Letrinas: La distancia de las flores


 

La distancia de las flores
Aleqs Garrigóz

 

EL JACAL

Junto al basurero, hay una tienda
de plásticos y maderos
que no alcanza a cubrir de sol ni lluvia.
Sus paredes oscilan con el viento.
Apenas un primitivo recoveco
para no dormir a la intemperie
y recogerse un poco lejos de las alimañas.

Sus muebles son cajas de cartón
y algún hierro retorcido donde colgar la ropa.

Apenas cabe uno de pie; y sus habitantes
se debaten en la incomodidad
de un aire de olores prisioneros
y huecos por donde se cuela la luz quemante,
la persistente gotera que moja las ropas de dormir
e inunda los sueños de tristeza.

Se fugan por ahí los días cuyo solo beneficio
es nueva chatarra arrancada al basural.

¡Qué horror repentino (mi mente yendo a habitar allí,
compartiendo esos mismos cacharros),
por lo que debería ser una casa y no lo es!

 

EL ABUELO

Por las tardes, sale a tomar el aire
que no alisa sus arrugas; y en el desfile
de carros y rostros, permanece impasible,
dando un ceño circunspecto al timbre de la vida.

Se ha vuelto agrio
como un fruto que encierra la demencia.
Y en el monólogo de su plática, mezcla reclamos
con historias fantásticas de lo que nunca fue
y quiso ser.

Sus días son procesión de achaques.
Sus noches: cortas y sin misterio.

El catre lo aferra como camilla de hospital,
recogiendo, ávido, su rancio olor,
a humanidad ya pasada.

Su señorío en casa concluyó hace mucho,
como carta cuyo remitente ya no importara.

Podó un árbol, extravió un libro, lastimó a un hijo.
Ya nada espera: ya puede morir,
como quien abre la mano
para mostrar que nada guarda.

 

DOMINGO

Desde que amanece hay más polvo en el aire.
Los minutos se afanan en alargarse:
elásticos de tedio. Las cosas sufren
un silencio de plomo aun si hablan;
y si hablan lo hacen con flojedad infinita.

Todas las campanadas del día son de muerte,
porque éste es el primer día de todos.
Y como tal, exaspera como una infancia afligida
que no nos perdonara olvidarla.

La voz se ralentiza.
El estudiante reposa su cruda
con dolor en la cabeza del alma.
Las calles se ensanchan de modo invisible
para que el transeúnte se perciba más solo.
Los orgasmos sufren raquitismo y culpa.

Quizá Dios maldijo a Adán un domingo.
Y este día nos rememora la debilidad del mundo.




Aleqs Garrigóz (Puerto Vallarta, México; 1986) escribe poesía desde los 15 años. Publicó su primer libro de poesía en 2003: Abyección. Posteriormente aparecieron La promesa de un poeta (2005), Páginas que caen (2008) y La risa de los imbéciles (2013), entre otros. Su último libro publicado es El tercer piso (2021). Ha publicado poemas en medios impresos y electrónicos de varias ciudades de México y el mundo hispano. Desde 2008 radica en la ciudad de Guanajuato.

Letrinas: Crac


Crac

Franco García


Genaro da un trago a la cerveza y mira por la ventana. El cielo está despejado, el día caluroso. Son más de las dos de la tarde y unos niños juegan futbol. El pavimento en la colonia Vacacional parece brasero pero poco les importa. A Genaro le llama la atención el portero, quien es rechoncho, moreno y de baja estatura. Al instante se identifica con él y recuerda todo lo que sufrió respecto a su apariencia física en la escuela.

—¡Genaro puerquito!

—¡Mantecoso!

—¡Oing, oing!

Una época dura, difícil de olvidar. No fue de muchos amigos porque había que permanecer en casa todo el día. Su madre trabajaba de camarera en los hoteles de la Costera y se veían sólo por las noches. Una mujer cariñosa y sensible. Jamás volvió a salir con otro hombre después de la muerte de su esposo. Se dedicó de tiempo a completo al trabajo y a su hijo, hasta que el cansancio y la edad acabaron con ella.

Genaro no aparta los ojos del portero. De pronto le meten un gol y todos los de su equipo comienzan a darle de manotazos en la cabeza; el contrario celebra. No alcanza a escuchar lo que le gritan mas lo supone. Acaba la cerveza, se limpia los labios con el antebrazo y deja la botella en el alféizar. Acto seguido se sienta en el sofá, coge el control de la televisión y la enciende. Pasa de un canal a otro hasta que finalmente se detiene en una película mexicana en blanco y negro. Al cabo de unos minutos tocan la puerta. Apaga el televisor y se dirige a abrir.

—¿Quién? —pregunta en tono brusco.

Una voz femenina y dulce responde al otro lado.

—Soy yo, Mariela, su nueva vecina.

Después de asegurarse quién es, Genaro gira la perilla y abre. Mariela es una mujer joven, morena, delgada, de fino rostro y casada. Lleva puesto un vestido azul con burbujas blancas, holgado y escotado por la espalda.

—Buenas tardes, don Genaro. Perdón que lo interrumpa, ¿tendrá que me preste un taladro? Sucede que mi esposo lo necesita porque pondrá un espejo en el baño. Y como sabemos que usted trabajó en teléfonos, pues...

Genaro guarda silencio por algunos minutos y luego dice:

—Deje voy a la bodega y lo busco. Pase, tome asiento.

Mariela ingresa echándose aire con ambas manos en sus senos, se sienta en uno de los sofás y mira a su alrededor. Genaro suspira y cierra la puerta. De inmediato a Mariela le atraen los cuadros que cuelgan en la pared, los floreros y algunos juguetes que adornan los muebles. Genaro le ofrece agua y refresco.

—Agua está bien —responde Mariela.

Genaro va a la cocina por ella. Mariela no contiene su curiosidad y se levanta de su lugar y se aproxima a ver de cerca una foto donde un niño gordo abraza a una mujer por la cintura. Al fondo hay juegos mecánicos, luces de múltiples colores. Genaro regresa con el vaso de agua y se lo entrega. Mariela lo lleva a la boca y bebe hasta el fondo. Después coloca el vaso sobre la mesa que se encuentra al centro de la sala y pregunta:

—¿Es su mamá, don Genaro?

Genaro frunce el ceño, le incomoda hablar de su madre mas asiente.

—Qué linda era, y usted tan serio. Pero qué calor ha hecho últimamente, ¿no?

—Bastante. Permítame, voy a la bodega por el taladro. En seguida vuelvo.

