El extinto Museo Nacional de la Cristiada en Aguascalientes: crónica de un patrimonio derrochado

La colección Hernández Quezada se componía de más de 200 piezas originales, 500 periódicos, 300 libros y 1500 horas de grabación en video.

Por Juan Carlos Esparza R.


A medida que el Partido Acción Nacional ascendía en el mapa electoral mexicano en los años noventa del siglo pasado, una de las primeras acciones de sus gobiernos fue la construcción de un discurso de legitimación histórica que, a la manera del mito fundacional revolucionario del PRI, afianzara y difundiera sus bases ideológicas. Esto inició con la modificación de la nomenclatura urbana de origen liberal, así como el retiro de las imágenes de Benito Juárez de las dependencias públicas. Pronto aparecieron avenidas e instituciones con los nombres como Manuel Gómez Morín, Efraín González Luna o Luis H. Álvarez.

Durante el sexenio foxista, la exhibición mediática del catolicismo del presidente era la nota diaria con situaciones como su asistencia a misa en Catedral o su actuación durante la quinta y última vista al país del Papa Juan Pablo II. En el ámbito del espectáculo se llegó al extremo de proponer como traje típico de la señorita México un faldón decorado con la reproducción de la fotografía histórica de los cadáveres de cristeros colgados en los postes telegráficos.

También se fomentaron los estudios sobre el movimiento cristero y la generación de proyectos de desarrollo turístico en este sentido, principalmente en los estados de Guanajuato, Jalisco y Aguascalientes, algunas no exentas de escándalo por la utilización de presupuesto público para obras exclusivamente religiosas.

En el estado de Aguascalientes, el entonces gobernador Felipe González González, autorizó en 2002 la creación de un museo sobre la guerra cristera. El origen de esta obra es tan discrecional como su destino pues, en primer lugar, su existencia obedece más a acuerdos personales que a un asunto de interés público. Al Museo Nacional de la Cristiada de Aguascalientes lo antecede el Museo Nacional Cristero “Capitán Segundo Efrén Quezada Ibarra”, de la vecina ciudad alteña de Encarnación de Díaz, Jalisco, conocida popularmente como La Chona.

Esta institución fue dirigida por años por el sobrino de dicho personaje, el Sr. Alfredo Hernández Quezada (1935-2004) quien, a lo largo de su vida, recopiló el más grande acervo sobre el movimiento cristero del que se tenga noticia. La colección Hernández Quezada se componía de más de 200 piezas originales, 500 periódicos, 300 libros y 1500 horas de grabación en video de entrevistas a veteranos de aquel movimiento, ya fuesen cristeros, soldados federales, agraristas, sacerdotes, políticos e historiadores.

Según testimonio del Sr. Hernández, esta colección fue iniciada por su tío, quien fuese secretario del jefe cristero Jesús Degollado Guízar, comandante de la llamada División del Sur y tío del fundador de los Legionarios de Cristo, el abominable Marcial Maciel Degollado. Ubicado en un céntrico espacio de la Chona, el museo estaba en condiciones poco dignas debido a diversos factores, tales como la edad, salud y desconocimiento en materia museográfica y turística del propietario, así como por la indiferencia de los gobiernos municipales y estatales jaliscienses, con el consecuente deterioro del material histórico.

Algunos funcionarios del gabinete del entonces gobernador de Aguascalientes con vínculos familiares en la población vecina, le convencieron de adquirir la colección Hernández Quezada, pero contrariamente a las leyes locales en materia patrimonial, se creó el Museo Nacional de la Cristiada bajo la dirección de la entonces Coordinadora de Turismo para el Estado de Aguascalientes (COTURE), hoy Secretaría (SECTURE), pues el Instituto Cultural de Aguascalientes (ICA) ya había rechazado previamente las ofertas de venta del acervo hechas de manera particular por el Sr. Hernández, argumentando la vocación artística, más no histórica de sus museos. Fue entonces a través de la COTURE que las negociaciones para la renta y adecuación museográfica de un inmueble, el traslado, montaje y operación del nuevo museo, se concertaron con el propietario de la colección.

