujo a Roger McGuinn y compañía al mundo del ácido lisérgico? Exacto, el hombre delgado. Incluso existe el mito de que la canción que le da nombre al disco, la escribió McGuinn en un mega bús de LSD -con ya saben quién- para explicar la teoría de la relatividad de Einstein. Por sus referencias a la droga, el disco y sus sencillos fueron censurados por los medios especializados en ese momento y tuvo muy poco éxito comercial.


Un nombre basado en ese álbum fue el que elegí para este análisis y remembranza sonora, pues curiosamente son cinco las etapas en las que he logrado conectar y segmentar la obra musical y sobre todo vocal de Dylan. El viejo Bob ha sido un camaleón y nunca ha tenido problema alguno para radicalizarse, cambiar su forma de cantar o navegar entre géneros musicales. En las siguientes líneas intentaré, de manera abreviada, precisar las transiciones en la voz y producción de la música de Bob Dylan.

La primera época de Dylan entre 1962 y 1968 será la que seguramente la historia recordará, los homenajes y hasta mofas que se realizan a Dylan en la cultura popular son basadas en esta época; un registro vocal fino y con mucha nasalidad, además de elementos teatrales y recitativos. Esto fue lo que llenó el ojo del productor de sus primeros discos y el responsable del éxito de rolas como “Blowin in the Wind” y “A Hard Rains-a Gonna Fall. John Hammond, famoso por descubrir también a otras deidades de la música como Aretha Franklin, Leonard Cohen, Bruce Springsteen y Stevie Ray Vaughan, entre otros. Se sabe por palabras del propio Hammond que Bobby en sus inicios era un tipo muy indisciplinado en el estudio y que sin importar errores en la guitarra o la voz siempre se negó a grabar segundas tomas. Dentro de esta etapa vocal también se encuentran el “Bringing It All Back Home”, “Highway 61 Revisited” y “Blonde on Blonde” donde mantiene las mismas características nasales de la voz y se pronuncian más las características teatrales al cantar; incluso en canciones como “Subterranean Homesick Blues” llega hasta a rapear sobre la base, sin embargo esta idea, así como gran parte del cambio del sonido acústico de Dylan a uno más pesado, se le atribuye al productor de origen afroamericano Tom Wilson, responsable de producir también los discos más importantes de Simon & Garfunkel, Eric Burdon y The Velvet Underground.


La segunda etapa que encuentro es un periodo muy corto entre el año 1969 y 1973, las producciones desde “Nashville Skyline” hasta la banda sonora de “Pat Garrett & Billy The Kid”, composiciones e instrumentaciones que recuerdan al sonido del clásico country norteamericano y un registro vocal suave, relajado y sin cadencias experimentales ni recitadas. Para esto solicitó los servicios del gran Bob Johnston que después de la chingonería realizada en “Nashville Skyline” produjo también grandes discos para Johnny Cash y Leonard Cohen. Esta etapa termina por el fracaso comercial del disco “Self Portrait” con los viejos fans desconcertados y sin rumbo. Curiosamente no existe memoria en vivo de esta época pues coincide con los años de retiro de los escenarios derivado de un grave y misterioso accidente en motocicleta del que por cierto no existen registros hospitalarios.


Mi época favorita y en la que más disfruto a Bob es de 1974 al 79, a mi parecer los más grandes discos, con un Dylan maduro y una voz estable, cantando en tonos altos y rasgando toda la garganta. Stratocaster negra o Telecaster sunburst en hombro, con canciones agresivas y mucho rocanrol influenciado por The Band, de varones, pues.


Los álbumes más chingones se producen en esta época, “Blood on the Tracks”, “Desire” y “Street Legal”, la producción de estas joyas corren a cargo del mismo Dylan y de Don DeVito, que fue presentado a Zimmerman por Johnny Cash. Sin duda, para mí es el punto más alto de su carrera musical y vocal; además en estos tiempos se realizan los famosos discos en directo “Before the Flood” y el magnífico tour “Rolling Thunder Revue”; gira de 57 conciertos donde comandó a personajes de la talla de Roger McGuinn, Mick Ronson (en ese entonces guitarrista de David Bowie y Lou Reed), Joan Baez, Scarlett Rivera, T-Bone Burnett y el mismísimo Allen Ginsberg, por citar a algunos. Para más información acerca de esta bacanal, recomiendo el libro “Rolling Thunder” que escribe Sam Shepard y claro, el nuevo material cinematográfico del maestro Martin Scorsese.


Con la llegada del disco “Slow Train Coming” y el último año de la década de los 70, Dylan se convierte al cristianismo. Este disco cuenta con las tremendas participaciones de Mark Knopfler, líder de Dire Straits y del productor Jerry Wexler, a quienes Bob intentó evangelizar durante la grabación. En este punto, el hijo de Duluth, Minnesota trató de regresar al mismo ejercicio vocal que presumía a principios de los 60, pero la edad le empieza a pesar. El principio de los 80 es definitivamente una época oscura para las producciones y la carrera musical de Dylan. En el libro “Crónicas Vol. 1” el cantante menciona que se encontraba desorientado y había perdido la fe en su propia capacidad para crear nuevas obras; sin embargo, en 1988 su inducción al Salón de la Fama del Rocanrol y el nacimiento de los Traveling Wilburys junto a Tom Petty, George Harrison, Roy Orbison y Jeff Lyne, reviven a Bob y alcanza los primeros puestos de ventas en las listas Billboard.


Cuenta Dylan en el citado “Crónicas Vol. 1” que en 1989 paseando por Nueva Orleans entró a un local a descansar -e ingerir whisky seguramente- y escuchó a un cantante de blues desgarrar su voz de manera lacónica de la forma más tradicional, breve y concisa. Decide grabar ahí mismo el disco “Oh Mercy” con un estilo muy clavado hacia el blues que aumentaría más en las siguientes producciones. Dylan intenta esconder la nasalidad de su voz, la oscurece y la rompe lo más que puede hasta llegar al punto más sombrío en 1997 con el disco “Time Out Of Mind”. Es esta época donde a Dylan se le declara y se consagra como un crooner y en 2006 publica el que considero su mejor material de los dos miles: “Modern Times” producido por él mismo bajo el seudónimo de Jack Frost; discazo con mucho rockabilly y blues, además del mismo corte vocal de crooner que mantiene a la fecha.


