Letrinas: Poemas de Amaury Salvador


Poemas de Amaury Salvador


Mi abuelo soñaba

que su caballo lo abandonaba.

Él lo amarraba al huizache

para pode orinar,

pero cuando volvía,

ya no estaba el caballo.

Había huido.

Como su juventud

y su norte.


 

Siempre después

del acto del amor, me digo que

la próxima vez usaré condón.

Pero parezco un encadenado a la roca

del amor libre y sin látex de por medio.

 

Gracias a que mi madre

ha invocado la protección

de algún santo sobre mí,

aún soy VIH negativo.

 

 

Esta broma demoníaca,

esta agonía errante,

este traspié,

no podía

no debía ser real.

Mas hubo un error

y las matemáticas se despeñaron junto con el verbo.

 

Un bisbiseo bosquejado

y después una palabra.

  

 

HA SIDO LARGA LA ESPERA

Aunque después me arrojes a los cardos,

mi corazón es bujía desbocada,

salto abisal,

y a veces páramo yerto,

inerte.


Eres un vidrio encajado

que no se sabe

si aún sangra o ya causó costra.


 

LA DEPRESIÓN ES FRÍA


Dura y mojada como el adoquín.

Es la miseria de una tarde dominical
crecida entre gritos parentales
y descomposición familiar.
Es esperar sabiendo la futilidad de ello.
Saber que el mañana depara
cosas quizá peores.
Es irse a la cama
pensando en el trabajo del día siguiente;

recontar las monedas
esperando alguna maravilla.

Es la carcoma del sistema:

te hacen pensar en dinero

como si en él estuviese la felicidad.
Y a veces está
cuando las tripas rugen,
cuando se quiere ir a una feria
y el bolsillo vacío no lo permite.

Es ver a mi madre esperando
por la próxima quincena,                                                                                      
soñando con otra vida, otra casa,
un nuevo comienzo.



 

FINAL DE FÚTBOL LLANERO


Se dieron cita las señoras

con sus quitasoles
y sus sillitas plegables de plástico
para apoyar a sus maridos
en la liga de veteranos
a las seis de la tarde de un sábado cualquiera.

 

Los jugadores
con sesenta y reumas,
pero aún bregando,

soportan las mentadas de madre
de los concurrentes
que miran desde los bordes y las calles;

y corren sus últimos años

plenos de maña futbolera.


Lo peor se lo llevan los árbitros:
los espectadores se meten a la cancha
entre gritos que piden más cartones de cerveza,
y reclaman.


Marcan un penal
y la porra se viene encima.

Anotan y,
al final de la final,
la trifulca.

 



DESPLAZARSE DE MANERA AUTOMÁTICA

 

Sentarse en cualquier asiento del camión,

de preferencia

que no dé el sol en la cara.

Es preciso continuar otro día,

vivir como sin pensar,

aunque esto implique sus dificultades.

 

Entrar por las puertas traseras

tratando de pasar desapercibido.

Sentir el vacío en los elevadores.

Escribir cosas que nadie leerá

y sentarse en el excusado

a pensar en los tiempos que ya fueron.

 

Entrar a las galerías

a mirar cuadros abstractos que no te dicen nada.

Llegar a casa buscando algo que no sabes qué es

y salir desesperada,

nuevamente a la calle.

 

Hacer las maletas sin saber qué guardar en ellas.

 

Uno es la historia que dice a los demás

y su sonrisa postiza.

 

“A usted no le pago para que venga a leer poesía”.

 

Degustar el hierro.

 

Tuve un amor puro como un diamante.

 

 


TODAS LAS TARDES

 

Me encuentro con tres obreros

(como yo

pero sin corbata)

a los que les pega el sol del atardecer.

Beben cerveza

tecate light

en la estación de gasolina.

Bajo un árbol

esperan el camión

que los llevará de vuelta a casa.


 

 

HE ESTADO PENSANDO QUE

 

La vida es como el tiempo

que rentabas para saltar en un brincolín

o como esas monedas que insertas

para jugar The king of fighters.

 

Puedes gastarla lamiendo un helado de fresa

que se derrite

como la tarde entre tus manos.

Puedes drogarte y tirarte en la pradera

a mirar el relumbre de las flores y las hojas verdes.

 

También puedes ser el chico que se queda mirando

cómo los demás se divierten.

 

O puedes bajarte de la montaña rusa

antes de que comience el vértigo.


 

 

ELLA SEGURAMENTE ESTÁ ASISTIENDO

a ese festival de cine,

mientras yo me pudro

leyendo sobre economía y política.

 

Quizá está acompañada...

Hablará de mí

como conmigo habló de otros.

 

Desearía extirparme

los demonios con cabeza de avestruz

que me asaltan por las noches.

 

Recorrer las calles es angustioso.

 

En todo caso, habré de eliminar

nuestras fotos íntimas,

los archivos que me recuerdan a ella.

Habría que borrar del mundo

las presas, los árboles. Las prendas floreadas.

 

Hago el poema de su despedida:

me cansé de esperar el mensaje que no llega.

Y entonces escribir se vuelve como exprimir limón amargo.

 

¿Dónde comprará hoy

las películas piratas que solíamos mirar

con chatarra en nuestros dientes?

 

 

 

Amaury Salvador (León, Guanajuato, 1995). Publicó Cálculos renales, su primer poemario individual, por Ediciones la Rana, en el año 2022. También publicó su plaquette de poesía Monóculo, dentro de la antología Las buenas nuevas. Antología de poesía de la última juventud guanajuatense, por la Editorial KAIROS, en el año 2020.  Asimismo, se ha publicado su trabajo en diversas revistas y periódicos digitales.

