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Tecate Península 2022: buscando la voz de Chicano Batman (Crónica)

Por Iván Gutiérrez (alias Ay Gregorio!) | Crónica y Fotos |


INTRO

Esto empezó como una cobertura “común” de un festival musical, pero en el camino se convirtió en una crónica gonzo sin quererlo. El detonador: un gallo y un show de Chicano Batman donde no pudimos disfrutar la voz de Bardo. Pero vamos al inicio.

Tras una noche en la que no dormimos mucho pero sí disfrutamos bastante, mi amigo Alex y yo nos lanzamos de nuevo a la carretera. En Tecate habíamos visto a Mi Banda El Mexicano la noche anterior, en un show un tanto extraño, pues la energía actual del vocalista no es la que uno esperaría de la potencia festiva de esta banda. Su hijo tiene bello rostro, muchas fans quedaron encantadas con las fotos que se tomaron con él cuando bajaba del escenario, pero unas clases de canto no le vendrían mal, si (como aparentan) su objetivo es que reemplace a su padre en los próximos años. En fin, creo que por igual la gente quedó complacida con esta primera edición del FESTEM, festival musical donde también tocó Café Tacvba.

De vuelta al presente. Omeprazol, agua, un gallo, cargadores, cámara, memoria, dos lucky strikes y stickers de Ay Gregorio! son el equipaje para hoy. Tras una hora aproximada de viaje llegamos a Playas de Tijuana poco antes de las 3pm. Arriba del Escenario Tecate toca The Warning y no suena para nada mal. Me lamento por no haber alcanzado a escuchar a las Margaritas Podridas, pero pienso que ya llegará el momento de verlas en acción. Damos una ronda general por la Plaza de Toros, ubicamos escenarios, área de comida, baños y área de prensa, justo donde está por iniciar una entrevista con Bruses.

Tras un par de minutos empieza el cuestionario en vivo con la joven compositora, quien este año fue nominada a dos Grammys tras 11 años de carrera artística independiente. Su maquillaje está impresionante, me recuerda al David Bowie del Aladdin Sane.

“Estamos muy contentos por estas nominaciones. Es difícil mantenerse independiente, pero se siente genial no tener que vender tu alma a una disquera por un adelanto mediocre, y sentimos que esto es prueba de que hay otros caminos para los artistas. Hace poco logré empezar a apoyar a mis padres económicamente, eso para mí es un verdadero éxito, porque mi familia es de clase trabajadora, y me siento muy contenta de poder regresarles un poco de todo lo que me han dado”.

Bruses comparte que se siente muy feliz de regresar a Tijuana, su ciudad natal, y comenta que a su parecer la industria musical se encuentra en un punto muy interesante para quienes crean música en su cuarto, pues las plataformas digitales y redes como TikTok permiten que uno conecte y construya una comunidad en línea como nunca se había podido hacer: “Con Internet las oportunidades están ahí. Nosotros como Bruses no seríamos nada sin el fandom. Gracias a ellos estamos donde estamos”, concluye la joven tijuanense.



GONDWANA Y CAMILO SÉPTIMO: RECUERDOS DE OTROS TIEMPOS

Gondwana empieza y me llegan recuerdos de cuando los vi hace años en el Parque Morelos de Tijuana, en una ocasión en que un amigo metió un gallo gigante entre sus rastas, mismo que roló entre decenas de asistentes. Armonía de amor sale de los speakers y es coreada por el público. Cae algo de neblina que refresca la tarde. La gente ondula. Morras con los ojos cerrados bailan con “Felicidad” de fondo y cantan “ya no estoy triste”.

Terminan los argentinos y a los pocos segundos se escuchan los gritos de “¡Camilo!, ¡Camilo!, ¡Camilo!” en el Escenario Tecate. El público clama por una de las bandas de indie pop mexicano que más seguidores han conseguido en los últimos años, y la respuesta llega pronto. Se encienden las luces y sale a escena la voz impresionante de Manuel Coe, vocalista de Camilo Séptimo.

Cuando inicia “No Confíes en Mí” vuelven algunos recuerdos de cierta aventura amorosa muy caótica, por allá de 2017, en aquellos tiempos cuando tendía a vincularme con personas conflictivas sin pensar mucho en las consecuencias, muy ad hoc con el tema de Séptimo. “No confíes en mí; Aún puedes escapar; Aún puedes librarte; De conocerme más”.

Manuel se desenvuelve muy bien en el escenario, juega con el deseo que despierta en el público: los hace aplaudir y gritar. Los visuales también están chidos, y los bajos se escuchan potentes, con una base funky que te pone a mover las caderas. Pienso que es música para coger y enamorarse, para dejarse llevar un rato por las energías intensas del amor.

Terminan los Camilos y me encamino a la rueda de prensa con Chicano Batman. Las áreas de la Plaza de Toros antes vacías comienzan a llenarse poco a poco. La tendencia es clara: esto va a reventar en las próximas horas.



SEN SENRA Y CALIGARIS: UN POCO DE LO BUENO NUEVO Y LO BUENO VIEJO

Al llegar al área de prensa se nos revela que fue cancelada la entrevista con Chicano. Pregunto por qué, pero no encuentro muchas respuestas. Saludo a una colega cachanilla que viene cubriendo el evento para Revista Machin y platicamos un rato de esto y aquello. Nos vamos juntos a ver el show de Sen Senra, músico español que me recuerda a compositores como Rosalía y C. Tangana (con quien ya tiene una colaboración), esa nueva ola de músicos ibéricos que están creando (y exportando) sonidos pop que se nutren del R&B, el trap, el Hip Hop, la canción de autor y demás géneros varios.

El Escenario Monumental es el más pequeño de los tres. Tiene forma circular y está rodeado por gradas. Empieza el show y Sen Senra se adentra al escenario caminando lentamente. Empieza un beat sensual y una guitarra con delay que le pone una textura espacial a la base armónica. Los gritos de las fans reflejan que es uno de los músicos que más prenden a esta generación.

El músico de 26 años se mueve muy bien por el escenario. Baila, toma el stand del micrófono y lo balancea mientras se sujeta el pantalón negro tumbado. Lleva el número diez en la espalda y unas gafas oscuras para ocultar la mirada. Varias chavas que están recargadas sobre la valla metálica bailan y gritan bajo las luces guindas.

Termina el segundo tema (Baby no me sueltes más) y al fondo gritan con euforia "¡Sen Senra, Sen Senra!". Lo acompaña una batería con una caja de beats que le dan ese toque hiphopero-trapero a la música, y una guitarra que toca acordes de un solo rasgueo prolongado con su necesario delay, poniéndole el toque seductor a la música. En cierto momento el músico se avienta un solo vocal imitando una trompeta, que con el auto-tune suena bastante bien. Me despido del español tras un par de canciones más, decidido a encontrar un buen lugar para ver a la banda que más me emociona de este festival: Chicano Batman.


