«Esta realidad no existe»: ¿el nacimiento de una nueva literatura globalizada?



¿El nacimiento de una nueva literatura globalizada?

Un comentario personal


Carlos Herrera Novoa


Cuenta un mito peruano prehispánico que, en un tiempo primigenio, antes de que el dios Pariacaca naciera, su hijo Huatyacuri se encargó de anunciar su venida. Como en el mito, Alexis Iparraguirre, en su prólogo de Esta realidad no existe, anuncia un nacimiento que todavía no ocurre. El nacimiento de una nueva ciencia ficción en el Perú con la que él, en cierto modo, ya se siente identificado. Como Huatyacuri, Alexis Iparraguirre tiene la particularidad de ser el único miembro de una estirpe que todavía no existe y que, sin embargo, él ya vislumbra. Por esa razón el prólogo que este autor escribe para la antología que ha impulsado y editado tiene el sabor de una profecía que podría autocumplirse.

Como buen augur Alexis Iparraguirre nos describe en su prólogo, a grandes rasgos, con palabras entusiastas y un poco nebulosas, el tipo de literatura por venir. Una literatura que para él es, básicamente, una literatura de la imaginación, con características tales como la de ser sensible, diversa, buena y nueva, llena de historias delirantes, voces frescas y exploraciones vitales. Una literatura local, pero a la vez global. Una literatura que tendría a la ciencia ficción como encarnación y avatar más próximo. Un avatar que, según este autor, debería surgir en un medio como el peruano en donde, salvo algunos pioneros ya casi olvidados, casi no ha habido literatura de este tipo ni tampoco mucho interés en producirla o en promoverla.

El pequeño boom literario que en este momento este tipo de literatura experimenta en el Perú y en Latinoamérica, es un fenómeno nuevo que llama la atención en torno a los profundos cambios que se han producido en los últimos 30 años, no solo en el consumo cultural de los lectores y escritores, sino en las características mismas del mercado literario y en los circuitos de circulación de información. Cambios que (como indica Elton Honores en un interesante artículo) se deberían a la repentina irrupción en el continente de los nuevos medios de comunicación digitales y del entretenimiento globalizado.

La difusión masiva del internet ha significado también la difusión masiva de todo tipo productos culturales, desde literatura de autor o películas de culto hasta blockbusters y series producidas en cadena cuyo único propósito es entretener. Las nuevas tecnologías digitales también parecen haber superado los obstáculos de publicación y han generado una masa textual que, a diferencia de lo que ocurría antes, no necesitaría de un mercado que le otorgue una base material para crecer y desarrollarse.


Antes de esta ola globalizadora, en Latinoamérica la ciencia ficción (salvo quizás en Buenos Aires y un poco en México) era un producto de importación exótico para un público que buscaba un entretenimiento exótico. Su oferta estaba centrada en la ciencia ficción audiovisual, un poco en los cómics y mucho menos en la literatura. Era la gran época de Star wars y de las ediciones mexicanas de cómics americanos que se vendían bien en todo el continente. Era una época en que en Argentina las revistas especializadas se encendían y se apagaban al ritmo de las crisis económicas y políticas. La ciencia ficción literaria estaba más bien representada por diferentes colecciones de clásicos del género, baratos y accesibles a los bolsillos de clase media. Existía entonces, un pequeño mercado para ese tipo de productos y una oferta que permitía obtenerlos y consumirlos. Lo que casi no existía era una producción local ni mucho interés en crear una. Era como si la fantasía y la ciencia ficción no fueran de la mano con lo latinoamericano y que, como el western, solo pudieran ser un medio de distracción y evasión venido de afuera y, en su versión literaria, un sofisticado medio de escape de la cotidianeidad atroz de los 80.

Por el contrario, en los Estados Unidos la ciencia ficción y otras literaturas de género siempre han tenido raíces culturales profundas. En este país, producto de una rápida industrialización y alfabetización, surgió la primera literatura de masas barata, destinada a un público poco exigente y con ganas de divertirse. Era una literatura de distracción que reflejaba la cultura popular de las grandes ciudades y que bebía directamente de los valores y aspiraciones de los obreros y trabajadores que la consumían. A la vez que los entretenía en ella se hablaba de los nuevos mundos exóticos a los que ellos no tenían forma de acceder, de héroes que encarnaban sus paradigmas de masculinidad y de decencia, de la creciente violencia callejera o de las nuevas formas de relacionarse entre hombres y mujeres. Este fue el humus cultural en el que nació y se desarrolló la primera ciencia ficción norteamericana. En él se sembraron las dos semillas de las que esta brotó: la ciencia y la tecnología.

La ciencia ficción norteamericana surgió del impacto del rápido desarrollo tecnológico en una sociedad nueva, formada por inmigrantes desarraigados del medio rural, a los que el boom industrial y técnico les brindaba posibilidades de sobrevivir e incluso prosperar y enriquecerse. En una sociedad en la que la máquina y la ciencia se convirtieron en una de sus principales marcas de identidad, estas escaparon pronto de las universidades e instituciones especializadas y asaltaron la calle. Antes de la primera guerra mundial los clubes y las revistas de difusión científica ya estaban muy extendidos entre todos los estratos sociales. En el mundo de las revistas Pulp, las aventuras espaciales ya eran tan populares como las historias del oeste o las novelas de detectives.

Este es el mundo primigenio, caótico y lleno de posibilidades que describe Isaac Asimov en las numerosas publicaciones en las que habla de su período formativo. Un mundo en donde la primera literatura de ciencia ficción se dividía en dos bloques temáticos muy específicos: la Space Opera y los relatos cientificistas. En el primero, este autor incluía historias de aventuras en las que los tópicos habituales de la aventura colonial o del western habían sido adornados con montones de jerga científica y una utilería y escenarios tecnológicos. En ellas se privilegiaba la acción, los espacios exóticos, los héroes viriles y las mujeres sensuales y pasivas. En los relatos cientificistas en cambio la anécdota se subordinaba completamente a la ciencia como tema y personaje principal. Según Asimov, eran historias de científicos cuerdos o locos y de sus teorías o proyectos, que eran presenciados por un personaje o a varios que cumplían el rol de testigos o narradores de la historia.


Este periodo auroral terminó en los años 40 con la irrupción en el escenario de la revista Astounding Science Fiction y de su editor John W. Campbell. Para esa época ya existía un caótico mercado formado por fans amantes de la ciencia y la tecnología. Fans con estudios y con la suficiente ambición como para explorar las posibilidades que la ingeniería y los inventos industriales les ofrecían y los dramas que su desarrollo generaba. Tanto en el mercado como entre los escritores más jóvenes había voces muy fuertes que reclamaban un tipo de literatura diferente al de la era pulp. Voces que detestaban los espacios exóticos o los experimentos disparatados y que buscaban en el género hombres y mujeres reales sometidos a experiencias maravillosas, pero científicamente verosímiles, en donde se explorarán las consecuencias y los efectos de la ciencia y la tecnología en los espacios sociales y que reflejara los cambios y las dramáticas transformaciones que se veían a diario en el mundo.

