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Alexander Payne: el significado de un pesimismo humanista



Jorge Tadeo Vargas | 


 “Considero que el mundo es un lugar amargo y complicado. Y éste parece sentir lo mismo por mí. Creo que tú y yo tenemos eso en común”.

Paul Hunham, The Holdovers

 


Denis Villeneuve, en una ocasión mientras lo entrevistaban para hablar sobre su cine, declaro que, para él, el cine eran más imágenes que diálogos, que deseaba hacer una película sin un solo diálogo. Un enorme reto, pensando que la humanidad ha ido evolucionando a la par de los descubrimientos tecnológicos y el habla, o los idiomas, como se quiera ver, pero dialogar entre individuos y sociedades es lo que ha permitido mucho de los avances civilizatorios. Lo que propone Villeneuve es arriesgado, aunque se lee interesante pensar en una historia contada solo por imágenes.

Por otro lado, sin decirlo o hacer declaraciones Alexander Payne es parte de una generación de directores que antecede el diálogo a las imágenes, o al menos van de la mano creando historias ordinarias con un tratamiento que puede parecer común y corriente, pero que esconde mucho más de lo que dice.

Payne, nacido en Omaha, Nebraska en 1961, creció viendo cine, pero como muchos otros de sus contemporáneos, su aprendizaje no solo se centraba en lo que vio en las pantallas de un cinema, sino también en la televisión, que para muchos niños de la década de los sesenta y después de ellos ha sido parte de su educación.

Es así como va moldeando su forma de ver el arte de contar historias por medio de imágenes en movimiento y al igual que muchos cineastas de su generación fueron formándose fuera de la industria, aunque lo suficientemente cerca para poder acceder al presupuesto de los grandes estudios, sin comprometer su independencia.

Una generación de directores/guionistas que buscan contar historias de las personas comunes, desde una vida ordinaria, sobreviviendo sin pensarlo mucho, aceptando las adversidades y viviendo con ellas. De eso tratan sus películas y con excepción de The Descendants (2011) es fácil sentirse identificado con sus personajes.

A pesar de que la trayectoria como director de Payne inició en 1985 con el cortometraje “Carmen”, su filmografía no es muy amplia, no es un director que se quiera pasar la vida entre producciones, al contrario, se toma su tiempo, decide tranquilamente cuál será su próximo proyecto y lo lleva a cabo. De 1996 a la fecha ha dirigido y coescrito junto a Jim Taylor ocho películas, entre cada una de ellas al menos se ha tomado dos años. No es pues un director de prisas y eso se traduce en que cada una de sus películas tiene una historia importante que contar.

Después de “Carmen” cortometraje que escribió y dirigió aun siendo estudiante de en la Universidad de California, se tomo diez años para su ópera prima; con “Citizen Ruth” (1996) Payne lleva a debate el tema del aborto, y lo hace desde una transgresión aun mayor, pues la protagonista es una sin hogar, la cual se convierte en el centro de la discusión de republicanos y demócratas sobre el derecho abortar. Con una crítica a la sociedad estadounidense, influenciable por los medios de comunicación, Payne ya comenzaba a dibujar ese humanismo pesimista de todo su trabajo posterior. En esta su primer película, ya comenzaba a dibujar ese cuidado que tiene a la hora de perfilar a sus personajes, la sátira como la forma de enfrentar la critica social, si bien es claro que aún la faltaba madurez, es una película que vale la pena rescatar en estos tiempos de polarización sin sentido.

Tomándose el tiempo más corto que se ha tomado entre una película y otra, para 1999, dirige y adapta “Election”, una de las mejores críticas al sistema electoral y su forma de manipulación por parte de quienes participan en el desde arriba.

Basada en la novela de Tom Perrota, cuenta la historia de una adolescente en preparatoria, que quiere ser elegida presidenta de la clase y está dispuesta hacer lo necesario para conseguirlo, como seducir a su profesor, acusarlo de acoso sexual, destruirlo a él y a quien se interponga e incluso cometer fraude para lograr lo que quiere. La estupenda adaptación de la novela y la dirección de Payne que había madurado bastante a la hora de armar la historia, permiten que tanto Reese Whiterspoon y Matthew Broderick sobresalgan en sus papeles protagonistas.

Aquí el papel de Broderick ya comienza a perfilarse como uno de esos personajes fracasados, sin suerte tan comunes en el cine de Payne. Con “Election” tuvo su primera nominación al Oscar como mejor guion adaptado, permitiéndole afianzarse en el círculo de directores que se mantenían en el borde de Hollywood y la industria independiente. Algo similar a Richard Linklater.

Para 2004, ya afianzado como un director en acenso, dirige “About Schmidt” donde cuenta con Jack Nicholson en el último papel importante de su carrera. La historia se centra en un jubilado que se encuentra entre muchas decisiones a tomar, entre secretos que la saltan a la vista y la decisión de impedir que su hija se case. Con “About Schmidt” Payne muestra otra de sus filias a la hora de contar historias: las road movies y ese encanto de tomar carretera por el simple hecho de hacerlo. Cualquier pretexto es bueno.

También aparece esa fijación por el drama familiar, esa obstinación por seguir juntos, a pesar de no soportarse entre sí. En lo personal de esa película guardo recuerdos desagradables a la hora de la comida, que era justo cuando el drama familiar explotaba, así que, entre gritos y desmanes, los protagonistas van metiéndose comida a la boca, un recurso que le da un toque desagradable a la trama, en el buen sentido. Tuvo dos nominaciones al Oscar. Payne se estaba convirtiendo en un frecuente de la academia, aunque no ganara nada, era un reconocimiento.

Dos años después presenta “Sideways”. Adaptada de la novela de Rex Pickett, cuenta la historia de dos amigos que deciden hacer un recorrido por el valle vinícola de Santa Ynez a modo de despedida de soltero. Un viaje que termina siendo un descubrimiento para los dos, especialmente para uno de ellos que va cargando con un enorme saco de culpas de su pasado.

De nuevo están presentes las filias y fobias de Payne, los miedos que expresan sus personajes en una espiral de autodestrucción que termina con ese sentimiento pesimista esperanzador tan característico de las películas de este cineasta. También aquí inicia una relación de trabajo con Paul Giamatti, con quien ha hecho ya algunas de sus pocas películas como protagonista. Con cinco nominaciones al Oscar, se lleva la de mejor guion adaptado, de nuevo junto con Jim Taylor, su escritor de cabecera y con quien más seguro se siente a la hora de contar sus historias, que se llegan a sentir en momentos muy personales. Su filia con los profesores es una constante, por decir lo menos.

