Aunque tú no lo sepas: una charla con Sr. González


Sr. González es un multifacético creador que navega entre la música, la producción y la literatura. Ex integrante de la mítica Botellita de Jerez, nos habla de los diversos proyectos musicales por los que ha pasado hasta llegar a Combo Movox, incluyendo la parte literaria que le llevó a escribir los tres volúmenes de "60 años de rock mexicano".

 

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Nomadland: más allá del neoliberalismo


Por Jorge Tadeo Vargas |

 

Ha llegado la economía colaborativa, la patada en el trasero de la economía de la gente modesta —anunció pesaroso—. Había llegado a un punto en que no podía pagar el alquiler y además comer. Nomadland, Jessica Bruder.

 

En este 2022, con una pandemia que no nos quiere soltar del todo, la organización Oxfam, presento su informe anual sobre desigualdades socio-económicas en el mundo, en el cual con datos duros nos dice que la élite de multimillonarios duplico su fortuna entre 2020 y 2021, es decir, estos años de cuarentena, de dolor, de muerte, para ellos fueron de riqueza, de aumentar sus ganancias. Jeff Bezos, dueño de Amazon es quien lidera a esta cúpula y quien resultó mayor beneficiado del virus SARS-CoV-2, mejor conocido como Covid-19.

En diciembre de 2021, un tornado arrasó con una bodega de Amazon ubicada en el pueblo de Edwardsville, Wyoming, dejando al menos seis muertos y múltiples heridos. Los empleados recibieron la orden de no dejar su puesto de trabajar y no dejar sus labores a pesar del peligro latente que significaba un tornado. Las pérdidas para Amazon eran millonarias y no estaban dispuestos a enfrentarlas, los empleados no tenían permitido ir a resguardarse con sus familias y al final ocurrió la tragedia.

A finales de 2020, Chloé Zhao presentó su adaptación del libro Nomandland, escrito por Jessica Bruder. La película ganó tres premios de la Academia en las categorías mejor película, mejor director y mejor actriz a Frances McDorman. La adaptación corrió a cargo de la misma Zhao, resultando una obra bastante libre e interpretativa, más allá de lo que se intenta contar en el libro, que es un trabajo de investigación que Bruder llevó a cabo por tres años viajando con gente que se mueve de ciudad en ciudad buscando trabajo, viviendo en sus autos, la mayoría de ellos adaptados para funcionar como casa y como vehículo. La investigación terminó en un libro que en español fue editado por Capitan Swing en el 2017.


Es importante hablar de la película previo hacer cualquier comentario sobre el libro, por un par de razones, la primera es que la adaptación que se hace no captura la naturaleza y el objetivo de la investigación que Bruder realizó para construir un ensayo coral que denuncia las injusticias del capitalismo de plataforma, además traiciona toda esta esencia al poner a Amazon como un empleador más, que permite a estos “nómadas” mantener su “estilo de vida” donde los bienes materiales se convierten en un lastre (según la interpretación que la de Zhao al libro) que no permiten encontrar la felicidad plena que es ir de un lado a otro sin ataduras de ninguna clase.

En el libro, los nómadas platican de primera mano con Bruder sobre los motivos que tuvieron para vivir en sus autos-hogares para viajar buscando trabajo, en donde sea y como sea. Desde los grandes almacenes de Amazon (los más utilizados, y los más esclavizantes) hasta campos agrícolas trabajando como jornaleros. La mayoría de ellos no tuvo alternativa al perder sus empleos, sus ahorros y por consiguiente, sus casas al no poder pagar las hipotecas.

Ser nómadas fue su ultima opción, no les quedo otra para poder sobrevivir. Todos ellos hablan de la falta de seguridad, de los riesgos, de cómo el apoyo mutuo si bien es fundamental para mantenerse a salvo en las carreteras, carece de la parte más importante que es defender un territorio, un espacio común.

Bruder solo sirve como válvula de escape para que los entrevistados por tres años pongan en la mesa todos sus sentimientos, sus miedos, sus sueños, incluso aquellos de poder volver a tener una casa, un lugar fijo, un trabajo seguro. Ella solo es la narradora de una realidad que supera por mucho todo lo que nos han dicho que significa el capitalismo y el libre mercado, o tal vez lo representa de la mejor manera, donde los seres humanos solo somos mercancía descartable.


A diferencia de la película que
 se inserta en esta nueva tendencia de crítica al sistema actual, que no es más que un maquillaje que sirve para silenciar las buenas conciencias de la gente que aún conserva sus privilegios, que se indignan con la pobreza y las injusticias a la par que hacen sus pedidos por Amazon, mientras que le piden a su Alexa que les reproduzca la canción de moda.