Camino al Escenario Tecate me toca escuchar unas buenas rolitas de los Caligaris, justo cuando un rayo de luz logra filtrarse entre la nubosidad de los últimos días, coincidiendo perfecto con la música festiva de la banda argentina. El público que está frente a la banda está en pleno éxtasis.

“Vos sos esa simple razón, por la que volví a sonreír, por la que levanto la vista y veo lindo el cielo, aunque esté todo gris…”. Para terminar de hacer más cursi la imagen hay un arcoíris atravesando el cielo. "Queremos que todos cierren los ojos, respiren y piensen en esa razón que los hace estar acá”, dice Martín Pampiglione por el micro. “¡Estos son los recuerdos que no se olvidan nunca! ¡Gracias por este enorme regalo, a cambio les vamos a dejar este hermoso momento!", dicen los pibes con la cara pintada de payaso, antes de reventar la fiesta como solo ellos saben. La raza agita camisetas en el aire, baila y disfruta como nunca.



CHICANO BATMAN: LA DESILUSIÓN

El show de Los Caligaris lo presencio desde el Escenario Tecate, pues he decidido adelantarme para agarrar buen espacio en el show de Chicano Batman. La emoción se siente en el aire. Todo show en vivo de un artista que uno admira siempre condensa la magia de todas esas veces que lo escuchaste en diferentes momentos, planos y estados emocionales de tu día a día. Y bueno, si se trata de Chicano Batman, es bien sabido que escucharlos en vivo es otro pedo.

Se prenden las luces (yo prendo un gallo) y salen a escena los Chicanos. El público grita de emoción. Camarógrafos nos aventamos frente al escenario para hacer nuestro trabajo. Entonces inicia la catástrofe. Hay fallas en el audio y la voz no se escucha para nada como debería. Pareciera que algo falla, que el micro o las bocinas o el auto-tune fallan, dando como resultado un efecto muy raro en la voz, como un auto-tune mal ajustado que sube y baja el volumen de Bardo y que no permite que se entienda nada de lo que dice. El resultado es un sonido terrible, ininteligible.

Termina la primera canción y tanto público como prensa le intentamos avisar a Bardo de la situación, pero trae puesto un earphone y no capta nuestros mensajes (o eso parece). Considero la opción de arrojarle una botella de agua que traigo en la mochila para avisarle que no se escucha, pero pienso que por ello podrían sacarme del concierto antes de alcanzar a decirle algo.

Pasan tres canciones igual. Inconforme con lo que pasa le digo a un sujeto que está en el backstage que no se escucha el vocalista. Asiente, como saliendo de la esterilidad de no saber si esa falla en la voz era real o venía de su imaginación. Dice que irá a avisar. Bardo sigue entregándolo todo, a pesar de que en los speakers delanteros no se escucha absolutamente nada, solo gritos ahogados. Me pregunto si en los speakers de atrás se escuchará igual de mal.

Empieza el bajeo característico de Freedom is Free y todos gritamos de emoción, pero parece que no podremos disfrutar el tema como quisiéramos, pues el problema de la voz persiste, si bien Bardo se mueve en guitarra y piano con toda la actitud: es un verdadero rockstar, como demostrará dentro de poco cuando se quite la camisa a pesar del tremendo frío que debe hacer allá arriba. De fondo se escucha la voz de la otra vocalista, quien rescata un poco (pero muy poco) la situación.

Bardo pregunta entonces “Do you hear me?”, a lo que la gente a mi alrededor grita que no, luego le pregunta a los del otro lado y todos gritamos que no, entonces dice: “Les dije que subieran el volumen del micro, pero no hacen caso, ¡pero vamos a seguir este show!”. Los californianos prosiguen con Run, y es una verdadera lástima porque la música es realmente buena, la batería, la guitarra, los synthes, todo se escucha estupendo, pero necesitamos esa voz acariciándonos el alma.

Revienta la parte final de Run y los synthes te perforan el corazón. Empieza a llover y Bardo dice que tiene algo que compartimos. Se sienta al borde y empieza “Invisible People”, una canción de resistencia al sistema con esa vibe nostálgica muy Chicano Batman. No sé si soy yo proyectando mi interior alrededor, pero siento que en el ambiente hay una emoción de tristeza (obvio por el vibe de la rola) pero también de desilusión por las fallas en la voz de Bardo.

Empieza Itotiani y no nos queda más que cantar todos juntos a pesar de que nos falta la guía, pero con esta canción es imposible no navegar por la chicano-vibe. “¡Ella tiene aire a Teotihuacán, su piel tiene el color del mazapán!”. Bardo toma los synthes, checa que el amplificador esté bien modulado y empieza a improvisar en la parte final de la canción mientras sube el ritmo, ¡esto es un jamm y ahora sí se siente la música llegar hasta el fondo del alma! Se acaba la rola y el grito del público se siente diferente, más vivo.

“¿Quieren una canción en español?”, pregunta Bardo por el micro. El guitarrista pasa al frente para iniciar “Manzanita” y milagrosamente sí se escucha su voz al cantar. Bardo se queda al fondo tocando el bajo de espaldas al público al lado de la batería. “¿Significa esto que todo este tiempo Bardo no tuvo voz y solo fingieron una falla técnica?”, me pregunto, pensando en el por qué no intentaron cambiarle de micrófono. Me siento confundido ante la incógnita, y pensarla solo me llena de coraje por la posibilidad de que sea cierta.  “Quizás se enfermó de último momento… y por lo mismo fue que cancelaron la rueda de prensa”, medito mientras el show continúa.

Bardo se quita la camiseta y empiezan los teclados de Black Lipstick. “This is our favorite song! Are you having a good time over there?”, consulta Bardo al público. “Can we have some fucking volume on this microphone over here?!”, exclama, conectando nuestros sentires con el suyo. Empieza la música y nuevamente la falla técnica. Hay un sentimiento que quiere salir y conectar, pero no está el puente: la voz. Es como algo muy bello que pudo ser, pero no fue; otra desilusión más a la lista. En ese momento Bardo hace un último intento por hacernos vivir una gran experiencia: baja del escenario y se entrega al público, que lo abraza sin dudarlo.

