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División Palermo: la irreverencia de lo “políticamente correcto”


Call me old fashioned... please! | Por Mónica Castro Lara |



Tiene ya un par de semanas que he estado dándole vueltas a qué serie reseñar y recomendarles en este espacio; mi mente divagaba entre un par que vi a finales de 2022: la controversial “Smiley” (y controversial por ser todo menos controversial), o “Guía Astrológica Para Corazones Rotos” (una serie italiana fenomenal de esas que ves con una sonrisita cursi en la cara) y pues… realmente no sé por qué no me convencía escribir acerca de una u otra. Mi ansiedad estaba escalando cada vez más porque no me gusta dejar pasar tanto tiempo sin escribir acá en Sputnik, hasta que hace un par de días (y por azares del destino), me apareció como sugerencia en Netflix “División Palermo” y, como siempre he tenido una conexión bien chula con Argentina (gracias Elo, gracias Hugo) vi el tráiler y sin dudarlo, comencé a ver el primer capítulo sin esperarme los tremendos cagones de risa que me iba a provocar tan solo ese primer episodio. Así que, vayamos por partes. 

“División Palermo” se estrenó el pasado 17 de febrero en Netflix y rápidamente, ha escalado al Top 10 de series más vistas en Sudamérica. Ocho capítulos irreverentes, de aproximadamente media hora cada uno, perfectamente escritos y bien desarrollados. La serie es creada, codirigida, coescrita y protagonizada por Santiago Korovsky, un compi neurótico millennial (digo compi porque ya estuve leyendo su biografía y también es de esos desafortunados individuos que decidieron estudiar Comunicación) con un peculiar sentido del humor y que me parece sabe con exactitud quirúrgica lo que funciona actualmente en pantalla y lo que las nuevas audiencias realmente buscamos para entretenernos y maratonear a gusto sin sentir que se nos va la vida en ello.

La serie trata acerca de un grupo de personas (civiles) que, de manera muy inusual e incluso forzada, se enlistan en la Guardia Urbana argentina denominada ante todo “inclusiva” y cuyo objetivo, es brindar un servicio a la comunidad ayudándolos en su día a día y así, mejorar la convivencia ciudadana. La ministra de seguridad de Buenos Aires, con el fin de proyectar una imagen más humana e incluyente del municipio y al mismo tiempo, una narrativa políticamente correcta, insiste en que la Guardia Urbana esté conformada por elementos que formen parte de minorías que usualmente experimentan los vaivenes de sus respectivas condiciones. Y a pesar de que dicha Guardia Urbana fue creada precisamente para solventar esta idea de inclusión y diversidad, lo cierto es que solamente revela la discriminación que habita en muchas personas y que siempre queda falsamente aplacada por ese discurso políticamente correcto. La serie insta a la audiencia a reflexionar (a través de cientos de chistes incómodos) si esta mezcla de falsa compasión y diversidad no es más que una dupla engañosa y riesgosa.


La apuesta total en “División Palermo” es por un humor increíblemente ácido, que no se anda con rodeos al momento de mostrar lo que viven cotidianamente estas minorías, sin faltarles el respeto y en ocasiones, rebasando los límites de lo que uno consideraría como correcto o no. “[…] nosotres nos reímos con ustedes y no los demás se ríen de nosotres”, explica Valeria Licciardi, actriz que interpreta a Vivianne Figueroa, la única mujer trans del grupo (y mujer trans en la vida real). Es una de las tantas cosas que me fascinan de la serie, el que no se victimiza a nadie al crear personajes reales y complejos sin este cliché absurdo que tenemos de las personas con discapacidad. Hay, además, un timming P E R F E C T O para cada chiste, para cada línea, para cada toque de comedia física, mezclados con momentos inesperados y plot twists violentos que hacen que veintitantos minutos se vayan rapidísimo y queramos ver más y más. El elenco, muy bien casteado, es una chulada.

He de confesar que en muchos momentos de la serie, me estaba riendo a carcajadas (de esas escandalosas horrorosas) y dentro de mí había una pequeña vocecita que me cuestionaba si estaba bien reírme de lo que acaba de ver o no. Y me parece una genialidad que eso provoque una simple comedia como “División Palermo”, que te empuje a lo incómodo y te cuestione qué tanto de esas narrativas reproduces nada más porque sí o qué tan ¿discriminatorio, discriminativo? eres para las cosas más sencillas.

Leí una reseña por ahí que hablaba acerca de que hoy en día ese tipo de humor y de chistes “pueden verse sometidos a una cultura de cancelación, pero que acá forman parte de una reconciliación con sentimientos más verosímiles” y, por lo tanto, la serie da mucho de qué hablar.

Quiero creer que quienes somos fans de “Brooklyn Nine-Nine” (otra serie policiaca de comedia) disfrutaremos aún más de “División Palermo” porque además hay —según yo— un “nod” a la serie. Por favor, véanla, cáguense de risa, disfruten el soundtrack (que además está súper cool) y pidamos… no, no pidamos, EXIJAMOS una segunda temporada al ya incómodo tío Netflix.


 


"La ballena", el cine que confronta



Cinetiketas | Jaime López |


Tuvieron que pasar aproximadamente cinco años para que el cineasta estadounidense Darren Aronofsky retomara las riendas de un proyecto que, en similitud con sus anteriores realizaciones, llevan al extremo a sus protagonistas y retan al espectador, enfrentándolo a sus prejuicios.

"La ballena" es el título de la producción con la que vuelve a ponerse detrás de cámaras el también guionista y ganador del León de Oro.

Basada en la pieza teatral homónima escrita por Samuel D. Hunter, la historia se centra en un hombre que tiene problemas alimenticios, el cual ha decidido reanudar la relación con su hija, a quien abandonó a temprana edad.

El papel en cuestión es interpretado por Brendan Fraser, quien ha acaparado los reflectores de la prensa especializada debido a que no había tenido un rol tan destacable en muchos años.

Más allá de su portentosa recreación de un ser sumergido en una espiral de autodesprecio y recuerdos tormentosos, "La ballena" es una propuesta que sirve para poner el dedo en la yaga respecto a los prejuicios de la gente.

Lo anterior debido a que Fraser da vida a un maestro de literatura que, vía clases virtuales, anima a sus alumnas y alumnos a decir la verdad en sus ensayos, es decir, a no limitarse con escribir de manera correcta.

Ello a pesar de que él esconde su obesidad apagando la cámara de su computadora por temor a la reacción que pueda causar su apariencia.

Es esa contradicción humana una de las las mayores virtudes de "La ballena", cuyo guion fue adaptado por el propio escritor de la obra de teatro, ya que muestra la manera en que los prejuicios pueden hundir a alguien en el exilio o el anonimato y, a la vez, generar reacciones encontradas en los espectadores, dependiendo las ideas preconcebidas de los mismos.

Al respecto, algunas personas que ya pudieron ver el nuevo filme de Aronofsky han relatado que pasaron un mal rato a causa de otros espectadores con los que han compartido función de cine, pues estos se mofaron de la apariencia de "Charlie", el personaje estelar.