Siete años se toma para regresar a presentar una nueva película, The Descendants (2011), que  adaptó de la novela de Kaui Hart Hemmings y en la cual a pesar de que están presentes muchas de sus fobias, especialmente aquellas relacionadas con la familia, se sale un poco de su estilo de historia -no de contarla, ese sigue siendo su estilo y formato- donde nos habla del duelo de una familia con un ser querido en coma, cómo se vive, cómo puede destruirlos e incluso el desapego al no relacionar el coma con la muerte. Al final el cuerpo sigue presente, funcionando con máquinas, la esperanza se mantiene.

Una de sus películas más exitosas tanto en la taquilla como en la crítica, pero que en lo personal es la que menos me gusta. De cierta forma, me parece que es la que menos refleja, lo que Payne ha venido dejando en cada una de sus historias, mucho mas cercanas a la clase trabajadora y como van sobreviviendo a pesar de ellos. Pero esto es una opinión, por lo cual tampoco refleja la importancia del cine de Payne y sus historias.

En 2013 llega la que considero es su mejor película. Nebraska es un tratado a la vejez y la forma en que la enfrentamos, tanto los viejos como quienes nos toca acompañarlos. Una de sus películas más emotivas, con la que retoma el road movie para contarnos la historia, el rencuentro de un hijo con su padre. Un camino que va más allá de ir a recoger un premio falso, sino la necesidad de un viejo de ser tomado en cuenta.

Nebraska es un ensayo cinematográfico como pocos al momento de hablar de una etapa de la vida donde se pasa a ser un mueble, un elemento más, y como los viejos luchan por ser más que eso, continuar siendo humanos.

Todo cineasta tiene una obra en su filmografía que lo define, que lo hace ser quien es, Nebraska es justo eso para Alexander Payne, la película que mejor define lo que le interesa contarnos, lo que él quiere que sepamos sobre la vida. Será una obra difícil de superar si es que lo logra hacer.

Después de Nebraska, Payne apuesta con “Downsizing” (2017), una de sus películas más arriesgadas y con la cual se sale de su estilo narrativo para experimentar en la ciencia ficción. Como una crítica a las absurdas soluciones a la crisis socio-ambiental, Payne narra la historia de una pareja que entra a un proyecto para ser miniaturizados y vivir en una ciudad diminuta como una prueba piloto, y así contrarrestar la crisis ecológica que vivimos. De ahí es que se van desarrollando los conflictos que esto genera previo a ser miniaturizados y después de que lo hacen. No es la mejor película de este director y como experimento se quedó a medias, sin embargo, era/fue un proyecto que tanto Payne como Taylor estuvieron desarrollando por décadas.

Seis años después regresa con “The Holdovers”, otra road movie que hace un análisis a muchos momentos entre personas con distintas personalidades, que de cierta forma se reunen alrededor -de nuevo- de un profesor con una personalidad de esas que le gusta perfilar a Payne; pesimistas, gruñones, sin sentido del humor.

Esta es la primer película en la que el director no participa como guionista, ni tampoco tiene a su compañero Jim Taylor. El guion corrió a cargo de David Hemingson. The Holdovers, es una de las películas más maduras de Payne, se le nota el crecimiento como director.

Si pensáramos en el cine de Payne en cuestión de música, tanto sus historias, su forma de narrar, podríamos compararlo con Damien Jurado -quien participa en el soundtrack de The Holdovers-: personajes que luchan contra sus miedos, sus fracasos, sus propias personalidades, sus demonios más cercanos, justo ahí radica la calidad de su cine, en llevarnos por caminos que nos resultan familiares, al punto del temor.

Tras tres décadas filmando historias que evocan la sensibilidad del cine de la década de los sesenta, una forma de hacer cine, de contar historias que parece estar en extinción.


Desde el (auto) exilio en los bosques Klatch City

Jorge Tadeo Vargas: sobreviviente de Ankh-Morpork, activista, escritor, traductor, anarquista, pero sobre todo panadero casero y padre de Ximena.
Desde hace años construye una caja de herramientas para sobrevivir.
A veces viaja a Mundodisco

Spike Lee: cine, violencia racial y orgullo afroamericano



Jorge Tadeo Vargas |


“El arte tiene el poder de provocar cambios sociales”

Spike Lee
 

En mis años de preparatoria, fue cuando me inicié en el activismo; lo hice de la mano del anarquismo y su relación con el movimiento/escena punk que tuvo en la década de los noventa su momento más intenso y activo. Fue una década coyuntural para los movimientos sociales, se gestó el movimiento por la justicia global y todo el altermundismo que se traducía en aquella idea de “otro mundo es posible”. Desde ahí fue que me involucré en distintas movidas, siempre desde el anarcopunk.

Como todo lo que pasaba dentro de ese movimiento, mis inicios fueron bastante dogmáticos y rechazaba todo lo que no fuera anarquismo, con la música hacia ciertas excepciones, lo cual me permitió explorar otras ideas y formas de pensar, especialmente lo relacionado con el rap y fue así que conocí a los Black Panthers y su idea política más cercana al marxismo, y con Eldridge Cleaver me di cuenta que las ideas cuando se llevan a la acción no pueden caer en dogmas o actos de fe, sino al cuestionamiento y la autocrítica.

En esos años mi gusto por el cine se iba desarrollando; así que gracias a mi acercamiento a la cultura afroamericana conocí a Spike Lee, que si bien no fue con el que aprendí la ecuación cine + activismo, si fue quien me enseñó que la cultura pop es un medio muy interesante y efectivo para hacer propaganda social y no solo de mercado.

La primera película que vi de Spike Lee fue “Jungle Fever” (1990) con la que este director intenta darles una vuelta a las comedias románticas que a inicios de esa década comenzaban a ponerse de moda; desde la idea del romance, Lee decide hablar de racismo, de violencia, de ciudades dividas por formas de pensar, de actuar, donde el amor no todo lo puede, al contrario, es la razón por la que todo se va al carajo. Una película repleta de carga sexual, de dogmas religiosos que prefieren exiliar a los hijos e hijas que reconocer lo que esta mal. En la subtrama de esta película se hace una denuncia a la entrada del crack a las comunidades afroamericanas como método de control.

