Mostrando las entradas con la etiqueta Poesía. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Poesía. Mostrar todas las entradas

Letrinas: El hombre sentado se llama igual que tú

 Por Carlos Noyola | 



El hombre sentado en la banca no quiere ir a algún lado. Esta ahí porque tiene tiempo. Se resiste a seguir la inercia de los que caminan suplicándole que se una; una sinergia misteriosa de la que logró escapar. Se pregunta qué pasará cuando todos se vayan, cuando las ideas se acaben. Entonces las sillas del vacío podrán probar ser estatuas. Persiste la sensación de que todo sucede allá mientras él se sienta, mover los dados al oído ya no resulta agradable. No quiere ser engullido por las fauces purasangre, pero no es un hedonista. Lo que pasa es que hay ciertas cosas que llegan a un punto en el que ya no son controlables, jugar a pintar el himno rilkeano es una de ellas. A final de cuentas, ¿cómo atraer las transformaciones de la soledad si no es mediante otras soledades? Caminar por un sendero y el otro es lo mismo, siempre que la evolución no vaya a la inversa. Él encontró el punto de flexión en un árbol, escalando para brincar al mismo lado.


___________________________________________________________________________________________________________________________________
Carlos Noyola nació en la Ciudad de México en el 96. Sus poemas han aparecido en publicaciones como Letras Explícitas, Nomastique y el Periódico de Poesía de la UNAM.  Escribe regularmente para El Inconformista Digital y The insighters. Su primer libro, Costumbres correctas, fue publicado por Texere Editores en 2014. Actualmente vive en Estados Unidos.



Poesía: La nostalgia es un perro negro

Por R. Israel Miranda |

LA NOSTALGIA ES UN PERRO NEGRO


I

¿de dónde proviene esa punción
esa molestia
ese cosquilleo desesperante que brota
precisamente
cuando se nos viene abajo un amor tan intenso?

¿dónde habita ese dolor
esa desesperanza de largas madrugadas sin sueño?

si cada célula fue incinerada por sus labios
si cada esquina de nuestro cuerpo
aún conserva rastros de su paso desbocado
¿cómo arrancar esa sensación
si es casi imposible determinar
el punto exacto del cual emana?

ahora las noches están fracturadas
y la nostalgia
es un perro negro
dando vueltas alrededor de la cama
y nuestro aliento intranquilo refleja
el vértigo y la certeza
de lo irrevocable

sabemos el desenlace
(siempre lo hemos sabido)
pero no queremos admitirlo
no queremos aceptar
que lo hemos perdido (casi) todo

que hemos sido lanzados al vacío

II

¿de dónde proviene esa punción que nos derrumba
que nos astilla el corazón
y nos despeña hacia una penumbra
que nunca termina?

en verdad que no lo sé
pero sigo buscando
sigo escarbando
y la nostalgia
es un perro negro
dando vueltas alrededor de mi cama
se mete en mis sueños
se apodera de mis ansias

y no soy más que un niño asustado
esperando lo inevitable

ya no me contengo

me arrojo a una penumbra hosca
inacabable

________________________________________________________________________________
Israel Miranda ha escrito algunos libros de poesía: Polaroids, Muro de silencio, El monstruo de arriba de la cama y Porno para perdedores y otros sucios hábitos; además de uno de narrativa: Palabras de Sabiduría. Además de escribidor, 'El Miranda' es músico, diseñador, maestro y filósofo. 

Charles Baudelaire y su jardín maldito

Obra gráfica de Fiona Morrison para Las flores del mal (Vaso Roto).

 

 Charles Baudelaire, el máximo exponente del simbolismo


Hace 194 años nació Charles- Pierre Baudelaire, considerado como uno de los máximos exponentes del simbolismo e iniciador de la poesía moderna, Hijo del ex sacerdote Joseph –Francois Buadelaire y Caroline Dufayis, nació en París el 9 de abril de 1821, su padre falleció el 10 de febrero de 1827 y su madre se casó al año siguiente con el militar Jacques Aupick; Baudelaire nunca aceptó a su padrasto como figura paterna y tuvo conflicto familiares con él, durante su infancia y adolescencia.

En el año de 1831, se trasladó junto con su familia a Lyon y en 1832 ingresó al Colegio Real, donde estudio hasta el año de 1836, año en que regresaron a París donde continuó sus estudios en el Liceo Louis-le- Grand y fue expulsado por indisciplina en el año de 1839 , más tarde se matriculó en la Facultad de Derecho de la Universidad de París, y se introdujo en la vida bohemia, conociendo autores como G de Nerval y H. De Balzac y poetas jóvenes del Barrio Latino, durante esa época conoció a Sarah Louchette, una prostituta que se convirtió en su fuente de inspiración para algunos de sus poemas , y la misma que le contagió de sífilis enfermedad que años más tarde acabaría con su vida.