Lo anterior habla de la falta de empatía en un gran sector de la sociedad y la manera en que esto puede mandar a las sombras a cualquier persona, sin importar que no solo somos un cuerpo o una cara.

Por otro lado, "La ballena" es un ejercicio de maestría narrativa, porque Aronofsky va revelando pormenores de sus personajes con un gran ritmo y una estupenda edición.

Ojo a las secuencias finales, en donde entrega algunas de las escenas más bellas de la historia, sin que en ningún momento se perciba el origen teatral del texto.

Teniendo la casa de "Charlie" como el espacio predominante de la película, "La ballena" también es dueña de momentos crudos, que cuestionan la hipocresía de la sociedad, esa que no es capaz de escupir las verdades de su interior, disfrazando a toda costa sus torcidos juicios morales.

Aunque a veces parece que la cinta deambula en la delgada línea entre el melodrama exagerado y la denominada "pornografía emocional", tanto Fraser como Aronofsky evitan ello vía su sensibilidad y buen ojo, respectivamente.

Como agregado, es importante destacar a las tres actrices que aparecen en el filme: Hong Chau, Samantha Morthon y Sadie Sink.

La primera de ellas interpreta a "Liz", la enfermera de "Charlie" que no se anda con rodeos, la cual percibe en él a una alma triste que lucha continuamente contra sus demonios.

En tanto, Morthon y Sink dan vida a la exesposa e hija del estelar, respectivamente, que no tienen temor en escupir lo que verdaderamente piensan o sienten, algo que se agradece en una época donde abundan los simuladores o los falsos aliados de los grupos discriminados.

En conclusión, "La ballena" es una propuesta que podría no ser del gusto de muchos cinéfilos, sin embargo, no dejará indiferente a nadie, mucho menos a quienes se ven reflejados en los prejuicios que tienen ciertos personajes, algunos de los cuales son perpetuados por las religiones o los medios de comunicación.



El devenir de Emir Kusturica


Jorge Tadeo Vargas | 


Aunque la carrera cinematográfica de Emir Kusturica no inicia en 1995, cuando ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes y el Oscar a mejor película extranjera por Underground, este fue el año que lo conocí y que comencé el recorrido hacia atrás de su trayectoria, buscando sus películas anteriores. Una rápida búsqueda en el incipiente internet de aquellos años y un amigo que vivía en la Ciudad de México me ayudaron con esto. Él las buscó, las consiguió y me las mandó vía correo postal en formato VHS hasta la ciudad de La Paz, que era donde yo estaba comenzando mis estudios universitarios.

Así fue como vi “Papá esta en viaje de negocios” (1985) con la que inició el camino hacia la internacionalización y el reconocimiento global, ganando su primer Palma de Oro y recibiendo su primer nominación al Oscar como mejor película extranjera. Esto con apenas treinta y dos años. También conseguí “Gipsy Times” (1988), que se convirtió en mi película favorita del director por muchos años, una belleza de lo absurdo y el realismo mágico, con la que hace una denuncia al racismo y la violencia hacia lo diferente, hacia aquellos que tienen una forma de vida distinta a la que el sistema nos dice que debemos de tener, una visión totalmente contraria a la visión occidental que impera en muchos directores de cine, incluso en aquellos que son críticos al sistema.

La tercera (aunque las conseguí en un mismo paquete) fue “Arizona Dream” (1993) su primera (y última) incursión en el cine norteamericano. Una comedia negra, absurda, muy a su estilo que no tuvo el éxito que pudo haber tenido, con un Johnny Depp logrando una de sus mejores actuaciones al lado del genial Jerry Lewis y la maravillosa Faye Dunaway. Con esta, mi colección de la filmografía de Kusturica estaba completa, claro que le sumaba Underground, con su maravillosa banda sonora y el espectacular poster que la acompañaba y que me agencié en el videoclub donde trabajaba. Solo me tocaba estar atento a sus nuevas películas.


Muchos años después conseguí (en DVD) ¿Te acuerdas de Dolly Bell” (1981) donde va mostrando su estilo de sobra conocido, lleno de una elegancia estilística propia de su forma de ver el mundo, su obsesión de enfrentar a sus personajes al caos mientras todo se va resolviendo entre lo absurdo y el realismo mágico. Tal vez esta forma de ver la realidad es lo que lo hace sentirse tan cercano a América Latina, pues entiende a la perfección este surrealismo arropado por la magia, del cual nos sentimos tan orgullosos.

Kusturica es un tipo difícil de descifrar, alguien que traduce de forma perfecta el caos y lo lleva a buen fin, a la par de ser un producto de sus propias contradicciones que lo persiguen para que las traduzca en forma de historias absurdas, hilarantes, esas mismas contradicciones con las que viene lidiando desde la desaparición de Yugoslavia.

Y es que el nacido como bosnio, musulmán, en algún momento tomó la decisión de reconocerse como serbio y se convirtió al cristianismo ortodoxo, a la par de iniciar un viaje al nomadismo que lo ha llevado a vivir en muchos otros países y ciudades. Es como se siente más cómodo, siendo un gitano sin patria que defender o de la cual renegar según sea la situación o las necesidades.


Tal vez es la razón por la que se siente como pez en el agua tocando y girando, primero con la banda punk Zabrajenjo Punsenje o en lo que se convirtió esta agrupación con el paso de los años que es la Emir Kusturica and the No Smoking Orchestra, su espacio seguro desde hace varias décadas y al que regrese siempre de que lo necesita, este espacio colectivo donde es uno más de muchos creativos a la hora de componer y tocar.

En 1998, sumaba a sus otros premios el León de Plata de la muestra de Venecia como mejor director por la película “Gato Negro, Gato Blanco”, una comedia absurda, negra, donde una comunidad gitana es la protagonista. Ambientada en las riberas del Danubio cuenta la historia, cual es su costumbre, de unos marginados que buscan desde su propia visión sobrevivir a este sistema. Aquí la banda sonora es parte fundamental de la historia por lo que toma un papel protagónico, a la par de la dirección de fotografía o de arte. Kusturica mantiene el absurdo, el realismo mágico para contar la historia de quienes sobreviven al borde de la sociedad poniendo en marcha su creatividad para engañar a los privilegiados. Todo esto desde la visión nada occidental que Emir tiene del mundo.

En 2001, estrena el documental Super 8 Stories, donde narra las peripecias de la banda a la que pertenece, los No Smoking Orchestra, mostrando la relación tan cercana que existe entre los integrantes, con lo que hace uno de los mejores documentales de música que he visto. Mas allá de la crítica que se le ha hecho, lo que retrata de manera muy objetiva es la convivencia diaria de una banda más allá de las actitudes y vicios de rockstar que siempre están presentes en este tipo de documentales. No es sobre la caída y la redención, es sobre el amor y la amistad.


