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La revancha de Juliancito Bravo


Cumbia norteña | Por Antonio León |

 

La ternura que caracteriza a los cachorros es un factor clave para su supervivencia. La oxitocina, hormona de la ternura, es la responsable de que el vínculo entre madre e hijo sea el lazo afectivo más fuerte. El sistema endocrino genera esta sustancia en las interacciones de afecto positivo y se encuentra presente en todas las manifestaciones de amor por los más pequeños: caras y ojos de caricatura, agarrones de cachetitos, hablar en gugu tata y demás tonterías que hacemos con los bebés.

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De pequeños fuimos graciosos y tuvimos las refacciones de la ternura completas, pero hay una edad en que nos transformamos en unos entes desangelados. Se trata de la difícil vida en la adolescencia: muelones, brazos lagos, respondones, pelucones, sobaquientos, patones, babiecos, latosos y decididamente insufribles.

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Juliancito Bravo era un preadolescente y su máxima ilusión en la vida era hacer la primera comunión. Como si el nuestro no fuera un país de sacramentos y tamales a la menor provocación, el chico pasó por una serie de tragedias en su afán por llegar a la eucaristía.

Desde los minutos iniciales de la película Mi primera comunión (1969), sabemos que esta ceremonia es un mundo aparte, perteneciente a niños privilegiados, catrines y rubios. Los del primer plano lucen toda la gama de rubios de Miss Clairol y se ponen mamertillos a la hora de compartir el pastel y los dulces.

Pedrito (Juliancito Bravo) se dedica a estudiar el catecismo a escondidas mientras su jefe se muestra intransigente al respecto. Luego se suaviza y le dice que le dará chance de hacer su pendejada de ceremonia, pero nada claro, porque los pasteles y los cirios nunca se han pagado solos. Recuerdo la primera vez que vi esta película en uno de los domingos espectaculares de estreno en canal 2, a mediados de los ochenta: cine en tono didáctico y punitivo, para que los morros supiéramos lo afortunada de nuestra existencia catequizada y sin papás pasados de lanza, sin gritos ni cachuchazos. 

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Juliancito Bravo, contrariamente a lo que se piensa, nació en España y desde muy pequeño su familia se instaló en la ciudad de México en busca de nuevas y mejores oportunidades, mismas que no hallaron en su lugar de origen. Convencidos de la personalidad del niño, lo anotaron en una convocatoria para participar en un anuncio comercial de una línea de caramelos muy famosos: "Los toficos"; pero no resultó seleccionado, no obstante poco tiempo después fue llamado para empezar a trabajar en el cine y de ahí en adelante participó en treinta películas. Siempre me he preguntado por las razones del éxito de Juliancito Bravo, ya que era un escuincle ordinario, con un tono de voz tipludo que regalaba actuaciones interminables en el registro "chamaco caguengue".

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Pedrito se dedica a jimotear por asuntos relacionados con su primera comunión: que si le dan golpe con sus ahorros, que si el traje es hermoso y un dependiente de tienda lo ilusiona para que lo compre. Todo lo anterior en un momento que, en la cinematografía nacional de aquella época podría ser un género en sí mismo: Las locas aventuras en tienda departamental.

Hay que mencionar los instantes de comedia de la película –que son pocos, pero bastante desagradables- la banda sonora lamentable y las locaciones del semanario de lo insólito. En aquellos años se estilaba la pornografía de la miseria humana en colores que lastiman la vista. Pedrito accede al mundo del trabajo infantil, pero el asunto termina en la sala de urgencias. Al final, Juliancito Bravo ve realizado su sueño y somos testigos de lo mucho que duele que algo salga bien.

El intermitente cansancio de estar vivo: de after con Niño Viejo


Cumbia norteña | Por Antonio León

Foto: Armando Ruiz


Baruch Argil parece estar en todos los sitios de Mexicali, por lo menos en aquellos en que se toca música en vivo. Lo conocí en las filas de Fractals: unos chamacos saltarines que hacen el kamikaze en el escenario a la menor provocación. Hay grandes fotografías de ellos volando por los aires. También lo he visto apoyando a otros músicos y dándolo todo como público. Un buen integrante de la audiencia, de los que bailan y saltan, de los que se saben las canciones.

