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Rosario de casas: la apuesta por la jardinería del Museo Escárcega


Por Reyes Rojas | Fotos: Diego Ramírez


“¿Hay algún otro goce, salvo la jardinería, que pida tanto y dé tanto? No conozco otro excepto, quizá, la escritura de un poema. Son muy parecidos, incluso en la cantidad de desperdicio que hay que aceptar en aras a un casual y raro goce, en el caso de que se consiga. [...] La jardinería es una de las recompensas de la madurez, cuando la persona está preparada para una pasión impersonal, una pasión que exige paciencia, una aguda conciencia del mundo fuera de uno mismo y el poder para seguir creciendo a pesar de la sequía o la cruda nevada, hacia esos momentos de puro goce en que todos los fracasos se olvidan y florece el ciruelo.

May  Sarton


Museo Escárcega es un laberinto gozoso. Caminarlo por primera vez es casi un sueño lyncheano de portezuelas y pasillos insospechados. Único en su arquitectura, en su colección y los en motivos de su creación, su sola existencia es una prueba viviente (porque es verdad que este museo respira) de la paciencia y la pasión impersonal que menciona Sarton al comparar la jardinería con la hechura de un poema. 

El museo, se encuentra en Ezequiel A. Chávez 311, en el histórico Barrio de la Purísima. Este espacio cultural independiente, fundado y sostenido por el ingeniero Eduardo Escárcega, alberga una destacada colección de arte gráfico mexicano que el ingeniero y empresario Eduardo Escárcega, ha reunido por más de cuarenta años.  El edificio ha funcionado también como taller, foro y punto de encuentro para la creación y la memoria.

Todo empezó cuando Escárcega, su fundador, era estudiante de ingeniería en la UNAM. Ahí, por obligación, cursó una materia humanística en la Facultad de Filosofía que lo introdujo al mundo del arte, la literatura y algo más profundo: una manera de vivir.

“En la UNAM me tocó arte y literatura. Me sobrecogió todo lo relacionado con la creación, la palabra, el lenguaje. Ahí entendí que el arte toca el alma.”

A la par, ya trabajaba. Con sus primeros sueldos, se iba a la Zona Rosa de los años 70, visitaba galerías y preguntaba si podía comprar obras en abonos. Algunas veces le decían que sí. Las iba guardando en un cuartito de azotea que usaba como bodega. No pensaba en colgarlas en su sala. Su plan era mostrarlas algún día.

“Jamás pensé en tenerlas sólo para mí. Siempre imaginé compartirlas. Quería que tocaran el corazón de otros.”


Lo que crece despacio echa raíz

Hoy, el museo tiene 18 salas y más de dos mil piezas de arte mexicano, sobre todo gráfica. Muchas obras son de artistas cercanos al propio Escárcega, como Rafael Zepeda, Gabriel Macotela, Luis Filcer y Octavio Bajonero. Otras forman parte de una colección de hidrocálidos e hidrocálidas que celebra el arte local.

“Me interesa que los jóvenes reconozcan a quienes dieron todo por Aguascalientes. Que sepan quién fue Paloma Müller, por ejemplo, que conozcan su esencia y la de sus padres.”

El museo se construyó poco a poco. Primero compró una casa vieja. Luego otra justo a un lado, y así continuó durante los años, hasta armar el rosario de casas que lo conforma.

“Muchos me preguntaban cómo hice todo desde la nada. Y les digo lo mismo que decía Ernesto Sábato: unos creen que fue suerte, otros chiripada. ¿Tú crees en milagros? Yo sí.”

A diferencia de muchos proyectos culturales que buscan financiamiento institucional desde el inicio, Escárcega decidió levantar el museo de manera completamente independiente. No por falta de confianza en las instituciones, sino por una apuesta clara por la autonomía creativa. Según cuenta, ese camino permitió tomar decisiones sin presiones externas y mantener una visión personal del proyecto, cuidando cada detalle desde la restauración de las casas hasta la curaduría de cada sala. Aun así, no se aisló: colabora con museos públicos, presta obra y está totalmente abierto a convenios. Pero el control, como en un jardín cuidado a mano, nunca lo abandona.