Sale por la cocina y atraviesa el jardín trasero. Una vez dentro de la bodega, baja una caja enorme de la repisa, la abre y extrae el aparato. Mariela continúa contemplando las fotos, una a una. Genaro entra a la sala, la mira de espalda y dice:

—Aquí tiene.

Mariela se vuelve hacia a él.

—Gracias. ¿Sabe, don Genaro? Acabo de descubrir que usted es un hombre triste. Lo digo por sus fotos. Nunca sonríe. La mujer de allá, la de la foto de encima del televisor, ¿es su esposa?

Genaro hace una mueca de disgusto y dice:

—Señorita Mariela, no quiero ser descortés con usted, pero no es asunto suyo.

—Lo siento. No quería ser imprudente. Cielos.

— No se preocupe, sólo que no me gusta hablar mucho de mi pasado. Sí, fue mi esposa. Murió en el parto junto con mi hijo hace años.

—Yo… no sé qué decir. Creo que debería marcharme.

Sin embargo, hace mucho que Genaro no tiene visitas y desea estar en compañía un poco más.

—Espere, ¿gusta tomar otro vaso de agua? También hay cerveza en el refrigerador.

Esta vez lo dice con una voz entrecortada, tímido. Mariela suspira y dice:

—Bueno, sólo una. A nadie le hace daño un trago, después de todo. Además el clima lo amerita.

—De acuerdo. Voy por ellas.

Mariela de nueva cuenta toma asiento y coloca el taladro en su regazo. Genaro vuelve con las cervezas y se sienta junto a ella. Las chocan, dicen salud y ambos dan un trago.

—¿Lleva tiempo viviendo solo?

—Algo.

—¿Alguna novia o pretendiente?

—No que yo sepa. ¿Usted lleva mucho tiempo casada?

—No mucho. Apenas un año, y nos mudamos a esta colonia por cuestiones de trabajo. Soy maestra de primaria.

—¿Tienen hijos?

—No por ahora. Quizás más adelante.

Dan otro trago y bajan las cervezas al suelo, junto a sus pies.

—¿Ya vio las noticias?

—Sí.

—Caray, cuántos muertos, ¿no cree, don Genaro? Acapulco me da miedo y tristeza. Ya nada es como antes. De puras migajas turísticas sobrevivimos por tanta violencia.

—Demasiados, pero así funciona la vida en el sur. Sólo es cuestión de acostumbrarse.

—¡Qué horror! Mis ojos no podrían con la sangre desparramada a diario, ¿se imagina?

Genaro cambia el tema de conversación y dice:

—Su esposo debe ser muy afortunado al casarse con usted. Me recuerda a mi esposa. Siempre radiante con su sonrisa y llena de energía. Era enfermera y amaba su trabajo. Estaba muy emocionada con el embarazo. Diego, así deseaba llamar a nuestro hijo.

Mariela se sonroja y baja la cabeza. Genaro no deja de sudar y agita con movimientos bruscos su playera. Por momentos le tiemblan los labios.

—También era una mujer con un gran sentido del humor. Hacía reír a cualquiera con sus chistes. Vaya que sí.

Mariela aguarda unos instantes y cuando está por hablar, un balón entra por la ventana. Vuelan virutas de cristales y ambos brincan de sus lugares debido al estallido.

—¡Santo Dios!

—¡Qué carajo!

Genaro se incorpora con dificultad mientras Mariela permanece inmóvil, nerviosa. Genaro se dirige a la puerta, sale hasta la calle y no encuentra rastro alguno de los niños que jugaban futbol. De pronto, entre los arbustos, asoma una cabeza pequeña. Es el niño rechoncho, trata de ocultarse pero es inútil. Así que avanza hasta Genaro, cabizbajo. Al verlo de cerca, le pregunta:

—¿Fuiste tú?

—¡No, señor, se lo juro! Fue Carlos y todos me mandaron por él. ¡Por favor, devuélvamelo o me irá muy mal! Por favor.

—Tranquilo, hijo. Tranquilo, caramba. Acá lo tengo. Ven por él.

Genero vuelve a la casa y el niño duda en hacerlo, teme por lo que pueda pasar una vez dentro. Luego piensa en la golpiza de sus compañeros y lo sigue. Mariela se ha marchado sin llevarse el taladro; Genaro se encoje de hombros y se lamenta de lo sucedido. Invita al niño a sentarse pero éste decide permanecer de pie.

—¡Señor, por favor, devuélvame el balón! Lo necesito. En serio.

Genaro se coloca frente al niño, cruza los brazos y dice:

—Dime una cosa, hijo, ¿quién me va a pagar por los daños? ¿Tú?

            El niño baja la cabeza y guarda silencio. Descubre que el balón se encuentra en el suelo y que hay vidrios por doquier.

—Lo suponía. Te mandaron por el balón pero no te dijeron nada sobre las consecuencias, ¿verdad?

            El niño se echa a llorar. Genaro deja caer sus manos, levanta el balón y se lo entrega. El niño lo sujeta contra su pecho, se limpia los ojos con su playera, se marcha a toda prisa y deja la puerta abierta. Genaro no tiene más opción y la cierra. Después entra a la cocina por otra cerveza. De regreso a la sala se detiene frente a la ventana rota. Respira hondo, suda; de un momento a otro le llegan recuerdos de su madre, esposa e hijo. Un hilillo de agua escurre lentamente por su mejilla y da un trago largo.

 


Franco García (Guerrero, 1987). Ha publicado en Punto de partida, Punto en línea, Ágora, Opción, Mono, La otra voz, Trinchera, Acapulco cultura, Minificción, Monolito, Rankia, Zompantle, Capote, Enpoli, Sputnik, Periódico Poético, entre otras. Parte de su obra ha aparecido en antologías de minificciones y cuentos.


"Babylon", ambiciosa historia sobre la decadencia y creatividad de Hollywood



Cinetiketas | Jaime López |


Aunque "Babylon", la nueva película de Damien Chazelle, tiene secuencias de gran brillantez, que muestran la madurez y atrevimiento del ganador del premio Oscar en lo que respecta a la coordinación de los apartados técnicos, existe una sensación de poca originalidad en la columna vertebral de la historia.

Si bien es cierto que el cineasta originario de Estados Unidos se caracteriza por homenajear algunas de las expresiones artísticas más conocidas de su país, tales como el jazz o los filmes musicales, en su más reciente producción son muy notorias las referencias a "Cantando bajo la lluvia", al grado que la premisa parece una calca de la planteada en 1952 dentro del clásico protagonizado por Gene Kelly, Donald O´Connor y Debbie Reynolds.