El crooner, el cristiano, el rocanrolero, el countryero y el folkero; cinco etapas temporales para enfrentar la música de Bob Dylan, una de las tantas maneras de disfrutarlo. Espero sirva este análisis para acercar a nuevas generaciones a su obra, más como un consejo que hace años me hubiera gustado recibir, que como una lección. 


Con base en las credenciales mostradas ¿A alguien le queda duda de que Robert Allen Zimmerman es tal vez el artista más prolífico e influyente de nuestras épocas? Quizá, quizá, solo detrás del rompecorazones con sombrero de copa que ahora descansa en paz. Cierro hilo.

Pillanes: rock en tiempo del porongavirus

Music in a coma | Por Carlos Iván Carrillo |


El fin de semana pasado, 14 y 15 de marzo, se celebró el tradicional Vive Latino en la Ciudad de México en medio de gran controversia ya que nuestro país se encontraba en la primera fase de contingencia epidemiológica por COVID-19, lo que −según la Organización Mundial de la Salud− significa que el virus se encuentra en una fase de importación, es decir, viajaron al extranjero y allí contrajeron coronavirus y hasta el día previo al festival había solo 27 casos confirmados en todo el país.

La polémica por la realización del festival se acrecentó y continúa al día de hoy; personajes tan deleznables como Javier Lozano o Felipe Calderón sentenciaban en sus redes sociales que el presidente era un “irresponsable” y “el país se le iba de las manos” y bautizaban al festival como #enférmatelatino o #MuereLatino. Puebla no fue la excepción y algunos personajes de la escena cultural del estado emitían comentarios sin tomar en cuenta que el gobierno, de acuerdo con la fase de contingencia y con los datos y modelos de contagio publicados por la OMS, decidió NO suspender, es decir, actuó con responsabilidad y la verdad es que la suspensión hubiera sido una medida que poco o nada iba a influir en el desarrollo de la epidemia.

Sin embargo, hoy me tomó por sorpresa leer una carta paternalista que publica el carnal Ricardo Cartas en la que pretende aleccionar y regañar a los jóvenes por haber asistido al Vive Latino.

Dejando de lado el negocio millonario y los intereses de Ocesa y los empresarios; no podemos olvidar que cientos de familias viven del negocio informal que se genera alrededor de estos festivales, que decenas de músicos mexicanos y latinos han pasado años esperando la oportunidad de presentarse en esta plataforma y que invirtieron meses preparando su show para ese día (por ejemplo Silvana Estrada, Flor Amargo o Armando Palomas), o que la mayoría de jóvenes a los que Ricardo le dirige la carta son workingclassheroes rocanroleros que han pasado meses chingándole en la chamba para comprar su boleto. Ellos son los menos culpables ¿Por qué regañarlos? ¿Por qué propagar el pánico y adelantar medidas innecesarias que, además, tendría consecuencias económicas? Pongo el tema en la mesa y celebro que los “muchachitos” pudieron disfrutar una cerveza escuchando a artistas latinoamericanos que de otra manera hubiera sido prácticamente imposible verlos en vivo en nuestro país, como Indios, Francisca Valenzuela o Pillanes que como dicen en una de sus rolas...

“de todos los mortales soy el más aventajado porque rara vez me caigo y si caigo lo hago parado, si se trata de un hermano yo voy al sacrificio, no temo, no lloro, a nadie yo le imploro, no tengo temores, tampoco guardo rencores…” 

...frase que sin pedos podríamos ver escrita en una cartulina para ir a una marcha estudiantil o para asistir al Vive Latino 2020 y letra de la rola homónima de la banda que me pone frente a estas hojas en blanco en esta ocasión .

                                                                                            ***

El término supergrupo se aplica a conjuntos musicales –principalmente de rock− cuyos integrantes son músicos consolidados y exitosos como solistas o con otras bandas; la expresión es creada por Jann Wenner, director y fundador de la Rolling Stone, para hacer referencia a Cream (Eric Clapton, Ginger Baker y Jack Bruce) y se ha utilizado con bandas como Crosby, Still, Nash & Young o The Traveling Wilburys.

El domingo 15 de marzo a las 17 horas en la Carpa Doritos se presentó el supergrupo chileno Pillanes, banda integrada por Mauricio y Francisco Durán (Los Bunkers, Lanza Internacional), Pablo y Felipe Ilabaca (Chancho en Piedra, 31 Minutos) y PedroPiedra (CHC, 31 Minutos)  que en un encerrón de 10 días en una casa de Valparaíso componen y graban las doce canciones de su álbum homónimo que se publicaría en noviembre de 2018.  Rolones que tienen sabor a un Inti Illimani feat. Johnny Marr & Bernard Sumner. 







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La participación de estos chingones en la Carpa Doritos la disfruté en vivo desde mi monitor. Abren con una canción instrumental “Barrabás”; a pesar de ser la primera vez que la banda se presenta en México hay una nutrida asistencia del público a ese escenario. Después de “Somos lo peor”, PedroPiedra echa a andar una caja de ritmos para abrir paso a “Loro” una canción dedicada a Horacio Salinas y que fue el segundo sencillo de promoción de su disco y en “Facho Pobre” la pandilla asistente comienza a bailar la cumbia electroandina. El clímax sucede en la rola “Pillanes” y hasta en la transmisión web se notan las tablas y la experiencia de los que están sobre el escenario; el momento cumbre llega cuando PedroPiedra y Mauricio toman los micrófonos para empezar a rapear, no tuvo madre.