John W. Campbell sintetizó todas estas tendencias y les dio una forma literariamente reconocible. A la vez, fijó los parámetros del género y diseñó marcos claros en el cual la producción de ciencia ficción podía desarrollarse y prosperar. Creó una voz propia característica para esta, definió su mercado e impuso un estilo y una temática que obedecían a lo que este mercado buscaba. Paralelamente, determinó un espacio de circulación económica claro. Por un lado, atrajo a los mejores autores pagándoles más que las revistas Pulp en circulación y por el otro ofreció a los fans un producto de calidad. A unos se les dio la oportunidad de vivir de su trabajo, a los otros la oportunidad de descubrir un espacio en donde podían satisfacer sus fantasías y sus ansias de maravilla. Irónicamente, también creó un mundo cerrado con sus propios valores que separaron la literatura de ciencia ficción de la literatura de autor, delimitándola como género mediante determinadas convenciones (como la subordinación del lenguaje al tema y este a las ideas o a los conceptos) que aun siguen lastrándola.

Fuera de los Estados Unidos la revolución campbelliana tuvo muy poco eco. A Latinoamérica apenas la tocó. Allí (en donde no existían los grandes mercados de libros de los países industrializados y en donde la máquina, la masificación, los laboratorios y la fábrica nunca tuvieron presencia en el imaginario colectivo) no fueron la ciencia y la tecnología sino los conflictos consecuencia de la modernización y la urbanización capitalistas (como el analfabetismo, los disturbios agrarios, la violencia política, la proliferación de dictaduras de todo tipo) los que marcaron las pautas que por décadas han dominado el espacio intelectual del continente.

La ciencia ficción tuvo, entonces, al sur del Río Grande, una presencia literaria marginal representada por ejemplos aislados y obras dispersas. En este continente, fue más bien el realismo (en sus diferentes vertientes, desde el realismo urbano y el realismo mágico al indigenismo) el que pronto copó las posibilidades literarias. Ahí, temas como el hambre y la pobreza, la política o el drama campesino, siempre encontraron (a falta de otros medios) su principal herramienta de expresión y análisis. Detrás de sus múltiples formas se forjaron fácilmente discursos sobre nuestra propia identidad, se nos definió como individuos y de algún modo se nos dio una voz que por mucho tiempo habló por todos nosotros.

Esta situación parece haber cambiado. Por un lado, el realismo literario parece haber entrado en un período de estancamiento. Por el otro, la actual difusión y el interés que despiertan la ciencia ficción y la literatura fantástica parecen sugerir nuevos rumbos para la literatura latinoamericana. Ambas parecen ofrecer un medio muy útil para afrontar el mundo surgido de la globalización y proyectar sus posibilidades. Son quizás las únicas herramientas que actualmente nos permite dar respuestas a los problemas angustiosos del futuro inmediato como el cambio climático, las crisis políticas y económicas globales o la mera supervivencia humana.

Paradójicamente, el género irrumpe en un tablado dominado por los medios audiovisuales, en donde se escenifica el final de la hegemonía de lo escrito como trasmisor de ideas y crisol de símbolos. A diferencia de las generaciones anteriores, los lectores nacidos a fines de los 90 tienen un contacto a flor de piel con todo tipo de medios de expresión visual (desde cómics hasta series, pasando por películas, videos y música) en donde los libros y cualquier material escrito no ocupan un lugar privilegiado. En el mundo del siglo XXI el consumidor de productos culturales tiene menos tiempo para leer y cuando lo hace, lo hace para divertirse con libros fáciles de asimilar, que no le exijan demasiado o que se parezcan a las series que está acostumbrado a ver. Estaríamos entonces, no solo frente a una crisis del realismo literario como género sino también de una crisis de la literatura en general.


Pero es posible que el mundo del siglo XXI también esté generando toda una red de nuevas posibilidades que, tal y como opina Alexis Iparraguirre en su prólogo, habría que tomar en cuenta. Por un lado, él hace hincapié en el poder democratizador de las nuevas tecnologías, las cuales, al reducir el costo de las nuevas publicaciones, facilitan su edición y comercialización y ayudan a saltarse los cuellos de botellas de las editoriales hegemónicas y de la crítica especializada. Por otro, el flujo masivo de información hace posible toparse con realidades inimaginadas, que favorecen la creación de una literatura verdaderamente global que reemplace una tradición literaria ya gastada.

Sin embargo, para el autor tendrían que cumplirse determinados requisitos para que este tipo de literatura surja.

El primero, que esta nueva literatura nazca de una encrucijada de estirpes, linajes, escuelas literarias y estilos. Es decir, que beba directamente de los productos literarios de la globalización. El segundo, que esta literatura exceda los límites de la cultura literaria. Que sea fruto de un contacto con todo tipo de productos audiovisuales (medios que para él tendrían la virtud de ser vitales, de actualizarse y perfeccionarse continuamente y de ser accesibles a toda hora y lugar). Por último, que provenga de una experiencia de consumo singular intensa y única.

Queda abierta la pregunta si los cuentos Esta realidad no existe cumplen realmente todos estos requisitos. Creo que la mayoría de ellos no lo hace. Salvo cuentos de filiación imposible como Como un Mono, Zåtn Mœrtn, Donahue, Maqueta a mano o El señor de la danza (en mi opinión los mejores cuentos de la antología), estamos más bien ante productos bastante eclécticos que recogen y reciclan tópicos y motivos de géneros hacia los que estos autores tienen más afinidad (así como de series y otros productos de la industria del entretenimiento globalizado) pero que no quitan ni añaden nada a la ciencia ficción que ya se ha hecho anteriormente. Desde este punto de vista, creo que la mayoría de los cuentos que componen la antología no son una ventana a la literatura del futuro como afirma el autor, sino más bien una síntesis muy completa de formas y motivos de una tradición cuya gran función en el libro sería la de dar visibilidad y delimitar un espacio que serviría de plataforma a partir de la cual podría despegar la literatura que el autor propone.

Tampoco comparto las esperanzas del editor de que esta nueva literatura brote del mundo del entretenimiento masivo. En gran parte porque él nunca nos dice como este material en bruto (series, novelas de género, cómics y películas de consumo masivo) puede llegar a convertirse en la literatura que él proyecta. No nos explica cuál es el juego de herramientas analíticas mínimas necesarias para que esto ocurra ni como un consumidor de este tipo de productos puede hacerse con ellas sin pasar una experiencia intelectual previa que medie entre el escritor y el material de sus obras y le dé forma a este último. Un proceso que implicaría leer mucho y leer bien, ver buenas series y películas y ver muchas. Y, por último, darse el tiempo de hacerlo y de reflexionar sobre lo que se ve o se lee. No hacerlo implicaría tener que apoyarse en una literatura de géneros. Un tipo de literatura que en nuestro continente es casi imposible, en gran parte por las limitaciones que el mismo John W. Campbell y la revolución campbelliana le impusieron en su día.


Para bien o para mal, el mundo de los aficionados a la ciencia ficción en Latinoamérica todavía no es del todo campbelliano. Salvo en casos muy específicos, en Latinoamérica casi no existe la literatura de masas, casi no hay revistas especializadas, clubes de fans ávidos y es muy difícil (por no decir imposible) que alguien haga carrera de escritor de ciencia ficción. La globalización también ha disuelto y ha desordenado la antigua cadena productiva que alimentaba la literatura del siglo XX, lo que ha hecho el pacto campbelliano imposible y ha dejado al escritor en libertad de escribir lo que quiera a cambio de que se resigne a no ser publicado, leído o comentado por casi nadie.

