"La ballena", el cine que confronta



Cinetiketas | Jaime López |


Tuvieron que pasar aproximadamente cinco años para que el cineasta estadounidense Darren Aronofsky retomara las riendas de un proyecto que, en similitud con sus anteriores realizaciones, llevan al extremo a sus protagonistas y retan al espectador, enfrentándolo a sus prejuicios.

"La ballena" es el título de la producción con la que vuelve a ponerse detrás de cámaras el también guionista y ganador del León de Oro.

Basada en la pieza teatral homónima escrita por Samuel D. Hunter, la historia se centra en un hombre que tiene problemas alimenticios, el cual ha decidido reanudar la relación con su hija, a quien abandonó a temprana edad.

El papel en cuestión es interpretado por Brendan Fraser, quien ha acaparado los reflectores de la prensa especializada debido a que no había tenido un rol tan destacable en muchos años.

Más allá de su portentosa recreación de un ser sumergido en una espiral de autodesprecio y recuerdos tormentosos, "La ballena" es una propuesta que sirve para poner el dedo en la yaga respecto a los prejuicios de la gente.

Lo anterior debido a que Fraser da vida a un maestro de literatura que, vía clases virtuales, anima a sus alumnas y alumnos a decir la verdad en sus ensayos, es decir, a no limitarse con escribir de manera correcta.

Ello a pesar de que él esconde su obesidad apagando la cámara de su computadora por temor a la reacción que pueda causar su apariencia.

Es esa contradicción humana una de las las mayores virtudes de "La ballena", cuyo guion fue adaptado por el propio escritor de la obra de teatro, ya que muestra la manera en que los prejuicios pueden hundir a alguien en el exilio o el anonimato y, a la vez, generar reacciones encontradas en los espectadores, dependiendo las ideas preconcebidas de los mismos.

Al respecto, algunas personas que ya pudieron ver el nuevo filme de Aronofsky han relatado que pasaron un mal rato a causa de otros espectadores con los que han compartido función de cine, pues estos se mofaron de la apariencia de "Charlie", el personaje estelar.

Lo anterior habla de la falta de empatía en un gran sector de la sociedad y la manera en que esto puede mandar a las sombras a cualquier persona, sin importar que no solo somos un cuerpo o una cara.

Por otro lado, "La ballena" es un ejercicio de maestría narrativa, porque Aronofsky va revelando pormenores de sus personajes con un gran ritmo y una estupenda edición.

Ojo a las secuencias finales, en donde entrega algunas de las escenas más bellas de la historia, sin que en ningún momento se perciba el origen teatral del texto.

Teniendo la casa de "Charlie" como el espacio predominante de la película, "La ballena" también es dueña de momentos crudos, que cuestionan la hipocresía de la sociedad, esa que no es capaz de escupir las verdades de su interior, disfrazando a toda costa sus torcidos juicios morales.

Aunque a veces parece que la cinta deambula en la delgada línea entre el melodrama exagerado y la denominada "pornografía emocional", tanto Fraser como Aronofsky evitan ello vía su sensibilidad y buen ojo, respectivamente.

Como agregado, es importante destacar a las tres actrices que aparecen en el filme: Hong Chau, Samantha Morthon y Sadie Sink.

La primera de ellas interpreta a "Liz", la enfermera de "Charlie" que no se anda con rodeos, la cual percibe en él a una alma triste que lucha continuamente contra sus demonios.

En tanto, Morthon y Sink dan vida a la exesposa e hija del estelar, respectivamente, que no tienen temor en escupir lo que verdaderamente piensan o sienten, algo que se agradece en una época donde abundan los simuladores o los falsos aliados de los grupos discriminados.

En conclusión, "La ballena" es una propuesta que podría no ser del gusto de muchos cinéfilos, sin embargo, no dejará indiferente a nadie, mucho menos a quienes se ven reflejados en los prejuicios que tienen ciertos personajes, algunos de los cuales son perpetuados por las religiones o los medios de comunicación.



Junior H y sus corridos tumbados llegan a Puebla



Jaime López


El exitoso intérprete de corridos tumbados (subgénero que combina los corridos tradicionales con rap o reguetón), Junior H, estará en tierras poblanas este fin de semana.

Respaldado por millones de reproducciones en plataformas digitales, el artista originario de Guanajuato se presentará en el Auditorio GNP los días 24 y 25 de marzo.