Bros: ¿México estuvo listo para una rom-com LGBTQ+ mainstream?




Call me old fashioned... please! | Por Mónica Castro Lara |

Pues no. La respuesta es un gran y tajante “NO”. Y aunque el pasado 26 de octubre se aprobara el matrimonio igualitario en todo el país (yaaay), eso no significa que México deje de ser un país re homofóbico e ignorante (buuuu) y me lo demostró una vez más al NO exhibir en el duopolio Cinépolis-Cinemex la película cómica romántica re gringa y re mainstream “Bros”. A lo mejor ustedes creen que es una exageración de mi parte, pero no lo veo así y les platico porqué: resulta que estuve esperando más de un mes el estreno de dicha película y, según ambas cadenas de distribución de cine, estaba programada para el jueves 27 de octubre, por lo que hice planes (mentales) de invitar a uno de mis mejores amigos como regalo de cumpleaños y pasárnosla riendo escandalosamente porque a ambxs nos gustó mucho lo que vimos en el tráiler. Desafortunadamente a “Bros” no le fue nada bien en taquilla en Estados Unidos a pesar de una obstinada campaña de marketing y de estar respaldada por una productora y distribuidora bastante choncha como lo es Universal Pictures (muchos cines decidieron boicotear deliberadamente la proyección de la película), por lo que su escritor y protagonista Billy Eichner, contaba con un poco más de respaldo internacional. Aquí es donde entramos yo y mi fallido intento por apoyar a uno de mis comediantes gringos favoritos.

Llegó el 27 de octubre y a pesar de haber puesto la dichosa notificación en la app de Cinemex, no me salían horarios disponibles en ningún cine en tooooda Puebla. Lógico, me empecé a desesperar, chequé en Cinépolis y lo mismo. Y entonces, acá doña intensa (no me ando con tibiezas people), buscó estado por estado a ver cuáles sí la proyectarían y cuáles no; para no hacerles el cuento más largo, únicamente alrededor de seis estados proyectarían la película y no en todas las salas por supuesto, lo cual hizo que me molestara bastante y fuera corriendo a Twitter cual millennial geriátrica a escupir tantito odio al no querer bancarme la homofobia de este duopolio. Supongo que el pretexto que pondrían es que no era una decisión rentable proyectarla en todo México debido al poco éxito que tuvo en el país del norte, pero entonces ¿por qué sí proyectarla en unos estados y en otros no? ¿Basados en qué se seleccionó a dichos estados? Y creo que no hace falta que les diga la respuesta. Después del mini coraje, terminé viéndola ese mismo día a través de una fiel y perseverante amiga llamada Cuevana y pues, ya que seguramente muchxs de ustedes no pudieron verla, decidí escribir una breve reseña a modo de resistencia.


La mera existencia de una película como “Bros” en pleno 2022, no debería ser algo notorio, pero sí lo es: resulta que es la primera comedia romántica protagonizada en su totalidad por personas LGBTQ+ y fue financiada por una productora cinematográfica convencional (Universal). Que haya pasado tanto tiempo para que esto fuera una realidad, me parece medio increíble, pero… ¿es “Bros” una película digna realmente de ese hito que la rodea? Para mí, la respuesta es SÍ. Comencemos por el hecho de que no es una historia romántica en donde simplemente se cambie una pareja heterosexual por una gay. Como bien dice Bobby (el protagonista) en los primeros minutos de la película, esa narrativa del “Love Is Love” que hemos escuchado, leído y compartido en un sinfín de ocasiones, no es del todo correcta: las relaciones homosexuales son diferentes, las amistades homosexuales son diferentes, el sexo homosexual es diferente. Y aunque se las arregla para ofrecer momentos de comedia romántica muy, muy tradicionales, “Bros” refleja esa diferencia inherente en todo momento. Por ejemplo, el primer contacto entre nuestros personajes principales no es algo demasiado especial o digno de un cuento de hadas: ambos cruzan miradas, sí, pero lo hacen en un club nocturno, con colores neón estridentes y lleno de hombres homosexuales sin camisa de todas las edades. O que la escena de sexo entre los protagonistas sea brutalmente cómica y honesta en primer lugar, porque sucede a medio día y no en una noche romántica, en segunda porque los vemos inhalando poppers para aumentar su deseo sexual y encima, tienen una especie de lucha grecorromana a modo de foreplay. Ya con eso nos hacemos una idea general de esas pequeñas grandes diferencias entre esta película y otras rom-coms convencionales.

“Bros” trata la historia de amor entre Bobby y Aaron. Billy Eichner, quien interpreta a Bobby, escribió un protagonista bastante peculiar: inteligente, ingenioso, culto, demasiado autocrítico, en ocasiones exasperante, amargado y verborreico.