Un taller, un foro y un camioncito

Además de las salas de exhibición, el museo tiene un taller gráfico con prensas y litografía. Antes de la pandemia, Escárcega invitaba a un artista al año para crear ahí durante 15 días o más.

También hizo un pequeño foro escénico pensado para obras teatro, música y performance.

“Hoy está en pausa, pero pronto volverá a la actividad”, comenta el ingeniero.

Una de las iniciativas más queridas del museo ha sido el camioncito, que servía para traer niños de colonias lejanas al centro de la ciudad. En el museo, los recibían recitales, charlas y actividades sobre arte.

Escárcega no mide su trabajo por el impacto inmediato. Prefiere seguir sembrando sin esperar. Dice que el museo es como un sembrador: reparte semillas y no mira atrás. Algunas no germinan. Otras florecen.

“Queríamos que vieran que ellos también podían tocar un instrumento, que podían hacer arte. Era todo. Esa semilla basta.”


Del trabajo técnico a la acción cultural

Aunque pueda parecer extraño, para Eduardo Escárcega dirigir una empresa y construir un museo tienen más en común de lo que uno pensaría. En ambos casos se requiere visión de largo plazo, atención al detalle, cuidado de los recursos y, sobre todo, una ética de trabajo basada en la responsabilidad con los otros. Su empresa, SIICA, dedicada a la seguridad industrial, fue fundada con los mismos principios con los que levantó el museo: servicio, compromiso y búsqueda constante de calidad.

Escárcega no ve al arte como algo ajeno a su formación técnica, sino como un componente esencial para desarrollar sensibilidad, incluso en los contextos más duros o estructurados. Para él, un ingeniero que escucha buena música, que ha leído poesía o que ha contemplado una buena obra, tomará decisiones con mayor conciencia, no sólo técnica sino también humana.

Con el museo, ha demostrado que el trabajo empresarial también puede traducirse en una acción cultural, si está guiado por valores claros. La gestión, la planeación y la administración —habitualmente vistas como herramientas secas— pueden volverse aliadas del arte cuando se aplican con inteligencia y sensibilidad. En este caso, no solamente para producir utilidades, sino para proteger y compartir belleza, historia y memoria.

En tiempos donde la administración pública parece mirar con total indiferencia a la cultura local —dejando museos sin presupuesto o en total abandono, bibliotecas vacías, artistas sin espacios y acceso sesgado a centros culturales—, iniciativas como el Museo Escárcega demuestran que aún es posible cultivar sin esperar a que el Estado riegue. Que la cultura florezca en la iniciativa privada, en lo íntimo, en lo afectivo, no exime a los gobiernos de su responsabilidad, pero sí señala con claridad que, incluso ante la aridez más rígida, diríamos volviendo a May Sarton, hay quienes siguen haciendo jardinería.

 


La vista fascinante en la obra de Jean Rustin


Por Samanta Galán Villa | 


Hace cuatro años que decidí emprender un viaje por un espacio desconocido. Por la tierra de nadie a la que nunca quise entrar porque la vista hacia el propio cuerpo no fue una enseñanza que recibiera en mi educación de infancia. Al contrario, el cuerpo era algo así como una suerte de castigo o de objeto de deseo del que se debía permanecer al margen.

En un intento por sacudir esto de mi sistema de creencias, comencé la práctica de pararme frente a un espejo de cuerpo entero, desnuda. Conocí cada pliegue, lunar y zona oscura de mi piel. De a poco logré acostumbrarme a mi apreciación, pero había algo que no terminaba de encajar. Una pieza faltante.

Cuando supe de la existencia de La noche sexual (Funambulista, 2014) de Pascal Quignard, caí en cuenta que esa sensación de añoranza o de búsqueda interminable era La imagen que falta en el alma. Algo que, en mi propio entendimiento, tiene que ver con El otro. La otredad que sin duda termina siendo el eslabón que une la existencia propia a la totalidad.

