La propuesta en cuestión también muestra nuevamente el nivel de impunidad que sigue presente en la sociedad nacional.
"A plena luz: El caso Narvarte", cine contra la desmemoria y la impunidad
Entre vampiros y rock and roll: la fotografía de Anabelí Licona
Forma es fondo, y al final de cuentas siempre la comunidad, la escena underground de cada una de nuestras ciudades ha estado acompañada por cronistas de la imagen, fotoperiodistas, y fotógrafos por amor al arte que se encargan de documentar todo tipo de eventos emanados de la contracultura.
En esta ocasión, estamos muy contentos de llevar en este espacio las imágenes de Anabelí Licona, joven fotógrafa radicada en Aguascalientes, que además nos cuenta un poco sobre su trabajo profesional y su pasión por la fotografía y el diseño de moda.
Mi primer acercamiento con la fotografía fue a los 10 años, mis papás trabajaban en medios y teníamos una cámara digital en casa, por curiosidad la tomé y comencé haciendo fotos de mis juguetes estilo "stop motion". Comencé a dedicarme a la fotografía de manera profesional hasta los 18 años, antes solo era mi hobby.
Actualmente estoy habilitando una cuenta en Instagram que pueden encontrar como @picsxbelaffles en donde estaré subiendo mi trabajo y compartiendo todos los proyectos que llevo a cabo.
S: Háblanos de tu faceta como diseñadora de modas.
A los fotógrafos emergentes, los que van empezando en la fotografía les digo que no se rindan, que sigan sus sueños, pero sobre todo que sean constantes, perseverantes y practiquen de preferencia a diario, porque yo sí creo en que la práctica hace al maestro.
Por otro lado dejo la puerta abierta a que la gente me escriba de manera directa para cualquier duda o consejo, con mucho gusto los apoyo a través de mi Instagram en donde me pueden encontrar como @belaffles o @picsxbelaffles.
Andy Zuno, entre el éxito de "Todo por Lucy" y su "Radioretropop"
"Creo que es una escapada muy saludable en el entretenimiento", expresó.
"Quería que tuviera eso, que fuera un personaje que no tiene miedo, que no tiene restricciones y que no cae en el cliché tradicional", dijo.
"Estoy muy emocionado de finalmente lanzar este EP que he trabajado con tanto amor y dedicación. Es un álbum que en sus canciones cuenta la historia de un año maravilloso para mi como lo ha sido este 2022", declaró.
Sputnik Fanzine #01 para leer y descargar
«Pinocho» de Guillermo del Toro, un cuento contra la obediencia ciega
El dolor en cuestión es uno de los elementos inéditos que el creador nacional incluye en su historia para revitalizar los orígenes de "Pinocho" y sustentar varias de sus ideas centrales, entre ellas, no obligar a nadie a cambiar su personalidad para ser aceptado o amado.
En corto: entrevista y lectura con Ana Fuente
Letrinas: Fin de año
Esa
Navidad sería la primera en la que tendríamos la visita del tío Óscar, hermano
menor de mi padre. Recuerdo haber escuchado historias fantásticas sobre él
desde que era niño. Mi padre decía que el tío Óscar había descuartizado a toda
una organización criminal y por eso estaba en la cárcel.
Mi
tía Malena, la mayor, aseguraba que el tío se perdió en los vicios, así de
simple. Cuando uno es niño deja que la imaginación gane partida, y a mis ojos,
el tío Óscar era algo así como un Sansón que podía aplastar la cabeza de
cualquier buscapleitos que le echara bronca.
Crecí
con esa idea y al fin, al tener dieciséis años, iba a ponerle rostro a ese
nombre mítico.
Eran
las ocho y media de la noche. Mi mamá hizo un lomo relleno con papas, ensalada de
manzana y sacó un vino añejo de muy mala calidad para que comenzáramos la cena.
La tía Malena llevó a mis primos, Daniela y Cheto. Los dos apáticos, haciendo
caras de fuchi a la comida de mi mamá. Los típicos parientes creídos que uno
tiene que soportar porque hay un lazo de por medio que no puede borrar nadie.
Hay
que empezar a comer, dijo Cheto. Ya tengo hambre. Sí, sí, le secundó Daniela.