A mucha gente no le gustó que Bobby fuera por momentos tan directo, agresivo y escandaloso… ¡por Dios! lo escribió Billy Eichner, ¿qué esperaban o qué? Se combina a la perfección con el terriblemente apuesto Aaron, interpretado por Luke Macfarlane, un albacea testamentario y un hombre al que le gustan los tríos y las orgías ocasionales quien, en lo exterior, parecería llevar una vida exitosa pero que, en realidad, atraviesa una crisis de identidad y de confianza en sí mismo muy cañonas. Los altibajos entre Aaron y Bobby están hábilmente escritos; ambos son capaces de sacar lo mejor y lo peor de cada uno, de la manera en que solo aquellos con los que se tiene una conexión especial y profunda, pueden hacerlo. La química entre ambos actores es tangible y se agradece. Macfarlane tiene una calidez y sinceridad que hace que Aaron sea bastante empático incluso en sus momentos más oscuros; es el complemento perfecto para el exterior puntiagudo de Bobby. A medida que la película avanza y las vulnerabilidades de ambos personajes continúan siendo expuestas, la actuación de Eichner sobresale, especialmente durante un monólogo particularmente poderoso en la playa en donde OBVIO chillé un poquito. Podemos ver a un Bobby más sutil y conmovedor, sin perder nunca el sentido del humor que lo hace tan brillante. A pesar de algunas críticas que leí por ahí, me parecen dos personajes gay maravillosamente complejos y muy bien desarrollados, entretejiendo temas de homofobia internalizada, narrativas sociales sobre cómo debe ser la masculinidad gay y lo que implica luchar por ser uno mismo en un mundo que te grita a cada rato que seas cualquier cosa menos tú.



En ese sentido, “Bros” aterriza muy bien la parte del 'rom', pero ¿qué pasa con la del 'com'? Con Eichner como guionista, no sorprende que sea sumamente divertida y precisamente, me da tristeza no haberme podido reír colectivamente en una sala de cine. Las bromas y punchlines (en ocasiones excesivamente locales) no se detienen en toda la película: van desde frases ingeniosas, actuaciones fabulosas (estoy obsesionada con Bowen Yang), hasta chistes incisivos sobre la cultura de las citas en el mundo actual. A medida que avanza la relación entre Aaron y Bobby, Eichner y el director y coguionista Nicholas Stoller, insisten en empujarnos hacia escenarios inesperados y divertidos: una cena tensa en medio de meseros que cantan en los momentos más inoportunos, una interacción con Debra Messing (¿alguien más recuerda el legendario “It’s Debra Messing you gays!” de “Billy On The Street”?), escenas de sexo ridículas, cameos sensacionales, etcétera. Todos estos escenarios, son representados muy bien por su elenco LGBTQ+  

Para finalizar, creo que “Bros” hace un muy buen intento por difundir elementos educativos en torno a la comunidad LGBTQ+, y el deseo de informar a las personas sobre la historia queer es una parte integral no solo del personaje de Bobby, sino de Billy Eichner también. La película no te inunda la cabeza de información y no es un elemento que cansa, por el contrario, te brinda un espacio seguro para comprender y reflexionar muchas cosas. El montaje de los pioneros LGBTQ+ de décadas pasadas, sin duda pone la piel chinita y el recordatorio de que esta es una comunidad que ha sido constantemente silenciada e invisibilizada a lo largo de la historia, hace que la presencia de esta película en la pantalla grande sea aún más conmovedora, la representación aún más satisfactoria y los arcos emocionales de los personajes principales, aún más impactantes. Hollywood tardó más de un siglo en darnos una película como “Bros”, me pregunto entonces cuánto tiempo pasará para una próxima y ojalá, OJALÁ que ahora sí la #$%&@! proyecten en nuestro país.

Letrinas: Ofrenda



Ofrenda
(este texto es la adaptación de un meme)
Alejandro Carrillo


resulta curioso el día de muertos, el altar de muertos en específico que cada año pone mi madre religiosamente en un rincón de la casa con la mayoría de elementos necesarios para llamar a los difuntos, agua flores sal pan y calaveritas, y ahí en el centro de la ofrenda la foto del abuelo flanqueado todos los años por el tequila siete leguas reposado que casi lo mata en múltiples ocasiones y por muy diversos motivos, y al otro lado la cajetilla de cigarros delicados que eventualmente lo matarían por fin y de una vez por todas, y que mi madre guarda desde hace años con el único y firme objetivo de ofrendarla en el altar, ya que ahora esos cigarros se llaman chesterfield y primero muerto el abuelo que fumarse el inexorable paso del multinacionalismo salvaje, y yo le digo a mi madre, madre tira ya esos cigarros que acabaron con el aire y la vida del abuelo, pues aunque no tengo experiencia alguna cruzando el inframundo no me gustaría emprender ese largo y sinuoso viaje tan bien descrito por los estudios disney pixar para encontrarme con la causa de mi muerte, pero parece que a mi madre no le importa revictimizar al abuelo chovinista y fumador y yo le digo que el tema es serio madre que debe ser tratado a la brevedad por la secretaría de cultura ya que puede lastimar las relaciones familiares interdimensionales del país pues bajo esa lógica habría que poner en el altar también el agua del río bravo que se tragó el tío felipe cuando quiso y no pudo cruzar la frontera o bien en un futuro algo lejano, espero yo, en la ofrenda de la abuela en vez de poner las gardenias que nunca le dio su marido, sería menester acomodar bien las botas de casquillo y el cinturón de cuero de su finado esposo que tras una vida de chingadazos muy probablemente desencadenó en la demencia prematura que tiene postrada a la abuela en una casa de retiro ¿de retiro de qué? de retiro de la vida, o bien en el altar de mi padre habría que poner un tren a toda máquina o una bayoneta o un sismo o un machetazo o una jauría de perros o un nido de ratas, o cualquier cosa que haya matado a ese viejo, porque yo no puedo, ojalá pudiera, ojalá esté muerto ese puto viejo, y la cosa se torna aún peor porque habría que situar, madre, un casquillo en los altares de kurt cobain de hemingway de jaime torres bodet de luis donaldo colosio y cuarenta capsulitas de barbitúricos para marilyn monroe ¿quién mató a marilyn? y otras tantas para elvira mi noviecita de la secundaria, y un montoncito de piedras para virginia woolf y otras tantas piedras más para mis amigos artistas contemporáneos muertos y el hashtag #metoo para mis amigos artistas contemporáneos vivos, y la negligencia del imss para doña amparo la de los jugos y la lista de espera de órganos para efraín, qué joven que era efraín, y mariposas monarcas para el señor activista defensor de las mariposas monarcas y así por todos los altares del país haciendo ofrendas inverosímiles con objetos inconcebibles, tan solo en esta ciudad se venderían kilómetros de soga para las festividades madre, imagínate a las familias viendo tutoriales en youtube para hacer con esa cuerda el nudo del ahorcado que debe llevar como mínimo seis vueltas y el número de vueltas siempre debe ser impar, madre, urge legislar porque por último pero no menos importante, tendría, con todo el dolor que me embarga, en verdad me vería obligado a colocar en el altar ese manjar emponzoñado que la vecina le dio a la gata el mes pasado, y en ese mismo orden de ideas en la casa de la vecina se verían en la penosa necesidad de ofrendar los dulces con vidriecito molido que les di a sus hijos ayer por la noche que vinieron a pedir dulce o truco y elegí truco, madre, elegí truco y siguiendo el curso natural de las cosas y el duro brazo de la ley, para el próximo año habrías de poner junto a mi foto un picahielo o un desarmador o cualquier filerillo en el mejor de los casos y en el peor de ellos la manga de un pantalón ¿sí se le llama así, madre? o un par de calcetines o una sábana hecha trizas o cualquier prenda que sirva para morirse en una cárcel, de momento se me ocurren esas ideas, y es que eso no puede ser madre, porque yo en mi ofrenda quiero molito con pollo y chicharrón en salsa verde. ac