Para 2004, regresa a terrenos de la “ficción” con “La vida es un milagro” y uso comillas para resaltar la palabra ficción pues el impresionante trabajo que hace con esta cinta para rescatar la memoria histórica de la guerra yugoslava, la convierte en posiblemente el mejor trabajo de Kusturica hasta el momento. Su objetividad, su madurez como cineasta, son muy claros, además de sumarle significativamente su rechazo a la visión cinematográfica e histórica occidental. Para él, el diálogo no es necesario, mucho menos demostrar algo a la hegemonía occidental (a la cual nunca le ha hecho reverencias). Su cine va más allá de ellos y su visión miope. Para cerrar con “La vida es un milagro” y la recuperación de la memoria presenta el corto “Blue Gipsy” (2005) dándole voz a los niños de la guerra en tan solo diecisiete minutos.

Para 2007, la comedia absurda, el realismo mágico, los marginados y su forma de enfrentar la vida son los protagonistas de la historia de “Prométeme” contando cómo se sobrevive en el borde, ese que el sur global conoce tan bien, lleno de muertos, desaparecidos, de violencia, la cual Kusturica sabe disfrazar muy bien, para soltarla en forma de humor negro, políticamente incorrecto.

Su gusto por el futbol y sus cercanías ideológicas, lo llevaron a filmar en el 2008, “Maradona by Kusturica”, un documental sobre Diego Armando Maradona y el culto que se vive en torno a él, no solo en Argentina, sino en todo el mundo. Aquí también da constancia de la cercanía del diez con cierto sector de la izquierda latinoamericana, y da constancia de ese apego ideológico. Este es un documento fílmico que intenta ser lo más objetivo posible, aunque también lleva mucha carga de sentimentalismo y parcialidad por parte del director, lo cual tampoco es un pecado, al final, el documental narra la historia de un personaje al cual Kusturica admira como jugador y como persona. De nuevo salen a flote sus contradicciones.


En 2014 retoma el cine de ficción participando en el ejercicio “Words with Gods” filmando uno de los nueve cortos de este proyecto fallido que intenta armar un diálogo sobre la existencia de Dios, el cual tristemente queda reducido a historias pretenciosas y faltas de ritmo.

Para 2016 regresa a la dirección con “On the Milky Road” y aunque su estilo se mantiene ha perdido de cierta forma esa visión absurda, de confrontación con el occidente, tal vez como producto de todos sus años viviendo justo en esos países, pero en esta película se le nota autocomplaciente, sin crítica, sin ofrecer nada distinto, incluso su decisión de tomar el rol protagónico junto a Mónica Bellucci, se siente forzado, lejos de lo que nos había dado. Este es posiblemente el peor ejercicio cinematográfico de su carrera, ni siquiera el soundtrack es capaz de salvarlo, tomando en cuenta que para Kusturica esta parte siempre ha jugado un papel importantísimo a la hora de contar sus historias.

Desde 2016 no ha regresado a filmar ficción, aunque en 2018, regresa al terreno de los documentales con “El Pepe: una vida suprema” donde narra la vida de José Mujica, desde sus años en el activismo hasta la llegada a la presidencia. Con este rinde homenaje a uno de los personajes de la izquierda institucional más coherente que han existido y que sin embargo está lleno de contradicciones, tal vez fue la razón por la que Kusturica decidió contar su historia, no podemos ignorar que en las contradicciones propias del director, en 2014 apoyó abiertamente a Vladimir Putin, y actualmente ha declarado su repudio al presidente de Ucrania, en esta guerra contra Rusia. Es claro que sus apoyos tiran más hacia la izquierda, sin hacer un verdadero cuestionamiento. Aquí Kusturica sufre del mal de todas las celebridades de izquierda, una falta de conocimiento real de la problemática, con mucho mainstream de por medio. El apoyo a Mujica, a la vez que Putin no muestra sino sus contradicciones y su intento de navegar más allá del caos.


Emir Kusturica ha declarado en múltiples ocasiones su deseo de dejar de dirigir, de retirarse del cine y dedicarse por completo a la No Smoking Orchestra, sin embargo ha regresado al menos en un par de ocasiones, y es que el cine le ha dado mucho, lo mismo que él nos ha dado a los espectadores y tal vez por eso se mantiene aquí, por ser el lugar desde donde puede arremeter con más fuerza contra las visiones hegemónicas del sistema, desde donde puede debatir ideologías y creencias, desde lo absurdo y surreal, desde donde puede poner en entredicho sus contradicciones e intentar ordenar el caos.



Enero, 2023
Desde algún lugar en el exilio.

Jorge Tadeo Vargas, escritor, ensayista, anarquista, a veces activista, pero sobre todo panadero casero y padre de Ximena. Está construyendo su caja de herramientas para la supervivencia

"Ruido", la interferencia de las emociones



Cinetiketas | Jaime López |


El zumbido de la ineficiente burocracia lascera su oído, cerebro y alma. Es una de las primeras interferencias que se encuentra durante la búsqueda de su hija "Gertrudis", la cual, sin duda aumenta su desasosiego.

Es "Julia", el personaje protagónico de la más reciente película de Natalia Beristáin, "Ruido", que refleja el pesar de las miles de progenitoras mexicanas, cuyos familiares han sido víctimas de desaparición forzada.

Con una conmovedora interpretación por parte de Julieta Egurrola, la obra en cuestión recorre varios de los sentimientos que viven las mamás buscadoras durante su periplo.

Es así como la "Julia" de "Ruido" pasa del coma emocional a la ira y de la ira a la desesperación, no sin antes haber realizado una parada temporal en la sororidad y en la indignación.

"Su pinche protocolo es el que nos trajo aquí", reclama de manera enérgica la protagonista en una secuencia del filme, luego de que los servidores públicos encargados del caso de su hija han cometido un error con el expediente de la misma.

El enojo de "Julia" no se detiene ahí. Crece cada vez más hasta hartarse de la inusual compasión que le tiene su esposo, con quien al parecer ya no vive bajo el mismo techo:

"Me encabrona que sea tan amable", expresa con rabia y exasperación en una reunión de mamás buscadoras. Lo anterior es apenas una pincelada de la manera en que la realizadora va construyendo su radiografía acerca de uno de los terrores más actuales de la sociedad nacional.

Un monstruo de mil cabezas que no solo implica la pérdida de la tranquilidad de las familias de las víctimas, sino también el saber sortear la insensibilidad de las autoridades y el acecho del crimen organizado.



Teniendo la ayuda en el guion de Diego Enrique Osorno y Alo Valenzuela Escobedo, Beristáin logra generar una empatía inigualable hacia su "Julia", algo que se agradece enormemente, porque muchas veces la problemática retratada suele ser ignorada por los connacionales.

Sin ser aleccionadora o didáctica, el "Ruido" de la cineasta es una muestra clara de cómo el séptimo arte puede ser una oportuna herramienta de denuncia, que visibiliza con coherencia y profundidad una de las más crecientes pandemias en México.