En el libro se desgrana la realidad que desde 2007 a la fecha viven miles de personas en todo el mundo, incluidos aquellos a los que el Sueño Americano se les convirtió en la Pesadilla del capitalismo tardío y salvaje. Donde las minorías ya no solo se definen de forma racializada (aunque este es un mito de los progres que no ven más allá de sus propios privilegios) sino por una clase media totalmente vulnerada, golpeada sin piedad por un sistema en crisis, por un capitalismo neoliberal que está mutando peligrosamente hacia un neo-feudalismo mucho más salvaje y depredador que se ve fortalecido por el capitalismo de plataforma que a su vez da las herramientas para que la desconexión entre el modelo de producción y el consumo se vaya dando de forma más clara. Las zonas de sacrificio son solo un mito para aquellos que no tienen que vivir y trabajar en ellas, no ven los impactos que éstas dejan en las comunidades cercanas y en la naturaleza, claro, siempre tienen la serie o la película que es tendencia para apaciguar su “conciencia social”.

La segunda razón de la importancia de la película y su desfase con el libro tiene que ver con la influencia que tiene el cine en la mayoría de la población y que es mucho mayor que la literatura, especialmente aquella de investigación, de crítica real. Y aquí tengo que ser claro. No cuestiono ni la técnica, ni la estética que Chloé Zhao logra con su filme. Es bastante buena; lo que cuestiono es su forma de abordar el punto central del libro y la denuncia muy clara que hace contra un sistema de clases injusto, Zhao lo deja de lado para convertir el objetivo en una especie de viaje de descubrimiento al estilo new age o cualquiera de esas filosofías que intentan ocultar la realidad con ideas que no tienen fundamento en la realidad, pensamientos mágicos sin sentido, absurdos.

No se espera que Chloé Zhao se convierta en la próxima Ken Loach, ni mucho menos; de este aún nos queda bastante por ver, sin embargo a la directora le falta la carga teórica socio-política que a Loach le sobra, por lo tanto se queda a la mitad del camino, o nos da un retrato romantizado de una clase que ha sido despojada de todos sus derechos, abandonada a la suerte por un modelo que la considera prescindible.

La idea de dejar todo atrás para irse en un viaje de auto descubrimiento se convierte en la trama, lo hace pensando que abandonar todo para viajar de un lado a otro es ser libre. Convierte al desalojo de las personas en una idea romántica que nada tiene que ver con la realidad, en pos a según de Zhao y muchos otros que parten de esta misma idea en la búsqueda de la felicidad completa así en abstracto, sin detenerse a pensar en lo que significa perderlo todo. En los tres años de investigación de Bruder, pocos son los que tomaron esto como un viaje de auto descubrimiento, la mayoría son desalojados, despojados, abandonados, parias.

Tal parece que el objetivo del entretenimiento actual es convencernos de que la organización ciudadana, comunitaria no es viable, que nos toca sentarnos y esperar que alguien más resuelva por nosotros la crisis actual. Una táctica que les esta funcionando bastante bien, si vemos este tipo de películas que aunque tengan un buen respaldo como lo es el libro de Jessica Bruder, se convierte en algo totalmente distinto.

 

Desde las montañas de Klatch City

enero 2021



*Jorge Tadeo Vargas, escritor, ensayista, anarquista, a veces activista, pero sobre todo panadero casero y padre de X.

Letrinas: Arrebol



ARREBOL

Por Amaranta Castro

I.

Ella se despierta con un dolor fantasma dentro de la cavidad. Se mira con un espejo, ahí está el espacio vacío que dejó la raíz torcida de su muela. Cuando pasa su lengua dentro de su boca, se pregunta en dónde habrá quedado ese pedazo semejante a un hueso, quizá dentro de algún contenedor sin líquido o en el basurero. Será el premio de otro y ya no mío.

Cuando era niña, sus dientes de leche los conservó dentro de una caja de cerillos. A veces, los formaba en una hilera, juntos semejaban la forma de una nube. Los examinaba con sus pequeños dedos. Dentro de ellos sólo quedaba un hueco con sangre seca.


II.

Hace más de un mes que va cada viernes al odontólogo. Prefiere llamarlo así y no dentista. Nombrarlo de esa forma le da una sensación de seguridad engañosa, como cuando en vez de médico, dice cirujano o anestesista.

Ella llega a la cita. Se recuesta en la silla. Espera. Luego el olor de los guantes de látex le llega a la nariz, observa las microgotas de saliva, las ve saltar en sus mejillas. Le lavan la cavidad y le pican las otras muelas con algo parecido a un ganchito.

 

III.

A la altura de sus ojos, hay una ventana con diversas manchas a las que les encuentra la forma de insectos aplastados. Se centra en la que parece una mosca: las antenas, los ojos, las alas. Detrás del insecto, aparece una espesa nube deforme.

Y ya se sabe, las nubes deformes son de por sí extrañas. Las nubes tienen una conformación bien definida y sus siluetas reales aparecen unos segundos después de observarlas.

Pero la nube sigue sin tener un contorno definido. Mientras escucha el sonido de algo parecido a una turbina pequeña que entra en su boca, observa que la nube empieza a desplazarse hacia la izquierda en un movimiento pausado y blanco. Parece que la nube quiere ver dentro de su boca, que los miles de cristales de agua quieren asomarse hasta la campanilla de su garganta y tocarla. Ella deja la boca bien abierta.