En condiciones de este tipo, en donde no existe un aparato de mercado o institucional que lo encarrile, en donde no hay la presión de ganarse el pan escribiendo porque sabe que nadie lo va a querer publicar y que, si lo publican, casi nadie más allá del círculo de sus colegas lo va a querer comprar e incluso leer, en medio de la libertad más absoluta y a costa de no descorazonarse y de aguantar la soledad literaria, con un acceso casi absoluto a todo tipo de materiales culturales que necesita y, como pionero en una tierra inhóspita, el nuevo escritor de ciencia ficción podría también convertirse en uno de los creadores de la nueva literatura latinoamericana del siglo XXI.

A mi parecer, esto sería posible siempre y cuando se abandone cualquier pretensión de crear una literatura de masas imposible y se apueste por una literatura de autor que se adapta mejor a la desoladora realidad editorial de nuestro continente. Esto implicaría que el escritor tome conciencia de su propio trabajo, se comprometa con él y establezca un diálogo con su propia tradición evitando formar parte de ghettos y capillas. De este modo, la literatura de ciencia ficción debería dejar de ser un fin en sí mismo para convertirse en una herramienta literaria privilegiada con la que el autor latinoamericano podría interpelar el mundo de la globalización y sus cruces infinitos y resolver los desgarros existenciales que reemplazar los tópicos del realismo literario provocaría. El nuevo escritor latinoamericano podría posicionarse frente a su propia realidad y darle a esta un lugar en su propio trabajo. 

Finalmente, podemos decir que lo más destacable de Esta realidad no existe es que, más que mostrarnos una literatura visionaria que aún no ha nacido, el libro funciona como un manifiesto o como una declaración de intenciones que nos pone sobre la mesa los requisitos que deberá tener esta literatura cuando aparezca. A diferencia de John W. Campbell, el libro no nos otorga ni unos objetivos ni un marco mínimos que puedan convertirse en un espacio literario coherente y reconocible. El editor, más que construir un movimiento de rasgos precisos, lo que hace es observar y expedir el certificado de nacimiento de un bebé que se espera que llegue en cualquier momento. Un bebé que debería devolverle a la literatura latinoamericana su profundidad psicológica, la belleza estética y su percepción (o intuición) analítica aguda.

Los mejores cuentos que aparecen en este libro ya anuncian algo de esto. Sin embargo, aunque la antología esté muy lejos de ser un retrato del bebé anunciado, creemos que su sola existencia es una promesa que debería tomarse en cuenta. Esperamos también que cuando el bebé venga al mundo sea de nuevo Alexis Iparraguirre el que cubra su nacimiento.

  


Breves referencias bibliográficas

Libros:
Asimov Isaac. Prólogo a Visiones peligrosas. En Ellison Harlan (ed.), Visiones peligrosas 1
Asimov Isaac. La edad de oro de la ciencia ficción 1
Ellison Harlan. Treinta y dos Augures. En Ellison Harlan (ed.), Visiones peligrosas 1
Fernández Luis Iñigo. Breve Historia de la Ciencia Ficción
Iparraguirre Alexis. Prólogo a Esta realidad no existe. En Alexis Iparraguirre y Francisco Joaquin Marro (editores), Esta realidad no existe. Antología de ciencia ficción por escritores del Perú
James Edward & Farah Mendelsohn. The cambridge companion to Science Fiction

Letrinas: La noche que estuve a punto de conocer a Frank Turner




La noche que estuve a punto de conocer a Frank Turner

Jorge Tadeo Vargas



Mi teléfono suena a las diez. Había pasado toda la noche despierto peleando con Diana y justo a las seis de la mañana ella salió del departamento para irse a trabajar. Yo me quedé dormido en la sala. No alcancé a contestar; tenía cinco llamadas perdidas de Edgardo. Decidí regresarle la llamada. Era editor en un periódico, y si me estaba llamando seguro era por trabajo.


—¡Cabrón ¡ —me dice en cuanto respondo —tengo un buen rato llamándote. ¿Dónde andas?

—Líos con Diana. Me dormí ya amaneciendo y no escuche el teléfono. ¿Qué pasa?

—Hoy toca Frank Turner en la ciudad. Es un concierto gratuito, sin publicidad. Mucha prensa y unos cuantos fans. Mi jefe quiere que tú lo cubras para el periódico. No me vas a decir que no, ¿verdad?

Hace cinco años conocí a Diana en un concierto de Frank Turner, recién llegado a la ciudad de Nueva York. Estaba pasando un mal momento y dejé todo para probar suerte, no en la búsqueda del sueño americano, eso ya no se lo cree nadie, solo probar que podía hacer algo más que mi trabajo de periodista habitual. Mi plan era trabajar en los lugares donde suelen emplear indocumentados e ir escribiendo un libro de crónicas sobre esto. Al final no lo terminé, pero esa es otra historia.

En ese momento estaba trabajando, pintando casas, pagaban bien y no era tan pesado como las cocinas. Además que era un trabajo diurno y cuando vives con ocho personas más en un pequeño departamento, siempre es un alivio.

Una de las razones por las que había elegido irme a Nueva York era la cantidad de conciertos a los que podía asistir. De entrada tener el festival de Asbury Park a la vuelta de la esquina ya era un plus. A los meses de haber llegado se presentaba Frank Turner en un pequeño bar de Manhattan.

Ahí fue donde la vi por primera vez. Una morena con el cabello negro casi a la cintura, con un pantalón de mezclilla azul, un suéter rojo, bufanda negra y unos zapatos que hacían juego con el color de la blusa. La vi, tenía que hablarle. Me acerque a ella, me presenté diciéndole que era mexicano, que me daba la impresión de que ella también (le hable en español obviamente).

Para mi sorpresa no me respondió diciéndome que yo era el clásico acosador que piensa que puede conquistar a cualquier mujer, al contrario, continuó hablado conmigo. Me dijo que también era mexicana.

Vivíamos en la misma ciudad, no sé por qué no nos habíamos encontrado en algún otro evento o tal vez sí, pero no nos fijamos uno en el otro a hasta ese momento.

Ella estaba de vacaciones visitando a una amiga, era arquitecta e iniciaba con un pequeño despacho con otras dos amigas. Habían ganado una licitación bastante importante y se había dado ese regalo. También era fan de Frank Turner desde la época de los Million Dead. Eso era hablar con toda una conocedora.

Después de uno de los mejores conciertos que he visto de Turner; nos fuimos a tomar a un bar cercano. Platicamos toda la noche, compartimos nuestros números de teléfonos y por meses nos mantuvimos en contacto por ese medio y por correo electrónico. Un año después y una visita de un par de días que ella hizo a Nueva York, yo estaba de regreso en la ciudad y comenzamos a vivir juntos.