Sumado a ello, Beristáin recoge con gran acierto parte de los conceptos o neologismos que se han ido incorporando en la población como consecuencia de la desaparición forzada, por ejemplo, "acuerpar", "hijes" o "revictimizar".

Aunque en su recta final, la historia alcanza un tono más melodramático, que no da tregua a falsas esperanzas, "Ruido" es una pieza imperdible de conocer, de difundir boca en boca, para que quienes todavía son ajenos al problema de las desapariciones entiendan un poco mejor las sensaciones y protestas que provoca ese fenómeno.

Cabe agregar que la cinta también es dueña de una gran coactuación por parte de Teresa Ruiz y, además, tiene apariciones especiales muy dignas como las de Nicolasa Ortiz Monasterio y Mónica del Carmen.

A diferencia de "La civil", cuya premisa también se centra en una mamá buscadora, en "Ruido" la ficción no es evidente e incluso recurre al apoyo de una agrupación civil que se ha especializado en la búsqueda de personas.

Eso, junto con las convicciones de Beristáin por seguir reflejando los dolores y esperanzas de las mujeres que han trastocado su vida (abuelas, escritoras famosas o madres coraje), convierten al filme mencionado en una de las propuestas indispensables de este año.


"Babylon", ambiciosa historia sobre la decadencia y creatividad de Hollywood



Cinetiketas | Jaime López |


Aunque "Babylon", la nueva película de Damien Chazelle, tiene secuencias de gran brillantez, que muestran la madurez y atrevimiento del ganador del premio Oscar en lo que respecta a la coordinación de los apartados técnicos, existe una sensación de poca originalidad en la columna vertebral de la historia.

Si bien es cierto que el cineasta originario de Estados Unidos se caracteriza por homenajear algunas de las expresiones artísticas más conocidas de su país, tales como el jazz o los filmes musicales, en su más reciente producción son muy notorias las referencias a "Cantando bajo la lluvia", al grado que la premisa parece una calca de la planteada en 1952 dentro del clásico protagonizado por Gene Kelly, Donald O´Connor y Debbie Reynolds.

Ello en virtud de que se expone el ocaso de las carreras o trayectorias que causó el paso del cine mudo al séptimo arte sonoro, una arista que también ya había sido abordada por la cinta francesa "El artista".

Lo anterior no es un obstáculo para disfrutar de todo el metraje de Chazelle, que alcanza los 180 minutos de duración y que destaca por su prólogo de media hora y sus primeros dos actos.

En los fragmentos aludidos, el guionista y realizador concatena oportunamente distintas imágenes que reflejan la decadencia, caos y excesos que rodean la industria hollywoodense de los años veinte (no muy diferentes a los propios de la época actual), mismas que son reforzadas con una oscuridad y un humor negro nunca antes vistos en su filmografía.

"Babylon" es dueña de escenas fuera de serie, como el paseo de un elefante en medio de una fiesta de élite o la batalla que tiene la protagonista con una serpiente debido a que quiere evidenciar la charlatanería de su progenitor.

Lo anterior demuestra la ambición de Chazelle por superarse a sí mismo, algo que logra en diversos rubros, por ejemplo, el diseño de arte, el manejo de extras o gran parte de la edición.

Sin embargo, el también productor se pierde en el desarrollo de sus múltiples historias, porque no solamente se enfoca en la evolución de la pareja protagonista (Margot Robbie y Diego Calva), sino también da seguimiento a otros roles como el de Brad Pitt, que es el epítome de las estrellas venidas a menos.



Así, uno de los personajes secundarios de "Babylon", el de la artista lesbiana "Lady Fau Zhu", interpretado por Li Jun Lo, no tiene el cierre que se merece, pese a que contaba con todo el potencial para remarcar la doble moral de la legendaria fábrica de sueños occidental.

Por otra parte, hay una percepción de que Chazelle trata de honrar la industria que ha amado desde su juventud, pero también quiere vomitar la ira y sinsabores que le ha provocado la misma.

En esa dualidad es donde el cineasta incluye secuencias e histriones innecesarios, que solo alargan la trama y no aportan nada significativo o innovador al metraje en general.

Respecto a las interpretaciones, Margot Robbie confirma su enorme calidad artística. Ojo a una de las secuencias más llamativas de la película, en donde la actriz tiene un colapso por los problemas que padecían las producciones en los inicios del cine sonoro.

Acerca de Pitt y Diego Calva, se agradece el aplomo y frescura, respectivamente, de ambos histriones, pero son superados por la veterana Jean Smart, quien tiene uno de los diálogos más descarnados de la película consistente en evidenciar a través de su personaje (una periodista) que, tarde o temprano, los seres humanos son desechables en la vida, sin importar que antes hayan gozado de una enorme fama o estatus.



Moonage Daydream: alunizaje frenético digno de David Bowie


Cinema Coyote | Alejandro Carrillo |


¿Podremos ser como David Bowie? Suena bastante improbable. Hay carreras a las que simplemente los seres humanos no podemos seguirles el paso. Extraterrestres, seres de otros mundos o simplemente, hombres y mujeres fueras de serie que por alguna razón cayeron a la Tierra para maravillarnos con su genio y talento.

David Robert Jones es uno de los ejemplos más notables de ello, no uno de los íconos de la cultura pop, sino probablemente EL ícono de la cultura pop. El camaleón que se hizo humano, la definición de artista en el diccionario.

La vida parece corta al repasar su carrera. Cientos de canciones, decenas discos, innumerables giras, películas, todos sus alter ego, obras de teatro, poemas, pinturas, esculturas, programas de TV, especiales de navidad, cortometrajes, ilustraciones, exposiciones, pasarelas. ¿Qué hacía Bowie a tu edad? Incluso hay una página que te lo dice (www.supbowie.com).

Es increíble todo lo que el Duque Blanco pudo hacer en los 69 años que fue habitante de este planeta y al final su principal legado es la influencia que nos marcó en algún punto de nuestra vida y nos empuja a crear y multiplicar el arte.

 


El híbrido cinematográfico 'Moonage Daydream' (2022) da fe de todo ello y es un material valioso tanto para los fans más recalcitrantes como para el melómano de ocasión, no solo para remarcar la vasta huella de David Bowie, sino para conocer pasajes inéditos y nunca antes vistos de la vida pública y personal del genio de Brixton.

¿Es un documental? ¿una biopic? ¿un musical? No se sabe. Al igual que su protagonista, el film toma formas, colores y narrativas diversas en un homenaje digno y a la altura de la leyenda. El realizador Brett Morgen, que no es un improvisado en este tipo de obras (dirigió los documentales 'Kurt Cobain: Montage of Heck' y 'Crossfire Hurricane' sobre los Rolling Stones), nos regala una película casi artesanal y audiovisualmente espectacular, que seguramente se volverá un material de culto.

Con ayuda de la familia de Bowie, la producción tuvo acceso a gran parte de sus archivos personales, incluyendo imágenes desconocidas de giras y conciertos, para regalarnos en 135 minutos un viaje caleidoscópico y espiritual, más que lineal y biográfico, en donde nadie habla de Bowie, más que él mismo.

