Día del libro en México, ¿el país que no lee?

Por Sergio Martínez


La lectura en nuestros días es un hábito mal valorado, incluso despreciado por la mayoría de los estudiantes y la sociedad. En general en la educación escolar en todos sus niveles, la lectura se ve como una carga, y no como una herramienta para adquirir conocimiento o como ejercicio de esparcimiento. Gómez (citada en Gutiérrez & Montes de Oca s/f) define la lectura “como un proceso interactivo de comunicación en el que se establece una relación entre el texto y el lector, quien al procesarlo como lenguaje e interiorizarlo, construye su propio significado. En este ámbito, la lectura se constituye en un proceso constructivo al reconocerse que el significado no es una propiedad del texto, sino que el lector lo construye mediante un proceso de transacción flexible en el que conforme va leyendo, le va otorgando sentido particular al texto según sus conocimientos y experiencias en un determinado contexto”.

Según estadísticas publicadas por la UNESCO en el año 2000, en México se leían en promedio 2.8 libros al año por habitante, lo que colocaba al país en el penúltimo lugar de una lista de 108 naciones,[1] cifra sumamente alejada de los 25 libros que recomienda leer este organismo, y del promedio de lectura de países como Canadá, Finlandia o Noruega, que ocupan los primeros lugares de lectura per cápita con 47 libros leídos al año.  En el 2012 la Encuesta Nacional de Lectura (ENL) ilustró que una década después, los hábitos no habían cambiado; los mexicanos leían al año un promedio de 2.9 libros por habitante. Esta misma encuesta demostraba que en comparación con 2006, el índice de lectura en el país había disminuido diez por ciento; cifra que coincidía con los datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que establecen que de 2000 a 2009 el índice de lectura referente al segmento de alumnos de 15 años y más que leen por placer, descendió diez puntos porcentuales. La ENL señala que las principales causas para no leer son la falta de tiempo, las actividades recreativas y la falta de gusto. Los datos del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la OCDE 2018 (PISA, por sus siglas en inglés), establecen que los estudiantes mexicanos obtuvieron un puntaje bajo el promedio OCDE en lectura, matemáticas y ciencias. En México, solo el 1% de los estudiantes obtuvo un desempeño en los niveles de competencia más altos (nivel 5 o 6) en al menos un área (Promedio OCDE: 16%), y el 35% de los estudiantes no obtuvo un nivel mínimo de competencia (Nivel 2) en las 3 áreas (promedio OCDE:13%). Según datos del INEGI, referentes al Módulo sobre lectura (MOLEC) 2019, en los últimos cinco años, el porcentaje de población que leyó algún material considerado por el MOLEC presentó un decremento cercano a los 10 puntos porcentuales: 84.2% en 2015 contra 74.8% en 2019.

Diversos estudios, señalan que casi el 50 por ciento de los estudiantes mexicanos de educación media superior y superior dedican entre una y cinco horas a la semana a la lectura de textos escolares, y casi el 22 por ciento dedican entre cinco y diez horas a la semana a la misma actividad. En este mismo sentido, Lomelí señala que “la generalidad de los estudiantes lee. Pero lee sólo lo que le es obligatorio por la institución educativa misma. Es decir, el aliciente a la lectura rara vez va más allá del que impulsa la coerción de los sistemas de enseñanza: si no lees, te repruebo. Esto, por descontado, es un fracaso estrepitoso de la enseñanza en México”. Infiriendo estas cifras podemos establecer que el 28 por ciento de los estudiantes antes referenciados no lee, o lee lo mínimo para realizar sus trabajos escolares.

Vargas (2012) apunta que “los bajos índices de comprensión lectora que padecemos en México, y por tanto la pobreza de vocabulario, tienen su origen en la infancia. Por eso es necesario promover un mejor acercamiento a la lectura desde los primeros años. Hay una riqueza enorme de la lengua que no se está utilizando, y un medio fundamental para mejorarla es la lectura”. Lomelí (s/f) establece que en México no se lee “porque, aunque todos dicen que es bueno leer, parece inútil”. Las causas de la poca lectura en el país son multifactoriales, Zaid (citado por Argüelles s/f) da un poco de luz al respecto: “Hay millones de personas con estudios universitarios. Por mal que estén económicamente, pertenecen a la capa superior de la población. Pues bien, estos millones de personas superiores en educación y en ingresos, no dan mercado para más de dos o tres mil ejemplares por título, o mucho menos. Y si las masas universitarias compran pocos libros, ¿para qué hablar de masas pobres, analfabetismo, poco poder adquisitivo, precios excesivos? El problema del libro no está en los millones de pobres que no saben leer y escribir, sino en los millones de universitarios que no quieren leer, sino escribir. Publicar es parte de los trámites normales en una carrera académica o burocrática. Es como redactar expedientes y formularios debidamente llenados para concursar. Nada tiene que ver con leer y escribir. Leer es difícil, quita tiempo a la carrera y no permite ganar puntos más que en la bibliografía citable. Publicar sirve para hacer méritos. Leer no sirve para nada: es un vicio, una felicidad”. Argüelles (s/f) expone, “Existe un analfabetismo cultural (que es algo mucho más que funcional) representado por las personas que aun sabiendo decodificar una palabra, una frase, una oración, un párrafo, una página, al mismo tiempo no sólo carecen del hábito de leer sino que, además, no creen que la lectura cotidiana de libros constituya una experiencia digna de disfrutarse. Leer no es un ejercicio muy popular en el mundo, y leer buenos libros es todavía más impopular lo mismo en México que en otros países, con la única diferencia de que en los países ricos la población culta es más amplia, el tiempo del ocio más prolongado y mejor invertido y la tradición editorial y literaria más respetada y estimada”. Otra arista del problema es la poca o nula alimentación del habito de la lectura desde la niñez, los padres no les leen a sus vástagos; esto sumado a los precios actuales de los libros nos podría explicar los bajos niveles de lectura en el país.

Este problema de falta de interés en la lectura se ha convertido en un lastre para la sociedad mexicana, ya que no tener el hábito de la lectura genera atraso educacional, de formación académica y humana, lo que afecta  directamente en el individuo; “ya que sin una capacidad lectora plenamente desarrollada, los individuos y estudiantes no alcanzan un nivel básico de eficiencia, pues fallan en demostrar rutinariamente habilidades y conocimientos que les permitan afrontar retos del futuro, así como en analizar, razonar y comunicar ideas de manera efectiva y en su capacidad para seguir aprendiendo a lo largo de su vida”.[2]

Ante este panorama se pudiera pensar que en México no existe un orden jurídico que norme y estimule el ejercicio de la lectura, sin embargo existe la Ley de fomento a la lectura y el libro; en 27 apartados articula, cómo y quiénes son los encargados de fomentar la lectura. También existen (y han existido por lo menos en los últimos veinte años) diferentes programas e iniciativas públicas y privadas para fomentar la lectura: Hacía un País de Lectores, México Lee, Plan Nacional para la Educación Básica, Salas de Lectura, Diviértete leyendo, A leer, entre otras. Sin embargo, todo esto no ha servido en lo absoluto para sembrar en la niñez, estudiantes y ciudadanía el hábito de la lectura.

