La narración de esta novela es dolorosa pero exquisita, Galeano no solo utiliza la literatura para denunciar, también lo hace para embellecer de alguna manera las realidades catastróficas de aquella época tan convulsa que le tocó vivir. Las figuras literarias potentes y las imágenes de denuncia son frecuentes en este texto que Galeano escribió, mientras una atroz dictadura dejaba a su natal Uruguay, sumida en el llanto y el más amargo de los dolores.
Sobre “Días y noches de amor y de guerra”, de Eduardo Galeano
5 discos ineludibles de David Bowie
“Después de Bowie no hubo ningún ícono pop de su altura porque el mundo pop que produce esos dioses del rock ya no existe“.
THE RISE AND FALL OF ZIGGY STARDUST AND THE SPIDERS FROM MARS
Producción: D. Bowie/Ken Scott
RCA - Inglaterra (1972)
“Subvirtió enteramente el concepto de lo que una estrella de rock debe ser”.
RCA - Inglaterra (1977)
“El feroz partidismo del culto a Bowie es también único; su influencia duró más y fue más creativa que quizás ningún otro dentro del fanatismo del pop”.
HEROES
Producción: D. Bowie/Tony Visconti
RCA - Inglaterra (1977)
“Bowie, una estrella e ícono. Su trabajo ha creado quizá la mayor adoración en la cultura popular, su influencia ha sido única, ha permeado y alterado más vidas que ninguna otra figura comparable”.
Bowie fue votado por más de cien estrellas del pop como el artista más influyente de música, de acuerdo a la revista NME.
El álbum final de la Trilogía Berlinesa supone una polémica complicada ya que, a pesar de ser un álbum brillante, toma en general una gran distancia en la mayor parte del material respecto a sus antecesores puesto que ya no tiene tanto que ver krautrock experimental, salvo en momentos muy marcados.
Abre con la elegante y suave Fantastic Voyage; una maravilla que sin ningún problema podría ser parte de "Station to Station". Es a partir de esta pieza donde Bowie ya hace incursiones de world music (como también lo harían David Byrne, Peter Gabriel y el mismísimo Eno).
Icónica y con un trabajo de guitarras alucinante Boys Keep Swinging es una pieza de pop vanguardista (que bien podría entrar en "Low" con mínimos tratamientos) y donde luce en todo su esplendor la colaboración de Adrian Belew con un solo legendario.
En Repetition, donde el ritmo invita al baile también se escucha el sello de la guitarra para finalizar con Red Money: una perfecta pieza de salida que recuerda a piezas como TVC15 del 76 bajo los nuevos procesos de producción.
Red Money es también una canción que termina por recordar que, aunque esta serie de álbumes son algunos de los más osados intentos por desafiar su propia obra y la mayor inspiración para una siguiente generación de artistas de la más diversa clase, la Trilogía Berlinesa fue precursora seminal de nuevos géneros. Ya lo había dicho David: "Sólo busco impresionarme a mí mismo", lo único que no logró.
Cuidado editorial: Mariana Noséqué
Ilustraciones: Ox Echegoyen
Strange Fascination
David Bowie: The Definitive Story
de David Buckley
El devenir de Emir Kusturica
Jorge Tadeo Vargas |
Aunque la carrera cinematográfica de Emir
Kusturica no inicia en 1995, cuando ganó la Palma de Oro en el Festival de
Cannes y el Oscar a mejor película extranjera por Underground, este fue el año
que lo conocí y que comencé el recorrido hacia atrás de su trayectoria,
buscando sus películas anteriores. Una rápida búsqueda en el incipiente
internet de aquellos años y un amigo que vivía en la Ciudad de México me
ayudaron con esto. Él las buscó, las consiguió y me las mandó vía correo postal
en formato VHS hasta la ciudad de La Paz, que era donde yo estaba comenzando
mis estudios universitarios.
Así fue como vi “Papá esta en viaje de negocios” (1985) con la que inició el camino hacia la internacionalización y el reconocimiento global, ganando su primer Palma de Oro y recibiendo su primer nominación al Oscar como mejor película extranjera. Esto con apenas treinta y dos años. También conseguí “Gipsy Times” (1988), que se convirtió en mi película favorita del director por muchos años, una belleza de lo absurdo y el realismo mágico, con la que hace una denuncia al racismo y la violencia hacia lo diferente, hacia aquellos que tienen una forma de vida distinta a la que el sistema nos dice que debemos de tener, una visión totalmente contraria a la visión occidental que impera en muchos directores de cine, incluso en aquellos que son críticos al sistema.