Mención aparte merece la increíble banda sonora que acompaña el documento fílmico y nos seduce con remixes siderales, rarezas y versiones inéditas de las canciones más representativas de Bowie, así como monólogos en propia voz. Una joya musical imperdible de 45 tracks que ya pueden disfrutar en Spotify.

 

'Moonage Daydream' se exhibió en pocas salas de cine de nuestro país y no por mucho tiempo, pero ahora está disponible en la plataforma Cinépolis Klic, en renta por 50 pejecoins o bien pagando con puntos del club Cinépolis (esta reseña no fue patrocinada por Cinépolis).

En síntesis la principal virtud de la película no radica en mostrar las grandes obras y la soberbia discografía del Starman, sino su visión de la vida: un tipo que no siguió las modas, que las creó, que no tuvo miedo al ridículo ni al fracaso, que se reinventó las veces que fueron necesarias, que salió de su zona de confort, que fue original, que fue atrevido, que aprendió de sus errores y que se fue de este mundo en sus propios términos. Entonces ¿podremos ser como David Bowie? Sí, just for one day


Argentina, 1985: el encuentro con la memoria histórica


Cinema Coyote | Alejandro Carrillo |


Es difícil narrar sucesos históricos desde la cinematografía. La naturaleza del género requiere que los dramas históricos memorables cuenten con ciertas características que son más virtudes de escritores y realizadores, más allá de las cuestiones técnicas de producción, que también exigen una gran cantidad de recursos, imaginación y espacios para recrear frente a los ojos del espectador momentos, personajes y lugares que no volverán.

Dichas virtudes recaen en la habilidad de contar una historia emotiva sin caer en la cursilería ni el maniqueísmo, y por otro lado, de alejarse lo más posible de la solemnidad de la estructura documental, recurriendo a la ficción primordialmente como una brújula y una llave, más que como un recurso estilístico, para acercarnos a ese ente conocido como memoria histórica, para que las sociedades y en este caso los espectadores se encuentren con su pasado.

Argentina, 1985 reúne todas estas bondades que se magnifican al narrar no solo un suceso histórico de la patria de la primavera, sino uno de los episodios más dolorosos y oscuros de la historia reciente de aquel país hermano, como lo fue el famoso Juicio a las Juntas Militares, contra Jorge Rafael Videla y otros ocho jerarcas de la dictadura militar (1976-1983), acusados de instaurar un régimen de terrorismo de Estados con miles de asesinados, torturados y desaparecidos.

La película dirigida por el joven realizador Santiago Mitre y protagonizada por uno de los histriones fetiches del cine argentino contemporáneo, como lo es Ricardo Darín, recrea el proceso de enjuiciamiento a los jefes de la dictadura argentina, tras el retorno a la democracia de la mano del presidente Raúl Alfonsín, quien a pocos días de asumir el cargo decretó someter a juicio civil y no militar a los responsables de las juntas.


La película se inspira primordialmente en el trabajo de los fiscales Julio Strassera (Ricardo Darín) y Luis Moreno Ocampo (Peter Lanzani), quienes junto a un joven equipo de abogados se encargan de llevar a cabo todo el proceso que revivió a nivel nacional los testimonios de 839 testigos en más de 530 horas de audiencia, abriendo así profundas heridas de la sociedad argentina, a través de inenarrables sucesos contados por quienes tuvieron la fortuna de sobrevivir al horror y a la ignominia durante esos terribles años.

Gran acierto del director fue conocer de primera mano a familiares amigos de las víctimas de la dictadura, con la finalidad de entender de la manera más precisa el sentir de la sociedad y la importancia que tuvo el juicio de 1985, que encendió la esperanza en la justicia de todo un país tras un largo periodo de impunidad, corrupción y muerte, tristemente sellos característicos de los procesos sociales latinoamericanos.

‘Señores jueces: quiero renunciar expresamente a toda pretensión de originalidad para cerrar esta requisitoria. Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces: Nunca más’.
Julio Strassera

Argentina, 1985 sin duda es un film digno de ver para revivir un hecho sin precedentes en América Latina que reivindica la memoria histórica y es ejemplo a nivel universal de la búsqueda de la justicia de todo un pueblo, cuya lucha se mantiene hasta nuestros días.

El filme ha triunfado en el Festival Internacional de Cine de Venecia y también en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, y recientemente fue preseleccionado para competir por el Oscar a mejor película internacional. Argentina, 1985 (disponible en Prime Video) y Bardo, del mexicano Alejandro González Iñárritu, son las únicas representantes latinoamericanas que aún aspiran a competir por estatuilla de la Academia.



«Elvis», un film digno del rey del rock and roll



Call me old fashioned... please! | Por Mónica Castro Lara |


Me parece de suma importancia que, antes de leer esta reseña, tengan muy presente lo emocionada que estoy/estuve por ver “Elvis” tras varios años (sí, años) de espera porque por allá de 2019, cuando me enteré de que mi queridísimo y adorado Baz Luhrmann sería el encargado de dirigirla, no solo se me desbordó la emoción, sino que sabía exactamente qué esperar de la película y, una vez más, Baz no me decepcionó. Obviamente soy una gran fanática de su ya muy particular estilo al momento de desarrollar y contar una historia y, por ende, sabía lo increíblemente meticuloso y creativo que sería, llegando al punto de verdaderamente obsesionarse –en este caso– con Elvis y que el resultado final, sería una joya visual de esas que te dejan abrumadx un largo rato.

Tal vez no lo recuerden, pero hace seis años, escribí acercade Elvis Presley aquí en Sputnik y les confieso que tuve que regresar a leer el artículo previo a ver la película porque no recordaba del todo qué había escrito en aquel entonces (sí… ya estoy grandecita mi gente, la memoria no es lo de antes *carita triste*). Gracias a ello, me refrescó bastante la memoria y recordé, no solo lo mucho que auténticamente me gusta Elvis, sino también lo mucho que ya sabía de su historia personal y carrera artística al andar investigando e investigando por al menos un par de semanas. Así que, les reitero lo emocionada que estuve al ver la película y lo mucho que anhelaba una buena adaptación a diferencia de otras biopics medio chafis que nos han presentado anteriormente. Lo que sí es que tengo que confesarles que me dio un cringe horrrrrrible releer mi texto y darme cuenta de lo normalizado que tenía yo el grooming que le hizo Presley a Priscilla y neta, qué perro oso. Lo bueno es que, la gente cambia, aprende, reflexiona, se deconstruye y pues, la mujer que teclea estas letras, vaya que ya cambió. Gracias infinitas, hermoso feminismo.