Ello en virtud de que se expone el ocaso de las carreras o trayectorias que causó el paso del cine mudo al séptimo arte sonoro, una arista que también ya había sido abordada por la cinta francesa "El artista".

Lo anterior no es un obstáculo para disfrutar de todo el metraje de Chazelle, que alcanza los 180 minutos de duración y que destaca por su prólogo de media hora y sus primeros dos actos.

En los fragmentos aludidos, el guionista y realizador concatena oportunamente distintas imágenes que reflejan la decadencia, caos y excesos que rodean la industria hollywoodense de los años veinte (no muy diferentes a los propios de la época actual), mismas que son reforzadas con una oscuridad y un humor negro nunca antes vistos en su filmografía.

"Babylon" es dueña de escenas fuera de serie, como el paseo de un elefante en medio de una fiesta de élite o la batalla que tiene la protagonista con una serpiente debido a que quiere evidenciar la charlatanería de su progenitor.

Lo anterior demuestra la ambición de Chazelle por superarse a sí mismo, algo que logra en diversos rubros, por ejemplo, el diseño de arte, el manejo de extras o gran parte de la edición.

Sin embargo, el también productor se pierde en el desarrollo de sus múltiples historias, porque no solamente se enfoca en la evolución de la pareja protagonista (Margot Robbie y Diego Calva), sino también da seguimiento a otros roles como el de Brad Pitt, que es el epítome de las estrellas venidas a menos.



Así, uno de los personajes secundarios de "Babylon", el de la artista lesbiana "Lady Fau Zhu", interpretado por Li Jun Lo, no tiene el cierre que se merece, pese a que contaba con todo el potencial para remarcar la doble moral de la legendaria fábrica de sueños occidental.

Por otra parte, hay una percepción de que Chazelle trata de honrar la industria que ha amado desde su juventud, pero también quiere vomitar la ira y sinsabores que le ha provocado la misma.

En esa dualidad es donde el cineasta incluye secuencias e histriones innecesarios, que solo alargan la trama y no aportan nada significativo o innovador al metraje en general.

Respecto a las interpretaciones, Margot Robbie confirma su enorme calidad artística. Ojo a una de las secuencias más llamativas de la película, en donde la actriz tiene un colapso por los problemas que padecían las producciones en los inicios del cine sonoro.

Acerca de Pitt y Diego Calva, se agradece el aplomo y frescura, respectivamente, de ambos histriones, pero son superados por la veterana Jean Smart, quien tiene uno de los diálogos más descarnados de la película consistente en evidenciar a través de su personaje (una periodista) que, tarde o temprano, los seres humanos son desechables en la vida, sin importar que antes hayan gozado de una enorme fama o estatus.



A pimp from Mars: de Bowie a Kendrick Lamar


Reyes Rojas |


Es bien sabido que David Bowie era un camaleón, en el mejor de los sentidos, un imitador. Esta cualidad le permitió reinventarse una y otra vez hasta el final de su carrera. Desde el garbo y el estilo que imitó de Marc Bolan y los modes, pasando por su apropiación del soul y el funk para lanzar el maravilloso Young Americans, hasta los sonidos industriales que calcó de Nine Inch Nails para imprimirlos en el Outside, Bowie siempre supo robar lo mejor de lo mejor y hacerlo suyo.

En biografías como Strange Fascination de David Buckley, y en los múltiples anecdotarios que encontramos aquí y allá sobre la personalidad de Bowie, se le describe siempre como un chico carismático que sabía ganarse la buena voluntad y aprecio de quienes lo rodeaban. Esta otra cualidad suya le permitía, además, robar de la mejor manera: con permiso. Bowie se codeaba de la gente que admiraba y los involucraba en sus procesos creativos: Lou Reed, Iggy Pop, Bryan Eno, Trent Reznor, James Murphy y un largo etcétera de personas que a menudo participaron o lo invitaron a participar en sus proyectos. Un caso muy sonado en los medios fue el de Arcade Fire, para quienes, se dice, Bowie fue una especie de padrino, luego de que en la revista Rolling Stone el ícono británico mencionara que compró un cargamento del álbum Funeral, de la banda canadiense, para regalarlo a sus amigos.

En este sentido, Black Star, el último álbum de David Bowie, que se publicó en 2016, a unos días de la muerte del Duque Blanco, no fue la excepción. Su producción estuvo a cargo, principalmente, de Tony Visconti, una de las apuestas seguras de Bowie desde el 69, pero también contó con la colaboración de James Murphy, quien hizo gala de su acostumbrada petulancia y declaró no haberse involucrado más porque tenía proyectos más importantes y personales; pero quizá la influencia más sui generis para esta última obra es la del ganador del Pulitzer, Kendrick Lamar, uno de los exponentes más disruptivos de la escena, quien un año antes habría lanzado al mercado su transgresor y refrescante álbum To Pimp a Butterfly, obra que revolucionó el género y regresó a Compton el cinturón de campeón en cuanto el rap y el hip-hop concierne.

Durante las vísperas del lanzamiento de Black Star, Visconti declaró a la revista Rolling Stone, que habían estado escuchando incansablemente To Pimp a Butterfly luego del proceso de grabación, y que admiraban el hecho de que Kendrick Lamar había logrado hacer un álbum de hip-hop que no sonaba casi nada a hip-hop, por lo que se impusieron el objetivo de que Blackstar sonara lo menos posible a un álbum de rock’n’roll.

To Pimp a Butterfly fue recibido como una mezcla de tradición y vanguardia, lo que demostró la capacidad de Kendrick para satisfacer el gusto del público experimental y mainstream a un mismo tiempo. Quizá el gusto por romper las reglas que caracteriza al rapero de Compton fue lo que llamó la atención de Bowie, quien no dudó en imitar a Kendrick para imbuir el Blackstar de distintas texturas que oscilan entre el jazz neoyorkino, la música electrónica y el Krautrock.

Blackstar fue un excelente álbum de despedida, manchado de tonalidades oscuras, referencias telúricas y apropiaciones dignas del crisol que representa la trayectoria de David Bowie, quien fue, de todas a todas, un excelente lector de las tendencias de época, las cuales digería y aprovechaba para nutrir de autenticidad su trabajo creativo.

No cabe duda de que, de haber vivido un poco más, hubiéramos presenciado una colaboración más cercana entre ambos genios, pues Bowie hubiera echado mano de su natural carisma y simpatía para acercarse más a Kendrick, quien tampoco se hubiera negado a colaborar y aprender de uno de los exponentes más variopintos, interesantes e influyentes de la actualidad.