"La exorcista" reinventa el género y homenajea al terror mexicano de antaño: Evoli


Cinetiketas | Jaime López |



La semana pasada arribó a los cines de México el filme "La exorcista", con el que el realizador y coguionista, Adrián García Bogliano, busca revitalizar el género de las posesiones demoníacas.

La protagonista, María Evoli, platicó en su momento que la historia modifica la estructura tradicional que suelen tener ese tipo de cintas. También reconoció que no es ajena al género, pues ha participado en muchas producciones similares como "La habitante" o "Tenemos la carne".

Precisó que, aunque esa última película, protagonizada por Noé Hernández, no es propiamente de terror, sí se inscribe en uno de sus subgéneros, el de la fantasía.

Añadió que "La exorcista" también rinde un tributo al cine mexicano de terror de antaño debido a que cuenta con la participación especial de dos de sus intérpretes más representativas: Norma Lazareno y Tina Romero.

La primera de ellas estelarizó "Hasta el viento tiene miedo" y "El libro de piedra", a finales de los años sesenta, bajo la dirección de Carlos Enrique Taboada, considerado el maestro del género en el territorio nacional.

Por su parte, Romero fue protagonista de "Alucarda, la hija de las tinieblas", que se estrenó en 1977 y que es considerada una película de culto entre los fanáticos.

Regresando a las declaraciones de María Evoli, la actriz adelantó que está grabando una serie para la plataforma Vix llamada "La hora marcada", que es el remake de la famosa serie homónima de finales de los años ochenta, en donde se forjó uno de los mayores especialistas del género, el cual ha sido galardonado con el premio Oscar, Guillermo del Toro.

En cuanto a la película "La exorcista", la trama resulta un buen vehículo de entretenimiento para los aficionados a ese tipo de propuestas, que, además, tiene apuntes implícitos contra la violencia de género.

Muestra de eso último es que por primera ocasión se deja el mando a una mujer, algo que contraviene los preceptos machistas de la iglesia católica en donde se prohíbe que el sector femenino participe en un exorcismo.

Asimismo, la protagonista guarda un secreto familiar, que retrata una de las mayores problemáticas que padecen decenas de connacionales.

Sumado a lo anterior, se agradece que ahora sea una mujer, y no un hombre, quien intervenga en el cuerpo de la persona poseída, que en este caso es una habitante embarazada del pueblo de Arquímedes.

Por otro lado, se debe destacar la buena química entre Evoli y el rol personificado por Ramón Medina, el cual es una especie de comisario de la comunidad.

Finalmente, el elenco es cobijado por grandes histriones nacionales como Salvador Sánchez y la ya referida Norma Lazareno.




Aunque tú no lo sepas: una charla con Jose Riaza


Charlamos con el cantautor español Jose Riaza sobre su vasta carrera musical, su banda Tragicómi-K, el lanzamiento de su último álbum "Cleptomanías II", la incursión al mundo de las letras y su participación como actor en Luis Miguel La Serie. ¡Y muchas cosas más!


Para más entrevistas suscríbete al canal de YouTube de Casa Yonki.

Mr. Hyde anda en busca de su piedra (quién sabe que quiera con ella)



Por Juan Mendoza

Galería RAB, 21 de octubre 2022

  

Lo que en piedra empieza, mal acaba


Hace ya cierto tiempo que mi carnal del alma y sagaz acompañante en ese alucinante viaje que se llama NoMuyPunx, me anunció que El Salario del Miedo recién había publicado las crónicas de Mario Panyagua en la colección Fábrica de monstruos. “Hay que abrirle un espacio, carnal: este morro escribe unas crónicas bieeeeeeeen chidas” No identifiqué al autor pero de inmediato le busqué fecha en el calendario para que fuera invitadazo de lujo para el programa. Que lo recomendara Morcillo y que fuera publicado por la editorial que comanda el maestrazo JM Servín eran ya, por sí solas, garantías de calidad.