 

IV.

¿A qué velocidad se mueven las nubes? esta no dejó ningún filamento suelto.

 

V.

Cuando la nube esta por desaparecer de su vista, cierra los ojos. La lengua, la saliva, el sabor amargo de algo en su garganta. Ella abre los ojos y le sorprende que la nube vuelva. ¿Cómo que vuelve? Ahora avanza hacia la derecha, lo hace con armonía apresurada. Una última mirada Martina, dice la nube. Dentro de Martina, una nube roja asciende desde dentro de su boca, la sangre roja se desvanece, se mueve lenta hacia su cuello.

Planeta Buba: el libro

Por Parraguirre | Ilustraciones tomadas de Planeta Buba |


La presentación de un nuevo libro de Buba
conlleva una gran responsabilidad.


En el precario mundo de la narrativa gráfica nacional, revisitar las obras indica la buena salud de éstas. Sobre todo, si su realización es posible gracias a la ciberdemocracia del fondeo, en donde la gente, la banda solidaria, el pueblo bien informado, son quienes determinan el éxito de los proyectos. Tal es el caso de Planeta Buba, que pasó de ser un modesto fanzine en blanco y negro, a convertirse en un librito hecho y derecho, a color, y con audio en Surround Sound System.

Esta nueva versión remasterizada, relata la génesis de Buba, quien fue expulsada de una excrecencia del Todopoderoso, donde parece insinuarnos, a la manera del escritor soviético Isaak Bábel: 

“Nosotros somos un escupitajo de Dios. Nuestro destino no vale un céntimo; nuestra vida exactamente lo mismo”. Porque la Buba puede ser así, altanera, caprichosa y orgullosa; frívola y aventurera; o lépera, cursi y de azote existencial.

No por nada se ha convertido en un personaje entrañable dentro de la historieta mexicana (y sus alrededores). Prueba de ello es la cantidad de seguidores que se encargan de mantenerla vigente. Pues a Buba se le puede encontrar paseando en un sticker dentro de los vagones del metro, observando desde un grafiti en alguna barda de ciudad, acompañando a sus acérrimos fans sobre el lienzo de su piel, custodiando la entrada de un bar de mala muerte, o bien, al interior de algún café cultural de buena muerte (porque hasta para morir hay estilo). Aunque del mismo modo, es posible verla en lugares más formales, como los libros.

La presente edición de Planeta Buba, demuestra que el tiempo puede ser un buen aliado, debido a que la diestra pictórica de José Quintero, también evolucionó para darle otro cariz a la obra. Pero el progreso no es únicamente en el apartado gráfico, pues con la decisión de añadirle más páginas, consiguió una prosa ágil, es decir, para los entendidos en el noveno arte: un buen ritmo narrativo entre la secuencialidad de las viñetas. Lo que resulta en una lectura fluida y amena, aunque no por eso rápida, ya que dentro se podrá encontrar la clásica mitología Bubiana, que consiste en páginas con carga simbólica, y alegorías propias del microcosmos del personaje, las cuales podrían pasar inadvertidas en un primer vistazo.

Por otro lado, la brevedad de la obra es un acierto que permite regresar a su lectura más de una vez, además de ser un mérito, pues como apuntó el poeta Charles Baudelaire: Lo breve exige mayores esfuerzos que lo prolijo”. Encima, lo sucinto del trabajo es solo aparente, dado que al prescindir de textos y explicaciones, el lector puede darle rienda suelta a la imaginación y proponer distintas significaciones. Algo parecido a las alegorías oníricas hechas por Jim Woodring, en su historieta Frank.

Una interpretación somera de Planeta Buba, puede ser aquella en que el conocimiento, interpretado por la sierpe de Nietzsche, consigue abrir el tercer ojo de nuestra protagonista e iluminarla, o dicho más propiamente, ponerla al tiro; a fin de emanciparla del dogma religioso. Atendiendo así, lo propuesto por quien escribió el mamotreto de El capital: “La crítica de la religión es la premisa de toda crítica”.

Y aquí, metiendo la idea un poco con calzador, tal vez exista otra lectura subyacente a dicha crítica, con un guiño a las ideas decolonizadoras derivadas de la filosofía de la liberación. Pues la religión ha fungido como un dispositivo colonial, bajo el supuesto de su universalidad (y buena onda). Por lo que con el pretexto de un altruismo desinteresado, “el sujeto occidental –dice Abdennur Prado– se otorga a sí mismo la misión civilizadora de ayudar a los pueblos atrasados a salir de las tinieblas de la ignorancia a la luz de la razón científico-técnica”.

Ante esta lectura, quizás se pueda objetar la aparición del filósofo alemán homicida de Dios, como representante del colonialismo occidental, sin embargo, es posible pasarlo por alto, si consideramos que la crítica decolonial se desprende del propio cuestionamiento epistemológico de occidente. Algo así como el símbolo de Uróboros, a saber, la serpiente en forma de ocho devorándose así misma. Ya el escritor Leonardo Da Jandra ha mencionado que la razón sólo puede establecer significados, jamás verdades; la verdad de las cosas es incognoscible, por eso es que todas las filosofías que pretenden poseer la verdad son falsas”.