Con su proyecto personal, Niño Viejo, se embarca en una aventura de azotar la humanidad a punta de canciones que resuman un optimismo tristón, si es que eso existe. En sus presentaciones se puede disfrutar de su encantador repaso al rock de garaje noventero, el shoegaze menos azotado y el power pop. Su música está disponible en distintas plataformas y, en determinado momento, parece no haber escapatoria de este chico. Hace un par de semanas lo encontré en un after y le hice las siguientes preguntas.

¿Quién eres cuando no estás tocando? ¿Qué tan viejo debe ser un niño para ser considerado un niño viejo?

Soy Baruch, un morro de 23 años que vive en Mexicali y le gusta hacer y escuchar música. Siento que siempre seré un niño viejo, todxs tenemos a nuestro pequeño yo dentro de nuestros corazones tomando decisiones por nosotros.

Los síndromes progeroides son enfermedades poco frecuentes que causan envejecimiento prematuro ¿Qué es lo que nació viejo en ti?

Creo que desde pequeño he sido una persona con alma vieja, a veces me siento muy “sabio” pero me doy cuenta que no sé ni madres. Está bonito ese golpe de realidad. En fin, creo que no hay nada viejo en mi salvo el intermitente cansancio de estar vivo: tiene rato que ya no me da, por cierto.

¿Cuándo inicia tu interés por la música?

Tenía unos 10 u 11 años, me la pasaba en casa de mi tía Ana en fiestas familiares y siempre ponía vídeos de rock en la TV, me gustaba ver a Radiohead, Rod Stewart, Los Beatles, etc. Ahí me di cuenta que quería hacer algo como ellos, hacer música, tocar, hacer sentir. Además, ver a mis tías cantando en el karaoke se me hacía muy bonito y divertido.

¿Qué bandas o proyectos musicales son los que más te gustan?

Buena pregunta. Escucho muchísima música, a veces ya no sé ni que es lo que más me gusta. Creo que actualmente mis bandas y artistas favs son Pavement, Sonic Youth, Los Strokes, Velvet Underground, Lou Reed, PULP, Parque de Cometas, Carolina Durante, IDLES, Ola Magenta, Belafonte Sensacional y Diles Que No Me Maten.

Pareces disfrutar tocar en vivo, también he visto que tienes actividad constante en tocadas y pequeñas giras ¿Te consideras mejor en vivo o al interior de un estudio, componiendo, creando tu música?

Me gustan mucho ambas. No soy un músico virtuoso ni sé mucho de teoría, pero creo que en el estudio me puedo desenvolver muchísimo más, ya que hay más chance de equivocarte y de experimentar con todo lo que tengas a la mano. Por otra parte, tocar en vivo siempre va a ser un boost de energía súper bonito: ver a la gente bailar y cantar es lo que me motiva a volver al estudio y repetir el ciclo.

¿Qué opinas de la escena musical en Baja California? ¿Qué bandas no debemos perdernos en un próximo show?

Desde que empecé a adentrarme en la escena de BC a los 14-15 años me di cuenta que hay muchas bandas y proyectos que valen la pena. Actualmente, proyectos como Ola Magenta, Nube Espiral, Curleh, Goeighta, Parque de Cometas, La Texana, Jully, Raticida, Baltasar Sin Dinero y Carlos Leal están haciendo cosas muy bonitas e interesantes. Neta, si alguna vez tienen oportunidad de ir a verles en vivo, no la dejen ir. 

Eres parte de una generación nueva de artistas en la ciudad ¿Qué elementos consideras que aportan las nuevas propuestas musicales?

Siento que mi generación dentro de la escena aporta el hartazgo de siempre escuchar lo mismo, de segmentarse en grupos dentro de la misma escena. Algo que admiro de la gente con la que colaboro es la disposición que tienen a echarse la mano entre todxs: creo que el sentido de comunidad, de juventud y de querer hacer posibles las cosas, son elementos muy importantes que las nuevas generaciones de artistas estamos aportando a la escena de BC.