Hay que recordar que el interpreté del tema "Ella" agotó rápidamente las localidades de su primera fecha en Puebla, a tan solo tres horas de que se pusieron en venta.

Derivado de lo anterior, Arta Producciones, una de las compañías organizadoras, abrió un nuevo concierto para el beneplácito de las y los seguidores

Junior H tiene éxitos como El hijo mayor, Fin de semana, El rescate, Vamos para arriba, entre otros y es una de las figuras más populares de la actualidad.

Hay que agregar que el cantante tendrá un invitado en sus dos espectáculos; se trata de Óscar Maydon, con el que ha colaborado en algunos temas.

El costo de los accesos para los conciertos de Junior H iban de los 580 pesos en zona Gradería 3er Nivel, hasta los 3 mil 470 pesos en Vivir Es Increíble, que es el área más cercana al escenario.

En entrevistas, Junior H ha expresado que su música está cambiando el género regional debido no solamente a su juventud, sino a que habla sobre las cosas que le pasan día a día.





Aunque tú no lo sepas: una charla con Sacha Triujeque



El músico, ingeniero y productor mexicano Sacha Triujeque, ganador del Grammy, nos habla desde las entrañas de la industria musical latinoamericana trabajando junto a figuras como Gustavo Cerati, Charly García, Pepe Aguilar, Kinky, Control Machete, Cártel de Santa y Paulina Rubio, entre muchos más.

Gran parte de las grandes canciones populares de los últimos años en México han pasado por las manos y el genio de este peso pesado de la música, que además impulsa el talento emergente a través de su estudio de grabación Soga Recordings.


Para más entrevistas suscríbete al canal de YouTube de Casa Yonki.

Letrinas: Breve antología poética de Marco A. Pérez


 

Breve antología poética de Marco A. Pérez




LOS QUE ENTENDIERON LA REALIDAD

No vamos a engañar a nadie:

después de la tormenta

nunca llega la calma.

Nos quedan la inundación

y la tristeza de los árboles mutilados.

 

¿Qué nos espera a nosotros

si hasta un tronco atado a la tierra

se inclina ante la tempestad?

 

Habrá que renunciar

al heroísmo,

dejarnos llevar por

estas cloacas

que nos arrastran

inevitablemente

como cuerpos de animales muertos.

 

No nos mintamos,

aquí ni ganan los buenos

ni los hijos de puta

reciben su merecido;

aquí apenas se salvan

los que entendieron la realidad

y se arrojan al mar

atados a su peso.

 

Benditos sean los suicidas:

si tuviera una religión,

ellos serían mis santos.

 



HOY HE LEÍDO A VALLEJO

Hoy no tengo ganas de nada

ni siquiera de estar muerto.

 

Mis manos pesan

como puños

de boxeador noqueado.

 

Me he forjado esta boca

besando la lona

más que tus labios.

 

Apenas puedo escuchar

la cuenta regresiva

y levantar mi voz

para intentar sostener

algo mío en alto.

 

Alcanzar el cielo

es asunto de pájaros,

yo me limito a pensar

con las alas de los libros:

abrir páginas

para no destaparme el cráneo.

 

Y me bebo la vida

como un alcohólico

a las diez de la mañana.

 

No quiero saber nada

de la esperanza:

que venga la muerte

a ver el mundo a mi lado

y entonces sabrá

por qué la deseamos tanto.

 

Pienso en toda la gente

que me ha querido,

por cinco minutos o cinco años,

no importa la medida

cuando es equivalente el daño.

 

Pediré perdón por última vez,

aunque uno se cansa

de recibir clemencia.

 

No me despido,

hoy he leído a Vallejo,

perdonen la tristeza.

 

 

 

ANIMALES DOMÉSTICOS

Me duele el perro del vecino.

Atado.

Limitado a un pequeño

espacio todo el día

a cambio de techo y comida.

 

Triste, pero seguro...

¿Seguro de qué?

¿De su soledad entre ladridos

de ansiedad?

¿De dos o tres caricias

que no valen la condena?

 

Me apena el perro del vecino,

como si mi corbata

asfixiara menos que su correa.

 

No hay mucha diferencia

entre mi horario de oficina,

el miedo,

y su docilidad doméstica.

 

Mientras él se acostumbró

al tintineo de sus cadenas,

yo me voy acostumbrando

al sonido de estas teclas.