Al terminar el set de ocho rolas, Pillanes nos invita a una presentación al día siguiente (primer día de cuarentena) en BajoCircuito, inmediatamente agarré mi androide para comprar el acceso al concierto y el boleto del pullman bus Puebla – CDMX con toda la intención de encontrarlos para que firmaran mi long play; como se podrán imaginar, el lunes, horas antes del evento, se canceló por la contingencia y los chiquillos debían volver inmediatamente a su país. Ni pedo.

Seguro que hace un buen rato no tienes tiempo para sentarte y escuchar con atención álbumes completos con conceptos redondos, en las grabaciones hay mucho esfuerzo de músicos, técnicos y productores; aprovechemos esta cuarentena por el porongavirus para hacerlo; lávate las manos y dale play a este disco de Pillanes que es ideal para empezar.




El verdadero rock and roll

Music in a coma | Por Carlos Iván Carrillo |


Hace veinte años el 3 de marzo del año 2000 el verdadero rock and roll se lanzaba a una alberca desde una habitación en el noveno piso del Hotel Aconcagua en Mendoza, Argentina, justo un día después de haber tocado en un espectacular concierto junto a Mercedes Sosa y Nito Mestre y horas después de haber generado una riña en un bar donde él y su culto, whisky de por medio,  habían ido a celebrar el éxito del recital. Mira el tamaño de esos huevos, es Charly García, señores.

Los que me conocen saben que tiene poco tiempo que exploro el vasto universo del rock argentino, en realidad todo empezó el mes de diciembre de 2018 en una de esas tantas ocasiones en que mi pareja ahora ex me citó en una plaza comercial aplicando el clásico “tenemos que hablar”. Se habló lo que se tenía que hablar y me quedé vagando en una Bodega Aurrera dando vueltas por los pasillos y por mi cabeza, evitando estacionarme en el corredor de vinos y licores para no caer en la tentación, así que opté por abstraerme en el botadero de DVD’s de $15.99 pesos y entre tanta paja encontré el Charly García – En el Coliseo 50 años y no dudé en llevarlo.

Hasta antes de este momento había sido estúpidamente radical en cuanto al rock sudamericano y siempre fui muy chilensis. Pero con Charly me llegó luego Serú Girán, Sui Generis, Spinetta, Aznar, Tanguito, Divididos, Ratones Paranoicos, Estelares y así se me fue todo el año. En diciembre de 2019 pude compartir con una súper banda argentina que visitó México y me recomendaron la discografía que me ha robado los primeros meses de este 2020.

Fue curioso encontrar que una cantidad importante de las canciones que en los dosmiles sonaban como hits en México y que fueron interpretadas por diferentes monstruos del pop como Julieta Venegas, Paulina Rubio, Enrique Iglesias o Diego Torres por mencionar algunos  fueron compuestas por Roberto Fidel Ernesto Sorokin, alias Coti, rosarino de 46 años con una larga e impresionante carrera musical; en los 90’s empieza a escribir canciones para otros artistas, a chambear con Andrés Calamaro como su guitarrista de estudio y a producir a algunos de los personajes más importantes del rock latinoamericano, pero es hasta el 2001 donde decide armar su propio álbum de la mano del multi-premiado productor Cachorro López y desde entonces no ha parado de ser uno de los músicos más prolíficos de la música argentina. Dejo aquí una playlist con canciones imprescindibles de Coti.




Sin embargo, la rola de “El Bob Dylan latino” (según Andrés Calamaro) que he desgañitado en las últimas pedas con mis amigos es, curiosamente, un folk tompettiano en el que Coti graba todos los instrumentos excepto un pedal steel atmosférico que interpreta magistralmente el guitarrista catalán David Soler. Me bastó escuchar una vez la línea “Yo toco en una banda de mi amigo el verdadero rock and roll, habló de sus amores, de sexo y de la locura, de drogas y del tiempo en que volteaba dictaduras” para saber de quién estábamos hablando; hay contados personajes en la historia de la música que le han plantado cara a dictaduras militares, en los setentas y ochentas Carlos Alberto García Moreno lo hizo y venció.

La neta “El verdadero rock and roll” es un rolón, y el del bigote bicolor no merecía menos. Se cuentan muchas anécdotas sobre Charly, como cuando niño increpó en pleno recital al emblemático Eduardo Falú para decirle que la quinta cuerda de su guitarra estaba desafinada o la vez que compartiendo escenario con Sting, Bruce Springsteen y Peter Gabriel— dice “acá el jefe soy yo”. Lo cierto es que el homenaje que Coti Sorokin hace a García con ésta canción (incluida en su álbum Malditas canciones) es “un agradecimiento a lo que él le dio a los músicos de mi generación y un homenaje a alguien que le dio mucho a la música nacional”.


La canción tiene una carga nostálgica cabrona y que además finaliza con una frase del tema “Aprendizaje” de Sui Generis cuando Charly se burlaba de la doble moral burguesa “aprendí a ser formal y cortés cortándome el pelo una vez por mes”. Según Sorokin al componer la canción él pensaba en:

Una declaración de principios y a la vez un homenaje a lo que para mí es el verdadero rock and roll. Él llora más que grita y dice más de lo que canta. Él nos ha enseñado que la rebeldía no es un tesoro exclusivo de la adolescencia, que la utopía está más viva en las canciones de nuestros maestros que en los panfletos…

Como músicos y creadores hay mucho que aprender y reflexionar al respecto, pues como dice Coti Es tener la cabeza abierta porque hay más rock and roll  en el tango, en el flamenco o en el jazz de lo que creemos a simple escucha. Charly fue uno de los que nos enseñó que el verdadero rock and roll es aquella música que se deja influenciar por el tango y por muchísimas otras músicas, y que no es un compartimiento estanco…”; yo estoy convencido que la canción tiene que verse, de manera obligada, como un género, de la forma en que lo hacen estos dos gigantes y trabajarla haciendo a un lado el purismo rocanrolero. Pongo el tema en la mesa.