Pero aún faltaba la lectura del libro, cuyo título me cayó de variedad. Sí, a huevo, es éste: Doctor Jekyll nunca fumó piedra. Me sentía más cercano porque muchos años atrás escribí un texto sobre pornografía en la internet para la Revista Generación y le puse un título que, trayéndolo a estas fechas jugaría algo así como “Divino Marqués nunca tuvo un Onlyfans”. Ese tipo de pequeñas grandes cosas ya me iban adelantando la forma en que me iba a identificar con Mario.

La lectura de Dr. Jekyll me llevó a descubrir con gusto que a Panyagua ya lo conocía. No es que ya nos hubiéramos echado unos tragos juntos, o que hubiéramos compartido unas líneas en los baños de una cantina asquerosa de alguna desolada madrugada. No. Lo conocí a través de sus crónicas, navegando por las recomendaciones de amigos del feis llegué a leer sus publicaciones en Vice, Metrópoli Ficción y otros sitios de similar catadura. Las leí sin saber quien era, sin buscar el nombre, o quizá anotando el apellido solo para encontrar más material publicado en la red.

Un par de crónicas en especial me dieron en la madre. Mismas que reconocí en Dr. Jekyll con los títulos Lo Mejor de lo Peor  y Un Blues de Banqueta. En la primera, Mario relata una suerte de diario barriobajero de la experiencia de todos tan temida de pasar tiempo en un centro de rehabilitación. La segunda, un poderoso relato de compartir tiempo con niños de la calle. Dos realidades que, no me dejaran mentir, narradores, cronistas y hasta cineastas han manoseado mil y un veces de todas las maneras posibles. Desde la más oportunista hasta la más cursi. ¿Por qué narradas en la pluma de Panyagua te dan un putazo en la jeta y hace que no las olvides?

Supongo que es por la brutal honestidad con la que lo narra.

Esa palabra que tanto se ha puesto de moda, “brutal honestidad”, es vacía y sin sentido hasta que te topas con ella, con una narración tan honesta que solo puede ser brutal, madreadora, hijadesupinchemadre. Periodismo gonzo recuperado, a huevo: lo que chingadamente quiere decir eso de “gonzo”.

Otra narración que da chingazos inmisericordemente es la crónica que da nombre al libro. Una historia donde el eje central pareciera ser la piedra, el largo camino en descenso a la adicción y la dolorosa restitución posterior a un vicio que a veces es solo una pausa entre la última piedra y la siguiente. Pero que en la hábil pluma de Mario, la crónica le da la vuelta incluso a la adicción y ésta termina tratando de amistad, lealtad, y ¿por qué no? de ese espíritu humano que sigue peleando a la contra.

Aquella otra “Safari Cultural” que versa sobre la presentación de un poemario y que podría resultar tan solo un comunicado de prensa perdido en la gaceta de la institución referida en la historia, pero relatada por Panyagua, se convierte en un divertido y peligroso periplo que Mario supo sacarle provecho para demostrarnos que muchas veces, lo menos importante es la presentación del libro y lo más ponedor es lo que pasa alrededor.

Al final conocí a Mario en aquel programa de NoMuyPunx (vía streaming por aquello de la pandemia). De hecho, lo pospusimos una semana por la muerte de mi madre. Recuerdo ese pinche mediodía triste en aquel hermoso paraje lleno de árboles en un crematorio anclado en medio de un cerro de Naucalpan recibiendo las condolencias de Morcillo, Servín y Mario, con el que sentía ya un fuerte vínculo sin conocerlo físicamente. Tuve la oportunidad de conocerlo en persona y descubrir que es un tipo a toda madre. De aquellas personas que sientes son amigos de toda la vida, que solo hacía falta ser presentados. Quiero pensar que eso motiva a que me haya convocado a presentar su libro. Que me haya invitado junto a mi querido carnal Morcillo. Y está bien, invitar a tus amigos a que sean parte de la celebración ¿para qué carajos vas a invitar a alguien que no conoces o que ni lea tus crónicas? Pasa muy seguido.

Tengo muchos pendientes con Panyauga, de esos que logren concretar “una amistad cimentada con las ruinas del alma” (como dice en su libro): invitarle un postre completo y solo para él, medio empedarnos en una pulquería clandestina en el EdoMex, una visita a Yucatán, una más a Barrientos (que no el penal, sino mi casa, que conste), una noche entera de juerga que nos descubra el amanecer con caguama en mano departiendo con los gonzos de la fiesta. Esperaba que hoy fuera esa la ocasión, pero si alguien más, que no sea yo, está leyendo esto, quiere decir que también le debo esta fiesta. Se la debo a todos ustedes. Y me cae que voy a pagar.

Letrinas del cosmódromo: universo literario rupturista y anticanónico



La Editorial Agujero de Gusano ha publicado un nuevo libro que reúne el talento de veintitrés autores mexicanos y de otras partes del continente, y que tiene la finalidad de seguir difundiendo el trabajo de creadores literarios emergentes a lo largo y ancho del país.

"Letrinas del cosmódromo" es el nombre de la antología que representa el quinto título de la casa editorial, tras la publicación de Laciudad de los ahorcados (2019 y 2022), Resaca: relatos rescatados (2020), Breviario pandémico: antología de poesía hidrocálida (2021) y Banda sonora (2021) del autor Sergio Martínez.