Aunque “Jungle Fever” recibió duras criticas por parte de la comunidad italoamericana, ofendidas por el supuesto cliché violento y racista en que los convierte Spike Lee, el director se defendió argumentando que el guion se basó en la historia de un afroamericano asesinado por salir con una chica del área italiana del barrio de Bensonhurst en la ciudad de Nueva York, por lo que no estaba haciendo nada más que contar una historia lamentablemente muy normalizada en esa ciudad y en esos barrios.

Después del golpe de realidad que significo “Jungle Fever” busqué algunas de sus primeras películas. Era común que estos filmes no estuvieran exhibidos en los videoclubs de mi pequeña ciudad norteña, así que gracias a la buena voluntad de mis amigos de la capital del país, pude ver -y aumentar mi videoteca- “Mo' Better Blues” (1990) donde entendí la intensidad con la que la comunidad afroamericana vive la música y la importancia que tiene para ellos; también descubrí que para Spike Lee, la música es una parte esencial de su filmografía -Jungle Fever tiene una banda sonora compuesta por Stevie Wonder por citar un ejemplo-. También vi su ópera prima “She's Gotta Have It” (1986) una película adelantada a su tiempo, mostrando a una mujer que tiene el control de su vida, principalmente en el tema sexual, donde ella decide vivirlo a plenitud sin importarle nada más.


Con “She's Gotta Have It”, Lee tomó por asalto una industria que no estaba preparada para un cineasta como él: contestatario, confrontativo, irreverente y con una fuerte declaración de principios. Además sorprendió a la industria con su propia productora a la que le dio un nombre muy provocativo: “40 Acres and a Mule Filmworks”.

Si tomamos en cuenta que el nombre de su productora hace sugerencia a lo que era entregado a los esclavos cuando terminó la esclavitud como compensación, no deja de ser una transgresión a la industria de Hollywood.

La cuarta película que vi fue justamente la que lo llevó a la popularidad que mantiene hasta hoy. “Do The Right Thing” (1989). Un filme que es propaganda pura de esa urbanidad racista en la que se mueven muchos de los barrios estadounidenses, mostrando un día en esos lugares, un día de los más calurosos y como en un solo momento todo puede terminar con un caos y un asesinato a manos de la policía. “Do The Right Thing” muestra un barrio dividido entre ítalo y afroamericanos que conviven en una tensión diaria, pero que por una circunstancia muy simple, esa tensión puede ceder y dar pie a mucha violencia. Aquí Lee hace ya una crítica directa al actuar de la policía y aunque para muchos, esta puede ser una forma de invitar a la violencia y a los disturbios, para el director era una forma de mostrar lo que se vive día a día en cualquier barrio, de cualquier ciudad de los Estados Unidos. Habrá que recordar que esto fue muchos años antes del “Black Lives Matter” y que la polémica que se dio en torno a la película fue mucho más perjudicial que benéfica, al menos en esos años.

Para 1992 llega su primera película por encargo. Le piden que tome el lugar de Norman Jewison en la dirección, lo cual hace no sin antes cambiar la dirección de la historia, hacer una revisión aún más a profundidad de las ideas políticas y religiosas de Malcolm X y pasando de las teorías conspirativas a la realidad del asesinato del líder político. Esto le causó muchos problemas a Lee en todo el rodaje, pero al final, se tradujo en su primera película masiva, con éxito en la taquilla y en los premios, siendo la primera nominación de Denzel Washington al Oscar.

La década de los noventa ha sido la época más prolífica de Spike Lee, que, aprovechando las coyunturas globales de esos años, se permitió hacer de su cine una propaganda política y social contra el trato hacia los afroamericanos en los Estados Unidos. Esto se puede ver en películas como Crooklyn (1994), una historia semibiográfica, donde muestra lo que implica crecer dentro del racismo gringo y las luchas que tiene que librar para poder sobresalir en la creación artística. O en la comedia “Girl 6” donde da un giro a “She's Gotta Have It” mostrando los peligros y la violencia con la que viven las mujeres, especialmente las afroamericanas. También fue mucho más directo en su propaganda y crítica como en “Get on the Bus” (1996), donde tomando como punto de partida la marcha del millón para presentar la diferencia que existe en los afroamericanos dentro de Estados Unidos según la clase social, la comunidad en que viven y su religiosidad. Una fuerte crítica a las diferencias entre los propios afroamericanos. También muestra su amor por el deporte, principalmente por el básquetbol y en “He Got a Game” (1998) hace una crítica a la industria del deporte que convierte a los jóvenes en esclavos, en mercancía al mejor postor.

Cierra esa década con dos películas por encargo que muestran su capacidad como cineasta más allá de la propaganda política. Retomando un proyecto rechazado por Martin Scorsese y que Lee pasó de convertirlo en una historia policiaca a una historia más cercana al gueto y lo que se vive en él. “Clockers” (1995) es la semilla de lo que después veríamos en series como “The Wire”. Basada en la novela de Richard Price, quien contribuyo con Lee para armar el guion y entregar para la pantalla grande una historia de corrupción, crímenes y violencia racial.

“Summer of Sam” (1999) fue la película con la que cerró el siglo XX. También por encargo, pero dándole su toque, por primera vez sale del gueto afroamericano y muestra la vida entre los italoamericanos, donde va mostrando el prejuicio y la violencia, teniendo como escenario el verano más caluroso de Nueva York, y como protagonista al asesino en serie conocido como “El hijo de Sam” y a la mejor temporada de béisbol que vivió Reggie Jackson, la única referencia afroamericana de toda la película. Las estupendas actuaciones de Mira Sorvino, John Leguizamo y Adrien Brody son un ejemplo de que Spike Lee es un director capaz de salir de su zona de confort para darnos muy buen cine.

En este siglo, a pesar de que su producción filmográfica se mantiene, la calidad ha disminuido bastante, salvo contadas excepciones como “25th Hour” (2002), una estupenda crítica al sistema penitenciario, “Inside Man” (2006), otra de sus películas por encargo que muestra su capacidad como cineasta, “BlacKkKlansman” (2018) con la que fue nominado de nuevo a los Oscares, basada en una historia real, donde desenmascara cómo funcionan los supremacistas blancos desde la década de los setenta a la fecha. Más allá de esto sus otras películas son prescindibles. Tal vez “Bamboozled” (2000) merece reconocimiento, pues al ser una película con la que Lee trató de experimentar con la cámara, termina perdiendo de vista la historia que es bastante buena, pero no es capaz de desarrollarla a tope o “Chi-Raq” (2015) que basada en la comedia griega “Lisístrata” intenta hacer una crítica a la violencia de pandillas que se vive en Chicago. Por otro lado, películas como Da Sweet Blood of Jesus” (2014) o la desafortunada adaptación por encargo de “OldBoy” (2013) no vale la pena ni mencionarlas.

