Iván García y Los Yonkis lanzan cuatro temas inéditos de terror


Iván García y Los Yonkis han preparado un especial de terror para musicalizar las ofrendas, fiestas de disfraces y festejos mortuorios de este 2021 con una Live Session grabada desde Casa Yonki y dedicada a su público más fiel.

Beto Montes (batería), Héctor Arenas (bajo), Rafa Ortiz (teclados), Iván Carrillo (guitarra) e Iván García (guitarra y voz) se reunieron en una sesión exhaustiva a grabar cuatro temas inéditos que se estrenarán el domingo 31 de octubre al mediodía desde el canal de YouTube de Casa Yonki.

Las piezas son ambientadas en sitios que aluden al mundo del terror y la cultura pop. Pasajes de la cinematografía situados en el rock and roll entre esperpentos, licántropos, monstruos universales y maldiciones; pero también historias de amor y desamor desolladas entre slime y telarañas sintéticas que nos invitan a ponernos nuestros disfraces y salir pedir dulces para chicos y grandes.

Las referencias poblanas que son sello característico de la banda no pueden faltar y nos transportan a los espacios perfectos para desarrollar estas historias románticas (en el sentido literario), góticas (en el sentido estético) y posmodernas (en el sentido trágico).

Todas las canciones de la sesión “En vivo y muerto” fueron compuestas por Iván García y producidas por Iván Carrillo. El material audiovisual fue grabado, mezclado y masterizado en Casa Yonki, realizado bajo la dirección de cámaras de César “Babe” Hernández y maquillaje de Susana Vargas Arreguin.

No te pierdas la transmisión de “En vivo y muerto” este 31 de octubre desde el canal oficial de CasaYonki.

Pedro Páramo antes de Netflix

#RecomiendoLeer | Por Bryan Hernández

Escribo esta recomendación con un ojo puesto en los tres tomos que conforman la narrativa de Juan Rulfo, ordenados cronológicamente en mi biblioteca. El llano en llamas (1953), Pedro Páramo (1955) y El gallo de oro (1980). Los leí hace un par de años, aunque de tanto en tanto cojo alguno y lo abro al azar, para ver si me tiene algo que decir.

También, pese a que trato de concentrarme en las palabras que surgen del lapicero, miro la foto enmarcada que reposa sobre mi escritorio, en donde yo aparezco sonriente y feliz y con una pierna cruzada, a lado de la estatua de Rulfo, que un niño “tubero” me hizo el favor de tomar, la mañana en que visité Comala por primera vez.

Lo que no veo, sin embargo, es aquel libro de Rulfo que se publicó hace bien poco. Me refiero, desde luego, a Cartas a Clara, que reúne la comunicación epistolar que Rulfo mantuvo con la que se convirtiera en su futura esposa. Pero entonces recuerdo que se lo presté a una amiga que al poco dejó la ciudad, por lo que las probabilidades de que este libro regrese hasta mi biblioteca no son ni siquiera mínimas, sino más bien nulas. Ya ni pedo, me digo yo.

Sigo con la recomendación.

Hace unas semanas Netflix anunció que adaptaría Pedro Páramo a la pantalla chica, por lo que tuve interés de rescatar esta vieja recomendación, iniciada en 2019 aunque sin terminar, con el claro objetivo de acercar a los lectores al universo rulfiano, y, quizá, con un poco de suerte, si es que todavía no lo han hecho, animarlos de una vez por todas a leer esta obra fundamental.

Desde niño, Rulfo vivió al amparo del abandono y de la muerte. Dos elementos que recorren toda su narrativa, desde el primer puñado de cuentos que publicó en 1953, hasta la consagración universal que le dio Pedro Páramo en 1955. Sus datos biográficos lo confirman: nacido el 16 de mayo de 1917 en Apulco, Jalisco; Juan Rulfo perdió a su padre a los seis años de edad, asesinado a manos de Guadalupe Nava en 1923. Lastimosamente, cuatro años después, en el otoño de 1927, perdería también a su madre, quedando así huérfano y, primero, al cuidado de su tío, que se convertiría en su tutor, y, después, de sus abuelos. Más tarde, sin embargo, sería internado en el orfanato Luis Silva, hoy Instituto Luis Silva, que Rulfo no dudaría en calificar como correccional.

El cuento “Diles que no me maten” publicado originalmente en la revista América (1951), pero recogido dos años más tarde en su libro de cuentos El llano en llamas (1953), da cuenta de uno de estos hechos ocurridos en su niñez: el brutal asesinato de su padre.

