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«De ida y vuelta» de Iván Farías




La entrevista... ese género | Por Óscar Alarcón

@metaoscar

 


Se puede pensar que por ser uno de los estados más pequeños de nuestro país, Tlaxcala no cuenta con una tradición artística. No sólo escritores como Yassir Zárate, Dania Corona Muñoz, Jaklin Parada Cuatecontzi o Gabriela Conde Moreno tienen su lugar de nacimiento en el estado vecino a Puebla, sino una pléyade de pintores, fotógrafos, artistas plásticos y promotores culturales viven ahí.


Iván Farías, quien en algún momento dijo que había nacido en Tlaxcala, pero después dijo que no, que su lugar de nacimiento era la Ciudad de México –o quizá sólo fue un rumor y ahora no sabemos en donde haya nacido, pero sabemos que por el momento vive en Francia– hizo una serie de entrevistas a artistas tlaxcaltecas contemporáneos. O si no son tlaxcaltecas, por lo menos que tengan un arraigo con el estado.


Los creadores a los que Iván Farías les da voz pertenecen a una generación de artistas mexicanos que se ha encargado de revitalizar el arte en nuestro país, sus trabajos van desde el grabado y la pintura –artes canónicas– hasta lo experimental –gráfica digital y videoarte–, considerando que el libro se publicó hace 15 años.


En el libro aparecen las entrevistas a Jorge Barrios, Samuel Ahuactzin, Abel Benítez, Malena Díaz, Enrique Pérez, Gonzalo Pérez y Polo Praxedis, quienes con su tono particular comentan cómo crecieron en el arte y cómo viven Tlaxcala desde su disciplina.


Uno de los raseros que Farías empleó para entrevistar a estos creadores fue que su obra se hubiese expuesto en el extranjero.


El pintor Jorge Barrios nació en Tlaxiaco, Oaxaca y obtuvo el Primer Lugar del Tercer Concurso de Pintura Tlaxcala-México.


Samuel Ahuactzin, oriundo de Chiautempan, escultor y docente, ha cincelado el mármol, pero también conoce el barro, la cera y los metales.


Abel Benítez, artista plástico, músico, docente y artista multimedia, es coordinador de La Colmena, espacio en donde se imparten talleres de cultura digital.


Malena Díaz, nacida en Tlaxcala, Tlaxcala, es fotógrafa y artista plástica ha realizado más de 150 exposiciones, en donde el maíz o las muñecas fueron sus temas. Además, es directora del Festival Internacional de Fotografía Foto 13, que se realiza en Tlaxcala.


Enrique Pérez Martínez, coordina Titegrafías, un portafolio que se realiza de manera anual en grabado. Participan diversos artistas gráficos de México y el mundo. Ha realizado más de 90 exposiciones en donde prioriza la técnica del grabado.


Gonzalo Pérez es fotógrafo y ha realizado más de 20 exposiciones en México, Canadá, Indonesia, Estados Unidos y Francia. Obtuvo el Premio Estatal de Periodismo; fue fotógrafo para la agencia de noticias EFE.


Polo Praxedis, grabador, ha montado diversas exposiciones y su trabajo lo ha llevado a realizar una carpeta conmemorativa sobre el poeta Ernesto Cardenal titulada “23 cantos para quien le canta a México”.


La voz de Farías es sólida, le da paso a las historias que los pintores, fotógrafos y grabadores tienen que contarnos. Las preguntas son puntuales. Es un libro de entrevistas en donde regularmente todas las pláticas comienzan como deben comenzarse las grandes amistades: con comida y unos tragos de por medio.


Farías platicó con siete artistas importantes de Tlaxcala –número cabalístico para el autor– pues, aunque quería desmarcarse del número, las circunstancias lo obligaron a cerrarlo el libro sobre él.


La curiosidad es grande y se refleja en lo anecdótico y la libertad de las entrevistas, en donde cada uno de los protagonistas expone su poética particular y cotidiana, su incursión en el arte, viajes y andanzas y sus contemporáneos.


Veracruz, Tlaxcala, París, Barcelona, la Ciudad de México y sus zonas populares son los escenarios que los artistas describen, además de cómo fueron sus años de formación, lo cual se traduce en un trabajo creativo diario.