Aupick su padre adoptivo, se encontraba descontento con la vida liberal y a menudo libertina que llevaba el joven Baudelaire, lo envió a un largo viaje con el objeto de alejarlo de sus nuevos hábitos y embarcó el 9 de junio de 1841 rumbo a la India, pero luego de una escala en la isla Mauricio, regresó a Francia, se instaló de nuevo en la capital y volvió a sus antiguas costumbres desordenadas. Siguió frecuentando los círculos literarios y artísticos y escandalizó a todo París con sus relaciones con Jeanne Duval, la hermosa mulata que le inspiraría algunas de sus más brillantes y controvertidas poesías.

Como ya era mayor de edad, reclamó la herencia paterna, pero su vida de dandy le hizo dilapidar la mitad de su herencia, lo que indujo a sus padres a convocar un consejo de familia para imponerle un tutor judicial que controlara sus bienes. El 21 de septiembre de 1844 la familia designó un notario para administrar su patrimonio y le asignó una pequeña renta mensual, situación que profundizó sus conflictos familiares.

A principios de 1845 empezó a consumir hachís y se dedicó a la crítica de arte, publicando Le Salon de 1845, un ensayo elogioso sobre la obra de pintores como Delacroix y Manet, entonces todavía muy discutidos. Ante los primeros síntomas de la sífilis y en medio de una fuerte crisis afectiva, intentó suicidarse el 30 de junio de ese año.

En el año de 1846 publicó Le Salon y colaboró en revistas con artículos y poemas. Buena muestra de su trabajo como crítico son sus Curiosidades estéticas, recopilación póstuma de sus apreciaciones acerca de los salones, al igual que El arte romántico (1868), obra que reunió todos sus trabajos de crítica literaria.

Además fue pionero en el campo de la crítica musical, donde destaca sobre todo la opinión favorable que le mereció la obra de Wagner, que consideraba como la síntesis de un arte nuevo. En literatura, los autores Hoffmann y Edgar Allan Poe, del que realizó numerosas traducciones (todavía las únicas existentes en francés), alcanzaban, también según Baudelaire, esta síntesis vanguardista; la misma que persiguió él mismo en La Fanfarlo (1847), su única novela, y en sus múltiples esbozos de obras teatrales.

Para el año de 1856 el 30 de diciembre Baudelaire había vendido al editor Poulet-Malassis un conjunto de Poemas, bajo el título “Las flores del mal” poemas que trabajo minuciosamente durante ocho años y que marcaron un hito en la poesía francesa, el poemario se presentó hasta el 25 de junio de 1857 y provocó escándalo entre algunos críticos. Gustave Bourdin, en la edición de Le Figaro del 5 de julio, lo consideró un libro “lleno de monstruosidades”, y once días después la justicia ordenó el secuestro de la edición y el proceso al autor y al editor, quienes el 20 de agosto comparecieron ante la Sala Sexta del Tribunal del Sena bajo el cargo de «ofensas a la moral pública y las buenas costumbres». Sin embargo, ni la orden de suprimir seis de los poemas del volumen ni la multa de trescientos francos que le fue impuesta impidieron la reedición de la obra en 1861. En esta nueva versión aparecieron, además, unos treinta y cinco textos inéditos.

Las flores del mal está dividido en seis secciones: Spleen e Ideal, Cuadros parisienses, El vino, Flores del mal, Rebeldía y La muerte, donde le autor muestra el riguroso dibujo de un poema que ilustrase la historia de un alma en sus sucesivas manifestaciones.

Baudelaire pronunció una serie de conferencias en Bélgica (1864), adonde viajó con la intención de publicar sus obras completas, aunque el proyecto naufragó muy pronto por falta de editor, lo que lo desanimó sensiblemente en los meses siguientes. La sífilis que padecía le causó un primer conato de parálisis (1865), y los síntomas de afasia y hemiplejía, que arrastraría hasta su muerte, aparecieron con violencia en marzo de 1866, cuando sufrió un ataque en la iglesia de Saint Loup de Namur, donde se le trasladado urgentemente a una clínica de París, y permaneció sin habla pero lúcido hasta su fallecimiento. Charles Baudelaire es considerado el padre, o, mejor dicho, el gran profeta, de la poesía moderna. (Vía Siempre!)



La gracia y el abismo

La primera edición de 'Las flores del mal' de Baudelaire en 1857, ocasionó un proceso judicial que acabó en condena y escándalo
 
Algunos hechos marcaron para siempre la vida de Baudelaire (1821-1867) y, sin duda, contribuyeron a que forjara una visión sombría de la existencia que, a su vez, penetró en todos los intersticios de su poesía. Se quedó huérfano de padre a los 6 años y, a partir de entonces, estableció una profunda e intensa relación con su madre que duró hasta que esta decidió casarse de nuevo. Este hecho supuso para él el fin del idilio, cuyo causante fue su padrastro, al que vio, sin duda, como el peor ladrón, el intruso más intolerable, el más bárbaro Atila que arrasó con su infancia dorada e irrecuperable.