A mi regreso comencé a escribir el libro de crónicas, me puse a trabajar de freelance en algunos medios locales, con suerte me publicaban en algunos nacionales, ganando muy poco, así que prácticamente vivía del sueldo de Diana. Me parece que eso jodió la relación, o al menos mi capacidad de aceptar que ella fuera quien pagara las cuentas. Fue lo que deterioró lo que teníamos. Esa dinámica fue la que generó la mayoría de los conflictos. Eso y mi irresponsabilidad afectiva, tengo que reconocerlo.

Siempre nos quedaba Frank Turner. Lo fuimos a ver las dos veces que ha venido a tocar a México; lo disfrutamos tanto como la primera vez. Hasta puedo asegurar que nos inyectaba nueva energía para continuar intentándolo. Se convirtió en nuestro Forget Paris como en la película de Billy Crystal y Debra Winger, hasta que ya no hubo más.

Después de cuatro años de vivir juntos todo explotó. Justo un día antes del concierto incógnito de Turner en nuestra ciudad como parte de una gira de promoción de su nuevo disco.


—¿Me lo dices con tan poco tiempo?

—Lo siento cabrón, no fuiste la primera opción, pero tienes que decir que sí. Hay muchos que quieren cubrirla, pero nadie que conozca al Turner como tú.

—Vale, vale. Es trabajo y el dinero siempre viene bien. Además, entrevistarlo es algo que suena muy bien. Mándame la información y yo me encargo de cubrir la entrevista y el concierto.

—¡Perfecto! Te lo mando a tu correo electrónico y bueno, te aviso que la entrevista tiene que estar en mis manos el domingo por la noche. Se publica el lunes.

—Sin fallas.

Me levanté del sofá bastante adolorido. Se había convertido en mi cama habitual, pero aún no me acostumbraba a él. Siempre despertaba con un fuerte dolor de espalda que me estaba convirtiendo en un adicto al tramadol.

Me preparo café, prendo mi laptop que está en la mesa de la cocina la cual se ha convertido en mi oficina desde hace algunos meses. Reviso mi correo, tengo un correo de Edgardo con toda la información para el concierto. Pienso en invitar a Diana, sé que le gustaría. De pronto escucho la voz de Billy Crystal en mi cabeza que dice Forget Turner! y descarto la idea.

Me pongo hacer un poco de investigación para la entrevista. Es a las ocho de la noche. Pongo en mi reproductor su nuevo disco, me paso a una página de ventas en línea para pedir el vinil, y leo algunas cosas para ir lo más preparado posible y no caer en las clásicas preguntas. Es por mucho una de las entrevistas más deseadas para mí.

Trabajo hasta casi las seis de la tarde, hora en la que llega Diana. Se sorprende de verme a pesar de todo lo que nos dijimos la noche anterior; me lo dice, además me recuerda que es su casa y que esperaba que después de ayer en que nos dijimos tantas cosas hiciera mis maletas y me fuera dejando de consumir sus energías y sus recursos.

Regresamos al pleito. Nos gritamos de todo, nos insultamos. No damos cuartel. Se queja de que no ayudo en casa, de que no hago nada y que no aporto en lo más mínimo. Lo usual. Yo le digo que como no aporto financieramente ella está resentida conmigo, la tacho de aspiracionista, de pequeño burguesa. Ella se ríe de mí, se burla, mientras me asegura que no es así, que no es algo que le importe.

Discutimos por horas, olvido la entrevista y el concierto.

Son las nueve de la noche cuando Diana decide poner fin a todo. Me pide que me marche. Hago una maleta con algo de mi ropa, le digo que iré después por mis libros, discos, cassettes, toda mi vida.

Me pide que no vaya, que me diga a dónde me lo manda. La mando al carajo y salgo. Es cuando veo los mensajes de Edgardo que está bastante enojado, no es para menos.

Pido un carro por la aplicación programada para eso. Se tardará unos minutos. Le mando mensaje a Edgardo diciendo que al menos al concierto sí llego. “Más te vale. Ya te cubrí en la entrevista”, es su respuesta.

Llego justo a la mitad del concierto. Edgardo que aunque está furioso conmigo, es mi amigo y me soporta. Me insulta, pero me dice que ya todo está cubierto, él hizo la entrevista que me toca transcribirla y ponerle de mi conocimiento sobre Frank Turner. Me deja el trabajo pesado.

En concierto aún alcanzo a escuchar un par de canciones de su nuevo disco, además de “Four simple words”, “Reason to be an idiot”, “Get better” y la canción con la que ha cerrado cada uno de los conciertos en que lo he visto: “I still belive”. Justo es cuando me doy cuenta de que estoy llorando. Es cuando entiendo que todo termino con Diana.

Edgardo y yo estamos sentados en un bar. Me pide que haga un buen trabajo con lo que tengo, es importante. Le digo que no hay problema que tengo los elementos necesarios para hacer una buena entrevista-reseña.

Son casi las tres de la mañana cuando nos despedimos. Me quedo por la zona, caminando sin rumbo, esperando a que amanezca. Sé que estoy equivocado, pero no pienso reconocerlo. Menos ante Diana, todo se ha acabado después de este último pleito. Ya no hay nada más que hacer.

Tomo el primer autobús de la mañana que va repleto de obreros, empleados de oficinas, domésticas y estudiantes que no saben que el sol se asoma, no lo pueden ver desde sus smartphones. Yo siento que es un nuevo comienzo, mientras sonrío.

«Jauría de ángeles»: letras rabiosas entre la niñez y la resignación



Alejandra Sosa |


Como lumbre llega hasta nuestras manos junto con el sofocante calor, el nuevo título de Editorial Agujero de Gusano, un libro quizá igual de sofocante que el mundo en el que vivimos que nos hace recordar que todo tiempo pasado fue mejor. Todo desde la singular voz de Itzamatul Ikal, joven autor hidrocálido por convicción, aunque nacido en la Ciudad de México, que también forma parte de la antología de poesía hidrocálida: Breviario Pandémico (2021).

Nunca se sabe lo lejos que se está del asombro hasta que se cae en lo profundo de ello. Como si fuera el hilo conductor para tal descenso, Jauría de ángeles disecciona e introduce en la mente del lector textos incómodos, escandalosos, viscerales e infantiles por igual.

El modo en que el autor desnaturaliza el lenguaje desde su cotidianidad, no hace otra cosa más que remontarnos a los grandes poetas y antipoetas que han estado en esta tierra. Decir de otro modo lo mismo es el trabajo del poeta y la virtud para que lo ordinario nos parezca lo más sublime e inconcebible del mundo.

Entre prosa y verso libre, navegamos en una infancia agridulce. Jauría de ángeles más allá de una antología poética, es el registro de una evolución literaria, el desarrollo de una pluma que madura en cada página frente a nuestros ojos, jugando entre la niñez y la resignación.

Jauría de ángeles de Itzamatul Ikal es el segundo volumen de poesía publicado por la editorial independiente Agujero de Gusano, ya disponible en línea con envío a todo México. El arte de la obra corrió a cargo de Erick Cuevas aka Nespy5€. A continuación compartimos algunas líneas incluidas en el poemario.



