Deconstruyendo sobre lo deconstruido: una mirada al subgénero de superhéroes

Si contamos el nacimiento de Superman como el nacimiento de este subgénero, son casi 100 años de existencia y como todo arte tiene sus altibajos.

Por Jorge Tadeo Vargas |

 

¿Si un súper hizo eso cuando era feliz, imagina qué haría si descubriera que le estuviste mintiendo desde el principio?”

Billy the Butcher, The Boys

Para muchos escritores y la academia misma, el comic, la novela gráfica sigue siendo considerada como un arte menor; incluso es denostado en muchas ocasiones como una forma artística, de expresión infantil o para adultos con muy bajo nivel intelectual. A mediados de la década de los 50’s Wertham ya presentaba a los lectores de comics como posibles delincuentes, pues al leer comics, decía en su libro Seduction of Inocent (1954) se fomentaba el analfabetismo y otros comportamientos desagradables en los jóvenes. Para finales de siglo McCloud en su libro Understanding Comics: The Invisible Art habla del -según él- el lenguaje simplista, la narrativa carente de técnica entre otras cosas, referente al arte del comics. Principalmente aquel relacionado con el subgénero de superhéroes.

Esta percepción ha ido cambiando un poco con el paso de los años, si bien no se le da el respeto que se merece como una expresión artística, al menos su popularidad ha ido en aumento, logrando con esto posicionarse dentro del mainstream dando como resultado que muchos escritores o artistas gráficos colaboren con algunos comics o bien pasando de este género a otros más respetados, como es la narrativa, o la pintura.

El ejemplo de Alan Moore, que no solo ha declarado que no piensa volver a escribir para un comic y/o novela gráfica, sino que además en sus declaraciones degrada el género, principalmente a las adaptaciones cinematográficas o series es muy claro. Moore tiene la firme creencia de que sus creaciones o en aquellas en las que colaboro, no son para el lector común de comics, sino para “otro tipo de personas”. Esta actitud ha hecho que su popularidad actual se deba más a sus argumentos contra el comic o a sus intentos de deconstrucción del genero hace ya algunas décadas que a sus creaciones actuales, las cuales pasan a ser de regulares a malas.


Hay que recordar que el subgénero de superhéroes dentro del comic sigue siendo el más popular, incluso me atrevería a decir que ha logrado opacar a cualquier otro subgénero. Este nació en la década de los 20’s pero alcanzo mayor popularidad una década después, específicamente en 1938, con Superman, creado por Jerry Siegel y Joe Shuster. Desde entonces su popularidad fue en aumento, así como los comics que presentaban a estos seres superiores, perfectos, impolutos, incapaces de tener un ápice de maldad en su interior.

Para la década de los 80´s el genero ya estaba agotado, al menos la realidad lo había rebasado y era momento de hacerle una revisión. Las crisis que se vivían en ese momento, no solo económicas, sino sociales, la debacle del sueño americano con la entrada del neoliberalismo necesitaba de otros arcos argumentativos. Los comics que además estaban saliendo de sus épocas de oro y bronca, también estaban en crisis económicas. Las editoriales necesitaban comenzar a contar otro tipo de historias, mucho más adultas y así se dio la primera reconstrucción del género.

Batman paso de ser solo un vigilante con un fuerte sentido de la moral y lo correcto a convertirse en un personaje oscuro, violento que utilizaba el miedo y la violencia como parte de sus argumentos contra la delincuencia. Para esto contaron con Frank Miller, un escritor/dibujante capaz de imaginarse los peores escenarios, donde los superhéroes tenían que reponerse de la imperfección de ser humanos. En esta década se dio la llegada de muchos escritores y artistas gráficos que veían en los comics, principalmente en este subgénero una oportunidad de hacer manifiestos políticos, sociales o sencillamente llevarlos a un siguiente nivel.