¿Es Charly García el verdadero rock and roll? Sí y Coti también, say no more. Aquí la rola:


Un mezcal con Facundo Soto y Guasones

Music in a coma | Por Carlos Iván Carrillo | Foto: @guasonesoficial FB



21:30 horas en la Colonia Roma, el foro se llena poco a poco; “Starky” Celedón rompe el silencio y roba la atención de todos los que estábamos ahí con un remate poderoso para dar inicio al ritual. “Nada que ganar” con un Facundo Soto que sale de entre el humo azul del lado izquierdo para enmarcarse al medio de dos  Fender Telecaster’s y un bajo Mustang rojo; desde esta primera rola me doy cuenta que valió cada maldito penique viajar desde Puebla.

Recuerdo inmediatamente lo que Facu me contó un día antes al calor de un mezcal: “Estar en México es algo nuevo para nosotros, tantos años acostumbrados a la rutina en nuestra tierra Argentina  e ir a un país que está tan lejos y encontrarte una sala llena cantando tus canciones es lo más grato…”. Esto gracias a la “distribución democrática y exposición internacional que ahora ofrecen las plataformas de streaming; debería ser gratis para todos”, comenta Soto.

Con “Espejo roto” es inevitable identificarse, cantar y bailar  el “tiki tiki por aquí, tiki tiki por allá” y Facundo mimetiza magistralmente la presencia escénica de Mick Jagger en sus mejores años y los festejos del Diego en el Azteca. “Noches inconscientes sin principio ni final, noches con los soldados más temibles de la ciudad” volteo y brindo con mi carnal Valerdi, doy un señor trago a mi cerveza y voy presuroso a la barra.

Esta banda de rock and roll que tiene más de 25 años de vida y es consagrada en Sudamérica, cuenta con una muy reciente incursión en tierras aztecas y dos o tres visitas a nuestro país han bastado para abarrotar uno de los foros más importantes para la música independiente en la Ciudad de México.

Platico con el líder de Guasones sobre la invasión de rock and roll platense en México; particularmente charlamos del trabajo de Guasones, Estelares y Él Mató a un Policía Motorizado 

“Me pone muy contento, somos muy amigos de Estelares y a Él Mató no los conozco pero los he escuchado y me gusta mucho; nosotros estamos muy agradecidos con México, es una tierra que siempre ha mostrado cariño a la música argentina, desde que venía Soda Stereo y Los Fabulosos Cadillacs; nosotros tardamos en venir pero ya estamos haciendo el trabajo como lo hacíamos de chicos y lo disfrutamos mucho”.




“Pasan las horas” y las canciones hasta que caigo en cuenta que han pasado cinco temas en los que he estado absorto en la manera que Maxi Timczyszyn y Matías Sorokin (hermano de Coti) abordan las guitarras, sacando jugo de la combinación perfecta: amplificadores con bulbos bien calientes, telecasters y slides de metal. Se nota la maestría para tocar el blues en la guitarra eléctrica, evocando a tipos como Muddy Waters o Mike Bloomfield. Para “Ella sabe” Maxi cambia a una Gibson Les Paul Junior y tomo mis reservas, la verdad es que yo siempre he sido Team Fender, pero él doma a la bestia con riffs sobrios y elegantes.

Hablamos sobre el próximo disco de la banda “nos quedan dos ensayos más con Jimmy y vamos a entrar a grabarlo en enero para lanzarlo en abril o mayo” interrumpo y pregunto acerca de la experiencia de trabajar con un guitarrista legendario como Jimmy Rip (Television, Mick Jagger, James Brown, Rod Stewart, Jerry Lee Lewis) “es un aprendizaje constante, es lo puro y lo que escuchábamos desde que éramos chicos, él forma parte de todo eso y aparte lo queremos mucho”.

Me sorprende lo conciso que es el bajeo de Esteban Monti, sin protagonismos y amarrando una base bien chingona con la batería cuando suena “Reyes de la noche”, a estas alturas yo ya ando beodo pero aún reporteando con mi cámara por todos los rincones del foro; es increíble como tiembla el Indie Rocks cuando todos coreamos e hinchamos “Que tristeza hay en la ciudad, amor, sábado soleado”. Sabemos que se acabó.

Al terminar el mezcal le regalo un libro y unos discos a Facu y termino por pedirle algunas recomendaciones musicales “¡Uh! En Argentina hay bandas muy buenas, Ratones Paranoicos, Coti, Jóvenes Pordioseros, Los Espíritus es una banda que está en México ahora y hace cosas muy interesantes, el Pity aunque por desgracia no está más, está preso, La 25 que hace rocanrol puro y no quiero dar más nombres porque no me quiero olvidar de alguno”.


Guasones se despide con “Gracias” y medito que será definitivamente el descubrimiento del año para muchos; me pone contento que México le esté haciendo justicia a una bandota de rock and roll puro y nos cae como un soplo de aire fresco en estos tiempos donde la novedad es el folkcito hipster y dulzarrón o el reggaetón “alternativo”.

Me despido de todos, el crack de Gabriel de PopArt Music México me regala una remera oficial y Facundo me amenaza con un “Nos vemos pronto, eh, porque sabemos que vamos a estar viniendo”.

Guasones: 25 años «on the road»

Music in a coma | Por Carlos Iván Carrillo | Foto: @guasonesoficial FB


La banda liderada por el skater, futbolista que patea con la zurda -por respeto al 10-, músico y compositor argentino Facundo Soto visitará nuestro país para celebrar -al más puro estilo del Never Ending Tour- su gira de 25 años de rebeldía y rocanrol.


Cuenta la leyenda que en 1991 Facundo y José Tedesco se conocen en alguna celda de los separos de la policía platense después de una redada en un bar de la ciudad; quizá por fiestear a todo pulmón “everybody must get stoned”. A raíz de esto, Facundo y José entablan una amistad y colaboración musical formando así una banda llamada Nina’s Roll que meses después cambiaría su nombre a Guasones.