Esta nueva obra literaria compila muy diversos estilos narrativos y poéticos, explora historias que van de lo cotidiano a lo extraordinario, de lo personal a lo comunitario, de lo marginal a lo sublime, pero siempre manteniendo ese espíritu rupturista y anticanónico con el que Agujero de Gusano entiende la literatura.

La publicación de este libro también representa un homenaje y un agradecimiento a todos los autores que han publicado sus letras en la sección literaria ‘Letrinas’ de Revista Sputnik a lo largo de estos ocho años. Por lo que algunos de los textos del libro tienen su versión digital y están disponibles en www.sputnikdos.com y otros son inéditos. Este trabajo es el primer volumen impreso de esta colección que tiene como objetivo ir creciendo año con año con el propósito de seguir impulsando el trabajo de creadores literarios emergentes.

Los autores que participan en este libro son: Liliana López León, Vladimir Galindo, Saulo Aguilar, Mónica Castro Lara, Antonio León, Samanta Galán Villa, Jorge Orlando Correa, Jessica Sevilla, Alejandro Carrillo, Alan Román, Franco García, Priscila Rosas Martínez, Carla Lamoyi, Iván Mata, Arely Jiménez, Víctor Piña, Julio Meza Díaz, Amaranta Castro, Breña Román, Isaac Gasca Mata, Ana Nicholson, Salma Caristo y Conrado Parraguirre. El arte de portada corrió a cargo de la ilustradora mexicana Kathya Echegoyen.

"Letrinas del cosmódromo" se presentará de manera oficial en el marco del encuentro literario Tiempo de Literatura 2022, organizado por la Universidad Autónoma de Baja California, a celebrarse en diversas ciudades del estado fronterizo (Tijuana, Ensenada, Tecate y Mexicali) del 24 al 29 de octubre.

El libro ya se puede adquirir con envío a toda la República Mexicana a través de la tienda enlínea de Revista Sputnik. Y en Aguascalientes ya está disponible en la Librería de los escritores (Casa Terán).


Letrinas: La tierra iluminada



La tierra iluminada
Valentín Arcadio


       

Habían pasado nueve aviones. Los vecinos llevaban tres días afuera de su departamento. Solo me quedaba una bolsa de aceitunas. Cargué el celular, la tablet, vi la película de horror que me causó más ternura que espanto; descargué la App.

La gente pasa con sus teléfonos en la mano, los audífonos en los oídos, con el mapa virtual en las “gafas inteligentes”, todo para no perderse. Nuestra memoria es la de un anciano de ochenta años. Nuestro olfato y gusto muertos tampoco ayudan a saber dónde estamos pisando. Programas la ruta del día: trabajo-casa, casa-trabajo… Así las gafas inteligentes siempre te dicen dónde estás, y a dónde vas para que no te pierdas. Así tus jefes siempre saben dónde estás, si vas al médico o no. Las gafas son obligatorias porque la gente comenzó a perderse en la ciudad después de la cepa Zeus-23. Caminaban de un lado al otro: como los perros de la calle que siempre tienen prisa. Siempre tienen un lugar a donde ir. Solo que los humanos en esos tiempos no, era como si las personas y los perros hubieran cambiado de posición en el ajedrez citadino.

Subo las fotografías a la App, elijo una de cuando en mi cumpleaños número seis me sumieron la cara al pastel y salgo llorando en la imagen. Son tres fotos en total, en la segunda salgo en traje de baño dentro de una alberca, a los diez años, con un pedazo de pizza de anchoas y doble ración de aceitunas. La última fotografía había sido tomada en el año 2020. En ese año llegó el futuro. El virus se había instalado en el aire desde aquel funesto año. Llevamos dieciocho años entre pandemias.

Después de media hora de que mis dedos no paran de teclear botones digitales con antifaces de gatitos lujuriosos, por fin la aplicación me avisa de un match.  La figura de un árbol aparece en la pantalla del celular bailando samba y brotándole frutos de lo que parece ser su cabellera de árbol. La musiquita es inadmisible, es más que ridícula. Esto parece una aplicación de teenagers. Nos comportamos como eternos adolescentes en cuerpos de ancianos. La gente llega a los cuarenta años con más horas frente a la pantalla que con orgasmos reales.

Al ver la fotografía no me lo puedo creer. Es vulgar. Tiene las gafas reglamentarias puestas, pero con falsos diamantes. Su color de cabello está demasiado teñido. Siempre he querido hablar con una de esas mujeres. Su respirador también debe estar en una funda con brillos, a mí también me gustan los brillos en el respirador, pero soy demasiado opaco para atreverme a llevarlos como parte de mi atuendo.

Hay otro match, el árbol bailador sale de nuevo con su ritmo latino. Van trece aviones que pasan por arriba de mi casa. La chica del último match se parece más a mí; es opaca. Sus fotografías también me agradan. En una de ellas sale un globo terráqueo desinflado que trae colgando en el espejo retrovisor de su auto. La segunda fotografía es la cáscara de un plátano tirado en la calle. La tercera foto es de un helado recién caído al piso. Ahora tengo una cita con la chica de las fotografías tristes; tengo un lugar a donde desplazarme, como los perros de ciudad, o la gente de los aviones.

El agua moja todo. Ahora, en el tiempo donde estamos atrapados en mi ciudad llueve todo el tiempo, mi ciudad parece un intento de set de una película oriental, donde imaginaban a las ciudades del futuro con luces de colores neones. Las personas lucen mojadas, parecen perros y los perros parecen personas; los perros se quedan quietos por más tiempo viendo caer el agua, refugiados bajo un letrero de luz neón. Olvidan por un segundo desplazarse con tanta prisa moviendo su cola como siempre lo hacen. Las personas corren con una viveza que antes no tenían, como perros: siempre entusiastas caminando a ningún punto de la ciudad.

