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Carta navideña para AFS 2025


Por Alejandro Carrillo 


Todo comenzó como comienzan las cosas que parecen chiste y terminan volviéndose destino: un puñado de tipos sentados en un bar, intentando engañarse a sí mismos con la idea de que el futbol podía ser una cura temporal para la resaca eterna, para las malas mañas, para ese cansancio de la vida adulta que se pega a los huesos. No pasó así. Pasó algo mejor.

El dueño de la idea, músico en fuga de su propio horario, ya ni viene; pero fue él quien tuvo la chispa. Y aunque muchos se quedaron en el camino —porque no cualquiera despierta un sábado con el hígado protestando para ir a correr bajo el sol— otros fueron llegando desde rincones improbables.

De ahí nació este ejército mal organizado, esta hermandad improbable, este grupo de WhatsApp con el nombre menos épico de la historia: Amigos Futbol Sábados.
Un nombre hecho al vapor, sin poesía, sin glamour… y que hoy ya no nos atrevemos a cambiar porque ahí adentro vive una parte importante de nuestra vida.

Ahí están los mensajes a deshoras, los “confirmo”, los “en camino”, los “voy tarde”, los “estoy repedo”, los memes, las mentadas, las alineaciones, las discusiones inútiles y los silencios cuando alguien no aparece porque está pasando por algo pesado. Ahí está el pulso del grupo.

Y en la cancha están ellos. Todos ustedes.

Cuando cayó el régimen del músico —cuando la rutina le ganó al entusiasmo y la resaca fue más fuerte que su voluntad— apareció Esaú. Nuestro dictador benevolente. El hombre que tomó el caos y lo convirtió en calendario. El que convoca, reparte, cobra, insiste. El que nunca dejó que esto muriera. Inteligente, terco, solidario. Sin él, no habría cancha, no habría grupo, no habría sábados. Y eso hay que decirlo en voz alta.

Alan, cañonero hambriento, pelea ahora contra su rodilla como si fuera un enemigo jurado. Y aun así, cuando no está, falta el ruido: falta su pólvora, falta su amenaza. Familia.

Betito, el poeta, el hombre que escribe como juega o juega como escribe: con esa mezcla peligrosa entre lo sublime y lo torcido en la misma jugada. Capaz de una gambeta que parece metáfora y de una caída que parece un verso roto.

Preci, fundador, romántico del futbol viejo, necaxista. Uno de mis hermanos de vida, guerrero sin armadura, que ha sobrevivido a golpes más duros que cualquier entrada. Un hombre que ha aprendido a levantarse tantas veces que ahora se levanta también por los demás, incluso antes de que toquen el piso.

Alonso, arquero y cronista, guardián del arco y documentalista de la memoria del glorioso Hidra. Especialista de los penaltis. Cada atajada suya parece un pequeño milagro.

Chiki, tosco por fuera, noble hasta la médula. Llega cada sábado buscando un pegamento distinto. Y lo encuentra. A veces en un pase, a veces en una carcajada, a veces en una charla futbolera. Pero vuelve a armarse, siempre vuelve a armarse. Quizá el que mejor entiende para qué sirve la reta.

Dani Ibarra, defensa elegante, se peina antes de ir a chocar y despeja como si el estilo fuera táctica. Luis Miguel de fondo, donjuán y marcador serio. Convierte cada cruce en una coreografía.

Didiego, mi hermano. Incansable aunque el cuerpo proteste. Un corredor del alma más que de las piernas. A veces juega con pulmones prestados, pero siempre con corazón propio.

Diego Reyes poeta del gol y casanova del mundo. El que convirtió la capoeira en un idioma para anotar goles hermosos. Él no mete los goles, los baila. Más goleador en el área chica de las féminas.

Arka, el que cura, el que aconseja, el que se emputa si le das mal una pared. Médico de cuerpos ajenos y atleta de alma entera, un tipo que parece creado para jugar futbol. Todo en él es balance: tocar, pasar, ayudar, sanar. Dentro y fuera de la cancha.

Chuy Flores, el que viene poco pero cuando viene no se rinde y eso vale más que cualquier habilidad. Su terquedad es un recordatorio de por qué jugamos. Es malísimo y admirable a la vez. Y además, trajo a Taquero, así que todo perdonado.

JP, mi arquero favorito, mi amigo, mi mosquito, mi rey lagarto. Reflejos imposibles, nobleza infinita. Siempre queriendo mejorar, en la vida y en la cancha. A veces ataja balones, pero siempre ataja nuestras tristezas. JP siempre en mi equipo.

Taquero… qué se puede decir. Nuestro santo no canonizado. El más querido, el más popular, 40 millones de seguidores, no lo vas a entender jamás.

Waz, amigo tardío y necesario. Bigote mítico, asador místico. Un tipo que llegó sin aviso y se volvió un pilar del grupo y en lo personal uno de esos regalos que solo la adultez sabe dar. Gracias a él hay cancha y terceros tiempos INCOMPARABLES. Los mejores del mundo.

Luisillo, es como el hijo de todos, el hijo problema que nadie quiere tener pero que nos vemos en la necesidad de cuidar: rebelde, contestatario, genio y figura.  Tormenta con piernas. Un tipo que disputa batallas invisibles más consigo mismo que contra el rival y aun así siempre aparece. Su bondad y su amistad, siempre, siempre ganan los partidos que importan. Te quiero mucho Distinto19.

Moro, torero viejo, clase intacta aunque el tiempo le robe metros. Juega con la dignidad de quien sabe que se está acabando algo… ¡pero no hoy! Y ahora comparte la cancha con su hijo. Eso ya hace que el sábado valga la pena.

Oscar El Pai, velocista, zurdo eléctrico, carismático. Una estrella que no necesita estadio para brillar aunque juega como si siempre tuviera público. Un tipo que convierte cualquier pase largo en promesa de alegría. Diferente cada vez que toca el balón.

Pato, mi hermano desde los doce. Compañero de banda, de vida, de heridas. Él que siempre da un pique cuando estoy a punto de caer, dentro y fuera de la cancha. El que me ha visto triste, contento, destruido, y aun así siempre me pasa el balón.

Rudy, la ardilla, el culto, el brillante. Un escéptico natural, alma seria del grupo. Un tipo que opina fuerte, piensa hondo y juega como si todo el caos del mundo pudiera ordenarse con un buen pase filtrado. Pensador incómodo. Necesario. Un cineasta sin película, un filósofo sin público, un jugador que entiende más de la vida que del deporte -pero aun así ataja hermoso-.

Chuy del Futuro, maestro del francés, sacerdote de los edits, nuestro cronista audiovisual. Bibliotecario de ¡LA FOTO! ¡LA FOTO! Gracias a él no olvidamos quienes hemos sido en nuestros mejores sábados. Aunque es pésimo escogiendo equipos: Pumas, Madrid, Marsella, Partido Acción Nacional; pocos como él son tan generosos fuera de la cancha.

Vico, mi hermano del alma, presidente honorario de este grupo, espíritu del Ummagumma, un tipo querido por todos y que siempre nos abre las puertas. Aquí seguimos, carnal.

Charly, defensa duro, sobreviviente de verdad. Su cuerpo trae historias que el balón nunca podrá narrar. Cada despeje suyo es un acto de resistencia.