Hay que aclarar que Spike Lee no es un director político, al menos no lo es desde la lógica de Ken Loach, pues, aunque su cine está lleno de denuncias sociales, al final es un afroamericano privilegiado, que usa su arte para denunciar prácticas racistas, claro desde el sistema, pero tampoco es que quiera cambiarlo de raíz, solo busca que el pastel capitalista se comparta de otra forma. Esto es claro si vemos cómo su productora no tiene empacho en trabajar en el mundo de la publicidad haciendo comerciales para empresas como Nike, Converse, Levi's, Taco Bell, entre otras muchas marcas que son responsables de muchas de las prácticas racistas y segregacionistas en todo el mundo.


Spike Lee se siente cómodo con el capitalismo, siempre y cuando este sea desde su óptica del “color correcto” y hacer esta mención, esta crítica a su persona, más que a su cine, al menos para mí es relevante, pues al final fue parte importante de mi formación activista y de mi cuestionamiento al modelo económico y sus formas de destruir a las poblaciones más vulneradas.

Vale la pena mencionar que Lee es un difundidor de la música afroamericana, no solo invitando a músicos con compromiso a participar en su banda sonora, como lo ha hecho con Public Enemy, Aretha Franklin o Stevie Wonder; sino también ha dirigido videos musicales de artistas a los que considera valiosos en la difusión de su identidad. Es una forma de contribuir a la expansión de una cultura musical que ha recibido muchos atracos a lo largo de la historia estadounidense.

Spike Lee pertenece a una generación de directores que en la década de los noventa apostaron por mantenerse al borde de la industria cinematográfica de Hollywood, pero sin alejarse del todo, conservando cierta independencia creativa a la hora de contar historias y llevarlas a la pantalla grande. Esta fue una generación de directores, escritores, actores que buscaban que sus películas representaran algo, que dijeran algo, una especie de declaración, un manifiesto. Lee lo usó como un medio propagandístico que sin comprometer su calidad como cineasta, logró llevar a cabo una labor de denuncia muy loable.



Desde el exilio en Ankh-Morpork

Jorge Tadeo Vargas; activista, escritor, anarquista, pero sobre todo panadero casero y padre de Ximena. Desde hace años construye una caja de herramientas para sobrevivir.

A veces viaja a Mundodisco.

La transmutación en el cine de David Cronenberg


 Jorge Tadeo Vargas |

 

"Pretendo noquear al espectador con cada nueva imagen".
David Cronenberg

 

Al revisar el cine de David Cronenberg queda más que claro que no podemos verlo como piezas separadas o como etapas que este cineasta ha ido pasando en toda su trayectoria. Su cine es un todo, un conjunto al que podríamos llamar “el proyecto Cronenberg” y es que cada una de sus películas es una pieza fundamental para entender la obsesión, los miedos, las filias y las fobias que este canadiense tiene con el cuerpo humano y las posibilidades de transmutar, de convertirlo en algo diferente, distinto, en algo más de lo que es.

Cronenberg ha creado un estilo muy personal de terror, cercano al corporal, a la ciencia ficción desde donde explora la conexión y la interrelación que tenemos con nuestro cuerpo que vamos conformando con el paso del tiempo.

Su estilo de terror parte de su fascinación, el morbo, la traición corporal de envejecer para llegar a la transmutación en otra que incluso va más allá de lo humano, de lo tangible, para desde ahí partir a la exploración del horror a lo diferente. Una visión tan retorcida que se va normalizando cada vez más. Lo vemos con esas personas que deciden modificar parte de su cuerpo de diversas maneras. La idea de transmutar de este director es algo con lo que de cierta forma hemos convivido desde hace décadas, solo que Cronenberg lo presenta desde una visión mucho más retorcida.

David Cronenberg nació en una familia judía, en Toronto, Canadá. Hijo de un escritor, periodista, editor y una pianista, paso su infancia rodeado de libros y música, por lo que no fue nada extraño que al momento de entrar a la universidad se decidiera por literatura, donde puso énfasis en autores como William S. Burroughs, Vladimir Nabokov entre otros escritores que en sus libros siempre han dejado claro su filia con el cuerpo, su envejecimiento y como ir retrasándolo, impidiéndolo. Sin embargo su camino hacia el cine estaba formándose, la película amateur “Winter Kept us Warm” lo llevó a buscar en el cine la forma de expresar sus sentires, sus miedos, sus pasiones.

Con la idea de convertirse en director se muda a la ciudad de Nueva York e influenciado por toda la escuela underground que se estaba dando a finales de la década de los sesenta, es que sin ningún conocimiento técnico decide filmar sus dos primeros cortometrajes, con historias escritas por él.

Filma “Fincher” (1966) que es un diálogo entre un psiquiatra y un expaciente y “From the Brain” (1967) también en forma de diálogo pero esta vez entre dos veteranos de guerra. Estos dos cortometrajes ya van mostrando las obsesiones de Cronenberg con respecto a la decadencia corporal, mental, el envejecimiento como algo de lo que no podemos escapar.


En 1969, filma su ópera prima “Stereo” donde desde la ciencia ficción comienza a vislumbrar su estilo característico de terror corporal, donde los protagonistas son intervenidos quirúrgicamente para quitarles el habla, desarrollando con esto habilidades telepáticas. Con “Stereo”, Cronenberg presentaba sus primeros indicios de transmutación en sus personajes como parte fundamental de sus historias, de las obsesiones que presentan y que los hacen ser quienes son.

Con su segunda película “Crimes of the Future” (1970) apuesta por hacer una dura crítica a la sociedad conservadora de su país natal. Cuestiona ideas preconcebidas desde lo políticamente correcto. “Crimes of the Future” causó bastante polémica por esa apología a la pederastia que hace, para lo cual Cronenberg respondió que lo que intentaba hacer con la película era mostrar a una sociedad hipócrita, falsa, conservadora, a la par de perversa.


“Shivers” (1975) es con la que logra la proyección necesaria para convertirse en un cineasta de autor, más allá de un simple director de cine de terror/ciencia ficción. Sin embargo se mantiene siendo un director reconocido en el circuito de ese género, ganando el premio al mejor director en el aclamado Festival de Sitges. En “Shivers” ya se perfilan sus principales obsesiones dentro del terror corporal. El sexo explícito, el gore, la violencia, dando los primeros pasos a lo que se convertiría en su sello característico.