A pesar de que existen los diversos talleres de lectura antes mencionados a nivel institucional en el sector privado y público, y teniendo una cobertura nacional, estos esfuerzos no han acercado a la población al placer y práctica de la lectura. Castillo (2012) alude el fracaso de estos programas y talles a diferentes causas; poca efectividad por burocracia, falta de diseño de acuerdo a las necesidades específicas del público receptor, cambio de régimen político, falta de promoción, poco o nulo presupuesto, desvirtuación de los objetivos y/o metas de los programas, falta de profesionalismo o preparación de los impartidores; pero principalmente una cadena de falencias en la organización estratégica, operatividad, implantación y evaluación de los proyectos, además de una completa desarticulación entre todos los esfuerzos de la promoción de la lectura. Por la misma no sólo se llega al conocimiento y dominio de la teoría y la técnica, sino se estimula el desarrollo, la conciencia, la crítica, alimenta las habilidades cognitivas, mejora la comunicación oral y escrita; además al leer, el lector se apropia del conocimiento, lo hace suyo para edificarse a sí mismo. Es un punto de reflexión y diversión a la vez. 

Vargas (2010) dice sobre la lectura: “gracias a la literatura, a las conciencias que formó, a los deseos y anhelos que inspiró, al desencanto de lo real con que volvemos del viaje a una bella fantasía, la civilización es ahora menos cruel que cuando los contadores de cuentos comenzaron a humanizar la vida con sus fábulas.

Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, menos inquietos e insumisos y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría. Igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida. Quien busca en la ficción lo que no tiene, dice, sin necesidad de decirlo, ni siquiera saberlo, que la vida tal como es no nos basta para colmar nuestra sed de absoluto, fundamento de la condición humana, y que debería ser mejor. Inventamos las ficciones para poder vivir de alguna manera las muchas vidas que quisiéramos tener cuando apenas disponemos de una sola. Sin las ficciones seríamos menos conscientes de la importancia de la libertad para que la vida sea vivible y del infierno en que se convierte cuando es conculcada por un tirano, una ideología o una religión. Quienes dudan de que la literatura, además de sumirnos en el sueño de la belleza y la felicidad, nos alerta contra toda forma de opresión, pregúntense por qué todos los regímenes empeñados en controlar la conducta de los ciudadanos de la cuna a la tumba, la temen tanto que establecen sistemas de censura para reprimirla y vigilan con tanta suspicacia a los escritores independientes. Lo hacen porque saben el riesgo que corren dejando que la imaginación discurra por los libros, lo sediciosas que se vuelven las ficciones cuando el lector coteja la libertad que las hace posibles y que en ellas se ejerce, con el oscurantismo y el miedo que lo acechan en el mundo real. Lo quieran o no, lo sepan o no, los fabuladores, al inventar historias, propagan la insatisfacción, mostrando que el mundo está mal hecho, que la vida de la fantasía es más rica que la de la rutina cotidiana. Esa comprobación, si echa raíces en la sensibilidad y la conciencia, vuelve a los ciudadanos más difíciles de manipular, de aceptar las mentiras de quienes quisieran hacerles creer que, entre barrotes, inquisidores y carceleros viven más seguros y mejor.

La literatura es una representación falaz de la vida que, sin embargo, nos ayuda a entenderla mejor, a orientarnos por el laberinto en el que nacimos, transcurrimos y morimos. Ella nos desagravia de los reveses y frustraciones que nos inflige la vida verdadera y gracias a ella desciframos, al menos parcialmente, el jeroglífico que suele ser la existencia para la gran mayoría de los seres humanos, principalmente aquellos que alentamos más dudas que certezas, y confesamos nuestra perplejidad ante temas como la trascendencia, el destino individual y colectivo, el alma, el sentido”.




Bibliografía
Argüelles, J. (s/f) Los usos de la lectura en México. Consultado en línea  (23 de abril de 2020): http://www.uaemex.mx/plin/colmena/Colmena35-36/Aguijon/Arguelles.html
Avilés, K. (2012) México, uno de los países de la OCDE donde más bajó la lectura por placer. Consultado en línea  (23 de abril de 2020): http://www.jornada.unam.mx/2012/02/16/sociedad/047n2soc
Camacho, F. (2011) Los bajos índices de lectura generan pobreza de vocabulario: especialista. Consultado en línea  (23 de abril de 2020): http://www.jornada.unam.mx/2011/11/14/sociedad/041n2soc 
Castillo, L. (2012) De los programas de Fomento a la lectura en México. Consultado en línea  (23 de abril de 2020): http://www.gestioncultural.org.mx/revista/04/A2-N4-Castillo.pdf  
Felipe, L. (s/f) ¿Por qué no leen, los que no leen? Consultado en línea  (23 de abril de 2020): http://www.fundacionpreciado.org.mx/biencomun/bc162/L_Lomeli.pdf   
Fundación Mexicana para el Fomento de la Lectura (2012) Encuesta Nacional de Lectura 2012. Consultado en línea  (23 de abril de 2020): https://observatorio.librosmexico.mx/files/enc-nac-lec-2012.pdf
Gutiérrez, A.; Montes de Oca R. (s/f) La importancia de la lectura y su problemática en el contexto educativo universitario. El caso de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (México). Consultado en línea  (23 de abril de 2020): https://rieoei.org/RIE/article/view/3265
Instituto Nacional de Estadística y Geografía. (2019) Población lectora en México con tendencia decreciente en los últimos cinco años. Consultado en línea  (23 de abril de 2020): https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2019/EstSociodemo/MOLEC2018_04.pdf
Ley de fomento a la lectura y el libro (2008) Consultado en línea  (23 de abril de 2020): http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/LFLL_190118.pdf
Montaño, E. (2012) Decrece en México el número de lectores, según encuesta. Consultado en línea  (23 de abril de 2020): http://www.jornada.unam.mx/2012/11/28/cultura/a05n1cul
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (2018) El Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la OCDE. Consultado en línea  (23 de abril de 2020): http://www.oecd.org/pisa/publications/PISA2018_CN_MEX_Spanish.pdf
UNESCO. World Education report 2000: The right to education: towars education forall throughout life. París: UNESCO Publishing, 2000. 178 p.
Vargas, M. (2010) Elogio de la lectura y la ficción. Consultado en línea  (23 de abril de 2020): https://www.cepchile.cl/cep/site/artic/20160304/asocfile/20160304095428/rev120_MVargasLlosa.pdf
Yunes, E. (2005) Políticas públicas de lectura: modos de hacerlas. Consultado en línea (23 de abril de 2020): www.oei.es › politicas_publicas_lectura_yunes




[1] UNESCO. World Education report 2000: The right to education: towars education forall throughout life. París: UNESCO Publishing, 2000. 178 p.

[2] Gutiérrez, R.; Montes de Oca R (s/f) La importancia de la lectura y su problemática en el contexto educativo universitario. El caso de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (México).

Letrinas: Introspectiva de un concierto lejano

Por Christian Sainos


Eran las 7:30 cuando subí al microbús; tuve que soportar durante el largo viaje (vivo bastante alejada de lo que llaman civilización) el delicado perfume de mi vecino de asiento, el cual podría jurar era mecánico, ¿por qué?, no sé, corazonadas… (aunque creo que el ácido hedor que emanaba de sus poros, la playera roída del PRI con manchas de grasa, salsa verde, frijoles y diesel me predispuso). Juro que trataba de no prestarle atención; ni a él, ni al par de señoritas sesentonas que venían comentando muy “disimuladamente” lo puta que me veía… que si “las medias de red” que si “en sus tiempos las muchachitas eran decentes”, que “si mi madre me viera…”

¿Si mi madre me viera?… me pregunto cómo hubiera sido. A veces, en mis fantasías, llego a casa y ella me espera feliz, me mira detenidamente, sugiere retocar mi maquillaje.