Empezarían su legado con un demo de tres rolitas (prácticamente inasequible) que sería su única grabación profesional de los noventa pues -al tomar el camino de la independencia- el momento oportuno se les presentaría a finales de esa década; después de rolar  como teloneros de Divididos y otras bandas consagradas de Argentina, comienzan a armar toquines y a juntar el varo necesario para producir su primer disco “Guasones” que se publica y distribuye por BMG en el 2000.


La banda platense se ha caracterizado por su sonido de rock & roll poderoso: batería, bajo, tele’s y strato’s elegantes y arreglos musicales que nos remiten a la época del folk rock de finales de los años sesenta y principios de los setenta.


Melodías y letras extraordinarias de locura, histeria, desamor e introspección que nos antojan a conocer los reventones nocturnos de los barrios bajos de Buenos Aires. Algo así como si en vez de Tom Petty, fuera Manuel Moretti el líder de los Heartbreakers, o como si Charly García comandara a los Stones. ¡Perrote!


De 2000 a 2004 se mantienen en el camino y sorteando algunos obstáculos, sin embargo, en 2005 lanzan el discazo “Toro Rojo” que les daría reputación nacional; una joyita que recomiendo ampliamente para iniciarse en el mundo de estos reyes de la noche. El clímax de la banda llega en 2011 cuando después de producir su disco “Parque de Depresiones” son invitados por Eric Clapton para calentar el escenario de su concierto en el Estadio Monumental de River y en 2014 graban “Locales Calientes” donde se adentran a géneros más norteamericanos como el country y el blues, además de letras con imágenes citadinas y lo produce -nada más y nada menos- que Jimmy Rippetoe, guitarrista de Mick Jagger, Jerry Lee Lewis y miembro de la legendaria banda de culto Television. De puta altura.


Ideal para cerrar este 2019 que nos trajo muy buenos conciertos, el 5 de diciembre en el Foro Indie Rocks ubicado en la Colonia Roma Norte de la Ciudad de México, los Guasones presentarán en vivo una recopilación de sus éxitos de 25 años de rolar por Argentina. Además en el marco del Festival Catrina en Puebla el 7 de diciembre, van a compartir con bandas latinoamericanas legendarias como Los Tres y Cuarteto de Nos. Promete ser un fin de semana de noches largas sin dormir y de locura extrema; voy a tomar, voy a beber y a disfrutar todo su rocanrol.


Para calentar motores dejo aquí abajo una playlist de Spotify con las rolas que más me laten y que seguramente escucharemos en vivo; no hay que perder de vista a Guasones, Estelares y El Mato a un Policia Motorizado; bandas que definitivamente están encabezando una chingonérrima segunda invasión de rock argentino en México.


Incluso los perdedores tienen suerte

Music in a coma | Por Carlos Iván Carrillo |


De mi niñez tengo pocos recuerdos claros; viajes, fiestas y eventos que mis padres usan como referentes para contar esa época de mi vida, no tengo la menor idea de si sucedieron o no. Lo que recuerdo de manera perspicaz son los domingos en compañía de mi padre, el único día de la semana que pasaba con él, pues claro de lunes a viernes su trabajo era pesado en la industria automotriz y viernes y sábado se subía al bus como cualquier persona sensata. Los domingos empezaban con una visita a una plazuela burguesa muy afamada en Puebla, de esas que —como dice Carlitos Arellano— a veces te matan la personalidad; íbamos ahí porque era el único lugar de la ciudad con un Mixup y comprabamos varios discos de rocanrol para después sonarlos a lo largo del día en el automóvil mientras recorríamos toda la ciudad, de aquí para allá, a lavar el carro, comprar la despensa o rolar por el centro.

De esas adquisiciones que se realizaron por años, recuerdo con cariño bastantes álbumes que hoy en día son parte fundamental de mi melomanía y que definieron mis gustos musicales; Dire Straits, Stevie Ray Vaughan, Spencer Davis, Creedence, Johnny Cash, The Byrds, Clapton, pero el más importante fue definitivamente “Full Moon Fever” de Tom Petty.

El primer disco solista del hijo de Gainesville, Florida, producido por Jeff Lynne (ELO), Mike Campbell y el mismo Petty, fue mi primer aproximación a su música y recuerdo que me fui de nalgas en cuanto escuché “Runnin’ Down a Dream” mientras mi jefe me contaba que mi tío Pollo le había chingado ese cassette que el tío La Tripa había grabado para él.

Este disco lanzado en 1989 lo escuché por semanas sin parar; mientras mis compañeros de secundaria estrenaban sus primeros iPods con canciones de Sin Bandera o Reik, yo escuchaba una y otra vez el rolón “Yer So Bad” en mi reproductor MP3 chino tipo USB al que solo le cabían 15 tracks. El discazo que fue número 3 en el Billboard de ese año y que cuenta también con la colaboración de George Harrison, Roy Orbison y Del Shannon es la mejor opción para adentrarse por primera vez en el mundo tompettiano, sin duda.




Mi segunda y definitiva aproximación a Thomas fue en febrero del 2008, cuando los Heartbreakers rompen madres en el medio tiempo del Super Bowl XLII. Mis tíos y primos nos reunimos en la sala de mi casa para ver el mencionado evento deportivo sin saber de la participación de la banda y sin mucho conocimiento ni gusto por el futbol americano, sino como un pretexto para armar una buena pedita. Un corazón gigante siendo atravesado por la silueta de una Flying V dentro del Estadio de la Universidad de Phoenix fue el escenario donde bastaron cuatro canciones para volarme la cabeza y volver a Mike Campbell uno de mis más grandes héroes de la guitarra, tocando una Starplayer TV de Duesenberg (guitarra alemana signature de Mike que anda rondando los 55 mil pesos mexicanos y muy complicada de conseguir).

Ese año no paré de escuchar toda la discografía de Tom y la banda, clavándome con algunos discos muy puntuales que a la fecha son mis favoritos “Wildflowers” (producido por el gran Rick Rubin), “Southern Accents” y el deprimente “Echo” que son álbumes finos de principio a fin; aunque si tuviera que elegir mis canciones predilectas serían “Rebels”, “Square One” y “Time To Move On”.