La tercera (aunque las conseguí en un mismo
paquete) fue “Arizona Dream” (1993) su primera (y última) incursión en el cine
norteamericano. Una comedia negra, absurda, muy a su estilo que no tuvo el
éxito que pudo haber tenido, con un Johnny Depp logrando una de sus mejores
actuaciones al lado del genial Jerry Lewis y la maravillosa Faye Dunaway. Con
esta, mi colección de la filmografía de Kusturica estaba completa, claro que le
sumaba Underground, con su maravillosa banda sonora y el espectacular
poster que la acompañaba y que me agencié en el videoclub donde trabajaba. Solo
me tocaba estar atento a sus nuevas películas.
Muchos años después conseguí (en DVD) “¿Te acuerdas de Dolly Bell” (1981) donde va mostrando su estilo de sobra conocido, lleno de una elegancia estilística propia de su forma de ver el mundo, su obsesión de enfrentar a sus personajes al caos mientras todo se va resolviendo entre lo absurdo y el realismo mágico. Tal vez esta forma de ver la realidad es lo que lo hace sentirse tan cercano a América Latina, pues entiende a la perfección este surrealismo arropado por la magia, del cual nos sentimos tan orgullosos.
Kusturica es un tipo difícil de descifrar, alguien que traduce de forma perfecta el caos y lo lleva a buen fin, a la par de ser un producto de sus propias contradicciones que lo persiguen para que las traduzca en forma de historias absurdas, hilarantes, esas mismas contradicciones con las que viene lidiando desde la desaparición de Yugoslavia.
Y es que el nacido como bosnio, musulmán, en algún momento tomó la decisión de reconocerse como serbio y se convirtió al cristianismo ortodoxo, a la par de iniciar un viaje al nomadismo que lo ha llevado a vivir en muchos otros países y ciudades. Es como se siente más cómodo, siendo un gitano sin patria que defender o de la cual renegar según sea la situación o las necesidades.
Tal vez es la razón por la que se siente como
pez en el agua tocando y girando, primero con la banda punk Zabrajenjo Punsenje
o en lo que se convirtió esta agrupación con el paso de los años que es la Emir
Kusturica and the No Smoking Orchestra, su espacio seguro desde hace varias
décadas y al que regrese siempre de que lo necesita, este espacio colectivo
donde es uno más de muchos creativos a la hora de componer y tocar.
En 1998, sumaba a sus otros premios el León de
Plata de la muestra de Venecia como mejor director por la película “Gato Negro,
Gato Blanco”, una comedia absurda, negra, donde una comunidad gitana es la
protagonista. Ambientada en las riberas del Danubio cuenta la historia, cual es
su costumbre, de unos marginados que buscan desde su propia visión sobrevivir a
este sistema. Aquí la banda sonora es parte fundamental de la historia por lo
que toma un papel protagónico, a la par de la dirección de fotografía o de
arte. Kusturica mantiene el absurdo, el realismo mágico para contar la historia
de quienes sobreviven al borde de la sociedad poniendo en marcha su creatividad
para engañar a los privilegiados. Todo esto desde la visión nada occidental que
Emir tiene del mundo.
En 2001, estrena el documental Super 8
Stories, donde narra las peripecias de la banda a la que pertenece, los No
Smoking Orchestra, mostrando la relación tan cercana que existe entre los
integrantes, con lo que hace uno de los mejores documentales de música que he
visto. Mas allá de la crítica que se le ha hecho, lo que retrata de manera muy
objetiva es la convivencia diaria de una banda más allá de las actitudes y
vicios de rockstar que siempre están presentes en este tipo de documentales.
No es sobre la caída y la redención, es sobre el amor y la amistad.
Para 2004, regresa a terrenos de la
“ficción” con “La vida es un milagro” y uso comillas para resaltar la palabra
ficción pues el impresionante trabajo que hace con esta cinta para rescatar la
memoria histórica de la guerra yugoslava, la convierte en posiblemente el mejor
trabajo de Kusturica hasta el momento. Su objetividad, su madurez como
cineasta, son muy claros, además de sumarle significativamente su rechazo a la
visión cinematográfica e histórica occidental. Para él, el diálogo no es
necesario, mucho menos demostrar algo a la hegemonía occidental (a la cual
nunca le ha hecho reverencias). Su cine va más allá de ellos y su visión miope.
Para cerrar con “La vida es un milagro” y la recuperación de la memoria presenta el corto “Blue Gipsy” (2005) dándole voz a los niños de la guerra en
tan solo diecisiete minutos.
Para 2007, la comedia absurda, el realismo
mágico, los marginados y su forma de enfrentar la vida son los protagonistas de
la historia de “Prométeme” contando cómo se sobrevive en el borde, ese que el sur global conoce tan bien, lleno de muertos, desaparecidos, de violencia, la
cual Kusturica sabe disfrazar muy bien, para soltarla en forma de humor negro,
políticamente incorrecto.