Eder y Fabián, hermanos, técnicos, incansables, obreros del medio campo que trabajan como si cada pase fuera un oficio honesto. Fabián, ejemplo vivo de resiliencia con su pierna recién curada; Eder, brújula silenciosa que siempre está donde debe.

Alfaro, el fantasma fiel. Nunca lo verás pasándote una chela pero sí corriendo al espacio. Casi nunca falta. Un misterio atado a una constancia admirable.

Kevin y Luis Ozuna, defensas de los de antes, muros serios y eficaces. Creadores de chistes involuntarios, pero también de entradas duras que sostienen al equipo cuando todo se tambalea. El futbol es más sencillo si los tienes a tu lado. ¿Alguien necesita un contador?

Miguel Ibarra, cuyeyo orgulloso, trabajador, amable. Le da serenidad a cualquier cascarita. Incansable, noble, siempre alentando, siempre corriendo, siempre ahí donde se necesite estar.

Pete, fundador, profeta, bebedor, ciclista, conquistador de bares, fecundador de nalgóticas. Carisma puro. Querido por muchos, odiado por unos cuantos, precisamente por eso: por su empeño, su alegría, su terquedad luminosa.

Sam, bala humana, egoísta por talento, feroz por naturaleza. Un tipo que juega como si el mundo le debiera prisa. Difícil de alcanzar, imposible de ignorar.

Paquito, músico exiliado en techos ajenos, fundador de primera hora. Cada vez que regresa ilumina el día: trae historias, trae recuerdos, trae algo que solo él puede cargar. Como si hubiera vuelto un tío querido.

Y luego están los cometas: Amaury, Cuauh, Dany Gallegos, Emilio, Lalito, Nico, La Cobra, los amigos de la infancia y familiares lejanos de Alfaro; y los que se irán sumando y restando como pasa en todas las familias. Gratitud también a ellos por los momentos compartidos dentro y fuera de la canchita.

Y pienso en mí, Carri, que creí que el futbol se me había ido para siempre cuando mi rodilla explotó y la vida me obligó a ser otra cosa. Que pasé dos años lejos de una cancha convencido de que ya no había lugar para mí. Hasta que este grupo apareció como un milagro que no pedí pero que necesitaba. Desde entonces no he dejado de jugar, ni ustedes de alivianarme. Soy uno de los agradecidos, uno que volvió a nacer en una cancha rentada cada sábado a las nueve de la mañana.

Porque este año en específico fue duro, muy duro, y sin ustedes no lo hubiera atravesado igual. Sus pases, sus gritos, sus consejos, los terceros tiempos con Juanito y Mari La Tetas, las risas, los parleys, las discusiones inútiles, los silencios compartidos… todo eso me sostuvo más de lo que creen.

Y yo los veo cada sábado, llegar a calentar como dios nos da a entender, sin árbitro, sin uniforme, sin promesa de victoria, pero con una especie de furia infantil que nos recorre a todos. Somos hombres cansados, derrotados por la semana, trabajadores, rotos, tercos, confundidos, con pérdidas, con deudas, con miedos. Pero cada sábado cuando el balón rueda, algo se acomoda. Algo nos limpia.

El mundo deja de pesar como pesa entre semana. Y por dos horas vuelve ese milagro sencillo de la infancia: correr sin saber por qué, reír sin motivo claro, caerse sin sentir vergüenza.

Quizá la vida adulta sea eso: tener un lugar donde el mundo no duela tanto.

Para nosotros, ese lugar es la Cancha #3 del Natural Soccer.
Para mí, ese lugar, son ustedes, mis hermanos.

Gracias a todos. Por estar. Por no soltar este grupo. Por seguir apareciendo cada sábado.

Larga vida a Amigos Futbol Sábados.

"Wicked: por siempre", secuela entretenida, pero sin números musicales sublimes



Cinetiketas | Jaime López



Aunque no tiene la misma fuerza visual y musical que su antecesora, "Wicked: por siempre" es una propuesta que complacerá a las y los fanáticos de la obra creada hace más de 20 años por Stephen Schwartz.

Ello debido a que se trata de una adaptación lo más fiel posible al segundo acto que conforma la exitosísima obra de Broadway, que a su vez reimagina la historia de "El mago de Oz" desde la perspectiva de las antagonistas, es decir, de las brujas.

En ese sentido, "Wicked: por siempre" sigue destacándose por su crítica contra quienes controlan los medios de producción en una sociedad y, por tanto, contra quienes manipulan las narrativas para influir en el comportamiento de la gente.

Asimismo, la exitosa saga sigue retratando los momentos de luz y oscuridad entre dos amigas opuestas en personalidades, pero que tienen la similitud de luchar contra sus propios dolores o demonios internos.

Rechazo, aceptación, egos lastimados, enojo y autocompasión, son algunos de los sentimientos por los que transitan "Elphaba", la Bruja Mala, y "Glinda", la Bruja Buena, protagonistas de la historia.

Ambas nuevamente son interpretadas por Cinthya Erivo y Ariana Grande, respectivamente, pero es la segunda la que posee un mejor desarrollo en la secuela fílmica, porque en el guión se explican parte de sus frustraciones y temores, lo que genera una mayor empatía hacia ella.

Además, la también cantante sigue transmitiendo un halo de inocencia y valentía a su rol, que aparentemente incurre en algunos estereotipos, pero en el fondo representa a un amplio sector de la población que solo busca aceptación.

En cuanto a la historia, continúa el señalamiento contra el personaje de "El mago de Oz", que es una metáfora de aquellos seres siniestros que simulan tener una conducta intachable con el propósito de alimentar su ego o intereses mezquinos y egoístas.

Eso último se agradece infinitamente debido al mundo de falsos profetas en el que actualmente estamos inmersos, que ha llevado a la decadencia a varios países o naciones.

Ahora bien, uno de los principales problemas de "Wicked: por siempre" es que no tiene canciones sublimes como "Desafiar la gravedad", la cual se pudo escuchar al final de la primera película.

Ese tipo de himno o secuencia escénica hace falta en la continuación fílmica, lo que le resta puntos a la nueva producción comandada o dirigida por Jon M. Chu.

Por otro lado, hay situaciones o ideas que se van resolviendo apresuradamente para hacer avanzar la historia, lo que provoca una narrativa no tan orgánica como la primera parte.

Por lo que respecta al diseño de producción, los vestuarios y los efectos visuales, no hay realmente problemas en esos rubros, pero tampoco existen elementos inéditos que los hagan memorables.

Al final, "Wicked: por siempre" es disfrutable, sobre todo, para las y los seguidores del musical, pero se queda corta en ejecución y desarrollo de su historia. Dominguera, ni más ni menos.




"Las guerreras K-pop", la gran sorpresa de Netflix y de la animación 2025

Cinetiketas | Jaime López


Hablar de "Las guerreras K-pop" significa hablar sobre el fenómeno más exitoso de las plataformas streaming en lo que va de este año, pues dicha propuesta tiene el récord de reproducciones en Netflix, con más de 300 millones de vistas.

