Escafandra Literaria: entrevista con Lola Ancira
5 discos ineludibles de David Bowie
“Después de Bowie no hubo ningún ícono pop de su altura porque el mundo pop que produce esos dioses del rock ya no existe“.
THE RISE AND FALL OF ZIGGY STARDUST AND THE SPIDERS FROM MARS
Producción: D. Bowie/Ken Scott
RCA - Inglaterra (1972)
“Subvirtió enteramente el concepto de lo que una estrella de rock debe ser”.
RCA - Inglaterra (1977)
“El feroz partidismo del culto a Bowie es también único; su influencia duró más y fue más creativa que quizás ningún otro dentro del fanatismo del pop”.
HEROES
Producción: D. Bowie/Tony Visconti
RCA - Inglaterra (1977)
“Bowie, una estrella e ícono. Su trabajo ha creado quizá la mayor adoración en la cultura popular, su influencia ha sido única, ha permeado y alterado más vidas que ninguna otra figura comparable”.
Bowie fue votado por más de cien estrellas del pop como el artista más influyente de música, de acuerdo a la revista NME.
El álbum final de la Trilogía Berlinesa supone una polémica complicada ya que, a pesar de ser un álbum brillante, toma en general una gran distancia en la mayor parte del material respecto a sus antecesores puesto que ya no tiene tanto que ver krautrock experimental, salvo en momentos muy marcados.
Abre con la elegante y suave Fantastic Voyage; una maravilla que sin ningún problema podría ser parte de "Station to Station". Es a partir de esta pieza donde Bowie ya hace incursiones de world music (como también lo harían David Byrne, Peter Gabriel y el mismísimo Eno).
Icónica y con un trabajo de guitarras alucinante Boys Keep Swinging es una pieza de pop vanguardista (que bien podría entrar en "Low" con mínimos tratamientos) y donde luce en todo su esplendor la colaboración de Adrian Belew con un solo legendario.
En Repetition, donde el ritmo invita al baile también se escucha el sello de la guitarra para finalizar con Red Money: una perfecta pieza de salida que recuerda a piezas como TVC15 del 76 bajo los nuevos procesos de producción.
Red Money es también una canción que termina por recordar que, aunque esta serie de álbumes son algunos de los más osados intentos por desafiar su propia obra y la mayor inspiración para una siguiente generación de artistas de la más diversa clase, la Trilogía Berlinesa fue precursora seminal de nuevos géneros. Ya lo había dicho David: "Sólo busco impresionarme a mí mismo", lo único que no logró.
Cuidado editorial: Mariana Noséqué
Ilustraciones: Ox Echegoyen
Strange Fascination
David Bowie: The Definitive Story
de David Buckley
Un mezcal en el 'Belmont' con Lázaro Cristóbal Comala
Por Iván Gutiérrez | Entrevista especial |
IG: En tu nuevo álbum, Belmont, pusiste un sample de una canción de Nacho Vegas, Monomanía, al inicio de Faisanes, en lo que pareciera un homenaje a este compositor español…
LCC: Sí, extendí
algo que ya había hecho Nacho Vegas. Monomanía es una canción en la que Nacho
agarró la melodía de otra parte, que es básicamente lo que yo hice. Entonces mi
forma de hacer Faisanes fue extender
ese ejercicio. Le escribí a Nacho y le dije “oye, hice una canción robándome la
melodía de Monomanía y es ésta,
quisiera meter un sample de ahí”, y me dijo “sí, para eso son las canciones, yo
también me las robo”. Y hasta cierto punto el tema de la canción es el mismo:
es una extensión. Por lo mismo, siempre que canto Faisanes le pego Monomanía.
Un ejemplo
de lo que te comento es que Nacho hizo lo mismo en Ciudad Vampira: tomó prestada la melodía de Devil Town, de Daniel Johnston. De hecho, en la versión del álbum,
cuando empieza Ciudad Vampira, tiene al principio a una mujer cantando
la canción de Johnston en catalán.
Hay dos canciones en el Belmont que hablan de otros creadores, Reinaldo Arenas y Pablo Perro, y pareciera que con estas canciones buscaras restituirles un poco de… ¿reconocimiento? a estos autores. ¿Cómo nacen estos dos temas?
Lo que pasa con escritores como Reinaldo Arenas o Roberto Bolaño es que admiro mucho su trabajo, pero admiro mucho más su vida, me llama mucho más lo tortuoso, lo perseguido, lo exiliado. Y bueno, Pablo Perro es un amigo de hace muchos años, ya tenía esa canción por ahí, y se la debía.
¿Hay alguna canción que sea tu favorita en el Belmont, en lo que a tocar en vivo se refiere?
