Crash: revisitando el polémico thriller de David Cronenberg

El film de 1996 causó notable polémica en su estreno, por tratar sobre un grupo de personas que experimentan la sinforofilia.

Por Juan Rey Lucas

“Hundirse en la locura no es una fatalidad, quizás es, también una elección”

A. S. Brasme

 

“Creo que todos tenemos un poco de esa bella locura que nos mantiene andando cuando todo alrededor es insanamente cuerdo”

Julio Cortázar

 

La película de David Cronenberg hecha en 1996 basada en el libro de J. G Ballard nos relata la historia de una pareja: un productor de cine y ejecutivo de publicidad y su atípica esposa (James Spader y Deborah Kara Unger) quienes llevan una relación bastante fuera de lo normal en cuanto a sus encuentros sexuales. Tras un accidente de James de regreso al trabajo colisionará -anímicamente- con un grupo tanto más anormal que ellos para ir en búsqueda de nuevas nociones con respecto a lo sexual, lo voraz, el hambre, y el cuerpo como aparato de deseo de cómo se encuentra concebido.

Liderados por un admirador de los choques de estrellas de cine del pasado (Elias Koteas) y entre más singularidades por una entidad parapléjica de ojos azules y atestada de cuero (Rossana Arquette). El cuerpo es el primer aparato por descodificar de sus entrañas. El corpus es el aditamento por el que los dolores, las furias, los rencores pueden desenvolverse a-significantes. Es decir, darles otra funcionalidad. Será cuestión de ir sopesando las experiencias-experimentales con los que nos enfrentamos. Aquí la relación con la materia no tiene que ver con fetichismos o parafilias: eso es tan sólo la primera reacción a proceso de transponer por el que se despliega una distinta geografía. Los accidentes no son detrimento sino enlaces de una conexión aún no sabida. Es cierto que hay todo lo implícito, pero es sólo el primer paso. La desarticulación de la carne, de los órganos, de las extremidades, de las funciones de cada miembro para la aventura del progreso exento de la personalidad. Lo espectacular no tienen que ver con las imágenes o con la rudeza sexual, o con las proporciones de la producción. El prodigio tiene que ver con lo inconcebible de las relaciones a fusionarse. El auto cataclismo como reorganización en pro de un proyecto disparatado e inclasificable.


Un esquema aún por desentrañar. ¿Hace daño, será la supremacía, será la degradación última, tiene algo que ver con el arte o la psicosis? Mientras se revela en el trayecto, es en la excursión y la peregrinación donde sabremos a qué impetuosidades y virulencias se irá encaminando. A veinte y cinco años de su exhibición es indudable que ha obtenido enzima en su conservación del tiempo. Todo proceso al nuevo encuentro con la materia tiende a ser tildado de estúpido, de loco, de enfermo. Pero es quizá por esas vías que de otra manera es como funcionan: siendo imbéciles o transgresores de las zonas de confort para disponerlas a los demás apocados o temerarios de desvelar la audacia subyugada en la humanidad.

No es un film comercial, ni entretenido. Es una película que apela a algo más grande, más tenaz, más inmerso en la carne. Quiebra el pensamiento, pero es ese su gran valor y audacia. 

Para distraer y amenizar hay miles más de películas. Pero para hacer grieta en la piel será Crash la que perfore la mente y la aviente a los abismos de lo que nadie entiende o de lo que no quiere darle el concepto de entendimiento. Porque las áreas del conocimiento a veces no requieren discernimiento sino concomitar con ellas para ir manufacturando nuevas aleaciones o amalgamas desconocidas o aún por exhibirse al mundo.

Tanto el autor del film como del libro han logrado la puntuación a sobresaltar: es el coche el paradigma y la epitome de la vanagloria del humano. Los accidentes y choques del metal se vuelven también convulsiones con la piel, el cuerpo y la pulpa. No son una extensión o un disfrute desorbitado: será una prótesis, una ortopedia que extienda las fuerzas y las vehemencias a través tanto de ellos como de su espíritu y el mundo. No es cuestión de psicoanalizar o de diagnosticar. El asunto tiene que ver con lo que el cuerpo será capaz de realizar, de diseñar, de conglomerar con sus deseos, con sus afanes, con sus afectos. Lo enfermo no tiene que ver con la infección; y lo estropeado no tendrá distinción con lo envilecido. No es la causa y efecto de las supuestas consecuencias, sino los altibajos y los desniveles de lo que las emanaciones son competentes para manufacturar. Un cuerpo sin órganos como estilización de lo indómito.

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