Pues bien, por si no lo sabían, el director australiano Baz Luhrmann tiene tan solo seis películas bajo el brazo, de las cuales al menos cuatro son verdaderos iconos del cine moderno: Romeo+Juliet (1996), Moulin Rouge! (2001), The Great Gatsby (2013) y, por supuesto, Elvis (sí, tal vez piensen que me estoy adelantando demasiado, pero no inventen, tuvo una ovación en el Festival de Cannes de 12 minutos y le ha ido muy bien con la crítica, mucho mejor que a Gatsby, por ejemplo). Y, si viéramos esos filmes de manera secuencial, podríamos apreciar aún más el estilo in crescendo de Baz y su forma tan over the top en contar historias. El inicio de “Elvis” por ende, es tan caótico como su director; por un instante se mezclaban tres momentos distintos de la historia del protagonista, con visuales espectaculares y música estridente de por medio, manejos de cámara tan rápidos que te daba la sensación de que, si pestañeabas un poquitín más lento, te perderías de algo esencial en la historia. Esa sensación, bastante abrumadora, va y viene conforme avanza la historia. Pero, de entrada, te deja bien clarito el tono y el ritmo de las siguientes dos horas y media. Y hablando de eso, antes de que se me olvide, sí… confieso que se me hicieron un poquito excesivas esas dos horas y media que dura la película, pero también entiendo que seguramente Baz consideró que lo que vimos en pantalla, era imprescindible para logar el efecto que “Elvis” está teniendo en la audiencia y, por lo tanto, defendió y se aferró a su visión en el cuarto de edición. Cantidad sin arriesgar calidad, básicamente. Aunque se rumorea que Baz tiene en su poder, una versión de cuatro horas, en donde podríamos ver cuando Elvis conoció a Nixon entre otras cosas, pero que no está seguro si algún día seremos dignos de verla. ¿Ustedes la verían?

La película, es narrada por el villano de la historia, el temible coronel Tom Parker, quien fuera mánager de Elvis durante toda su carrera y que es interpretado por el célebre Tom Hanks, una selección de narrador bastante curiosa que nos aleja de otras biopics que han caído en lugares más comunes. Coincido con algunas críticas en cuanto a que no es el mejor trabajo de Hanks ni tampoco hace algo extraordinario que valga la pena recordar, además de que a veces hacen mucho ruido esos kilos de maquillaje y el traje de gordo. Sin embargo, reconozco que tuvo que trabajar con un personaje del cual siempre se ha sabido “muy poco”; no hay suficientes grabaciones o entrevistas que ayuden a estructurar cómo era este nefasto hombre en términos de la voz o los modismos, por ejemplo, así que entre Hanks y Luhrmann crean un personaje… digamos desde cero, por momentos sí rayando en lo caricaturesco y por momentos muy real, pero que nos permite entender su psique al instante al manipular mental, emocional y económicamente a nuestro héroe y a su familia. Parker es responsable del ascenso a la fama de Elvis y también de su declive (y no es ningún spoiler eh, todo mundo lo sabe); un hombre estratégico, inteligente, audaz, cruel y rapaz que surge como una especie de inspiración para todxs aquellxs managers de mitades del siglo XX y por supuesto, de este siglo XXI, estableciendo exactamente qué esperar y obtener de la fama,


Justificando en todo momento los tejes y manejes sobre cómo gestionaba la carrera artística de Presley, Parker nos narra su primera impresión, su primer encuentro con Elvis y cómo logró hacerlo el artista más reconocido a nivel mundial, sin siquiera salir de Estados Unidos. Aquí la grata sorpresa y lo que sigue emocionándonos a todxs, fue ver al maravilloso Austin Butler interpretando a Elvis en el que, les aseguro, es el papel de su vida. Su enorme talento arrasó con contrincantes como Harry Styles, Miles Teller, Ansel Elgort (ugh) y Aaron Taylor-Johnson a la hora de audicionar para el papel y seguramente, Baz quedó prendado de la capacidad de este gran actor y por supuesto, lo llevó al límite. Por si no sabían, Butler fue directito al hospital un día después de haber terminado de filmar la película: “mi cuerpo comenzó a ‘apagarse’ y estuve en cama durante una semana”. Austin ha confesado en múltiples entrevistas que, durante tres años, lo único que tenía en mente y por lo que trabajó arduamente durante todo ese tiempo, fue en encarnar a Elvis Presley. Y es que, la mayoría de las personas (incluyéndome), le teníamos muy poca fe al actor: en primera porque su filmografía no es exactamente la que imaginarías para alguien a quien le encargan semejante protagónico y, en segunda, porque físicamente NO se parece al ultra guapísimo cara-tallada-por-los-mismos-ángeles de Elvis. Entonces, la presión era demasiada y las ganas de cerrarnos la boca, también (lo cual obviamente logró). Se preparó durante meses con los mejores coachings vocales, no solo para cantar como Elvis (porque sí, durante la etapa joven de Elvis, Austin es quien interpreta las canciones y hasta grabó en el estudio donde Presley grabó más de 200 canciones), sino para hablar tal cual como él; es verdaderamente impresionante. En una entrevista con Jimmy Fallon, imita la voz de Elvis y señala los pequeños y sutiles cambios que tuvo entre los 50s, en los 60s y los 70s; según yo es prácticamente la misma, peeero no es así jajaja y Austin nos lo demuestra con muchísimo orgullo, tanto así que durante toda la gira promocional del film, no logra deshacerse de la voz y aunque es un chico californiano, ha recibido un sinfín de críticas por insistir con el acento de Tennessee, aunque el actor lo justifica precisamente con el hecho de haber trabajado tanto con esa voz que ahora le resulta difícil regresar a su tono auténtico. ¿O será pura mercadotecnia? Who knows!

Austin trabajó para convertirse en cuerpo y alma en Elvis durante tres años y no es mentira: desde el casting hasta la finalización del film (que se detuvo un año debido a la pandemia de COVID-19), tuvo la oportunidad de estudiar e imitar todas las facetas de Presley como artista y como ser humano; leyó las decenas de biografías que existen sobre él, meticulosamente vio cada película, escuchó cada álbum, cada entrevista que realizara el artista en sus 25 años de carrera y es de asombrarse que nuestro joven actor (Austin tiene 30 años) no se volviera loco ¿o sí? El resultado es que conoce al artista y al hombre, y logra mediante una bestial actuación, presentarnos a un inmortal Elvis, lleno de inseguridades, miedos, pasiones, arrebatos y todos esos matices, hacen que empaticemos con el héroe del que tanto nos hemos mofado por años. No en balde las mismísimas Lisa Marie (su hija) y Priscilla (su exesposa), le agradecen a Baz la forma en cómo retrata a Presley. Los movimientos perfectamente coreografiados que logra Austin ¡están de locura! tanto así que quieres que te salpique el sudor que le corre por todos lados. True story.