De cualquier forma, cada lector podrá aportar su propia interpretación del libro, el cual no pretende ser un tratado filosófico, sino una invitación a imaginar y reflexionar en torno al universo de Buba. Quien en una provocación, producto de la casualidad, decidió reaparecer en ésta ciudad mocha y conservadora, con una historieta que muestra el suicidio de Dios. Y aquí sí, habrá que concederle “a la provocación un alto valor filosófico”, como deseaba el filósofo Louis Althusser. Sobre todo en estos tiempos aciagos, complacientes y carentes de crítica, donde la rebeldía parece haber sido secuestrada por la tecnología y las redes sociales. 

En fin, celebremos pues, este atisbo vital del Espíritu Reacio, en un personaje iconoclasta, que a través de su libre albedrío parece decirnos, al estilo de Joseph Roth: “Dios no está ahí, el cielo está vacío y las estrellas son frías, lejanas y crueles, y puedes hacer lo que tú quieras”.


José Quintero, Planeta Buba, Mono Barroco/Animal Gráfico, Ciudad de México, 2021, 40 pp.

Letrinas: Enramado de hojas verdes


Enramado de hojas verdes
Por Julieta González Valle

En el carro al ir presurosos, sentimos un tremendo susto acompañado de una sequedad en la boca que en mi vida había experimentado. Mi tío manejaba mientras yo trataba en el asiento trasero que mi abuelo no se fuera de nuestro lado, un enramado de hojas otoñales en el pecho acompañaba sus manos ya frías y algo moradas empeoraban la tensión que nosotros de por sí ya cargábamos. Aquello comenzó como algo simple, un pequeño “traigo una molestia en el pecho” seguido de un “voy a estar bien” que se tradujo en un nosotros trasladándolo al hospital de la manera más rápida y eficaz posible. Mi abuelo ya contaba con 78 años y al ser sobreviviente de cáncer dos veces y de un ataque cardiaco, pensábamos de manera firme que esto era, algo inusual.

Al momento de ir junto a él en la parte trasera, sentí cómo al sostener sus brazos, sus manos se encontraban moradas, completamente heladas y duras. Eso me aterrorizó, le moví como pude y en ese sostener sus manos sentí cómo su frío se transmitía a mi piel, recorriéndome el brazo lentamente y haciéndome sudar, al igual que él, frío. En mi caso no sentía dolor, sino un enramado intenso en el pecho a causa de la angustia. De un momento a otro mi abuelo se fue, quedó inconsciente y extrañamente lo sentí perdido a pesar de todo el esfuerzo invertido. Fue como si yo sintiese que él no estuviese ahí mientras su cuerpo yacía a mi lado en el auto, me sentí llorar pero más que ello, sentí el enramado que se había formado en ardiéndome en el pecho y la mente fuera de mí. Pronto recobró el sentido de nuevo, quejándose otra vez, dándonos otra oportunidad que nos permitió llegar al hospital.

Mi abuelo no murió, cuando llegamos al hospital nos dijeron que se trataba de una falla renal y una descompensación de plaquetas. Su enramado había desaparecido y con ello empezaba el mío. Cuando volvimos a casa se encontraba cansado, pero de maravilla, aún su pecho dolía, pero su semblante era otro, rejuvenecido.

En mi caso el enramado apenas iniciaba sintiéndose pesado, pero no molesto, se veía como una coraza de hojas verdes y ramas que se aferraba con fuerza a mi piel y me protegía la caja torácica. Era pesada y ruidosa, al momento de llegar a mi casa vacía, todo el ruido de las hojas invadió el lugar, entrar al recinto fue algo desastroso, algunas hojas caían al piso mientras intentaba entrar e incluso cuando empecé con mi vuelta a la vida normal. Al día siguiente del incidente el ruido y tacto de las hojas me hizo despertar para darme cuenta de que no podía moverme, intente cambiar de posición en la cama, pero la coraza me lo impidió totalmente. Era un completo desastre, las hojas me impedían hacer los quehaceres.

Mi casa pronto comenzó a llenarse de hojas, mi patio de tierra y mi pecho de obstrucción, tareas como poder cambiar mi ropa o bañarme ya empezaron a ser todo un desafío para mí, en cuanto a la obstrucción, ésta ya era molesta. Pronto me sentí acorralada y empezaron los hábitos extraños como traer tierra en los bolsillos y siempre cargar agua conmigo. Había ocasiones en las cuales mi casa se percibía seca y mi único remedio era tomar el agua del grifo hasta el punto de mojarme toda en el proceso, otras veces mi cuarto me era demasiado incómodo para poder descansar y salía al patio a dormir, cerca de la tierra. El olor de la tierra mojada me llenaba los sentidos y me hacía sentir de nuevo alivio, un alivio quizá parecido al de estar en el vientre materno.