Esto permitió que un joven ingles que tenía cierto renombre en su país, comenzara a trabajar en el que es quizás el primer ejercicio de deconstrucción del subgénero. Este escritor llamado Alan Moore, junto a David Gibbons como artista gráfico comenzaron a trabajar en una serie de doce números de una serie de superhéroes atípicos. El nombre que recibiría el equipo fue el de Watchmen y tiraba por la ventana todas las ideas preconcebidas de como tenia que ser un humano con capacidades superiores al resto. Aquí no había seres perfectos, incapaces de no sentir maldad, del más puro y casto sacrificio por la humanidad. Con Watchmen rompen con esto, además de hacer una fuerte crítica antisistema, al modelo económico, a la guerra, a la crisis que se vivía en ese momento en todo el mundo.

Moore convierte a sus personajes en seres rencorosos, violentos, incluso abusan de su poder, son despreciables. Por supuesto como en cualquier historia, no todo es maldad o bondad, existen esos espacios grises donde los superhéroes transitan, por lo que esta el sacrificio por parte de algunos de los protagonistas que no buscan el beneficio personal, pero incluso ellos son violentos, agresivos.

Esta historia primero presentada como una serie de doce números, luego como novela gráfica con cientos de ediciones en varios idiomas desde su primera aparición a mediados de los 80’s a la fecha. Incluso con varios spin off de sus personajes, una película y una serie que cuenta que paso en el mundo después de los Watchmen originales, tiene una frase que definía a la perfección lo que quería crear Moore. “Quién vigila a los vigilantes” dice una grafiti que aparece en algunas bardas.

Así vemos que no todos es color de rosa, que Superman como un superhombre en toda la extensión de la palabra ya no tenía cabida en el mundo actual. Terminan con una idea ingenua de que los superhéroes son seres perfectos, sin vicios, que nunca cometen errores, que no son capaces de sentir odio. En Watchmen estos personajes, no sin toda una discusión filosófica de por medio toman la decisión de permitir, incluso de provocar la muerte de millones de personas por una absurda idea del bien común.

Alan Moore que ya venia trabajando con The Swamp Thing desde un tratamiento distinto al que le había dado sus creadores, logro revolucionar el genero con Watchmen, aunque no fue lo suficiente como para cambiarlo por completo. Sin embargo permitió que otros escritores y dibujantes que veían en él a un mentor, alguien a quien valía la pena seguir se dieran a la tarea de ir creando sus personajes desde esta deconstrucción de este subgénero.

Pero no solo crearon otros personajes, que en algunos momentos le dieron un giro a los que ya estaban posicionados. El caso de Frank Miller con Batman que rompió con el paradigma clásico del subgénero o un Garth Ennis que ya iban pintando por donde iría su carrera como escritor de comics o Mark Millar que no solo le dio el último gran éxito comercial a Marvel Comics con una de las mejores historias/sagas en las ultimas décadas de esta casa editorial como lo fue Civil War, sino que además Millar creo tres historias más.

La primera, aunque no es el orden de creación sino de impacto fue Kickass, un mundo sin superpoderes, pero que quienes han decidió seguir ese camino tienen que hacer todo lo que este en sus manos para ser mejores que los villanos. Sin bien el protagonista es una especie de Peter Parker queriendo ser Spiderman sin ninguna habilidad lo que lo convierte en un nerd fracasado incapaz de detener a ningún criminal, Hitgirl es todo lo contrario, una niña que fue entrenada para ser una asesina, y además no tiene empacho en drogarse si eso le dará una ventaja contra sus contrincantes. Millar une su pluma con un talentoso John Romita Jr. y convierten el subgénero de superhéroes en todo un universo de antihéroes, a los cuales no podemos admirar. Con dos intentos fallidos de película, el comic continua, solo que ahora Hitgirl también tiene el suyo propio.