Viene de que
crecí en una familia cristiana, de cristianos protestantes. Lo de “el diablo ha
hecho más por mí que Dios” es una metáfora, lo que pasa es que el cristianismo
protestante de Durango está muy basado en el cristianismo gringo, que es muy
capitalista, basado en algo que se conoce como el “Evangelio de la
Prosperidad”, que te enseña que Dios te quiere con dinero, Dios te quiere sano,
Dios te quiere con estudios, una casa, una familia, es el “American Dream”.
Cuando me separé de la iglesia, lo hice porque yo era toda la antítesis de eso: Dios me quería con una familia y mis padres estaban divorciados; Dios me quería sano y yo estaba enfermo; Dios me quería con trabajo y yo estaba desempleado. Era todo lo que no debería haber sido. Eso implicaba que yo estaba haciendo algo mal, que yo era lo que estaba mal. Y por eso me alejé.
Entonces El
Diablo ha hecho más por mí que Dios es una metáfora de que… ya en
recapitulación, no tener trabajo, en lugar de tener trabajo, te da más, porque
te hace crecer; tener papás divorciados en lugar de una buena familia, te hace
más maduro; de ahí va que todo lo malo te da más, que uno aprende más de los
malos ratos que de los buenos: uno no aprende nada de estar feliz, uno no
aprende nada de estar sano.
Y bueno, Líbano
tampoco es religiosa, es más bien familiar, por eso dice “el Dios de mis
padres”, porque una cosa es Dios y otra lo que te enseñan a ti. Líbano y
Manhattan son canciones familiares, de antepasados. Y de cristianos
pendejos pues sí, porque toda mi vida estuve rodeado de ellos.
¿Qué es para ti
Dios?
No sé… la
mayor parte de mi vida creí que era real, pero desde hace una década pienso que
no existe: nada, cero. Como dice Nick Cave, “no creo en un Dios
intervencionista”. Lo que pasa con Dios es que si no es intervencionista, no es
nada, porque, ¿de qué sirve un Dios que no interviene? Digamos que sí existe,
pero no interviene, ¿entonces para qué existe? Creo que Dios es una
consolación: al final te da cáncer y sabes que te vas a morir, y acudes a él.
Por eso mi Dios es el de Líbano, no
es “el Dios”, sino el Dios de mis padres, con el que te educan.
En varias de tus
canciones de Belmont se asoma una visión medio nihilista de la vida… incluso
tienes una canción titulada Cioran…
Sí, es
necesario hablarlo. Durango es de los estados donde más suicidios hay en todo
el país, es enfermizo la cantidad de personas que se suicidan aquí, es un tabú…
y es dolorosísimo. Y una de las cosas más tristes que se me hacen es que… una
vez, en el trabajo que tenía, una de las chambas era revisar notas del
periódico, y en una ocasión uno de mis compañeros que era diseñador, que casi
nunca se expresaba para nada, me dijo sobre una nota, “lo que tiene que pasar
por la cabeza y la vida un niño de 10 años para tomar la decisión de
suicidarse…”.
El hecho de
yo escribir esta clase de cosas, no es ni siquiera por una cuestión pasajera,
sino que es un tema del estado, como hay músicos o compositores de Colombia que
hablan sobre lo que pasa en sus entidades, el narco… una persona como Nacho
Vegas que escribe sobre el contexto en el que vive, en su caso sobre cómo
expulsan a la gente de sus casas. Entonces ya el pedo de temas como No me da la gana ser feliz, no viene
tanto de una cuestión punk o una persona depresiva, tiene más que ver con el
entorno, y el mío es el suicidio. No tiene nada que ver conmigo, sino el estado
en el que vive el estado. Y ya no estamos hablando solo de adolescencia o
juventud, sino que llega un punto tan mierda en el que estamos hablando de
infancia.
¿Has pensado cómo
te gustaría morir?
No… no
pienso en eso porque… no me quiero morir, pero… sí, colgado, eso… o un balazo,
pero ahorita no tenemos acceso a pistolas, aunque sería lo más rápido.
Medicamentos no, sí lo he intentado, pero con ellos me da ansiedad… o sea, si
me meto veinte pastillas, primero me aviento a un carro antes de que hagan
efecto, por la ansiedad de la espera. Entonces colgado, algo más seguro y
definitivo.
¿Dirías que es un estado triste?Sí, total, porque es un estado… que se siente separado, todos nos sentimos así, como aislados, y eso lleva a la depresión, y a su naturalidad con el suicidio. Durango es un estado triste.
"La ballena", el cine que confronta
Más allá de su portentosa recreación de un ser sumergido en una espiral de autodesprecio y recuerdos tormentosos, "La ballena" es una propuesta que sirve para poner el dedo en la yaga respecto a los prejuicios de la gente.