A partir de aquí empieza el descalabro, la mala vida, el lujo inmoderado, los burdeles oscuros, la bohemia de altura, el dandismo más exaltado y la poesía más original, descarnada, profunda y anhelante que quepa imaginar. Se puede decir que de esa grieta existencial incurable nació el remedio doloroso de su poesía, que empezó a escribir pronto, “con paciencia y con furia”, y a la que le puso distintos títulos —Las Lesbianas, Los limbos— hasta de que acabara siendo Las flores del mal.

La primera edición tuvo lugar en 1857, con el consiguiente proceso judicial que acabó en condena y escándalo. Baudelaire tuvo que quitar seis poemas de su libro en la reedición de 1861, entre ellos el magnífico Mujeres condenadas (es decir, lesbianas), por no hablar del portentoso Una mártir, que termina de una manera tan escabrosa que, sin duda, tuvo que horrorizar a los jueces que lo condenaron. Estos poemas excluidos reaparecieron en la edición de 1866, hecha en Bruselas por el gran escudero del poeta, su editor Auguste Poulet-Malassis. A esta edición le siguió la de 1868, ya póstuma y con nuevos añadidos a los que ya se habían producido en la 2ª edición, la de 1861.

La traducción y la edición que celebramos ahora se apoya en esas dos ediciones, la del 61 y la del 68. El diseño como tal es rompedor, atrevido, fantasioso y recuerda a una caja multicolor, con los bordes (el canto) rojos, en cuyo interior se encuentra ¡ese regalo, esa joya!, los poemas gloriosos de Baudelaire. El diseñador es Quim Díaz y la fotógrafa, Fiona Morrison, autora de las fotos que entrelazan la figura mayéstatica y dandística de Baudelaire, junto con unas floraciones multicolores que expanden la mirada del poeta a ¿sus paraísos artificiales?

Y luego está la traducción del citado Manuel J. Santayana, que ha apostado por la métrica y la rima más estrictas. Para calibrar esa audaz opción —llenas de peligros— hay que mirar los resultados y los resultados son excelentes, con muchos aciertos brillantes, con un respeto escrupuloso por el sentido del original, con muy pocas cabriolas —o ninguna— que lo desfiguren en favor de las geniales ocurrencias del traductor de turno.

Su patrón métrico básico es el alejandrino, siguiendo al alejandrino francés, pero también usa el endecasílabo, el heptasílabo, el eneasílabo, siempre según la pauta marcada por el original. A este estricto rigor métrico se suman las rimas, siempre consonantes, con una disposición que calca la del poema baudelairiano. El esfuerzo es, sin duda, titánico y los resultados son regularmente buenos, sin los temibles ripios al acecho, o esas otras componendas ridículas que, para facilitar la rima, se convierten en horrísonas patochadas, que afectan tanto al sonido como al sentido. Poemas fabulosos como Moesta et Errabunda (Tristes y errantes), La campana quebrada, Paisaje, Las viejecitas, A una que pasaba o El cisne —entre otros— están fenomenalmente traducidos y suenan muy bien cuando se leen en voz alta.

A veces resuena Rubén Darío, o a cualquiera de sus discípulos hispanos, como en este fragmento del poema La Belleza: “Yo reino en el azur, esfinge postergada;/mi blancura es de cisne y mi corazón, nieve;/porque enreda las líneas, odio lo que se mueve/y no río jamás y no lloro por nada”. Otras, sin más, se oye, en español —¡milagro de las buenas traducciones!—, esa voz baudelairiana del desgarro moderno, como ocurre en el maravilloso A una que pasaba: “Un fulgor…¡y la noche! Fugitiva beldad,/cuyo mirar me ha hecho nacer una vez más,/¿no te veré ya nunca, sino en la Eternidad?"/Lejos de aquí! ¡Muy tarde! ¡Quién sabe si jamás!/Pues tú ignoras mi rumbo, yo no sé adónde irías,/¡tú, a quien yo hubiera amado, oh tú, que lo sabías!”.

Cada época debe traducir a los grandes de otras lenguas para sentirse viva. Este Baudelaire vive a lo grande en español. ¡Bienvenido sea!

Ángel Rupérez. Escritor y crítico literario.

A 126 años de Gabriela Mistral

 
Hace 126 años nacía en Vicuña, Provincia de Elqui, Región de Coquimbo (Chile), Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, mujer que pasaría a la historia de las letras bajo el seudónimo de Gabriela Mistral, única latinoamericana premiada con el Premio Nobel de Literatura, galardón con el que fue distinguida en 1945, el mismo año en el que el mundo ponía el punto final a seis años de la barbarie que supuso la II Segunda Guerra Mundial.


Gabriela Mistral tomó su nombre artístico de sus dos grande pasiones: la naturaleza y la poesía. Ella misma contó que nació de la admiración que sentía por el autor de Mireya, Federico Mistral. También por el viento, el mistral, que azotaba los campos y barría las nubes al sur de Francia, tal y como recoge Francisco Fernández del Riego en un artículo publicado en las páginas de La Voz.