Su gusto por el futbol y sus cercanías
ideológicas, lo llevaron a filmar en el 2008, “Maradona by Kusturica”, un
documental sobre Diego Armando Maradona y el culto que se vive en torno a él,
no solo en Argentina, sino en todo el mundo. Aquí también da constancia de la
cercanía del diez con cierto sector de la izquierda latinoamericana, y da
constancia de ese apego ideológico. Este es un documento fílmico que intenta
ser lo más objetivo posible, aunque también lleva mucha carga de
sentimentalismo y parcialidad por parte del director, lo cual tampoco es un pecado, al final, el documental narra la historia de un personaje al
cual Kusturica admira como jugador y como persona. De nuevo salen a flote sus
contradicciones.
En 2014 retoma el cine de ficción
participando en el ejercicio “Words with Gods” filmando uno de los nueve cortos
de este proyecto fallido que intenta armar un diálogo sobre la existencia de Dios, el cual tristemente queda reducido a historias pretenciosas y faltas de
ritmo.
Para 2016 regresa a la dirección con “On the Milky Road” y aunque su estilo se mantiene ha perdido de cierta forma esa visión absurda, de confrontación con el occidente, tal vez como producto de todos sus años viviendo justo en esos países, pero en esta película se le nota autocomplaciente, sin crítica, sin ofrecer nada distinto, incluso su decisión de tomar el rol protagónico junto a Mónica Bellucci, se siente forzado, lejos de lo que nos había dado. Este es posiblemente el peor ejercicio cinematográfico de su carrera, ni siquiera el soundtrack es capaz de salvarlo, tomando en cuenta que para Kusturica esta parte siempre ha jugado un papel importantísimo a la hora de contar sus historias.
Desde 2016 no ha regresado a filmar
ficción, aunque en 2018, regresa al terreno de los documentales con “El
Pepe: una vida suprema” donde narra la vida de José Mujica, desde sus años en
el activismo hasta la llegada a la presidencia. Con este rinde homenaje a uno
de los personajes de la izquierda institucional más coherente que han existido
y que sin embargo está lleno de contradicciones, tal vez fue la razón por la
que Kusturica decidió contar su historia, no podemos ignorar que en las
contradicciones propias del director, en 2014 apoyó abiertamente a Vladimir
Putin, y actualmente ha declarado su repudio al presidente de Ucrania, en esta
guerra contra Rusia. Es claro que sus apoyos tiran más hacia la izquierda, sin
hacer un verdadero cuestionamiento. Aquí Kusturica sufre del mal de todas las
celebridades de izquierda, una falta de conocimiento real de la problemática,
con mucho mainstream de por medio. El apoyo a Mujica, a la vez que Putin no
muestra sino sus contradicciones y su intento de navegar más allá del caos.
Emir Kusturica ha declarado en múltiples
ocasiones su deseo de dejar de dirigir, de retirarse del cine y
dedicarse por completo a la No Smoking Orchestra, sin embargo ha regresado al
menos en un par de ocasiones, y es que el cine le ha dado mucho, lo mismo que él
nos ha dado a los espectadores y tal vez por eso se mantiene aquí, por ser el
lugar desde donde puede arremeter con más fuerza contra las visiones hegemónicas
del sistema, desde donde puede debatir ideologías y creencias, desde lo absurdo
y surreal, desde donde puede poner en entredicho sus contradicciones e intentar
ordenar el caos.
A pimp from Mars: de Bowie a Kendrick Lamar
Es bien sabido que David
Bowie era un camaleón, en el mejor de los sentidos, un imitador. Esta cualidad
le permitió reinventarse una y otra vez hasta el final de su carrera. Desde el
garbo y el estilo que imitó de Marc Bolan y los modes, pasando por su
apropiación del soul y el funk para lanzar el maravilloso Young Americans, hasta los sonidos industriales que calcó de Nine
Inch Nails para imprimirlos en el Outside,
Bowie siempre supo robar lo mejor de lo mejor y hacerlo suyo.
En biografías como Strange Fascination de David Buckley, y en los múltiples anecdotarios que encontramos aquí y allá sobre la personalidad de Bowie, se le describe siempre como un chico carismático que sabía ganarse la buena voluntad y aprecio de quienes lo rodeaban. Esta otra cualidad suya le permitía, además, robar de la mejor manera: con permiso. Bowie se codeaba de la gente que admiraba y los involucraba en sus procesos creativos: Lou Reed, Iggy Pop, Bryan Eno, Trent Reznor, James Murphy y un largo etcétera de personas que a menudo participaron o lo invitaron a participar en sus proyectos. Un caso muy sonado en los medios fue el de Arcade Fire, para quienes, se dice, Bowie fue una especie de padrino, luego de que en la revista Rolling Stone el ícono británico mencionara que compró un cargamento del álbum Funeral, de la banda canadiense, para regalarlo a sus amigos.