Iván Farías salió bien librado del reto que se impuso y de manera excelente nos ofrece un libro de indudable valor. Después de este libro vendrían más obras narrativas para el autor y un libro de crónicas en donde el librero juega el papel protagónico. Sin embargo, no se le volvió a ver a Farías en los caminos de la entrevista.


Sobre el trabajo que se realizó en aquella época en Tlaxcala, Iván Farías apuntó:

 

“En Tlaxcala hacen falta estudios sobre el arte que diversos artistas han producido en la entidad […] si un investigador externo viniera a buscar bibliografía sobre la actividad artística en Tlaxcala, se encontraría con un gran vacío”.


El trabajo periodístico de este libro nos arroja luz sobre el momento en el que estaban trabajando y se vuelve un documento histórico ya que, después de 15 años de su publicación, podemos comparar y hacer crítica sobre lo que ha ocurrido en la plástica tlaxcalteca durante ese tiempo. ¿En dónde está el trabajo de otros autores? ¿Cuál es la salud creativa de Tlaxcala en materia plástica?


De ida y vuelta, puede ser un libro de arranque para los estudios actuales sobre el arte realizado en la región de Tlaxcala, o más: para cualquier lector interesado en la fotografía, pintura y grabado en México, que de estas disciplinas, tenemos gran tradición en el país.

 


*De ida y vuelta de Iván Farías. CONACULTA/Instituto Tlaxcalteca de la Cultura, México, 2010.

Apuntes sobre “Lo que resta es silencio” de Óscar Alarcón




David Marín | 

 

1.- ¿Por dónde empezar? Aquí se quiere comentar, reseñar, ensayar un libro de entrevistas. ¿Los autores? ¿El autor? ¿La temática? ¿La unidad? ¿La diversidad ideológica? ¿Es acaso literatura? ¿Es acaso periodismo? ¿Es acaso un perfil psicológico-literario? Preguntas. ¿Es acaso crónica? ¿Es acaso una biografía crítica o una autobiografía involuntaria? ¿Es acaso todo lo previamente enumerado y al mismo tiempo otra cosa? Quizá. Quizá no…

2.- Según Ricardo Piglia, sus textos sobre crítica literaria son más autobiográficos que su propio diario. ¿A qué se refiere? Según Beatriz Sarlo, el crítico, a diferencia del escritor, no puede escribir sin tener una biblioteca al lado. El dato. La minucia. El concepto que modifica la lectura. ¿A qué se refiere? No siempre se lee de la misma manera. No siempre se leen los mismos libros. Cambian los gustos. Cambia la recepción. Cambia el modo en que interpretamos los textos. Para Piglia, así como para Nabokov, lo más importante de la vida del escritor no es su peripecia en carne y hueso, sino su peripecia en libro y pluma. La historia del estilo. La historia de la mirada…

3.- Según Alan Pauls, el escritor nunca puede dejar de ser escritor. Según Alan Pauls, a el escritor, cuando lo entrevistan, se convierte en una suerte de Doctor Jekyll y Mr. Hyde. No sabe a dónde jalar. Dejarse llevar por el frenesí de la ficción o dejarse llevar por el frenesí de la realidad. Según Alan Pauls, las únicas entrevistas a escritores que le gustan es cuando el escritor contesta como escritor, no como persona de carne y hueso.

4.- Nabokov, a diferencia de Sócrates, teme el poder espurio de la palabra hablada. Nabokov, a diferencia de Sócrates, piensa que el poder del lenguaje escrito por encima del lenguaje hablado está mucho más cerca de su ser. Nabokov, según su declaración en Opiniones Contundentes, permitió en alguna ocasión que lo grabaran en una entrevista. Tiempo después, al escuchar cómo su voz salía de las entrañas del magnetófono, se horrorizó.

5.- ¿Qué busca el entrevistador? Malabareando los malabares de Derrida, ¿el entrevistador se considera el anfitrión o se considera el huésped? Según Derrida, un anfitrión sólo puede ser anfitrión en la medida que tenga un huésped. Según Hegel, un amo sólo puede ser amo en la medida que tenga un esclavo. ¿Quién controla a quién? Según nosotros, ¿un entrevistador sólo puede ser entrevistador en la medida que tenga un escritor? O, según nosotros, ¿qué es un escritor-entrevistador? Rara avis. Un espécimen cuyo territorio en el zoológico literario no es ni ortodoxo ni heterodoxo, no es ni central ni periférico…