- El lipstick negro cuando comienza a desvanecerse ¡se ve fatal!

Y me presume el nuevo corset de vinil que una amigo suyo del Chopo le consiguió ¡baratísimo!

Sí, creo que así hubiera sido mi madre… ¡habría sido la cuarentona mas sexy de la colonia!, habría ido conmigo al concierto de Goethes Erben, y seguramente hubiera gritado como una loca al ver a Sean Brennan destrozar el circo volador con su Sacrifice… Sí, definitivamente doña Alicia está mal, esa anciana no sabe nada de mi madre; mucho menos de mí.

Ya no quiero escuchar tanta incoherencia, me pongo los audífonos y dejo que Indovina haga lo suyo: I bleed for youu… Sí, creo que es lo mínimo que podría hacer por ti.

Súbitamente: impacto con otro microbús.

El efecto resorte que sufren todos los cuerpos de la unidad sesenta y seis me obliga a volver a la realidad. Ahí sigue el presunto mecánico, aún no se bajan doña Alicia y su comadre, el escuincle de la señora de adelante no ha dejado de chillar…

Por salud mental bajo del micro, además el Instituto Cultural Poblano queda a sólo cuatro calles de aquí.

¿Por qué todas las tocadas serán en el ICP? No se, pero de cualquier forma ese lugar me gusta.

Por fin llego a mi destino. Cruzo el lobby.

Algunos contemplan la exposición pictórica de algún desconocido. Miro a mi alrededor, ¿en qué punto de la historia ser dark se convirtió en moda?…

A ese vieja yo la conozco, iba conmigo en la prepa y afortunadamente nunca me habló, obvio porque su “selecto” grupo de amigas fresas no se lo permitirían. Tan sólo la semana pasada la vi en Angelópolis ligando… Pero, por lo que veo ahora es toda una “bruja”.

Es desagradable ver a tanta gente vestida de negro reunida en el edificio que alguna vez fuera penitenciaría del estado… años después estos también son presos, pero de su propia necesidad de aceptación.

- Ahora soy un número, un número “oscuro”, pero finalmente, parte de la maldita estadística -.

Ya no importa, me trago mi complejo de “uniformidad” y concentro mis pensamientos en la banda que tocará; son buenos, a mí realmente me late su concepto aunque digan que es medio fresón, lo más chido es que son una banda local consagrada.

Supongo que mamá se estaría quejando en este momento, diría que en sus tiempos la oscuridad era un compromiso, no una moda, que era una verdadera forma de vida…

Suspiro.

- Mamá siempre fue una aferrada -.

Prendo un cigarro.
- En estos tiempos es más fácil conseguir mota que un cigarro que no sea pirata-.

Alboroto, gritos desaforados. El vocalista de la banda estelar sale al patio a dar autógrafos…

Gran número de brujas y vampiresas de no más de dieciséis años corren hacia él.

Sacan fotos, piden el autógrafo obligado y una de ellas temerariamente propina senda mordida en el nada poco codiciado trasero del ídolo. Su manager (que también es la fotógrafa oficial y esposa) ¡casi mata a la intrépida grupi! Seguridad interviene y la audaz caníbal es expulsada del concierto. Sus amigas protestan por la agresiva reacción de la “manager”.
– Si yo fuera ella supongo que habría hecho lo mismo –.

A pesar de los cuarenta y tantos que se carga ese güey aun levanta pasiones…

¿Cómo habrá estado hace veinte años?

Mi madre estaría divertidísima con la situación; ella los conoció en ese entonces, de hecho creo que hasta la fecha les debe un cartón de chelas… Sólo espero que las deudas no sean hereditarias.

Por fin comienza el concierto, la banda telonera: Endless Grief, creo que son de Monterrey.

Sí, aún recuerdo que mamá vestía de negro; se ve chida en esa foto que le sacaron con Pilar, la vocalista de Endless…

Cuarenta y cinco minutos después el escenario se llena con la elegancia y fuerza de Excecror Vecordia, ¡esa banda me encanta! Suenan pocamadre en vivo; mejor que en el demo que tenía mamá.

Dicen los que saben que yo fui procreada después de un concierto de Excecror. Papá no quería ir, el prefería el ska…

Toca el turno a Erzebeth.

Canceló.

El intento de ser humano parado en el escenario argumenta que fue por causas de fuerza mayor. Rechiflas y botellazos al escenario.

Algunos comentan molestos: seguramente uno de los clásicos aires de diva de la vocalista. Aunque de buena fuente sé que se le atoró una espina de pescado en la garganta y fue llevada de urgencia al hospital.

Quizá muera.

Cuando mi padre decidió volverse “oscuro” se volvió fan también de Erzebeth. Mamá los detestaba eso explica porqué nunca escuche nada de ellos...

La cancelada actuación da paso a la banda estelar.

Los ánimos se encienden, la gente grita cuando el bajista con su aire peculiar, como escapado de alguna película de Tim Burton, saluda al público que impaciente espera.

Mamá era especial, amaba el arte, tocaba el violín, gustaba de la literatura, los hombres y el buen whisky…

El reflector ilumina el demacrado semblante de la tecladista.

Chiflidos y vulgares piropos masculinos llenan el patio poligonal, a los que ella contesta sin mayor emoción con una seña obscena. Esto prende aún más al público que ansioso clama que comience el show.

Mi primer concierto fue en noviembre del dos mil dos, Ataraxia vino a Puebla, mamá estaba embarazada de mí…

Una larga cabellera negra es el marco perfecto para pálido rostro que hace acto de presencia en el escenario, sus delgadas blancas y largas manos aprisionan el micrófono, su belleza etérea hechiza el lugar.

La gente enloquece…

Mamá tenía una linda sonrisa de foto, un día ella se durmió. Yo quería jugar…

Las miradas ahora se concentran en una andrógina y esbelta silueta. Los gritos femeninos recuerdan el último concierto de aquel famoso cantante pop…

A mami le gustaba el cine gore, vimos la serie completa de Trauma juntas… no sé por qué pero, creí que sería divertido…

¡Es “L4 Pet1t M0rt3” y están de vuelta en el lugar que los vio debutar hace tantos años atrás! Un orgasmo masivo se siente en el aire. Los cuerpos se mecen al compás del synth-pop-goth-glam hecho en Puebla.

No cabe duda que por algo son una de las mejores bandas a nivel internacional.

Cuando corté su cuello la sangre brotó a chorros ¡como en las películas!

Era muy roja... ¡ y caliente!
Pero mamá no reía…

La música envuelve los centenares de almas reunidas en ese viejo edificio cultural. Luces de colores bañan la silueta femenina que con etéreos sonidos hechiza a la multitud…

El concierto terminó.

Todos se dispersan.

Ataraxia los reunió en el marco del Festival Internacional de Puebla, emisión dos mil dos.

Seres oscuros ahora deambulan por la Puebla de noche; instantes atrás comulgaban con esas delirantes notas, ahora vuelven a sus rutinas mortales.

Ella camina pensativa. Se sabe parte de una escena incipiente; quizá inexistente.