No fue sino hasta un buen día de diciembre que me percaté que en mi enramado flores hermosas habían crecido, las contemplaba con amor y respeto, como si fuesen lo más hermoso que había visto en mi vida. Aquello me conmovió de tal forma que lloré, lloré descontroladamente y me senté sobre la tierra de mi patio, con la esperanza de que el olor a esa tierra mojada me hiciese sentir un abrazo. De mí no quedó más nada, no más cuerpo, no más habla, solo quedó implantado en mi patio mi enramado precioso.

Letrinas: El acto de un solo hombre



El acto de un solo hombre

Por Gabriel Ferrum

 

El escenario brillaba con la intensidad que solo un reflector puede llegar a iluminar. Una luz artificial, tan efímera como la misma existencia del show. Un solo hombre proyectado en las sombras de un vacío silencioso. El eco hacía resonar cada centímetro del teatro. Solo aquella voz, dueña de la belleza absoluta que los maderos de roble vislumbraban con cada reflejo, era capaz de erizar la piel de cualquier espectador. La soledad insonora se presentaba con tal desespero ante la puesta en escena. Solo el acto final podría determinarlo todo. Las palabras de agonía y llantos doloros eran la cúspide de su carrera. El hombre, derrumbado de rodillas ante el escenario, sollozaba de tal forma que pedía a gritos un abrazo. Los telones se movían ante dicha demostración de impotencia y desesperanza. Sus pies tocaron los tablones de madera, alzó la vista y con una sonrisa amarga, agradeció la velada más importante de su vida, pero también la más insignificante a la vez. El lenguaje de su cuerpo, parecía comunicar cansancio y derrota. Una vez más, un fracaso en su carrera lo hacía tropezar. Las butacas vacías, yacían como una alegoría a su esperanza. Lágrimas amargas caían de sus ojos, mientras miraba el terciopelo rojizo de los asientos. El show de un solo hombre había terminado y con ello, su vida actoral. Sin más que decir, dio vuelta hacia los telones, con la intención de atravesarlos por última vez, pero el chocante sonido de unas palmas golpeándose entre sí, hizo desviar su atención. Sus ojos brillaron tenues y borrascosos. Giró la cabeza. Y ahí, justo donde la luz del reflector no llegaba, la sombra de una figura humanoide, se movía a la par de los flemáticos aplausos que invadían el silencio. El hombre inspirado por la aclamación, inclinó la mitad de su cuerpo, mostrando agradecimiento y cordialidad. Dejando atrás su intenso acto, despidió a la sombra y levantó la mano agitándola de un lado a otro.

A la semana siguiente, el acto cambió ligeramente, implementando una escena final más desgarradora y más emotiva. Un hombre perdiendo la cordura tras la muerte de su madre. Un discurso lleno de tristeza, donde expresaba el apego enfermizo, era la puesta en escena más intensa que a un principiante y loco de atar se le hubiera ocurrido. Confiado, tranquilo y lleno de fulgor, soltó gritos fuertes que ensordecían hasta el mismísimo intérprete. Arrugó su cuerpo hasta parecer una oruga barrigona y cayó al escenario como un bebé recién nacido. Su respiración era tan rígida y brusca que su garganta se desgarraba con cada aliento tibio que soltaba. De nuevo, de pie y ante el vacío de un público inexistente, buscó por todas partes a su sombra admiradora misteriosa. Las luces del público se encendieron, pero a diferencia, las de su propia esperanza se apagaron, y su amor al arte se desvanecía con el borrón de la sonrisa en su rostro. Enterrando su valor, caminó fuera del escenario hacia el telón, aún con la mínima esperanza de escuchar ese sonido glorioso bañado en clamor. Sorpresivamente, ahí estaba, resonando en el silencio espectral, apabullado cada sonido a su alrededor, como el crujir del escenario o la respiración del hombre. Sus ojos bailaban desesperadamente buscando aquella sombra, hasta que, por encima en los balcones, se encontraban unas manos dando aplausos gratificantes. Pequeñas y cansadas, las cuales emocionaban al actor y lo llenaban de gracia.

Al siguiente acto, su melancolía no faltó. Una vez más, un agregado se integró. Un gesto de alegría amarga fue aquello que el hombre dedicó durante su tercera presentación. Y una vez más, el vacío del teatro, no se comparaba con el vacío de su alma. Pero, de nuevo, allí se encontraba aquella sombra, revelando su figura, un delicado pero dulce anciano, con tintes de sabiduría por doquier, adornaban su mirada serena. Esos pequeños ojos, apenaron al hombre de su tan apresurado final, inclinó torpemente su cabeza, reverenciando y agradeciendo su amabilidad. Sus brazos extendidos reflejaban la idea de ocultarse tras las cortinas, pues, a pesar de no ver el rostro del viejo, suponía un gesto analítico. Los silencios del teatro reflejaban su propio espíritu tranquilo y pacífico. Su calma invadió su ser al observar aquella figura pequeña, pero severa.