6.- Malabareando los malabares de Derrida, nos preguntamos: ¿cuál es la esencia de la entrevista? El escritor-entrevistador al preguntar, a quién le pregunta: ¿A el escritor de carne y hueso o al escritor que está encerrado en el libro? ¿Ambas manifestaciones son lo mismo? ¿Acaso no están peleadas entre sí? Quizá ahí, en esa indeterminación, en esa contradicción, en ese juego de espejos donde se reflejan pero al mismo tiempo se anulan, está focalizada la relevancia de la entrevista-literaria. Sólo ahí, en la pregunta precisa, en la fina estocada retórica, el escritor de carne y hueso habla del escritor encerrado en el libro y, a su vez, el escritor encerrado en el libro habla del escritor de carne y hueso. O, mejor aún. La entrevista los conjunta. La entrevista (cual brebaje alquímico) posibilita que los límites entre Doctor Jekyll y Mr. Hyde se anulen…

7.- ¿Qué tenemos en las manos? Lo que resta es silencio (BUAP, 2024) Óscar Alarcón. Libro de entrevistas. Libro donde un escritor pregunta a otros escritores. Diálogo. Conversación. Charla. Desvarío organizado. Chismorreo refinado. Así como hay una historia de la lectura, una biografía del modo en que el crítico lee-interpreta, ¿también hay una historia-biografía del preguntar? ¿El entrevistador siempre pregunta lo mismo? ¿Se mimetiza? ¿Es capaz de mantener la distancia? O, por el contrario, ¿busca fundirse? ¿Busca conjuntar su poética con la poética del otro?

8.- ¿Quién es Óscar Alarcón? Escritor poblano. Otrora perteneciente al movimiento literario ultra-costumbrismo. La búsqueda de una estética fresca, oral, desenfadada, urbana, ajena a los rituales mohosos del centralismo cultural. Autor del libro de cuentos Polimastia (BUAP,2008). Pero el giro, el extrañamiento, el devenir inclasificable, acontece en 2012. En una poética acorde a lo que expresa su ficha biográfica, su “eclecticismo” se ve reflejado en su primer libro de entrevistas VEINTIUNO: “Charla con veinte escritores” (NITRO/PRESS). Un mosaico de voces donde se encuentran desde escritores canónicos (Carlos Fuentes y Fernando Del Paso), escritores extraños (Mario Bellatin, Luigi Amara) y jóvenes escritores poblanos (Rodrigo Durana, Jaime Mesa). Por supuesto, con los ojos de aumento de la contemporaneidad, salta un detalle: la ausencia femenina. Atento a esta vicisitud, en 2018 publica VEINTITRÉS Y UNO: “Charlas con 23 escritoras”. Al igual que el anterior, un mosaico ecléctico. Sin embargo, como lo apunta en la introducción, el libro no busca ser una réplica mecánica del otro, un afán reduccionista, una tentativa inocua por seguir la corriente y posicionarse en el mainstream, statu quo, etc., sino, por el contrario, el ímpetu por cartografiar y radiografiar los reductos (tanto ya transitados como no transitados) de la zoología literaria nacional.


9.- Lo que resta es silencio (2024), a diferencia de Laberintos (2022), Miradas oblicuas (2021, co-escrito con Luis J. L. Chigo) y los libros ya previamente mencionados, es la focalización. Si en Laberintos accedemos a una radiografía nacional y plural de la “nueva literatura mexicana”, una nueva literatura mexicana tanto “fonqueta” como “no-fonqueta” (véase, aquel escritor que recibe o no recibe una beca FONCA), entonces en Lo que resta es silencio accedemos a una triada no precisamente bendita, una triada que no precisamente simboliza el Padre, el Hijo y El espíritu Santo de la retórica judeo-cristiana. Más allá de que en Laberintos se pueden encontrar ciertas afinidades, cierta preocupación notoria por el escritor como un agente comercial que debe jugar un papel público ante un escenario que ignora (mayoritariamente) la literatura; no está atravesado por un hilo único.

10.- Mas, el hilo único, el cordón umbilical que atraviesa la triada de entrevistas-literarias que constituyen Lo que resta es silencio, no apela a la homogeneidad, sino a la pluralidad a partir de una base común: la diferencia, lo extraño, lo incorrecto, lo ominoso, la pulsión sexual ajena al espectro heteropatriarcal.