El tío Óscar seguramente está de nuevo en la cárcel. A fin de cuentas, es un
esquizofrénico.
Tuve
ganas de levantarme de la silla y darles un puñetazo en la cara a los dos. Que
la fuerza de mis nudillos les reventara las venas más pequeñas de la nariz y
llenaran todo de sangre. La sangre que tanto aborrecía y que a fin de cuentas
también corría por mis venas.
Hay
que esperar un rato, dijo mi padre. Si a las nueve no llega, comenzamos. Todos
aceptaron la idea en silencio. Mis primos sacaron sus teléfonos para tomarle
foto al lomo, al vino que sabía a agua de calcetín y a ellos mismos.
Yo
me pegué a la ventana esperando ver una sombra gigante abriéndose paso entre
las casas, entre las pocas columnas de humo de un par de chimeneas en la
colonia. Se me vino a la mente la figura voluminosa de un orco o un cíclope. De
esas proporciones tenía que ser el tío Óscar.
Ya
son las nueve cinco, dijo mi tía. No creo que venga. No vemos a Óscar desde
hace veinte años. Ni siquiera sabemos si le interesa estar con nosotros. Claro
que sí, respondió mi mamá. Imagínate estar tanto tiempo solo entre
delincuentes. Cualquiera desearía sentir el amor de la familia y más en estas
fechas.
Un
trato es un trato, dijo mi padre. Hay que empezar. Cada quien ocupó su asiento,
uno apretujado contra el otro. Yo era el único que sentía la ausencia del
compañero. La silla de al lado era la de mi tío. Tenía más rabia que hambre.
Quería que todos sintieran la misma emoción que yo, pero qué hacerle. Hay
ausencias que al prolongarse tanto dejan de hacer falta.
Mientras
partíamos el lomo sonó el timbre. Mi mamá fue a abrir la puerta, sobándose las
manos. En el umbral estaba un hombre alto, sí. No musculoso, no era un orco ni
un cíclope. Tenía la piel pegada a los huesos. El cabello crecido cubriéndole
las orejas. Desde mi asiento podía ver el color miel en los ojos del
desconocido que miraba todo alrededor como si se le hubiera perdido algo que
trepaba por las paredes.
Gabardina
negra, al menos tres tallas arriba de la suya. Pantalones manchados por la
suela de los zapatos y en los brazos, como si fuera un regalo, la cabeza de un
maniquí. Buenas, cómo están. Gracias por recibirme. Ella es Silvia, mi esposa.
Las
miradas de mis familiares iban y venían de uno a otro, esperando a que alguien
hiciera algún comentario. Yo no podía creer que ese fuera mi tío, el que
desmanteló una organización criminal sin la ayuda de nadie. El que podía
hacerle frente a cualquiera.
Mi
mamá lo invitó a pasar y el tío ocupó el asiento que yo había reservado
especialmente para él. Quería sentir la emoción de estar al lado de un presidiario.
Cómo
estás, Óscar. Cuánto tiempo. Sírvete, qué rebanada quieres del lomo. Mi tío
ignoraba las palabras de su hermano. Veía la casa y luego a Silvia, su mujer. La
gabardina expulsaba un olor a humedad, el mismo que tiene la ropa que no se ha
usado en años. La presencia de mi tío me intimidaba. Algo de energías, un halo
de muerte que lo rodeaba y que no he vuelto a sentir en nadie.
Mi
mamá le ofreció un plato bien servido del lomo, imaginando, tal vez, que el tío
Óscar estuvo vagando por las calles desde que salió de prisión y había llegado
esa noche de Navidad muerto de hambre, suplicando un bocado. Pero el tío apenas
y vio la comida. Le ofreció caballerosamente una cucharada de la guarnición de
papa al maniquí, que por lo demás, era uno de los rostros más bellos que he
visto.
Ojos
grandes y azules, pestañas postizas. La nariz respingada y los labios pequeños,
melocotón. El cabello rubio le marcaba la barbilla. Mi tío veía la cabeza
hipnotizado, perdiéndose en su belleza artificial.