Itzamatul Ikal

Había encontrado el cadáver de un perro y decidió comerlo. Ese día, por más que sumó 2 + 2 hasta el cansancio, el resultado siempre fue el sufrimiento. Lo engulló crudo y pidió perdón; y juró por el recuerdo de su madre que un día escribiría un libro que lo dijera todo. Amaba a los perros, porque un perro ardiendo siempre es la bandera de Dios. Lo engulló todo y se persignó, no por lo que había hecho, sino por lo que estaba a punto de hacer.

En textos antiguos que ya pocos recuerdan, se afirma que el cadáver de un perro es un sutil signo de victoria. Y él conocía esto desde que su infancia le enseñó el placer.

En estos mismos textos 2 + 2 jamás es igual a 4; probablemente porque un perro es un número más (o una palabra menos).

Es cierto, todo pasa y se niega a sí mismo; la muerte puede no ser la muerte, y un cadáver puede ser un perro



o la misericordia divina.



Aunque tú no lo sepas: 200 discos chingones del rocanrol mexicano



Los periodistas musicales David Cortés y Alejandro González Castillo se encargaron de compilar el libro «200 discos chingones del rocanrol mexicano» en el que participan más de 50 expertos musicales y melómanos.

La obra es una selección representativa de los materiales discográficos más importantes en las diferentes vetas que existen dentro del rock nacional.


Compra el libro «200 discos chingones del rocanrol mexicano» aquíPara más entrevistas suscríbete al canal de YouTube de Casa Yonki.

¡Que viva México!: buenas actuaciones, poca crítica a la 4T



Cinetiketas | Jaime López |



Desde su primera secuencia, el nuevo proyecto filmico de Luis Estrada, "¡Que viva México!", trata de mofarse de la polarización que se vive en el país, pues confronta a pedantes burócratas enfundados en trajes de gala con dos personajes que están ataviados con indumentarias humildes.

En el enfrentamiento aludido, el cineasta echa mano de diálogos que nos recuerdan el actual contexto político, debido a que incluye términos como "fifís", un concepto que, en años recientes, ha sido promovido intensamente por el titular del ejecutivo federal, Andrés Manuel López Obrador.

Lo anterior podría ser el presagio de un discurso enérgico y contundente contra la gestión del político tabasqueño, que, sin lugar a dudas, no es santo de devoción de muchos sectores.

Sin embargo, "¡Que viva México!" no va más allá de las generalizaciones y señalamientos poco elaborados respecto al líder de las izquierdas mexicanas.

Es decir, Estrada no profundiza en su crítica o en las acusaciones hechas por la oposición acerca de que Obrador está convirtiendo a México en la nueva Venezuela o que tiene pensado reelegirse para perpetuar su proyecto político.

El "gag" más memorable contra la denominada Cuarta Transformación tiene que ver con el discurso enarbolado constantemente por el presidente de México, consistente en que su administración ha acabado con la corrupción de un día para otro.

De ahí en fuera, el argumento de la cinta está enfocado en burlarse de la población de a pie o los simpatizantes de Morena, es decir, el llamado "pueblo bueno".

Ello representa un arma de doble filo para la audiencia, debido a que puede acentuar los estereotipos relativos tanto a las clases marginadas como a las personas más acaudaladas.

De ese modo, "¡Que viva México!" muestra a la ciudadanía de escasos recursos como gandalla, vengativa, iletrada y ambiciosa, un enfoque que recuerda la visión clasista de Michel Franco en "Nuevo orden".

A pesar de lo anterior, así como de su excesiva duración (3 horas y 10 minutos) o su desabrido desenlace, el filme ha rebasado el millón de espectadores en las salas mexicanas, colocándolo como la segunda cinta nacional más exitosa en lo que va del año.

En cuanto a las interpretaciones, siempre es gozoso ver en pantalla grande a los ganadores del Ariel, Damián Alcázar y Joaquín Cosío, que en esta película dan vida a tres roles cada uno. No obstante, ninguno de ellos es inolvidable como ocurrió con el "Varguitas", de "La ley de Herodes" o "El Cochiloco", de "El infierno".

En contraste, Cuauhtli Jiménez y Mayra Hermosillo cautivan con sus roles de "Jacinta" y "Gloria", respectivamente, quizá porque aportan frescura y un gran "timing" a la trama.

Además, ambos personajes participan en escenas que hacen guiños a clásicos del séptimo arte nacional, por ejemplo, "El lugar sin límites", de Arturo Ripstein, o "El infierno", del propio Luis Estrada.

Cabe agregar que Hermosillo añade una sensualidad a flor de piel a su "Gloria", lo que probablemente le consiga algunas nominaciones en festivales o premiaciones.



Ultracostumbrismo: dos décadas de literatura «Ultrapoblana»



ULTRACOSTUMBRISMO

Dos décadas de literatura Ultrapoblana

 


Isaac Gasca Mata

Durante el decenio 2000-2010 surgió en la ciudad de Puebla una corriente literaria llamada Ultracostumbrismo. Los autores que la conformaron construyeron historias de lo cotidiano, de lo popular, alejados del centro de los discursos culturales institucionalmente establecidos. Su literatura fue la expresión de lo marginal, lo periférico, lo que no se incluye en el canon pero es común a todos: la convivencia habitual en el paisaje urbano de Puebla.

En aquellos años Óscar Alarcón, Ricardo Cartas y Rodrigo Durana mantuvieron vigentes las letras poblanas con historias de humor cáustico, descripciones de colonias icónicas de la urbe y una prosa divertida en la que los poblanos vieron reflejada su realidad. La soltura de estos autores para escribir anécdotas con un enorme contenido local recuerda la definición que Federico Carlos Sáinz de Robles dedica al costumbrismo del siglo XIX: “Tendencia literaria y artística a reflejar en las obras las costumbres del lugar y de la época en que vive el artista creador (…) es una interpretación objetiva de las costumbres, de los tipos y de los paisajes (…) apoya su interés en el reflejo de escenarios.” (Sáinz de Robles, 232). A pesar de que muchos sectores académicos afirman que el costumbrismo es una tendencia arcaica y en desuso, este planteamiento es superficial pues en casi todos los discursos literarios del género narrativo se encuentran descripciones de las costumbres del lugar donde el autor ubica su trama. Así en Noticias del imperio, de Fernando del Paso, disfrutamos con deleite la descripción de México durante la segunda intervención francesa, en la Odisea encontramos descripción de costumbres cuando Ulises regresa a Ítaca y observa con furia a los pretendientes de Penélope devorar sus riquezas siguiendo la moral imperante de la Grecia clásica. Piensen en la historia que gusten de cualquier época y nación. Cien años de Soledad, Las mil y una noches, Budapest, de Chico Buarque, Los excluidos, de Elfriede Jelinek o Pigmeo, de Chuck Palahniuk, todas reflejan el contexto histórico de la sociedad que describen. En el cine, otro discurso narrativo, encontramos costumbrismo en cualquier película, baste como ejemplos The neon demon (2016), dirigida por Nicolas Winding Refn, La doncella (2016), dirigida por Park Chan-wook, o Selva Trágica (2020), dirigida por Yulene Olaizola. En otras palabras, el creador no se desentiende de su medio, está tan influido por él que incluso aunque no escriba costumbrismo, las características del lugar donde habita aparecen en su historia. Michael Zéraffa en su libro Novela y Sociedad afirma que:   