Algo que me parece re atinado, es que se le hace un buen homenaje a artistas como B.B.King, Sister Rosetta Tharpe (de quien también yaescribí en Sputnik ¡yuju!), Little Richard y Big Mama Thornton y, por supuesto, se visibiliza y se reconoce el talento, la innovación y, por ende, la tremenda influencia de la música negra del sur de Estados Unidos, en particular la que Beale Street tuvo en Elvis; R&B, gospel, soul, provenientes de la clase trabajadora y de las iglesias protestantes evangélicas afroamericanas. La mayoría de sus primeras grabaciones, eran simples covers de artistas negrxs y por supuesto se le acusó de apropiación cultural, lo cual efectivamente es, pero al ser un intérprete blanco y quererlo matizar con música country, pues obviamente no iba a hacer tanto ruido y encima, lo que los ejecutivos de las disqueras hicieron y supongo que el buen manejo del Coronel Parker, fue fusionar dichos ritmos con el country, el cual evoluciona y surge un sonido que, en la década de los 50s era nuevo, fresco y atraía a las masas juveniles del resto del país: el rock and roll. Lo cual me lleva a hablar precisamente de las fusiones auditivas que hace Baz en esta película, muy similar a lo que hizo y logró en The Great Gatsby. ¿Nos imaginábamos algún día escuchar a Eminem en un soundtrack de Elvis? ¿O escuchar a Doja Cat (rapera gringa) hacer una interpretación de “Hound Dog” de Big Mama Thornton mientras vemos en pantalla a Elvis caminar en su ciudad natal? ¡Claro que no! Pero la intención de Baz, y me atrevería a llamarla ya una obsesión, es la de fusionar el pasado y el presente para que entendamos de una buena vez, lo transgresor que eran esos sonidos entonces y lo mucho que continúan influenciando a la música actual y también, por qué no, atraer a un público más joven. La música es el vehículo perfecto para la transmisión de esas ideas y sentir. Lo que Baz logra en la escena de la feria, cuando Elvis interpreta “Baby, Let’s Play House” es FENOMENAL. Obviamente podemos bailar mientras escuchamos muchos de los éxitos de Presley, algunos reeditados y algunos no, sin llegar a saturarnos. Muy por el contrario, el efecto que causa la película es querer crear nuestras listas en Spotify y darle una oportunidad a la innovadora banda sonora. No dudo ni tantito, que los números de Presley en las plataformas musicales estén teniendo un considerable repunte.

Y sí, visualmente “Elvis” es… uff… sen-sa-cio-nal. Una explosión barroca que podemos apreciar, desde los posters promocionales, hasta los vestuarios perfecta y meticulosamente diseñados por Catherine Martin la ganadora del Oscar quien, además de haber hecho los vestuarios de Moulin Rouge! y The Great Gatsby, es la esposa de Baz, por lo que la dupla de talento es indiscutiblemente asombrosa. Hace unos días veía una entrevista en donde Catherine explica el trabajo agotador que fue hacer una selección de los mejores jumpsuits de Elvis en su legendaria etapa de Las Vegas, aunado al famoso traje de cuero que usó para su especial de televisión del 68, todo bajo las restricciones de la pandemia, que la obligó a imprimir en un sinfín de ocasiones, estampados que se asemejaran a las telas que buscaba obtener ya que no le podían ser enviadas (porque la película fue filmada en Australia). Una labor titánica que seguramente, la llevará a obtener otros merecidos premios. Y en cuanto al exceso de gráficos dentro de la peli, simplemente los amé.

Para finalizar, no todo es miel sobre hojuelas en mi reseña; además de sentir que la duración de la película fue excesiva, me hubiera gustado que ahondaran más en ciertos momentos de la historia de Elvis, como sus auténticos inicios en la música y no un montaje ahí medio de cómic, o que profundizaran más en su “peculiar” historia de amor con Priscilla (porque he leído unas cosas terribles y en exceso cringey sobre su relación), porque todo es sumamente fugaz y el trabajo de Olivia DeJonge ni se disfruta ya que son contados los minutos que aparece en pantalla y por lo tanto, el drama y la tensión entre ellos es prácticamente nula y en ese sentido, es difícil entender la depresión que causó en Elvis su divorcio (a pesar de haber sido él, el causante del mismo). El hilo temporal a veces se pierde y, escenas que merecían más profundidad, son fugaces y, por el contrario, de repente se enganchan en ciertas situaciones que, a mi parecer, no merecen tanto tiempo de pantalla. Aunque insisto, seguro Baz le encontró una explicación lógica a la narrativa que decidió presentar y supongo que, en cuanto al tema de Priscilla, no quería meterse en problemas con ella.

Creo firmemente que el amor como tragedia, sigue y seguirá siendo el tema central en las películas de Baz y en esta ocasión, hasta lo dice explícitamente. Tras casi diez años de ausencia, Luhrmann nos entrega una biopic digna de un rey del rock que dará de qué hablar por un buen rato. Vayan a verla y discutamos qué les parece.


"Rendez-vous", terror en una sola toma



Cinetiketas | Por Jaime López |


Una primera cita es convertida por el realizador Pablo Olmos Arrayales en un viaje vertiginoso entre dos personas que esconden peligrosos secretos, cuya historia es contada en una sola toma, sin cortes de edición.

De eso va "Rendez-vous", thriller mexicano producido por Axolotl Entertainment, el cual fue estrenado el pasado 13 de julio en la capital del país tras su buena acogida en festivales nacionales e internacionales.

En entrevista, el director (Olmos Arrayales) confesó que su ópera prima fue grabada en una sola secuencia por razones de presupuesto.

Explicó que primero nació la técnica y luego la historia, remarcando que el rodaje en plano secuencia contribuye a aumentar el suspenso de la trama.

"La rodamos en un día, casi fue de la mano la técnica y la historia; tenía algo similar para un video musical que había escrito años antes y retomé la estructura para la cinta", detalló.

Mencionó que el mostrar una cita en tiempo real llama la atención de los espectadores, porque se interesan en seguir el curso del encuentro para saber lo que pasa con los personajes.

Olmos Arrayales platicó que su pasión por los relatos de ficción se acentuó después de que algunos de sus trabajos iniciales fueron seleccionados para el canal producido por el afamado cineasta Robert Rodríguez.



En una decisión conjunta con sus socios, optó por realizar su primer película de largo aliento con la misma cantidad de dinero que ocuparía para un cortometraje.

Así nace "Rendez-vous", que implicó tres semanas de ensayos con los protagonistas, diversas tomas hechas en celulares y un solo día de grabación con cámara de cine.

"Sabía que mi estructura de guion tenía que funcionar de cierta forma y la cámara no debía estar solamente en un plano general o improvisado, sino tener ya previstos planos sicológicos, planos medios (...) La toma que se ve es la única toma que hicimos, entonces, nos tenía que salir bien sí o sí", explicó.

En cuanto al elenco, indicó que las personalidades de Helena Puig y Antonio Alcántara fueron las oportunas para dar vida a los estelares, "Lili" y "Eduardo", respectivamente.

Agregó que la actriz es dueña de una prodigiosa memoria y que ya tenía el corte de cabello que requería la historia, además de que accedió a pintárselo.

Pasando a Antonio, dijo que le gustaba mucho su aspecto y antecedentes artísticos, ya que contaba con una nutrida trayectoria en el ámbito teatral.