—¡Diles que no me maten, Justino! Anda, vete a decirles eso. Que por caridad. Así diles. Diles que lo hagan por caridad.

Aunque el mismo Rulfo negaría varias veces que existiera tal conexión entre este cuento y su biografía.

Pienso en Pedro Páramo. Pienso en la película que Netflix hará sobre Pedro Páramo. Pienso en la Comala real, que queda a quince minutos de la ciudad de Colima, sobre la avenida de los cuatro carriles, una avenida que en primavera se convierte en un túnel de flores, por la caída de los árboles de jacaranda sembrados en el camino. Pero también pienso en la Comala ficticia, a la que llega Juan Preciado buscando a su padre, un tal Pedro Páramo. Y entonces, como si diera vueltas sobre mí mismo, o más exactamente como si diera vueltas en un carrusel, vuelvo a pensar en Pedro Páramo, en la vida de Pedro Páramo, que empezó en el escusado, una tarde de tormenta, pensando en Susana San Juan.

“Pensaba en ti, Susana. En las lomas verdes. Cuando volábamos papalotes en la época del aire […] Tus labios estaban mojados como si los hubiera besado el rocío.”

Ya no pienso en Pedro Páramo, pero he vuelto a leer la novela de Rulfo hace un par de horas y he tenido un recuerdo fugaz. Se trata de una entrevista que le realicé en el 2018 a Rodrigo Urquiola, escritor boliviano. Hablábamos de libros y en determinado momento le pregunté por sus autores mexicanos.

—El primer libro que leí en la vida —me dijo— fue Pedro Páramo, de Juan Rulfo, cuando era pequeño. De aquella primera lectura recuerdo no haber comprendido nada de nada, pero se me quedaron grabadas en la memoria muchas imágenes, es un libro al que siempre le estaré agradecido y al que vuelvo de cuando en cuando.

Esto es lo que he recordado, sin querer, de mi relación con Juan Rulfo y con Pedro Páramo. Libros que no volverán, fotos junto a la estatua del héroe, una entrevista con un escritor, el recorrido por sus cuentos y su biografía, y hasta el túnel de flores que conduce a la Comala real. Como si en determinado momento hubiera entrado a una dimensión desconocida. Por lo demás, ya no tengo nada que decir, solo que no dejemos nunca de leer y que sigamos creyendo en el poder de la literatura.

«Nada que ver», minificciones que inspiran el gusto por escribir

Por Jaime López 


Al contrario de lo que muchos creen, el empezar a escribir no forzosamente implica la elaboración de decenas de hojas o de textos inmensos, pues puede lograrse a través de historias concisas, conformadas no sólo de palabras sino también de otro tipo de lenguajes. 

Muestra de eso último son las minificciones de Patricio Betteo que integran el libro titulado "Nada que ver", publicado por Editorial Océano

En entrevista, el ilustrador y narrador mexicano, egresado de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), señaló que las minificciones no solamente pueden incentivar el gusto por la lectura, sino también por la escritura. 

"No sólo que lean, sino que también hagan sus propias historias, no voy a decir que es más fácil, puede ser tan difícil hacer una cosa muy breve y que funcione, que una cosa larga", declaró.
Abundó que su más reciente libro es una demostración de que se pueden contener universos completos dentro de una sola página, o dos, en el caso de sus historias más largas. 

Cuestionado sobre la manera en que definiría "Nada que ver", respondió que es un enigma, pues apuntó que no sabría decir si es un libro de poesía, chistes, historietas o juegos verbales. 

"Creo que dependerá de cada quien ponerle una definición a este libro y no lo digo como mecanismo de venta, lo digo genuinamente", acotó entre risas.
Reconoció que el título de su texto tiene un doble sentido, pues ninguna de las minificciones está relacionada entre sí, pero tampoco todas las historietas están dibujadas, sino que algunas están escritas. 

Acerca del génesis de su humor con el que dota la mayoría de sus creaciones, explicó que es una mezcla de chistes oscuros, simplones y hasta terroríficos, pues retratan los monstruos que acechan no solamente a los niños, sino también a los adultos. 

Expresó que "Nada que ver" es una muestra de la manera cómo ve la vida, la cual es algo tragicómica, agregando que además tiene algunas influencias de lo que leyó de joven, por ejemplo, las historietas de Quino o de Astérix. 