Gabriela Mistral fue la hija de un profesor, que a pesar de haber abandonado el hogar cuando ella solo tenía tres años, Mistral lo defendió, e incluso confesó que unos versos que encontró en un «papelito» firmados por él despertaron su «pasión poética».



En 1904 Gabriela Mistral empezó a trabajar como profesora en la Escuela de la Compañía Baja en La Serena y a publicar artículos, en calidad de colaboradora, en los diario locales El Coquimbo y La Voz de Elqui. Cuatro años más tarde se dedicó a la enseñanza en La Cantera, y después, en Los Cerrillos.

En 1914 logró su primer premio con Sonetos de la Muerte, que conquistó al jurado de los Juegos Florales, fecha desde la que empezó a utilizar el seudónimo de Gabriela Mistral. Tres años más tarde Gabriela Mistral ya aparece dentro de Selva Chilena, la antología poética de Chile más importante hasta la fecha, aunque bajo el nombre de Lucila Godoy. Parece que la última vez que empleó el mismo. Desde entonces, no paró de conseguir galardones en el mundo de las letras.

La condición humilde de su familia le privó de haber estudiado magisterio, pero mediante una convalidación de sus conocimientos logró el título oficial de Profesora de Estado, y por tanto, la capacidad para dar clases en nivel de secundaria. Trasladada a Santiago, y oposición mediante, logró el puesto de directora del Liceo Nº 6 de la capital del país, aunque parece que no fue bien recibida por su «falta de estudios».

En 1923 fue contratada por el Gobierno de México para formar parte de un equipo que sentó las bases para una reforma universitaria en el país, modelo que medio siglo más tarde permanece vigente. Viajó por Europa y Estados Unidos interesándose por los distintos sistemas educativos. A su regreso a Chile, Gabriela Mistral tuvo que salir del país apresuradamente debido a la tensa e inestable situación política que se vivía. A partir de 1933 fue cónsul de su país en distintas ciudades, tanto europeas como de América Latina. También en Nueva York, en donde mantuvo una estrecha relación con la escritora estadounidense Doris Dana.


Gabriela Mistral falleció en 1957 a los 67 años. En su testamento ordenó que todo el dinero recaudado por las ventas de sus obras en América Latina debía destinarse a los niños más desfavorecidos de Montegrande, y la recaudación de las ventas en el resto del Mundo, en beneficio de los niños pobres del resto del país.


Desde junio de 1981 la imagen de Gabriela Mistral aparece en los billetes de 5.000 pesos chilenos. Este martes Google le dedica el doodle a la escritora chilena más celebrada de la historia. Y hasta el momento, la única que ha logrado el Nóbel de Literatura en lengua castellana.  (Vía La Voz de Galicia)

 

Dame la mano y danzaremos...



«Dame la mano y danzaremos, 
dame la mano y me amarás. 
Como una sola flor seremos, 
como una flor, y nada más. . .
El mismo verso cantaremos, 
al mismo paso bailarás. 
Como una espiga ondularemos,
como una espiga, y nada más.
Te llamas Rosa y yo Esperanza, 
pero tu nombre olvidarás, 
porque seremos una danza 
en la colina y nada más...»

Poesía: This modern love


Por R. Israel Miranda |

THIS MODERN LOVE 
 
I

Siempre inventabas cosas malévolamente fascinantes,
hacías casi todo para demostrar AMOR
excepto decir te amo.
Estabas convencida de que al verbalizarlo (al amor),
se le delimitaba, se le arruinaba.

–¿Cómo pretendes hablar de algo
que ni siquiera puedes describir?– decías.
–¿Cómo te atreves a pronunciar siquiera
algo que ignoras absolutamente qué es?
Odio a la gente que va por la vida diciendo te amo como si repartiera volantes de centro comercial. Como si al decirlo, sus podridos corazones volvieran a latir con fuerza. Como si al mencionarlo pudieran tenerlo o retenerlo, como si nadie supiera que hace mucho se les escapó y ni cuenta se dieron.
No cariño, el día que yo te diga que TE AMO
sabrás a qué me refiero.

Tenías razón.

II

La lluvia nos sorprendió a tres calles de mi casa,
llevabas un vestido ligero
y yo las mismas botas gastadas de siempre. Corrimos.

Te detuviste a girar bajo un arcoiris,
lucías tan odiosamente encantadora
que tuve ganas de estrellar tu sonrisa contra el suelo.

Esa fue la primera vez que te dije te amo
y lloré y lamenté no haberlo hecho antes.
Secaste con tus manos el agua de mi rostro
y me besaste.

III

Uno piensa constantemente en las primeras veces
(el primer cigarro, la primera novia,
la primera borrachera, el primer toque),
algunas hasta se planean con rigor casi científico
(el primer pretexto para llegar tarde a casa,
el primer acostón).
Es normal.