Quignard habla de la desnudez oscura, del acto sexual que da origen a la experiencia de vida individual, al cuerpo, a la luz. Hojeando sus páginas plagadas de pinturas, grabados y mitos que aluden directamente a sus sentencias sobre la sexualidad y el origen, encontré la imagen de Tres personajes, de Jean Rustin.

Verla me dejó como seguramente ha dejado a la mayoría de los admiradores de su obra: Con la sensación de que la que está siendo observada soy yo. Que de forma instantánea me convierto en testigo de algo que debería permanecer oculto, en secreto. Busqué todo lo que pude respecto al propio Jean Rustin y su obra, encontrando poco en español. Lo que se sabe a ciencia cierta es que Rustin tuvo dos etapas significativas en su labor artística.

La primera marcada por pinturas coloridas y agradables, bastante alegres. Su fama logró llevarlo a una exposición en el Museo de Arte Moderno de París en 1971. Fue ahí que Rustin se dio cuenta de que aquello no era lo que quería plasmar, que era momento de arriesgarse por lo que en verdad quería decir no sólo de él mismo, sino de la condición humana.

Rustin se dedica a pintar figuras decadentes, la gran mayoría desnudas. Espacios grises y austeros con uno, dos o tres personajes mostrando sus genitales de manera intencionada e incluso desafiante. Y lo que sin duda no puede pasar desapercibido, es esa mirada inquisitiva en sus rostros. Como si dijeran: Míranos, mírate a ti mismo a través de nosotros. Mira la escena oculta. Mira cómo tu ceguera desaparece con la luz de este sol negro.

Entonces nos volvemos partícipes y cómplices de una escena sexual que no tiene nada de erótica. No hay movimiento, no hay calor. Da la impresión de que esos cuerpos fantasmales se hubieran petrificado en el tiempo en una actividad meramente biológica, pero que está, que es. Y los ojos, la vista de estos seres tan solos y tristes, se vuelve a cada uno de los observantes para perpetuar su existencia.

Roberto Calasso en Las bodas de Cadmo y Armonía (Anagrama, 1990), explica cómo la Core se vuelve Perséfone sólo hasta que es vista por Hades. Cuando el dios del inframundo sube a raptar a la muchacha, ésta deja de serlo para tomar identidad, para ser lo que estaba destinada a ser.

De igual forma, parece que los personajes de Rustin son mensajeros de un destino ineludible: La transformación corporal, la soledad, el ansia de existir a través de la mirada del otro.

Dice Pascal Quignard que las verdaderas imágenes son siempre las de los sueños y Rustin lleva esta máxima a un territorio onírico, a una suerte de pesadilla que nos hunde en las zonas más remotas de nuestro interior, donde habitan la incomodidad, el espanto, la angustia. Ahí las emociones toman un nuevo matiz, con algo de esperanza, con la calidez que da reconocerte a ti en otro espacio, en otro cuerpo, en la mirada de una mujer que abre las piernas en el lienzo de Rustin para que puedas observar LO QUE ES. Sin filtros, escenas descarnadas, crudas, como puede serlo la misma realidad.

En una entrevista realizada por Manuel Toledo para BBC Mundo, se le pregunta al pintor si sus personajes son locos o enfermos mentales, a lo que Jean Rustin responde con la seguridad de un santo:

No. Somos tú y yo.

Es pensando en todo esto que sigo afirmando que la experiencia vital no termina donde acaba nuestra piel, sino que se extiende a todo a aquello que nos refleja y comunica. Con las pulsaciones del otro que irremediablemente terminan regresándome al espacio virgen que menos conocí en mi vida, como dijo Temperley. A ese espacio infinito que es mi cuerpo.


Samanta Galán Villa (Moroleón, Guanajuato,1991) textos suyos se publicaron en medios como la Revista Pez Banana, Revista Estrépito, Sputnik, Neotraba, Monolito, Low-fi ardentía y en el periódico oaxaqueño El Imparcial.  Recientemente se publicó su primer libro de cuentos 'Amorfismos' (2022), con editorial La Tinta del Silencio.