Letrinas: Perdidos



Perdidos
Luis G Torres



Ya le dije a Simón que, si va a empezar a inhalar piedra, al menos se vaya a otro lado. A otro cuarto, fuera, donde ni siquiera lo vea. No entiende. Sacó su cajita de zapatos donde guarda los materiales: una charolita metálica, un encendedor, un tubito de paleta de plástico y la bolsa con las piedras. No quiero verlo, pero es imposible. Cogió la charolita y depositó ahí un poco de piedra, moronitas. Entonces prendió el encendedor y empezó a quemar. Se empezó a producir ese humito blanco que él absorbe sin desperdiciar nada con el palito de paleta hueco. Inhaló fuertemente y repitió la operación. Lo miré desde mi rincón. Hizo todo con calma y poco a poco se le vio más relajado. Sonrió. Yo me hice la que no vi nada y seguí en lo mío.

Ya no recuerdo ni cuando empezó todo esto. Solo recuerdo que lo primero que se supo fue que muchos niños estaban desapareciendo. Chamacos que aún los veías jugando al futbol en la calle y al otro día ya no. Había listas de desaparecidos que crecían sin parar. Quizá no era novedad, pero en esas cantidades no se había visto antes. Los niños eran buscados por la policía y se anotaban en bases de datos nacionales. Algunas gentes empezaron a formar grupos de búsqueda, cansados de la falta de resultados del gobierno para resolver el montón de casos pendientes.

Cuando conocí a Simón, él era muy diferente. Me buscaba seguido y pasábamos buenos ratos. Me compraba cosas, me decía que le gustaba y me besaba. Si se le ocurría, venía por mí a la noche, me chiflaba desde fuera y yo salía con cualquier pretexto, tomaba mi sudadera y lo veía en la esquina. Nos comíamos unos tacos, otras ocasiones íbamos directo a la casa en construcción que está a unas cuadras de la mía. Nos íbamos hasta el fondo y nos empezábamos a tocar y a besar. Él era muy fogoso. Poco a poco fuimos llegando más lejos. Primero nada más eran toqueteos, después me empezó a pedir que me quitara la blusa y me levantaba el brasier, sin quitármelo. Después ya empezó a quitarme más ropa y él se bajaba los pantalones. Así llegamos al día en que lo hicimos todo. Fue muy bonito.

Ayer me enteré por Cuca, la prima de mi papá, que a la señora Adela, que vive apenas a una cuadra de nosotros, se le perdió su hijo de siete años. Ese niño es bien tranquilo y no se mete con nadie. De un día a otro desapareció. Nadie sabe de él y la mamá pues está desesperada. Empezó su calvario: ir al ministerio a levantar el acta, de ahí le recomendaron hablar al Centro de Apoyo a Personas Extraviadas y Ausentes, vueltas y vueltas. Hay que repetir una y otra vez la misma historia: que dónde lo vio la última vez, que cómo iba vestido, que, si conoce a sus amigos, que a dónde acostumbra ir.

Simón ha ido cayendo cada vez más. Ya no trabaja, nada más anda con sus amigos y viene cuando se le da la gana. Cuando quiere comer o necesita dinero. Ya le dije que esto no puede seguir así. Hay días que está de un humor de perros, que ni hay que contradecirlo. Se pone medio violento. Muy pocos momentos está bien, es amable y hasta cariñoso conmigo. No sé porque me enganché con él, pero ahora ya quisiera que me dejara en paz. Imposible. Mis hermanas me dicen que ya lo deje, que me consiga algo mejor. Ellas no saben lo difícil que es Simón, no hay manera con él. No me va a dejar en paz nunca.

Comencé a preguntar a la gente del barrio. ¿En qué estaba metido Simón? Alguien me dijo que estaba trabajando para unos tipos que antes le habían vendido la piedra. Nadie sabía dónde estaban. Otro me dijo que Simón estaba actuando muy raro y se le veía llegar tarde a su casa siempre, acompañado de tipos con cara de maleantes. Estaba metido en algo turbio, seguro. Aquí todo el mundo lo conoce y sabe que es un bueno para nada. Alguien me contó que ahora cargaba mucho dinero y gastaba mucha lana en los antros.

Por fin a alguien me dio un nombre para investigar. Lo busqué hasta llegar a una dirección, no muy lejana a mi casa. Una colonia más pobre que la nuestra. Tenía que saber más…Llegué por la tarde a esa casa de la colonia El Zapotillo. Me dijeron que ahí podría encontrar a Simón. Encontré la calle y el número, que traía apuntados en un papelito. No había nadie en la entrada, así que abrí la reja y caminé por un pequeño pasillo oscuro y sucio. Con un poco de miedo seguí caminando hasta un patio interior: pequeño, sucio, lleno de tendederos vacíos. Los pasillos estaban cubiertos de basura, latas, trebejos y juguetes de plástico ennegrecidos por el tiempo. Al fondo había una puerta metálica sin pintar. Estaba entreabierta así que me decidí a entrar por ahí. Por su estado, supuse que era una casa abandonada.

De repente oí ruidos al interior. No sabía qué pasaba. Vi al primer niño en el suelo, apenas con un pantalón viejo y raído. Flaco y mocoso. Él me miró con unos ojos bien grandes y me agaché a tocarle la cabecita. No entendía qué hacía ahí. Dejé al pequeño y seguí por el pasillo hasta una nueva habitación. Ahí la sorpresa fue mayor: había varios niños descalzos, con poca ropa, sucia y vieja. Unos jugaban con los trebejos del cuarto. Otros peleaban por un objeto cualquiera. Uno más allá, pequeño lloriqueaba sin parar. ¿Qué es esto? Pensé parada en medio de la habitación. Me sentía aterrada. No sabía cómo reaccionar. Cuántos niños solos, descuidados. En eso escuché que alguien estaba fuera, abría la puerta y entraba.

Volteé a ver y para mi sorpresa era Simón, con una pistola en la mano. No sé si su sorpresa fue mayor que la mía. Estábamos boquiabiertos. “¿Qué haces aquí?”, dijimos casi al mismo tiempo. Él bajó el arma y se me acercó, queriéndome abrazar. Me retiré hacia atrás y tomé uno de los pequeños de los hombros. Lo atraje hacia a mí en cuclillas. “¡Explícame qué hacen estos niños aquí!”.