El suceso en cuestión no es producto de la casualidad, sino de la habilidosa mancuerna de Maggie Kang y Chris Appelhans, directores del filme, quienes entregan una obra fresca y dinámica. 

Ello con base en un guion coescrito por ellos mismos, junto con Danya Jiménez y Hannah McMechan, quienes abordan temas universales con los que es fácil identificarse como la aceptación personal o la búsqueda de nuestra identidad. 

Además, "Las guerreras K-pop" logra combinar comedia, romance, fantasía, acción y música pegajosa a través de una estética vistosa, que no solamente honra los animes, sino que también hace una sátira de los dramas o de las novelas coreanas. 

La premisa se centra en un grupo femenino de K-pop, integrado por Rumi, Mira y Zoey, que, cuando no están en una presentación musical o en un concierto, se dedican a aniquilar demonios. 

Sin embargo, su principal enemigo ha dado luz verde a un plan inesperado, que las pondrá en jaque de distintas maneras, confrontándolas consigo mismas. 

Es ahí donde radica una de las principales virtudes de la película, pues la historia es un espejo de las dudas, miedos y altibajos que tienen las personas a lo largo de sus existencias. 

Asimismo, la trama se enfoca en un grupo de jóvenes que, en ocasiones, solamente desean ser felices comiendo uno de sus alimentos favoritos o tomando una siesta, pero por otros momentos, deben tomar decisiones sumamente complejas. 

Exhibida desde hace más de tres meses en Netflix, en donde se ha mantenido entre los tres primeros lugares de preferencia, "Las guerreras K-pop" también se destaca por la inclusión de personajes místicos en su narrativa, que hacen recordar las obras de Hayao Miyazaki. 

En cuanto a las canciones inéditas escritas para el filme, varias de ellas tienen un enorme potencial de ser nominadas en la edición 2026 del premio Oscar. 

Sin embargo, "Golden" es quizá la pieza o composición más destacable por su significado dentro de la historia, pues representa un apapacho para el alma y  también transmite una sensación de emancipación. 

Sumado a lo anterior, la canción ha hecho historia en Estados Unidos al liderar la lista Billboard, pese a que es interpretada por un grupo ficticio, algo que no había ocurrido desde hace varias décadas. 

Finalmente, "Las guerreras K-pop" puede ser disfrutada sin necesidad de ser un experto o aficionado a las bandas de K-pop, porque su trama no está dirigida a un segmento de mercado y, además, promueve la multiculturalidad, algo que se agradece infinitamente.


"Sonido de libertad", lucro y simulación




Cinetiketas | Jaime López


Dudaba en escribir una crítica acerca de "Sonido de libertad", filme producido por el actor ganador del Oscar (venido a menos), Mel Gibson, y el mexicano Eduardo Verástegui, aspirante a la presidencia de México por la vía independiente.

Lo anterior en virtud de que no me interesaba hablar sobre una cinta que ha tenido un éxito taquillero inesperado en el mundo, pero que es engañosa y manipuladora.

No obstante, los insistentes sueños políticos guajiros de Verástegui me han motivado a redactar algunas líneas, quizá en un afán de contrarrestar dichos sueños.

Si bien la producción de la película no es mala, pues no tiene una fotografía tipo novela chafa de esas en las que aparecía el mexicano en sus inicios, echa mano de una problemática perturbadora, la trata infantil, para hacer negocio.

Eso último encuentra sustento en que, al final de cada función, el productor de "Sonido de libertad" aparecía pidiendo a las y los asistentes que compraran más boletos y se los donaran a quienes no tenían recursos extras para ir al cine.

Lo anterior iba acompañado de una lágrima falsa, que recuerda sus nefastas interpretaciones de antaño, y la frase "los niños de Dios no están a la venta".

El mismo mensaje y modus operandi se realizaba en las pantallas de Estados Unidos y Canadá, solo que ahí aparecía Jim Caviezel, protagonista del metraje, en lugar de Eduardo Verástegui.

En su momento lo expresé y ahora mantengo la misma postura: si los productores y actores de "Sonido de libertad" estaban tan interesados en difundir su mensaje contra la trata infantil, podrían hacerlo sin pedir dinero a la gente, sobre todo, cuando son creativos que tienen abundantes cuentas en el banco.

Por lo que respecta a la historia, el guion tiene un arco circular, lo que significa que inicia y concluye en la misma locación. Esto no es algo malo por sí mismo, mucho menos cuando se sabe que la idea se basa en un "héroe" de la vida real y, por tanto, se conoce su desenlace.

Si bien es cierto que el desarrollo de la premisa tiene buen ritmo, también lo es que ciertas secuencias resultan predecibles y poco creíbles.

Lo más rescatable de "Sonido de libertad" es su elenco infantil y Bill Camp, quien da vida a "El vampiro", un ser que busca redimirse por su oscuro pasado.

Lo malo es que actrices como Mira Sorvino, ganadora del Oscar, son invisibilizadas. Al final, todo se reduce a exaltar la supuesta heroicidad del hombre blanco heteronormado con valores religiosos, que escucha a "Dios" y que es capaz de salvar a las y los latinoamericanos. Un mensaje colonialista y racista.

A eso se le agrega la investigación en contra del agente en el que se basa la cinta, Tim Ballard, quien fue acusado de conducta sexual inapropiada. En resumen, este servidor no recomienda ver la película, ni siquiera por morbo.



Letrinas: Mundialista XXII



Mundialista XXII
Izhar León

 

A Leo Messi, argentino; con el número diez en la espalda y el brazalete de capitán, llevó a su selección a ganar la Copa del Mundo; ganó, además, el trofeo al mejor jugador del torneo.

  




Con el rayo, con la fuerza de los galgos hambrientos todas

leguas recorridas de Rosario a Catar,

todas posibles latitudes pintadas de fútbol,
 
todos corazones marcados por los sueños de uno
 
que sueña lo que todos quieren: el amor en tiempos de ceniza.


Pero antes fue el incendio por tres años, la derrota,
 
el olor quemado, su sabor como fuego

estancado años en la lengua del glorioso.

Así se aprende la victoria, su arduo laburo:

tallar madera con las uñas a pesar de la sangre,

trazar con el pie izquierdo trayectorias obsesivas.

La victoria consiste en el repique,

en levantarte de los goles

y los golpes asestados en tu contra.


Difícil camino porque no existe:

¿quién contra los árabes diría la derrota?

Si bien sufrido es el torneo que señala la grandeza,

¿no el dolor, por contraste, acrecienta la victoria?

Cada triunfo de pronto se vuelve irremediable,

un ave envuelta en la destreza de su vuelo

que se posa en la rama de un naranjo:

vuela a la medalla: un sol que se detiene en el rostro del cielo,

levando temperaturas

y sudores a ras de cancha:

ojo que es el mismo de entonces y de ahora, infalible testigo

de los cuerpos yacidos en Malvinas, de la voracidad trasatlántica

que aquellos anglos profesan envilecidos:

¿cuánto sur se llevarán al norte?


¿Cuántas almas apenas retoñando

harán migrar a páramos lejanos?