Sobre el primer aniversario de La Perlita y la estética relacional de Nicolas Bourriaud


Iván García Mora | Fotos: Omar Delgado | 

 

La forma de la obra contemporánea se extiende más allá de su forma material: es una amalgama, un principio aglutinante dinámico. Una obra de arte es un punto sobre una línea. (Nicolas Bourriaud).

 

La Perlita, antes que cualquier cosa, es un punto sobre una línea.

             Una obra de arte creada por Daniela Villa Cantú y Daniela D’Acosta. Porque la gestión cultural también es un acto creativo. Gestionar un espacio es crear las condiciones para que otrxs se relacionen. Aglutinar instintos y percepciones que se traducen en “obra”.

              Y estar frente a la obra de arte nos convierte en parte de ella.

              Danzantes que narran con el cuerpo, artistas plásticos que narran con pinturas e instalaciones, músicos que narran con el sonido; todxs ellxs, junto al público que les presta atención, son el glóbulo nacarado que da vida a La Perlita.

              Un espacio para imaginar.

              Un parque de diversiones para artistas,

              ubicado en el centro de Ensenada.

 

…la obra suscita encuentros y da citas, administra su propia temporalidad. (Nicolas Bourriaud).

 

Un año de vida para un espacio cultural es un alivio.

              Aire fresco y sombra

              bajo el sol quemante del capitalismo.

              Toda obra de arte es nuestra mente extendida a la materialidad.

              La imaginación vive afuera.

              En este año, el dúo de Danielas imaginaron a La Perlita como fabrica de creación, galería, venue para conciertos, escenario para teatrerxs, restaurante, bar.

              Su mutabilidad es su fuerza. Sus ganas de albergar.

              “La poesía es la continuación de la infancia por otros medios”, nos dice María Negroni. Un verso/armadura que le cabe a todxs lxs artistas, incluyendo a lxs gestores culturales.

              Celebrar el primer año de La Perlita significa celebrar el juego eterno. Es entender que al arte es arena para todxs, espuma para todxs, oleaje para todxs, fiesta para todxs.

 

Dicho de otra manera, lo que el artista produce en primer lugar son relaciones entre las personas y el mundo. (Nicolas Bourriaud)

 

La fiesta de cumpleaños por el 1er aniversario de La Perlita inició con:

              Acto 1: La Expo de Afuera “Esculturas y Murales”.

              Jocelin y yo viajamos en camión desde Tijuana; dos horas de chisme, desamor y porvenir salieron de nuestras bocas. Al llegar a La Perlita y pagar la entrada, recibimos vino de cortesía. Caminamos hasta el fondo del patio y descubrimos una fuente de ostiones.

              La gente se aglomeraba alrededor.

              Murales de Joel Mayoral, Leonardo Ortega, Gibrán Turón y Hachemuda en las paredes.

              Las buenas fiestas se asemejan a los buenos cuentos: tienen una gran introducción.

              Beber, comer, reír: la trama relacional por excelencia.

              La más placentera.

              Pasamos un rato saludando a algunas caras conocidas. Luego llegó Caro a la celebración, cubierta por un abrigo café: más peluche que persona.

              “Mientras más crudo el marisco es mejor”.

              Emocionada por los ostiones, me pidió que la acompañara para que nadie la viera comiendo. Este gesto de ternura, intimidad y gozo es lo que provocan algunas de las grandes obras.

              Y yo, ahí estaba:

              Cubriendo con mi altura a la mejor amiga de mi novia, mientras devoraba moluscos a escondidas.

 

Con gestos pequeños el arte, como programa angelical, realiza un conjunto de tareas al lado o por debajo del sistema económico real con el fin de zurcir pacientemente la trama relacional. (Nicolas Bourriaud).

 

Acto 2: Sala de zapatos by La Nopalera.