Simón estaba nervioso, enojado, sorprendido aún por mi inesperada presencia. Los niños nos miraban sin acercarse, con unos ojos hundidos y miedosos. “Yo no sé nada, solo me pagan por vigilarlos”, fue lo único que atinó a decir. “Estos niños son robados, Simón. ¡No te das cuenta?” Se quedó pensativo un instante y se le subió el color al rostro. “Vete, no tienes nada que hacer aquí. Si vienen mis jefes se me va a armar una bronca”. No podía creerlo aún, Simón estaba involucrado en la desaparición de esos inocentes. Si no los raptó él, sí era responsable de tenerlos en ese cuchitril, de resguardarlos para sabe dios qué fin.

Agarré a un par de niños de las manos y empecé a caminar hacia la puerta. “Tenemos que liberarlos. Sácalos de aquí, aún es tiempo de arreglar esto Simón”, le dije con calma, tratando de no gritar. Él me miró furioso. Me arrebató a los niños de las manos y me empujó hacia la puerta. “Vete de aquí, eso no va a pasar. Si te vas ahora no tendré problemas. No me obligues”. No podía creer lo que escuchaba. “¿Que no te obligue a qué?”.

Estaba fuera de sí. Quise salir de ahí, pero al girar la cabeza me di cuenta que tenía la boca del cañón en la frente. Me inmovilizó en un segundo. “No me hagas hacerlo”, dijo Simón con cara compungida. “Te juro que lo hago”, agregó. En ese preciso instante, los niños que nos rodeaban se dieron a la huida. Los oí correr hacia fuera del cuarto. No sé cuántos eran, pero más de los que yo había visto. Entonces Simón echó a correr hacia la puerta, quitándome la pistola de la frente y cerrándola con un puntapié. “No te muevas. Quédate ahí, voy por esos escuincles”. Yo me hice hacia atrás, y me puse en cuclillas. Los tres niños que no pudieron salir, se acercaron a mí y me abrazaron. En sus caritas se veía una angustia que seguramente tenían desde que los capturaron. Los abracé y traté de tranquilizarlos.

Simón no regresaba. Me asomé a la puerta y no lo vi. Ése era el momento. Tomé a los tres niños y salí de ahí. Empezamos a correr hacia la calle. No había nadie afuera. Uno de los pequeños cayó al suelo. Lo tomé en brazos y seguimos corriendo. Sentía miedo y cansancio. De repente oí un grito: “¡Adriana, vuelvan acá!”. Me paralizó. Volteé a mirarlo. Estaba cerca de la casa, pistola en mano. Tenía una cara muy rara. Yo temblaba.

No sé de dónde saqué fuerzas para decirles a los pequeños que debíamos correr. Ellos me miraron con esos ojitos tristes y siguieron mi instrucción. Seguí corriendo. Miraba hacia los lados, a ver si encontraba un policía, alguien que pudiera ayudarme. Nada. Corría tropezando por la prisa. Sentía que el corazón se me salía. Ni siquiera miraba la carita de los niños, a los que casi hacía volar.

Avanzamos unas cuadras con Simón atrás de nosotros. Él gritaba de vez en cuando. Cuando sentí que por fin nos alejábamos de él, escuché el primer disparo. Fue al aire, pero su mensaje era claro: no estaba jugando. Empecé a sudar. Los niños me miraban con terror. No había marcha atrás. No podría salvar a todos, pero a éstos tres, sí. Volteé para comprobar que él nos seguía, no corría, pero daba grandes zancadas. Los pequeños corrían llorando. Mi corazón se me salía del pecho.

Entonces sonó el segundo tiro. Él cada vez más cerca. Me detuve. “¡Déjanos ir!, no le diremos a nadie”. Se detiene. Está furioso. “No te vas a llevar a esos niños, me matarían”, dice entrecortadamente. Yo no puedo traicionarlos. No queda de otra. Me acomodo al pequeño que cargaba y empezamos a correr otra vez. Veo que él no avanza y eso me da más temor. Siento el sudor entre mis pechos. Entonces escucho el tercer disparo. Suena distinto a los anteriores. Me detengo y bajo al pequeño. Mis piernas se doblan. Veo lentamente cómo sucede todo. Me desplomo en la calle y los niños empiezan a llorar más fuerte. Caigo levantando el polvo y enterrándome cantidad de piedras pequeñas en las manos y rodillas. Ninguno se mueve. Golpeo con la cara en el duro asfalto. Veo cómo Simón se me acerca lentamente, con cara de enojo, de remordimiento. Lo último que viene a mi mente es: “Simón no me va a dejar nunca en paz”.




Luis G Torres Bustillos Nació en la CDMX en 1961. Ahora ya retirado de la docencia e investigación vive en Cuernavaca, Morelos. Recientemente publicó en revistas electrónicas como ZOMPANTLE, PERRO NEGRO DE LA CALLE, PLUMA, KATABASIS, TABAQUERIAS, ALMICIDIO. LETRAS INSOMNES, ALMICIDIO, entre otras. En 2021 publicó en INFINITA su primer libro de cuentos: Pequeños paraísos perdidos, y acaba de publicar Sin Pagar boleto, cuentos y narraciones de viajes por México. Actualmente es alumno de la Escuela de Escritores Ricardo Garibay, de Morelos.

Letrinas: Tres poemas de Melina Sánchez



 Tres poemas de Melina Sánchez


1

Tus ojos

color del tiempo

tus ojos color miel

tus ojos verdes en la ducha

tus ojos de gato

tus anteojos

tus ojos avellana

sobre esa nariz… flor de nazo

tus ojos

tus pechos

tu aroma

                    no se me fue

no se me va

                     tu perfume

jabón dove

tus ojos, el rastro de tu amor

la lluvia

               el riego de tu mal


 

2

Cuando sos uno con la melodía

Hay algo en tu precisión para ser caníbal

Que no le afloja al tempo

***

Suelo enamorarme de gente que se come la comisura de los dedos

***

Te dije: muero por ir a un recital con vos

y ya habíamos ido a tantos,

No fuimos a ninguno más

¿corté la magia?

No quiero pensarme como Pampita en uno de sus últimos Tik Tok: “una tiene que aceptar que la dejaron de amar”.

Te taladré el cerebro cinco años

con que me había enamorado de una chica, para siempre, como nunca,

pero el para siempre ya era una vida pasada,

y a mí lo que me gustaba era tomar cerveza con vos.