Viste en terciopelo negro. Está embarazada y no sospecha lo que el futuro traerá…


Chrys Sainos *2004


Letrinas: El pretérito

Por Adriana Fabian Galicia
Foto: CordonPress



Que si es perfecto o imperfecto, perfecto compuesto,  anterior o quién sabe qué más. El pretérito es... dos puntos y redoble de tambores:
    
- Los recuerdos-

Con tantos tipos, con un nombre diferente, parece tornarse complicado. Cuando simplemente hablamos del pasado.  (Empero, no soy lingüista). A mí me complica pero no precisamente la conjugación.

He pensado en el pasado, en el pasado llamado hace unos meses, hace una semana, hace apenas unos cuantos días. No es que me encasillen en el pasado o me niegue a vivir el presente. Es más bien, una especie de confusión, asombro, admiración; básicamente estoy perpleja. Todo en las noticias es sobre un virus, sobre este y sus efectos, pero no sólo en el cuerpo sino en el mundo. Ante nuestros ojos se  ejemplifica el efecto mariposa, acompañado de su buen amigo el efecto dominó y todos los demás que están por venir.

Las circunstancias para todos los que nos rodean son completamente un desajuste para la vida diaria. Los planes y proyectos son tan maleables como un pedazo de papel, pues, aunque no literal, si parecen ser tomados por la mano de [algún ente supra terrenal o el ser que cada quien quiera suponer] para hacerlo bolita y aventarlo muy muy lejos.

¿Qué hacemos? ¿Comer papitas y ver Netflix? ¿Limpiar desenfrenadamente y ver noticias todo el día? ¿O salir a la calle porque no hay otra alternativa? Lo cierto es que no  debemos ser tan duros con nosotros mismos o con los demás, cada quien hará con estos días  lo que le convenga o disconvenga.

Afortunadamente, no todo es una tragedia. La vida va a seguir (spoiler seguro cosas peores sucederán). Pero la experiencia de cuarentena, los lunes que parecen domingo, los rincones de la casa que has redescubierto, la convivencia aunque no voluntaria con tu familia, incluyendo mascotas o al menos la educación sobre el correcto lavado de manos nadie nos lo va a quitar.

Si, hace un mes estaba en una plaza comercial, estaba viendo una película, hace un mes abrazaba, tocaba, besaba con total normalidad. Hace un mes las calles estaban repletas de personas, todos iban al trabajo, a la escuela y existía el viernes social.

Definitivamente hoy también será pasado, un recuerdo, la lección que todos necesitábamos. Concentrémonos en convivir con la incertidumbre, nuestro compañero desde que amanece hasta que anochece. Algún día despertaremos, todo será un recuerdo narrado en los libros de texto.

Letrinas: Signos de un tiempo mudo

Por Gema Mateo


Caminé de manera pausada hasta la puerta, como suele ser costumbre por las mañanas; a pesar de que logré desayunar había un vacío en mi estómago que no lograba explicar. 

La calle me recibió inmensa, solitaria, pero con la melodía de algunas aves que intenté buscar sin éxito en las copas de los árboles. Estaba el azul abierto de compañero, esperé encontrar a la señora Juanita, quien se coloca de manera estratégica afuera de la tienda para vender sus deliciosos tamales de dulce, mole y rajas. Pero no la vi, tampoco al señor repartidor de gas que conduce justo a esa hora su vehículo, ni a los infantes que van de la mano con sus padres hacia el colegio. 

Aquello era un cuadro marchito, una afonía que no alcanzaba a pronunciar su rescate; llegué hasta el inicio del metro y nuevamente me recibía el vacío. De repente, haber deseado que por un día todas las personas desaparecieran no era buena idea. Es que no dejaban de contaminar, no se detenían a admirar la marea invisible que traza el viento cuando mueve las flores de las jacarandas. 

Al no haber persona alguna decidí caminar para llegar a mi destino, después de todo nadie me iba a mirar con desagrado por la forma en que vestía, cierta liberación se instaló en mi mente, no tenía por qué sentirme mal; seguro aprenderían después de esta lección, cuando por la noche volviera a desear que regresaran. 

Me detuve en frío cuando pensé en mi madre, ¿acaso también se habría eclipsado en esta dimensión? Saqué el celular de inmediato y la llamé, pero no había señal, miré alrededor y ahí estaba, el silencio acosador, la nada que me envolvía en un mundo de cosas materiales que ya no tenían sentido. 

Corrí con desespero hacia la casa de mi familia, la entrada abierta, como si la última persona no hubiera logrado cerrar la puerta, adentro sólo encontré ecos, crujidos de madera y el ruido de la vieja plomería. Quise dormir, grité en voz alta que ellos regresaran, pero no lo conseguí. 

Así transcurrió la tarde muda, el rayo de luz color naranja que reposaba en mi piel pero que no llegaba a mi corazón agitado y frío. Había sido mi desesperación la que desvaneció toda la población, ella y yo nos habíamos quedado al final, sin poder reconstruir con paciencia todo lo que no funcionaba.

«Alza la Vista» y la introspección de Daniel Dennis

Por Erick Araujo
TW @iamaraujo10

Un sector de la música independiente mexicana ha venido a la alza gracias a propuestas que han dado de qué hablar en todo el país (Ed MaverickBrattyDRIMS); con sonidos, letras y fórmulas muy específicas que les han permitido sobresalir en la nueva industria musical. 

Entre esas propuestas encontramos el folk rock de Daniel Dennis, originario de Tijuana, con dos LP’s en su baraja: “Corre el Tiempo” y “Alza la Vista”. Éste último le ha permitido encontrarse a sí mismo en un viaje lleno de paisajes armónicos, melódicos y reflexivos.

“Alza la Vista” es un álbum donde encontramos que el inicio de este viaje es “Al Horizonte” para hacernos saber que no estaremos perdidos mientras mantengamos la vista hacia el lugar donde queremos llegar. Al Horizonte no sólo representa el inicio del viaje, sino el camino por el cual nos llevarán los acordes de Daniel Dennis.

El segundo track “Lo que tenga que pasar” destaca mucho en principio con percusiones que a lo largo de la canción nos llevan a un punto de algarabía musical y que pase lo que tenga que pasar. El tema concepto “Alza la Vista” es una oda a la vida, muchas guitarras, rock y una lírica que alude a la esperanza en tiempos desoladores, uno de los mejores paisajes de un álbum lleno de vaivenes, pues inmediatamente viene “Ciclo”, que deja atrás la electricidad y con cuerdas más acústicas nos recuerda que es en los ciclos lo natural es volver a empezar.

La introspección es una virtud que está presente en cada una de las letras para el oyente, en lo que fuimos y somos, encontrando “Reflejo de mi Ser” y “Pensando en Hoy”, dos canciones intermedias que mantienen esa elegía intuitiva.

Hace unas semanas, Daniel Dennis estrenó el video oficial de “Otra Noche Sin Dormir”, quizá la canción más destacada del disco y que es imposible dejar pasar por alto.




El final del viaje sólo es el comienzo de algo nuevo… Daniel Dennis cierra este material con un “Día Nuevo” tras haber recorrido paisajes armónicos y otros llenos de contrastes, la historia se renueva al empezar el día con una taza de café y una guitarra acústica, o en nuestro caso, con una buena playlist.

Sin duda alguna esta producción tiene el potencial para situarse como una propuesta fresca en el espectro musical de nuestros días con un estilo folk rock que, entre tanto ruido comercial, siempre se agradece escuchar. Daniel Dennis nos regala “Alza la Vista” no sólo como su viaje en solitario de introspección, sino también nos invita a ser pasajeros de una travesía con caminos que seguramente nos parecerán familiares o cruciales en nuestra vida; ideal para tomarnos un tiempo, pensar y serenar nuestras emociones y, comenzar una nueva historia.