Pero rara vez uno se detiene a pensar en las últimas veces.
Ejemplo:

IV

Llegamos a casa empapados, te desnudaste.
Yo hice lo mismo.
Cogimos en el suelo,
te subiste en mí.
Yo me congelaba.
Sentía cómo mi cabeza y mi espalda
se restregaban en el piso,
sentía tus uñas rasgándome los hombros.

Escuchaba mi cadera golpeando contra el suelo
cada vez más rápido,
cada vez más profundo,
cada vez más lejos.

–¡TE AMO!– dijiste mientras clavabas tus manos
en mi pecho.

Jamás volvimos a estar juntos.

V

Es más raro (aún) pensar en las primeras veces
que fueron las últimas.



El Autor: Israel Miranda ha escrito algunos libros de poesía: Polaroids, Muro de silencio, El monstruo de arriba de la cama y Porno para perdedores y otros sucios hábitos; además de uno de narrativa: Palabras de Sabiduría. Además de escribidor, 'El Miranda' es músico, diseñador, maestro y filósofo.

Poesía: La burbuja de Julio Trujillo


Por Carlos Noyola |

La burbuja de Julio Trujillo

Paul Valéry solía decir que un poema nunca se termina, solo se abandona. Y al parecer Julio Trujillo no tiene ningún problema con eso, muestra de ello es su más reciente poemario: La burbuja (Almadía, 2013).

Trujillo abandona tajantemente todos los poemas, y por lo general lo hace rápidamente, es más, parece que los empieza a abandonar en el mismo momento en que los empieza: “Una mafia es nosotros,/ contra yo.” Ese es todo el poema, que revela lo efímero del pensamiento del poeta. Flashazos que nos permiten gozar del cenit de las epifanías presenciadas por el autor.

“Su sonido es infame/ pero no el del vocablo que lo nombra./ ¿Por qué no suenas/ helicóptero a helicóptero?” Según sus editores el sonido del helicóptero es uno de los tantos pretextos que Julio Trujillo usa para “versificar en la corta distancia”. Efectivamente, versifica en la corta distancia, pero lo que Trujillo hace va más allá de tomar un vano pretexto para crear versos. Trujillo −aunque aparentara− no toma sus motivos al azar, los estudia detenidamente, los desmenuza, les encuentra la poesía y a partir de ahí se pone a versificar. Lo hace de cerca, conociendo bien su materia prima.

Es fácil visualizar al mexicano llevando a cabo su labor cual fotógrafo avezado: antes de salir de casa sabe exactamente qué imágenes quiere, ya las tiene en la cabeza, traza un plan de posibles lugares donde encontrarlas y cuando sale simplemente dispara.

Trujillo tampoco tiene miedo de expresar el mensaje directamente, el poema se llama “Duda” y versa así: “Un hemisferio se apagó/ (y no sabemos de qué lado estamos).” Entiende que la belleza no es sinónimo de complejidad y que menos, dice más.

La burbuja difícilmente se lee en más de una sentada, pues cada poema encapsula al lector y lo eleva hasta reventar para dejarlo caer en el siguiente, llevándolo a momentos de placer que se retiran justo a tiempo para no aburrir.

http://assets.vice.com/content-images/contentimage/no-slug/ba0d327cc192d66af9e18e21fddae4d9.jpg


Tromba
 
Nos internamos en la manga de agua.
No sabíamos
que arriba trabajaban los cumulonimbos
con la materia de su cólera.
Las cachetadas de las ráfagas torcieron
nuestras bocas
y parecíamos girar
en un furioso vórtice en ascenso.
Fuimos hebras,
hilachas en el puño de la tromba.
Aquella levedad
nos trajo paz
y enderezamos nuestras bocas.
 
 
Perros
 
Tú eres el perro,
tú eres la flor que ladra.

Blanca Varela
Para Graciela Iturbide
Hay perros buzos en las venas
y perros en las manos
que olisquean.
En la nariz se apresta una jauría
loca de amor
o de una pura infatuación violenta.
Perros,
en los oídos y en la piel,
en los cien dedos de los pies
y en todo el espinazo.
En los molares hay dogos molones
y chuchos empeñosos
en el cráneo.
En todo el cuerpo hay perros azuzados.
 
 

Mosca
 
Aspira el vapor denso
de las cacas,
responde a la llamada del calor nutriente
–jugos y ácidos aderezaron
la deyección
que es un imán para sus patas.
Va.