El sol, estelar estatua,

vio secarse la carne perforada de balazos

que fluía como el Río de la Plata

privatizado quizá por una empresa

puesta a embotellar su agua cristalina

en precios que se elevan

o a utilizarla en el vicio de la soda;

y es que un río es todos los ríos,

todas las venas de celeste sangre

yacidas también abiertas en la tierra,

secándose, como los cuerpos de mis hermanos argentinos

de allá de mil novecientos ochenta y dos.


Y, ¡ay, mamita, qué golazo¡,

que en las canchas de México,

cuatro años después,

se vio al diez argentino tomar el balón

desde su mitad del terreno,

desde esa pobreza ultrajada

que es común en nuestro pueblo,

y dribla en control orientado a uno,

pisa el esférico y baila sobre él

para librarse de otro

y los ingleses no lo alcanzan,

se va a la izquierda, ¡adiós!,

a la derecha, ¡olé!,

un poco más a la derecha

y hasta luego el portero

y le quiebran el tobillo pero no importa


porque ¿a qué sabe un gol

si no al dulce corazón

volviéndose a la boca?


¿Qué es ese movimiento de la red

si no el salto incontenible de la hinchada?

Esos hinchas son los mismos de siempre:

hombres de cada día cuyo despertador suena

a las cinco o seis de la mañana,

que van a la mina, a la oficina,

en fin, que congregan la razón del hambre

y la mirada inocente de los críos

para marcharse al laburo

e iniciar de nuevo esa negra melodía

que componen el quebrantamiento de huesos

y el crepitar de células cerebrales

en una repetición idiota.


Y quizá también alguno de esos hombres,

ojos de sol puestos en la cara,

pueda confundir en la cancha

los botines del año ochenta y seis

con los que ahora también vemos

levantar la Copa del Mundo,

conocer su peso, el de la esperanza

de todos los aficionados,

la sonrisa, el éxtasis de estar vivo,

el paréntesis en medio de la sangre y la escasez

que también es la tarde,

después del colegio y los deberes,

en que los niños salen a jugar al fútbol,

con todas las reglas oficiales

y las inventadas del barrio,

con las alineaciones imperfectas

y el balón y los botines que en el juego

transmutan en los de más alta categoría,

y uno o dos o todos quieren ser Messi

y escriben en la remera, con rotulador indeleble,

su nombre y número específicos.



Izhar León (Tuxtla Gutiérrez, Chis., 2004) estudia en la Universidad Autónoma de Chiapas la licenciatura en Lengua y Literatura Hispanoamericanas. Textos suyos se han publicado en la revista digital Carruaje de Pájaros.

Letrinas: Buscar trabajo


Buscar trabajo
Por Pet Buk

Debería estar buscando trabajo. Es lunes, medio día, se me acabó el paro hace seis meses y tengo menos de cien euros en la cuenta. Pero hoy no me encuentro con fuerzas; igual que ayer y que mañana.

Estamos a 15 de enero y hace frío, por eso me acurruco bajo la manta, sacando lo justo de los ojos para poder ver la tele. Fuera el cielo está lleno de nubes, el sol es sólo una mancha gris clara sobre un fondo gris oscuro, la acera y el asfalto están mojados, acaba de dejar de llover, y la gente aún camina con el paraguas abierto.

Es un día gris, eso es un hecho objetivo. El cielo, los edificios, las farolas, las papeleras, el humo de los coches y el aire son grises.

Gris no quiere decir malo, sólo quiere decir gris. A mí hoy me resulta agradable, me empuja a salir a la calle, es lo que necesito. Un día claro y soleado sería abrumador, creo que me iría deshaciendo como un cubito de hielo incapaz de igualar la cálida temperatura exterior.

Lo que me apetece es bajar al bar y beber cerveza, como siempre. Beber me distrae, me hace sentir menos mal por un rato, y eso es casi como estar bien. Me gusta el bar y me encanta la cerveza, aunque no me gusta demasiado la gente.

Me siento detrás de tres chavales jóvenes, de unos 30 años, como yo. Son dos chicos y una chica preciosos. El olor dulce de sus colonias llega hasta mi mesa, me fijo en lo brillante y sedoso que tienen el pelo, lo blancos que están sus dientes, lo suave y perfecta que parece su piel. Son jóvenes perfectos y muy apetecibles. Aunque en realidad parecen maniquís, y por un momento les envidio, y desearía ser maniquí para trabajar en un escaparate.

La camarera por fin se acerca con mi caña, ha pasado poco tiempo desde que entré en el bar, pero se hace largo esperando por una cerveza.

La primera del barril, tienes suerte –dice sonriendo.

Gracias –respondo sin mirar.

No creo que haya tenido tanta suerte, más bien que es muy pronto para empezar a beber, al menos para los maniquís. Además, yo hace tiempo que no puedo diferenciar ese tipo de matices, me da igual la última o la primera del barril, es cerveza, eso es lo que realmente importa.

Intento leer el periódico mientras bebo, tragedias que por algún motivo merecen mi atención, mezcladas con publicidad y noticias que parecen publicidad. Pero no puedo, me distrae la conversación y el olor de los chavales.

Hablan de fundas para el móvil, de las luces de navidad y de apps para saber si la mierda que te venden en el súper es mierda buena o mierda mala. De sus bocas no paran de salir palabras, una tras otra y una encima de otra, pero yo sólo escucho cosas que ya he escuchado antes mil veces. Les han explicado cómo pensar y qué pensar, como a mí, la diferencia es que esos estúpidos se creen que tienen ideas propias. Me desesperan.

Parece que se van, uno de los chicos se levanta y se acerca a la chica para ponerle un abrigo tan elegante como horroroso. Le da un beso en la mejilla y ella parece encantada de que la traten como una inútil. Son una panda de gilipollas. Y pienso que si pasara más tiempo en casa y menos en el bar no odiaría tanto a casi todo el mundo.

Como siempre mi cabeza piensa en joder. Mientras los veo marchar la chica se vuelve para mirarme, yo no aparto la mirada, pero ella sí, se siente incómoda. Entonces me mira él también, su novio supongo, se cogen de la mano; y yo le miro fijamente, sonrío y guiño un ojo. Él también se siente incómodo y aparta la vista. Yo sonrío porque pienso en joder en todos los sentidos, joderme a la chica en el baño del bar, o al chico, eso da igual. Lo importante es que así jode la parejita y se jode el amigo.

Puede que si hiciese algo así dejasen por fin de hablar de mierdas. A lo mejor empezarían a sentir algo de verdad, y en realidad les estaría salvando la vida. Imagino que al menos me partirían la cara, gritarían y llorarían. Y eso sería mucho más real que el resto de cosas que dicen y hacen. Infelices, pero por fin vivos, no sé si existe otra forma de estar vivo.

Estoy seguro de que cuando un tío se folla al amor de tu vida en el baño del bar donde desayunas te la empiezan a sudar la funda del móvil y la app, y las luces de navidad ya no te parecen tan bonitas.