«El huésped», un cuento de Amparo Dávila

Recordamos a la escritora Amparo Dávila con uno de sus extraordinarios relatos. Tremenda cuentista y una de las grandes plumas de la literatura fantástica y de terror que ha dado México.

“Que no muera un día nublado ni frío de invierno” pidió durante la celebración de sus 90 años y, al parecer, su deseo se cumplió: murió en primavera.



El huésped

Nunca olvidaré el día en que vino a vivir con nosotros. Mi marido lo trajo al regreso de un viaje.

Llevábamos entonces cerca de tres años de matrimonio, teníamos dos niños y yo no era feliz. Representaba para mi marido algo así como un mueble, que se acostumbra uno a ver en determinado sitio, pero que no causa la menor impresión. Vivíamos en un pueblo pequeño, incomunicado y distante de la ciudad. Un pueblo casi muerto o a punto de desaparecer.

No pude reprimir un grito de horror, cuando lo vi por primera vez. Era lúgubre, siniestro. Con grandes ojos amarillentos, casi redondos y sin parpadeo, que parecían penetrar a través de las cosas y de las personas.

Mi vida desdichada se convirtió en un infierno. La misma noche de su llegada supliqué a mi marido que no me condenara a la tortura de su compañía. No podía resistirlo; me inspiraba desconfianza y horror. “Es completamente inofensivo” —dijo mi marido mirándome con marcada indiferencia. “Te acostumbrarás a su compañía y, si no lo consigues...” No hubo manera de convencerlo de que se lo llevara. Se quedó en nuestra casa.

No fui la única en sufrir con su presencia. Todos los de la casa —mis niños, la mujer que me ayudaba en los quehaceres, su hijito— sentíamos pavor de él. Sólo mi marido gozaba teniéndolo allí.

Desde el primer día mi marido le asignó el cuarto de la esquina. Era ésta una pieza grande, pero húmeda y oscura. Por esos inconvenientes yo nunca la ocupaba. Sin embargo él pareció sentirse contento con la habita­ción. Como era bastante oscura, se acomodaba a sus necesidades. Dormía hasta el oscurecer y nunca supe a qué hora se acostaba.

Perdí la poca paz de que gozaba en la casona. Durante el día, todo marchaba con aparente normalidad. Yo me levantaba siempre muy temprano, vestía a los niños que ya estaban despiertos, les daba el desayuno y los entretenía mientras Guadalupe arreglaba la casa y salía a comprar el mandado.

La casa era muy grande, con un jardín en el centro y los cuartos distribuidos a su alrededor. Entre las piezas y el jardín había corredores que protegían las habitaciones del rigor de las lluvias y del viento que eran frecuentes. Tener arreglada una casa tan grande y cuidado el jardín, mi diaria ocupación de la mañana, era tarea dura. Pero yo amaba mi jardín. Los corredores estaban cubiertos por enredaderas que floreaban casi todo el año. Recuerdo cuánto me gustaba, por las tardes, sentarme en uno de aquellos corredores a coser la ropa de los niños, entre el perfume de las madreselvas y de las buganvilias.

En el jardín cultivaba crisantemos, pensamientos, violetas de los Alpes, begonias y heliotropos. Mientras yo regaba las plantas, los niños se entretenían buscando gusanos entre las hojas. A veces pasaban horas, callados y muy atentos, tratando de coger las gotas de agua que se escapaban de la vieja manguera.

Yo no podía dejar de mirar, de vez en cuando, hacia el cuarto de la esquina. Aunque pasaba todo el día dur­miendo no podía confiarme. Hubo veces que, cuando estaba preparando la comida, veía de pronto su sombra proyectándose sobre la estufa de leña. Lo sentía detrás de mí... yo arrojaba al suelo lo que tenía en las manos y salía de la cocina corriendo y gritando como una loca. Él volvía nuevamente a su cuarto, como si nada hubiera pasado.

Creo que ignoraba por completo a Guadalupe, nunca se acercaba a ella ni la perseguía. No así a los niños y a mí. A ellos los odiaba y a mí me acechaba siempre.

Cuando salía de su cuarto comenzaba la más terrible pesadilla que alguien pueda vivir. Se situaba siempre en un pequeño cenador, enfrente de la puerta de mi cuarto. Yo no salía más. Algunas veces, pensando que aún dormía, yo iba hacia la cocina por la merienda de los niños, de pronto lo descubría en algún oscuro rincón del corredor, bajo las enredaderas. “¡Allí está ya, Guadalupe!”, gritaba desesperada.

Guadalupe y yo nunca lo nombrábamos, nos parecía que al hacerlo cobraba realidad aquel ser tenebroso. Siempre decíamos: —allí está, ya salió, está durmiendo, él, él, él...

Solamente hacía dos comidas, una cuando se levantaba al anochecer y otra, tal vez, en la madrugada antes de acostarse. Guadalupe era la encargada de llevarle la bandeja, puedo asegurar que la arrojaba dentro del cuarto pues la pobre mujer sufría el mismo terror que yo. Toda su alimentación se reducía a carne, no probaba nada más.

Cuando los niños se dormían, Guadalupe me llevaba la cena al cuarto. Yo no podía dejarlos solos, sabiendo que se había levantado o estaba por hacerlo. Una vez terminadas sus tareas, Guadalupe se iba con su pequeño a dormir y yo me quedaba sola, contemplando el sueño de mis hijos. Como la puerta de mi cuarto quedaba siempre abierta, no me atrevía a acostarme, temiendo que en cualquier momento pudiera entrar y atacarnos. Y no era posible cerrarla; mi marido llegaba siempre tarde y al no encontrarla abierta habría pensado… Y llegaba bien tarde. Que tenía mucho trabajo, dijo alguna vez. Pienso que otras cosas también lo entretenían...


Una noche estuve despierta hasta cerca de las dos de la mañana, oyéndolo afuera... Cuando desperté, lo vi junto a mi cama, mirándome con su mirada fija, penetrante... Salté de la cama y le arrojé la lámpara de gasolina que dejaba encendida toda la noche. No había luz eléctrica en aquel pueblo y no hubiera soportado quedarme a oscuras, sabiendo que en cualquier momento... Él se libró del golpe y salió de la pieza. La lámpara se estrelló en el piso de ladrillo y la gasolina se inflamó rápidamente. De no haber sido por Guadalupe que acudió a mis gritos, habría ardido toda la casa.

Mi marido no tenía tiempo para escucharme ni le importaba lo que sucediera en la casa. Sólo hablábamos lo indispensable. Entre nosotros, desde hacía tiempo el afecto y las palabras se habían agotado.

Vuelvo a sentirme enferma cuando recuerdo... Gua­dalupe había salido a la compra y dejó al pequeño Martín dormido en un cajón donde lo acostaba durante el día. Fui a verlo varias veces, dormía tranquilo. Era cerca del mediodía. Estaba peinando a mis niños cuando oí el llanto del pequeño mezclado con extraños gritos. Cuando llegué al cuarto lo encontré golpeando cruelmente al niño. Aún no sabría explicar cómo le quité al pequeño y cómo me lancé contra él con una tranca que encontré a la mano, y lo ataqué con toda la furia contenida por tanto tiempo. No sé si llegué a causarle mucho daño, pues caí sin sentido. Cuando Guadalupe volvió del mandado, me encontró desmayada y a su pequeño lleno de golpes y de araños que sangraban. El dolor y el coraje que sintió fueron terribles. Afortunadamente el niño no murió y se recuperó pronto.