En este sentido, Black Star, el último álbum de David
Bowie, que se publicó en 2016, a unos días de la muerte del Duque Blanco, no
fue la excepción. Su producción estuvo a cargo, principalmente, de Tony
Visconti, una de las apuestas seguras de Bowie desde el 69, pero también contó
con la colaboración de James Murphy, quien hizo gala de su acostumbrada
petulancia y declaró no haberse involucrado más porque tenía proyectos más
importantes y personales; pero quizá la influencia más sui generis para esta
última obra es la del ganador del Pulitzer, Kendrick Lamar, uno de los
exponentes más disruptivos de la escena, quien un año antes habría lanzado al
mercado su transgresor y refrescante álbum To
Pimp a Butterfly, obra que revolucionó el género y regresó a Compton el
cinturón de campeón en cuanto el rap y el hip-hop concierne.
Durante las vísperas del lanzamiento de Black Star, Visconti declaró a la revista Rolling Stone, que habían estado escuchando incansablemente To Pimp a Butterfly luego del proceso de grabación, y que admiraban el hecho de que Kendrick Lamar había logrado hacer un álbum de hip-hop que no sonaba casi nada a hip-hop, por lo que se impusieron el objetivo de que Blackstar sonara lo menos posible a un álbum de rock’n’roll.
To
Pimp a Butterfly fue recibido como una mezcla de tradición
y vanguardia, lo que demostró la capacidad de Kendrick para satisfacer el gusto
del público experimental y mainstream a un mismo tiempo. Quizá el gusto por
romper las reglas que caracteriza al rapero de Compton fue lo que llamó la
atención de Bowie, quien no dudó en imitar a Kendrick para imbuir el Blackstar de distintas texturas que
oscilan entre el jazz neoyorkino, la música electrónica y el Krautrock.
Blackstar
fue
un excelente álbum de despedida, manchado de tonalidades oscuras, referencias
telúricas y apropiaciones dignas del crisol que representa la trayectoria de
David Bowie, quien fue, de todas a todas, un excelente lector de las tendencias
de época, las cuales digería y aprovechaba para nutrir de autenticidad su
trabajo creativo.
No cabe duda de que, de
haber vivido un poco más, hubiéramos presenciado una colaboración más cercana
entre ambos genios, pues Bowie hubiera echado mano de su natural carisma y
simpatía para acercarse más a Kendrick, quien tampoco se hubiera negado a
colaborar y aprender de uno de los exponentes más variopintos, interesantes e
influyentes de la actualidad.
Letrinas: un poema de Tracy K. Smith para David Bowie
1.
De noche, las estrellas brillan como el hielo, y la distancia que abarcan
Esconde algo elemental. No a Dios, exactamente. Más bien a alguien
Delgado y brillante del tipo de Bowie —un Starman
O un as cósmico planeando, balanceándose, sufriendo para hacernos ver.
¿Y qué haríamos, tú y yo, si pudiéramos saber con seguridad
Que alguien estaba ahí viendo de reojo a través del polvo,
Diciendo que nada está perdido, que todo vive en la espera sólo
Para ser querido de nuevo con la suficiente intensidad ? ¿Irías entonces,
Incluso por unas cuantas noches, hacia esa otra vida donde tú
Y el primer amor que ella tuvo estuvieran ciegos al futuro, y felices?
¿Debería ponerme mi abrigo y regresar a la cocina donde mi
Madre y mi padre se sientan a esperar y calentar la cena en la estufa?
Bowie nunca morirá. Nada vendrá a él mientras duerme
Ni correrá por sus venas. Y nunca se volverá viejo,
Como la mujer que perdiste, que siempre tendrá el cabello oscuro
Y estará ruborizada, corriendo alrededor de una pantalla
Que marca los minutos, las millas por correr. Como la vida
En la que siempre soy una niña que mira por la ventana el cielo nocturno
Pensando que un día tocaré el mundo con las manos desnudas
Incluso si éste quema. .
2.
Él no deja rastro. Se desliza más allá, veloz como un gato. Eso es Bowie
Para ti: el Papa del Pop, modesto como Cristo. Como una obra de teatro
Dentro de una obra de teatro, él es una marca registrada dos veces. Las horas
Caen como agua en una ventana con aire acondicionado. Lo transpiramos
Enseñándonos a esperar. En silencio, con pereza, el colapso ocurre.
Pero no para Bowie. Él ladea su cabeza, sonríe con esa malvada sonrisa.
El tiempo nunca se detiene, ¿pero termina? ¿Y cuántas vidas
Antes del despegue, antes de que nos busquemos a nosotros mismos
Más allá de nosotros mismos, todo glamoroso-resplandeciente, todo brillante y dorado?
El futuro no es lo que solía ser. Incluso Bowie tiene sed
De algo bueno y frío. Los jets parpadean en el cielo
Como almas migratorias.
3.