¿Que sigue para Niño Viejo?

Tengo un par de shows en planeación, espero no pase mucho tiempo para volver a tocar de nuevo en Mexicali. Por lo pronto, me encuentro grabando música nueva. Quiero sacar un álbum antes de que termine el año y, si todo sale bien, en junio podré darles un adelanto de este.

¿Qué consejo les darías a los niños más jóvenes?

Por favor, hagan arte: toquen la guitarra o algún otro instrumento, tomen un lápiz y dibujen, una pluma y escriban. El mundo necesita más arte, gente que deje que sus sentimientos fluyan y se plasmen en una obra. Hagan una banda con sus amigxs y, por favor, no se rindan: no están solxs.

Perdidas con la Ola



Cumbia norteña | Por Antonio León | Fotografía: Armando Ruiz |


Nos regalan monedas para poner canciones de Paulina Rubio, Britney Spears y Valentín Elizalde. Las caguamas están frías de verdad y valoran nuestra presencia como parroquianas distinguidas. Nos dejan amontonar tantas sillas como necesiten nuestras bolsas de gatitos y nuestros traseros norteños. La chica de la barra es nuestra homegirl y nos incluyó en el grupo de Whatsapp de habituales del lugar. El Washington es un finísimo bar en el centro de Mexicali, un sitio al que nos hemos mudado en la nueva normalidad buscando espacios con menos gente y baños que no parezcan el de la película Trainspotting.

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Cuando hablo en plural, es porque fui adolescente en los noventa y me mamaba la onda groupie. En aquel entonces no me dejaban entrar a los bares, pero iba a tocadas infames con músicos de talento medidito que se atascaban de jarabe Benadrex con soda de limón -dicen que otra vez está de moda-. La verdad es que Ola Magenta es una sola morra: Caro Yee, nuestra amiga.

Antes de ser Ola Magenta, Caro estuvo haciendo música con varias bandas de nombres como de estética unisex. Indie pop surferito, como de ir de buenas por la existencia, como si no se estuviera acabando el agua con la que hacen nuestras cervezas. Bandas de veinteañeros que, según lo he visto, mantienen a flote el negocio de los tenis rojos de lona, las camisas hawaianas y las gorritas normiecores de alguna cosa supuestamente irónica de la que no me entero. Será que soy quince o veinte años más grande y estoy llegando a una época en que tanta indolencia juvenil me encabrona.

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Ola Magenta es la frontgirl de una banda en el fin de cursos de película gringa. Caro Yee nos trae el pop de guitarras con todo el encanto del verano de palmeras con el que la gente sueña en este verano de calor de radiador en la jeta. Es la heredera natural de las Kim Deals, las Liz Phairs y, ya en plan más reciente, las Best Coasts y las DIIVs del mundo.

Ola Magenta llega a un espacio aún dominado por señoros y se hace unas canciones en las que el humor adolescente convive con las vicisitudes de tener que ir a trabajar al día siguiente. Trabajar después de los ensayos, de los novios, de los afters, del perreo oligofrénico y de manejar por horas para hacer cualquier cosa.



Hace un par de días vio la luz Estamos perdidas, el primer EP de Ola Magenta. Es una colección de temas que nacieron entre bromas y referencias al humor de internet. Cinco canciones en YouTube, en Spotify y en cuanta cosa haya disponible para girar.

Ser testigo de la forma en que Caro Yee trabaja nos conmueve y emociona. Hemos ido –otra vez en plural- a bares de señores funados a los que juramos no volver, solo para verla brillar a ella. Nos hemos parado en salones de fiestas como de La risa en vacaciones para escucharla entonar estos temas. Nos sabemos los títulos y la parte en la que la guitarra toma más fuerza. Estar perdidas, Caro y nosotras, sus amigas. Estar perdidas y regresar al Washington por otra caguama. Porque de estos nosotras se compone la vida, y las amigas son la más dulce de las Olas.

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