Aunque a veces parece que la cinta deambula en la delgada línea entre el melodrama exagerado y la denominada "pornografía emocional", tanto Fraser como Aronofsky evitan ello vía su sensibilidad y buen ojo, respectivamente.
Junior H y sus corridos tumbados llegan a Puebla
Aunque tú no lo sepas: una charla con Sacha Triujeque
Letrinas: Breve antología poética de Marco A. Pérez
No vamos a engañar a nadie:
después de la tormenta
nunca llega la calma.
Nos quedan la inundación
y la tristeza de los árboles
mutilados.
¿Qué nos espera a
nosotros
si hasta un tronco atado
a la tierra
se inclina ante la
tempestad?
Habrá que renunciar
al heroísmo,
dejarnos llevar por
estas cloacas
que nos arrastran
inevitablemente
como cuerpos de animales
muertos.
No nos mintamos,
aquí ni ganan los buenos
ni los hijos de puta
reciben su merecido;
aquí apenas se salvan
los que entendieron la
realidad
y se arrojan al mar
atados a su peso.
Benditos sean los
suicidas:
si tuviera una religión,
ellos serían mis santos.
HOY HE LEÍDO A VALLEJO
Hoy no tengo ganas de nada
ni siquiera de estar
muerto.
Mis manos pesan
como puños
de boxeador noqueado.
Me he forjado esta boca
besando la lona
más que tus labios.
Apenas puedo escuchar
la cuenta regresiva
y levantar mi voz
para intentar sostener
algo mío en alto.
Alcanzar el cielo
es asunto de pájaros,
yo me limito a pensar
con las alas de los
libros:
abrir páginas
para no destaparme el
cráneo.
Y me bebo la vida
como un alcohólico
a las diez de la mañana.
No quiero saber nada
de la esperanza:
que venga la muerte
a ver el mundo a mi lado
y entonces sabrá
por qué la deseamos
tanto.
Pienso en toda la gente
que me ha querido,
por cinco minutos o cinco
años,
no importa la medida
cuando es equivalente el
daño.
Pediré perdón por última
vez,
aunque uno se cansa
de recibir clemencia.
No me despido,
hoy he leído a Vallejo,
perdonen
la tristeza.
ANIMALES
DOMÉSTICOS
Me duele el perro del vecino.
Atado.
Limitado a un pequeño
espacio todo el día
a cambio de techo y
comida.
Triste, pero seguro...
¿Seguro de qué?
¿De su soledad entre
ladridos
de ansiedad?
¿De dos o tres caricias
que no valen la condena?
Me apena el perro del
vecino,
como si mi corbata
asfixiara menos que su
correa.
No hay mucha diferencia
entre mi horario de
oficina,
el miedo,
y su docilidad doméstica.
Mientras él se acostumbró
al tintineo de sus
cadenas,
yo me voy acostumbrando
al sonido de estas
teclas.
SOY
Soy el poema mal hecho de otro imitador de Bukowski.
La canción más desafinada
de Corcobado.
El loco que no se atreve
a ser rey de su propio mundo
imaginario,
aterrado del resplandor
blanco
en una habitación
marginada del viejo hospital.
Soy la sonrisa salpicada
de sangre en el rostro del
asesino serial.
La bala dorada que
perforó el cráneo del niño soldado.
El pensamiento perverso
del sacerdote,
o sus dedos,
persignándose.
Pálidos dedos que minutos
antes
se introducían húmedos en
la entrepierna de otra víctima.
Soy el político sonriendo
en la foto con el pobre.
El vagabundo que morirá
de frío y nadie notará.
El cáncer que matará a tu
madre en cinco años.
El niño que no volverás a
ser.
Soy la tierra sobre tu
ataúd.
La cuerda que alguien
tirará
después de descolgar tu
cuerpo aún tibio.
El perro atropellado por
un conductor borracho
que se destrozará el
cráneo a un kilómetro de ahí.
Soy el mundo destruido
por el hombre.
Y tú,
¿me reconoces?
SEGURO
QUE ESTA HISTORIA TE SUENA
Hoy vi a un niño llorando
al lado del cadáver
de su pequeño poodle.
Otro perro más grande
lo había matado.
Ese tipo de cosas siempre
me ponen mal.
Pensé en qué es
lo que se le puede decir.
Cómo explicarle.
Pero sólo vino a mi mente
el verso final
de un poema de Iribarren:
es
la vida, hijo...
y
no ha hecho más que empezar.
EL
DOLOR MÁS PROFUNDO
Aquí no hay poesía,
sólo esto:
la realidad.
Más allá de las palabras
que inventamos,
más allá de la fuerza de
todas las catástrofes,
la soledad es lo único
que sobrevive.