Por último, sostuvo que su texto está dirigido principalmente a un público joven, aunque reconoció su interés de que también lo puedan leer los niños. 

"Si este libro cae en manos de un niño, y si yo fuera ese niño, estaría muy feliz, porque sé que no es un libro dirigido a mí, pero que me va a disparar muchas dudas y curiosidades", indicó.
"Nada que ver" es referido por algunos autores como un compendio de microcuentos poéticos o textos que hacen soñar, en tanto, hay quienes señalan que lleva al espectador de la risa a la melancolía. 

A decir del autor, el texto está disponible de manera digital en diferente librerías del país.

En corto: entrevista con Ángeles Montañez

La joven autora hidrocálida Ángeles Montañez nos habla sobre su participación en la antología de poesía Breviario Pandémico, sobre sus referentes literarios y sobre la importancia de leer a más mujeres.


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Documentales de realizadores de Aguascalientes estarán presentes en Ambulante 2021

   Durante la Gira de Documentales 2021 se exhibirán los trabajos realizados por la séptima generación de estudiantes de la iniciativa de formación en cine documental Ambulante Más Allá, provenientes de Michoacán.

   Se revela la programación de Coordenadas, sección dedicada al cine de las regiones que visita la Gira.

   Este año, la Gira de Documentales visitará por primera vez el estado de Aguascalientes y se integra en la programación la primera selección de títulos locales exclusivos para esta región.


PROGRAMA COMPLETO AMBULANTE 2021 EN AGUASCALIENTES

 

Ambulante ha anunciado los títulos realizados por la séptima generación de estudiantes de la iniciativa de formación en cine documental Ambulante Más Allá, provenientes de Michoacán. También reveló la programación de Coordenadas, una sección que reúne largometrajes y cortometrajes exclusivos para cada estado que visitará la Gira de Documentales de noviembre a diciembre de 2021.

El documental mexicano mantiene el protagonismo dentro de Ambulante Gira de Documentales con un punto de vista que apuesta por la descentralización, el diálogo entre comunidades y la diversificación de las historias que nos rodean. Con Coordenadas se presentan títulos de realizadores en Oaxaca, Veracruz y Aguascalientes en los que se reconocen dinámicas culturales propias de cada región, y con la programación de Ambulante Más Allá se constata la voluntad creativa de una nueva generación de estudiantes michoacanos egresados de uno de los proyectos estelares de la organización.


Ambulante Más Allá

Esta iniciativa pilar de Ambulante cumple diez años impulsando la formación y la creación de cine documental de jóvenes en diversas regiones del país. Con un enfoque de construcción colectiva, las historias contadas desde Ambulante Más Allá se conciben y realizan en equipo, en un proceso que involucra a todxs.

Para 2021, el proyecto de formación y producción presenta documentales creados por jóvenes desde Michoacán. Sus historias respetan la cosmovisión de sus protagonistas, tanto en la ciudad como en las comunidades de Pichátaro, Ihuatzio y Cherán. Relatos en torno a la tradición y memoria de los pueblos, la relación con la tierra y los recursos naturales, las luchas contra la ausencia, las relaciones familiares, y las reivindicaciones de personas transgénero.

“La séptima generación de Ambulante Más Allá muestra la tenacidad de 22 jóvenes para aprender a hacer cine documental desde el confinamiento impuesto por la pandemia. Estos títulos dan cuenta de la diversidad de problemáticas en la región, y cuentan con una gran presencia femenina en fotografía, edición, producción y dirección”, explicó María Inés Roqué, directora de Formación y Producción de Ambulante.

Estos son los títulos realizados por los egresados de esta generación:

            Iarhini: corazón de madera | Dir. Patricio Navarro Alonso

      Marku irekani (vivir juntos) | Dirs. Rosalba López López, Daniel Isidoro Morales

      Nuestra casa | Dir. Teresa de Jesús López Florian

      Tsihueri, el que fue valiente | Dir. Yunuen Torres Ascencio

      Noche fui | Dir. Tania Elisa Suárez Juárez

 

Coordenadas

Coordenadas se ha convertido en una de las secciones más taquilleras de la Gira de Documentales y un espacio único para el diálogo entre los realizadores y el público local. En esta sección se integran largometrajes y cortometrajes exclusivos para cada estado (Oaxaca, Veracruz y Aguascalientes) que abordan problemáticas y manifestaciones culturales de la región.

