POR EL BOULEVARD FRANCISCO VILLA. “CUANDO ME VINE DE PUEBLA”
POR LA 20 DE NOVIEMBRE. “FAISANES”.
POR LAS PUERTAS DEL CASABLANCA HOTEL. “QUIÉN TE HA MANDADO A INTENTAR SER FELIZ”.
POR EL BAR BELMONT. “CIORAN”
“Me la paso drogado todo el día… en cierto punto de embriaguez… es la única forma de soportar todo esto”, compartirá más adelante ya con la entrevista en marcha.
“Vamos con una canción que nunca hemos tocado en Durango… me da miedo jaja, ahí les va, esto es Manhattan”, y empieza una dedicatoria furiosa hacia una ciudad que se ama y se odia: “estoy hecho, de todo lo que mi padre no pudo lograr, de todo lo que mi madre nos juró que estuvo mal, estoy hecho… de cristianos pendejos”.
Tras un par de risas tímidas el duranguense dice “Esta canción que sigue se la compuse a la bandita de Durango”, a lo que la raza responde con aplausos, pero luego agrega “no, pero en mal plan jajaja”, y arranca el estruendo de Préndanle Fuego: “Me quieren más afuera / que en mi propia ciudad”.
Traigo de vuelta las reflexiones con las que empecé esta crónica. ¿Qué tanto ha influido este lugar en la obra del autor? ¿Es este un estado tan triste, desolado y abandonado como Lázaro manifiesta, o más bien la angustia, melancolía y soledad habitan dentro del compositor? La verdad es que me voy con más dudas que respuestas, pero igual me atrevo a dejar por escrito algunas ideas.