Quien esto escribe fue contratado por la COTURE para encabezar el proyecto de traslado, curaduría, montaje, administración, capacitación de personal y dirección del nuevo Museo. Una de las primeras acciones fue la búsqueda del discurso histórico objetivo e incluyente por lo cual se modificó el nombre de Museo Nacional Cristero a Museo Nacional de la Cristiada, es decir, la exposición no sería tanto en torno a un grupo, sino a un evento histórico.

El discurso museográfico incluyó los antecedentes más remotos de conflictos entre la Iglesia Católica y el Estado desde el virreinato, comenzando con las Reformas Borbónicas, Guerra de Reforma y los artículos secularizadores de la Constitución de 1917, así como la historia regional del conflicto, ya que si bien, casi la totalidad del acervo era procedente de Jalisco y en menor medida de Guanajuato y Michoacán, al menos el público local tendría al final del recorrido el conocimiento básico de los acontecimientos de su comunidad.

Otro de los cambios fue la atención al público, pues mientras que en La Chona el visitante recorría el local del museo por su cuenta o bien acompañado por el Sr. Hernández si así se solicitaba, en Aguascalientes la presencia de un guía plenamente capacitado era imprescindible tanto por brindar una mejor atención, como por seguridad del acervo. En la mayoría de los casos se trató de estudiantes de la licenciatura en Historia de la Universidad Autónoma de Aguascalientes en la realización de su servicio social y a los cuales se les otorgó una capacitación permanente tanto en materia intelectual como en cultura turística y de personal de contacto.


Inaugurado el 20 de marzo de 2003, el Museo Nacional de la Cristiada brindó sus servicios a escuelas públicas y privadas de todos los niveles educativos, realizó conferencias y conciertos de música folclórica (corridos cristeros), dio asesoría a para la elaboración de tesis de licenciatura y maestría a estudiantes e investigadores locales y foráneos y contó con la presencia de destacados intelectuales entre los que figura el principal estudioso de este evento histórico, el Dr. Jean Meyer.

Las condiciones de operación desde el principio fueron asunto de tensiones entre el propietario y la COTURE, ya que, por convenio, el museo sería trasladado a Aguascalientes por un año en calidad de comodato, al final del cual, en vista de los resultados en materia de ingresos, se abriría la opción a adquisición.

Por razones obvias, la mejor temporada fue la correspondiente a la Feria Nacional de San Marcos (de la segunda semana de abril a la primera de mayo) y las vacaciones escolares de verano, mientras que el resto del año las entradas se sostenían gracias a las visitas escolares. Los ingresos fueron, comparativamente hablando, similares a los del resto de los museos locales: el de la Ciudad, el Regional de Historia, el de Arte Contemporáneo y el José Guadalupe Posada; sin embargo, un aspecto que terminó por opacar la función del Museo Nacional de la Cristiada, no ante el público, sino ante el gobierno mismo, y en particular ante la propia COTURE, fue la inauguración de la máxima obra cultural y recreativa del sexenio 1998-2004, el Complejo Ferrocarrilero Tres Centurias, consistente en el rescate y restauración de 5 de las 88 hectáreas de los antiguos talleres nacionales del ferrocarril para crear un parque recreativo que, no está por demás decirlo, hoy subutilizado.

El objetivo era realizar una obra similar al Parque Fundidora de Monterrey, y para ello, el gobierno local ordenó la restauración del edificio de la antigua estación y algunas naves aledañas para alojar también el Museo Ferrocarrilero y crear todo un parque temático. Su inauguración tuvo lugar dos semanas antes del Museo de la Cristiada y acaparó la atención mediática y emotiva de la población local, pues en Aguascalientes la historia del siglo XX no se entiende si no es mediante el desarrollo que atrajo el ferrocarril.