Cabe mencionar que esta es la primer película de Cronenberg en la que delega la dirección de fotografía y la cámara a alguien más, dando como resultado mucha mayor libertad para que él se dedique a la dirección, lo que le da una mayor madurez y seguridad, que se muestra en “Rabid” (1977) en la que incluye otra de sus filias como son los coches y las motocicletas. Esta fue un éxito en taquilla, además que se convirtió de inmediato en una película de culto dentro del subgénero gore, aunque habrá que decir que estaba muy alejado de lo que los directores especialistas estaban haciendo en ese momento. Cronenberg estaba dibujando una delgada línea entre el género del terror y el cine de autor, al cual pocos autores en esos años estuvieron caminando.

En 1979 decide sacar dos películas que de cierta forma presentan de forma muy acertada a David Cronenberg en esos años. Con “Fast Company”, su única de encargo en toda su filmografía, hace un primer acercamiento a su filia con los autos, la velocidad y los accidentes automovilísticos. A pesar de que es un filme de encargo tiene el estilo del canadiense, quien además ha dejado claro que aceptó hacerla por dos razones, la primera por su gusto por los coches y las carreras, y para poder financiar “The Brood”, uno de sus proyectos más personales.

Desde sus miedos infantiles relacionados con la enfermedad degenerativa de su padre es que deja ver desde una visión bastante retorcida los traumas infantiles y como estos nos van marcando.

Es a la fecha una de sus mejores películas, además de presentar un punto de inflexión, un antes y un después en su carrera, al menos en lo que a presupuesto se refiere, pues con “The Brood” los grandes estudios voltean a verlo, logrando así tener un mayor apoyo económico lo que se traduce -contradictoriamente- en una mayor libertad de crear, de llevar a cabo sus visiones.


Entre mediados de los ochenta y principios de los noventa, plasma sus mayores éxitos comerciales, logrando así no solo consolidarse como un referente dentro del cine del terror, principalmente de los subgéneros del horror corporal y el gore, sino también como un director de cine de autor; pues la estética de sus películas, así como el tratamiento de sus historias, que en eso años habían mejorado mucho, le permiten entrar en esa categoría, incluso Andy Warhol dijo sobre “Videodrome” que era “A Clockwork Orange” de los ochenta.

Esta película que combina los elementos clásicos de Cronenberg como son la transmutación corporal, el gore, la violencia y el sexo con una crítica hacia la televisión, en una década plagada de excesos capitalistas, donde el consumismo fue lo que marcó a toda una sociedad, dando la pauta de lo que nos convertimos en la actualidad.

Queda claro en esta película que toda la violencia, los excesos, la forma de verlos, en televisión o ahora en las llamadas redes sociales, Cronenberg se estaba adelantando a lo que podríamos decir que es lo que vivimos en la actualidad y que Claudia Alarcón llama “Sociedad Snuff”. “Videodrome” es uno de los filmes más excesivos visualmente de Cronenberg, donde no hace ninguna concesión a la censura, ni personal, ni de los estudios.

Previo, en 1981, filma “Scanners” en la que con un mayor presupuesto logra mostrar visualmente de forma mucho más cercana a su idea, la violencia, el sexo explícito, los cambios corporales; es decir, todo lo que significa el “Proyecto Cronenberg”. Con esta también se permite ir creando esa estética visual cercana al ciberpunk que será usada en sus demás películas.

Cierra la década de los ochenta con sus tres películas más taquilleras a la fecha, además de ser el momento en que toma la decisión de apostar por la adaptación de libros, ya sea novelas o relatos, antes de que las historias originales.


Con “The Dead Zone” (1983) adaptada de la novela homónima de Stephen King y su película con mayor presupuesto hasta ese momento, muestra un lado mucho más psicológico en su forma de representar el horror. con “The Fly” (1986) misma que terminó de establecerlo como un director rentable para los grandes estudios y que además lleva la transmutación hacia otros niveles mucho más perturbadores y perversos.

“The Fly” ha trascendido al nivel de convertirse en parte de la cultura pop, con múltiples parodias, referencias, memes, entre otras formas de homenaje actual. Cerrando con “Dead Ringers” (1989), una de las películas más incomprendidas de su filmografía pasando de ser duramente criticada a ser considerada la sexta mejor película en toda la historia del cine canadiense. 

Para los noventa se dedica exclusivamente a adaptar novelas y obras de teatro, iniciando con “Naked Lunch” adaptada de la novela del mismo nombre de William S. Burroughs, incluyendo algunos relatos y pasajes biográficos del escritor. El caos estético y secuencial de la novela son fielmente plasmados en la película dejando ver la influencia que este escritor ha tenido en el cine de Cronenberg. Ésta es posiblemente la película que lo lleva a la cumbre como director de cine de autor, alejándolo un poco de la categoría del terror/horror y es así como para 1993, filma “M. Butterfly”, adaptada de la obra de teatro del mismo nombre escrita por David Henry Hwang. Aquí se aleja por completo de su estilo y sus obsesiones y miedos los convierte en un drama psicológico de alto nivel, con un Jeremy Irons en el papel principal, interpretado de forma magistral.


El año1996 lo alcanza filmando “Crash”, de nuevo adaptada de una novela, esta vez de J.G. Ballard y es justo con la que alcanza a llevar al cine en una sola película todas sus obsesiones, desde los cambios corporales, el terror, los miedos, los coches (accidentes incluidos), el sexo. Es posiblemente la obra cumbre de Cronenberg, la que mejor retrata sus filias y fobias. La polémica que tuvo fue un factor detonante no solo para que la critica especializada la viera con otros ojos, sino también detuvo una mayor distribución, deteniendo la proyección masiva de una de sus mejores películas.

Cierra la última década del siglo con “eXistenZ, adaptación libre de la novela “The Three Stigmas of Parker Eldrich” (lo cual sigue negando Cronenberg pero el parecido en la historia es innegable). Aquí de nuevo hace una crítica a las nuevas tecnologías, al uso que se les da para la alieneación y control de las personas. La sutileza para mantener el gore de una forma muy fina y elegante son la mayor sorpresa de este filme. Cronenberg comenzaba a entender que necesitaba pulir sus técnicas para solventar la censura.


En este siglo se ha mantenido apostando por las adaptaciones más que por las ideas originales, tal vez por su (de)formación como escritor o reconociendo que Cronenberg es más un artesano que un artista, su formación es totalmente empírica con respecto a las técnicas cinematografías y eso tal vez juega a su favor -junto a su título en literatura- para hacer el cine que hace, apostando por las adaptaciones.