En palabras del Comité de Programación: “Con Coordenadas se abre la oportunidad de incorporar en la programación una parte del mosaico de las condiciones de producción, prácticas y temas del cine en México. Acercamientos más plásticos a la imagen, modelos de realización comunitaria, historias muy próximas a los públicos, directores emergentes o con otras películas bajo el brazo; todo esta diversidad regional tiene cabida”.

Se incluyen historias que además de abordar problemáticas urgentes como las transformaciones impuestas por la pandemia en ciertas localidades o los mecanismos de resistencia que implementan los pueblos, nos acercan a personajes inspiradores como Óscar Mateos, un veterano del registro sonoro cinematográfico oriundo de Aguascalientes o Lizbeth Domínguez, mujer trans afrodescendiente encargada de guiar los rituales fúnebres de su comunidad y protagonista de El compromiso de las sombras, de la directora oaxaqueña Sandra Luz López Barroso.

Participan en la sección los siguientes títulos:

Oaxaca

            Tuyuku (ahuehuete) | Dir. Nicolás Rojas Sánchez | 2019

      Tu'un Savi | Dir. Uriel López España | 2020

      La utopía de la mariposa | Dir. Miguel J. Crespo | 2019

      El compromiso de las sombras | Dir. Sandra Luz López Barroso | 2020


Veracruz

            Circuito interior | Dir. Pablo Romo | 2020

      Convertirse en un árbol | Dir. Pablo Romo | 2019

      Los fantasmas | Dir. Pablo Romo | 2020

      Recuerdo de primaria | Dir. Pablo Romo | 2021

      Santo remedio | Dir. Osvaldo Contreras Sánchez | 2019

      Sobre la hierba | Dir. Patricia Lucido Mendoza | 2019

      Memorias silvestres | Dir. Jorge Ramos Luna | 2020

      Una dulce balada punk | Dir. Pablo Romo | 2020


Aguascalientes

            Corre sonido | Dir. Abel Amador Alcalá | 2017

      Desde adentro | Dir. Raquel Reynoso Escalante | 2021

      Don Frutilín | Dir. Luis Fernando Velasco Sustaita | 2021

      Las hijas de esta tierra | Dir. Luis Manuel Hernández Rodríguez | 2021

      Trayectos | Dir. Verónica Marín Cienfuegos | 2020

      El vagón | Dir. Hazel Cárdenas | 2019


Ambulante Gira de Documentales viajará a cinco estados entre el 3 de noviembre y el 5 de diciembre de 2021: Oaxaca (del 3 al 7 de noviembre), Veracruz (del 10 al 14 de noviembre), Aguascalientes (del 17 al 21 de noviembre), Michoacán (del 24 al 28 de noviembre), Ciudad de México (del 1 al 5 de diciembre). Finalmente, la Gira concluirá con un programa digital del 6 al 15 de diciembre, disponible para usuarios y usuarias en toda la república mexicana.

Letrinas: Mano de Dios

Mano de Dios

Por Breña Román

 

“Debería estar llorando, pero no puedo demostrarlo

Debería tener esperanza, pero no dejo de pensar.”

Kate Bush

 

Corría el año de 1958 cuando Nepomuceno García regresó de Estados Unidos. Había trabajado 10 años para los gabachos, había viajado, conocido mujeres, dejado algunos hijos de pelos güeros y afianzado una buena fortuna, así que decidió que era tiempo de volver a Malpaso. Tan pronto puso un pie en el pueblo, visitó una de las tiendas de su padrino, Otilio Luna, para tomarse una cerveza.

Platicaron de la vida en los Estados Unidos, del compadre que ya había muerto, de la diabetes de Otilio y de la ferretería que Nepomuceno pensaba poner en el pueblo hasta que comenzó a oscurecer y junto con la noche llegó su madrina Griselda a la tienda. Ésta iba acompañada por María, la hija mayor, quien a pesar de tener apenas 16 años ya era conocida por todo el rumbo debido a su hermosura. Nepomuceno se percató de la palidez de su rostro, la serenidad de sus ojos verdes y su cabello negro, pero no se atrevió a decir nada por respeto a sus padrinos y a la señorita.