Tras un minuto el vocal chicano sube de nuevo al escenario y dice “we have a last song for you and its called Magma!”. Bardo comienza a cantar y el sonido de nuevo es una enorme decepción. Estamos a un paso del éxtasis, pero nos quedamos a eso, a una voz de distancia. Chicano Batman cierra con un jamm potente, destructivo, performático. Dicen algo como “¡Adiós Tijuana!” y concluyen. Después el silencio.



EN BUSCA DE RESPUESTAS

Concluido el show sólo puedo pensar que, a mi manera de ver, Chicano Batman nos debe un concierto. No sé si por culpa del Tecate Península, por culpa de la banda o por culpa de algún ingeniero. Lo que sí sé es que mi pulso periodístico está ávido de descubrir la verdad, así que comienzo a recabar algunos testimonios de desconocidos y confirmo lo (casi) obvio: falla técnica, hubo.

Mis amigos no conocen a la banda y me comentan que pensaron que se escuchaba de esa manera porque así era el estilo. Caminando en búsqueda de respuestas me encuentro a un colega de Ensenada, quien me comenta que Chicano no traía ingeniero de sonido, que él lo conoce (porque es de Ensenada) y nunca lo vio al lado de los ingenieros.

Me acerco a los ingenieros en una base ubicada en la parte trasera de la zona VIP. Me dicen que el ingeniero de Chicano no está chido, que ahí estuvo la bronca (ah caray, ¿no que no había estado presente?). Otro dice que solo yo escuché las fallas, que para ellos todo se escuchó perfecto. Empiezo a sentir que se quieren desentender de la responsabilidad porque olfatean que soy reportero y no quieren meterse en problemas. Al salir de la zona VIP un morro dice que allá sí se escuchaba la voz, pero que a ratos se le bajaba el volumen. En el otro escenario Justin Quiles empieza a cantar sobre culear y fumar marihuana en un trap latino sabroso. Yo sigo aferrado: ¿Qué carajo pasó con Chicano Batman?

Pienso que es hora de ir a prensa. Nadar por el mar de gente comienza a ser una experiencia turbulenta; se siente subir la afluencia de público ante la proximidad de los Fabulosos Cadillacs en escena. En el área de prensa platico con una colega y me comenta que en la parte trasera sí se escuchó Chicano bien. “Solo adelante no había sonido… pero traen un cagadero con los ingenieros de sonido en todo el festival”. Otro colega periodista me dice que también traen un desmadre con las ruedas de prensa, pues aparte de Chicano, también canceló Camilo, y Sublime va tarde. “Chicano Batman no quiso rueda de prensa, que mejor hacían una prueba de sonido”, dice una morra del staff luego de preguntarle sobre por qué no hubo entrevista con los californianos. Bueno, ¿entonces qué pasó con esa prueba de sonido? ¿Qué pasó en Chicano?

Bueno, ahora sé que atrás hubo sonido bueno, enfrente nada. Pero la duda persiste, ¿de quién fue la maldita culpa de que cientos no disfrutáramos este concierto? Todo apunta a que hubo un ingeniero que no hizo bien su trabajo. Se empiezan a agotar las fuentes informativas al alcance para encontrar respuestas, pero me niego a quedarme con la duda. Se me ocurre entonces una idea.

Me meto a los baños de prensa, me lavo la cara y me veo al espejo: me siento seguro de quien soy. Me quito el gafete de prensa. Me recuerdo músico. Salgo del baño y entro con total normalidad al área de los artistas. Traigo el outfit. Traigo la energía. Traigo la vibe. Me mezclo. Soy uno de ellos y ellos son de los míos.

Pido lumbre para un cigarro. Hablo con el guitarrista de Bruses un momento. A la sorda busco la carpa de Chicano Batman. Paso al lado de Sen Senra, quien está platicando con algunos compas. El guitarrista de no sé qué banda dice que se irá a practicar unas rolas antes de salir a escena. Me acerco a un par de músicos jóvenes que están por ahí, pero no conocen a Chicano, no saben quiénes son. Otro sujeto me apunta en cierta dirección, diciendo que por allá está su carpa.

Paso a lado de la carpa de Siddhartha. Escucho que ya es hora, que faltan diez minutos para el show. No encuentro la carpa chicana por más que busco y busco. Me resigno un momento y me siento. No quiero parecer desesperado y que alguien me identifique como prensa. A fin de cuentas, traigo cargando la mochila de mi cámara en el costado y una pulsera color rosa que me identifica como tal.

Me paro y sigo. Me hago pendejo cerca de Sen Senra. Veo de nuevo al tipo que antes me indicó donde estaba Chicano y le pregunto de nuevo, me apunta la dirección otra vez, pero ahora la veo bien, le digo bromeando que me disculpe, que estoy ciego, a lo que se ríe y se va. Por fin llego y ahí está Bardo afuera de su carpa, platicando con un wey de los Caligaris que lleva rastas; la voz de Bardo se escucha impecable, así que descarto aquella idea de que estuviera enfermo. El músico de la banda argentina dice que mañana tendrán otro show en Guadalajara, ese de dos horas, que ahí sí van a desquitar.

Terminan su conversación y me preguntan si les puedo ayudar tomándoles una foto. Les digo que claro que sí. Tras la foto llega el momento de improvisar. Le digo a Bardo que soy guitarrista de otro proyecto que tocó más temprano, uno que se llama Sen Senra, de España, pero que yo soy de aquí de Tijuana, y que también tengo un proyecto solista que se llama Ay Gregorio! Le doy un sticker del Otro Caguamón a Bardo. “Es de folk, indie folk-punk. ¿Conoces a Juan Cirerol?”. Y así vamos platicando hasta que llegamos al “¿andan de gira ahorita? ¿Cómo viste este show? Yo los vi desde enfrente, y como que no se escuchaba muy bien fíjate…”, le comento.

“Pues no paré, no paré, a veces uno no siente a la gente, pero uno tiene que seguirle” …, dice Bardo.

“¿No crees que haya sido por lo del sonido?, le pregunto.

“Puede ser, puede ser…”, dice, “¿no se escuchaba la voz?”, me pregunta curioso.

En eso el wey que anteriormente me apuntó la carpa de Chicano aparece y yo siento que ya se dio cuenta de que soy prensa y me cago porque estoy a un paso de descubrir que pasó. Para mi suerte el tipo dice “Bueno, ya que te dije donde estaban estos cabrones, ¿nos puedes tomar una foto?”, y pues va la foto con su celular. Sigo la plática con Bardo; todo apunta a que fue culpa del ingeniero de sonido del festival.

“Ah te decía, no se escuchaba nada, se subía y bajaba el volumen, no se entendía… hasta pensé que estabas enfermo de la garganta”, le comento.