 

  

 

SOY

Soy el poema mal hecho de otro imitador de Bukowski.

La canción más desafinada de Corcobado.

El loco que no se atreve a ser rey de su propio mundo

imaginario,

aterrado del resplandor blanco

en una habitación marginada del viejo hospital.

Soy la sonrisa salpicada de sangre en el rostro del

asesino serial.

La bala dorada que perforó el cráneo del niño soldado.

El pensamiento perverso del sacerdote,

o sus dedos,

persignándose.

Pálidos dedos que minutos antes

se introducían húmedos en la entrepierna de otra víctima.

Soy el político sonriendo en la foto con el pobre.

El vagabundo que morirá de frío y nadie notará.

El cáncer que matará a tu madre en cinco años.

El niño que no volverás a ser.

Soy la tierra sobre tu ataúd.

La cuerda que alguien tirará

después de descolgar tu cuerpo aún tibio.

El perro atropellado por un conductor borracho

que se destrozará el cráneo a un kilómetro de ahí.

 

Soy el mundo destruido por el hombre.

 

Y tú,

¿me reconoces?

 

 

 

SEGURO QUE ESTA HISTORIA TE SUENA

Hoy vi a un niño llorando

al lado del cadáver

de su pequeño poodle.

Otro perro más grande

lo había matado.

 

Ese tipo de cosas siempre me ponen mal.

 

Pensé en qué es

lo que se le puede decir.

Cómo explicarle.

Pero sólo vino a mi mente

el verso final

de un poema de Iribarren:

 

es la vida, hijo...

y no ha hecho más que empezar.

 


 

EL DOLOR MÁS PROFUNDO

Aquí no hay poesía,

sólo esto:

la realidad.

 

Más allá de las palabras que inventamos,

más allá de la fuerza de todas las catástrofes,

la soledad es lo único que sobrevive.

 

El miedo es la unidad de medida de la muerte

y la muerte es la máscara del tiempo.

 

Pero hay un dolor más profundo

que supera todos nuestros temores.

No es de la muerte

de lo que en realidad huimos

sino de algo aún más inevitable.

Terrorífico.

Ordinario:

 

el olvido.

 



LA FORTUNA DE LAS MOSCAS

Somos nada

y a la nada pertenecemos.

Pequeños seres pretenciosos,

primates de un metro setenta

y a veces ni eso.

 

Más parecidos a las células de un cáncer

que a las estrellas en el cielo.

 

Nacemos, crecemos, follamos, fallamos y morimos.

Millones de ciclos repetidos

en una danza absurda entre la mierda y la soledad.

Almas frustradas, ancladas

al mismo deseo de eternidad.

 

Reafirmamos nuestra arrogancia odiando.

 

Creemos que no guardamos relación

con nada que consideremos inferior.

Ahí están las moscas, por ejemplo,

nos provocan asco y las preferimos lejos.

 

Nos cuesta admitir

que aunque no somos moscas

nos encanta la mierda.

 

Incluso,

nuestra fortuna es menor:

ellas,

en su miserable condición,

apenas viven unos días

y además saben volar.

 

Somos superficies,

limitados por cinco sentidos

y cuatro dimensiones.

 

No nos cuestionamos nunca nuestra existencia;

sólo aceptamos las ideas

con las que nos violaron la mente

nuestros padres.

Y las defendemos.

Nos aferramos a ellas

como si los muros de nuestra percepción

fueran un sagrado monumento,

pero sólo somos

maquinarias del miedo.

 

Para qué seguir.

Para qué insistir.

Para qué tanta palabra seca

taladrándome el cerebro,

si mañana vuelvo al mismo encuentro:

dormir, comer, cagar, trabajar, embriagarme

y comenzar de nuevo.

 

Si no nos jugamos la vida,

¿Para qué la queremos?

 

¿No sería entonces mejor la muerte?

¿El abandono por voluntad

y no esta permanencia por cobardía?

 

Tanto ruido y al final

nuestro cadáver apenas servirá

de patria para las nuevas larvas

que fundarán nuestro esqueleto.

 

Se desnuda la cruda anatomía del universo:

 

Morir no significa irse

sino regresar a casa.

 

A dónde pertenecemos.

 

A la nada.