Bowie está entre nosotros. Justo aquí
En Nueva York. En una gorra de beisbol
Y en unos costosos jeans. Sumergiéndose en
Una tienda delicatessen. Exhibiendo todos esos dientes
Al portero en su camino de regreso.
O está tomando un taxi en Lafayette
Mientras el cielo se nubla en el crepúsculo.
Él no tiene ninguna prisa. No siente
De la forma en que piensas que siente.
No presume ni alardea. Hace bromas.
He vivido aquí todos estos años
Y nunca lo he visto. Es como no distinguir
Un cometa de una estrella fugaz.
Pero apuesto que arde brillante,
Arrastrando una cola de ardiente materia blanca,
Igual que cuando uno de nosotros deja un rastro de papel higiénico
Cuando regresa del sanitario. Él obtiene
El mundo entero bajo su pie,
Y somos pequeños a su lado,
Aunque haya ocasiones
En las que un hombre de su tamaño puede cruzar su mirada
Contigo justo por un breve momento
Y mandar un pensamiento como BRILLA
BRILLA BRILLA BRILLA BRILLA
Directo a tu mente. Bowie,
Quiero creerte. Quiero sentir
Tu voluntad como el viento antes de la lluvia.
Del tipo en que cualquiera simplemente obedece,
Arrasado por ese baile hipnótico
Como si algo con el poder para hacerlo
Hubiera mirado en su dirección y dicho:
Sigue adelante.
ORIGINAL
Don't You Wonder, Sometimes?
1.
After dark, stars glisten like ice, and the distance they span
Hides something elemental. Not God, exactly. More like
Some thin-hipped glittering Bowie-being—a Starman
Or cosmic ace hovering, swaying, aching to make us see.
And what would we do, you and I, if we could know for sure
That someone was there squinting through the dust,
Saying nothing is lost, that everything lives on waiting only
To be wanted back badly enough? Would you go then,
Even for a few nights, into that other life where you
And that first she loved, blind to the future once, and happy?
Would I put on my coat and return to the kitchen where my
Mother and father sit waiting, dinner keeping warm on the stove?
Bowie will never die. Nothing will come for him in his sleep
Or charging through his veins. And he’ll never grow old,
Just like the woman you lost, who will always be dark-haired
And flush-faced, running toward an electronic screen
That clocks the minutes, the miles left to go. Just like the life
In which I’m forever a child looking out my window at the night sky
Thinking one day I’ll touch the world with bare hands
Even if it burns.
2.
He leaves no tracks. Slips past, quick as a cat. That’s Bowie
For you: the Pope of Pop, coy as Christ. Like a play
Within a play, he’s trademarked twice. The hours
Plink past like water from a window A/C. We sweat it out,
Teach ourselves to wait. Silently, lazily, collapse happens.
But not for Bowie. He cocks his head, grins that wicked grin.
Time never stops, but does it end? And how many lives
Before take-off, before we find ourselves
Beyond ourselves, all glam-glow, all twinkle and gold?
The future isn’t what it used to be. Even Bowie thirsts
For something good and cold. Jets blink across the sky
Like migratory souls.
3.
Bowie is among us. Right here
In New York City. In a baseball cap
And expensive jeans. Ducking into
A deli. Flashing all those teeth
At the doorman on his way back up.
Or he’s hailing a taxi on Lafayette
As the sky clouds over at dusk.
He’s in no rush. Doesn’t feel
The way you’d think he feels.
Doesn’t strut or gloat. Tells jokes.
I’ve lived here all these years
And never seen him. Like not knowing
A comet from a shooting star.
But I’ll bet he burns bright,
Dragging a tail of white-hot matter
The way some of us track tissue
Back from the toilet stall. He’s got
The whole world under his foot,
And we are small alongside,
Though there are occasions
When a man his size can meet
Your eyes for just a blip of time
And send a thought like SHINE
SHINE SHINE SHINE SHINE
Straight to your mind. Bowie,
I want to believe you. Want to feel
Your will like the wind before rain.
The kind everything simply obeys,
Swept up in that hypnotic dance
As if something with the power to do so
Had looked its way and said:
Go ahead.
Moonage Daydream: alunizaje frenético digno de David Bowie
Cinema Coyote | Alejandro Carrillo |
¿Podremos ser como David Bowie? Suena bastante improbable. Hay carreras a las que simplemente los seres humanos no podemos seguirles el paso. Extraterrestres, seres de otros mundos o simplemente, hombres y mujeres fueras de serie que por alguna razón cayeron a la Tierra para maravillarnos con su genio y talento.
David Robert Jones es uno de los ejemplos más notables de ello, no uno de los íconos de la cultura pop, sino probablemente EL ícono de la cultura pop. El camaleón que se hizo humano, la definición de artista en el diccionario.