Poesía: Las tardes en el centro

LAS TARDES EN EL CENTRO | Por R. Israel Miranda

we live in a beautiful world
oh all that I know
there’s nothing here to run from
‘cos yeah everybody here’s
got somebody to lean on


I

normalmente recorro las calles del centro
solo
o con algún amigo del borde
o con alguna mujer
por cuyos labios brindé toda la tarde
(y se bebió gustosa la mentira
de que algún día mis versos
estarían dedicados a sus besos
y me bebí gustoso la mentira de que
a cambio
su corazón sería mío)

y casi siempre es de madrugada
cuando los muros parecen apenas sostenidos
por las espaldas de los trasnochados
y las calles prometen
todo lo relacionado con la penumbra
y el secreto

entonces
me adentro
y me pierdo en los umbrales
del infierno

II

camino a tu lado por la calle de Madero
me pides que te tome fotos con el Joven Manos de Tijera
que le arrojemos monedas al sombrero del organillero
que le aplaudamos fuerte a los invidentes de la Orquesta de la Luz

son las cuatro de la tarde
el sol colorea las viejas baldosas del centro
y son espléndidas
incluso la gente luce espléndida
me tomas de la mano para que corramos
a comprarnos un globo en forma de corazón

Lisa
vivimos en un mundo hermoso
no hay nada de lo que huir
ahora lo entiendo

III

normalmente recorro estas calles de noche
solo
o con un cómplice
o con un nuevo corazón
y está bien

pero
me gusta más hacerlo por las tardes
contigo

 Los días las tardes y las noches, versos y arrullos (septiembre 2014, poemario). 64 páginas.


Israel Miranda ha escrito algunos libros de poesía:
 
Polaroids, Muro de silencio, El monstruo de arriba de la cama y Porno para perdedores y otros sucios hábitos; además de uno de narrativa: Palabras de Sabiduría. Además de escribidor, 'El Miranda' es músico, diseñador, maestro y filósofo.

Poesía: Cantar libélulas


Por Carlos Noyola |


Cantar libélulas

Subo los jarrones
para escapar de mi memoria.
Desde allá veo a mis hermanas
brincan encimándose
para alcanzar libélulas que se congelaron
cuando pensaban en ser aquenios.

La tía llamó
e intenté correr
pero mis hermanas decidieron
construir pirámides sobre mi cuerpo.
No siento los dedos, dijo una de ellas
y volteé a mirar por la ventana
el vals de dieciséis
que pronto se convirtió en canto
de risas y libélulas.

Mis hermanas repetían
que no las encontraban
y entonces entendí lo que vi
cuando dijeron:
las libélulas no están
se han ido
o se las llevaron.


Defecar

Orinar.
Masturbarse.
Orinar y masturbarse.
Ser asqueroso, ser instintivo, ser necesario, ser
placer. Casi como
comer y vomitar
oposición innecesaria
 pero perturbadora
¿por qué la repulsión?
cerca están
de lo inverso
vestigios de la fragilidad.



Carlos Noyola nació en la Ciudad de México en el 96. Sus poemas han aparecido en publicaciones como Letras Explícitas, Nomastique y el Periódico de Poesía de la UNAM.  Escribe regularmente para El Inconformista Digital y The insighters. Su primer libro, Costumbres correctas, fue publicado por Texere Editores en 2014. Actualmente vive en Estados Unidos.

Poesía: Sentidos Cósmicos II






Holographic Universe | Por Ana Vela |


Inevitable es negarme al aroma de tu cuerpo
que desborda en mi olfato la dulce dosis mental
cuando disfruto de tu esencia cada segundo
de repente me encuentro en un éxtasis mental.

Como recordar aquella tarde
en la que tu amor me quisiste entregar
mientras yo, idiotizada
le obedecía más al rocío que a tus palabras.

A tu dulce y misterioso
tu incienso humano y poderoso
que a mi mente ha venido a hipnotizar.

Invítame a tu aroma
para percibirlo a diario
deleita mi olfato
y déjame volar.

Sacude lentamente
el ruido de la calle
el sabor de tus labios
el sentir de tus manos
verte ya no es suficiente,
déjame olerte, para satisfacerme.

Porque te has vuelto adictivo
inhalarte es un regalo divino
quiero disfrutarte cada segundo
porque al olerte de nuevo he nacido.

Inolvidable es el aroma de tu cuerpo
que desborda las pasiones que hay en mi mente
quisiera tenerte a mi lado para siempre
y así con tu olor, poder experimentar.

Y déjame respirarte... una vez más.

____________________________


Las Campanas


Deja que siga sonando, que se impregne en mi oído
el dulce retumbo del cobre golpearse
es el tiempo en donde mi partida se ha convertido en fiesta
y mis ojos están viendo el dulce final.

El llanto de la gente, se convierte en mi bebida
mi sangre se evapora al calor de la vela encendida
mis labios se vuelven cartón
estoy poco a poco dejando mi vida.

Deja que suenen, que no paren,
pues están simulando mi corazón latiente
que a duras penas está sonando.

Y el negro de la caja empieza a nublar mi vista
privándome de la luz resplandeciente
y empiezo a mirar pasajes en mi mente
de cada momento que tuve en mis días.

Cuando fui infeliz, cuando estaba alegre,
cuando cada caricia y beso se retrataban en mi piel
cuando las últimas miradas se penetraban en mi inconsciente
y las primeras se quedaban siempre en mi ser.

Que suenen, que suenen, que apresuren
pues cada una representa mis logros
que tendré guardados como tesoros
y recordaré a donde sea que caiga.