Millar también revisito a Batman con su serie de Némesis, donde se pregunta ¿En la vida real, Batman sería un superhéroe o un supervillano? La respuesta es clara si observamos el abuso y la impunidad con la que se mueven los ricos y poderosos. También deconstruye a la Liga de la Justicia con su serie de Jupiter’s Legacy, mezclándolo con Watchmen. Un grupo de superhéroes que intenta sobrevivir a la familia, a los celos, a la violencia, a las crisis existenciales de sus miembros y entre generaciones poniendo el riesgo el código por el que se deben regir.

Doom Patrol es una serie que nació en la década de los sesenta, con muchas altas y bajas, pero no fue hasta los 80’s que Grant Morrison, otro escritor que ha venido deconstruyendo el género, como lo hizo con Superman convirtiéndolo en una especie de Stalin en su novela Superman: Red Son, tomo a su cargo la serie de Doom Patrol para llevarla en otro sentido. No solo es un grupo de marginados, desadaptados sociales, sino además hace una denuncia social contra la discriminación por sexo, color de piel -o la falta de ella- convirtiéndola en un espacio donde los frikis podían/podíamos sentirnos identificados. Morrison hizo con Doom Patrol posiblemente uno de los ejercicios de deconstrucción más honestos a la fecha.

Como hemos visto con Miller y Morrison, esto sirvió para que muchos de los superhéroes clásicos pasaron por momentos de reconstrucción. Tanto Marvel, como DC Comics, las dos empresas editoriales más importantes de Comics, pasaron a revisar a sus personajes más populares, dándoles más humanidad, esto hizo que en ocasiones cayeran en el ridículo, pues el esfuerzo hizo que estos pasaran de blanco a negro, es decir de superhéroes a supervillanos, olvidándose que lo que había sido tan exitoso estaba justo en otorgarle los tonos grises. Incluso cuando intentaron darles mayor corrección política, lo único que lograron fuer convertir buenos personajes, en parodias de si mismos. Aunque tanto DC Comics con su Justice League Dark o Marvel y las Secrets Wars ofrecieron buenos arcos argumentativos.


En el siglo XXI con escritores como Millar criticando la prepotencia y la impunidad del actuar de los superhéroes en la ya mencionada saga Civil War de Marvel Comics, Garth Ennis ya consolidado como un irreverente, hereje y provocador escritor que había revivido a John Constantine recibe carta ancha para hacer su propia deconstrucción del subgénero lo que trajo consigo a The Boys, una irreverente historia donde los superhéroes son manejados por una empresa privada que hace negocios con ellos, al más puro estilo de las empresas militares que le trabajan al gobierno estadunidense.

Los superhéroes se esconden bajo la protección de sus jefes para ser racistas, misóginos, violadores, asesinos, sin ningún tipo de remordimiento. Todo esto vigilado por un grupo de mercenarios contratados por el gobierno para parafrasear a Alan Moore, vigilar a los vigilantes los cuales tampoco tienen empacho en cruzar cualquier línea para vigilar y/o vengarse de los superhéroes. Aquí no hay villanos en el sentido estricto de la palabra, o al menos eso parece en los tonos grises de toda la serie.

Con The Boys, Ennis se burla de todos los cánones del subgénero, de sus códigos, de la idea de dioses perfectos. Si bien para muchos, el estilo, las formas en que lo cuenta son demasiado agresivas, saturantes en algunos momentos, la deconstrucción que hace Ennis es la que mejor rompe con toda la idea preconcebida de los superhéroes.


Garth Ennis ya había hecho toda una deconstrucción o al menos una critica hacia el actuar de los superhéroes cuando escribió la historia de Punisher Kills Marvel Universe, donde los daños colaterales del actuar de estos protectores de la humanidad salen a relucir. Aquí parece decir: la violencia genera víctimas inocentes, las cuales quedan en el olvido por un ingenuo bien mayor.