La vida parece corta al repasar su carrera. Cientos de canciones, decenas discos, innumerables giras, películas, todos sus alter ego, obras de teatro, poemas, pinturas, esculturas, programas de TV, especiales de navidad, cortometrajes, ilustraciones, exposiciones, pasarelas. ¿Qué hacía Bowie a tu edad? Incluso hay una página que te lo dice (www.supbowie.com).
Es increíble todo lo que el Duque Blanco pudo hacer en los 69 años que fue habitante de este planeta y al final su principal legado es la influencia que nos marcó en algún punto de nuestra vida y nos empuja a crear y multiplicar el arte.
El híbrido cinematográfico 'Moonage Daydream' (2022) da fe de todo ello y es un material valioso tanto para los fans más recalcitrantes como para el melómano de ocasión, no solo para remarcar la vasta huella de David Bowie, sino para conocer pasajes inéditos y nunca antes vistos de la vida pública y personal del genio de Brixton.
¿Es un documental? ¿una biopic? ¿un musical? No se sabe. Al igual que su protagonista, el film toma formas, colores y narrativas diversas en un homenaje digno y a la altura de la leyenda. El realizador Brett Morgen, que no es un improvisado en este tipo de obras (dirigió los documentales 'Kurt Cobain: Montage of Heck' y 'Crossfire Hurricane' sobre los Rolling Stones), nos regala una película casi artesanal y audiovisualmente espectacular, que seguramente se volverá un material de culto.
Con ayuda de la familia de Bowie, la producción tuvo acceso a gran parte de sus archivos personales, incluyendo imágenes desconocidas de giras y conciertos, para regalarnos en 135 minutos un viaje caleidoscópico y espiritual, más que lineal y biográfico, en donde nadie habla de Bowie, más que él mismo.
Mención aparte merece la increíble banda sonora que acompaña el documento fílmico y nos seduce con remixes siderales, rarezas y versiones inéditas de las canciones más representativas de Bowie, así como monólogos en propia voz. Una joya musical imperdible de 45 tracks que ya pueden disfrutar en Spotify.
'Moonage Daydream' se exhibió en pocas salas de cine de nuestro país y no por mucho tiempo, pero ahora está disponible en la plataforma Cinépolis Klic, en renta por 50 pejecoins o bien pagando con puntos del club Cinépolis (esta reseña no fue patrocinada por Cinépolis).
En síntesis la principal virtud de la película no radica en mostrar las grandes obras y la soberbia discografía del Starman, sino su visión de la vida: un tipo que no siguió las modas, que las creó, que no tuvo miedo al ridículo ni al fracaso, que se reinventó las veces que fueron necesarias, que salió de su zona de confort, que fue original, que fue atrevido, que aprendió de sus errores y que se fue de este mundo en sus propios términos. Entonces ¿podremos ser como David Bowie? Sí, just for one day.
David Bowie siempre está en otra parte
Podemos contar con las manos los artistas que luego de seis décadas seguían sacando discos deslumbrantes: Bob Dylan, Leonard Cohen y David Bowie. Ese es el tamaño de su grandeza. Ese es el tamaño de su legado.
«Pinocho» de Guillermo del Toro, un cuento contra la obediencia ciega
El dolor en cuestión es uno de los elementos inéditos que el creador nacional incluye en su historia para revitalizar los orígenes de "Pinocho" y sustentar varias de sus ideas centrales, entre ellas, no obligar a nadie a cambiar su personalidad para ser aceptado o amado.
Una introducción a la ociosidad como resistencia al sistema desde el cine de Richard Linklater
Por Jorge Tadeo Vargas |
Estoy
interesado en gente que forja sus realidades.
Richard Linklater
A finales de la década de los ochenta se dio una especie de
residuos añejado del movimiento contracultural de los sesenta, donde músicos,
pintores, escritores y cineastas entre otros creadores intentaron hacer cosas
distintas desde el borde de la industria, tratando de mantener una
independencia de y en su arte. Su declaración de principios era muy clara: se
puede vivir de lo que haces sin la necesidad de venderte al mainstream,
incluso lo puedes usar sin contraer ningún compromiso con ello. En pocas palabras
mantener la libertad creativa lejos de la industria, sin dejar de ser
redituable y así permitirse experimentar más allá de la industria o de lo que
es/era comercialmente vendible, creando con esto un nuevo mercado. Cuestionable
o no, eso es algo que no nos toca juzgar, al menos no en este texto.
Continuando con el hilo, en el cine aparecieron directores que
filmaron películas que se han convertido en referentes de esos años: Quentin
Tarantino, Jean Pierre Jeunet, los hermanos Coen, Steven Soderbergh, Alexander
Payne entre otros que tenían como característica principal la de contar
historias trasgresoras con una estética alternativa, mucho más libre de lo que
permitía Hollywood.