Desde la revisión a un paciente mental en “Spider” (2002), pasando por “A history of Violence” (2005) basada en la novela gráfica del mismo nombre de John Wagner y Vincent Locke, donde hace varios guiños al cine noir, que mantiene en “Eastern Promises”, con la que va conformando una relación de trabajo con Viggo Mortensen que mantiene hasta la fecha, el regreso al thriller psicológico con “A Dangerous Method” (2011) adaptada de la obra de teatro del mismo nombre, con “Cosmópolis” (2012) basada en la novela del mismo nombre de Don DeLillo, con la que regresa a una de sus obsesiones regulares: el sexo como una forma de escape, de liberación, para después regresar al cine independiente, arriesgado, complicado en sus historias como lo fue “Maps to the Stars” para luego tomarse un descanso de casi diez años y regresar con “Crimes of the Future” (2022) que no es un remake de la película con el mismo nombre de 1970, aunque guardan ciertas similitudes especialmente con respecto al sexo y las transformaciones corporales. Después de un tiempo alejado de su estilo con “Crimes of the Future”, regresa a su estilo inicial, aunque mucho más fino y elegante que en sus primeras películas.

David Cronenberg se mantiene en constante diálogo consigo mismo, de la misma forma en que su estética dialoga entre sí con cada película, moldeándose en las diversas formas de ver las realidades y desde ahí dialoga con nosotros como espectadores de su proyecto, al que nos invita a transmutar y entender que la realidad puede verse desde muchas ópticas.


Desde el exilio en Ankh-Morpork


Jorge Tadeo Vargas, escritor, ensayista, anarquista, a veces activista, pero sobre todo panadero casero y padre de Ximena. Está construyendo su caja de herramientas para la supervivencia. En sus ratos libres coordina el Observatorio de Emergencias Socio-Ecológicas

El ascenso y caída de Oliver Stone



Jorge Tadeo Vargas |


“Creo que las películas están sujetas a miles de interpretaciones”

Oliver Stone

 

Si existe un director en la industria del cine que representa Hollywood capaz de navegar con la etiqueta de liberal, “izquierdista”, “progre” es sin duda Oliver Stone, quien desde la década de los setenta ha sido crítico, transgresor, sarcástico y un tanto incómodo en sus declaraciones contra la industria y la derecha que representa gran parte del cine norteamericano, en la que los republicanos tienen una fuerte influencia.

Sin llegar a tener una postura política tan definida en su cine como si lo hace Ken Loach -por citar un ejemplo de otro director incomodo-, Stone intenta confrontar a los espectadores con historias que los saquen de su zona de confort, no importa si esto lo hace desde una crítica a los conflictos bélicos, burlándose de un presidente o haciendo un homenaje a un enemigo declarado del gobierno de los Estados Unidos y parte de su población. Para él, lo importante es dejar clara su postura.

Una de las cosas que siempre ha dejado claro es que la guerra es una mala idea y que Hollywood gusta mucho de enaltecer al ejército norteamericano cada vez que tiene la oportunidad. Él hace películas que van hacia el otro lado, como deja constancia en su trilogía contra la guerra de Vietnam. Esta inicia con Platoon (1986) con la que hace una fuerte crítica a los roles de mando en el ejército, donde los de más abajo son quienes más sufren, es de donde salen los muertos. Algo que él conoce bien, pues es un veterano de esta guerra. Con la segunda película de la trilogía, Born on the Fourth of July (1988) habla justo de lo que significa volver de una guerra, especialmente de ésta que es considerada la mayor derrota del gobierno gringo. Una crítica dura, fuerte al trato que se les da a los veteranos. Esta película lo llevó a varias nominaciones a los premios Oscar ganando como mejor director. Hay que mencionar que esta es una adaptación de la novela de Ron Kovic del mismo nombre.


En 1993 con
Heaven and Earth cierra la trilogía. Basada en los libros de Le Ly Hayslip, When Heaven and Earth Changed Places y Children of War, en donde hace el recorrido de una mujer desde Indochina/Vietnam hasta su migración a los Estados Unidos mostrando todo el racismo, la violencia y el dolor de ser desplazados por los conflictos bélicos.

Para Stone es importante mostrar esta cara que va más allá de la idea que nos vende la industria de que en las guerras hay buenos y malos, cuando en realidad quienes las sufren son quienes no lo merecen.

Pero no es con esta trilogía que inicia su propaganda antibelicista, de hecho lo hace con su opera prima Salvador (1986) que le permitió comenzar su carrera en Hollywood y con la que hace una fuerte crítica a la política intervencionista del gobierno de los Estados Unidos, en esta ocasión en la guerra de El Salvador vista desde los ojos de un periodista norteamericano, que fue quien le paso los documentos a Oliver para que hiciera el guion y la película que tuvo dos nominaciones al Oscar, además de crear la imagen de director liberal y progre que mantiene hasta la fecha.

Con su tercer filme decide arriesgarse y hacer una crítica al corazón del capitalismo y sus prácticas no solo ilegales sino también contrarias a los derechos humanos, prácticas criminales. Con Wall Street (1987) toma un camino peligroso y denuncia al capitalismo contando una historia desde dentro, desde los propios villanos, pasando así también a criticar una década que se caracterizó por los excesos, por la culminación del neoliberalismo como sistema de gobierno hegemónico en el occidente que trajo como resultado todo el caos que vivimos actualmente.


En 1988 filma dos películas que se contraponen en su carrera, Talk Radio es tal vez su película más oscura y provocativa a la par que personal, pues el protagonista se parece mucho a Stone en sus declaraciones. Una película que puede parecer adelantada a su época por el odio y la señalización pero al final esto no es algo nuevo producido por las redes sociales como podríamos pensar o lo pensamos, éstas solo potencializan una actitud que ha estado presente en la historia contemporánea.

Un fracaso tanto en la crítica como en la taquilla que le pudo haber costado la carrera de no haber salido ese mismo año Born on the Fourth of July, que lo regresa a ser ese director crítico, pero desde el propio sistema y jugando las reglas que éste le da y hasta donde se lo permite. No por nada tuvo ocho nominaciones a los Oscar.