Al siguiente y último acto, el hombre preparó todo con antelación. Una pistola falsa estaba introducida en sus pantalones, visible al público. Sus llantos y gritos de agonía demostraban el dolor del hijo dentro de la ficción. El monólogo acabó y con él, la vida de aquel personaje. Sacó el arma de sus pantalones y al hacerla sonar, cayó estrepitosamente al piso de madera, haciéndolo vibrar. Las luces se apagaron y los telones al fin se cerraron, dejando al hombre oculto a la vista. Los aplausos totalmente potentes se hicieron presentes. El actor bajó del escenario totalmente feliz y satisfecho. Inclinaba su cuerpo agradeciendo la velada. Los aplausos dejaron de sonar.

El rostro del hombre se tornó algo frío y asustadizo. El áspero sonido de los pasos aproximándose, lo terminaron de impactar. La mirada del actor se postró en el piso sin lograr enfrentar a aquel ser envejecido. Éste colocó una mano en su hombro, provocando que sus ojos se alzaran a los del anciano. Ojos tranquilos, y satisfechos. La figura dio media vuelta y caminó. El hombre lo acompañó hasta la salida sin cruzar palabras, hasta que, él rompió el silencio que los abrumaba.

–Disculpe, quisiera hacerle una pregunta –dijo el viejo. El hombre se tornó nervioso e intranquilo–… Tengo la más incesante curiosidad de saber cuál fue el motivo por el cual continuó con su show. No quiero menospreciar su acto, pero... solo yo era su único espectador.

Las palabras duras pero ciertas del viejo denotaban cierta intriga sincera de su parte. No parecía ser con el afán de infravalorar la obra de aquél hombre, sino de responder una incógnita. Éste dejó de sonreír, para luego volver a hacerlo ligeramente.

–Pasé los últimos tres años de mi vida trabajando para una empresa que odiaba con toda mi existencia. Trabajé muy duro, como esclavo, sufriendo humillaciones todo el tiempo. Gasté todos mis ahorros en comprar este viejo teatro. Estaba listo para al fin cumplir mi sueño. Escribí mi propio guion y le di publicidad. Todo estaba listo. La noche llegó y... nadie se presentó. Pero solo un aplauso me hizo volar de la tierra al cielo. Usted... usted fue quien me motivó a continuar.

La única mueca visible de aquél anciano se presentaba como arrugas en sus ojos pequeños de su ceño. La intriga lo invadió.

–No entiendo...

La vista del hombre se postraba ante el escenario, como si pretendiera haber escuchado un intenso mar de gritos y aplausos, apoyando su tan maravilloso acto.

–Un sueño solo necesita una palmada en la espalda, o un fuerte abrazo... el mío... un solo aplauso...

Alzando la mirada, revelando sus cansados ojos, el anciano sonrió y usando su viejo bastón...

–Excelente actuación... –Y sin más, dejó al actor solo en el teatro, dueño de su propio camino. Dueño del acto de un solo hombre...

Letrinas: Macaria


Macaria

Por Víctor M. Campos


Estoy sentada frente al espejo esperando a que me salgan las canas. La otra noche, mientras cenábamos, mi madrina me encontró una en el fleco. Dice que no hay nada peor que le pueda pasar a una mujer. Ella se las tiñe con esos rojos que tanto le gustan. Mi cana es blanca o más bien como plateada. Menos mal. Las canas amarillas le dan asco a mi madrina. Eso dijo mientras fruncía la boca y me la arrancaba con unas pinzas.

Felipa dice que no debería hacer eso. Que las canas son destellos de sabiduría. Pero mi madrina truena la boca y dice que qué sabiduría puedo tener yo. Y sí, digo no, supongo que no. Mi madrina es la sabia de la casa. Aunque, aquí entre nos, yo prefiero a Felipa. Ella es la que me da de comer lo que me gusta. Cuando mi madrina se va al banco o duerme su siesta, Felipa y yo vamos a mi cuarto y me da cosas ricas.

Cada primero de mes mi madrina va por su incapacidad. Luego vuelve y se encierra en su cuarto. Yo pego mi oreja a la puerta y la oigo contar el dinero en voz baja. Uno, dos, tres, y así. En la cocina le da algunos billetes a Felipa, pero antes se moja la punta de los dedos y se los va pasando uno por uno. No vaya ser que estén pegados, dice. Con lo caro que está todo. Con lo inútiles que somos Felipa y yo. Felipa me cierra un ojo y sonríe. 

Quién sabe cómo le hace, pero siempre trae chocolatitos. Ella dice que estira el dinero. Una vez yo lo intenté pero rompí un billete y mi madrina me pegó. Sólo quería estirarlo, le dije, pero no me creyó y me dio de bastonazos. Chamaca idiota. Ya me tienes harta, me gritó. Felipa me llevó a mi cuarto, me quito la ropa y me sobó. Sentí muy rico. Después, me dio un chocolate. Nomás no le digas a nadie, mijita, y te doy más chocolates luego.

          Yo aprendí a sobarme sola.