Podíamos hablar de Ana, de la desaparición de Santiago, de los teléfonos pinchados, o de la estelaridad de los mapuche en la lucha indígena y cuánto me tenía podrida que pibes porteños como vos se copen con esa, o de la lluvia, también de la lluvia…

Recuerdo cuando te mojaste esperando el bondi conmigo…

Hubiera querido que hablemos de componer un poema, un tema, yo la letra y vos la música, conseguir una fecha, armar un recital de poesía, ése que tantas veces dijimos.

Me dan ganas de salir corriendo hacia el pasado,

y agarrarte la barba hace cinco años y darte besos debajo de la lluvia.

Aunque pinches después, porque igual pinchás.

Ahora quisiera que sea 2017, 2018, 2019 y vos estés re jede conmigo y yo no tenga que hacer nada para que me prestes atención,

Ahora quisiera que fuera 15 de agosto de 2017

y esté cambiando la historia en Argentina,

la historia más joven digo,

la historia más jede.

Ahora quisiera que fuera 15 de agosto en Buenos Aires

y conocerte ese día de lluvia.

Que aparezcas de la nada entre mis compas ese día de la primera manifestación por la aparición con vida de Santiago, frente al Congreso,

y que estés tan bueno…

aunque yo no lo pueda decir porque estoy en mi fase lesbiana y en Marte,

en Marte me ha dejado el otro amor,

y no te veo,

no te puedo ver…

Pero ahora sí, vuelvo como un hada,

y reconstruyo la escena,

y nos ponemos colorados los dos,

y en vez de hablar de política,

nos queremos.


 

3

Lo que no quiero es perder a más gente,

que se vayan los momentos,

que se los lleve la historia,

su marcha,

las marchas.

Que se los lleven como a veces se lleva la policía a la gente,

como a veces los gendarmes forman fila,

como a veces el servicio social se chupa a un niño

que si vuelve quizá ya será hombre

y no sabrá quién es ni cuánto buscamos en otro idioma,

puerta por puerta

hacia adentro afuera de las instituciones

y por fuera de ellas

en los textos, con textos,

que llevan de firma nuestros documentos y nuestras cabezas,

pero que nadie leyó ni leerá

y nunca pudieron evitar su falta de abrigo,

ni sus pies descalzos en pleno invierno,

ni le compraron el audífono,

ni lo llevaron a la escuela,

ni pudieron evitar que apaguen cigarrillos en sus brazos.

No sabrá el niño –hombre preso

cuánto pasamos en vela,

cuánto lloramos en otro idioma su ausencia.





Melina Sánchez | Docente y comunicadora afroindígena. Militante de pueblos originarios desde cuando decir eso en Buenos Aires causaba risa entre los que oían. Hija de una familia migrante del litoral argentino. Nací, crecí y vivo en el conurbano bonaerense. Profe de lengua y literatura en escuelas secundarias del Gran Buenos Aires.

Leo y difundo literaturas indígenas. Escribo sobre todo cuando algo me causa indignación o tristeza, y también para dejar registro de nuestra mirada en la urbanidad y en el mundo actual.

Letrinas: un poema de Tracy K. Smith para David Bowie




¿No te preguntas, a veces?
Tracy K. Smith

1.

De noche, las estrellas brillan como el hielo, y la distancia que abarcan

Esconde algo elemental. No a Dios, exactamente. Más bien a alguien

Delgado y brillante del tipo de Bowie —un Starman

O un as cósmico planeando, balanceándose, sufriendo para hacernos ver.

¿Y qué haríamos, tú y yo, si pudiéramos saber con seguridad

Que alguien estaba ahí viendo de reojo a través del polvo,

Diciendo que nada está perdido, que todo vive en la espera sólo

Para ser querido de nuevo con la suficiente intensidad ? ¿Irías entonces,

Incluso por unas cuantas noches, hacia esa otra vida donde tú

Y el primer amor que ella tuvo estuvieran ciegos al futuro, y felices?

¿Debería ponerme mi abrigo y regresar a la cocina donde mi

Madre y mi padre se sientan a esperar y calentar la cena en la estufa?

Bowie nunca morirá. Nada vendrá a él mientras duerme

Ni correrá por sus venas. Y nunca se volverá viejo,

Como la mujer que perdiste, que siempre tendrá el cabello oscuro

Y estará ruborizada, corriendo alrededor de una pantalla

Que marca los minutos, las millas por correr. Como la vida

En la que siempre soy una niña que mira por la ventana el cielo nocturno

Pensando que un día tocaré el mundo con las manos desnudas

Incluso si éste quema. .

2.

Él no deja rastro. Se desliza más allá, veloz como un gato. Eso es Bowie

Para ti: el Papa del Pop, modesto como Cristo. Como una obra de teatro

Dentro de una obra de teatro, él es una marca registrada dos veces. Las horas

Caen como agua en una ventana con aire acondicionado. Lo transpiramos

Enseñándonos a esperar. En silencio, con pereza, el colapso ocurre.

Pero no para Bowie. Él ladea su cabeza, sonríe con esa malvada sonrisa.

El tiempo nunca se detiene, ¿pero termina? ¿Y cuántas vidas

Antes del despegue, antes de que nos busquemos a nosotros mismos

Más allá de nosotros mismos, todo glamoroso-resplandeciente, todo brillante y dorado?

El futuro no es lo que solía ser. Incluso Bowie tiene sed

De algo bueno y frío. Los jets parpadean en el cielo

Como almas migratorias.

3.

Bowie está entre nosotros. Justo aquí

En Nueva York. En una gorra de beisbol

Y en unos costosos jeans. Sumergiéndose en

Una tienda delicatessen. Exhibiendo todos esos dientes

Al portero en su camino de regreso.

O está tomando un taxi en Lafayette

Mientras el cielo se nubla en el crepúsculo.

Él no tiene ninguna prisa. No siente

De la forma en que piensas que siente.

No presume ni alardea. Hace bromas.

He vivido aquí todos estos años

Y nunca lo he visto. Es como no distinguir

Un cometa de una estrella fugaz.

Pero apuesto que arde brillante,

Arrastrando una cola de ardiente materia blanca,

Igual que cuando uno de nosotros deja un rastro de papel higiénico

Cuando regresa del sanitario. Él obtiene

El mundo entero bajo su pie,

Y somos pequeños a su lado,

Aunque haya ocasiones

En las que un hombre de su tamaño puede cruzar su mirada

Contigo justo por un breve momento

Y mandar un pensamiento como BRILLA

BRILLA BRILLA BRILLA BRILLA

Directo a tu mente. Bowie,

Quiero creerte. Quiero sentir

Tu voluntad como el viento antes de la lluvia.