¿Y
cómo se conocieron? Preguntó Cheto. Mi prima comenzó a reírse y mi tía Malena
igual. Mi mamá volteó la cara hacia otro lado y mi padre le dio un sorbo al
vino que nadie quería probar. Mi tío apretó con el puño el tenedor en el que clavó
un pedazo de carne.
¿Y
piensan tener hijos?, agregó Daniela. Cheto se carcajeó, todos, de alguna
manera se rieron por la estúpida pregunta. Todos menos mi tío que arrugaba el
entrecejo. Con movimientos suaves y tranquilos, metió los dedos en la cabeza
del maniquí y sacó un revólver.
La
mano derecha de Óscar sostenía el arma que apuntó directo a la frente de Cheto.
Ya nadie se reía. Las gotas de sudor en la frente de mi primo brillaban con las
luces de colores del árbol de Navidad.
Cállate
la puta boca.
Nunca
vi un brazo tan firme como el de mi tío Óscar mientras apretaba el gatillo.
Argentina, 1985: el encuentro con la memoria histórica
Cinema Coyote | Alejandro Carrillo |
Es difícil narrar sucesos históricos desde la cinematografía. La naturaleza del género requiere que los dramas históricos memorables cuenten con ciertas características que son más virtudes de escritores y realizadores, más allá de las cuestiones técnicas de producción, que también exigen una gran cantidad de recursos, imaginación y espacios para recrear frente a los ojos del espectador momentos, personajes y lugares que no volverán.
Dichas virtudes recaen en la habilidad de contar una historia emotiva sin caer en la cursilería ni el maniqueísmo, y por otro lado, de alejarse lo más posible de la solemnidad de la estructura documental, recurriendo a la ficción primordialmente como una brújula y una llave, más que como un recurso estilístico, para acercarnos a ese ente conocido como memoria histórica, para que las sociedades y en este caso los espectadores se encuentren con su pasado.
Argentina, 1985 reúne todas estas bondades que se magnifican al narrar no solo un suceso histórico de la patria de la primavera, sino uno de los episodios más dolorosos y oscuros de la historia reciente de aquel país hermano, como lo fue el famoso Juicio a las Juntas Militares, contra Jorge Rafael Videla y otros ocho jerarcas de la dictadura militar (1976-1983), acusados de instaurar un régimen de terrorismo de Estados con miles de asesinados, torturados y desaparecidos.
La película dirigida por el joven realizador Santiago Mitre y protagonizada por uno de los histriones fetiches del cine argentino contemporáneo, como lo es Ricardo Darín, recrea el proceso de enjuiciamiento a los jefes de la dictadura argentina, tras el retorno a la democracia de la mano del presidente Raúl Alfonsín, quien a pocos días de asumir el cargo decretó someter a juicio civil y no militar a los responsables de las juntas.
La película se inspira primordialmente en el trabajo de los fiscales Julio Strassera (Ricardo Darín) y Luis Moreno Ocampo (Peter Lanzani), quienes junto a un joven equipo de abogados se encargan de llevar a cabo todo el proceso que revivió a nivel nacional los testimonios de 839 testigos en más de 530 horas de audiencia, abriendo así profundas heridas de la sociedad argentina, a través de inenarrables sucesos contados por quienes tuvieron la fortuna de sobrevivir al horror y a la ignominia durante esos terribles años.
Gran acierto del director fue conocer de primera mano a familiares amigos de las víctimas de la dictadura, con la finalidad de entender de la manera más precisa el sentir de la sociedad y la importancia que tuvo el juicio de 1985, que encendió la esperanza en la justicia de todo un país tras un largo periodo de impunidad, corrupción y muerte, tristemente sellos característicos de los procesos sociales latinoamericanos.
‘Señores jueces: quiero renunciar expresamente a toda pretensión de originalidad para cerrar esta requisitoria. Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces: Nunca más’.Julio Strassera
Crosby y Bowie: un inesperado y muy bizarro dueto navideño
Call me old fashioned... please! | Por Mónica Castro Lara |
Ya sé, ya sé… probablemente sea un shock para algunos de ustedes y se estén cuestionando mi legitimidad como melómana (jajajaja), pero admitamos que siempre se pueden descubrir canciones y géneros nuevos a cualquier edad, en cualquier momento de nuestras vidas y sobre todo, disfrutarlos y hacerlos parte de nuestra cotidianidad. Así que, no se atrevan a juzgarme, eh. Acá el asunto es que la colaboración entre estas leyendas me pareció tan random, tan bizarra y taaaan buena, que decidí escribir un textito exprés a modo de última colaboración del 2022 en Sputnik.