11.- Freud, más allá de su incomprensión clínica y conceptual por la homosexualidad, por las pulsiones del “desviado” o el “invertido” que mancillan el progreso darwiniano; nos legó su especulación de lo “ominoso”. Lo extraño, lo terrible, lo incómodo, lo familiar que de súbito se muestra ajeno. Más allá del excesivo manoseo que se ha hecho de la correspondencia antinómica heimlich-unheimlich, lo que aquí quiero sacar a colación es la cita que Freud retoma de Friedrich Schelling: “Nos dice que unheimlich es todo lo que, estando destinado a permanecer en secreto, en lo oculto, ha salido a la luz”. ¿Aquí qué sale a luz? Aquí, en las entrevistas, sale a la luz una biografía-proceso creativo que va más allá de las dicotomías usuales del zoológico nacional: Arreola-Rulfo, Paz-Fuentes, Paz-Garro, Elizondo-Revueltas, Novelista-Cuentista, Criollo-Mestizo, D.F-Provincia, Fonqueto-No-Fonqueto. Aquí, en la triada, sale a la luz un ejercicio literario que recrudece la noción de lo periférico. Si ser “provinciano” en México y tener afán literario es una suerte de castigo, qué clase de martirio es aquél donde además de provinciano, mestizo, pobre, eres homosexual, eres bisexual, eres lesbiana, eres trans.

12.-Pero, más allá de la biografía, más allá de la puesta en abismo ininterrumpido que implica ser marginal en México, las entrevistas revelan a tres escritores (Joaquín Hurtado, Odette Alonso y Frida Cartas) preocupados por la literatura: la forma, el lenguaje, la súbita expresividad de ciertas palabras. Parafraseando el libro de Luis Felipe Fabre sobre Salvador Novo, ¿cómo se escribe con caca? De sobra, sabemos cómo se escribe con falo y ahora, poco a poco, sabemos (o intuimos) cómo se escribe con vagina. Surge aquí una pregunta esencial. ¿El cuerpo determina la escritura? ¿Hay una literatura exclusivamente masculina y una exclusivamente femenina? ¿Acaso el lenguaje se puede domar con tal presteza taxonómica? ¿Dónde entra lo trans? ¿Dónde refulge el haz ominoso? ¿Dónde está aquello que no es ni femenino ni masculino?

13.-Sabemos, por supuesto, que el lenguaje estructura y organiza nuestra percepción del mundo, el espacio, el tiempo y el cuerpo. No somos incapaces de salirnos de él. En realidad, lo ominoso, lo familiar, lo nombrable, lo conocido que de súbito se revela extraño, es el lenguaje. Nunca estamos cómodos en él. Persiste lo adánico o, mejor aún, persiste lo animal. De ahí que la literatura no se limite a contar, a narrar, a comunicar un suceso “real”, sino que la literatura busca encontrar una súbita correspondencia entre la palabra y la cosa que no devenga síntesis, que no devenga clarificación marcial, sino desquiciamiento alegre, vértigo soterrado que embriague el alma de los lectores.

De ahí que los autores (Joaquín Hurtado, Odette Alonso y Frida Cartas) por un lado, sí reconozcan en la libido no patriarcal un espectro perceptivo-vivencial-estético. El escritor escribe sobre lo que conoce, lo que ha visto, lo que ha soñado, lo que anhela, lo que repudia, lo que desea y no puede confesar. Lo gay. Lo lésbico. Lo trans. Lo ominoso. Aquello que desborda. Al leer el libro, revolotean estas impresiones: ¿Cómo soportar no ser heterosexual bajo el régimen mexicano-patriarcal, bajo el régimen comunista-cubano-patriarcal? Y también, ¿qué papel desempeña la literatura no masculina/femenina en el panorama mexicano? ¿Se lee? ¿Se respeta? ¿Es simplemente una nueva mercancía? Pero, al mismo tiempo, la triada de autores (más allá de sus diferencias) coinciden en un punto: también escriben otra cosa. Su tensión sexual no es una camisa de fuerza expresiva. Su literatura no es un “yo” mecánico de pretensión pedagógica.

14.- Óscar Alarcón, en su nuevo libro de entrevistas literarias, persiste en su afán de cartografiar y radiografiar las entrañas del zoológico literario. Persiste en fracturar ese bloque monolítico que algunos llaman (pomposamente) “literatura mexicana”. Gracias a su trabajo de investigación, a su tacto, a su olfato, la entrevista es capaz de mutar y convertirse en cuento, crónica y ensayo. La entrevista, de esencia proteica, siempre dispuesta a irse por las ramas y regresar para encontrar un nuevo fruto, permite que nos adentremos en el taller de escritores singulares, de autores que valen la pena ser leídos.