A esta generación es a la que pertenece Richard Linklater quien
desde que comenzó a contar historias, éstas han estado muy alejadas de los
tópicos y el glamour de la industria. No hay New York, ni Los Angeles, ni
París, hay ciudades comunes, retratando personajes en una realidad muy alejada
de la del héroe que pretende mostrar la industria del cine.
Desde sus inicios Linklater ha apostado por mantenerse
produciendo y haciendo cine en la ciudad que adoptó como suya, Austin, Texas.
Ciudad en la que también fundó la “Austin Film Society” en 1983 y desde
donde resiste a la industria centralizada con un grupo de amigos, organizando
festivales, presentaciones, foros, convirtiendo a Austin en un referente
importante, así como un su cuartel general a la hora de hacer su trabajo como
cineasta. Así comienza a marcar distancia con Hollywood a la par de ser parte
de esa generación de directores que por esos años, intentaban recuperar el
sentido crítico y la libertad creativa de los sesenta, dándole una patada
directo a la industria.
Tampoco se trata de romantizar a esta generación de directores,
pues muchos de ellos con el paso de los años son quienes tienen el control de
la industria, marcando tenencia, y son parte de la crisis que se vive en el
cine actualmente por la falta de originalidad.
Aunque se tiene que reconocer que otro grupo, en el que se encuentra Linklater, aún intenta mantenerse en el borde con la misma libertad creativa de hace mas de treinta años. Sin compromisos con el mainstream, ni con nadie que no sea su propia idea del arte y la historia que quieren contar.
Intentar clasificar el cine de Linklater como cine de autor (que
algunos críticos lo han metido en esa bolsa) comparándolo con directores
contemporáneos a él, es muy difícil pues su cine no se puede clasificar en un
solo género, además de que la diversidad de historias y la forma de contarlas
lo llevan más allá del cine de autor clásico, por lo que hay que ponerlo en un
lugar aparte.
Es claro que tampoco es un director por encargo y lo que desea
expresar como centro neurálgico de su cine se encuentra en todas sus películas.
Es pues un director capaz de ir y venir por distintos géneros cinematográficos
y literarios, pero que siempre deja su marca. Lo que él pretende contar como
punto central, las relaciones interpersonales (tanto afectivas como
sexoafectivas) y el cómo acompañar al otro nos ayuda a mejorar como seres
humanos.
Las influencias se sienten en cada una de sus películas y como
hijo de los inicios de la Generación X/Alternativa van desde Vitorrio de Sica,
Godard, Dreyer, Fritz y otros directores que tenían como sello particular la
introspección, la reflexión sobre el mundo y la sociedad sin caer en el
panfleto y que Linklater lo lleva más allá adoptando una estética cercana a la
revolución accidental y toda la movida alternativa que domino las ultimas
décadas del siglo XX.
“Slacker” lo pone en la línea del cine independiente que
en esos años comenzaba a repuntar de la mano de Steven Soderbergh con “Sex,
lies and video tapes” (1989), Quentin Tarantino y “Reservoir Dogs”
(1992), Alexander Payne con “Citizen Ruth” (1996), Kevin Smith con “Clerks”
(1994) entre otros directores que iban marcando la línea entre Hollywood y el
cine independiente en aquellos años, lo que permitió que Linklater comenzará
con uno de sus dos proyectos más ambiciosos. “Before Sunrise” (1995).
Previamente había filmado “Dazzed and Cofused” (1993) con la que ya
iba perfilando esta idea de crítica a la sociedad desde las relaciones
afectivas.
Con “Before Sunrise” se ganó el mote de director
independiente que estaba cerca de la industria pero hablando de toda una nación
alternativa. Con esta película entro a la revolución mediática que de manos de
Nirvana, vendió un movimiento contracultural como mercancía. De nuevo, sobre
esto podría escribir todo un ensayo, pero no es este espacio, quizás en otra
ocasión.
Podemos recuperar que gracias al éxito de “Before Sunrise”
pudo terminar la trilogía conocida como “Before” donde además de la ya
mencionada están “Before Sunset” (2004) y “Before Midnigth” (2013) las cuales
más allá de ser “chick flicks”, son un tratado filosófico de las relaciones
sexoafectivas y su evolución, de cómo en ellas hay que saber nadar
contracorriente a riesgo de que te lleve la marea, pero también de cuándo dejar
que esto último suceda. No hay amor romántico en esta trilogía, es puro romance
oscuro, deprimente, ocioso, una palabra que puede aparecer mucho a la hora de
reseñar el cine de este director. Después regresamos a ella.