"No pudimos hacer pruebas en cámara para ver si tenían química, pero ya que estábamos rodando, la personalidad de los dos se iban complementando", comentó.

Acerca del título del filme, explicó que es un término francés que tiene más de una acepción o interpretación.


"Rendez-vous" debutó en pantalla grande en el Cine Tonalá, lugar en el que tendrá otras exhibiciones los días 20, 24 y 28 de julio. Posteriormente, contará con un gira por algunas partes de la República mexicana.


Un año sin la Carrà



Por Liliana López León | 

El 5 de julio del 2021 leímos en varios titulares que nos había dejado y se nos derritió la cara. Luego nos enteramos de que ocultó la enfermedad para no hacernos sufrir. Quiero creer que nos protegió o que, de algún modo, nos quería. Raffaella, la de sonrisa luminosa, de cuerpo ligero y flexible, de luces, baile y purpurina. La de abdomen desnudo, en riesgo de censura por el Vaticano y con éxito total en hacernos sudar. Aquella, la que aconsejaba no ser aprehensivos si nos abandonaba un amante, y de la que, más allá del erotismo juguetón de sus letras, lo que más se asomó en su airosa melena fue alegría y agradecimiento por estar viva: búscate otro más bueno, vuélvete a enamorar.

A la Carrà le debo mucho. Si me la encuentro en otro plano existencial se lo haré saber. Aunque la conocí décadas después de que triunfara en Italia, España y luego en América Latina, sus canciones me regalaron vida en medio de bajoneos seriales que tengo desde los primeros años de este siglo. Quienes padezcan lo mismo, sabrán con qué aprecio particular nos resguardamos en ciertas piezas de arte igual que si fueran trocitos de chocolate.

Raffaella, astronauta que viaja por el tiempo y el espacio; un sol en los cuerpos y corazones de varias generaciones.

Raffaella Maria Roberta Pelloni, con el cabello perfecto después de haber agitado la cabeza con locura.

Verla interpretar Fiesta en TVE después de sus sesenta, hacer sentadillas como si nada a dúo con Maradona o entrevistar a una Madonna intimidada por su sencillez y confianza. Imaginar en Figueras a una pequeña Mónica Naranjo que veía con ilusión las presentaciones de nuestra showgirl, luego buscando a Dalí y pidiéndole consejo para ser artista. Estas imágenes son postales que me llevo a cualquier reunión. Cuando suena algo de Carrà y alguien no sabe quién es, entonces yo me hago la ofendida, pero solo para exagerar y generar interés en estos datos que no sirven para encontrar la cura del cáncer de pulmón.


Así me pasó cuando sonaba el club remix de Far l'amore que ella trabajó con Bob Sinclair y que ayudó a que gente más joven la conociera. Hasta me han preguntado: ¿Y tú cómo sabes todas esas cosas?, dicho más para que baje la intensidad del tema que para reconocer lo que he leído por gusto de nuestra santa en body rojo. En estas fiestas, también ocurre que mi pareja pone, con mucho mimo, una playlist de Raffaella si sabe que mi pie ha estado brincando. Y yo estoy agradecidísima por eso.

Fue declarada por ella misma como comunista: palabrita que asusta y disgusta. Yo la defiendo como Abraham Simpson a Homero: mi Raffaella no era comunista: podía haber sido una diva, cantante, compositora, bailarina, coreógrafa, presentadora de televisión, productora, vedette, actriz, altruista, comunista, pero nunca una estrella fascista.

Y en su total expresión de libertad y glamour, en el promover la adopción de niños, en el manifestarse a favor de los derechos humanos, nuestra Raffaella se convirtió, con pulso natural, en un ícono LGBTQ+, emulada por la eternidad en karaokes, espectáculos drag y en shows de imitadores. Ícono camp en el que se refugió una parte de la población aún no comprendida en el siglo XX, cobijándose bajo su manto de lentejuelas con ironía, humor, mientras ella aparecía con un cuerpo que pisaba fuerte sobre el escenario.

Por cierto, yo tuve una suegra que era igualita a Raffaella Carrà. Asimismo, mi ex era clavado a su madre. Un día le conté esto a mis amigas y una de ellas me dijo que Freud me estaba arqueando una ceja desde su tumba: estabas con ese chico porque te gusta Raffaella. Y puede que tenga razón: la Carrà me dejó huérfana de algún modo. Aunque los íconos no mueren, o no deberían morir, dicen. Siempre fue fácil acordarme de su cumpleaños, porque casi compartimos fecha (yo soy del 17 de junio, Raffaella del 18). Y con la cercanía hacia su aniversario luctuoso, esto se siente como un traje de lurex vacío.



Raffaella romana, madrileña, argentina o chilena: Tutto Carrà! Se fue hace un año, justo cuando decidí tirarme al vacío, palabras de otros lo que para mí ha sido renunciar a un trabajo y dedicarme con serenidad al autocuidado y a las letras. Desde entonces he escrito varios relatos, he participado en talleres de escritura, exploré métodos, ya me he reído y llorado con mis textos y los de otros. He publicado poco, aunque sigo enviando a editoriales y convocatorias con perseverancia. También ya me he frustrado cuando mis cuentos cortos tienen muchas explicaciones, cacofonías, poco o mucho desarrollo. O cuando parece, ya finalizados, que quizá no funcionan. Lo normal en este oficio.

En este año escribí sobre androides, mascotas mágicas, fantasmas, sobre gente cercana a mí, gente que quiero y otra a la que no. Y bueno, hace unos días me salió un cuento para ella, basado en un rompimiento que dolió en su momento y que ahora me divierte mucho porque acabé bailando hasta la madrugada con unas niñas y unas señoras en una fiesta mayor. No fue evasión, lo que me hizo pasar del dolor a la alegría fue ese hechizo que ella lanzaba a los que bailábamos su música.

En algunos talleres de escritura, elegantemente me han dicho que aún estoy buscando mi voz, en referencia a mi versatilidad aleatoria, aunque también lo llaman inconsistencia. No pasa nada: y qué tiene, pienso. Me gusta, algo se enciende dentro de mí cuando escribo. Explota, explota mi corazón. Igual que Raffaella, quizá no tengo una gran voz, pero tengo desparpajo. 



*Liliana López León nació el 17 de junio de 1984 en Mexicali, Baja California. Es doctora en Medios, Comunicación y Cultura por la Universitat Autònoma de Barcelona. Es maestra en Estudios Socioculturales por el Instituto de Investigaciones Culturales-Museo UABC, y Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UABC. Ha sido profesora en distintos niveles educativos, de bachillerato a posgrado. Ha publicado varios libros y artículos académicos. Le gusta la ciencia ficción y las bicicletas clásicas. Ha publicado relatos cortos de ficción como: Aurora Mishina (2020) en la revista Pez Banana y Una camiseta de los Coquette para Gabi (2022) en Revista Sputnik, así como algunos microrrelatos en editorial Diversidad Literaria (2014-2015).
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