Del tipo en que cualquiera simplemente obedece,

Arrasado por ese baile hipnótico

Como si algo con el poder para hacerlo

Hubiera mirado en su dirección y dicho:

                                                                Sigue adelante.







ORIGINAL

Don't You Wonder, Sometimes?

1.

After dark, stars glisten like ice, and the distance they span

Hides something elemental. Not God, exactly. More like

Some thin-hipped glittering Bowie-being—a Starman

Or cosmic ace hovering, swaying, aching to make us see.

And what would we do, you and I, if we could know for sure

That someone was there squinting through the dust,

Saying nothing is lost, that everything lives on waiting only

To be wanted back badly enough? Would you go then,

Even for a few nights, into that other life where you

And that first she loved, blind to the future once, and happy?

Would I put on my coat and return to the kitchen where my

Mother and father sit waiting, dinner keeping warm on the stove?

Bowie will never die. Nothing will come for him in his sleep

Or charging through his veins. And he’ll never grow old,

Just like the woman you lost, who will always be dark-haired

And flush-faced, running toward an electronic screen

That clocks the minutes, the miles left to go. Just like the life

In which I’m forever a child looking out my window at the night sky

Thinking one day I’ll touch the world with bare hands

Even if it burns.

2.

He leaves no tracks. Slips past, quick as a cat. That’s Bowie

For you: the Pope of Pop, coy as Christ. Like a play

Within a play, he’s trademarked twice. The hours

Plink past like water from a window A/C. We sweat it out,

Teach ourselves to wait. Silently, lazily, collapse happens.

But not for Bowie. He cocks his head, grins that wicked grin.

Time never stops, but does it end? And how many lives

Before take-off, before we find ourselves

Beyond ourselves, all glam-glow, all twinkle and gold?

The future isn’t what it used to be. Even Bowie thirsts

For something good and cold. Jets blink across the sky

Like migratory souls.

3.

Bowie is among us. Right here

In New York City. In a baseball cap

And expensive jeans. Ducking into

A deli. Flashing all those teeth

At the doorman on his way back up.

Or he’s hailing a taxi on Lafayette

As the sky clouds over at dusk.

He’s in no rush. Doesn’t feel

The way you’d think he feels.

Doesn’t strut or gloat. Tells jokes.

I’ve lived here all these years

And never seen him. Like not knowing

A comet from a shooting star.

But I’ll bet he burns bright,

Dragging a tail of white-hot matter

The way some of us track tissue

Back from the toilet stall. He’s got

The whole world under his foot,

And we are small alongside,

Though there are occasions

When a man his size can meet

Your eyes for just a blip of time

And send a thought like SHINE

SHINE SHINE SHINE SHINE

Straight to your mind. Bowie,

I want to believe you. Want to feel

Your will like the wind before rain.

The kind everything simply obeys,

Swept up in that hypnotic dance

As if something with the power to do so

Had looked its way and said:

                                                Go ahead.




Traducción de David Ruano

Moonage Daydream: alunizaje frenético digno de David Bowie


Cinema Coyote | Alejandro Carrillo |


¿Podremos ser como David Bowie? Suena bastante improbable. Hay carreras a las que simplemente los seres humanos no podemos seguirles el paso. Extraterrestres, seres de otros mundos o simplemente, hombres y mujeres fueras de serie que por alguna razón cayeron a la Tierra para maravillarnos con su genio y talento.

David Robert Jones es uno de los ejemplos más notables de ello, no uno de los íconos de la cultura pop, sino probablemente EL ícono de la cultura pop. El camaleón que se hizo humano, la definición de artista en el diccionario.

La vida parece corta al repasar su carrera. Cientos de canciones, decenas discos, innumerables giras, películas, todos sus alter ego, obras de teatro, poemas, pinturas, esculturas, programas de TV, especiales de navidad, cortometrajes, ilustraciones, exposiciones, pasarelas. ¿Qué hacía Bowie a tu edad? Incluso hay una página que te lo dice (www.supbowie.com).

Es increíble todo lo que el Duque Blanco pudo hacer en los 69 años que fue habitante de este planeta y al final su principal legado es la influencia que nos marcó en algún punto de nuestra vida y nos empuja a crear y multiplicar el arte.

 


El híbrido cinematográfico 'Moonage Daydream' (2022) da fe de todo ello y es un material valioso tanto para los fans más recalcitrantes como para el melómano de ocasión, no solo para remarcar la vasta huella de David Bowie, sino para conocer pasajes inéditos y nunca antes vistos de la vida pública y personal del genio de Brixton.

¿Es un documental? ¿una biopic? ¿un musical? No se sabe. Al igual que su protagonista, el film toma formas, colores y narrativas diversas en un homenaje digno y a la altura de la leyenda. El realizador Brett Morgen, que no es un improvisado en este tipo de obras (dirigió los documentales 'Kurt Cobain: Montage of Heck' y 'Crossfire Hurricane' sobre los Rolling Stones), nos regala una película casi artesanal y audiovisualmente espectacular, que seguramente se volverá un material de culto.

Con ayuda de la familia de Bowie, la producción tuvo acceso a gran parte de sus archivos personales, incluyendo imágenes desconocidas de giras y conciertos, para regalarnos en 135 minutos un viaje caleidoscópico y espiritual, más que lineal y biográfico, en donde nadie habla de Bowie, más que él mismo.

Mención aparte merece la increíble banda sonora que acompaña el documento fílmico y nos seduce con remixes siderales, rarezas y versiones inéditas de las canciones más representativas de Bowie, así como monólogos en propia voz. Una joya musical imperdible de 45 tracks que ya pueden disfrutar en Spotify.

 

'Moonage Daydream' se exhibió en pocas salas de cine de nuestro país y no por mucho tiempo, pero ahora está disponible en la plataforma Cinépolis Klic, en renta por 50 pejecoins o bien pagando con puntos del club Cinépolis (esta reseña no fue patrocinada por Cinépolis).