“Jajajaja, no para nada. Sí me di cuenta después, de hecho sí te vi desde el escenario, que me hacías señas, y la gente me lo dijo, y yo dije en el micrófono que le subieran al volumen, pero los cicles (o algo así, ininteligible en el audio que grabé) no estaban conectados, y pues ya arriba en medio del show no había mucho que hacer”.

Siento una especie de éxtasis correr por mi columna. Comprendo que el error fue técnico, aunque no me queda del todo claro si fue responsabilidad del equipo del festival o de la banda. Seguimos platicando un rato más. Bardo me cuenta que ahora están dando shows grandes en Nueva York, para 5-10 mil personas. En eso recuerdo que traigo los restos del gallo que prendí cuando comenzaron a tocar y le pregunto si quiere un poco. Me dice que él no pero quizás el bajista sí. Pasamos dentro de su carpa y les ofrece a los chicos y ellos dicen que simón. Nos saludamos y de nuevo me presento como el guitarrista de Sen Senra, de aquí de Tijuana. Fumamos el bajista, una morra con sombrero y yo.

“¿Cómo están, cansados?”, les pregunto para romper el hielo. “Pues una madre”, dicen. Empiezan a hablar de cuánto han dormido. Uno de ellos me ofrece unas uvas, “recién lavadas, bro”. Las acepto con agradecimiento. Hablamos en español. Les digo que el show que (en teoría) di con Sen Senra estuvo chido, que el escenario es más pequeño, “más íntimo”, dice el bajista, y yo digo que simón, que se siente la gente más cerca. “Claro, allá en los otros es como un mar de gente”, comenta.

Decido que es momento de partir: ya tengo lo que buscaba. Antes de eso les regalo un par de stickers del Otro Caguamón y los invito a escuchar las rolas gregorianas en Spotify. Nos despedimos y me siento liberado, esa libertad que te ofrece la verdad. 


SIDDHARTHA Y LOS FABULOSOS: YA ES HORA DE CERRAR 

Salgo a la multitud y me siento algo abrumado, en parte por la desvelada y toda la energía que implica cubrir un festival como éste, en parte por tanta gente, en parte por el psicoactivo circulando en mi cabeza. Pienso que lugares como los festivales son perfectos para perderse en el caos: es una experiencia de perderse, buscarse y encontrarse en la música, en los escenarios, en la fila del baño, en el “ya me cansé pero aquí voy a seguir hasta que salgan los Cadillacs alv”.

Me dirijo al Escenario Tecate a ver lo que resta del show de Siddhartha, a quien ya he visto en dos ocasiones previas (publicando en su momento una crónica de ello acá), y pienso que es interesante ver cómo va madurando y envejeciendo un músico, y uno con él, por supuesto.

Empieza “Ser Parte” y una chica se pone a bailar frente a uno de los puntos de venta de Tecate, fluyendo al ritmo de Siddhartha. Me sonríe y se da otra vuelta. Ya es esa hora de la noche al parecer. La cerveza y la música han hecho su efecto.

“¡Esta noche estamos aquí para pasarla bien, están todos invitados a bailar con nosotros!”, nos dice Jorge Ibarra, quien siempre logra hacerte sentir que estás en una noche especial. Me pregunto por dónde estarán mis amigos, pero bueno, tratar de encontrar a alguien en el mar de gente sin una mediación digital es toda una odisea. Pienso entonces que la forma más fácil de medir la energía de un concierto es a través de la dificultad para internarse entre el público hacia la parte delantera; en esta ocasión, está bastante complicado el asunto. “¡Gracias Tijuana, sean felices, nos vemos hasta la próxima!”, concluye el músico jalisciense. 

Entre la conversación con un par de compas descubro que al parecer Snow Tha Product reventó, que subieron gente al escenario y la pusieron a bailar, y que la vocalista le escupió brandy o whisky o algo de una botella a la gente. Otros compas me comentan que para ellos Los Caligaris se robaron el festival. “Esa madre con el sol y el pinche arcoíris fue otro pedo wey”, dice uno ellos.

En el Escenario Viva Aerobús toca Sublime With Rome, mientras miles aguardan la presentación de Los Fabulosos en el Escenario Tecate. Pienso que es interesante como un proyecto puede resurgir con otro vocalista. Supongo que crea muchos sentimientos encontrados entre los seguidores, pero de acuerdo a lo que leí en prensa, si bien se trata de las mismas canciones de Sublime, Rome Ramírez le mete un estilo totalmente diferente.

Termina Santeria y se empieza a sentir la efervescencia por los Cadillacs. Hay gritos que convocan a pasarla bien todos juntos. El festival está a reventar. Pienso que también me hubiera gustado ver a Sabino en vivo, pero bueno, uno no puede partirse en dos: hay que saber decidir.


Empiezan los Fabulosos y la música nos absorbe. Ver de tan cerca a artistas tan legendarios siempre me recuerda que, a fin de cuentas, se trata de seres humanos como nosotros. Claro, seres humanos con mucha magia y talento en el espíritu.

Empieza Siguiendo la Luna bajo la lluvia y se desliza el sentimiento Cadillac por los acordes menores. El coro es un llanto impresionante, liberador, como las gotas que nos arropan. Me acuerdo entonces de la vez que terminé en la cárcel por fumarme un gallo afuera del París de Noche con un compa. Me acuerdo mucho de las strippers bailando Siguiendo la Luna al compás de Vicentico.

Ondulando al ritmo de la canción decido internarme de nuevo a la marea de gente y sentir esa bella experiencia de conectar en vivo con desconocidos a través de un sentimiento musical en común. Porque si algo saben hacer los Cadillacs es crear comunión. Corrección: si algo saben hacer los músicos al tocar en vivo, es conectarnos. Me siento agradecido de estar aquí, y me voy siguiendo la luna.

“Siguiendo la Luna no llegaré lejos
Tan lejos como se pueda llegar
Son casi las cuatro de la madrugada
Mi casa brillaba
Cruzando ese mar”.


PUNTO FINAL

Cubrir un festival implica prepararse para ir en busca de lo que ese día será excepcional. A veces es una adivinanza: no puedes saber con certeza quien dará EL SHOW. Pero puedes informarte sobre quienes están sonando en ese momento, preguntarte en qué punto de su carrera está el artista. En esta ocasión, mi visión se centró en Chicano Batman por la expectativa que tenía, y finalmente el asunto resultó como resultó. Entiendo que no todos los shows serán buenos, y así como yo no pude disfrutar su show, seguro las personas en la parte trasera sí lo hicieron; a fin de cuentas, esta crónica fue sólo una de miles de perspectivas que se vivieron en este evento masivo.