              La Nopalera es un playground liderado por Daniela Villa Cantú. Un taller de cerámica del que bien se podría escribir una sitcom. Junto a Isa, Meli, Ana Sofía y Lluvia, Daniela moldea el mundo con sus manos.

              Ubicado dentro de La Perlita, La Nopalera es un Rugrats que pone la risa, el juego y el afecto como elementos esenciales para aprender a manejar el barro.

              Sin embargo, para esta instalación, las manos de quienes asistimos no fueron lo más importante, sino los pies.

              Antes de entrar, Isa le daba una bolsa a todas las personas para que guardaran sus zapatos.

              “Fiesta de queso”, recuerdo risas y calcetines.

              Jocelin, Caro y yo nos adentramos.

              Del techo brotaban cortinas transparentes,

              acomodadas de tal forma que anunciaban pasillos circulares.

              Al centro de todo, como un núcleo planetario, colgaba una pieza compuesta por figuras irregulares.

              “Son como hojuelas de zucaritas”.

              Hechas con cerámica. Pendiendo de un hilo.

              Alumbradas de tal forma que

              su geometría asimétrica

              simulaba el irrepetible brillo

              del sol sobre el mar.

              De pronto me sentí como en una pecera.

              Esa sensación de profundidad se reafirmaba con el ambient jam que lanzaban Phanta, David Martínez, Braulio Lam, Bruno Zampano y Jota M.

              Mis amigas y yo nos sentamos en un cojín enorme y de color arena, pegados a la pared. Luego Dani nos sugirió: “¿Y si jalan el cojín debajo de la pieza?”.

              Dos minutos después, distintos grupos de gente arrimaban su cojín hasta el centro.


              De a poco las sensaciones cambiaron. Nos acostamos y vimos los zucaritas desde abajo. “Mira, parece una bacteria”, “¡Una medusa!”. “Esa tiene cara de concha”.

              Éramos la arena debajo de esos seres de cerámica.

              Estábamos en el clímax de la historia.

              Un silencio total de pensamientos.

              Solo la pieza sonora al fondo y los susurros de decenas de personas a nuestro alrededor.

              Por un momento, imaginé que la instalación sobre nosotros era un móvil para una cuna.

              “…es un espacio vacío o en construcción que siempre se está llenando de nuevos contenidos, de nuevas imágenes. Es un significante sin identidad, que se llena constantemente de nuevos significados”, Byung-Chul Han sobre la mutabilidad de la obra de arte.

              Pasé de ser arena a ser niño en tan solo segundos.

              Giré la cabeza, a lo lejos Isa sonreía.

              Ver a tu novia con ese brillo en la boca,

              sentir que también es tu brillo.

              Sentir que tú eres el sonido de la guitarra de Braulio.

              Sentir que las piezas de cerámica sobre ti

              son infinitas posibilidades de tus pensamientos.

              Volverse un continuo

              con la obra de arte.

 

 Parece más urgente inventar relaciones posibles con los vecinos, en el presente, que esperar días mejores. Eso es todo, pero ya es muchísimo. (Nicolas Bourriaud).

 

Acto 3: Ya hace hambre y ganas de bailar.

              Sí, hay una urgencia por dejar de cosificar los lazos.

              Dejar de pensar que los afectos tienen que ver con transacciones.

              Materiales, emocionales o simbólicas.

              La parte tres de esta fiesta se mudó a la bodega de La Perlita. Ya con zapatos puestos, degustamos tostadas de verduras y ostiones ahumados. Compartimos risas y anhelos.

              La oscuridad y la música Disco eran nuestro cielo.

              Braulio se acercó y me jaló para hablar con él.

              Su tez blanca, cabello rojizo y su voz: nada ha cambiado desde hace 12 años, cuando compartíamos el mismo profesor de guitarra y la misma hora de clase.

              “Nadie te enseña a envejecer”.

              Sus palabras son una reafirmación de que vivimos en una sociedad que glorifica la juventud.