El miedo es la unidad de
medida de la muerte
y la muerte es la máscara
del tiempo.
Pero hay un dolor más
profundo
que supera todos nuestros
temores.
No es de la muerte
de lo que en realidad
huimos
sino de algo aún más
inevitable.
Terrorífico.
Ordinario:
el olvido.
LA
FORTUNA DE LAS MOSCAS
Somos nada
y a la nada pertenecemos.
Pequeños seres
pretenciosos,
primates de un metro
setenta
y a veces ni eso.
Más parecidos a las
células de un cáncer
que a las estrellas en el
cielo.
Nacemos, crecemos,
follamos, fallamos y morimos.
Millones de ciclos
repetidos
en una danza absurda
entre la mierda y la soledad.
Almas frustradas,
ancladas
al mismo deseo de
eternidad.
Reafirmamos nuestra
arrogancia odiando.
Creemos que no guardamos
relación
con nada que consideremos
inferior.
Ahí están las moscas, por
ejemplo,
nos provocan asco y las
preferimos lejos.
Nos cuesta admitir
que aunque no somos
moscas
nos encanta la mierda.
Incluso,
nuestra fortuna es menor:
ellas,
en su miserable
condición,
apenas viven unos días
y además saben volar.
Somos superficies,
limitados por cinco
sentidos
y cuatro dimensiones.
No nos cuestionamos nunca
nuestra existencia;
sólo aceptamos las ideas
con las que nos violaron
la mente
nuestros padres.
Y las defendemos.
Nos aferramos a ellas
como si los muros de
nuestra percepción
fueran un sagrado
monumento,
pero sólo somos
maquinarias del miedo.
Para qué seguir.
Para qué insistir.
Para qué tanta palabra
seca
taladrándome el cerebro,
si mañana vuelvo al mismo
encuentro:
dormir, comer, cagar,
trabajar, embriagarme
y comenzar de nuevo.
Si no nos jugamos la
vida,
¿Para qué la queremos?
¿No sería entonces mejor
la muerte?
¿El abandono por voluntad
y no esta permanencia por
cobardía?
Tanto ruido y al final
nuestro cadáver apenas
servirá
de patria para las nuevas
larvas
que fundarán nuestro
esqueleto.
Se desnuda la cruda
anatomía del universo:
Morir no significa irse
sino regresar a casa.
A dónde pertenecemos.
A la nada.
LOS DÍAS NORMALES
Huimos de la trivialidad,
de
la costumbre,
de
la mediocridad,
de
lo simple,
de
lo común,
de
lo insípido:
de
lo que nos une al resto.
Huimos,
en fin,
de
los días normales.
Y
sin embargo,
son
lo que más nos sucede.
Observa
a todos
esos
perros en la calle,
avanzan
como si supieran
siempre
a donde van.
Quisiera
tener
esa
misma certeza.
Conservar
el instinto.
No
hay ni un rastro
de
furia por las banquetas.
Ni
un camino que
nos
lleve a la deserción.
¿Civilidad
o imbecilidad?
Incluso
el árbol envejecido,
con
raíces y paciencia, aprendió
a
reventar el concreto usando
la
sabiduría de su propia naturaleza.
A
morir de pie entre los arrodillados.
Nos
arrancaron la rabia
pero
no la esperanza.
La
trampa es mantener
nuestra
pasividad intacta:
un
rebaño de carne
anhelante
y acostumbrada.
Porque
un pueblo desesperanzado
sabe
que morirá peleando.
No
hay nada más incendiario
que
la desesperación.
INCENDIO UNIVERSAL
Hay algo que se pudre,
que
cruje cada vez que sonrío,
como
una máquina averiada
en
medio de un sistema productivo.
No
es para ponerse de pie
que
nos levantamos.
Es
para continuar, simplemente.
Arrastrados
por la inercia del propio juego:
la
realidad que nos ha tocado
sin
poder elegir la casilla de inicio.
Somos
el insecto que el azar amenaza
poner
bajo la bota.
Hemos
hallado algunas salidas,
es
cierto, pero no todos sobreviviremos
a
los caminos que nos llevarán a ellas.
Mi
corazón es del tamaño de un puño
y
mi puño tiene el tamaño de la ira.
Nada
es más inútil
que
algo que funciona, impecable,
dentro
de un cuerpo que no sabe
para
qué sirve.
Reunamos
toda la tristeza de nuestra generación
y
prendámosle fuego.
Será
el gran incendio universal:
las
ciudades hermanadas por las llamas,
desatando
su hedor a mierda y consuelo.
Arderemos
para
cicatrizar el dolor en cenizas.
Y
si no sobrevivimos,
al
menos
iluminaremos.