El Tecate Península me parece un festival que es nuestro, de los bajacalifornianos, donde podemos escuchar bandas que de otra manera no llegarían a la península. Por lo mismo se agradece todo el esfuerzo que hay detrás. Dicho esto, también hay que apuntar que, según lo que pudimos investigar, hubo un problema técnico que fue responsabilidad del festival, que como podrá haber figurado el lector, no permitió vivir la experiencia chicano como se esperaba.

El vocalista suele ser el alma de muchas bandas, es el que refleja cómo está la energía vital de la agrupación; cuando ya no funciona como antes el instrumento vocal, es difícil disimularlo, mucho menos reemplazarlo, porque cada voz es única (claro, hay excepciones en que se logra una adaptación del grupo, ejemplo que pudimos ver con Sublime). Por eso cuando quitas la voz dejas sin cabeza a bandas como Mi Banda El Mexicano, los Fabulosos Cadillacs o, en este caso, Chicano Batman.

Somos de la idea de que un periodismo musical crítico debe hacer un análisis del show e ir más allá del fanatismo (algo que no es fácil y que en realidad seguimos trabajando). Para ello siempre sirven las preguntas. ¿Cómo se siente el show? ¿Qué transmite la banda? ¿Están bien ensayados? ¿Cómo se escucha la voz? ¿Cómo está cantando el vocal? ¿Y los demás instrumentos? ¿Cómo es la interacción con el público? Para la ocasión pusimos algunas de estas incógnitas en marcha, y aquí tienen el resultado.

Esperamos que esta pequeña aventura sirva para cuidar más los detalles de futuros festivales y que los organizadores no se lo tomen a mal, sino por el contrario, se motiven a seguir creando estas grandiosas experiencias para los miles de amantes de la música en vivo. ¡Hasta pronto y nos vemos en el siguiente!



POSDATA

Un par de semanas después de este festival tuve la oportunidad de conversar con una amiga de la Ciudad de México, quien también asistió en esta ciudad a un concierto de Chicano Batman. Su testimonio fue muy parecido, por no decir igual al que aquí compartimos, lo que me lleva a pensar que, o el problema técnico no fue responsabilidad del Tecate (ups), o Bardo está teniendo complicaciones con los efectos que le ponen a su voz, o quizás, sólo quizás (y citando a mi amiga), “al vocalista le quedaron grandes los músicos”. ¿Ustedes qué piensan? ¡Los leo!

X: un viaje oscuro, salvaje y espirituoso para celebrar una década de Los Yonkis

  • El material discográfico estará disponible en todas las plataformas musicales a partir del 18 de noviembre de 2022.

Ya más de una década haciendo música, rock and roll, giras y un disco tras otro desde la independencia. Más de diez años de citas, tragos y cuentos de terror que conservan un discurso estético, lírico y musical pero que a la par se reinventa, se electrifica y evoluciona. Más de dos lustros de cuervos, vampiros, locas y gatos con siete vidas que tiran el zarpazo por igual en las calles del centro y en todo tipo de foros, plazas y escenarios del país. Más de X años de Iván García y Los Yonkis y un álbum que nos debían pero que también les debíamos para celebrar la trayectoria de una de las bandas más representativas del rock poblano.

X es el nombre del disco conformado por piezas clásicas del repertorio de Los Yonkis, pero interpretadas por grandes músicos y amigos de la escena local y nacional. Un trabajo discográfico único que es un crisol de voces y estilos musicales en donde podremos escuchar clásicos como “Grito” en ska, “Brindis” con voz femenina e incluso “Panteón” en dos versiones contrastantes.

“Hace tres años debimos celebrar nuestro aniversario número diez el cual no pudimos festejar debido a la pandemia. Así que hasta ahora pudo ver la luz este proyecto el cual se puede nombrar como más les acomode definir la «X»”.

X se suma a la discografía de la banda como el séptimo álbum tras la publicación de Espantapájaros (2001), En vivo acústico (2013), Frik (2014), Sal Paraíso (2017), Tormenta (2018) y Ciudad Soledad (2020). Iván García recuerda la génesis de Los Yonkis, los primeros acordes y los días ahora lejanos en donde los güisquis no hacían nada:

“Los Yonkis fue el nombre que adoptamos después de un riguroso concilio por ahí de 2009. Aunque lo más duro que consumíamos seguramente eran unas Sol Bravas decidimos nombrarnos así en homenaje a William Burroughs y su afamada novela. También optamos por hacer la adaptación gráfica a la voz inglesa de “junkie” para reiterar nuestro compromiso con la lengua española”.

Y así comenzó esta historia, una banda de universitarios que amaban la música y la literatura. Tocamos donde nos ofrecieran cervezas y hubiera fiesta. Hacíamos sonar nuestros instrumentos de gama baja con precisión y firmeza. Hasta inspiramos una novela. Grabamos un demo con temas que ahora son clásicos de nuestro repertorio”.

El letrista y compositor también rememora el lanzamiento del primer álbum en una época que apenas entraba al mundo digital como lo conocemos hoy en día, y en donde la forma de producir y distribuir música se ha transformado radicalmente:

“En 2011 se graba el primer LP titulado Espantapájaros, que se grabó en el estudio de Carlos Iván Carrillo mejor conocido como Carri (hoy Casa Yonki), y quien al final se sumaría a la alineación oficial de la banda. Naciendo así la dupla que ha dado el sonido característico a Los Yonkis y a los otros álbumes publicados bajo esta estructura”.

El álbum X se lanzará oficialmente en todas las plataformas musicales este 18 de noviembre con la participación de dieciséis músicos y agrupaciones que se han hermanado con el proyecto que encabeza Iván García a lo largo de los años y representa también un agradecimiento a la comunidad musical que ha arropado el sonido de Los Yonkis durante más de una década:

“Así hemos ido de gira sumando el talento de grandes músicos y hermanos que nos han acompañado en este viaje. También hemos compartido escenario con muchos proyectos musicales con los que nos hemos hermanado y quienes han querido celebrar con nosotros en una magna fiesta. Acompáñenos en este viaje oscuro, salvaje y espirituoso reunido en este LP”.

X fue masterizado en Casa Yonki y el maravilloso arte del disco, el cual representa mucho del espíritu “Yonkiano” estuvo a cargo del artista y tatuador Checo Mora y su estilo tradicional.



Aunque tú no lo sepas: una charla con Manuel Moretti de Estelares



Estelares es una de las bandas más importantes del rock argentino. En esta charla el gran Manuel Moretti, líder de la agrupación, nos cuenta sobre la gira que harán por tierras aztecas, el nuevo material discográfico y sus pronósticos para el mundial de Qatar.


Para más entrevistas suscríbete al canal de YouTube de Casa Yonki.