Temí que Guadalupe se fuera y me dejara sola. Si no lo hizo, fue porque era una mujer noble y valiente que sentía gran afecto por los niños y por mí. Pero ese día nació en ella un odio que clamaba venganza.

Cuando conté lo que había pasado a mi marido, le exigí que se lo llevara, alegando que podía matar a nuestros niños como trató de hacerlo con el pequeño Martín. “Cada día estás más histérica, es realmente doloroso y deprimente contemplarte así... te he explicado mil veces que es un ser inofensivo.”

Pensé entonces en huir de aquella casa, de mi marido, de él... Pero no tenía dinero y los medios de comunicación eran difíciles. Sin amigos ni parientes a quienes recurrir, me sentía tan sola como un huérfano.

Mis niños estaban atemorizados, ya no querían jugar en el jardín y no se separaban de mi lado. Cuando Guadalupe salía al mercado, me encerraba con ellos en mi cuarto.

—Esta situación no puede continuar —le dije un día a Guadalupe.

—Tendremos que hacer algo y pronto —me contestó.

—¿Pero qué podemos hacer las dos solas?

—Solas, es verdad, pero con un odio...

Sus ojos tenían un brillo extraño. Sentí miedo y alegría.

La oportunidad llegó cuando menos la esperábamos. Mi marido partió para la ciudad a arreglar unos negocios. Tardaría en regresar, según me dijo, unos veinte días.

No sé si él se enteró de que mi marido se había mar­chado, pero ese día despertó antes de lo acostumbrado y se situó frente a mi cuarto. Guadalupe y su niño dur­mieron en mi cuarto y por primera vez pude cerrar la puerta.

Guadalupe y yo pasamos casi toda la noche haciendo planes. Los niños dormían tranquilamente. De cuando en cuando oíamos que llegaba hasta la puerta del cuarto y la golpeaba con furia...

Al día siguiente dimos de desayunar a los tres niños y, para estar tranquilas y que no nos estorbaran en nuestros planes, los encerramos en mi cuarto. Guadalupe y yo teníamos muchas cosas por hacer y tanta prisa en realizarlas que no podíamos perder tiempo ni en comer.

Guadalupe cortó varias tablas, grandes y resistentes, mientras yo buscaba martillo y clavos. Cuando todo estuvo listo, llegamos sin hacer ruido hasta el cuarto de la esquina. Las hojas de la puerta estaban entornadas. Conteniendo la respiración, bajamos los pasadores, después cerramos la puerta con llave y comenzamos a clavar las tablas hasta clausurarla totalmente. Mientras trabajábamos, gruesas gotas de sudor nos corrían por la frente. No hizo entonces ruido, parecía que estaba durmiendo profundamente. Cuando todo estuvo terminado, Guadalupe y yo nos abrazamos llorando.

Los días que siguieron fueron espantosos. Vivió mu­chos días sin aire, sin luz, sin alimento... Al principio golpeaba la puerta, tirándose contra ella, gritaba deses­perado, arañaba... Ni Guadalupe ni yo podíamos comer ni dormir, ¡eran terribles los gritos...! A veces pensábamos que mi marido regresaría antes de que hubiera muerto. ¡Si lo encontrara así...! Su resistencia fue mucha, creo que vivió cerca de dos semanas...

Un día ya no se oyó ningún ruido. Ni un lamento... Sin embargo, esperamos dos días más, antes de abrir el cuarto.

Cuando mi marido regresó, lo recibimos con la noticia de su muerte repentina y desconcertante.

Letrinas: ¿Quién escuchó caer al árbol?


¿Quién escuchó caer al árbol?

Por Julieta González Valle


Doña Carlota, tu patrona, te mandará lejos de la casa para que recojas un par de leños secos en el bosque, tú la obedecerás a pesar de que ya es tarde, pues sabes que las noches son muy frías y te conviene que haya algo que quemar en la chimenea, ya que aquella gran casona en la que vives es muy fría y la leña de hace unos días está por extinguirse. Antes de salir, le avisarás a tu patrona que Don Ezequiel, su marido, ha llegado a casa. Ella te dirá que está bien y te dirá que te apresures a ir al bosque, pues te quiere de regreso lo antes posible. Rápidamente vas a tu cuarto, el cual se encuentra atrás de la cocina y justo al entrar besas una foto de tus padres, les extrañas, piensas que ojalá no hubieran muerto. Te pones un poco nostálgica, pero recuerdas que debes darte prisa o si no tu patrona se enojará y no te dejará ir al panteón a ver a tus progenitores. Besas por última vez su foto y te la colocas como siempre en el resorte de tu enagua, sabes perfectamente que ahí no se caerá, pues lo has hecho con anterioridad. Cerrarás la puerta de tu cuarto e inmediatamente Don Ezequiel te interceptará y te tomará del brazo, te dirá que te desaparezcas por un rato, que no regreses tan pronto porque tiene asuntos pendientes con su mujer, tu asentirás y te alejarás un poco. Él te gritará antes de que llegues al portón y te dirá que cuando regreses entres por la cocina, pues le pondrá tranca a la puerta desde antes. Asentirás de nuevo, caminarás un poco más y abrirás para salir por el gran portón de madera, emprendiendo camino hacia el bosque junto con el hacha oxidada de siempre y la reata nueva que compro el patrón para que no debas usar cordones de rafia, ambos saben que estos últimos se rompen y es muy pesado traer pocos leños y muchas astillas.

Caminarás por las calles empedradas cuesta arriba, pensando, pensando acerca de todo. Pensarás acerca de los rumores que han estado en el aire con respecto a tus patrones, aquellos que versan acerca de que los brazos de tu patrona están morados y que se maquilla de más para que nadie note los moretones que al parecer le ocasiona su esposo. Pensarás porqué la maestra del pueblo, Doña Ana, visita la casona de manera constante e incluso escucharás aquellas palabras que tu patrona le brindo a dicha mujer cuando cuestionó porque no te envían a la escuela, resonando en tu cabeza lo siguiente: ella es como una mula, sólo sirve para el trabajo y acá entre nosotras, su presencia hace que mi marido no sea tan pesado. Aquel resonar de palabras en tu cabeza te hará sentir un poco triste pero también un tanto extrañada, pues tu patrón actúa de una manera muy normal y te resulta imposible que sea un hombre violento. Descartarás tu tristeza e inmediatamente tus pensamientos se enfocarán en tu patrón, pensarás en sus modos y admitirás que a veces te da miedo cuando te levanta la voz o te abofetea, pero a pesar de todo le miras como un buen cristiano que va a la iglesia cada domingo y que trata normalmente a todos sus empleados, teniendo incluso amistad con algunos de ellos, especialmente con Don Erasmo, su capataz.