Mi pensamiento vuela y se mueve, se da la vuelta. A veces es difícil, ni siquiera yo me entiendo. Ya no están en el bar, puede que no los vuelva a ver. Y ahora me dan pena los tres. Se esfuerzan demasiado por toda esa mierda. Se visten de gente importante, se matan a trabajar para comprarse una casa, un coche, un ordenador, un teléfono... Después se hacen un plan de pensiones y caminan con la cabeza alta, porque son jóvenes triunfadores, seguros de sí mismos… pero en realidad creo que están tan asustados como yo, tienen miedo, no pueden dormir y la ansiedad les come por dentro. Sólo que ellos se disfrazan y sonríen, yo ya no soy capaz, es muy cansado. Así que enseño a todo el mundo como lloro, a la gente le resulta desagradable. La tristeza se acepta sólo en la intimidad, su exhibición pública es pornográfica, ofensiva. Es más aceptable ver una polla, y yo me alegro por las pollas, pero lo de la tristeza es terrible.

Me da pena cómo se esfuerzan cada segundo de cada minuto de cada hora de cada día por construirse una vida. No sé si no se enteran o no quieren verlo. Pero al final la marea siempre sube y se traga el castillo de arena, se traga el coche y el trabajo, por supuesto se traga el plan de pensiones.

Puede que yo viva destruyendo. Soy el niño que se siente poderoso rompiendo él mismo el castillo en lugar de dejar que se lo trague el mar. Al menos yo decido cómo y cuándo. Eso es estar vivo, y por eso bebo y escribo en el bar en vez de buscar trabajo. 

Fran Fine, diosa millennial

Call me old fashioned... please! | Por Mónica Castro Lara |


Después de seis años, ciento cuarenta y seis episodios y un sinfín de atuendos espectaculares, el 23 de junio de 1999, mi hermana Elo y yo nos despedíamos con muchísima tristeza de una de nuestras series favoritas y que cambió el rumbo de nuestras vidas (sin exagerar) para siempre. Por supuesto, estoy hablando de “The Nanny” o “La Niñera”. Este emblemático programa de televisión creado, protagonizado y producido por la maravillosa Fran Drescher, a pesar de no haber sido tan exitoso en Estados Unidos, en Latinoamérica vaya que la queremos y la queremos un buen, tanto así que tuvo adaptación chilena, argentina, ecuatoriana, mexicana y ¡hasta rusa! haciéndola una de esas series emblemáticas y que muchos guardamos en el corazón y recordamos con harto cariño. Por ejemplo, en mi caso, la considero junto a “Friends” como mi gran maestra particular de inglés; modificó la forma en que Elo y yo jugábamos de niñas porque díganme, ¿qué niñas de 8 y 10 años juegan a hacer y adaptar guiones de televisión, armar talk shows junto a su prima Laura, grabar una película con sus amigos tomando ideas y diálogos de la serie y pensar y repensar sus atuendos de los Emmys dentro de quince años? (Porque Elo y yo jurábamos que armaríamos una revolución en la televisión gringa con nuestro toque latino). Pues sí… ese efecto tuvo “La Niñera” en este par de ñoñas que terminaron estudiando comunicación, producto supongo de todas estas cosas (o al menos prefiero aferrarme a esa idea medio infantil y súper ingenua ja-ja). Pero, más allá del efecto que nos produjo en sí esta magnífica serie, esta ñoña se está preguntando ¿cuál es el verdadero legado de Fran Fine y que, ahora a mis treinta, puedo reflexionar y resignificar con mucha más precisión?


1.    La voz de Fran

No es ningún secreto que en sí la voz de Fran Drescher es… digamos… escandalosamente peculiar. En varias entrevistas, la actriz ha manifestado lo difícil que solían ser las audiciones y, por ende, conseguir buenos papeles en televisión y cine debido a que los productores y directores de audición, siempre le ponían “peros” a su voz. Incluso, el New York Times llegó a comparar su voz con “el sonido de un Buick con un tanque de gasolina vacío, girando en frío en una mañana de invierno”. Auch. Pero eso no detuvo a Fran quien, en 1992, pitcheó la idea de una serie al entonces presidente de la CBS durante un vuelo; un año más tarde, “The Nanny” se estrenaría con altos ratings de audiencia. Obviamente, durante el rodaje de la serie, Fran exageraría mucho más su voz, digamos, la pondría a actuar, haciéndola más ruidosa y nasal, haciendo que inmediatamente se impregnara en nuestros cerebros y nos pareciera harto divertida. Pero, más allá de parecernos divertida, me parece que la voz de Fran es irreverente, audaz, sin tapujos; ruidosa en el mejor de los sentidos. Y aunque en algunas ocasiones (o muchas más bien), su voz le trajo problemas a ella y a los Sheffield -como cuando supuestamente arruinó un partido de tenis del gran Elton John-, el tener voz y el deliberadamente no quedarse callada nunca, son rasgos característicos de Fran y que indiscutiblemente se agradecen hoy en día porque, ¿qué mejor lección para una mujer que alzar la voz, gritar y hacerse escuchar? Y aunque no siempre encajara en los ambientes en los que se codeaba, la fuerza de la voz de Fran hacía que eso no importara, ella siempre iba a destacar. Como bien leí por ahí, “LOUD IS HER ONLY VOLUME” y que bello poder resignificarlo así. La voz de Fran es una voz que no puede ser ignorada, olvidada y qué mejor ejemplo que ese.

 


 2.    Sus atuendos

¿Por dónde empezar con los miles de atuendos fabulosos de Fran Fine? Siempre destacó por su buen estilo, sus impecables outfits, su destello de color a donde quiera que fuera. Incluso la canción del intro de la serie lo dice: “She's the lady in red when everybody else is wearing tan”. Imposible no ver a Fran a kilómetros de distancia, con ese cabello frondoso, esas faldas y vestidos súper cortitos, esos tacones altísimos y esos atuendos nada monocromáticos. ¡Fran, jamás en un atuendo monocromático, eh! Aunque, seamos honestos: es sumamente improbable que una niñera que ganaba seis dólares la hora en los 90, pudiera tener en su armario prendas de Moschino, Christian Lacroix, Todd Oldham, Vivienne Westwood o John Galliano peeeero, si algo nos enseñó Fran y nos lo reiteró muchísimas ocasiones, es a siempre comprar en rebajas. Así que dejemos que nuestra imaginación viaje y divague un poco y nos haga creer que las niñeras como Fran, derrochan estilo. Brenda Cooper, diseñadora y estilista, fue la encargada de diseñar el vestuario en la serie, así que a ella le debemos mucho del destello colorido de Fran y el estilo muy marcado de cada personaje, ¿o me van a decir que C.C Babcock no era súper chic?