Falta un día para mi cita. Temo que vaya a resultar un desastre. El agua de arriba no para de caer. ¿Qué le voy a decir sobre mis cosas importantes a la chica? ¿Y sobre mis desplazamientos? Tampoco quiero que la lluvia se lleve toda nuestra atención y miremos la tierra mojada durante horas intentando recordar su olor.

Hoy es el día. Me pongo las botas de plástico. El impermeable. Enciendo el celular; mi corazón late. Me pongo las gafas inteligentes que me guiaran hasta el parque de reforestación. El árbol rítmico suena otra vez; mi corazón late. Atravieso la ciudad. El árbol virtual baila; mi corazón late. Las gafas no dejan de darme las instrucciones de mi destino.

Sé que puedo lograrlo. Estimular mi cerebro al recuerdo con la ayuda de un ambiente natural. Con imágenes, que es lo único que nos queda.

Llego por fin al punto de encuentro. Es el lugar del que todo el mundo habla. El pulmón naciente de la ciudad. El umbral que nos devolverá de donde venimos todos. Se siente mucho más frío y es más sombrío que el que se ve en la postal que te presentan en la aplicación de citas. Es un bosque improvisado. Nuestro último barco. Un signo. Una bandera blanca de rendición contra el minúsculo bicho que se apoderó del aire, de nuestro olfato, de nuestro gusto y de nuestros recuerdos.

Ella estaba ahí, en la taquilla. La reconocí por su extraña gabardina escurrida de una de las fotografías que tiene en la aplicación. Apreté el paso, solo dije: hola soy tu cita de la App.

Leí las instrucciones a la entrada del parque. Esto era más ridículo de lo que yo pensé. Personas de veinte a cuarenta años a la entrada de una especie de parque de diversiones intentando tener un vínculo duradero con alguien.  Teníamos que enseñar el código que nos habían mandado cuando la aplicación hizo match. Después, ellos nos mostraban una imagen de cuadritos que se generó por las preguntas que nos hicimos, según ellos, única. Como si no supiera que las preguntas que se hace la gente en la App son una repetición infinita entre una cita y otra; un bucle infinito de lo mismo.

La imagen de cuadritos, que según se generó por nuestra particularidad de preguntas, la teníamos que escanear con la aplicación de IQ-R que lee dibujos así. Y entonces ellos nos explicaban que había cien tipos diferentes de árboles para plantar y que la aplicación marcaba el tipo de árbol a plantar y la ubicación precisa para hacerlo en las más de doscientas hectáreas de tierra para hacerlo. El árbol que nos tocó era un roble. El mapa de la ubicación para plantarlo se mostró en mi celular. Todo estaba fríamente calculado. Las instrucciones te las daba un árbol bailador de la aplicación. Hasta tenía una voz y podrías preguntarle lo que fuera. A partir de ahora, el árbol virtual, se convertiría en una especie de consejero y te recordaría los días de riego. Los días de terapia de estímulos para llamar al recuerdo en el parque. Hasta le podrías preguntar qué cosas le gustaban a tu cita y de qué humor estaría la siguiente semana, en dos meses o el próximo año. El algoritmo en forma de árbol bailador lo predecía todo.

Toqué el árbol real que nos dieron a la entrada del parque para plantarlo. Ella también lo hizo. Pero no sentimos nada. Nos metimos al gran lodazal. Las botas se enterraban en la tierra mojada. El frío se hizo mucho más intenso y oscuro. ¿Sería que esta locura, fuera alguna vez un bosque de verdad? ¿Con la oscuridad maestra que la naturaleza provee a las cosas? ¿Y no esta farsa digital que todo lo hace simplemente pixelado? Era una locura imaginar que algo que ha nacido bajo el manto del algoritmo llegará a tener la profundidad de una relación espontánea como en el pasado.

Las palabras salían con dificultad. El frío servía como muletilla perfecta en el lenguaje para hacer comentarios sobre el clima.  El terreno tenía forma de pendiente. La gente caminaba con la mirada puesta en la pantalla del celular de una manera insistente: dando vuelta por aquí, por allá, regresando al lugar donde partían, volviendo a retomar camino, regresando de nuevo, todos buscando algo. Solos, mirando sus árboles plantados. Desesperados por escucharlos hablar. Verlos a todos juntos te hacía pensar que formabas parte de una danza agónica. Las gabardinas de plástico fosforescentes flotaban entre los árboles. La luz de las pantallas de los celulares también. Los únicos que no flotaban en ese lugar eran los humanos; las luces de las pantallas eran demasiado.

El parque está dividido por coordenadas y meridianos. Hay rayos láser verdes que atraviesan el parque indicándote en qué coordenada y meridiano estás. Unos regaban los árboles, otros les rezaban y otros los maldecían. La mayoría los miraban en silencio. Había columpios improvisados con cuerdas y llantas viejas que oscilaban de una manera fantasmal, sin nadie que los ocupara, y sin embargo flotaban al vaivén del viento. Casi siempre estos columpios eran contemplados también con el más ceremonioso silencio por parte de los caminantes.

La plática se desbocó en los temas más obvios: la situación de nuestros pulmones. Tener un pulmón sano se había vuelto un lujo que no todos se podían dar. La chica había pasado siete veces por urgencias a lo largo de su vida. Cuando se enteró que yo solo había pasado cinco veces, la sonrisa se le dibujó en los ojos. Era un hombre con unos pulmones medianamente sanos que tenía a lo mucho quince años más de vida. Eso era suficiente para ser un buen prospecto en estos tiempos.