Aunque tú no lo sepas: una charla con Cano Hernández de El Gran Silencio


Cano Hernández aka Capricornio man es una de las mentes maestras detrás del sonido de El Gran Silencio, banda que está cumpliendo 30 años de trayectoria musical. En esta charla nos habla de los festejos de aniversario, sus referentes musicales, raggamuffin, su pasión por el dibujo y su colección de funkos.


Para más entrevistas suscríbete al canal de YouTube de Casa Yonki.

Aunque tú no lo sepas: una charla con Vicente Jáuregui


Vicente Jáuregui es un músico y compositor michoacano que ha colaborado con un sinfín de exponentes del rock nacional. Actualmente es guitarrista de la emblemática banda San Pascualito Rey y a la par tiene un proyecto solista con tintes más eclécticos y psicodélicos.


Para más entrevistas suscríbete al canal de YouTube de Casa Yonki.

¡El Cotorro! Rockabilly y cultura popular mexicana




¡Ya llegó el cotorro al cotorreo! El artista Luis Campillo se apropió de la iconografía de la Lotería Mexicana para realizar su particular percepción de ella y así realizar la Lotería Cubista. Una serie de pinturas donde reversiona cada una de las cartas del tradicional juego de mesa mexicano.

A su vez, el artista gráfico convocó a diversos músicos de diferentes géneros a participar en la dinámica de sortear las tarjetas de la lotería y la que azarosamente seleccionara cada proyecto tendrían que usarla para componer una canción o pieza musical inspirada en la temática de este maravilloso juego.

Fue así como Iván García y Los Yonkis aceptaron la invitación de parte de Luis Campillo y la tarjeta seleccionada por la agrupación poblana en la "tómbola cubista" resultó ser El Cotorro.

El Cotorro es una canción rockabilly sin ninguna pretensión más que la de pasarla bien. La canción lleva en el nombre la penitencia y es un corte donde la finalidad es cotorrear y bailar rock and roll.

La pieza estuvo grabada en Casa Yonki y producida por Carlos Iván Carrillo.

La alineación musical estuvo conformada por:

Iván García – Graznidos y Guitarra
Carlos Iván Carrillo – Guitarra Eléctrica, piano, coros.
Beto Montes – Batería
Ángel Munguía – Contrabajo
Aarón Tápia – Sax

El sencillo de la banda poblana será estrenado a la primera hora del 1 de junio de 2022 en todas las plataformas digitales.

Letrinas: Una camiseta de los Coquette para Gabi


Una camiseta de los Coquette para Gabi
Por Liliana López León

Se nos escapó un gritito. Habíamos acertado las tres preguntas del locutor, y nos sentimos como reyes: ganadores de un boleto doble en Zona Platino 1 para el concierto de los Coquette Seeds. Fue fácil, había que saber el nombre completo del vocalista, la súper modelo que fue su esposa y el origen de la banda. Lo difícil fue marcar y atinar cuando no sonara ocupado. Mi abuelita nos prestó el teléfono y aunque odiaba nuestra música, soltó una sonrisa cómplice al vernos saltar eufóricos.

Gabi y yo no teníamos muchas oportunidades, ni sabíamos de finanzas. De haberlo sabido, hubiéramos revendido los boletos, o no sé. Gracias a nuestra profesora de Biología sí sabíamos un poco de música. Se llamaba Andrea; dejaba que le dijéramos Andie y nos pedía que le habláramos de . Gabi y yo lo intentábamos, pero no nos salía tutearla. Sabe qué vio en nosotros, pero tenía su manera de cuidarnos. Algunos de sus regalos fueron discos que ella misma quemaba de sus álbumes originales. Así conocimos a los Coquettes, a Sweet Violence, Cursed Hotel, P.h. Dildos; en español a Iñaki Fontan, a Doktor Karaño y a la Maja Castell, entre muchos otros. Antes de ella, nadie nos había puesto atención de ese modo. Creo que cada persona debe tener algún mentor como nosotros tuvimos a la profesora Andie.

Recuerdo que Dog Harper, el vocalista de los Coquettes era de Londres e intentaba latinoamericanizarse, así que presentaba sus canciones en un español ingenuo. Su éxito: The Goodbyes lo presentó así: “¡Este cansió es iama Les Buenosadiosos!”. Parecía incomodar a muchos, aunque en el comportamiento colectivo se percibió más bien como ternura. Tampoco es que acá fuéramos políglotas. La canción que tanto amábamos sonaba bien en inglés, pero no así: Verdadero Amor de Extraterrestres. Aunque solo me gustaban algunas bandas chilenas y argentinas, esa noche reflexioné lo difícil que era hacer buen rock en mi idioma. Para esta lengua, o hay que ser muy cursi o ser el más guarro. Es decir, mujer u hombre según los estándares de estos lugares. Por ejemplo, la profe Andie les daba un uso interesante a las palabras, como pausadito, su dicción era muy serena. Desde aquel día estuve explorando bandas mexicanas que no intentaran ser The Police o vocalistas que no copiaran tanto a Jim Morrison. Para triunfar en español hay que inventarse un propio modo de hablar, aunque los demás se burlen al principio.

Con los años, supimos que Dog Harper también habló francés de diccionario en su gira por Canadá. Además, nos enteramos que a pesar de la fama de chico malo que tardó en construir, había sido educado en una familia conservadora, de la cual trató de liberarse en la academia de música. Era vegano y como hobby pintaba cuadros impresionistas. Gracias a su fama, los vendía en millones. No eran cuadros relevantes, ni horribles; ahora veo que eso tampoco era ya un pasatiempo. Le perdimos un poco de amor a Harper cuando hizo declaraciones anti-vacunas. Pero en aquel entonces, era una de mis tantas figuras paternas. El William Harper que recuerdo sigue siendo importante para mí.

Unos años antes de ese concierto, en la prepa; Gabi y yo expusimos cómo funcionaban las vacunas, y recordábamos la foto de un niño al que la viruela lo había dejado como a la Mole, comparado con otro niño vacunado que apenas tenía unas cicatrices. Esa fue la primera vez que la profesora Andie se acercó a nosotros. Nos dijo que al presentar no había que leer, que hay que ver a las personas a los ojos. En nuestra hoja ya nos había apuntado una buena calificación, y en clase se enfocó más en el contenido de la exposición que en nuestra torpeza no verbal. Así sentimos cómo esa recomendación fue genuina, más porque nos lo dijo en privado: “Háganlo real, como cuando quieren explicar algo interesante a un amigo”. Nunca se me olvidó y siempre retomo este consejo con cariño.