A simple vista se puede pensar que el cine de Linklater no tiene
un hilo conductor, que igual filma “The Newton Boys” (1995) coqueteando
con el cine de acción con un filme sobre gánsters de los años cincuenta o hace
lo propio con “School of Rock” (2003) mal definida como una película
infantil cuando es simplemente un homenaje a la ociosidad y el fracaso. O bien hace
una crítica directa al capitalismo con “Fast Food Nation” (2006) y a la
par un meta documental sobre un asesino como lo hizo con “Bernie”
(2012) despojándolo de toda esa aura de magnificencia que Hollywood le pone a
sus villanos, convirtiéndolo en un humano más con filias y fobias.
Regresa a hacer una crítica al capitalismo y el trato a las
mujeres en Where'd You Go, Bernadette
(2019) donde la presión, la obsesión por ser perfecta las afecta a ellas
mucho peor que a cualquier hombre, un trabajo mucho mejor logrado que cientos
de intentos de corrección política que saturan los streamings hoy en día.
También podemos mencionar ese tratado sobre la mierda que es crecer y que logró
mostrar con su película más famosa (nominada a cinco Oscares) “Boyhood”
(2014) su otro proyecto ambicioso que le llevó filmarlo más de diez años para
no cambiar a los actores protagónicos. Todas ellas tienen un hilo conductor, y
es la premisa de que la mejor forma de luchar contra el sistema es la
dispersión colectiva, el rechazo a lo establecido desde una aparente ociosidad
y esto lo hace sin mucha alharaca, sin panfletos, sus personajes son
transgresores sin necesidad de serlo, lo son de una forma natural, es parte de
su comportamiento.
“SubUrbia” (1996) y sus ejercicios de animación “Waking
Life” (2002), “A Scanner Darkly” (2007), esta última basada en una
historia de Phillip K. Dick, muestran de forma muy clara al Linklater transgresor
que bajo un discurso aparentemente light, esconde una fuerte crítica al
sistema.
Su crítica al sistema y la forma en que este define cómo nos
relacionamos están presentes en toda su filmografía. Incluso una trilogía como “Before”
que puede ser catalogada como una “chick flick” tiene una crítica directa al
amor y cómo éste va mutando de acuerdo a
la evolución de la pareja. En la última película es claro que la relación ya no
funciona, pero los protagonistas siguen aferrados causándose daño, poniendo como
excusa el amor. Aunque posiblemente “Fast Food Nation” sea donde la crítica es
mucho más directa, atacando al sistema laboral, el racismo, la falta de
humanidad, la salud. Justo aquí la estética cambia un poco siendo más
oscura, sombría, sin perder esa parte de las relaciones afectivas entre los
protagonistas.
En el ensayo que Brian Price escribió sobre Richard Linklater
para la revista electrónica “Sense of Cinema” clasifica la obra de
director con la palabra “Idleness” que se traduce como ociosidad: el centro fundamental de toda su filmografía. Estoy de acuerdo en parte de esta
clasificación. Si hacemos una lectura superficial de la obra de Linklater, la
ociosidad está presente en todas sus obras; en “Everybody Wants Some!!” (2016)
todo gira en la fiesta de un grupo de beisbolistas universitarios sin nada
mejor que hacer, sin embargo al hacer una lectura más profunda tiene una
reflexión que va más allá, es una crítica a la insistencia del ser alguien, de
lograr algo en la vida, solo porque así lo dice la sociedad. Hay una evolución
que no se ha detenido en un director que pertenece a una generación que fue y
va coleccionando fracasos, y que en vez de quejarse prefiere la ociosidad como
forma de resistir.
Más allá de un estilo que parece ir recogiendo historias
sin involucrarse, ir mostrando una diversidad a la hora de filmar, se
ve más que un cineasta, un espectador de cine, con una visión igual a la
de su trabajo y que esto lo va convirtiendo en su propio ecosistema donde de
acuerdo a sus propias dinámicas puede igual hacerle una visita a Orson Wells en
“Me and Orson Wells” (2009), que a un entrenador borracho y fracasado “Bad
news Bears” (2005); o en la ya mencionada “Boyhood” como un ejercicio
un tanto de peping Tom o de pasar más de diez años viendo el
crecimiento de los actores y de los personajes. Linklater es un observador, un
contador de historias, siempre en primera persona, y es por eso que en sus
películas es fácil sentirse voyerista.
Migrar a Hollywood para él nunca fue una opción, no
buscaba la fama y la fortuna como un fin, menos individual; y es por eso que
decidió quedarse al borde de la industria produciendo y ganándose el respeto
por lo que hace, eligió lo colectivo a lo personal y hasta ahora esa decisión
le ha permitido convertirse en un director respetado.
A diferencia de muchos directores de su generación que
reivindicaron el cine como una forma de manifestarse, Linklater se mantiene
contando historias sencillas y complejas a la vez, que nos invitan a dialogar, a
pensar, pues es parte de (aunque él no este consciente de ello) toda una
generación que fue influenciada por el Mayo de París del ‘68 que aun en estos
días de colapso nos siguen invitando a imaginarnos y pedir lo imposible.