Rápidamente cambiarás el enfoque de tus ideas y pensarás en tus quehaceres del día siguiente. Pensarás en que al amanecer deberás prepararles el desayuno a los patrones y después deberás apilar los leños y aguardarlos bien. Voltearás hacia la escuela del pueblo, aquel edificio de cantera rosada del cual saldrá el joven profesor Carlos. Lo mirarás un momento, sabes que te gusta verlo, te gusta el color de sus ojos miel y piensas que su piel es más blanca que la nieve que se junta cuando graniza en el pueblo. Él te saludará cordialmente y tú le responderás el saludo, luego él se irá calle abajo y tu seguirás cuesta arriba pensando en que algún día te gustaría casarte con un hombre como él… no te atreves a admitir que te encantaría casarte con él específicamente. Pasará por tu mente el pensamiento que te suele ser recurrente, aquel de tener una excusa tonta para poder hablar con él, pero inmediatamente te cohibirás como siempre, pues sabes muy bien que un hombre estudiado y guapo como él no se fijaría ni por error en una mujer como tú; una joven criada que no sabe leer, ni mucho menos escribir. Te distraerás al mirarle mientras piensas fugazmente todo aquello y eso te hará dar un paso en falso, esto último hará romper tu sandalia, tendrás que quitártelas. Te quitarás ambas sandalias y te las colgarás en el cuello, pensarás en la tortura del empedrado cuesta abajo al regresar, pero afortunadamente te percatarás de que al menos en ese momento, te encontrarás en un piso más firme y al menos ahí no es problema, habrás llegado al bosque.

Te adentrarás en el mismo y sentirás cómo tus pies descalzos se encuentran con el crujir de las hojas secas, es una sensación extraña pero no desconocida pues no es la primera vez que has pisado hojas secas. Mientras camines, el único sonido que invadirá tus oídos será el de las hojas secas siendo aplastadas por tus plantas, evocando un olor a vegetación húmeda que extrañamente te gusta mucho. Percibirás arboles pequeños, los cuales serán perfectos para tu propósito, prepararás aquella vieja hacha y empezarás a talar desde la raíz, teniendo sumo cuidado de que el árbol semi caído no caiga de tu lado, pues sabes que otro accidente laboral te dejará completamente en la calle, Doña Carlota no te perdonaría algo así.

Pensarás en los ángulos correctos para ejecutar la tarea que te fue otorgada, considerando minuciosamente que al caer los troncos debes dejar que la caída de este te facilite separarlo de la raíz. Mientras ejecutes los golpes secos que corten el árbol, pensarás en lo mucho que te gustan este tipo de encargos, pues no es la primera vez que haces algo así. Muy dentro de ti, sabes que es uno de los trabajos que más te da calma, te da tiempo de respirar. Verás caer al árbol y te alejarás un poco para no ser golpeada con el mismo, pues sabes que en tus días más infantiles te pasaba y te daba vergüenza admitir la razón de tus chichones en la cabeza.

Comenzarás inmediatamente a quitar las hojas secas de las ramas para poder empezar a trocear la madera y así empacarla, pero escucharás que alguien se aproxima con el crujir de las hojas secas del bosque. En algún punto, eso te tendrá sin cuidado ya que sabes perfectamente que los animales y los humanos se encuentran coexistiendo en tu pueblo y que vislumbrar a un cuadrúpedo un tanto grande por esa zona del bosque no sería nada del otro mundo. Eso, sumado al hecho de que ya estará oscuro, te dará una sensación un tanto desconcertante, aquello no te impedirá seguir. Estarás en la labor unos minutos más, pensando cómo podrías enfrentar a un animal sin causarle un daño de muerte, no te gusta la violencia y a tu parecer no sería justo quitarle la vida a un ser sólo por tu mera sobrevivencia. Te quedarás pensando en ello hasta que un chiflido te saque de tu trance con un escalofrío potente que te recorrerá todo el cuerpo, éste te hará reaccionar rápidamente. Te empezará a invadir el miedo, pues ahora sabes que no estás sola en el bosque, alguien más se ha adentrado en él y sus intenciones son inciertas. Te pondrás nerviosa y como un recurso ante la desesperación de no ser encontrada te ocultarás rápidamente bajo un arbusto, agudizarás tu oído y notarás que las hojas crujen de manera arrítmica, lo cual quiere decir que no sólo se trata de un alguien, si no de cuatro pares de pies, quizá seis.

Pensamientos empapados de terror empezarán a nublarte la mente, pues sabes que no es una hora en la cual los leñadores o los capataces vengan por su producto, que alguien se adentre en el bosque a esas horas sólo te da mala espina. Piensas en todo lo que has escuchado acerca de las malas gentes y recuerdas que has escuchado que a la criada amiga de una amiga la han ultrajado una banda de pistoleros hace no mucho tiempo, ella estando en tu misma situación. Sientes nervios de que quizá una banda parecida quiera hacerte lo mismo, o que Don Armando, el señor sexagenario de las materias primas, el cual siempre te ruega que le beses, te haya seguido hasta el bosque para que así pueda satisfacer su deseo sin que nadie sospeche de su buena reputación. Sabes que aquel hombre que finge ser buen cristiano te dedica miradas lascivas que dejan al descubierto sus más bajos instintos, como diría tu patrona. Temiendo lo que anteriormente has pensado al estar completamente sola, tomaras el hacha oxidada y te colocaras en guardia, lista para saltar hacia un posible malhechor.
Las pisadas arrítmicas se harán más y más cercanas hasta que prácticamente las escucharás casi enfrente de ti, agradecerás la existencia del arbusto que te brinda camuflaje y enseguida escucharás una acalorada discusión. Una que data sobre instrucciones claras acerca de cómo enterrar algo, te desconciertas, perfectamente identificas que son las voces de tu patrón y Don Erasmo. Te relajarás de inmediato al saber que son personas conocidas, pero inmediatamente te preguntarás qué querrán enterrar a esas horas de la noche y por qué esa acción no puede esperar hasta la mañana siguiente. Escucharás que tu patrón le aclarara a Don Erasmo que nadie debe verle ejecutando dicha labor, pues toda la reputación de ambos estaría en entredicho si algo se llegase a saber.

Te quedarás desconcertada y vislumbrarás entre las ramas del arbusto cómo tu patrón se aleja mientras Don Erasmo cava un hoyo en la tierra con el bulto color café haciéndole compañía. Intentarás ver qué es lo que hay en dicho bulto, pero la labor te será imposible ya que el mismo está amarrado con hilo de cáñamo, nada del contenido puede percibirse. El tiempo irá pasando y verás cómo el capataz habrá concretado dicho trabajo tan importante y tan extraño que tu patrón le ha encargado. Pronto se te dormirán las piernas por estar demasiado tiempo en cuclillas y caerás de sentón haciendo que la hojarasca cruja, Don Erasmo se pondrá en estado de alerta y decidirá ir a revisar. Sentirás los nervios a tope puesto que sabes que si te encuentra podría decirle a tu patrón que estás escondida haciendo boberías y aquello ameritaría otra paliza por parte de él, así que decides no exhibirte. Te quedarás callada, viendo con el rabillo del ojo cómo Don Erasmo se aleja haciendo que la hojarasca cruja lejos de donde te encuentras, te quedarás aliviada puesto que no te ha visto y eso te da tiempo de escapar a una zona del bosque más cercana a la casona. Estarás lista para irte, incluso colocarás el hacha a tus espaldas y te acomodarás bien las sandalias rotas en el cuello para que no se te caigan, pero algo en dicho bulto color café te hará no partir del sitio, te entrará una curiosidad extraña de ver qué es eso tan raro que han enterrado en medio del bosque.