 

 

 

LOS DÍAS NORMALES

Huimos de la trivialidad,

de la costumbre,

de la mediocridad,

de lo simple,

de lo común,

de lo insípido:

de lo que nos une al resto.

Huimos, en fin,

de los días normales.

 

Y sin embargo,

son lo que más nos sucede.

 

Observa a todos

esos perros en la calle,

avanzan como si supieran

siempre a donde van.

 

Quisiera tener

esa misma certeza.

Conservar el instinto.

 

No hay ni un rastro

de furia por las banquetas.

Ni un camino que

nos lleve a la deserción.

 

¿Civilidad o imbecilidad?

 

Incluso el árbol envejecido,

con raíces y paciencia, aprendió

a reventar el concreto usando

la sabiduría de su propia naturaleza.

 

A morir de pie entre los arrodillados.

 

Nos arrancaron la rabia

pero no la esperanza.

 

La trampa es mantener

nuestra pasividad intacta:

un rebaño de carne

anhelante y acostumbrada.

 

Porque un pueblo desesperanzado

sabe que morirá peleando.

 

No hay nada más incendiario

que la desesperación.

 

 

 

INCENDIO UNIVERSAL

Hay algo que se pudre,

que cruje cada vez que sonrío,

como una máquina averiada

en medio de un sistema productivo.

 

No es para ponerse de pie

que nos levantamos.

Es para continuar, simplemente.

 

Arrastrados por la inercia del propio juego:

la realidad que nos ha tocado

sin poder elegir la casilla de inicio.

 

Somos el insecto que el azar amenaza

poner bajo la bota.

 

Hemos hallado algunas salidas,

es cierto, pero no todos sobreviviremos

a los caminos que nos llevarán a ellas.

 

Mi corazón es del tamaño de un puño

y mi puño tiene el tamaño de la ira.

 

Nada es más inútil

que algo que funciona, impecable,

dentro de un cuerpo que no sabe

para qué sirve.

 

Reunamos toda la tristeza de nuestra generación

y prendámosle fuego.

 

Será el gran incendio universal:

las ciudades hermanadas por las llamas,

desatando su hedor a mierda y consuelo.

 

Arderemos

para cicatrizar el dolor en cenizas.

 

Y si no sobrevivimos,

al menos

iluminaremos.

 


Marco A. Pérez. Poeta originario de San Martín Texmelucan, Puebla. Publicó el libro de poemas La fortuna de las moscas (2021), en la editorial El Viaje y El Camino. Ha participado en festivales culturales como Tlalancarock, Encuentro de Blues del callejón y Encuentro Nacional de Poesía Max Rojas. Actualmente se encuentra trabajando en su segundo poemario. Es papá de Galia.

Escafandra Literaria: entrevista con el escritor Mario Bellatin


Mario Bellatin
es uno de los escritores más importantes y prolíficos de la literatura hispana contemporánea. Sus obras han sido clave para la revolución narrativa, mostrando universos tan interesantes como únicos.

En esta entrega de Escafandra Literaria estaremos charlando sobre las particularidades de su obra, Juan Carlos Onetti, el mundo literario actual y la importancia de acercarnos a las editoriales independientes.



Suscríbete a nuestro canal de YouTube para más charlas con escritores contemporáneos.

El devenir de Emir Kusturica


Jorge Tadeo Vargas | 


Aunque la carrera cinematográfica de Emir Kusturica no inicia en 1995, cuando ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes y el Oscar a mejor película extranjera por Underground, este fue el año que lo conocí y que comencé el recorrido hacia atrás de su trayectoria, buscando sus películas anteriores. Una rápida búsqueda en el incipiente internet de aquellos años y un amigo que vivía en la Ciudad de México me ayudaron con esto. Él las buscó, las consiguió y me las mandó vía correo postal en formato VHS hasta la ciudad de La Paz, que era donde yo estaba comenzando mis estudios universitarios.

Así fue como vi “Papá esta en viaje de negocios” (1985) con la que inició el camino hacia la internacionalización y el reconocimiento global, ganando su primer Palma de Oro y recibiendo su primer nominación al Oscar como mejor película extranjera. Esto con apenas treinta y dos años. También conseguí “Gipsy Times” (1988), que se convirtió en mi película favorita del director por muchos años, una belleza de lo absurdo y el realismo mágico, con la que hace una denuncia al racismo y la violencia hacia lo diferente, hacia aquellos que tienen una forma de vida distinta a la que el sistema nos dice que debemos de tener, una visión totalmente contraria a la visión occidental que impera en muchos directores de cine, incluso en aquellos que son críticos al sistema.