«Conversaciones» de Carlos Alfieri


La entrevista... ese género | Por Óscar Alarcón

@metaoscar

Para lograr una buena entrevista hay que estar en los lugares indicados y en los momentos indicados, no hablo de una cuestión de suerte sino de buscar a los personajes con los que quisiéramos platicar para desarrollar una conversación. En pocas palabras: hacer periodismo.

Para ello, hay que seguirles la pista a los escritores, en este caso, Conversaciones de Carlos Alfieri, es un libro que contiene seis entrevistas a seis maestros contemporáneos, de distintos estilos, cada uno con profunda obra: César Aira, Guillermo Cabrera Infante, Roger Chartier, Antonio Muñoz Molina, Ricardo Piglia y Fernando Savater.

Sin lugar a dudas, la lista es variopinta y no podríamos decir que las entrevistas se desarrollaron porque los autores pertenezcan a una escuela o que compartan un estilo en común. La diversidad es lo que convierte a esta publicación en un libro valioso, inteligente y desenfadado. Por otro lado, leer a escritores que desafortunadamente han fallecido le da una vitalidad diferente a su obra.

Mientras que Aira apuesta por convertirse en una máquina de escritura; Savater continúa su trabajo pedagógico cercano a la filosofía; Cabrera Infante nos dice por qué decidió continuar escribiendo en español a pesar de vivir mucho tiempo en Inglaterra, comunicándose en inglés.

Y, por supuesto, aparecen las largas y entrañables reflexiones en torno a la literatura, al lector y al escritor que caracterizan el pensamiento de uno de los escritores-teóricos más importantes de los últimos 20 años: Ricardo Piglia.

Por su parte, Antonio Muñoz Molina, hace un recorrido histórico en el que el libre albedrío del ser humano nos sigue sorprendiendo porque, con horror o con virtud, observamos una cantidad de errores que se repiten no sólo en el siglo XX, sino que nos alcanzan hasta el XXI. Roger Chartier, desde su labor de historiador, nos habla de la importancia de la escritura para desarrollar la Historia.

Otro elemento valioso de este libro son las breves disertaciones sobre el periodismo y sobre la relación que el entrevistado y el entrevistador guardan. En apenas tres páginas, Carlos Alfieri nos dice que prefiere llamarle “Conversaciones” a “Entrevistas” a los textos que se presentan. Y con ello construye una poética personal, si se me permite el término:

 

Prefiero denominarlas conversaciones, más que entrevistas, por su tono calmo, carente del apremio que imponen a menudo los estrictos límites del tiempo concedido por el entrevistado; por la intención de abordar con la mayor extensión y profundidad posibles los temas tratados, por la voluntad de transitar con libertad por territorios no delimitados de antemano y de trascender las cuestiones más subordinadas a la actualidad periodística (p. 9)


Reflexión que, sin duda, comparto pues el periodismo actual ha perdido espacio para las entrevistas largas, de fondo. Es muy complicado encontrar en un medio impreso o electrónico entrevistas de largo aliento. Pareciera ser que éstas están destinadas exclusivamente a los libros.

Las charlas que integran el volumen fueron realizadas entre 1997 y 2007 –nótese la década de trabajo periodístico– en España, aunque publicadas tanto en nuestro continente como en el viejo.

Versiones más o menos completas aparecieron en Revista de Occidente, Cuadernos Hispanoamericanos y Claves de Razón Práctica.

Continuando con la relación entrevistado-entrevistador, Alfieri reflexiona este binomio como un trabajo arduo, de donde él sale bien librado pues es notorio el conocimiento de la obra de cada uno de sus entrevistados. Cuando Carlos apunta sobre por qué llamarle conversaciones y no entrevistas nos ofrece una respuesta sobre la relación arriba señalada:

 

Porque rehúyen apelar a algunos recursos que caracterizan una forma generalizada de practicar la entrevista: el excesivo protagonismo del entrevistador, el diálogo concebido como un combate con el entrevistado, el chisporroteo ingenioso y superficial, la réplica efectista. Habría que agregar que no pocas veces estos estilemas están acompañados por una insolente ignorancia acerca de lo que se está hablando (p.10)

 

Nuevamente comparto lo expresado por Alfieri pues si bien es cierto que debe de haber empatía con el entrevistado, no se debe de caer en fanatismos que nublen la visión de quien va a realizar las preguntas, pero tampoco considero que el entrevistado deba llegar con el cuchillo entre los dientes a refutar cada una de las respuestas de su interlocutor. Todo equilibrio nos dará una buena proporción, en donde no haya exceso de protagonismo del entrevistador, lo cual conlleva a un estudio serio de la obra de quien se sentará frente a nosotros.