Cerraron la tienda y cada quien se fue a su casa. Nepomuceno comenzó a visitar la tienda de su padrino a diario, además comenzó a ir a la iglesia a las siete de la tarde y al río por las mañanas con la intención de encontrarse a María lavando la ropa de sus hermanos. Sin embargo, nunca le dirigió la palabra a la muchacha, sentía que rompería un encanto. Hasta que un día de marzo su padrino le mandó hablar, le dijo que él ya sabía que estaba enamorado de María y que estaba dispuesto a darle su mano si iban juntos en el negocio de la ferretería. Nepomuceno no lo pensó dos veces y aceptó el trato. Otilio por su parte, cerró la tienda a las cinco de la tarde y se dirigió a su casa, le ordenó a Griselda que bañara y peinara a los niños y que se asegurara de que María y sus hermanas usaran sus mejores vestidos pues iban a tener una visita muy importante. A las ocho de la noche se escuchó un motor apagarse afuera de la casa. Griselda se asomó por la ventana mientras Otilio recibía al invitado.

A María le dio comezón en la nuca cuando vio a Nepomuceno entrar en la casa, el hombre se fijó en ella, pero ella se dedicó a examinar el suelo al lado de sus ocho hermanos. Otilio Luna ordenó a sus hijos que regresaran a jugar y a sus hijas que trajeran un vaso de agua de limón para su ahijado mientras tomaba a María del brazo para sentarla en el sillón.

Nepomuceno y Otilio acordaron que la boda sería en el mes de mayo, pasando la Semana Santa y la Feria de San Marcos, pero antes de la Feria del Señor del Salitre porque a Otilio se le juntaba el trabajo y para ese tiempo Nepomuceno calculaba haber regresado de un viaje que haría a Guadalajara para concretar algunas cosas de la ferretería. María se limitó a escuchar y a asentir. Pasadas las diez de la noche Nepomuceno se despidió de la familia, le dio un beso a su madrina, un apretón de manos a su padrino y una mirada y un “hasta luego, señorita” a su futura esposa que ella no correspondió.

Esa noche María no pudo dormir, sus hermanas Rebeca y Beatriz querían saber todos los detalles de la futura boda. María solo podía pensar en que, si las cuentas no le fallaban, ese hombre era catorce años mayor que ella y nunca había cruzado una palabra con él. Pensaba además que se quedaría amarrada en aquel pueblo olvidado de la mano de Dios, que pariría a sus hijos ahí mismo en la casa de su madre, que el cabello y los zapatos se le seguirían llenando de tierra, que el calor la seguiría sofocando cada verano y que tendría que seguir soportando el penetrante olor a guayaba que tanto detestaba. Por el resto de su vida. Con un completo desconocido.

Al día siguiente ya todo Malpaso estaba enterado del próximo enlace matrimonial, Nepomuceno había bajado a Calvillo durante la noche y en Las Quince Letras hizo participes a todos de la buena nueva, María escuchó los pormenores de la boca de Tere, su amiga. Que su papá había estado en la cantina y le platicó a su mamá y su mamá le contó a Tere y Tere pues le quería preguntar a María que si era cierto o no era cierto porque Nepomuceno era muy guapo y tenía mucho dinero y decían que sabía hablar inglés. María solo escuchaba y asentía. Hasta que Teresa se cansó de platicar y María tuvo el valor de confesarle que ella no se quería casar y que ni siquiera sabía a qué olía Nepomuceno.

Pasaron dos meses y llego la verbena abrileña. Otilio Luna nunca había llevado a la familia a la ciudad de Aguascalientes, porque eran muchos hijos y había siempre mucha gente. Pero ahora que María se iba a casar era una buena oportunidad para ir a conocer la feria y a comprar los atuendos para la boda, así que le rento a un primo su camioneta y emprendieron el viaje de casi tres horas a la capital. Se fueron el sábado en la mañana y regresarían hasta el domingo en la noche. Se hospedarían en la casa de Nina, una amiga de Griselda, a la cual quería como a una hermana, aunque tenían casi una década sin verse porque Nina se había casado con un ganadero y se habían mudado a Aguascalientes donde tenían una cremería muy fructífera.

María se sintió intimidada al llegar a la ciudad, traía los zapatos llenos de tierra y el estómago revuelto, nunca había viajado tanto y la casa de Nina era muy grande. Solamente tuvieron tiempo de estirarse y usar el baño porque rápidamente salieron a las tiendas a buscar los trajes y los vestidos para la boda porque el marido y el hijo de Nina regresaban de San Juan de los Lagos al día siguiente y tendría que atenderlos. Nina y Griselda se encargaron de elegir el vestido de María, se le tenían que hacer unos ajustes, pero estaría listo para el jueves. Considerando que la boda era el domingo se podría decir que tenían tiempo de sobra. Eligieron las arras, los anillos, las velas, el lazo, la biblia, las copas, el crucifijo y todo lo fueron metiendo en una cajita con mucho cuidado. Además, mandaron a hacer unas bolsitas con arroz con unos anillos pintados y un letrerito que decía María y Nepomuceno, recuerdo de nuestra boda y acordaron recogerlos el jueves junto con el vestido.