Pero Felipa se dio cuenta y me dijo que no; que eso no era para andarse haciendo así nomás. Y es que de repente me daban muchas ganas y lo hacía a todas horas y en todos lados. Felipa me dijo que si mi madrina me veía me iba a dar de bastonazos otra vez. Mejor yo te ayudo cuando se vaya al banco o cuando se duerma. Además, acuérdate de los chocolates. Así me convenció. Y aunque a veces me dan muchas ganas de sobarme, nomás me siento, cruzo las piernas y las columpio hasta que se me pasan. Felipa me mira y se pone un dedo en la boca como para que no diga nada. Y no, no digo nada. Ella es muy buena conmigo. No es de la familia, pero aquí está todo el día. Se la pasa barriendo y trapeando mientras mi madrina se depila las cejas o ve la televisión. Los sábados lava la ropa y es ahí cuando se da cuenta de que a veces no me puedo aguantar las ganas. Mira nomás estos calzones, me dice. Y yo me río. Lávate las manos antes, chamaca. O de plano bájatelos pa’que luego no me cueste tanto trabajo quitarles la mugre.

          También así se dio cuenta de lo del padrecito.

Los domingos venía a comer después de misa y se sentaba a ver la tele con mi madrina. Cuando ella se quedaba dormida, el padrecito decía que me iba llevar al cielo y me sobaba muy brusco y luego yo lo sobaba a él. Felipa se dio cuenta porque un día mis calzones estaban todos embarrados. Y ora qué es esto, dijo. Yo nomás alcé los hombros y me tapé la boca con las manos. Ella rascó la mancha, la olió y peló los ojos. Yo me reí y me hizo cosquillas hasta que le conté todo. Si sigues jugando con él ya no te voy a dar chocolates. Y como el padrecito no me daba nada y nomás se hacía pipí, ya no dejé que me llevara al cielo.

          Desde entonces ya ni viene.

          Felipa y yo somos felices. Yo me como uno o dos chocolates todos los días y mi madrina ni se da cuenta. Se la pasa viendo el programa de la Doctora Polo hasta que se queda dormida. Así desde su accidente. Felipa y yo estamos toda la tarde en mi cuarto y luego se va a su casa. Se despide de mi madrina hablándole bajito al oído y ella salta en el sillón. Sí, sí, dice mi madrina a lo puro menso. A mí me da mucha risa, pero Felipa se pone un dedo en la boca y me pela los ojos. Sé que ella también se ríe pero disimula.

          Sí, sí. Nos vemos mañana, dice mi madrina cuando por fin se despierta. Luego Felipa le recuerda que al día siguiente es domingo y que ella los domingos no viene. Sí, sí, hasta el lunes. Ya, lárgate, le dice. Cuando se va, mi madrina y yo cenamos las dos solitas en la cocina.

Así estábamos la noche en la que mi madrina me llamó. Se puso los lentes, me pidió que agachara la cabeza y me espulgó. Ya estás vieja, me dijo. Luego, sentí el jalón. ¡Auuuh! Ahora estoy sentada frente al espejo esperando a que me salgan las canas. Mi madrina me dio unas pincitas para que cuando vea una me la arranque. Dijo que si no me pongo viva me va a tener que pintar el cabello de rojo, pero yo no quiero. Felipa tampoco. Dice que mi cabello es más bonito así como está. No me ha salido ninguna cana en todo este tiempo.

Lo bueno es que mientras puedo columpiar mis piernas y comerme uno de los chocolates que Felipa me dio.

Doom Patrol: marginados contra lo establecido


Por Jorge Tadeo Vargas |

 Desde este día celebraremos el absurdo total de la vida, el birlibirloque gigante de la existencia. ¡Desde hoy que reine la sinrazón!”


-Mr. Nobody


En 1963, las dos grandes casas editoriales de comics books en los Estados Unidos publicaron un par de series que tenían superhéroes similares y con las que comenzaban a crear una nueva clase de héroes; una que no era ni admirada, ni respetada sino que por el contrario eran marginados, rechazados, perseguidos.

Distintos al resto de los seres humanos y por supuesto a los demás protagonistas que en ese momento estaban en la edad de oro del comic. Eran odiados, atacados por más veces que salvaran al mundo. Eran los marginados que ni siquiera llegaban a la categoría de antihéroes que tenían otros personajes.

Marvel publicó el primer numero de los X-Men, que aunque costó que los fans los aceptaran, el resultado con el paso del tiempo ya todos los conocemos. Una de las series más exitosa de la Casa de las Ideas, que ha contribuido hacer grande todo el Universo Gráfico de esta editorial, creando a otros equipos (X-Force, X-Factor, Excalibur, New Mutants, Deadpool, entre otros) además de haber entrado con éxito a las series live-action, películas y muchas series animadas. Marvel consiguió convertir a su grupo de marginados en un grupo que si bien en las historias se mantienen con el rechazo, en el mundo real lograron avanzar más allá. Y es que no es lo mismo, un Niño Bestia que Wolverine. Hay una enorme diferencia.