Carlos Alfieri logra construir excelentes preguntas en donde logra llevar la conversación hacia temas complicados, pero que transcurren con normalidad. En ocasiones, los entrevistados se notan sorprendidos por las preguntas y eso permite que la respuesta sea más que un dato curioso.

Para mostrar el trabajo periodístico y el genio de las respuestas, dejaré tres ejemplos de cuestionamientos con lo que le dijeron. En el caso de César Aira sobre Juan Rulfo:

 

¿Y el trato gélido que le dedica a Juan Rulfo?

Aprovecharé que no estamos en México para hablar impunemente mal de Rulfo. En México no podría hacerlo: me echarían inmediatamente del país. A pesar de lo que diga mi amiga Nuria Amat, que lo ama tanto, a mí no me gusta esa actitud que ha tenido Rulfo (y que han tenido otros) de hacer una obra, pulirla hasta que les quede bien, hasta que sea perfecta, y después vivir el resto de su vida de los réditos de esa obra.

Me parece que una actitud más generosa de un escritor es seguir escribiendo hasta que no pueda más, hasta cuando empiece a chochear. Escribir hasta reventar y seguir escribiendo, ¿qué importa escribir bien o escribir mal? ¡Qué actitud mezquina es ésa de cuidar el prestigio! Quizás, o seguramente, Rulfo no lo hizo por cuidar su prestigio. Él quedó bastante mal y tal vez no pudo escribir más. Pero no sé, esos dos libritos, que he leído y admirado, quedan en una admiración un poco estéril, creo. (p. 50)

 

O el cuestionamiento a Ricado Piglia:

 

Ha escrito que “la crítica es la forma moderna de la autobiografía”. ¿Por qué?

Por lo que yo recuerdo que quería decir en ese texto, es la idea de que uno en realidad escribe sobre lo que ha leído, o mejor, cree que escribe sobre lo que ha leído y en realidad está escribiendo sobre su vida y sobre la manera en que esas lecturas lo han transformado.

Me parece que algo de eso hay ya en algunos de los grandes textos autobiográficos, como En busca del tiempo perdido, de Proust, que también es un texto donde se entrelazan los libros que él ha leído y la historia de su vida. (p. 83)

 

La mezcla entre escritura y política de Guillermo Cabrera Infante:

 

¿Cómo hace política un escritor? ¿Escribiendo, militando en un partido o en un movimiento?

Los escritores no debieran meterse en política. La única vinculación posible entre un escritor y un político es que los dos trabajan con mentiras. El problema es que la política implica una proyección pública y el escritor tiene una ventaja: que puede escribir y puede publicar, y por lo tanto sus opiniones privadas se hacen públicas con mayor o menor fuerza, lo que no indica que sean acertadas. Al contrario, creo que los políticos aciertan más que los escritores, a juzgar por los escritores de este siglo.

H. G. Wells, que era uno de los hombres más inteligentes de la literatura inglesa, dijo en 1928, hablando de un viaje a la Unión Soviética que habían hecho los esposos Webb, fundadores del Partido Laborista: “Curioso matrimonio, que fue a observar un fenómeno cuando ya no existía”. Pero en 1943 él visitó la Unión Soviética, y nada menos que para entrevistar a Stalin, y no fue nada crítico en su entrevista. Entonces este escritor tan veraz y respetable incurrió en todos los crímenes de su época. (p.150)

 

*Conversaciones de Carlos Alfieri. Katz Editores, 2008.

«Voces en espiral» de Jorge Luis Herrera

La entrevista… ese género  | Por Óscar Alarcón |

@metaoscar 


 

A partir de los últimos dos talleres de Entrevista que he impartido en la ciudad de Puebla, me puse a revisar los libros de entrevistas que he leído. Son muchos y siempre que voy a una librería o feria del libro trato de buscar uno del género.