De regreso a casa de Nina, ésta le sugirió a Griselda que dejara a María unos días con ella en Aguascalientes para que pudiera recoger los recordatorios y el vestido y ella misma la llevaría a Malpaso el jueves a mediodía, creía que era importante que María se fuera acostumbrando a no estar en la casa de sus papás y que conociera más de la ciudad, además sus hermanas se tenían que hacer a la idea de no verla todos los días. Inexplicablemente y sin consultarlo con Otilio, Griselda aceptó.

Llegaron a casa de Nina pasadas las 8 de la noche, la familia simplemente merendó y se fueron a dormir sin cruzar palabra. Por la mañana, María se despertó en medio de un olor a huevos fritos y chilaquiles, escuchaba voces nuevas en la casa, pero esperó a que su madre entrara por ella y sus hermanas.

Griselda apresuró a sus hijas a que se vistieran, Augusto, el esposo de Nina y su hijo habían llegado durante la madrugada y quería presentarlos, María se encontraba inexplicablemente emocionada, no era la boda, no era la feria, era un presentimiento que cobró sentido cuando, en el pasillo que conectaba la cocina con las habitaciones, se cruzó con un joven con olor a cuero, a madera y a flores. Unos minutos más tarde, María se enteró que su nombre era Juan Bernardo.

Juan Bernardo era la mano derecha de su papá, don Augusto, a sus 20 años llevaba la contabilidad de la cremería. Era el mismo rostro de su padre, pero con la simpatía de su madre, por lo que ya era el encargado de hacer tratos con los proveedores. María escuchaba decir todo eso a Nina mientras lo presentaba en la cocina. No se animaba a levantar la vista del suelo, pero le ardía la nuca, donde sentía los ojos cafés de Bernardo clavados. Sabía que si se atrevía a enderezarse sus miradas se cruzarían y no habría vuelta atrás. Era una mujer comprometida, debía comportarse como tal.

Durante el domingo se dedicaron a pasear las dos familias por la feria. Mientras los adultos conversaban sobre las desgracias de sus conocidos, los jóvenes y niños caminaban en silencio, de vez en cuando interrumpido por expresiones de asombro al ver alguna ardilla correr en el Jardín de San marcos o a algún vendedor ambulante ofreciendo todo tipo de juguetes y María ocultaba en la mano derecha una pequeña flor que Bernardo había tenido el atrevimiento de arrancar de una jardinera para ofrecérsela cuando todos estaban distraídos comprando refrescos.

Cuando comenzó a ocultarse el sol detrás del Cerro del Muerto, Otilio Luna encomendó a Nina la tarea de cuidar a María, Griselda le dio su bendición, los hermanos un abrazo y emprendieron el regreso a Malpaso.

María dio vueltas toda la noche para intentar conciliar el sueño. Traía a Bernardo atorado en los ojos y en la mente. Quería pronunciar su nombre en voz alta. Se levantaba de la cama y se arrastraba por las paredes de la habitación imaginándose que él estaba del otro lado. Luego se arrepentía y rezando buscaba el perdón de Dios por ser infiel a su futuro esposo.

Por la mañana, María agradeció por un día más de vida y se dio cuenta de que no volvería a tener la tranquilidad que sentía en ese momento así que se permitió disfrutar de unos minutos acostada en soledad. Tan pronto se levantó y se desperezó se dio cuenta de que había un pañuelo debajo de la puerta. Se permitió tomarlo, volteó alrededor y se lo acercó a la nariz. Olor a madera, cuero y flores. Sonrió y se vistió. Acompañó a Nina a la cremería y estuvieron ahí la mayor parte del día. Mientras Bernardo hacía cuentas de los productos y sacaba números concentrado frente a un libro, María sentía que el corazón se le iba a salir del pecho. Se le nublaba la mirada. Suspiraba, se mordía el labio y recordaba a Nepomuceno.

Por la noche, cuando todos estaban dormidos y María pedía perdón a Dios por pensar en otro hombre, alguien entró a su habitación. No fue necesario prender la luz ni pronunciar palabra alguna. Un dedo largo y delgado le tocó el contorno del rostro. María se enderezó, trató de hablar, pero el dedo se plantó sobre sus labios. Comprendió todo y se aferró a Bernardo, con ayuda de la luz de la luna trató de encontrar en Bernardo a Nepomuceno, en sus ojos, en sus brazos, en su boca. Y se sintió aliviada de no encontrarlo.