              Estos temas se tienen que hablar.

              ¿Cómo envejecer “bien” sin tropezarte en el intento?

              Mi única respuesta es

              creando un grupo sólido de amistades.

              Montañas que sirvan de apoyo emocional.

              Pienso en el dúo de Danis y su equipo de trabajo. Un año de sostenerse mutuamente. De cabalgar el infinito amor por la creación artística y la gestión de un espacio.

              En algún punto, Braulio se fue.

              Me quedé con Caro, Jocelin e Isa, quien por fin se unió de tiempo completo a nuestro equipo nocturno. Decidimos abandonar la bodega, regresar a los cojines de arena.

              Volver a ser niñxs.

              La sala estaba en completo silencio.

              Solo nuestros chismes y risas la habitaban.

              Así, en calcetines, comenzó una pijamada que se desplegó hasta el departamento de Isa. Hasta allá se extendieron las emociones provocadas por el aniversario de La Perlita. Hasta los oídos de quienes, un día después, preguntaron cómo estuvo la fiesta. Hasta los ojos de quienes leerán este texto.

              “Cada época sueña a la siguiente” (Jules Michelet).

              La Perlita es un sueño materializado en el presente, pero que apunta al futuro.

              Un sueño. Una casa. Un nido.

              Eso. Sobre todo eso.

              Un nido.



La oscuridad del alma: acercamiento a la obra de Jonathan Barbieri


Por Samanta Galán Villa | 


Hay imágenes que, como la muerte, nos llevan sin pedir permiso hacia la oscuridad. Ese fue mi pensamiento al verme, cara a cara, con la impactante colección expuesta en el Museo de los Pintores Oaxaqueños: Obra Inédita 1989-2021, del pintor Jonathan Barbieri (Washington, 1955).

Entre los pasillos del museo, nos podíamos topar con el cuadro de una niña peinándose el cabello con los dedos sangrantes, frente a un pastel azul. Una buena porción de sesos sobre un plato de cerámica con el fondo verde pistache. O también la reunión de amigos en una cantina, en la que no sólo convergen personajes melancólicos, sino también sus emociones, sus demonios y tristezas, emergidos por la bravura del alcohol.

Jonathan llegó a México en la década de los ochentas y encontró su lugar en el estado de Oaxaca. En aquellos años, quedó fascinado por las cantinas del centro: sitios concurridos por seres marginales que viven a flor de piel ese lado humano maldito que no se elige y se impone como un destino. Como una cruz.

Podemos encontrar la obra que resultó de esta época en el libro La Pierde Almas, editado y publicado por Punta Cometa y Quarentena Ediciones. En este copilado de dibujos y pinturas, Barbieri nos da un recorrido por las ya extintas cantinas de Oaxaca de la década de los noventa. En la que muchos de los obreros, prostitutas y locos se reunían para escenificar ante los ojos despiertos del pintor un momento, un instante irrepetible que debió plasmar para grabarse en su memoria y en el tiempo.

En estos espacios donde imperan las luces opacas y sucias, Jonathan descubrió lo que es, desde mi punto de vista, ese hilo negro que conecta a toda la humanidad: emociones feroces y profundas como la traición, la soledad, la envidia y, por supuesto, el amor.

Los personajes de este artista cuentan una historia con sólo observar su expresión, un gesto y también ubicando el lugar que ocupan en las pinturas. El autor maneja cuartos pequeños, cerrados, en los que se pude ver esa neblina del humo de cigarro, o un cuarto sin foco, pero con la iluminación suficiente para distinguir excremento a los pies de un muchacho.

El espacio que se maneja en varias de estas pinturas es íntimo, apenas un cuarto en el que, como espectadores, nos incluye. Como si la vista del otro fuera una cuarta pared que permite la intimidad de una revelación.