La última década del siglo XX la inicia con su primera película por encargo. Esta fue la biopic Doors (1991). Centrada en los excesos de Jim Morrison, es una película que lo único que tiene como rescatable es la sobresaliente actuación de Val Kilmer en el papel protagónico. La crítica no la trató muy bien y la taquilla menos, pero a Oliver Stone le permitió filmar JFK (1991) donde con mucha libertad creativa hace un recorrido conspiranoico del asesinato del presidente John F. Kennedy. Sin importar las inexactitudes históricas, con personajes ficticios, regresa a los años que más le obsesionan, un periodo bastante revuelto en los Estados Unidos y que vuelve a retomar con Nixon (1995) mostrando la caída de otro presidente en una de las décadas más revueltas de este país. JFK recibió ocho nominaciones a los Oscar, manteniéndolo como el director político e incómodo que la industria vendía.


Cierra el siglo con dos películas en las que más allá de las historias o los procesos decide experimentar a la hora de filmar. Primero con Natural Born Killers (1994) donde narra una caótica historia de un par de asesinos seriales bastante disfuncionales, una especie de Bonnie y Clyde (pos)modernos. Aquí juega con distintas formas de filmar, tanto en el uso de las cámaras como de la velocidad de grabación y los filtros, así como en las actuaciones de todos los involucrados. La suma de todo esto la ha convertido en una película de culto. La segunda en la que experimenta en las formas de filmar es Any Given Sunday (1999) donde se mete directamente con el deporte icono de los Estados Unidos: el fútbol americano, denunciando la corrupción, los excesos, las drogas, las formas de negociación en el que los jugadores son meras mercancías que no importan.

Con una historia donde el juego en sí es importante de mostrar, Stone decide cambiar la velocidad estándar de filmación de veinticuatro cuadros por segundo a treinta y dos con un resultado caótico, desesperante, lo que hace que esta película pase a ser una cátedra de cine a la par de que mantiene una denuncia al sistema capitalista gringo.

En medio de estas dos filma Nixon (1995), una biopic sobre la caída de este presidente y adapta la novela Stray Dogs de John Ridley que él tituló U-Turn (1997) donde hace una revisión del cine noir muy a su estilo.

Oliver Stone cierra el siglo XX en buena forma, aunque podríamos decir que sus ideas políticas iban pasando por una deformación y son justamente ellas las que no le permiten mantener una visión crítica, convirtiéndose en mero propagandista de ciertos personajes de la historia contemporánea.

Esto es claro cuando le da prioridad a su rol de documentalista-panfletario donde las buenas historias comienzan a perderse, salvo con la excepción de W (2008) en la que desde la comedia, la ironía y el sarcasmo muestra lo que en realidad fue el expresidente George W. Bush. Un títere sin idea y sin forma de gobierno y quienes en realidad mandaban lo hacían desde las sombras.

Aunque con Alexander (2004), Savages (2012) y World Trade Center (2006) intenta mantenerse haciendo ficción, sus documentales claramente sumidos en la idolatría a ciertos personajes, como Fidel Castro, como lo muestra en Comandante (2003) y Looking for Fidel (2004) o Hugo Chávez con Mi amigo Hugo (2014) no le ayudan a mantener su postura crítica, alejándole cada vez más de una posible cercanía a directores como Ken Loach.


Tampoco le ayuda mucho su biopic sobre Snowden (2016) o The Putin Interviews (2017). Si acaso la serie La historia no contada de los Estados Unidos (2012) y South of the Border es de lo más rescatable que tiene en toda su producción de esta década, en la que prioriza la propaganda sobre la calidad del cine y tristemente deja la experimentación que iba mostrando cuando filmaba a finales del siglo XX.

Stone fue capaz de denunciar los horrores de la guerra -el antes y el después- y ridiculizar la idea de la familia nuclear y ejemplar, el sueño americano, los excesos del capitalismo y los crímenes de este, sin embargo es víctima de su propia ideología y una pobre formación política, lo que no le permitió convertir la propaganda en una obra completa cayendo en el panfleto. Al final no ha sabido cómo manejar esa dualidad de la denuncia y la creación desde los límites de la industria del cine, prefiriendo convertirse en un simple propagandista.

Sin embargo su legado -hasta el momento de escribir esto- es lo importante pues hace una radiografía de lo que fueron los últimos años del siglo XX, no en balde en su película más arriesgada como lo es Natural Born Killer deja una línea de diálogo que puede resumir la realidad en que vivimos desde hace décadas:saben la diferencia entre el bien y el mal, solo que no les importa un carajo y esta línea vale más que toda su propaganda actual pues es el reflejo de lo que fuimos, somos y seremos como sociedad.



Desde el exilio en Ankh-Morpork


Jorge Tadeo Vargas, escritor, ensayista, anarquista, a veces activista, pero sobre todo panadero casero y padre de Ximena. Está construyendo su caja de herramientas para la supervivencia. En sus ratos libres coordina el Observatorio de Emergencias Socio-Ecológicas

Las criaturas de John Carpenter



Jorge Tadeo Vargas |

 

“Hay dos historias diferentes del horror, las que hablan del interior y las que hablan del exterior”.
John Carpenter

A Rocío, en el presente y el futuro.

 

Hablar de la historia del cine de terror, es hablar de John Carpenter y la enorme influencia que son sus películas y su estilo. Mas allá del género en que se popularizó, es un referente importante en la historia de la cinematografía pero no solo por su capacidad para contar historias y crear personajes, sino también por lo que aportó en la música, específicamente para el séptimo arte.

Si bien Carpenter ha dicho en muchas entrevistas que su llegada al cine la hizo pensando en hacer películas western, influenciado por directores como Howard Hawks y John Ford entre otros, fue el cine de terror el que le permitió ser la leyenda que es a la fecha y esto inicia con Halloween (1978) que junto a Friday the 13th (1980) dirigida por Sean S. Cunningham y A Nigthmare On Elm Street (1984) de Wes Craven, popularizaron el subgénero de los asesinos seriales sobrenaturales, donde al ser la primera, Halloween revoluciona el cine para permitir que las otras dos lleguen a cimentarlo.

El mérito de Halloween no es solo que fue el inicio de este subgénero, sino que el estilo narrativo, la estética visual iban más allá de una película para adolescentes, como han clasificado a estas producciones muchos críticos, sino que tomando muchos elementos del suspenso hitchcockiano, con influencias del cine de John Ford, se va perfilando el estilo de dirigir que a la fecha es reconocido a nivel mundial.

Carpenter llega a la industria -aunque siempre se mantuvo en los márgenes, en la frontera- con una actitud de confrontación con los grandes estudios y la idea hegemónica de cómo comercializar sus películas antes de pensar en lo que quería contar, por lo que siempre se mantuvo como un marginal al cual no se le otorgaba mucho presupuesto a la hora de filmar, fue así que entendió que tenía que hacer lo posible para que sus películas llegaran a buen fin con poco presupuesto por lo que su estilo se fue desarrollando desde un minimalismo visual que a la fecha es reconocido y a la fecha es influencia para muchos directores.