El 30 aniversario de Bob Dylan terminó por convencerme de que los Heartbreakers era quizá la más grande banda de rocanrol cuando interpretan “Rainy Day Women #12 & 35” y la majestuosa “License To Kill” que si no la han escuchado, háganlo ya.

Bob  siempre tuvo mucho respeto y admiración por la banda, tanto que en 1986 les propone hacer una gira llamada “True Confessions Tour”  por Nueva Zelanda, Australia, Japón, Estados Unidos y Canadá, donde los Heartbreakers serían además la banda que tocara con él. Pueden echarle ojo a uno de estos conciertos que se grabó en Sidney y se publicó en VHS llamado “Hard to Handle”, ahora lo encuentran en su plataforma favorita de video streaming.

Como músico, el análisis que realizo de Tom Petty & The Heartbreakers es sencillo, sonaban como una banda de rock & roll debe sonar: perfecto, todo suena en su lugar. El armario de Tom y Mike está lleno de cualquier cantidad y tipo de guitarras; sin embargo tienen el acierto de saber cuándo y cómo usar cada una para lograr ese sonido de rock elegante, en estudio y en vivo, aunque sus favoritas y el sonido característico de la banda se logró gracias a las rickenbacker, telecaster y firebird.

En mayo de este año se estrenó un documental en memoria de Tom Petty que es dirigido por Andrew Slater y hosteado por Jakob Dylan (hijo de Robert y líder de The Wallflowers) en el que Jakob, junto a Beck y Regina Spektor forman una banda para un concierto y la grabación de rolas de las bandas más importantes del movimiento folk rock de los años sesentas que se desarrolla en el Laurel Canyon de Los Angeles, California. Además de entrevistar personajes como Eric Clapton, Roger McGuinn, Jackson Browne y David Crosby, también hace aparición Tom y explica las influencias del sonido de los Heartbreakers, basado claro en una rickenbacker.

El filme “Echo In The Canyon” no tiene desperdicio, sin embargo es difícil de encontrar y los subtítulos al español no existen pero ni hacen falta (lo encuentras en PopCorn Time).

El lunes 2 de octubre de 2017 nos enteramos de la muerte de Petty y fue inevitable llorar, parafraseando a Sergio Martínez, Tom Petty es parte de mi familia y de mi vida; mucho más que algunas personas con las que en verdad tengo un vínculo sanguíneo. El tipo que tuvo todo el sonido del rocanrol, la inteligencia lírica del folk y la actitud más punk de los años setentas. Hasta los perdedores tenemos héroes.

Para el viernes 6 ya había convocado a mi primo César y nos vimos en mi estudio de grabación para agarrar una tremenda peda de dos días escuchando toda la discografía y videos de los Heartbreakers, incluso en algún momento de sagacidad —o no— decidimos escribir y enviar un texto de condolencia a Annakim Petty, hija de Thomas. Evidentemente, en la resaca eliminamos el mensaje enviado en una especie de autoengaño que permite hacerte el pendejo pensando que no enviaste nada, pero el mensaje se entregó, obviamente sin respuesta. A partir de ese día decretamos el homenaje anual para sonar la obra del poeta de Gainesville al calor de unos rones y en caída libre y celebrar la suerte que tuvimos de vivir en sus épocas. Éste año tendrá su tercera edición el viernes 4 en el mismo lugar. “Hello CD listeners” si has llegado a este punto del texto, estás invitado. Nos toca hacerlo vivir por siempre.


Que no te hagan bruto estos putos

Music In a Coma-
Por Iván Carrillo-

Hace tiempo, más morro, recuerdo que rondando los nueve o diez años, junto a mi jefe y su eterna solidaridad izquierdosa, asistí a una fiesta de trabajadores de la vocho o alguna otra fábrica de autopartes de cuyo nombre no puedo acordarme, con workingclassheroes en la colonia Tepeyac, famosísima por estos lares poblanos. Nos chingamos unos mixiotitos con su respectivo arroz y mi padre procedió con una cervecita; de tener un par de años más seguramente también le hubiera entrado, pero no era la ocasión, total que después de unas cuatro o cinco soles de media, mi viejo dejó de cuidarme y tuve la libertad de empezar a fisgonear en la vecindad.

Después de armar un par de desmadritos por el lugar, me estremeció un fenómeno físico-sensorial-enigmático donde todo a mi alrededor estaba bloqueado y mis sentidos no lograban percibir nada, excepto una grabadora Sony de casetes que a través de sus defectuosos altavoces escupía un “… para que nadie se quede sin chingar, para que todos chinguemos igual, chingo yo, chingas tú, chinga tu madre.” Me acerqué en chinga al reproductor y apañé de inmediato la caja del casete que en la portada mostraba las piernitas de una escolapia de secundaria general con las braguitas a medio bajar y junto un cuadrito que pasó desapercibido en aquel momento y que, entre otras cosas dibujaba en letras altas “ADVERTENCIA”. Por supuesto mi padre y sus colaboradores acabaron hasta el huevo, mientras yo repetía una y otra vez el casete, alguno de ellos se dio cuenta de mi fascinación por estas rolas y tuvo a bien obsequiarme este tesoro del rock. De regreso a casa tomé por asalto el autoestéreo Mitzu que mi jefe había instalado unas semanas antes en su vochito color verde avispón y sin pedir permiso ensarté el pedazo de plástico.

Era un escuincle caguengue y baboso pero esa era ya mi primera vez. Mi primera aproximación consciente al rock mexicano. En honor a la verdad, debo confesar que mi jefe me había presentado ya algunas tonadas del Real de Catorce, el Rockdrigo o los Caifanes, y seguramente yo hasta las bailaba mientras servía tragos a mis tíos en alguna de las tantas pedas familiares que sucedían en mi casa, pero los Molotov habían creado en mí una revelación o mejor dicho, una revolución. Y así pasé un buen rato, queriendo rocanrolear con los grandes. Recuerdo a mi tío el “Pollo” cargándome en hombros para entrar a un concierto de los molochos en algún recinto bravo cercano a la CAPU o al “Flaco” comprándome una Pepsi en otro recital de estos en un rodeo de Cholula mientras yo cantaba “Puto” a todo pulmón.