“Cierto conjunto de relaciones sociales concretas, por una parte, y, por otra, cierto estado de cosas ideológico que recubre esas relaciones habrán dispuesto el terreno para la tarea del novelista. El talento o el genio de éste consiste, precisamente, en transcribir (pero sin saberlo, y esta inconciencia plantea un problema crucial) lo que ya se encuentra inscripto en la realidad. Una estructura novelística tiene, en sus aspectos más notoriamente estéticos, un autor inicial: el complejo histórico, social, psicológico e ideológico de que es testigo el novelista. El escritor no instaura una forma. La revela.” (Zéraffa, 52)

 

Los ultracostumbristas no solo reproducen la atmósfera local, “revelan la forma”, también expresan los elementos arquetípicos de la cultura popular poblana (las cemitas, la lucha libre, los huehues, los tacos árabes) para ficcionalizarlos a tal grado que en sus historias se habla del precio del pasaje en el transporte público, de grupos musicales oriundos de la ciudad como Campeche Chow, de las conversaciones en los puestos callejeros de tacos o de los amores en secundarias públicas. Sus cuentos y novelas contienen una profunda carga de lo que significa vivir en Puebla. Son una proyección de la ciudad desde la visión del habitante común de clase media y, ¿por qué no?, un homenaje a la Angelópolis.




La corriente literaria tuvo su origen en dos edificios de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla: el Colegio de Lingüística y Literatura Hispánica y la preparatoria Emiliano Zapata. Óscar Alarcón, Ricardo Cartas y Rodrigo Durana primero estudiaron en el  COLLHI[1] y posteriormente se desempeñaron como maestros de literatura en la prepa Zapata. Desde ésta última iniciaron su carrera literaria que fue vista con agrado por sus alumnos que se encargaron de difundir el ultracostumbrismo a adolescentes de otras escuelas de la Angelópolis. Así leí a los ultras por primera vez en el ya lejano 2006 cuando mi mejor amigo me animó a asistir a la presentación de Tus zapatillas suenan a sexo, de su maestro Ricardo Cartas. El libro, como esa misma noche comprobé, tenía el estilo despreocupado y divertido de los textos ultras. La característica es la exposición hilarante de las costumbres de Puebla. El lenguaje sencillo, por momentos obsceno, me llevó a pensar que el libro era obra de un joven como yo (era 2006). La propuesta ultra, eternamente joven, me gustó tanto que llevé Tus zapatillas suenan a sexo a mi escuela en el sur de Puebla: un centro escolar cuya maestra de literatura no leía ni el TV notas. Tuve que ingeniármelas para desarrollar mi hábito lector a pesar de que en el bachillerato del C. E. Gustavo Díaz Ordaz no teníamos biblioteca y a los maestros les importaba un bledo la lectura; solo querían que los alumnos lucieran bonitos uniformes durante el desfile del 5 de mayo. La escuela está rodeada por colonias precarias como las que aparecen en las páginas de los ultras: Agua Santa, San Bartolo, Loma Bella, Fuentes de San Bartolo, etc., en esos lares encontré referentes de mis lecturas en los mercados y en el comportamiento de los habitantes de los Infonavits. Así empezó mi acercamiento a la literatura de lo cotidiano. Comparto esto porque gran parte de los autores poblanos mayores de 29 años fuimos los adolescentes que hace tres lustros disfrutaron los cuentos de los ultras. Quizá en algún momento todos fuimos ultras. Ahora somos otra generación. No obstante, los ultracostumbristas se mantienen vigentes y superaron (por ahora) la prueba del tiempo. Son los hermanos mayores. Para muestra Polimastia (2008), de Óscar Alarcón (Puebla, 1979). De ella hablaré a continuación.  

         En la obra Nature Adorning Three Graces (1615) el pintor flamenco Pedro Pablo Rubens retrata a la madre naturaleza con al menos cuatro senos expuestos y cuatro ocultos tras la cabeza de las Gracias. Es decir, es una alegoría de la capacidad fecunda de la madre naturaleza para amamantar sus creaciones con ocho pezones. Esta ¿cualidad? rompe con la armonía simétrica del cuerpo femenino, pero lo dota de una significación simbólica que trasciende el rubro de la mitología para identificar un desorden genético en el que las mujeres que lo padecen tienden a desarrollar más de dos glándulas mamarias. De ahí el origen etimológico de la palabra Polimastia que en griego significa πολύς (“poli”, muchos) μαστός (“mastos”, mamas): muchas mamas. Tal cultismo, poco usual en la oralidad mexicana, es el título de un cuento lésbico de Óscar Alarcón.

            Polimastia es una colección de veintiún relatos ultracostumbristas y el guion de una puesta en escena. Los textos son pequeñas dosis de irreverencia y humor que conforman el cotidiano deambular de los personajes de Óscar Alarcón. Así tenemos cuentos eróticos como “Cero, la vieja del basurero” en el que una pepenadora llamada Graciana se dedica a la prostitución y tiene un gusto particular en iniciar la vida sexual de los adolescentes varones:


“tiene dinero porque se coge a los borrachos. Yo la veo llamar a los chamacos, les enseña sus piernas gordas y peludas. Les grita: “ven niño, que te va a gustar”. Tiene dinero porque los cargadores del mercado le pagan, los mete en su casa y nomás se oyen los quejidos del catre. Date cuenta, cuando el foquito amarillo con caca de moscas se apaga, es porque tiene a un teporocho metido en las piernas” (Alarcón, 13)

 

El coprotagonista es estudiante de una secundaria federal a quien la vieja llama para tener relaciones sexuales “¡Qué chulo y qué grandote estás mijito! Entra, tócame. Así, pon tus manos en mis muslos, acaríciame la espalda, anda, prueba mis chichis, así” (Alarcón, 14). El escenario se aleja del tipo de historias eróticas que ensalzan los lugares palaciegos, o al menos limpios, para llevar a cabo el acto sexual. Tampoco es la descripción de una mujer hermosa, joven y esbelta que novelas rosas de amplia difusión, como 50 sombras de grey, imponen entre el público la idea de que el coito para ser erótico tiene que realizarse entre super modelos y en ambientes afrodisíacos. Alarcón da vuelta a la página y propone un escenario distinto: una vieja pepenadora que vive entre basura y cuyo cuerpo descuidado se convierte en el objetivo sicalíptico de los adolescentes vírgenes. Algo así como la Saraghina de la película 8 ½, de Federico Fellini[2], pero en un contexto poblano.