Analizando la obra de este artista, que utiliza con gran destreza y emotividad la pintura de caballete, me lleva a pensar en qué es lo que inspira a pintores como Barbieri, Goitia, José Clemente Orozco y Julio Ruelas a girar la vista a este lado oscuro de la humanidad para llevarlo al arte. Qué es lo que nació en escritores como José Revueltas y Juan Rulfo para dejar de lado historias épicas, de conquistas, de triunfos y victorias, para sumergirse en las aguas pantanosas de la marginalidad, la miseria y la locura.

Una suerte de respuesta la encontré en la magnífica obra Las Posibilidades del Odio, de la mexicana María Luisa Puga. La escritora nos entrega una novela que tiene como tema central la colonización africana. Más tarde, en su diario, Puga nos dice que al vivir en Nairobi se dio cuenta que el hambre es la misma en México y en África. El dolor es el mismo en todo el mundo.

De forma invariable, esto me lleva a concluir que hay cierta unificación en el dolor, en la soledad, en el amor peligroso y titánico que nos arrastra casi siempre a la devastación. Es en pinturas como las de Jonathan Barbieri que encontramos la puerta que nos conduce a una introspección profunda.

¿Qué es lo que lleva a los artistas (de cualquier tipo) a llevar estos temas al arte? Quizá la respuesta la encontremos dentro de nosotros mismos, al dejarnos envolver y guiar por estas obras. Observando sus trazos y temas más allá de polémicas estéticas. Lo bello y lo cruel son caras de una misma moneda.

La oscuridad y la luz están presentes de manera armónica en la obra de este pintor, que a través de su mirada nos invita a contemplar escenas que nos estremecen y nos arrebatan por un momento del atiborramiento de la cotidianidad, y dirigen nuestra vista y entrañas a la miseria, a la perdición de los vicios, a la locura, al absurdo, a experimentar por un momento el sinsabor de la muerte.


* Agradecemos al pintor el material gráfico que acompaña este artículo. Conoce más de la obra de Jonathan Barbieri en su página oficial.

Ese pequeño punto azul: una mirada artística del planeta, a través de la obra de Berta Kolteniuk


  • La exposición se inaugura el 12 de marzo a las 13:00 hrs, como parte del mes de conmemoraciones a la mujer y estará abierta hasta el 29 de mayo en la sala Salvador Novo del Museo de la Ciudad de México (Pino Suárez # 30, Centro Histórico).


Acerca de Ese pequeño punto azul

Se trata de una reflexión sobre el mundo en el que vivimos, una visión del planeta desde el espacio, como ese pequeño punto azul que orbita en el universo. Somos todos pequeñas criaturas que habitan un planeta generoso en naturaleza, que nos da vida y es nuestro único hogar posible, el planeta que debemos cuidar. La pandemia, nos ha puesto a todos en el mismo nivel de incertidumbre y afectación, sin importar el lugar, la geografía, la condición social o racial, es una conciencia que nos ha unido en medio de una realidad compleja. Pero también hay muestras de lo contrario, actos infames como por ejemplo la muerte de George Floyd en Estados Unidos, motivó a la artista a realizar la obra “I can’t breathe”, que consiste en una instalación de 54 paneles pequeños de diferentes tonos de azul, pintados al óleo, con un horizonte blanco colocado a distintas alturas, para generar un ritmo con la idea de un respiro, era como pintar el aire, el cielo en todos los tonos posibles. Estarán colocados sobre unas pequeñas repisas, en hileras de tres, formando una longitud de 7 metros, para que el espectador lo camine.

Pangea, título de otra pieza, realizada con pintura acrílica derramada sobre un bastidor con tela de casi dos metros, está hecha con una paleta cromática de colores sutiles, los tonos más bajos posibles que dan una vibración fría en relación al blanco. Es una referencia a la fragilidad de la vida, “ así era como muchos nos estábamos sintiendo, no podía usar otros colores en ese momento y realicé muchas piezas que curiosamente, lo que produjeron en el espectador fue una sensación de ternura. Pangea es el mundo en origen, cuando todo era un solo continente”, dice Kolteniuk.