Está a punto de sonar la última
en donde yo me encuentro ya inmóvil
y termino de estar en este mundo
para poder alma.


____________________________


Y de repente me encontré en un viaje espacial, casi como en un lugar conocido, donde mis sueños eran estrellas y mi vida una galaxia llena de constelaciones.
Me veía navegando por el vacío, dibujando pequeñas luces blancas en el manto negro.
Me encontraba ahí, siempre sola, vagando por la nada.
Ha pasado tiempo.
Todo es obscuro a mi alrededor, soy la única luz existente, el sol ya se ha extinto y las estrellas se han apagado, soy lo único que tiene este sitio.
¿Por qué carajo no me extingo? Si bien la obscuridad no me aterra, me hace sentir lo que es verdaderamente la soledad. Es fúnebre, vacío, la ausencia de todo.
Estar aquí me sienta bien, en mi vida como humana cometí errores por los cuales los que me frecuentaban pedían por mi ausencia y el destino que cargo ahora. No es nada nuevo, era un ser inverosímil, sin propósito absoluto ni algo por que luchar.
Estar aquí me sienta bien, aunque me siento algo perdida en realidad, no he encontrado una razón por la que no deba estar aquí, al menos aquí puedo ser algo, puedo ser alguien, puedo ser lo único que ilumina un lugar, lo único existente, pues, no hay decepción alguna. Merezco estar aquí.

Mientras seguía con mi Epifanía Existencial, lentamente empezaba a extinguirme, hasta volverme ese mismo vacío del cual siempre fui parte.

Poesía: El tipo de hombre que eres



Derivas Situacionalistas | Por Liliana Chávez


EL TIPO DE HOMBRE QUE ERES

Dibujas el grosor de mis labios con tu dedo.

Redefines el contorno de mis caderas con tus manos.

Hueles mi pelo y luego me besas…

Tu dedo inventa constelaciones sobre mis lunares.

Sonríes y eso hace que tu pelo se dore. 

Me miras sin mirarme, e imagino: ¿Por qué no, tus labios en los míos?

El ritmo de tu corazón espartano al rasgar con tus uñas la piel cristalizada de mi espalda.

Tu aliento insufla cálido en el interior de mis oídos. Ah, ese sistema inconfundible de tu lengua inventando mis oídos…

El ritmo de tus sueños coincide con el de mis pesadillas. 

Puedo intuirte en los filos invisibles de la luz, y saberte escondido en los dobleces de la sombra. Sé que ahí estás, pero cuando quiero decir tu nombre, la lengua, se me deshace entre líneas. Las palabras se me revientan en el verso. ¿Por qué eres, si no puedo nombrarte?  
 
Me queda sólo tomar tu mano y susurrar: Ven amor, acompáñame al desastre…


La autora:

Pensadora, fotógrafa, programadora y pintora empírica, a veces arquitecta.
   

Letrinas: Maullido




Por Alejandro Carrillo | 

Maullido

I


He visto a las mejores mentes de mi generación pálidas y absortas
bebiendo café instantáneo en una oficina
asfixiadas de ocho a seis por el nudo de una corbata,
sentados frente a un ordenador
maquinando hojas de Excel.

Arrastrándose en los parabuses
para llegar al fin de semana
al fin de mes
al fin de año
al fin de su pinche vida.

Los he visto desnudando sus cerebros
al buen juicio de un político
de un burócrata
de una institución
de una transnacional
de un hijo de puta que ‘la supo hacer’.

Súcubos rondando multifamiliares minimalistas
con cochera para dos
con cama para dos
con perros y gatos para dos
con baño y medio para dos
y con almohada para uno
porque los sueños son rebasados por el ingreso per cápita
el historial crediticio
y el agua caliente por la mañanas.

He visto los ojos de los que solía llamar
‘compañeros de lucha’.
Perdidos y amarillentos por los electrochoques
y la lobotomía que acarreó la Revolución
que nunca ganaremos.

He visto a hombres con almas buenas carentes de dios
y hombres buenos hechos a pulso que temen de dios
atestados por una necesidad urgente de morir
en plena misa de seis, de ocho,
recibiendo la sangre y el cuerpo
de un dios mortal que se parió a sí mismo
y que un día se suicidó por amor.

Me he visto durmiendo días y semanas enteras
siendo despertado por la tristeza
en la mugrosa habitación oscura de siempre.

Me he visto al espejo
pobre, harapiento y ojeroso
apolillándome en la inmundicia del alcohol y las drogas
sucumbiendo a la rémora del pinche desencanto.

He visto mi rostro en el último trago de whisky
que también es el primer trago de whisky
y vi el rostro del viejo Hank
-ruega por nosotros ahora
y en la hora de nuestra muerte-
y también intenté abrocharme el pantalón
y la camisa y las botas
y también grité:

-Oh, dios mío
¿y ahora qué?-

Y tuve pesadillas y desperté en la mesita desnivelada de un tugurio
y ahí conocí a la señorita Adriana Lynch que bailaba sobre mí
con su cabello de fuego
y sus piernas como fuego
y su culo y sus tetas como fuego
y sus ojos de neón que me pedían que la llevara a casa
en un baile sin fin.