“no hay distinción entre la espalda y las nalgas. La raya que dividía las dos enormes esferas carnosas está perdida. Grasa, Grasa, Grasita, Graciana, Grasa, me encantas, déjame tocar tu enorme panza, deja que mi ser se pierda en la manteca que escondes en el cuerpo y que tienes para mí. Enciérrame en tu amasijo de piel, de carne y pelos, quiero encontrar la salida de tu laberinto de estrías.” (Alarcón, 15)

 

El adolescente encarna los deseos viriles en “la edad de la punzada” cuando lo mismo ven sensuales a las compañeras de secundaria, a las maestras, o las vendedoras de artesanías. Para los jóvenes que salen de la pubertad e ingresan a la adolescencia los cambios hormonales, acompañados de sueños húmedos y masturbaciones constantes, los motivan a encontrar bellas a gran cantidad de mujeres que ven en las calles e imaginan que depositan en ellas la semilla que hierve en su pubis y pugna por salir. Los barros, las espinillas y demás problemas de acné son prueba de que a los varones jóvenes les urge iniciarse cuanto antes en materia coital porque sus hormonas lo exigen. Por eso es común observarlos en bancas de plazas públicas viendo mujeres pasar, lo mismo en tiendas que en escuelas u hospitales. Cualquier varón mayor de edad sabe a lo que me refiero pues se enfrentó a ese dilema entre los 13 y 17 años. A algunos les dura toda la vida. Pero la mayoría aprende a controlarse. El cuento de Alarcón propone la evocación del amor de la primera adolescencia, muchas veces platónico, que representó para nosotros la figura de culto sexual, tal como Afrodita lo fue para los griegos. La fecundidad del título Polimastía se identifica en este cuento con el deseo y el goce sexual consumado entre el adolescente y su objeto de culto. “Sigue Graciana, llévate esta virginidad que me estorba y escóndela en la masa que te cubre entera, anda. Graciana, piérdeme en tus gigantes brazos, arrópame en tu vello púbico extinto, vamos, Graciana, déjame estar encima de ti y después duerme tranquila” (Alarcón, 15). Resulta curioso que una fantasía sexual recurrente entre varones adolescentes sea penetrar a una mujer mayor. Algo tendrá que ver la cultura en la que crecimos porque muchos hombres guardan entre sus recuerdos las noches de onanismo virginal en la que se evocó el cuerpo de una mujer adulta. En la literatura se representa en numerosas historias, por ejemplo, la novela gráfica Adrenalina (2017), de Eusebio Ruvalcaba, donde un joven estudiante mantiene relaciones sexuales con la madre de su novia. En el cuento de Alarcón tal fantasía masculina se lleva al límite. El texto por momentos tiene un lenguaje procaz, pero en otros párrafos alcanza un lirismo amoroso que desubica al lector pues en algunos fragmentos emula a Charles Bukowski[3] y en otros a un poema lírico de alta factura amorosa. La historia es tan caliente que al final la casa de basura se quema a consecuencia de la carnalidad ardiente que consumió a los amantes hasta reducirlos a cenizas. “El Usuario ladra toda la noche. Le gruñe a dos figuras chamuscadas y de humo.” (Alarcón, 15). Un desenlace parecido a aquel cuento de la infancia donde dos amantes arden en el fuego de su pasión: me refiero a El soldadito de plomo de Hans Christian Andersen: “Cuando a la mañana siguiente la sirvienta removió las cenizas, lo encontró en forma de un pequeño corazón de plomo; pero de la bailarina sólo había quedado su lentejuela que ahora era negra como el carbón.” (Andersen, 162)


II

Otro cuento evocador de la adolescencia es “Uno membruno”, pues se retoman los cambios hormonales para construir un discurso acerca de las tribulaciones eróticas que ocurren a esa edad. El relato describe la vida cotidiana en una secundaria pública, carente de todo menos de tiempo para realizar travesuras. La historia cuenta que el narrador intradiegético y su amigo Membruno ingresan a una escuela para alumnos rechazados de otros colegios por su mal comportamiento. Inmediatamente se hacen cómplices y ponen apodos a todos, incluidos los pobresores. Este relato es evocador de aquella edad donde la máxima preocupación era aprobar el bimestre. En la obra de Alarcón ese tiempo feliz es la secundaria. En este contexto Membruno y el narrador inician su despertar sexual. “Las mujeres comenzaron a entrar en mi vida; después me daría cuenta que las de la preparatoria, sobre todo, serían mi perdición. Lo que más me divertía era sentarme en la banqueta y buscar el contorno de sus calzones que se marcaba por encima de sus faldas.” (Alarcón, 32), “Por mucho tiempo Gema fue la reina de mis chaquetas. En mis sueños húmedos siempre llegaba por detrás tapándome los ojos con sus manos, riéndose; después, me tocaba la entrepierna, abría el cierre del pantalón para liberarme y en ese punto mi sueño siempre se quedaba en pausa” (Alarcón, 33). La potencial fecundación, el tema central de Polimastia, también se nota en este cuento pues ambos amigos compiten por el amor de una muchacha de sexualidad precoz. Resulta curioso que el comportamiento difiere según el género de los adolescentes. Mientras que para los amigos es una lucha para satisfacer la libido, para Gema es más una expresión de hipergamia, pues la joven usa a Membruno para llevarla al baile y ahí él la entrega a su verdadero novio: un chico de preparatoria. En este punto reflexionamos acerca de las diferencias culturales sobre el deseo que se aprehenden en la pubertad y terminan por desarrollar ciertos hábitos en la adolescencia. La feminista Lucía Etxebarría plantea que:


“aunque hombres y mujeres comparten el deseo de satisfacer, como seres humanos, la necesidad de amar, de fornicar, de vincularse, de experimentar y expresar el sentimiento amoroso y el deseo, la forma en que lo hagan estará notablemente influida por los rasgos estereotípicos asociados a las identidades masculina y femenina. Es decir, la forma en que hombres y mujeres aman y desean está muy condicionada por el sistema cultural propio de la sociedad particular en la que viven” (Etxebarria, 137)

 

Los patrones de cortejo se asocian con la hipergamia femenina y la sexualidad directa de los varones. El final del cuento también recuerda a una película italiana: Malena (2000), dirigida por Giusseppe Tornatore y protagonizada por Mónica Bellucci, pues en ambas historias el protagonista, un niño inmaduro, deja ir a la mujer de sus sueños sin atreverse a hablar con ella y se ve obligado a regresar a la supuesta inocencia, a esperar su turno. “Uno membruno” nos habla del amor de la adolescencia, el inolvidable primer amor.


“Pedaleé como si huyera y en realidad huía de ella, de aquellas emociones, de los sueños, de los recuerdos, de todo.  Y pensaba que debía olvidar. Estaba seguro de que iba a conseguir olvidar. Pero hoy que ya soy mayor, que he consumido mi vida de un modo banal, que he conocido a tantas mujeres que me han dicho: acuérdate de mi y yo las he olvidado. Aún hoy es ella la única a la que nunca he olvidado: Malena”[4]

 

III

En la cultura mexicana el tema del asesinato entre amantes está difundido en productos culturales que van desde la música, la pintura y la literatura hasta las películas y el teatro. En el pasado demasiadas obras artísticas normalizaron la violencia de género y la hicieron pasar como una cuestión de honor y un deber cuestionable. Tenemos como ejemplo de ese aspecto de la sociedad mexicana canciones como Boda de sangre[5], de Teodoro Bello, Laurita Garza[6], de Los invasores de Nuevo León, El asesino[7], de los Cadetes de Linares, o un fragmento de la película El tigre de Santa Julia[8], solo por mencionar algunos. Afortunadamente ese aspecto nefasto, que repudiamos las nuevas generaciones de mexicanos, está en proceso de extinción. La discusión por la equidad de género motiva que cada vez menos hombres atenten contra la vida de las mujeres. Falta mucho por hacer, es cierto, pero la cultura machista que cosifica a las mujeres y las subordina al varón está en vías de remitir. No obstante, sería ingenuo pensar que la sociedad mexicana está cerca de resolver el problema de raíz. No todos los hombres son feminicidas. Pero los pocos que sí lo son crecieron en un contexto cultural que desde muchas perspectivas los instruyó a actuar con rabia y salvajismo contra quien creían amar. El feminicidio es la última consecuencia de una idea de amor retorcida que concibe a la pareja como una pertenencia y no como un ser humano con derechos y autonomía.