Quiero creer que mi Fran, más allá de vestirse para impresionar al Señor Sheffield (sorry, mi niña interna está más acostumbrada a decir “Señor Sheffield” que “Mr. Sheffield”), en realidad siempre se vistió para ella misma; esa es otra lección importantísima para nosotras y lo cual me lleva al siguiente punto…


3.    El Feminismo de Fran

Aquí entramos tal vez en disputa, pero lean primero mis argumentos y después los debatimos sin problema. A pesar de que Fran siempre escondía su verdadera edad y de que su único sueño era casarse y tener hijos, eran decisiones propias que venían de ella y que, en realidad, jamás escondió o pretendió tener otro tipo de aspiraciones mientras encubría su verdadero objetivo de vida. Jamás. Fran no ingresó a la casa de los Sheffield con el afán de casarse o “amarrar” al jefe; la relación entre ambos fue construyéndose poco a poco (en términos de la nana Fine, vaya que cinco años sí es poco a poco) y aunque Fran siempre… digamos… la cagaba monumentalmente, siempre sabía resolver la situación sola o con ayuda de los confidentes de siempre y salir victoriosa. Y ahora que lo pienso, qué complicado debía ser vivir en la misma casa que tu crush, coquetarse todo el tiempo, besarse de vez en cuando, ser muy amigos y que nada serio o formal ocurriera porque el “dude” le tenía miedo al compromiso (¡momento!… ¿acaso estamos hablando de mí? Jajaja). Y bueno sí, admito que está el factor Sylvia (la mamá) y su constante presión para casar a su hija, pero entendamos que también tiene que ver mucho el factor religión judía que, dentro de sus múltiples preceptos, está el matrimonio y la reproducción de facto. Entonces, era inevitable que les entrara cierta angustia al ver a una Fran de 34 años sin ningún prospecto, aunado a la constante comparación con otras mujeres, por lo que no es de sorprendernos que, a pesar de que esta serie tiene veintiocho años, el patriarcado y sus mandatos sigan muy vigentes.

Aun así, creo que Fran realmente era una mujer libre y auténtica; hacía las cosas que quería, a su modo, nunca tuvo miedo de hacer el ridículo, tenía claro qué quería de su vida, tomaba sus propias decisiones, era determinada, le gustaban (y mucho) los chicos, le gustaba el sexo, era inteligente, daba todo por la gente que quería y, sobre todo, amaba A-MA-BA comer. Jamás tuvo miedo de expresar lo mucho que adoraba la comida y sobre todo, la comida chatarra. ¿Cuándo vimos a Fran matándose, haciendo dietas o haciendo ejercicio? ¡JA-MÁS! Y por más estúpido que suene, qué genial es ver a una mujer en televisión teniendo una relación auténtica con la comida. Ella comía cuando estaba feliz, triste, preocupada, enojada… o sea, era un ser humano normal. Claro, ves el cuerpo de Fran Drescher y te preguntas a dónde iba toda esa comida, pero al menos la actitud ahí estaba. En pocas palabras, está bien no encajar, ser demasiado femenina, ser demasiado judía, ser demasiado irreverente, ser demasiado escandalosa siempre y cuando seas auténticamente tú.


Fran Fine, es uno de esos íconos de los 90 que a nosotros los millennials, nos encanta recordar y defender a capa y espada, porque más que ser una simple serie de televisión, “La Niñera” nos hacía sentir como en casa y Fran, era una auténtica amiga, así como cada uno de los personajes maravillosos del programa (inserte un chiste sarcástico de Niles aquí). Quién mejor que ella para enseñarnos acerca de Rosh Hashaná, Yom Kippur, Hanukkah, cómo es un Kibutz israelí, cómo comprar en descuento, cómo regresar prendas que ya usaste, cómo robar comida o suplementos en restaurantes, cómo comer sin culpa, cómo suplantar identidades, cómo conquistar chicos guapos, cómo vestirnos, cómo no tener miedo a cagarla, a amar nuestros cuerpos, a usar batas con kilos de maquillaje, a comprender que la familia siempre es y será lo más importante, a cómo amar de manera incondicional y, sobre todo, ser una buena persona siempre. Por eso, nunca me cansaré de ver “La Niñera”, reír a carcajadas y envidiar la forma tan chic en que Fran bajaba esas icónicas escaleras. ¿Y ustedes?

Matando Cabos 2: ¿secuela innecesaria o acertado homenaje al cine serie B?

Cinetiketas | Por Jaime López |


Tuvieron que pasar 17 años para que Lemon Films retomara una de sus producciones fílmicas más exitosas, "Matando cabos", aquella comedia de acción que en 2004 lanzó al estrellato a Joaquín Cosío, Silverio Palacios, así como a Kristoff y Tony Dalton. 

Ahora, sin la presencia de los últimos dos actores mencionados y sin una corrida en salas de cine (la cinta llegó directamente a streaming vía Amazon Prime), la historia se centra en los personajes de Rubén, alias "El Mascarita", y de Tony "El caníbal". 

Es decir, Lemon Films recurre al denominado spin-off para expandir el universo que tuvo una buena acogida comercial hace más de una década y media. 

Si bien la mayoría de opiniones de quienes han visto "Matando cabos 2" no han sido positivas, no hay que perder de vista que la puesta del director Alejandro Lozano sólo tiene el propósito de divertir a los espectadores y, de paso, tratar de hacer un homenaje al cine serie B.

Cabe recordar que ese tipo de celuloide se relaciona con aquellas producciones comerciales realizadas con poco presupuesto, que son dueñas de efectos especiales "chafas", pero montados de forma ingeniosa.

Un ejemplo de lo anterior es lo que hizo el cineasta hollywoodense Robert Rodríguez en una escena de "Machete", cuyo protagonista utiliza los intestinos de uno de sus adversarios para saltar de un edificio.

Es decir, el cine serie B no se caracteriza por ser fiel a la lógica, pero sí por atreverse a plasmar ideas descabelladas a la n potencia.

En ese sentido, "Matando cabos 2" tiene más de una secuencia repleta de incoherencias, aunque dichas incoherencias son ejecutadas de manera intencional. Sí, es cierto, a veces el resultado no es del todo óptimo, pero el ritmo logra sostenerse durante los 100 minutos que dura la película. 

Sobre el reparto, Cosío y Palacios demuestran una vez su gran calidad  histriónica, mientras que Gustavo Sánchez Parra deja ver su vis cómica al interpretar a un "Nico" enamorado y lleno de temores. 

Pasando a los nuevos rostros, Carlos Aragón resulta un oportuno antagonista, además de que su historia es un pretexto para versar sobre el cine de luchadores, que fue muy famoso en el territorio mexicano. En tanto, Aranda Sokol es una grata revelación, que revitaliza la franquicia debido a su frescura y naturalidad.

En contraste, el guion desperdicia los talentos de Ana Claudia Talancón y Florencia Ríos, pues sus roles resultan muy circunstanciales, sin diálogos o escenas memorables.

Resumiendo, "Matando cabos 2, La máscara del Máscara" (su título completo) no es una obra redonda, pero tiene buenas dosis de entretenimiento, que se las ingenia para mofarse de las charlas incómodas que se pueden tener en las nuevas plataformas digitales tipo WhatsApp.

Deconstruyendo sobre lo deconstruido: una mirada al subgénero de superhéroes

Por Jorge Tadeo Vargas |

 

¿Si un súper hizo eso cuando era feliz, imagina qué haría si descubriera que le estuviste mintiendo desde el principio?”

Billy the Butcher, The Boys

Para muchos escritores y la academia misma, el comic, la novela gráfica sigue siendo considerada como un arte menor; incluso es denostado en muchas ocasiones como una forma artística, de expresión infantil o para adultos con muy bajo nivel intelectual. A mediados de la década de los 50’s Wertham ya presentaba a los lectores de comics como posibles delincuentes, pues al leer comics, decía en su libro Seduction of Inocent (1954) se fomentaba el analfabetismo y otros comportamientos desagradables en los jóvenes. Para finales de siglo McCloud en su libro Understanding Comics: The Invisible Art habla del -según él- el lenguaje simplista, la narrativa carente de técnica entre otras cosas, referente al arte del comics. Principalmente aquel relacionado con el subgénero de superhéroes.