Gabi estuvo toda esa semana buscando quién nos prestara ropa para el concierto. Queríamos encajar en la capital, aunque solo fuera un día. No teníamos dinero, y nadie iba a darnos nada. Por eso aprendió en un día a cocinar pays de queso para venderlos, que recuerdo, ese año se pusieron de moda. Le salían bien, les ponía una cereza en el centro. Yo por mi parte, estuve ayudando a mi tío en la tortillería, en ese horrible sitio donde me decían maricón por cualquier cosa. Lo más difícil de soportar fue el calor que echaba la carburadora y las ocho horas de olor del nixtamal. Lo más tonto, era que uno de los que me llamaban maricón, se me insinuaba. Recuerdo mis brazos y también los de Gabi. Recuerdo que esos días se nos pusieron fuertes, como si esos brazos flacos nunca hubieran pasado hambre.

Juntamos setecientos sesenta pesos en cinco días. Mi abuela me preguntó cuánto habíamos juntado y ante mi respuesta me puso en la mano tres billetes de cien muy sudados. La abracé, no dijo nada, pero yo sabía lo que le costaba habernos dado ese dinero. Nos alcanzaba. Aunque hizo falta un poco más para movernos en la ciudad y para comer. Gabi me dijo que echáramos unas latas de atún, pero no dejaban entrar con mochilas al espectáculo. Además, nos hacía falta llegar antes de mediodía a recoger los boletos a la estación. El plan fue desayunar bien con abuelita, almorzar allá y aceptar lo que vendieran en la zona nice del concierto que nos ganamos. Al final no pudimos y tuvimos que movernos a pie. Algún McDonald’s abriría toda la noche, y ahí desayunaríamos al día siguiente. El regreso en el autobús era a las siete de la mañana.

Yo quería comprarle a Gabi una camiseta de los coquets. Me habían dicho que costaban entre quinientos y ochocientos, eran originales y tenían el corte para chica, no esas camisetas para niños que no horman bien, o esas camisetas súper grandes que ella tenía que enrollar o doblar de las mangas. Sabía que le ilusionaba mucho, tanto o más que a mí. Había camisetas negras, blancas y un gris percudido que nunca he entendido. La que me gustó para Gabi era una que tenía las siluetas de los integrantes de la banda y en medio decía Coquette en grande y Seeds en itálicas.

Recuerdo que nos asustamos un poco, pues el espectáculo lo abrieron unos grupos que no conocíamos. No sabíamos lo que era un telonero: quiero suponer que no éramos los únicos. Era nuestro primer concierto, también la primera vez que salíamos solos y tan lejos. En el pueblo se hicieron algunos chismes sobre un aborto, pero mi abuela amenazó con hacerles brujería si seguían con “sus lenguas viperinas”. Cuando me contaron que mi abuelita nos defendió así, me dio mucho gusto, porque les dijo que no tenía nada de malo que cumpliéramos nuestros sueños y más si eran bonitos, como la música. No es cierto, no dijo eso, pero sé que entre sus leperadas eso les quiso decir. Yo antes casi nunca lloraba, pero entonces me sentí muy afortunado y lagrimeé antes de dormir. Me gustaba la idea de que mi abuela fuera una bruja y yo pudiera escribir mil canciones con su ayuda.

En el pueblo no eran mala gente, pero había poco qué hacer. Una vez nos quejamos de eso y la profe Andie nos explicó que teníamos un monolito de millones de años y que eso ya era extraordinario. En el salón, no sabíamos que la peña era el monolito que decía la profe. Para nosotros era una cosa que siempre estuvo ahí. Es bonito y, es verdad, es muy impresionante si se piensa bien. Sin embargo, decíamos “monolito-mongolito” y nos daba risa. Lo que pasa es que era algo de lo que no conversábamos entonces. Es de lo que escribes cuando has romantizado lo suficiente tu tierra.  

Antes de entrar al concierto nos entrevistaron. Íbamos abrazados y queríamos aparentar que teníamos muchos años siendo mayores de edad, y que ir a un concierto era algo frecuente en nuestra relación. Traté de seguir los consejos de la profe Andie sobre mirar a los ojos y ser genuino, creo que lo hice bien, pero el corazón me quería explotar. Gabi se tapaba la boca al reírse. Aunque las bromas del entrevistador eran muy malas, había que seguirle el rollo.

Tengo bien grabado lo que sentí cuando las luces se encendieron y todo el palacio gritó al mismo tiempo. Me pareció fascinante que hubiera una coreografía de luces y material audiovisual producido especialmente para la gira. Caí en cuenta que todos los que estábamos ahí veníamos a lo mismo, y eso me sigue pareciendo maravilloso en cada espectáculo. Había un video de una chica pintada toda de azul eléctrico, hasta el pelo y las pestañas. Al fondo un sampleo que reconocimos y que nos hizo creer a Gabi y a mí que la canción ya iba a empezar; estaba acompañado de un misterioso: is our life a love movie?, que se repetía haciendo eco. Yo pensaba que, aunque el concierto acabara ahí, todos nuestros esfuerzos ya habían valido la pena. No habíamos comido.

Cuando llegamos a nuestros asientos, notamos que además de nuestra zona, había otra más exclusiva llamada oro central. Eso nos alivió: no queríamos estar enfrente y llamar la atención. O que pensaran que teníamos dinero y nos asaltaran al salir. Por otra parte, vimos como en esa zona y en la nuestra, había personas que se veían aburridas, como si no quisieran estar. Para entonces, Dog Harper ya se había quitado todo, menos el pantalón de vinil, y movía la pelvis como perro en celo. Una pareja ya mayor conversaba, y en otra mesa un hombre mayor observaba el escenario como si fuera una película de Bergman. No estoy loco si digo que nuestra emoción iluminaba ese espacio, y que la señora de ceja estirada que antes nos vio para abajo, nos miraba con envidia. Empapado de sudor, Harper preguntó al público cómo estaban y si querían un poco más: ¡No podo escucharlus Métsico! ¡Mes forteee!

Al terminar, no sabíamos si había sucedido o no. Temblábamos un poquito. Salimos sin prisa, con un poco de miedo a la multitud, como retrasando el final de la experiencia. Llamamos a abuelita desde una cabina: estamos bien, sí estuvo muy padre, duérmase por favor, Mamá Rita. Afuera remataban camisetas piratas de los Coquettes y de otros grupos. Gabi me dijo que no estaban tan bonitas, que luego juntáramos para una de las originales. No sé por qué, aunque ella sabía que no teníamos dinero, sentí alivio de que no me pidiera una en ese momento. Vendían muchas camisetas de Dog Harper, y como para recuperarme de la idea de no poder comprarle su camiseta a Gabi, me reí de que él anda siempre sin nada arriba.