Es evidente que estos cuatro culeros fueron la voz de una generación y que tuvieron los huevos de decir “Gimmethepower”, aconsejar “Que no te haga bobo, Jacobo” y mentarle la madre a los gringos puñeteros, además de realizar exorcismos sin olvidar que estás en tu casa tan triste y tan sola y que el mundo se va a acabar. Todavía pataleaban cuando presentaron el “Con todo respeto”, producción de covers que, si bien apuntaba que habían perdido un poco de imaginación, les alcanzó para hacer un disco bien logrado. Después nos llegaron con la mamada de su separación y el “Eternamiente” y fue ahí cuando supimos que todo había valido madres, todos vestiditos de Adidas tocando en foros fresas o en festivales mamones, y se la han ido campechaneando sacando discos en vivo o su documental. No se dejan morir.

Es bien sabido que estos cabrones son unos juniors fresones; con el hecho de saber que Jay de la Cueva fue de los primeros integrantes de esta banda nos podemos dar una idea de su círculo social, aunque ese no es un tema en el que deba profundizar mucho. Qué hueva.

Aquí está el gran pedo. Hace poco fue lanzado su nuevo álbum de estudio y además tuvieron el valor de presentar sus primeros sencillos que no nos dan nada nuevo. Musicalmente presenta unos riffs de guitarra que no parecen tener forma o intentar llegar a algún lado, línea de batería bien marcada y juego de bajo -algo que les conocemos desde el “Dónde jugarán las niñas”-, y el mismo discurso de siempre. Encontramos expresiones tan risibles como “…Si las balas tuvieran ojos, verían perfectamente el desmadre insensato, que impacta a la gente…” ¿las balas? ¿ojos? ¡Qué pedo! Y por si fuera poco presentaron de lado B una rola llamada “La Verga” que trae la misma fórmula que les ha funcionado, mentar madres y polemizar con groserías. Lo que no se han dado cuenta es que los tiempos están cambiando y ya no sorprenden a nadie con un “… estás que te lleva la verga, ni tú ni nadie, podrán detenerla…”.

Es difícil descifrar el nuevo disco, evidentemente con una producción de miles de pesos, los mejores instrumentos y los más caros ingenieros, pero, según lo mostrado en las rolas de adelanto, pocas ideas y ninguna novedad. Habrá que esperar. Seguramente este texto ustedes -los más fervientes fans- se lo pasan por los huevos, pero alguien tiene que decirlo y eso que soy de esos que piensan que los nuevos discos siempre son más chingones.

Ya ustedes juzgarán.


Nomás a Jake Bugg

Music In a Coma | Por Iván Carrillo |

Ocho en punto de la mañana en 13 de Octubre, ya despierto y bañado, listo para abordar el bus que me dejaría a las once de la mañana en Viaducto Piedad y Río Churubusco de la vieja ciudad de hierro. Ya en el asiento 39 del autobús llega ese triste momento cuando todos los lugares están ocupados y ves subir a una pareja y al clásico gordito chistoso mal tercio. Yo, solo, pues toco en una banda de rock medio darkie, por lo tanto, los pocos amigos que tengo son bien puristas, de esos que te argumentan que es bien hipster este festival. Y sí, tienen razón.

Era evidente que tendría que soportar al gordito un par de horas, por suerte yo iba bien equipado con toda la discografía del Joaquín Sabina, los audífonos y el “Narraciones Extraordinarias” de Poe. Combinación poco fiable ¿Sabina? ¿Allan Poe? ¿Corona Capital? Lo más usado para el camino seguramente era Daft Punk con Palahniuk o Murakami, pero en fin, era lo que me apetecía y en realidad no me interesaba ponerme a tono o calentar motores para el Corona. ¿Por qué? La pregunta con la que intentaría romper el hielo mi camarada –no deseado- de bus respondería todo.

Bueno, para describirlo basta decir que portaba con orgullo su playera blanca de los Beatles, lo cual no es malo, pero uno se da cuenta e imagina que para rocanrolear, en su closet sólo tiene esta prenda y una de los Doors, lo demás son camisas a rayas o lisas para combinar bien con esas corbatas que apestan a oficina. Y rompió el silencio con un “¿Qué onda carnal, se pondrá chingona la tocada, verdá? ¿Tú a quién vas a ver?” tenía en mente tantas respuestas, “¿Tocada? Tocadas las que se organizan en el lugar de donde salió el camión” -foro muy conocido en Puebla que intenta emular el nombre del clásico Rockotitlán-, donde al parecer las tocadas ya no son redituables y ahora deben organizar viajes a conciertos para sobrevivir, no los culpo -así esta la escena musical en todo Puebla-. En fin, siempre he sido un güey retraído e introvertido, por lo tanto, no era de mi interés hacer la platica o pegarme con alguien, así que me limité a responder “Nomás a Jake Bugg” al mismo tiempo que llevé mis audífonos a las orejas y el play en el reproductor. Creo que entendió rápidamente que yo no quería platicar y no molestó mas, sin embargo, aproximadamente una hora después se le ocurrió ofrecerme una galleta -sí, sí, las reglas de cortesía y todo eso, pero ¡¿una puta galleta?!- ¿A quién se le ocurre? A esa hora yo moría por una cerveza, una de esas de cristal verde y estrella roja que ahora encuentras en cualquier esquina. Pero no, se le ocurrió ofrecerme una pinche galleta, no sé, seguro pensó que me haría falta la energía del chocolate o que no había desayunado en casa y quiso apiadarse de mi notable figura de vampiro crudo. Me limité a rechazarla y me introduje de nuevo al mundo del Corazón Delator.