Plantamos el árbol. Insertamos el chip orgánico de regalo dentro del tronco. El chip tenía forma de corazón. El chip nos indicaría la salud del árbol, su ubicación exacta y su estado emocional. Era mi primer árbol plantado a través de la App. Pero sabía de gente que llevaba cerca de cien árboles plantados. Nos fuimos al hotel una vez que lo regamos.

Su nombre es Aria. Llevaba veintiún árboles plantados. Cuando le dije que era mi primer árbol, me dio la calificación más alta en la App en ese mismo momento, antes de siquiera haber terminado la cita. Se rio maliciosamente. Durante la estancia en el hotel solo pasaron tres aviones. Ella se bañaba de una manera muy chistosa. Todo lo hacía al revés. Empezaba por tallarse el cuerpo y después la cabeza. Ocupaba más veces el respirador a la hora de hacer el amor que yo. A ella le excitó que yo solo lo usara una vez.

Únicamente he estado tres veces en un hotel con las mujeres. Los hoteles nunca son lo que las películas prometen que sean. Aria camina por el cuarto fatigada y con el sudor en el cabello, toma su respirador y destapa las cervezas que hemos traído. Las preguntas acerca de la salud de mis pulmones comienzan de nuevo.

Se pone el respirador de nuevo al montarse en mi miembro. Ella ríe muy poco, se cansa, se agita. Su pulmón resiste. Se viene. Sus gemidos son de dolor, como todas. Le paso la mano por su espalda, la dejo sobre su pulmón. Pasa el segundo avión. Saco tres aceitunas que guardé en el impermeable de plástico fosforescente y muy suavemente coloco una adentro de su vagina. Ella duerme. Intento recordar el sabor de las aceitunas. Comienzo a masturbarme. Hago un esfuerzo vehemente por recordar el olor de una vagina. Imagino el olor impregnado de esa sacra aceituna entre sus piernas. Me resigno, voy a dormir junto a ella. Pasa el tercer avión. Y pienso: casi lo logro, casi logro desplazarme.

Al llegar a mi casa recibo el mensaje que ya esperaba de ella:

—¿Lo lograste? ¿Pudiste regresar en algún momento? ¿Aunque fuera por segundos?

—No y tú

—Tampoco.

Hago otra cita y otra y otra y otra y otra…

Un día el árbol que corresponde al perfil de Aria y mío saca una alerta muy graciosa donde se mira deshidratado y seco. Decido ir a regarlo sin avisarle a Aria. Al llegar de nuevo a casa, el árbol bailador del perfil de Aria me indica que Aria ha subido un gif a nuestro perfil. Es la aceituna de nuestra primera cita, le ha dibujado unos ojos llorosos y una boca con una pluma. La aceituna sostiene una sombrilla diminuta mientras caen gotas gigantes en su paraguas pequeñísimo. La aceituna no se ve nada bien.

La invito a cenar a mi casa, le cuento cómo me ha ido con las chicas de la aplicación y ella me cuenta de sus citas también. Le cuento que he descubierto ideas para el regreso, pero que puede escucharse como una locura. ¿Cuál es el sabor que más extrañas? El licuado de plátano con avena y vainilla. Contesta. Te espero a las ocho, trae tus fotografías de la App.

Conseguir comida del viejo orden costó una fortuna, pero finalmente pude conseguir los ingredientes para hacer una pizza de aceitunas y licuado de plátano con vainilla. La leche que conseguí era en polvo, pero era lo más parecido a las malteadas de antaño.

Puse velas, ventiladores que regaban agua con sal de mar y apagué las luces. Cuando llegó Aria, rio como nunca la había visto reír. Me dijo ridículo, me dio un beso. La senté en una silla con los ojos vendados. Puse la mesa y la comida real, y solo le dije: vamos a actuar como si no estuviéramos aquí. Actuemos como si nos amáramos, como si la comida supiera exquisita y el olor y la brisa del mar nos deleitaran. ¿Vale? Le quité la venda de los ojos y sus ojos se aguaron al ver su malteada de plátano con avena y pizzas a la antigua. Encendí las velas que iluminaban un póster con la imagen del mar y le pedí sus fotografías digitales para proyectarlas encima del póster; las acomodé de manera que se intercalaran con las mías, cuando comía pizza a los diez años, con la tierra desinflada.

Cenamos de maravilla. A cada bocado que dábamos a la comida decíamos: ¡Pero qué maravilla de aceitunas, están exquisitas! ¡Wow! ¿El queso es de importación? ¡Qué buen gusto tienes, me encanta el olor del mar! Es la mejor malteada de plátano que he probado, gracias Elías. Te amo.

Después de cenar, no quisimos separarnos de la brisa del mar.  Desarmé el comedor para poner en su lugar mi colchón.  Le di un regalo a Aria, era un globo terráqueo nuevo para su coche. Lo infló, juntó todas las velas de la casa y las prendió a su alrededor. Las fotografías de nuestros recuerdos alumbraban la tierra. Escuchamos el primer avión caer. Nos quedamos dormidos mirando la tierra iluminada.





Sobre el autor: Eduardo se hace llamar Valentín Arcadio, estudió la licenciatura en Creación Literaria en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Da talleres de literatura para el gobierno de la ciudad. Ha publicado en varias revistas en línea e impresas. Actualmente trabaja en una casa medicina asistiendo en ceremonias de plantas enteógenas. Le gusta ver vídeos de ballenas en YouTube.
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