When there's no more room in hell, the dead will walk the earth.
George Romero
Soy de la generación
del video, del cine en VHS, de esa generación de ir al videoclub como si fuera
ir a una biblioteca y buscar entre cientos de títulos –si es que tenías suerte
y el video club de tu barrio era lo suficientemente grande- la película que
querías ver.
Las películas se
acomodaban de la siguiente forma: en primer
lugar los estrenos que estaban justo frente a la entrada para que los vieras en
cuanto entrabas. Muchos de estos no se estrenaban en el pequeño cine de tu
ciudad, incluso algunos ni en los cines de las grandes ciudades. Las demás
películas se acomodaban a criterio del empleado del lugar: acción, comedia,
drama, cine europeo –si el negocio lo tenía- y al menos en el que yo conocía
hasta el final, en el espacio más escondido, junto a la puerta con la cortina
que separaba el porno de los otros géneros, custodiado por los thrillers estaba
el cine de terror con todas sus variantes donde no había una clasificación para
ellas, bien te podías encontrar un slasher a un lado de una película de
fantasmas al menos que corrieras con suerte y algún empleado fuera fan de este
género entonces sí había una clasificación meticulosa.
El proceso de rentar
por 24 horas una película era todo un ritual, al menos lo era para mí. Entraba
a la tienda pasaba horas buscando, escogiendo, leyendo el resumen de la
película en la parte trasera de la caja para darme una idea clara. Muchas veces
ya sabía que quería e iba directo por ella esperando que estuviera disponible.
En un espacio de este tipo en un video club, no en las salas de cine fue donde
inició mi “adicción” a las películas.
El poco que llegaba a
las salas entre la década de los ochenta y noventa era casi siempre malo
blockbuster sin ofrecer algo más pero en los videoclubs podías conseguir hasta
lo inimaginable. Así pude ver Halloween de John Carpenter, Hellraiser
de Clive Barker, Alien de Ridley Scott, Braindead y Bad Taste
de Peter Jackson, las tres de Evil Dead de Sam Raimi y una que me
impactó mucho más que las mencionadas arriba, convirtiendo el género de zombis
en mi favorito: Night of the Living Dead de George Romero.
Me gusta el cine de terror en general, aún recuerdo no haber dormido en días después de ver Nigthmare on Elm Street, recuerdo la sensación de asco, miedo y risa involuntaria con la saga de Evil Dead, ésta última con su tercera parte es una influencia clara en muchas series de televisión de dragones y caballeros aunque no se diga abiertamente. Sin embargo los zombis tienen un encanto particular para mí desde que con doce años vi Dawn of the Dead llevándome a buscar en el videoclub cerca de mi casa y después en otros más lejanos todo lo que hubiera de este subgénero y a pesar de la genialidad de Fulci, de D’ Amato, incluso del propio Peter Jackson, George Romero fue y sigue siendo mi favorito.
Su estilo de filmar lento, a medias, sin prisas, dan a sus películas la desesperación suficiente para saber en todo momento que los humanos tienen perdida la batalla contra los No Muertos, alienados, solo buscando sobrevivir desde su propia e inerte realidad.
Con el paso del tiempo
llegué a ver las primeras películas de este subgénero como White Zombi
(Calperini, 1932), The Plague of zombis (John Gilling,
1966) el inminente apocalipsis que introdujo Romero con Nigth of the
Living Dead y que fue puliendo con sus sucesoras hasta llegar a su última
película Diary of the Dead, creando con esto el escenario perfecto que
aún a la fecha se mantiene.
Mentiría si dijera que
con las primeras películas de Romero que vi entendí su crítica
social que está implícita en toda su obra, esto lo supe al volver a verlas al
menos las que vi en la década de los ochenta e inicios de los noventa. Lo
entendí en mi adolescencia, ya con más información en mi cabeza me
quedó claro que la realidad que se planteaba en sus películas es muy contrario a
lo que hoy en día significa ser zombi, donde lo han convertido en una moda con
sus días del zombi, sus desfiles, con las series de televisión, popularizándolas
en el mal sentido, tenemos zombis que evolucionan, que se organizan, que se
comunican, que hablan.
Para Romero un No
Muerto era un ser alienado, que camina intentando sobrevivir sin la capacidad
de cuestionar, los humanos son los supervivientes, los marginados, los que
rechazan ser como la manada y están dispuestos hacer lo que sea para no
convertirse para mantener su individualidad, claro, esto siempre tiene un costo
y queda claro en cada una de sus películas, los humanos tienen que luchar
contra los No Muertos y contra la misma dinámica del poder, de la avaricia, del
egoísmo.
Otra de las críticas de Romero son los culpables cualquiera que sea el escenario. La crítica que hace con culpables muy específicos se observa desde el inicio, ya sea contra el racismo, la guerra, el consumismo, la individualidad egoísta, los fraccionamientos cerrados o los medios de comunicación; el común denominador es el sistema de clases, los gobiernos, las corporaciones transnacionales, la gente con poder económico.
En cada una de las películas que Romero filmó, evidenció que el sistema de clases fomenta un individualismo egoísta, la segregación. El miedo a lo diferente es el culpable de la inminente derrota de la humanidad contra los No Muertos. Muy similar a lo que vivimos donde a los diferentes se les ataca, donde se niega la diversidad, donde no podemos ponernos de acuerdo y ganan nuestros prejuicios.
La forma en que se ve a
los zombis ha cambiado desde aquel 1968 que transformó por completo a los
muertos vivientes. Ahora ya tenemos series de televisión muy exitosas con
grandes presupuestos y producción, tenemos libros, comics, películas blockbuster.
Ya son parte de la cultura pop actual y como tal son un producto de consumo
más.
Muy lejos ha quedado aquel intento de crítica social que Romero inició tratando de hacer una analogía de la realidad con esta ficción en particular y aunque aún existen algunos intentos que se salvan como Z-Nation (Karl Schaefer y Craig Engler, 2014) Train to Busan (Yeon Sang-ho, 2016) The Girl with of Gifts (Colm McCarthy, 2016) incluso algunas utilizando la comedia como parte de esta crítica, como Shaun of the Dead (Edgar Wright, 2004), Juan de los Muertos (Alejandro Brugués, 2011) o la más reciente de Jarmush, Dead Don't Die (2019).
La
asimilación de los zombis en la cultura popular se llevó esa parte
contestataria, convirtiendo al subgénero en un No Muerto que solo busca que
asimilemos el sistema como la única salida posible.
El autor: Jorge Tadeo Vargas - Activista, anarquista, biólogo y panadero casero.