En síntesis la principal virtud de la película no radica en mostrar las grandes obras y la soberbia discografía del Starman, sino su visión de la vida: un tipo que no siguió las modas, que las creó, que no tuvo miedo al ridículo ni al fracaso, que se reinventó las veces que fueron necesarias, que salió de su zona de confort, que fue original, que fue atrevido, que aprendió de sus errores y que se fue de este mundo en sus propios términos. Entonces ¿podremos ser como David Bowie? Sí, just for one day


David Bowie siempre está en otra parte



Por Jonatan Frías | Ilustraciones: Ox Echegoyen |


Bien mirado, David Bowie tenía poco qué ver con los camaleones que se camuflan para desaparecer en su entorno, para pasar desapercibidos. Bowie siempre fue centro desde los márgenes. Lo que quería era ser visto. Era una dicotomía. Una contradicción en perfecto equilibrio. No permanecía estático: su destino era el cambio. La metamorfosis. La cercanía lo alejaba y viceversa. Entendía los riesgos de la industria y los corría. Detestaba las etiquetas así que las usaba siempre en sentido opuesto. Era un hombre generoso que sabía darse y sabía, sobre todo, reservarse. Guardaba silencio por largos periodos para luego arremeter contra lo establecido. Si alguien lo aplaudía por algún éxito obtenido, dejaba caer el telón y caminaba en dirección opuesta. Navegaba, como Owen, sin timón y en el delirio.

No fueron pocos los tropiezos. ¿De qué otra forma se consigue el éxito? Pero ante todos ellos encontró una manera de reposicionarse, de modificar su perspectiva. Encontró nuevas formas de escuchar, de ver, de percibir a través de los sentidos. Tenía una relación muy íntima con su cuerpo y lo liberaba sobre el escenario. Era un artista pleno y como tal, tenía unas cuantas obsesiones. Las trabajaba y las abandonaba para volver a ellas mucho tiempo después, cuando él ya no fuera el mismo sino otro, otro, otro. Bowie era un género en sí mismo que atravesaba con cierta transparencia y con cierta levedad las épocas y las modas.

Podemos contar con las manos los artistas que luego de seis décadas seguían sacando discos deslumbrantes: Bob Dylan, Leonard Cohen y David Bowie. Ese es el tamaño de su grandeza. Ese es el tamaño de su legado.

 



Desde la aparición de su primer disco en 1967 dejó claro que su signo era el inconformismo. Movido más por las vanguardias europeas que por el mercantilismo americano, supo destacar entre una generación plagada de mega estrellas: The Beatles, Pink Floyd, Velvet Underground, The Beach Boys. Su impacto no fue inmediato. Operó como esas corrientes subterráneas que desde lo profundo y con suma paciencia un día emergen convertidas en un tsunami y arrasan con todo lo que encuentren a su paso. Sus siguientes tres discos ya anunciaban las dimensiones de su genio, pero no fue sino hasta el cuarto cuando el nombre de David Bowie se aseguró un lugar en la memoria.

Bowie dejó de ser una estrella pop y se convirtió en un ícono cultural, en un referente de la moda, en un esteta, en un gurú y para muchos de sus seguidores, en un refugio. No sólo estaba legando un puñado de canciones legendarias, un puñado de discos, de películas: legaba una forma de enfrentar a la sociedad. Al convertirse en una crítica mordaz de ella, trazó radiografías descarnadas y les permitió a muchos afirmarse en una identidad, los proveyó sentido y acaso de dirección. Salir a la calle y saber que no se estaba solo, era algo que nadie más había logrado.

Por eso es que David Bowie está por encima de todo cuestionamiento, porque fue honesto e íntegro con todo lo que hizo, por eso la estrella negra sigue brillando y como Lázaro, se levantará de entre los muertos otra vez y otra vez y otra vez.

¿Qué habilidades debe tener un buen reportero de espectáculos?



Jaime López


Aunque algunas personas tienen la creencia de que el periodismo de espectáculos no requiere de una gran preparación, lo cierto es que la fuente en cuestión también implica ciertas características y habilidades.

Así lo refirió Hugo Enrique López, conductor del programa "Arriba el Telón", en donde se realizan entrevistas a integrantes del gremio artístico, tanto nacional como internacional.

Con aproximadamente 11 años de trayectoria, Hugo Enrique, como es mejor conocido, señaló que una de las características principales que debe poseer un reportero de espectáculos es estar enterado de lo que sucede en las noticias.

Lo anterior significa tener conocimiento de lo que ocurre en todas las fuentes, no solamente en el universo de la farándula.

Cabe mencionar que Hugo Enrique cursó un diplomado de locución y conducción en la Dirección General de Televisión Educativa, en donde los maestros frecuentemente le preguntaban las notas del día.

Por otra parte, el también excolaborador de la actriz Gabriela Goldsmith mencionó que un reportero de espectáculos deber encontrar un estilo propio, que sea fiel a su personalidad.

Dijo que, en su caso, no se basa en un guión para realizar una entrevista, sino que va desarrollándola con base en lo que le van platicando sus invitados.

Derivado de lo anterior, sostuvo que otra característica que deben tener los buenos reporteros de espectáculos es la capacidad de improvisar.


Las mejores alfombras rojas del 2022


Hugo Enrique reconoció que el año pasado estuvo repleto de diversas alfombras rojas relacionadas con obras de teatro, premieres de películas o hasta entregas de galardones.

También señaló que hubo más eventos que los registrados en los años previos a la pandemia del nuevo coronavirus, quizá porque se reactivaron todas las actividades y foros escénicos.

Acerca de sus eventos favoritos, citó en primer lugar la alfombra roja de 'Fede y sus vecinos", un show protagonizado por el influencer uruguayo Federico Vigevani, quien se caracteriza por subir videos de bromas a su canal de Youtube.

El conductor de "Arriba el Telón" indicó que la celebridad en cuestión es una muestra clara de las personalidades que actualmente son elogiadas por las nuevas generaciones.

"Se escuchan las ovaciones hacia ellos, que ahora son las superestrellas; como yo digo: nos guste o no nos guste, pero ahora es lo que está de moda", expresó.


Otra alfombra roja que calificó como de las mejores del año pasado es la premiere de "Mi suegra me odia", película protagonizada por Itatí Cantoral, que se estrenó a finales de diciembre pasado.

Hugo Enrique resaltó la sencillez y calidez de la intérprete mexicana, que ha sido objeto de diversos memes debido a las frases que han pronunciado algunos de sus personajes.

"Esa alfombra la disfruté mucho, porque Itatí es un amor, es una mujer que todo se toma con humor, que los memes que han hecho de ella los toma muy tranquila, que a todos y cada uno de los medios de comunicación, desde la televisora más grande de México hasta el medio digital más nuevo, ella pasó y les dio entrevista a todos", dijo.

Cabe agregar que el periodista mexicano también es corresponsal en la Ciudad de México de WCN Televisión; en redes sociales se le puede encontrar como @hugokikenice
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