            El cuento “Dos, patada y cos” es el testimonio ficcional de un feminicida que declara ante la autoridad el crimen por el que lo detienen en flagrancia: el homicidio de su esposa. La historia es desgarradora porque al principio la pareja vive una historia de amor demasiado normal: sonrisas, fajes, casamiento con baile de guajolote como se estila en Cholula. El futuro criminal incluso declara: “ya estábamos casados y me convertí en el hombre más feliz sobre la tierra, perdóneme el lugar común, pero es cierto. La vida con la que siempre había soñado me estaba ocurriendo. Y entonces todo me hacía llorar de emoción.” (Alarcón, 55). Sin restar responsabilidad a sus actos punibles, se nota que el protagonista ama demasiado a su pareja. Entonces, ¿qué pasó?

        En los últimos años gran número de hombres empezaron a cuestionar los elementos que conforman su masculinidad con el fin de reflexionar sobre aquellos rasgos que podrían desencadenar un acto nocivo para su pareja. Tal cavilación logró un cambio consciente en la mentalidad de muchos varones que aprendieron a respetar la decisión de su pareja cuando se aleja por un tiempo o de plano ya no quiere continuar la relación. Antaño en México una pareja era para toda la vida y si la mujer acababa la relación por una infidelidad el hombre reaccionaba con violencia contra ella, justificada socialmente. Para muestra las películas de la época de oro del cine mexicano donde el típico macho empistolado era incapaz de la empatía y eructaba frases como “o mía o de nadie”, una velada amenaza de muerte. Este tipo de conductas orillaba al público masculino a emularlas y por eso ocurría tanto maltrato y desigualdad contra las féminas. En la actualidad muchos varones prefieren platicar la situación o alejarse antes de cometer una barbaridad. Y ese es un cambio positivo. Por eso el cuento de Óscar Alarcón continúa vigente pues es un tema que ahora, diecisiete años después de su publicación, se ve desde otra perspectiva. Ahora los lectores leemos el texto y nos sentimos destrozados por la tragedia que relata, pero ya no le damos la razón al protagonista, ya no estamos de su parte. Quizá si el cuento se hubiera publicado hace cien años la interpretación sería distinta. Pero los esfuerzos educativos de todos los sectores sociales (aún insuficientes) lograron ese cambio de paradigma en el imaginario masculino. Por eso cuando leemos que el protagonista del cuento encontró a su esposa besándose con otro hombre la reacción en el lector lo lleva a pensar que la decisión del personaje fue errónea. “Me acerqué a ellos sin que me escucharan, de un jalón se la arranqué al tipo, la tomé de las greñas y le acomodé dos madrazos en la cara. El tipo me dijo que qué me pasaba, no le respondí, seguí golpeándola hasta derribarla, le grité “¡Levántate!” pero no se paró. La fui arrastrando hasta la casa.” (Alarcón, 56). Mejor se hubiera divorciado.


            En el cuento “Dos, patada y cos” el autor plantea una situación límite para que los lectores no cometan el error de su protagonista. Causa escalofríos leer que el personaje no siente arrepentimiento[9] y si el lector siente repelús al leer el feminicidio significa que visibilizar el problema es mejor que ocultarlo. Algo positivo ocurre en la masculinidad mexicana que ya no justifica, e incluso reprueba, un comportamiento así. Significa que como sociedad avanzamos por el camino del respeto.  

            Polimastía tiene excelentes cuentos, algunos de tendencia surrealista como “Seis va de nuez” y otros de erotismo lésbico como el que titula al libro. En este espacio podríamos reseñarlos todos, pero decidimos que el lector los lea, los disfrute y los interprete a su conveniencia. Ahora, en la primavera de 2023 celebramos la reedición digital del libro impulsada por la Revista Neotraba y nos unimos a los festejos con esta pequeña reseña.

IV

En conclusión, el Ultracostumbrismo fue un movimiento literario netamente poblano, como en su tiempo fue el Estridentismo. Ambas corrientes estéticas guardan concordancia en sus postulados, ambas son iconoclastas de la cultura institucionalizada y ambas aluden al símbolo del guajolote. Si comparamos los artículos del manifiesto estridentista con el ultracostumbrismo confirmaremos que se asemejan en varios sentidos ya que ambos sonIrreverentes, afirmales, convencidos, excitamos a la juventud intelectual del Estado de Puebla, a los no contagiados de reaccionarismo letárgico, a los no identificados con el sentir medio”.

Cabe recordar que la iconoclasia congénita del ultracostumbrismo les trajo a sus autores algunas diatribas en el medio cultural poblano. No obstante, a pesar de esos dimes y diretes, las obras siguen editándose, los autores siguen activos y los libros continúan circulando. Eso es lo que cuenta. Lo demás es anecdótico.

El ultracostumbrismo no ha dado todo lo que tiene que dar. Es un árbol cuyos frutos más selectos no han terminado de madurar. Quizá pronto Alarcón, Cartas y Durana nos sorprendan con la publicación de más historias ultras. El público poblano lo ultracelebrará. 

 

Monterrey, Nuevo León.

 



BIBLIOGRAFÍA

ALARCÓN, Óscar (2008) Polimastia. México. Ed. BUAP
ANDERSEN, Hans Christian (2021) Selección de cuentos. México. Ed. Mirlo
CARTAS, Ricardo (2006) Tus zapatillas suenan a sexo. México. Ed. BUAP.
DURANA, Rodrigo (2016) Buenas tardes, señorita… México. Ed. Nitro / Press
_____ (2008) El calzón de Margarita. México. Ed. BUAP
ETXEBARRÍA, Lucía (2017) Más peligroso es no amar. Poliamor y otras formas de relación sexual y amorosa en la actualidad. México. Ed. Aguilar
GUTIÉRREZ HERRERA, José Luis (2013) El Arte y la Medicina Clínica. México. Ed. BUAP
SAINZ DE ROBLES, Federico Carlos (1982) Diccionario de la Literatura. Tomo I. España. Ed. Aguilar
ZÉRAFFA, Michel (1971). Novela y Sociedad. Argentina. Ed. Amorrortu Editores

[1] Siglas del Colegio de Lingüística y Literatura Hispánica donde me atrevo a pensar que estudiaron por lo menos el 80% de autores poblanos que actualmente publican tanto dentro como fuera de la ciudad. Ese edificio es el semillero de la literatura de Puebla.
[3] “Están en sus pechos, en sus enormes tetas de marrana que todas las noches un hombre distinto prueba” (Alarcón, 14)
[8] https://youtu.be/tBlDlV6GTtQ (Ver minuto 1:30 a 2:40)
[9] “No me arrepiento y lo volvería a hacer” (Alarcón, 56)
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