Si bien Halloween es la película que lo llevo a la fama, no fue la primera; después de algunos cortometrajes donde esa mezcla de ciencia ficción y terror que manejó en muchos de sus filmes se fue gestando hasta llegar a su ópera prima Dark Star (1974), una especie de space opera con mucha influencia del western a la cual no le fue muy bien en su momento, pero con el paso de los años se ha ido posicionando como una parodia a esa idea de la inteligencia artificial que en esos años puso tan de moda Stanley Kubrick cuando adaptó 2001: odisea del espacio, la novela de Arthur C. Clarke.

En su segundo filme Assault On Precinct 13 (1976) toma la decisión de mezclar dos de sus películas favoritas para narrar una historia de acción. Aquí vemos la influencia de Rio Bravo (1959) de Howard Hawks y de George Romero con su Night of the Living Dead (1968). Esta película a la fecha es considerada como una de las mejores películas en su genero de todos los tiempos.

Esto le permite que Halloween, que es una mezcla de terror, gore y noir, revolucione el género y así comienza una nueva etapa en su carrera, llegando a convertirse en un referente del cine de la década de los ochenta con películas icónicas como The Fog (1980), el western distópico Escape from New York (1981) y The Thing (1982), la cual pudo haber acabado con su carrera ya que la crítica en ese momento no la entendió usando calificativos como  “la peor película jamás filmada” o “lo más repulsivo que se ha hecho”; sin embargo al llegar al video, se convirtió en un filme de culto apuntalando la filmografía de Carpenter e iniciando lo que al paso de los años se conoce como la Trilogía del Apocalipsis. Esta “redención” que le dieron sus fans, le permitió que los grandes estudios apostaran por él para dirigir la adaptación de la novela de Stephen King, Christine (1983) y la crítica a los superhéroes de mallas con Starman (1984).

En 1986 regresa al cine de acción, esta vez mezclado con comedia y junto a Kurt Russell, su actor fetiche de esa década,  filma Big Trouble in Little China, un fracaso taquillero pero que como con casi todas las películas de Carpenter, con el tiempo ha pasado a considerarse de culto. Cabe mencionar que a pesar de ser una comedia ligera con toques de acción, la firma minimalista incluso en la música está muy presente, por lo que de nuevo hablamos de un filme lleno de guiños al western y al noir.

Con Prince of Darkness (1987) le da cuerpo a la Trilogía del Apocalipsis que terminaría con In the Mouth of Madness (1995), regresando a ese terror mezclado con suspenso detectivesco en el que se siente más cómodo. Esta es posiblemente su película más exitosa comercialmente hablando de toda la década de los ochenta, sin embargo si una película deja muy claro quien es Carpenter es They Live (1988) donde aprovecha las libertades que tiene para hacer una crítica directa a la industria del cine, de la publicidad, al consumismo y al capitalismo en general.

Con esta obra se posiciona como un director crítico, transgresor y muchos comienza a buscar un doble sentido en sus filmes, cosa que esta muy presente en todos ellos. Más allá de la búsqueda de una crítica social, lo que Carpenter hace es presentar a sus personajes desde el horror y todas las formas en que se puede traducir, desde las pesadillas más oscuras, hasta la maldad más tangible.

En la década de los noventa a diferencia de la anterior donde dirigía una película por año, su producción es menor, sin embargo es en estos años cuando filma In the Mouth of MadnessVillage of the Damned (1995) -que puede ser su película más elegante y fina visualmente hablando, además de contar con una historia bastante buena, que la convirtió de inmediato en una película de culto- y termina con Vampires (1998), una reinvención del género de vampiros, llevándolo al western moderno, caótico, desordenado, que al paso de los años se convertiría en uno de sus clásicos. Un filme que le quita todo elemento oscuro/gótico para darle una nueva maquillada mucho más violenta y salvaje.

En el siglo XXI su producción ha sido intermitente, dedicándose más a la enseñanza que a la dirección, debido a un hartazgo por los giros que ha dado la industria en las ultimas décadas, incluido el cine independiente donde directores como él no tiene mucha cabida. Su estilo minimalista, es parte de la historia pero no del hoy.

Más allá de su legado cinematográfico, Carpenter ha dejado historia en la música y esto merece todo un apartado a revisar.

Aunque el discurso oficial dice que él componía y grababa sus propios soundtracks debido al bajo presupuesto con el que contaba, al escuchar las piezas musicales queda claro que es un poco engañoso, gran parte se debe por el control creativo que siempre ha querido llevar en sus películas, al tener muy claro qué tipo de música debe de sonar en determinado momento, además que sus influencias son atípicas por lo que para él fue importante dejarlas plasmadas como un todo. Es así como las piezas ensamblan de forma perfecta en las imágenes que trasmite, creando atmósferas simples a la vez que repetitivas, utilizando un simple sintetizador, así estas piezas se convirtieron en parte de su sello cinematográfico.

Pero no solo compuso música para sus películas, también participó en otras e hizo colaboraciones con otros compositores e incluso, llegó a trabajar con bandas de metal como Anthrax, quienes forman parte del soundtrack de Gosth of Mars (2001); es tan grande su influencia musical que hay dos discos tributos por bandas metaleras a las canciones que compuso y grabó para sus películas.

Carpenter tiene claro que el cine es una forma de entretenimiento que está en constante evolución y que muchas veces dicha evolución está inducida por la propia industria y sus mecanismos de propaganda comercial, por lo que en todos los años que se dedicó de lleno a la dirección se mantuvo en permanente conflicto con los grandes estudios, pues no se identifica como un cineasta de género, sino como un contador de historias, es parte de esa generación de directores que están en extinción (o ya extintos), que han dejado un legado mucho más importante que la figura que representan, es decir, su filmografía. Fue capaz de retratar la maldad en todo su esplendor, desde un asesino serial inmortal hasta esas pesadillas en las que intentamos no pensar cuando estamos despiertos.


Desde el exilio en Ankh-Morpork

Jorge Tadeo Vargas, escritor, ensayista, anarquista, a veces activista, pero sobre todo panadero casero y padre de Ximena. Está construyendo su caja de herramientas para la supervivencia. En sus ratos libres coordina el Observatorio de Emergencias Socio-Ecológicas
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