El martes y el miércoles transcurrieron sin mayor novedad. Se dedicaba a pasear con Nina, quien siempre había querido una hija. Fueron de compras, pasearon en la feria, acompañaron a los hombres a los toros. María se entristeció por la muerte en la plaza. Don Augusto le explicó que para eso eran criados. Para entretener a alguien y luego morir. María se sintió identificada. Toda su vida la habían mantenido resguardada en su casa, sin libertad, sin ir a la escuela, sin más tareas que aprender a construir un hogar para al final ser entregada a alguien que, en un baile ridículo, la usaría como diversión y luego acabaría con sus ganas de vivir.

Ahí se enteró que hay toreros que andan a caballo, los llamaban rejoneadores, le dijo Bernardo. Don Augusto tenía muchos caballos y Bernardo era buen jinete. María decidió que Nepomuceno era un patético torero y Bernardo un apuesto rejoneador.

El miércoles en la noche, Bernardo la visitó nuevamente en su habitación. Era la última noche de María en esa casa. Bernardo la invitó a escapar con él, le dijo que Nina, su madre, sería su cómplice, si ella quería podría quedarse escondida ahí y luego se irían lejos de Aguascalientes, de Malpaso, de Nepomuceno y de Otilio. María le explicó que estaba atada de manos, que su padre era socio de Nepomuceno y no podía traicionarlo. María lloró y creyó que era injusto. Bernardo se enfureció y también creyó lo mismo. Se atrevió a besarla en la mano y ella hizo lo mismo en la mejilla de él.

El jueves por la mañana, Nina y María fueron a recoger los recordatorios y el vestido de novia. Al mediodía se despidieron de Augusto antes de irse a Malpaso. Bernardo no apareció, estaba muy ocupado en la cremería hablando con unos proveedores. Al menos eso mandó decir con una empleada. Pero le deseaba lo mejor a la señorita María en su matrimonio. Las mujeres tomaron un camión que las dejó en la central de Calvillo y ahí estaba esperándolas Lorenzo, un conocido de Otilio que las llevaría a Malpaso y luego se encargaría de llevar a Nina de regreso a Calvillo antes del anochecer para que alcanzara el último camión de regreso a la ciudad.

Rebeca y Beatriz se abalanzaron sobre María cuando llegó a Malpaso y le hicieron mil preguntas acerca de su estancia en Aguascalientes. Estaban ansiosas porque su hermana les compartiera un poco de la libertad que sintió esos días. Pero María estaba exhausta, su cuerpo estaba muy cansado y más que eso, tenía la mente nublada por el dolor que ocasiona un corazón roto. Quería que su tristeza fuera suya y de nadie más. No quería compartir sus recuerdos con Bernardo con nadie para evitar que se desgastaran y desaparecieran. Así que se limitó a invitarlas al día siguiente a lavar al río y les prometió que ahí les contaría todo.

Pero el viernes Rebeca no se levantó de la cama, tenía dolores de mujer y Beatriz tenía que ayudarle a su mamá a arreglar la casa, así que María fue sola al río. Tenía que lavar toda su ropa para guardarla en el veliz que se llevaría a la casa de Nepomuceno y caminaba sobre la tierra suelta y caliente que le ensuciaba los zapatos mientras pensaba en eso y se imaginaba la casa de Nepomuceno. Se imaginaba la sala, la cocina, el cuarto, la cama y las sábanas; un sabor amargo le llenó la boca. Al llegar al río vio que había mucha gente y no quería ser objeto de miradas y cuchicheos indiscretos, así que caminó cuesta arriba hasta que por fin se encontró sola.

Fue sacando prenda a prenda del canasto y escucho pisadas, pensó que eran los peones que andaban cortando guayabas en las huertas y se despreocupó. Le entró la nostalgia y se puso a pensar en lo mucho que iba a extrañar a sus hermanos y a sus papás. Era claro que los seguiría viendo, pero ya no sería igual, ya no iba a poder pasar navidad con ellos, ni podría ir a paseos con sus tíos, mucho menos bañarse con sus primos en los arroyos. Ya había renunciado a Bernardo, pero iba a ser más difícil renunciar a su familia y a su juventud.