Te tomarás unos momentos para pensar y decidirás hacer lo que te fue encomendado para luego revisar qué era ese bulto, pues has aprendido de tu patrón que siempre es mejor hacer las cosas cuando uno ya no está ocupado. Te harás a la labor de recolectar y trocear madera un rato, pero la curiosidad será tanta que regresarás al lugar donde dicho bulto fue enterrado, esperarás a que nadie venga, a que Don Erasmo no regrese, y por fin comenzarás a cavar con tus propias manos a falta de una pala.

Tardarás un rato y terminarás con las uñas llenas de tierra, pero por fin lograrás dar con el objeto de tu curiosidad, no sabrás si romper el hilo de cáñamo o sólo deshacer el nudo, irás por la segunda opción. Al conseguir deshacer el nudo empezarás a buscar qué es aquello que el bulto esconde… te quedarás de piedra, pues lo primero que veras al desenvolver el bulto serán unos zapatos color guinda cubriendo unos pies de piel muy blanca. Esos pies te resultaran familiares, pronto irás desenvolviendo todo y descubrirás a una mujer blanquísima cubierta de sangre, con los ojos bien abiertos, un rictus terriblemente asustado y un boleto de autobús en la mano. Dicha mujer portará un vestido de color rosa palo y los zapatos guinda, mirarás el anillo en la mano que sujeta el boleto, no habrá manera de equivocarte… has encontrado el cuerpo de Doña Carlota. Todo te hará sentido en ese momento, te hará sentido por qué la gente hablaba y por qué Doña Ana visitaba con regularidad la casona. Querrás echarte a llorar, pues una mezcla entre miedo y tristeza te invadirán a tal punto que intentarás abrazar el cadáver de la que alguna vez fue tu patrona. Empiezas a pensar que a muchos les gustaría ver a su patrón muerto, pero a ti no te causa más que una profunda soledad el estar abrazando el cadáver de una mujer que si bien no era tu pariente, sí fue algo muy importante tuyo. Sientes presión en el pecho, no puedes asimilar lo que estarás viendo, sientes impotencia de ver a una mujer querida en un hoyo clandestino en medio del bosque y empiezas a temer por tu vida, pues has sido el testigo accidental de una tragedia que podría traerte consecuencias muy serias.

Te pondrás de pie y caminarás en círculos pensando qué hacer para tratar de calmarte, pero no lo conseguirás, la presión de la situación es tal que sabes muy bien que no habrá salida, lo que acabas de descubrir ya te ha condenado a que tú seas la siguiente si es que tu patrón se llega a enterar. Le empezarás a hablar a su cadáver, le dirás que lo lamentas, que enserio lo sientes mucho. Dirás cosas como que la quisiste mucho a pesar de todas las regañinas que te dio y que trataras de orar por ella en las noches. Contemplarás como poco a poco, el cadáver se ira destensando a tal grado que podrás cerrarle los ojos y la boca. Llorarás mucho, pero decidirás envolver de nuevo a Doña Carlota y justo al ver el boleto en sus manos decidirás tomarlo, pues en ese mismo instante tomarás la decisión de irte lejos. Te disculparás con su cadáver pues no encontrarás la solución a este problema. Enterrarás de nuevo a Doña Carlota, y al contemplar cómo todo estará casi igual a como lo encontraste, te dará impotencia no saber leer, pues hubieras querido leerle, aunque sea algún pasaje e la biblia. Finalmente dejarás todo casi como estaba exceptuando que habrá un ramito de bugambilias que tú arrancaste de un arbusto.

Irás hacia el río y ahí te limpiarás, de la tierra y de la sangre, pero pensarás en que no puedes creer que ya no escucharás a tu patrona, ya no le servirás el desayuno ni la ayudarás a tejer cuando te lo pida. Ya no habitarás en tu cuarto ni mucho menos volverás a ver Don Ezequiel ni a Don Erasmo, no querrás ni verlos nunca más, malditos asesinos, pensarás. Ya no cruzarás el pesado portón de madera ni irás al bosque. Ni por los mandados a la tienda de materias primas, ni verás al asqueroso señor Armando. No volverás a ver a Doña Ana… Ni al profesor Carlos, no volverás a verle nunca más. Por el hacha ni te preocupas, la has enterrado cerca del río.

Terminarás de limpiarte y bajarás hacia la estación de autobuses donde las personas mirarán desconcertadas a una joven criada descalza, con los pies deshechos y con los zapatos colgando del cuello. Te acercarás a una ventanilla y le pedirás a la empleada teñida de rubia y con unas uñas enormes color azul que te lea lo que dice el boleto, ella te mirará un poco extrañada, pero tú le dirás que te dispense, pues no sabes leer y necesitas esa información de alguna manera u otra, ella asentirá y te dirá que el boleto tiene destino a Guadalajara abordando en una hora. Estás a tiempo, te dirá ella, e inmediatamente te preguntará si tienes algún equipaje que dejar. En ese momento no sabrás lo que significa la palabra así que le preguntaras su significado y al aclararte esto le responderás que no. Le preguntarás si puedes abordar en ese momento y ella te dirá que sí, mirará tu boleto de nuevo, lo sellará para que puedas pasar y te dirá que Carlota es un lindo nombre, te preguntara si es tuyo… tú asentirás. Ella te señalara el camión que debes tomar y te deseará buen viaje, le agradecerás sus atenciones y te alejarás para dirigirte a dicho camión.

Caminarás y un guardia te recibirá en la entrada del camión, te pedirá el boleto sellado y te preguntará si eres Carlota, tu asentirás de nuevo y aquel robusto hombre te dejará ingresar en el vehículo. Una vez en tu asiento, verás cómo un montón de personas empezarán a ingresar en el mismo indicando la hora de partir, te limitarás a esperar hasta que el camión salga. No pasará mucho tiempo para que el vehículo empiece a moverse, ahí habrás empezado el viaje, aquel que te asigno una nueva identidad y que te habrá alejado de todo cuanto conoces. Ese viaje que te alejó para no volver jamás y te salvó la vida para poder empezar de nuevo en otra tierra y otro cielo… el viaje que te convirtió en el único testigo que escuchó caer al árbol.

SOLS: poesía musical y ritmos oníricos

Prog'n'roll jazz y más... | Por Carlos Progduck | 


Proyecto instrumental llamado Sols, asentado en Ciudad de México y fundado en 2018 por la joven guitarrista y compositora Julia Zenteno quien con la posibilidad de explorar nuevas y diferentes afinaciones de guitarra acústica, logra este año lanzar su primer larga duración grabado en Holanda, The Golden Atom, en el que su experimentación cobra vida aunada a sonidos de bajo sin trastes, violín, guitarras, batería, piano y sintetizadores. El combo hace que el escucha llegue a estados oníricos llenos de ritmos y armonías fascinantes emanados de sonidos modernos en los que se utilizan elementos post rock desarrollados desde un ángulo progresivo.





Alineación:
- Julia Zenteno / Guitarra
- Javi Reyes / Bajo Fretles
- Gabriela Suárez / Guitarra
- Nirl Cano / Violín
- Ignacio Gómez / Piano, teclados y sintetizadores
- Mike Nu Na / Batería

Colaboraciones:
Marco Machera: bajo y efectos
Alessandro Inolti: Batería y percusiones
Andrea Calderón: Violín
Henry Peter Kohen: Guitarrra
Aura Rascón: Bansuri (flauta transversal alta originaria de la India y Pakistán, hecha de una sola pieza de bambú que consta de seis o siete agujeros)
Prewien Pandohi-Mishre: Harmónium
Daisy Jopling: Violín

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