De esa lectura es que nace esta columna mensual, en donde hablaré de esos libros que rescatan a la entrevista como parte del medio literario.


La entrevista no tiene espacio para las becas que otorga el estado pues si las revisamos, encontraremos que la convocatoria del Sistema Nacional de Creadores de 2024 contempla: Ensayo, Narrativa, Poesía, Traducción Literaria y Letras en lenguas indígenas, esto se debe, quizá, a que la entrevista esté considerada como parte del periodismo aunque no exista un estímulo para la escritura de ésta. Y no es queja, sin embargo considero que es necesario darle espacio a este género para tener un semillero de periodistas y escritores que utilicen a la entrevista no solo como herramienta para escribir una crónica sino a considerarla como un género aparte.


El escritor Yassir Zárate me preguntó que si era común la publicación de los libros en donde fuera pregunta y respuesta.


Más de lo que nos imaginamos, sería la respuesta.


Aquí va mi primera recomendación: Voces en espiral de Jorge Luis Herrera.


***


El libro es ameno. La lectura agradable. Hay un detalle: las entrevistas repiten algunas preguntas pero esto, si el lector no es quisquilloso, no le quita importancia a las respuestas. Los escritores las abordan de distinta perspectiva. Intencional o no, el autor logra darle uniformidad al volumen. Desde José Agustín hasta Alberto Chimal. Y además un solo poeta: César Arístides.


El orden de las entrevistas no es canónico. Es decir: no se trata de ver cuál es el escritor más grande, el de mayor importancia para las letras mexicanas, ni tampoco por género: las charlas se acomodaron por orden de nacimiento.


De una a otra página aparecen Christopher Domínguez Michael, René Avilés Fabila, Vicente Herrasti. ¿Cuál es el lugar común? Su acercamiento a la literatura, los primeros pasos, alguna de sus obras.


La entrevista es un género nada fácil de dominar. Otros lo vemos como una categoría aparte, independiente. Exige prepararse. Es claro que en la entrevista se puede improvisar, pero exige un corpus de preguntas. A la entrevista no se llega en blanco. Detrás hay muchas horas de lectura, conocer la obra del que está sentado enfrente. Jorge Luis Herrera la domina. Otorga unidad y armonía al volumen.


Sean narradoras, dramaturgos o poeta. El trabajo fue arduo. El libro nos ofrece fecha de aparición de las entrevistas. Algunas aparecidas en publicaciones digitales, otras en físico.


En Voces en espiral lo que no conocemos es por qué hizo esta selección de autores o cuál es la intención de entrevistar a estos y no a aquellos. Jorge Luis Herrera no tiene por qué contarlo. De todos modos, lo van a criticar. Las lecturas son personales, quizá haya querido compartirse con sus lectores. Completamente válido.


A lo largo del libro se desnuda la poética de cada uno de los autores, por ahí están los escritores del Crack, aunque falta Volpi. Allá, Ana Clavel y Mónica Lavín. Lo mismo Juan Villoro que Enrique Serna.

Disculpen la insistencia: la labor de entrevistar no es sencilla. Y tampoco la de edición. Horas de grabación, apuntes en diversas libretas. El resultado: un libro que merece atención, pues el tiempo es un ingrediente que va curtiendo con otra perspectiva las pláticas que quedaron para lo que está por venir.


¿Los autores continuarán opinando lo mismo en este momento?


Como una especie de texto introductorio, Jorge Luis Herrera hace una autoentrevista en donde responde sobre su experiencia al entrevistar: “Es un vehículo que debe buscar la empatía entre el entrevistado, el entrevistador y el lector de la entrevista, para pensar juntos e intentar vislumbrar otra realidad”.


Los escritores entrevistados son: Amparo Dávila, Margo Glantz, Sergio Pitol, Antonio Velazco Piña, Angelina Muñiz-Huberman, Beatriz Espejo, René Avilés Fabila, José Agustín, Orso Arreola, Mónica Lavín, Juan Villoro, Enrique Serna, Ana Clavel, Christopher Domínguez Michael, Cristina Rivera Garza, Pedro Ángel Palou, César Arístides, Vicente Herrasti, Ignacio Padilla, Alberto Chimal, Daniel Téllez.

 

*Voces en Espiral de Jorge Luis Herrera, Universidad Veracruzana, colección Cuadernos. México, 2009.

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