La tercera (aunque las conseguí en un mismo paquete) fue “Arizona Dream” (1993) su primera (y última) incursión en el cine norteamericano. Una comedia negra, absurda, muy a su estilo que no tuvo el éxito que pudo haber tenido, con un Johnny Depp logrando una de sus mejores actuaciones al lado del genial Jerry Lewis y la maravillosa Faye Dunaway. Con esta, mi colección de la filmografía de Kusturica estaba completa, claro que le sumaba Underground, con su maravillosa banda sonora y el espectacular poster que la acompañaba y que me agencié en el videoclub donde trabajaba. Solo me tocaba estar atento a sus nuevas películas.


Muchos años después conseguí (en DVD) ¿Te acuerdas de Dolly Bell” (1981) donde va mostrando su estilo de sobra conocido, lleno de una elegancia estilística propia de su forma de ver el mundo, su obsesión de enfrentar a sus personajes al caos mientras todo se va resolviendo entre lo absurdo y el realismo mágico. Tal vez esta forma de ver la realidad es lo que lo hace sentirse tan cercano a América Latina, pues entiende a la perfección este surrealismo arropado por la magia, del cual nos sentimos tan orgullosos.

Kusturica es un tipo difícil de descifrar, alguien que traduce de forma perfecta el caos y lo lleva a buen fin, a la par de ser un producto de sus propias contradicciones que lo persiguen para que las traduzca en forma de historias absurdas, hilarantes, esas mismas contradicciones con las que viene lidiando desde la desaparición de Yugoslavia.

Y es que el nacido como bosnio, musulmán, en algún momento tomó la decisión de reconocerse como serbio y se convirtió al cristianismo ortodoxo, a la par de iniciar un viaje al nomadismo que lo ha llevado a vivir en muchos otros países y ciudades. Es como se siente más cómodo, siendo un gitano sin patria que defender o de la cual renegar según sea la situación o las necesidades.


Tal vez es la razón por la que se siente como pez en el agua tocando y girando, primero con la banda punk Zabrajenjo Punsenje o en lo que se convirtió esta agrupación con el paso de los años que es la Emir Kusturica and the No Smoking Orchestra, su espacio seguro desde hace varias décadas y al que regrese siempre de que lo necesita, este espacio colectivo donde es uno más de muchos creativos a la hora de componer y tocar.

En 1998, sumaba a sus otros premios el León de Plata de la muestra de Venecia como mejor director por la película “Gato Negro, Gato Blanco”, una comedia absurda, negra, donde una comunidad gitana es la protagonista. Ambientada en las riberas del Danubio cuenta la historia, cual es su costumbre, de unos marginados que buscan desde su propia visión sobrevivir a este sistema. Aquí la banda sonora es parte fundamental de la historia por lo que toma un papel protagónico, a la par de la dirección de fotografía o de arte. Kusturica mantiene el absurdo, el realismo mágico para contar la historia de quienes sobreviven al borde de la sociedad poniendo en marcha su creatividad para engañar a los privilegiados. Todo esto desde la visión nada occidental que Emir tiene del mundo.

En 2001, estrena el documental Super 8 Stories, donde narra las peripecias de la banda a la que pertenece, los No Smoking Orchestra, mostrando la relación tan cercana que existe entre los integrantes, con lo que hace uno de los mejores documentales de música que he visto. Mas allá de la crítica que se le ha hecho, lo que retrata de manera muy objetiva es la convivencia diaria de una banda más allá de las actitudes y vicios de rockstar que siempre están presentes en este tipo de documentales. No es sobre la caída y la redención, es sobre el amor y la amistad.


Para 2004, regresa a terrenos de la “ficción” con “La vida es un milagro” y uso comillas para resaltar la palabra ficción pues el impresionante trabajo que hace con esta cinta para rescatar la memoria histórica de la guerra yugoslava, la convierte en posiblemente el mejor trabajo de Kusturica hasta el momento. Su objetividad, su madurez como cineasta, son muy claros, además de sumarle significativamente su rechazo a la visión cinematográfica e histórica occidental. Para él, el diálogo no es necesario, mucho menos demostrar algo a la hegemonía occidental (a la cual nunca le ha hecho reverencias). Su cine va más allá de ellos y su visión miope. Para cerrar con “La vida es un milagro” y la recuperación de la memoria presenta el corto “Blue Gipsy” (2005) dándole voz a los niños de la guerra en tan solo diecisiete minutos.