Según Rodrigo Ramírez, el trabajo de Berta Kolteniuk se genera como una afectación tectónica-(exterior) corporal- (interior), como respuesta sensible y afectiva a su apertura absoluta del mundo. Concebidas así como Cuerpomundo, sus obras son constelaciones de órganos o universos colapsados al interior de espacios micro-afectivos que develan una existencia que no tiene límites fijos y surge como la intrusión de una dimensión maquínica inconsciente en la subjetividad ordinaria. Como práctica, su obra busca dar corporalidad y posibilidad a la materia como sensación, volcando el interior del cuerpo al exterior, pintura de los bordes, receptáculo del afecto y de la pasión-afección del mundo. La pieza central, y que da nombre a la exposición, es una escultura interactiva que consiste en una esfera cubierta con tiras de pintura acrílica de color azul y estará colocada al centro de la sala, sobre una tarima de madera donde el espectador tendrá la oportunidad de hacerla rodar de un lado al otro. Una pequeña acción puede tener mayores repercusiones.

“Mi trabajo se encuentra dentro del contexto de la pintura expandida. Investigo la pintura misma y su campo de acción dentro y fuera del bastidor explorando el espacio hacia lo tridimensional. Mi interés y asombro por la naturaleza me han llevado a investigar sobre el origen de la vida, las formas biológicas como las células, animales, plantas o planetas, de lo micro a lo macro cósmico."

Berta Kolteniuk estudió Artes Visuales en la ENAP, UNAM, 1976-80. Ha realizado 25 exposiciones individuales y participado en más de 100 colectivas tanto en México como en el extranjero. Radicó siete años en Estados Unidos, de 1997 a 2004, donde se inició como curadora.



Cartas a Jonas: convocatoria de arte postal

La Galería Experimental Liliput ha convocado a homenajear al cineasta lituano Jonas Mekas a través de un ejercicio de arte postal que tendrá como fin una exposición presencial de todas las piezas recibidas hasta el 20 de julio. Actualmente se han aceptado más de 70 piezas provenientes de 13 países.

El realizador Jonas Mekas, fallecido en 2019, es considerado uno de los grandes poetas cinematrográficos de la contracultura neoyorquina.

Convocatoria Internacional de Arte postal Cartas a Jonas 
CARTAS A JONAS

Convocatoria de ARTE CORREO
Tema: Homenaje a Jonas Mekas
Fecha límite: 20 de Julio de 2021
Fecha de EXPOSICIÓN 1-  24 Julio 2021 
Técnica: Libre (acuarela, pintura, grabado, dibujo, bordado, video, collage, fotografía, etc.)
Tamaño: Máximo Carta (21 x 28 cm)
Participación: Gratis
Es posible participar con un máximo de 2 obras.
Abierto a todos, sin límite de edad, nacionalidad, etc
Indique claramente en el reverso de su trabajo: nombre y apellido / dirección / dirección de correo electrónico / título del trabajo / año.
Cada participante debe enviar trabajos relacionados con la obra de JONAS MEKAS
Sin selección, sin jurado, sin venta.
No se acepta ninguna responsabilidad por los problemas causados por daños, demoras o pérdidas.
Las imágenes de las obras enviadas pueden ser utilizadas por la organización de la manera y para los fines que se consideren apropiados, sin reclamo financiero de los artistas participantes.
Está prevista una primera exposición en Galería Experimental Liliput en Julio de 2021.
En los próximos meses, se comunicarán los detalles de la exposición.
Los trabajos deben ser enviados únicamente por servicio postal tradicional.
La opción de enviar los trabajos en sobre o fuera de sobre es libre.
Se excluirán los trabajos pornográficos, racistas, militaristas, homofóbicos, nazis, blasfemos, sexistas, etc.
Los trabajos recibidos no serán devueltos.
ENVIAR A:
Devin Cohen
Diagonal 18 sur 4563, Colonia Jardines de San Manuel Puebla, Puebla México CP:72580

Contacto: liliput.xperimental@outlook.com
Devin Cohen
Dirección
Galería Experimental Liliput


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