Estuve leyendo un poco acerca de cómo surgió este inesperado e histórico acontecimiento y se los cuento rápidamente: resulta que Bing Crosby o ‘Mr. White Christmas’ (porque sí, a él le debemos la autoría de este clásico de clásicos navideño), grabó en 1977 lo que sería su último especial navideño para la televisión titulado “Merrie Olde Christmas”, que se transmitiría en Estados Unidos y Reino Unido. La premisa del especial es que Crosby recibe una carta de un familiar inglés perdido que lo invita a él y a su familia a acudir a su casa y conocer su historia familiar, al mismo tiempo en que conoce e interactúa con trabajadores de la casa, el fantasma de Charles Dickens (supongo) y otros invitados inesperados, todos interpretados por personalidades del medio del espectáculo inglés, incluido por supuesto nuestro Starman, David Bowie. El especial fue filmado en Londres, ya que Bing andaba de gira en tierras británicas.
Pues bien, aún no me queda del todo claro cómo es que Bowie (que ya contaba con diez años de carrera en ese entonces) accede y es seleccionado para actuar en dicho especial, pero supuestamente lo hizo con el afán de promocionar su doceavo álbum “Heroes” y porque su mamá era fan de Crosby. El chiste es que, al momento de indicarle que tiene que grabar el famoso villancico “Little Drummer Boy”, Bowie se niega. “Odio ese tema. ¿No hay otra cosa que pueda cantar?”. Y Crosby, que era un señorón de setenta y pico años, se negó rotundamente a cambiarla. Imaginen la incómoda escena. Por lo que, los supervisores musicales del especial navideño Ian Fraser y Larry Grossman, encuentran un piano en el sótano del estudio de televisión y componen en menos de una hora, lo que inesperadamente sería uno de los singles más exitosos de David Bowie muy a su pesar. En realidad, el cambio no es tan drástico, pero sirvió para mantener contentos a ambos artistas y que, de alguna forma, pudieran resaltar sus atributos vocales.
Hay quienes afirman que la interacción entre ambos es bastante forzada, con diálogos sumamente prefabricados e insoportablemente escenificado. Para serles muy franca, pensé que me daría muchísimo más cringe verlo y que tendría que adelantarle hasta que comenzara la canción en sí, pero la verdad es que no fue así. Me parece que a pesar las enoooormes y muy evidentes diferencias entre ambos, lo hacen bastante bien (¿o será que soy muy ingenua?). Juzguen por ustedes mismos.
Si un prieto alza la voz, lo tachan de resentido: Tenoch Huerta en "Orgullo Prieto"
Su voz es punzante: en México hay racismo, aunque varios sectores lo han negado a lo largo del tiempo, entre ellos, los integrantes de la denominada blanquitud.
"Si un prieto se enoja y alza la voz, se convierte en un salvaje resentido, si una persona blanca se indigna y levanta la voz por los oprimidos, es en cambio un activista", expresa en uno de sus pasajes.
"El racismo a la inversa no existe, pero sí existe la discriminación, o sea, para rápido, si por ser güerito te agarran a zapes en la fila de la cooperativa para comprar tus tacos en la primaria, evidentemente es un acto discriminatorio, es un acto violento y no debe de suceder. El racismo es un sistema que involucra instituciones, usos y costumbres, representaciones, información, leyes, y, además, es histórico, estamos hablando de 500 años de racismo".#Cultura #Puebla Estas son las preguntas que le hicimos a @TenochHuerta para medios poblanos @Revista_Sputnik@lumbreras_mx
— Jaime López reportero (@JaimeComunidad3) November 19, 2022
"El racismo a la inversa no existe, pero sí la discriminación", dijo en la presentación de su libro #OrgulloPrieto @MonicaMateosV @CulturaGobPue pic.twitter.com/fbj3JdvlKe