Para 2007, la comedia absurda, el realismo mágico, los marginados y su forma de enfrentar la vida son los protagonistas de la historia de “Prométeme” contando cómo se sobrevive en el borde, ese que el sur global conoce tan bien, lleno de muertos, desaparecidos, de violencia, la cual Kusturica sabe disfrazar muy bien, para soltarla en forma de humor negro, políticamente incorrecto.

Su gusto por el futbol y sus cercanías ideológicas, lo llevaron a filmar en el 2008, “Maradona by Kusturica”, un documental sobre Diego Armando Maradona y el culto que se vive en torno a él, no solo en Argentina, sino en todo el mundo. Aquí también da constancia de la cercanía del diez con cierto sector de la izquierda latinoamericana, y da constancia de ese apego ideológico. Este es un documento fílmico que intenta ser lo más objetivo posible, aunque también lleva mucha carga de sentimentalismo y parcialidad por parte del director, lo cual tampoco es un pecado, al final, el documental narra la historia de un personaje al cual Kusturica admira como jugador y como persona. De nuevo salen a flote sus contradicciones.


En 2014 retoma el cine de ficción participando en el ejercicio “Words with Gods” filmando uno de los nueve cortos de este proyecto fallido que intenta armar un diálogo sobre la existencia de Dios, el cual tristemente queda reducido a historias pretenciosas y faltas de ritmo.

Para 2016 regresa a la dirección con “On the Milky Road” y aunque su estilo se mantiene ha perdido de cierta forma esa visión absurda, de confrontación con el occidente, tal vez como producto de todos sus años viviendo justo en esos países, pero en esta película se le nota autocomplaciente, sin crítica, sin ofrecer nada distinto, incluso su decisión de tomar el rol protagónico junto a Mónica Bellucci, se siente forzado, lejos de lo que nos había dado. Este es posiblemente el peor ejercicio cinematográfico de su carrera, ni siquiera el soundtrack es capaz de salvarlo, tomando en cuenta que para Kusturica esta parte siempre ha jugado un papel importantísimo a la hora de contar sus historias.

Desde 2016 no ha regresado a filmar ficción, aunque en 2018, regresa al terreno de los documentales con “El Pepe: una vida suprema” donde narra la vida de José Mujica, desde sus años en el activismo hasta la llegada a la presidencia. Con este rinde homenaje a uno de los personajes de la izquierda institucional más coherente que han existido y que sin embargo está lleno de contradicciones, tal vez fue la razón por la que Kusturica decidió contar su historia, no podemos ignorar que en las contradicciones propias del director, en 2014 apoyó abiertamente a Vladimir Putin, y actualmente ha declarado su repudio al presidente de Ucrania, en esta guerra contra Rusia. Es claro que sus apoyos tiran más hacia la izquierda, sin hacer un verdadero cuestionamiento. Aquí Kusturica sufre del mal de todas las celebridades de izquierda, una falta de conocimiento real de la problemática, con mucho mainstream de por medio. El apoyo a Mujica, a la vez que Putin no muestra sino sus contradicciones y su intento de navegar más allá del caos.


Emir Kusturica ha declarado en múltiples ocasiones su deseo de dejar de dirigir, de retirarse del cine y dedicarse por completo a la No Smoking Orchestra, sin embargo ha regresado al menos en un par de ocasiones, y es que el cine le ha dado mucho, lo mismo que él nos ha dado a los espectadores y tal vez por eso se mantiene aquí, por ser el lugar desde donde puede arremeter con más fuerza contra las visiones hegemónicas del sistema, desde donde puede debatir ideologías y creencias, desde lo absurdo y surreal, desde donde puede poner en entredicho sus contradicciones e intentar ordenar el caos.



Enero, 2023
Desde algún lugar en el exilio.

Jorge Tadeo Vargas, escritor, ensayista, anarquista, a veces activista, pero sobre todo panadero casero y padre de Ximena. Está construyendo su caja de herramientas para la supervivencia
© Copyright | Revista Sputnik de Arte y Cultura | México, 2022.
Sputnik Medios