Esta percepción ha ido cambiando un poco con el paso de los años, si bien no se le da el respeto que se merece como una expresión artística, al menos su popularidad ha ido en aumento, logrando con esto posicionarse dentro del mainstream dando como resultado que muchos escritores o artistas gráficos colaboren con algunos comics o bien pasando de este género a otros más respetados, como es la narrativa, o la pintura.

El ejemplo de Alan Moore, que no solo ha declarado que no piensa volver a escribir para un comic y/o novela gráfica, sino que además en sus declaraciones degrada el género, principalmente a las adaptaciones cinematográficas o series es muy claro. Moore tiene la firme creencia de que sus creaciones o en aquellas en las que colaboro, no son para el lector común de comics, sino para “otro tipo de personas”. Esta actitud ha hecho que su popularidad actual se deba más a sus argumentos contra el comic o a sus intentos de deconstrucción del genero hace ya algunas décadas que a sus creaciones actuales, las cuales pasan a ser de regulares a malas.


Hay que recordar que el subgénero de superhéroes dentro del comic sigue siendo el más popular, incluso me atrevería a decir que ha logrado opacar a cualquier otro subgénero. Este nació en la década de los 20’s pero alcanzo mayor popularidad una década después, específicamente en 1938, con Superman, creado por Jerry Siegel y Joe Shuster. Desde entonces su popularidad fue en aumento, así como los comics que presentaban a estos seres superiores, perfectos, impolutos, incapaces de tener un ápice de maldad en su interior.

Para la década de los 80´s el genero ya estaba agotado, al menos la realidad lo había rebasado y era momento de hacerle una revisión. Las crisis que se vivían en ese momento, no solo económicas, sino sociales, la debacle del sueño americano con la entrada del neoliberalismo necesitaba de otros arcos argumentativos. Los comics que además estaban saliendo de sus épocas de oro y bronca, también estaban en crisis económicas. Las editoriales necesitaban comenzar a contar otro tipo de historias, mucho más adultas y así se dio la primera reconstrucción del género.

Batman paso de ser solo un vigilante con un fuerte sentido de la moral y lo correcto a convertirse en un personaje oscuro, violento que utilizaba el miedo y la violencia como parte de sus argumentos contra la delincuencia. Para esto contaron con Frank Miller, un escritor/dibujante capaz de imaginarse los peores escenarios, donde los superhéroes tenían que reponerse de la imperfección de ser humanos. En esta década se dio la llegada de muchos escritores y artistas gráficos que veían en los comics, principalmente en este subgénero una oportunidad de hacer manifiestos políticos, sociales o sencillamente llevarlos a un siguiente nivel.

Esto permitió que un joven ingles que tenía cierto renombre en su país, comenzara a trabajar en el que es quizás el primer ejercicio de deconstrucción del subgénero. Este escritor llamado Alan Moore, junto a David Gibbons como artista gráfico comenzaron a trabajar en una serie de doce números de una serie de superhéroes atípicos. El nombre que recibiría el equipo fue el de Watchmen y tiraba por la ventana todas las ideas preconcebidas de como tenia que ser un humano con capacidades superiores al resto. Aquí no había seres perfectos, incapaces de no sentir maldad, del más puro y casto sacrificio por la humanidad. Con Watchmen rompen con esto, además de hacer una fuerte crítica antisistema, al modelo económico, a la guerra, a la crisis que se vivía en ese momento en todo el mundo.

Moore convierte a sus personajes en seres rencorosos, violentos, incluso abusan de su poder, son despreciables. Por supuesto como en cualquier historia, no todo es maldad o bondad, existen esos espacios grises donde los superhéroes transitan, por lo que esta el sacrificio por parte de algunos de los protagonistas que no buscan el beneficio personal, pero incluso ellos son violentos, agresivos.

Esta historia primero presentada como una serie de doce números, luego como novela gráfica con cientos de ediciones en varios idiomas desde su primera aparición a mediados de los 80’s a la fecha. Incluso con varios spin off de sus personajes, una película y una serie que cuenta que paso en el mundo después de los Watchmen originales, tiene una frase que definía a la perfección lo que quería crear Moore. “Quién vigila a los vigilantes” dice una grafiti que aparece en algunas bardas.

Así vemos que no todos es color de rosa, que Superman como un superhombre en toda la extensión de la palabra ya no tenía cabida en el mundo actual. Terminan con una idea ingenua de que los superhéroes son seres perfectos, sin vicios, que nunca cometen errores, que no son capaces de sentir odio. En Watchmen estos personajes, no sin toda una discusión filosófica de por medio toman la decisión de permitir, incluso de provocar la muerte de millones de personas por una absurda idea del bien común.

Alan Moore que ya venia trabajando con The Swamp Thing desde un tratamiento distinto al que le había dado sus creadores, logro revolucionar el genero con Watchmen, aunque no fue lo suficiente como para cambiarlo por completo. Sin embargo permitió que otros escritores y dibujantes que veían en él a un mentor, alguien a quien valía la pena seguir se dieran a la tarea de ir creando sus personajes desde esta deconstrucción de este subgénero.

Pero no solo crearon otros personajes, que en algunos momentos le dieron un giro a los que ya estaban posicionados. El caso de Frank Miller con Batman que rompió con el paradigma clásico del subgénero o un Garth Ennis que ya iban pintando por donde iría su carrera como escritor de comics o Mark Millar que no solo le dio el último gran éxito comercial a Marvel Comics con una de las mejores historias/sagas en las ultimas décadas de esta casa editorial como lo fue Civil War, sino que además Millar creo tres historias más.

La primera, aunque no es el orden de creación sino de impacto fue Kickass, un mundo sin superpoderes, pero que quienes han decidió seguir ese camino tienen que hacer todo lo que este en sus manos para ser mejores que los villanos. Sin bien el protagonista es una especie de Peter Parker queriendo ser Spiderman sin ninguna habilidad lo que lo convierte en un nerd fracasado incapaz de detener a ningún criminal, Hitgirl es todo lo contrario, una niña que fue entrenada para ser una asesina, y además no tiene empacho en drogarse si eso le dará una ventaja contra sus contrincantes. Millar une su pluma con un talentoso John Romita Jr. y convierten el subgénero de superhéroes en todo un universo de antihéroes, a los cuales no podemos admirar. Con dos intentos fallidos de película, el comic continua, solo que ahora Hitgirl también tiene el suyo propio.


Millar también revisito a Batman con su serie de Némesis, donde se pregunta ¿En la vida real, Batman sería un superhéroe o un supervillano? La respuesta es clara si observamos el abuso y la impunidad con la que se mueven los ricos y poderosos. También deconstruye a la Liga de la Justicia con su serie de Jupiter’s Legacy, mezclándolo con Watchmen. Un grupo de superhéroes que intenta sobrevivir a la familia, a los celos, a la violencia, a las crisis existenciales de sus miembros y entre generaciones poniendo el riesgo el código por el que se deben regir.