El bus se detuvo y abrió sus puertas, estábamos sobre Río Churubusco a unas pocas calles de la entrada del Autódromo, en cuanto pude me separé del grupo del camión y tomé camino al ya conocido pre-copeo de las tienditas frente a la Puerta 5, que para mí no tienen tan buena fama pues la última vez que bebí ahí antes de un concierto terminé tirado de borracho antes de que sonaran los primeros acordes de Killing an arab con la voz de Rober’ de Pinho Smith. Pero esta vez no pasaría, pues para mi infortunio Jake Bugg era el segundo en la lista del Escenario Capital, tocaría solo 40 minutos y empezaría pronto, así que me receté tres latas de Modelaje Especial que tuve que tomar rápido y en dos tragos cada una, pues como es costumbre, cada veinte o treinta minutos llegan los puercos a desalojar para que no se junten muchos culeros y se les arme algún desmadre. 

Había llegado el momento de caminar para llegar al concierto, a pesar de ser un camino largo no se hace tan pesado gracias a los non-official merchandise stands donde pude echar el ojo a una playerita de los Editors que desafortunadamente no encontré al regreso. Por fin llegué a los escenarios, proceso de seguridad mediante y al pasar al lado de la carpa de mercancía oficial me brillaron los ojos por la playera del Jake, pero como buen mamón decidí comprarla después de que tocara, yo que soy un gran fan, me puse fresa y seguro pensé alguna jalada como “a ver si me convence su show” o algo así.

Me encaminé al Escenario Capital y ya tocaban las Deap Vally, un par de rockeras güeritas y guapetonas igual de sabrosas que la inmensa mayoría de las asistentes al festival -con las que había tenido la chance de echarme un taco de ojo a lo largo de la travesía-. La música de estas californianas no me convenció, así que –como no había desayunado, como bien supuso el gordo del camión- fui por una hamburguesa y una corona doble bien fría -y bien pinche cara también-, la hamburguer supo a gloria, pues tenía como 18 horas sin ingerir alimento alguno. Regresé al escenario con chela en mano; ya se habían ido las Deap Vally y probaban la ES-390 de Jake en un amplificador Fender a bulbos -puro lujo con los ingleses-. Poco a poco se empezaba a llenar la explanada así que di un buen trago y fui casi corriendo por otra doble, antes de que Jake Bugg tomara el escenario. A pesar del sol apendejador logré situarme más o menos en el mismo lugar, donde todo se veía poca madre y en el escenario finalizaban la prueba con una Gibson L-1, esa guitarra que trae todo el sonido del Delta Blues de Robert Johnson y que me puso a soñar con que abriría el concierto con “Fire”, rolita que cierra el primer disco de Jake y que según cuenta, fue grabada únicamente con un iPhone.

Dos cuarenta y cinco de la tarde, me sorprendía la puntualidad con la que contaba el festival por que el de Clifton y su súper banda, ya pisaban el Capital, toda la gente gritaba y se emocionaba -yo no era la excepción-. Jake Bugg tomó la L-1, con un acorde en Mi Mayor empezaba mi canción favorita del joven de 19 años, “Trouble Town” y toda la gente coreó con un estruendoso canto 'Stuck in speed bump city where the only thing that's pretty is the thought of getting out'; la raza (?) cantó tan fuerte que fue casi imperceptible el ligero error del ingeniero de audio.

Inmediatamente después del Hello Mexico! tomó su guitarra Patrick Eggle de caoba sólida que un laudero hizo para él –única en el mundo- y atacó al Corona Capital con “Seen it all” con una letra que coquetea con Morrissey -así como Jake con Johnny Marr- sobre gánsters, fiestas y navajas. La perfecta ejecución musical de la banda nos hizo pensar que al finalizar la presentación de Bugg habríamos visto todo el festival.

Y así, una tras otra al más puro estilo de Bob Dylan, Bugg siguió tocando sin decir nada  “Simple as this” y “Ballad of Mr. Jones”, pero el verdadero momento de catarsis con el público llegó en “Broken”; la única canción donde la banda descansa y él empieza con un arpegio triste; yo estaba borracho y cualquiera en mi posición seguramente hubiera levantado su teléfono para marcar a su ex novia, pero no yo. Yo no podía perder el tiempo de esa manera, seguramente pasará mucho para que Jake vuelva a pisar tierras aztecas y no podía darme el lujo de dejar de cantar o de no poner atención, además, ella seguro ni lo agradecería.

Pasaron canciones donde demuestra que su nuevo disco -producido por Rick Rubin- es un verdadero coctel molotov con rolas como “Me and You”, “Slumville Sunrise”  o “What Doesn’t Kill You”. Todas se intercalaban con el ‘Olé, olé, olé, olé Jake Bugg, Jake Bugg’, mientras unas morritas a un lado se burlaban de mi acervo musical diciéndome “hasta esas rolas te sabes”. Llegó el momento que todos temíamos, tomó su telecaster del 52 y todos supimos que este idilio entre Jake Bugg y México terminaba, entonó “Lighting Bolt” junto a los cientos de seguidores que se dieron cita ahí. Todo acabó.

Obviamente me quedaría a ver a los Arctic Monkeys y al maestro Moroder, pero antes de eso comí otra hamburguesa, otra doble Corona -doblemente cara- y recordé la cita pendiente con mi playera oficial de Jake Bugg, esto lo lamenté de sobremanera, pues sólo quedaban tallas extra grandes –lo que me hizo recordar a mi gordo compañero de autobús, quizá a él sí le quedaría-. Sin duda alguna, el show sirvió para que más banda conociera a Jake Bugg –lo cual me hace feliz-, pero no mames ¿por qué se llevaron todas las playeras?, faltaba la mía. Tuve que conformarme con una no oficial de las tienditas de afuera, una más de los Smiths que luego regalaría a una morra -la más sorprendente que he conocido últimamente-, otra doble corona y bueno, Alex Turner, él también es otro pedo.

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