Aun así, la actividad del Museo Nacional de la Cristiada salió avante gracias al esfuerzo, principalmente de los prestadores de servicio social quienes, en su calidad de universitarios, supieron establecer los contactos necesarios con su alma mater para la realización de ciclos de conferencias y cápsulas informativas para Radio Universidad de Aguascalientes (XEUAA), así como para otras emisoras comerciales. Igualmente, por convenio interinstitucional, se facilitaron en calidad de préstamo la serie de fotografías del fusilamiento del Padre Miguel Agustín Pro Juárez para el montaje de la exposición Los Pinceles de la Patria: Arqueología del Régimen en el Museo Nacional de Arte (MUNAL) de la Ciudad de México.

En la víspera del año 2004, último del sexenio en cuestión, pese a la opinión en contra de los directivos del Instituto Cultural de Aguascalientes y reconocidos catedráticos universitarios del estado, el ejecutivo ordenó la compra del acervo y el traspaso de la dirección del Museo de la Coordinadora de Turismo al ICA, que lo operó hasta el cambio de poderes en diciembre de 2004; en ese ínter, quien esto escribe, concluyó su cargo de director y también falleció de un infarto fulminante el Sr. Alfredo Hernández Quezada.

Correspondió a las nuevas autoridades la realización de una obra de teatro y la ceremonia del primer y único aniversario del museo, pues a la llegada del Ing. Luis Armando Reynoso Femat como nuevo gobernador del estado y de poca o nula receptividad para la cultura, se ordenó la clausura del espacio.

Como se indicó anteriormente, las normas de instalación del museo fueron un punto de tensión entre el propietario y el gobierno del estado, debido a la insistencia en la venta anticipada del acervo y las ofertas recibidas por instituciones jaliscienses, principalmente, el Museo Regional de Tepatitlán, donde existe también una importante colección relativa al tema, aunado a que dicha ciudad fue sede de uno de los combates más intensos de aquél evento histórico.

En el sexenio de Reynoso Femat (2004-2010) no hubo ninguna acción conducente a la restitución del polémico acervo a su región original, a no ser la incorporación de parte de la biblioteca a los archivos locales, el Regional y el universitario, pero los objetos de la colección simplemente fueron embodegados en las áreas de material de limpieza de la Escuela de Cristo.


La presencia de este museo fue cuestionable por varios aspectos: si bien se trató de cuidar la neutralidad del discurso, el evento mismo sigue despertando en la actualidad las pasiones más encontradas, pues entre los visitantes había lo mismo personas favorables a la causa expuesta, como acérrimos detractores.

Pese a que las autoridades de cultura de la administración luisarmandista justificaron el cierre porque “no se puede revivir el Viva Cristo Rey en espacios públicos”, esa misma administración gubernamental actuó en sentido contrario y nuevamente contra el estado laico al inaugurar la escultura monumental del Cristo Roto nada menos que en la Presa General Plutarco Elías Calles, del municipio de San José de Gracia, construida justamente durante los años de la guerra cristera (1926-1929), por lo que la pluralidad y neutralidad aducida resultan más bien hipócritas.

El siguiente gobierno, encabezado por el priista Carlos Lozano de la Torre (2010-2016), otorgó a petición del ayuntamiento de Encarnación de Díaz, la custodia por tiempo indefinido y en calidad de comodato, de la colección para el nuevo Centro de Estudios Cristeros, lo cual es posible ver como una solución que libera de responsabilidades a todas las partes pues, si bien el municipio de La Chona no quiso o no pudo desembolsar los dos millones y medio de pesos que costó la colección al erario de Aguascalientes, sí lo recuperó físicamente para su exhibición.

El tema de la guerra cristera parece haber mermado su efervescencia a nivel mediático nacional, no así en lo particular dentro de las poblaciones del centro-occidente mexicano en las que este evento histórico constituye un aspecto de arraigo y mito fundacional. Justo sería pues que las cosas regresaran a su sitio y que las acciones culturales de gobierno se den por los cauces legítimos y sin protagonismos ni compromisos ultramontanos.



Nota: Para la elaboración de este trabajo se solicitó la información correspondiente a las actuales autoridades del Instituto Cultural de Aguascalientes, sin embargo, dicha petición fue desatendida sin explicación alguna, por lo que los testimonios que aquí se exponen parten de la experiencia personal de quien escribe en calidad de coordinador y director operativo del proyecto durante los años 2002 y 2003.
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