Doom Patrol es una serie que nació en la década de los sesenta, con muchas altas y bajas, pero no fue hasta los 80’s que Grant Morrison, otro escritor que ha venido deconstruyendo el género, como lo hizo con Superman convirtiéndolo en una especie de Stalin en su novela Superman: Red Son, tomo a su cargo la serie de Doom Patrol para llevarla en otro sentido. No solo es un grupo de marginados, desadaptados sociales, sino además hace una denuncia social contra la discriminación por sexo, color de piel -o la falta de ella- convirtiéndola en un espacio donde los frikis podían/podíamos sentirnos identificados. Morrison hizo con Doom Patrol posiblemente uno de los ejercicios de deconstrucción más honestos a la fecha.

Como hemos visto con Miller y Morrison, esto sirvió para que muchos de los superhéroes clásicos pasaron por momentos de reconstrucción. Tanto Marvel, como DC Comics, las dos empresas editoriales más importantes de Comics, pasaron a revisar a sus personajes más populares, dándoles más humanidad, esto hizo que en ocasiones cayeran en el ridículo, pues el esfuerzo hizo que estos pasaran de blanco a negro, es decir de superhéroes a supervillanos, olvidándose que lo que había sido tan exitoso estaba justo en otorgarle los tonos grises. Incluso cuando intentaron darles mayor corrección política, lo único que lograron fuer convertir buenos personajes, en parodias de si mismos. Aunque tanto DC Comics con su Justice League Dark o Marvel y las Secrets Wars ofrecieron buenos arcos argumentativos.


En el siglo XXI con escritores como Millar criticando la prepotencia y la impunidad del actuar de los superhéroes en la ya mencionada saga Civil War de Marvel Comics, Garth Ennis ya consolidado como un irreverente, hereje y provocador escritor que había revivido a John Constantine recibe carta ancha para hacer su propia deconstrucción del subgénero lo que trajo consigo a The Boys, una irreverente historia donde los superhéroes son manejados por una empresa privada que hace negocios con ellos, al más puro estilo de las empresas militares que le trabajan al gobierno estadunidense.

Los superhéroes se esconden bajo la protección de sus jefes para ser racistas, misóginos, violadores, asesinos, sin ningún tipo de remordimiento. Todo esto vigilado por un grupo de mercenarios contratados por el gobierno para parafrasear a Alan Moore, vigilar a los vigilantes los cuales tampoco tienen empacho en cruzar cualquier línea para vigilar y/o vengarse de los superhéroes. Aquí no hay villanos en el sentido estricto de la palabra, o al menos eso parece en los tonos grises de toda la serie.

Con The Boys, Ennis se burla de todos los cánones del subgénero, de sus códigos, de la idea de dioses perfectos. Si bien para muchos, el estilo, las formas en que lo cuenta son demasiado agresivas, saturantes en algunos momentos, la deconstrucción que hace Ennis es la que mejor rompe con toda la idea preconcebida de los superhéroes.


Garth Ennis ya había hecho toda una deconstrucción o al menos una critica hacia el actuar de los superhéroes cuando escribió la historia de Punisher Kills Marvel Universe, donde los daños colaterales del actuar de estos protectores de la humanidad salen a relucir. Aquí parece decir: la violencia genera víctimas inocentes, las cuales quedan en el olvido por un ingenuo bien mayor.

Para terminar con esta revisión que nos da una idea sobre las distintas deconstrucciones que ha sobrevivido este subgénero, dejando fuera toda la saga de los X-Men y las historias paralelas -X-Force, Deadpool…- que han venido evolucionando de un grupo de marginados a una critica social, donde los héroes y los villanos cambian de bando, dependiendo el momento, de nuevo los matices grises, sin un bando definido, la cual merece toda una revisión por su importancia.

Hay que mencionar a Robert Kirkman que en Invincible convierte la historia del hijo de Kriptón, Superman y de la Liga de la Justica, en una historia de egos, celos, violencia, donde los superhéroes son mucho peores que los supervillanos. Una historia donde incluso la familia es menos importante que lo que el protagonista quiere y no le importa matarlos sacrificarlos para sus propios intereses.

Kirkman salto a la popularidad gracias a la serie basada en su comic The Walking Dead, donde hace una revisión del género de zombies con muy buenos resultados. Al igual que con los no muertos, los villanos no son importantes, lo que es importante son los sentimientos de los protagonistas y la forma que los manejan. De la misma forma que lo hace Millar con Jupiter’s Legacy, Kirkman plagia a distintos grupos de superhéroes para ir desarrollando su deconstrucción, creando todo un nuevo universo, donde estos son empleados del gobierno estadounidense -con excepción del más poderoso de ellos que es solo un colaborador ocasional- se casan, tienen hijos, hipotecas que pagar y que incluso en momentos de locura pueden terminar con planetas enteros.

Invincible es una serie hecha a medida para los tiempos actuales, donde los malos pueden terminar salvando el día, mientras que los buenos son quienes ponen en jaque a toda la población. Aquí su creador deja claro su pesimismo en la humanidad. No tenemos solución y la única alternativa es la extinción, aunque esta llegue de manos de quien nos dice proteger.

Al igual que Ennis en su momento, Kirkman tomó por asalto a Marvel Comics y construyo todo un universo desde donde mejor sabe hacerlo, convirtiendo a todos los superhéroes y supervillanos en zombies perdiendo todo rastro de esa humanidad que dicen proteger. Dibujado por Sean Phillips en unos cuantos números convirtieron todo un universo en una masacre sin sentido de todos contra todos, con los que en teoría son nuestros protectores se convirtieron en los cazadores de la humanidad.

Podría mencionar otros comics que han aportado a la deconstrucción de este subgénero. Mistery Men y su visión de superhéroes fracasados, sin talento, donde el único héroe es un imbécil más preocupado por la fama que por ser en realidad un protector, sin embargo me parece importante mencionar el papel del cine y las plataformas de streaming en esta deconstrucción.

Si bien las adaptaciones se prestan para contar las historias de una forma distinta, dando paso a una deconstrucción, estas se han dado para mal, si vemos la mayoría de lo que se ha hecho en el ahora llamado Universo Cinematográfico Marvel, o en el construido por DC Comics y Warner Bros, donde vemos todo el infantilismo que Moore menciona. Aquí hay en su mayoría un retroceso en la forma de contar las historias, tratando de atrapar el publico más joven, como lo hicieran en su momento los comics impresos. Por otro lado existen algunas otras que las llevan a otros terrenos, convirtiéndolas en verdaderas live action para adultos.

Si contamos el nacimiento de Superman como el nacimiento de este subgénero, son casi cien años de existencia y como todo arte tiene sus altas y sus bajas; la importancia es que ha permitido que reconozcamos que más allá de la bondad que se nos exige, o de la maldad que decidimos arropar, los tonos grises por los que transitamos deben de permitirnos ver la realidad con otros ojos, para así reconocernos hasta donde podemos ser capaces de llegar y conocer nuestros propios límites. Esto es lo valioso a rescatar.

Desde la rebelión contra Elisyum

Junio 2021, Zinacantepec.


El autor: Jorge Tadeo Vargas - Activista, anarquista, biólogo, panadero casero y coordinador de lidecs.
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