Para hacer tiempo, caminamos un poco, pero solo un poco. Un violinista tocaba en la calle, y sentimos la obligación de darle una moneda, aunque eso ponía en riesgo nuestra comida. El hombre no habló, con los ojos hizo una mueca suave de agradecimiento. Qué chido aprender a tocar así ¿verdad, Gabi? Si me dieran la oportunidad, ¡me lanzo! Recuerdo que esa fue la primera vez que sugerí en voz alta estudiar música. En voz baja, me lo repetía en el espejo todos los días.

Entonces, la noche se puso seria y la ciudad parecía que nos iba a comer. Así que nos quedamos varias horas en el McDonald´s de la Avenida del Taller. Compartimos un combo, y rellenamos varias veces el vasito que dan. Antes de irnos, sentí que era educado preguntar si podía ponerle café al vaso de refresco o si había que pagar. El empleado no dijo nada, pero ágilmente estiró su brazo y me regaló un vaso de cartón especial para el café y tres botecitos de leche. Cuidado: el contenido puede estar caliente. Qué suerte sentí. El concierto todavía seguía vivo en nuestra cara, como un video experimental. Quería recordar cada detallito. Abracé a Gabi y le besé la frente, como para firmar una memoria. Mi corazón seguía brincando al ritmo de los Coquettes. Eso, según mi abuelita, es como una guía para nuestro espíritu.

Al salir del local, vimos a dos muchachas sentadas en una banca. Yo me fijé en sus tatuajes y perforaciones, porque siempre quise unas así; Gabi por su parte captó que eran pareja. Era la profe Andie, que recargaba su cara risueña y desvelada en el cuello largo de una chica de cabello rojo fantasía, con una camiseta a rayas de los Coquettes. Nos dio vergüenza saludarla, aunque de haber sabido que iba a ser la última vez que la veíamos, la hubiera interrumpido para contarle del premio. Se sentiría orgullosa y nos hubiera presentado a su novia. O quizá no era su novia, no importa. Ahora que lo pienso, la profe no era mucho mayor que nosotros. Tendría unos veintitrés o veinticinco.

Ya casi amanecía. En el camino nos topamos un cartel de los Coquette Seeds, lo desprendimos con cuidado para que no se rompiera. Lo enrollamos como si fuera el mapa de un tesoro. Con los pies molidos, nos acercamos a la estación; nos subimos al autobús antes de la hora, para poder sentarnos. En cuanto pudo, Gabi se recargó en mí, y roncó bajito. En un anuncio de la pantalla, decían que nuestro pueblo ya era mágico. Entonces no sabía lo que significaba eso, solo me pareció lindo.

***

Hoy, recorremos la misma carretera, pero soy yo el del concierto. Aunque nunca me he quitado la camiseta como William Harper, sí he hablado en otros idiomas que no conozco, por cortesía. Estoy muy nervioso, pongo los dedos sobre mis rodillas como si tocara el piano. Mientras, Gabi ronca. El conductor me pregunta qué se siente regresar a casa después de tantos años y poder cantarle al monolito. Seguro que abuelita me presumió un montón y ya nos hizo brujería para que nos quedemos a vivir en Bernal. Lo que sea, me parece bien. Solo son tres horas de camino.


*Liliana López León nació en Mexicali, en 1984. Es doctora en Medios, Comunicación y Cultura por la Universitat Autònoma de Barcelona. Es maestra en Estudios Socioculturales por el Instituto de Investigaciones Culturales-Museo, UABC y Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UABC. Ha sido profesora en distintos niveles educativos. Le interesa estudiar la relación humano-tecnología, y las ciudades. Ha publicado varios libros y artículos académicos, aunque busca leer y escribir relatos en su tiempo libre. Le gusta el cine de ciencia ficción y también las bicicletas clásicas.


Aunque tú no lo sepas: una charla con Cristóbal Briceño


Cristóbal Briceño es una de las principales voces del rock alternativo en Chile. En esta entrega de 'Aunque tú no lo sepas' nos platica sobre su banda 'Ases Falsos', la mítica agrupación Fother Muckers, Juan Gabriel, su incursión en el séptimo arte y su visita a tierras aztecas.

Para más entrevistas suscríbete al canal de YouTube de Casa Yonki.

Fother Muckers: Justo y Necesario



Las reseñas innecesarias | Por Juan Jesús Jiménez |



Segundo álbum de la banda lanzado en 2008, después de No soy uno, con doce tracks y una duración total de 41:45; marcó un antes y un después para el trabajo de los Fother Muckers. Justo y necesario, significó un cambio considerable tanto por la composición de la banda como el lanzamiento de la discográfica impulsada por el vocalista, Cristóbal Briceño.

Sello Cazador, discográfica que hasta ahora ha impulsado la carrera de 19 bandas -en su mayoría chilenas- de rock alternativo, dejando siempre características muy reconocibles entre cada participación; se encargó de la producción y distribución del álbum, dando a Cristóbal Briceño un papel protagonista como compositor, guitarrista y vocalista de la banda, concluyendo con once tracks a su nombre y la excepción de Simón Sánchez -bajista y segunda voz- componiendo La tercera vía.

Con la banda fundada en 2004 en la Pontificia Universidad de Chile, su camino por la música realmente empezó hasta 2005, con algunas presentaciones en bares y festivales capitalinos, armando una base de fans muy sólida y leal a la carrera de la banda. Fue hasta 2006 cuando se lanza su primer EP homónimo con seis temas, incluyendo algunos en su siguiente trabajo de 2007, No soy uno.

Durante los primeros cuatro años en medio de idas y venidas de bateristas en la banda, para la producción de Justo y necesario, tanto Martín del Real como Gonzalo Nuñez, asumieron el rol hasta principios de 2008, cuando Cristian Soto los releva. El cambio es poco notorio, al entender que el desarrollo musical de cada integrante se dio en conjunto y que no existía tanta disparidad creativa entre Real y Nuñez.

Con el cambio de nombre de la banda hasta 2011, hubo poco material para identificar una línea general en su trabajo y sin embargo, Justo y necesario, como un trabajo más pulido de la banda, funciona muy bien como una carta de presentación; una banda de rock alternativo que habla sobre lo cotidiano. Desde 2022 donde hablamos del encuentro de dos amantes, hasta el hambre de explorar en un joven de veinte años en Explorador.

Viaje de regreso, el mismo lado, justo y necesario, no tienen ningún desperdicio de instrumentalización. Como un equilibrio bien logrado entre lo que se escucha y lo que se entiende. Uno de mis favoritos personales sin duda.

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