Y perdí un día la noción del tiempo
y perdí el tiempo vagando
hambriento y solitario
y una mujer me dio de comer
y me dio fuerzas para verla a los ojos
y vi a los ojos al monstruo de las mil cabezas
y me inmolé y aticé mi corazón por un momento.

Y aquel monstruo de las mil cabezas se apartó
se fue de la mano de un apuesto y fracasado oficinista
y aquella mujer que me alimentó
hizo lo propio.

Y desperté otro día y salí de mi madriguera
y encontré a una vecina nueva
un semáforo nuevo
un centro comercial nuevo
un perro viejo
una recién casada que nunca más se acordaría de mí.

Y caminé toda la noche rumiando tragos y mujeres
en los peores –mejores- lugares de la ciudad.

Liándome a golpes con sujetos frenéticos
resquicios de hombres idénticos a mí
yonkis que mueren en cuartos de hoteles baratos
genios que mueren de hambre por el anhelo de mejorar el arte.

Y entonces perdí la fe y caminé entre marginados sin moral y sin ley
y esos marginados me dieron un lugar y fui uno de ellos
y evité el sufrimiento y sentí hostilidad
y vi que eso era bueno y me sentí bien
y sentí cierto dolor y fui un hombre bueno por unos momentos.

Y vi a la muerte apostando en el hipódromo
y me senté junto a ella y ella me ofreció un cigarrillo y yo lo tomé
y le pregunté a ella por dios
y ella me hizo la misma pregunta.

Y una buena noche dormí en la cárcel
y desperté en un mal día y salí por la mañana
atravesando ciudades perdidas en barrancos de cientos de pisos
y seguí mi camino por las vías del tren durante días y días
y llegué hasta aquí en mis cuatro patas y caminé por la cornisa.

Y al llegar aquí grite tan fuerte
y mi maullido fue desgarrador
y pude escuchar a otros gatos
a otros perros a otros lobos
y escuché a Allen Ginsberg
y por fin, después de mucho tiempo
pude lamer mis heridas
y por primera vez en siete vidas
deseé no estar solo.



El Autor: Escribidor, mecánico tornero, periodista, rockero tumbado, diputado legítimo, corredor y corredor de apuestas, revolucionario de congal, fotógrafo, cinéfilo, miembro del Proyecto Mayhem y bebedor semi-profesional. Me enamoro de todo, me conformo con nada. @alexiliado


Poesía: Anyone can play guitar

ANYONE CAN PLAY GUITAR | Por Israel Miranda
 
I

Contigo todo fue simple.
Era fácil decidir entre llegar a casa en el colectivo
o comprar una cerveza y volver caminando.
Entrar a los cines por las puertas de emergencia
y gastarnos el dinero (que normalmente era escaso)
en antidepresivos.
Sexo en vez de televisión.

Pasábamos horas sentados en los parques
y la vida era tan profunda como la fuente
en la que hundíamos nuestros tobillos.
Arrojábamos piedras a los cajeros automáticos
y huíamos de la policía
que entonces era una puta lenta y obesa.

(Eso no ha cambiado)

Desfilabas en ropa interior
delante de mi Telecaster,
que no era mía, era de tu papá, pero él ya no la tocaba
y yo la aprovechaba para sacar
las canciones de Radiohead.

Follábamos sobre un Marshall del 74 y pensaba
–¡Si me viera Jim Morrison!
¡SI ME VIERA TU PADRE!–
y estallaba en risas.

Imagino que frecuentemente pensaste que tales arrebatos
eran por la droga. Ahora lo sabes. Entonces.
Pasábamos las tardes desnudos
viendo películas de terror en VHS y fumando hierba,
mientras afuera la Ciudad
ardía y se colapsaba de miseria.

(Eso tampoco ha cambiado)

II

Cuando las cosas empezaron a complicarse
(porque las cosas siempre se complican,
a menudo por estupidez)
simplemente te fuiste.

Te odié. Incluso tuve ganas de buscarte
para ponerte una megamadriza
pues no entendía por qué te largabas
sin decir nada.

Ahora sé que únicamente querías salvarnos.

No pude despedirme de la Telecaster de tu viejo.



El monstruo de arriba de la cama (2008, poemario). Volumen 10 de la Colección DESTOS DEME DOS, 64 páginas. -AGOTADO-

*******
Israel Miranda ha escrito algunos libros de poesía: Polaroids, Muro de silencio, El monstruo de arriba de la cama y Porno para perdedores y otros sucios hábitos; además de uno de narrativa: Palabras de Sabiduría. Además de escribidor, 'el Miranda' es músico, diseñador, maestro y filósofo.



© Copyright | Revista Sputnik de Arte y Cultura | México, 2022.
Sputnik Medios