Para terminar con esta revisión que nos da una idea sobre las distintas deconstrucciones que ha sobrevivido este subgénero, dejando fuera toda la saga de los X-Men y las historias paralelas -X-Force, Deadpool…- que han venido evolucionando de un grupo de marginados a una critica social, donde los héroes y los villanos cambian de bando, dependiendo el momento, de nuevo los matices grises, sin un bando definido, la cual merece toda una revisión por su importancia.

Hay que mencionar a Robert Kirkman que en Invincible convierte la historia del hijo de Kriptón, Superman y de la Liga de la Justica, en una historia de egos, celos, violencia, donde los superhéroes son mucho peores que los supervillanos. Una historia donde incluso la familia es menos importante que lo que el protagonista quiere y no le importa matarlos sacrificarlos para sus propios intereses.

Kirkman salto a la popularidad gracias a la serie basada en su comic The Walking Dead, donde hace una revisión del género de zombies con muy buenos resultados. Al igual que con los no muertos, los villanos no son importantes, lo que es importante son los sentimientos de los protagonistas y la forma que los manejan. De la misma forma que lo hace Millar con Jupiter’s Legacy, Kirkman plagia a distintos grupos de superhéroes para ir desarrollando su deconstrucción, creando todo un nuevo universo, donde estos son empleados del gobierno estadounidense -con excepción del más poderoso de ellos que es solo un colaborador ocasional- se casan, tienen hijos, hipotecas que pagar y que incluso en momentos de locura pueden terminar con planetas enteros.

Invincible es una serie hecha a medida para los tiempos actuales, donde los malos pueden terminar salvando el día, mientras que los buenos son quienes ponen en jaque a toda la población. Aquí su creador deja claro su pesimismo en la humanidad. No tenemos solución y la única alternativa es la extinción, aunque esta llegue de manos de quien nos dice proteger.

Al igual que Ennis en su momento, Kirkman tomó por asalto a Marvel Comics y construyo todo un universo desde donde mejor sabe hacerlo, convirtiendo a todos los superhéroes y supervillanos en zombies perdiendo todo rastro de esa humanidad que dicen proteger. Dibujado por Sean Phillips en unos cuantos números convirtieron todo un universo en una masacre sin sentido de todos contra todos, con los que en teoría son nuestros protectores se convirtieron en los cazadores de la humanidad.

Podría mencionar otros comics que han aportado a la deconstrucción de este subgénero. Mistery Men y su visión de superhéroes fracasados, sin talento, donde el único héroe es un imbécil más preocupado por la fama que por ser en realidad un protector, sin embargo me parece importante mencionar el papel del cine y las plataformas de streaming en esta deconstrucción.

Si bien las adaptaciones se prestan para contar las historias de una forma distinta, dando paso a una deconstrucción, estas se han dado para mal, si vemos la mayoría de lo que se ha hecho en el ahora llamado Universo Cinematográfico Marvel, o en el construido por DC Comics y Warner Bros, donde vemos todo el infantilismo que Moore menciona. Aquí hay en su mayoría un retroceso en la forma de contar las historias, tratando de atrapar el publico más joven, como lo hicieran en su momento los comics impresos. Por otro lado existen algunas otras que las llevan a otros terrenos, convirtiéndolas en verdaderas live action para adultos.

Si contamos el nacimiento de Superman como el nacimiento de este subgénero, son casi cien años de existencia y como todo arte tiene sus altas y sus bajas; la importancia es que ha permitido que reconozcamos que más allá de la bondad que se nos exige, o de la maldad que decidimos arropar, los tonos grises por los que transitamos deben de permitirnos ver la realidad con otros ojos, para así reconocernos hasta donde podemos ser capaces de llegar y conocer nuestros propios límites. Esto es lo valioso a rescatar.

Desde la rebelión contra Elisyum

Junio 2021, Zinacantepec.


El autor: Jorge Tadeo Vargas - Activista, anarquista, biólogo, panadero casero y coordinador de lidecs.
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