De nuevo escuchó pisadas, esta vez más cerca. Al parecer era un caballo, pero cesaron repentinamente, volvió a pensar en los peones y las guayabas, o tal vez eran hombres que estaban tomando, tal vez eran una mujer y un hombre haciendo cosas prohibidas, tal vez era Nepomuceno cuidándola. Tal vez era alguien que la quería lastimar. Dios, líbrame del mal, pensó María.

Se giró rápidamente y un golpe en la cabeza le hizo perder el conocimiento. María no sintió cuando le vendaron los ojos. Tampoco sintió cuando la amordazaron ni tampoco cuando la amarraron de manos y pies y la aventaron sobre un caballo que comenzó a galopar como si la vida le fuera en ello. Y es que así era. El jinete y el caballo se estaban jugando la vida.

El primer sentido que recuperó María fue el del oído. Intentó moverse y escuchó a alguien decirle que se tranquilizara, que le perdonara pero que era la única manera, que le prometía que todo estaría bien. Luego recuperó el sentido del olfato. El olor a madera, cuero y flores le inundó la nariz.

Matando Cabos 2: ¿secuela innecesaria o acertado homenaje al cine serie B?

Cinetiketas | Por Jaime López |


Tuvieron que pasar 17 años para que Lemon Films retomara una de sus producciones fílmicas más exitosas, "Matando cabos", aquella comedia de acción que en 2004 lanzó al estrellato a Joaquín Cosío, Silverio Palacios, así como a Kristoff y Tony Dalton. 

Ahora, sin la presencia de los últimos dos actores mencionados y sin una corrida en salas de cine (la cinta llegó directamente a streaming vía Amazon Prime), la historia se centra en los personajes de Rubén, alias "El Mascarita", y de Tony "El caníbal". 

Es decir, Lemon Films recurre al denominado spin-off para expandir el universo que tuvo una buena acogida comercial hace más de una década y media. 

Si bien la mayoría de opiniones de quienes han visto "Matando cabos 2" no han sido positivas, no hay que perder de vista que la puesta del director Alejandro Lozano sólo tiene el propósito de divertir a los espectadores y, de paso, tratar de hacer un homenaje al cine serie B.

Cabe recordar que ese tipo de celuloide se relaciona con aquellas producciones comerciales realizadas con poco presupuesto, que son dueñas de efectos especiales "chafas", pero montados de forma ingeniosa.

Un ejemplo de lo anterior es lo que hizo el cineasta hollywoodense Robert Rodríguez en una escena de "Machete", cuyo protagonista utiliza los intestinos de uno de sus adversarios para saltar de un edificio.

Es decir, el cine serie B no se caracteriza por ser fiel a la lógica, pero sí por atreverse a plasmar ideas descabelladas a la n potencia.

En ese sentido, "Matando cabos 2" tiene más de una secuencia repleta de incoherencias, aunque dichas incoherencias son ejecutadas de manera intencional. Sí, es cierto, a veces el resultado no es del todo óptimo, pero el ritmo logra sostenerse durante los 100 minutos que dura la película. 

Sobre el reparto, Cosío y Palacios demuestran una vez su gran calidad  histriónica, mientras que Gustavo Sánchez Parra deja ver su vis cómica al interpretar a un "Nico" enamorado y lleno de temores. 

Pasando a los nuevos rostros, Carlos Aragón resulta un oportuno antagonista, además de que su historia es un pretexto para versar sobre el cine de luchadores, que fue muy famoso en el territorio mexicano. En tanto, Aranda Sokol es una grata revelación, que revitaliza la franquicia debido a su frescura y naturalidad.

En contraste, el guion desperdicia los talentos de Ana Claudia Talancón y Florencia Ríos, pues sus roles resultan muy circunstanciales, sin diálogos o escenas memorables.

Resumiendo, "Matando cabos 2, La máscara del Máscara" (su título completo) no es una obra redonda, pero tiene buenas dosis de entretenimiento, que se las ingenia para mofarse de las charlas incómodas que se pueden tener en las nuevas plataformas digitales tipo WhatsApp.

Sesiones Colocadas: Sandra Derkiel


La cantautora mexicana Sandra Derkiel nos platica en corto sobre sus influencias, la importancia de la música en el mundo y nos presenta la canción "Horas", en una entrega más de la segunda temporada de Sesiones Colocadas de Casa Yonki Producciones.


SESIONES COLOCADAS TEMPORADA II.
Horas por Sandra Derkiel


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