DC por otro lado toma un camino mucho más arriesgado. Con Bob Haney como escritor y Arnold Drake dibujando, apuestan por formar un grupo mucho más extraño que los mutantes de Marvel, por lo que su grupo de marginados es mucho más atípico; las historias se convierten en una suerte de viñetas de lo más bizarro e ilógicas que se han publicado hasta la fecha.

La rareza de sus personajes -protagonistas y antagonistas por igual- ha convertido a Doom Patrol -el nombre que le dieron a este equipo- en un grupo atípico, que a la par se convirtió en una serie de culto. Sin el éxito de los X-Men pero con mucha mayor libertad creativa para sus creadores y los que siguieron explorando hasta donde podían llegar con este equipo.


En términos de ventas, Doom Patrol no ha sido el mayor éxito de DC, al contrario, desde su creación a inicios de los sesenta que se publica de forma regular, ha pasado por un periodo de cancelación en cada década hasta llegar a este siglo XXI. Digamos que el mercado le da un descanso de tiempo en tiempo para que regrese mucho más irreverente, político -aunque sea incorrecto pero lo es- y con más fans que presionan para que la serie regrese. Algo que siempre consiguen.

La época más larga de publicación fue entre la década de los 80s y 90s cuando de la mano de un joven Grant Morrison que después de saltar al éxito gracias a su novela gráfica Arkham Asylum comienza una nueva época con estos marginados llevándolos a tope de sus comportamientos que no tenían nada que ver con lo que se esperaba ni de un grupo de superhéroes, ni de personas “normales” para la sociedad.

Con Morrison al mando, Doom Patrol comienza a perfilarse en lo que se convertiría en esos años: un espacio para que desde lo políticamente incorrecto se pusieran en la mesa de discusión, al menos en el ámbito del arte gráfico, comics y novelas, temas como la homofobia, la transfobia, el racismo, la salud mental. Todos ellos visto desde una verdadera corrección política, es decir, sin caer en la burla o el cliché, pero sin dejar de ser políticamente incorrectos.

En los cinco años que Morrison estuvo como escritor, la serie exploro temas que difícilmente se abordaban en otras series. El Joker puede estar loco, pero nunca se habla de por qué o el problema de la salud mental que lo lleva a ser lo que es, Morrison lo hizo, desde este comic denuncio al sistema de salud, al sistema patriarcal, a la falta de apertura con los diferentes. Fue justo aquí donde inicio su crítica a la hegemonía de los héroes en mallas.

En Doom Patrol, la característica de todos los personajes que aquí aparecen es que de una forma u otra son marginados, viven en la frontera de la normalidad, sobreviven desde el rechazo de la sociedad, no encajan en las normas establecidas por el sistema. Sus poderes, que no son tan grandiosos como los de otros son los causantes directos de sus problemas tanto personales, como colectivo y con la sociedad.

Ellos no pretenden cambiar al mundo. Su lucha no es por hacer de este un lugar mejor. No están buscando ser aceptados, responden ante villanos que los atacan ya sea directa o indirectamente. Y estos, los villanos, tampoco están tratando de dominar al mundo. Solo quieren -tanto los primeros como los segundos- ser aceptados, ser felices, que parafraseando a los X-Men podríamos decir que quieren serlo en un mundo que les teme, los odia y los rechaza.

Los personajes sobreviven más allá de sus poderes y no siempre gracias a ellos. Hay una enorme diferencia -por citar un ejemplo- entre Mr Fantastic de los Fantastic Four, que gran parte de quien es se lo debe a su poder y Rita Farr (Elastic Girl) que perdió todo lo que tenia y quien era cuando obtuvo su poder, del que se avergüenza, lo que hace además que le sea imposible controlarlo, viviendo entonces en una ansiedad que la lleva casi a la locura, a pesar de su instinto maternal de proteger al equipo. O entre Vision y toda su seriedad, sobriedad que implica ser robot, y la ira, la violencia, el enojo, la desesperación de RobotMan que no le permite “alcanzar su potencial como héroe”.

Doom Patrol poco a poco se fue ganando un espacio entre los más freaks de los freaks y fue así como se fueron convirtiendo en un símbolo de ciertas luchas, al menos de ciertos grupos en algunos movimientos de resistencia. Los personajes, incluso los villanos se prestan para eso; para convertirse en voceros de luchas. Claro, siempre hasta donde la editorial lo permite. La serie también ha sido una marginada, por lo que quienes pasan por ella saben que tienen que lidiar con esto, sabiendo que tienen el apoyo de muchos.


Liderados -en algunos casos creador/dador de los poderes- por un científico con una moral un tanto extraña, que parte de la lógica de “por todos los medios necesarios” y que además tiene una hija con un amigo imaginario que ella controla y que puede acabar con todo el mundo si se lo pide; este grupo va desde una actriz de la década de los cincuenta venida a menos -Rita Farr- un joven que puede convertirse en cualquier animal que conozca -Niño Bestia-, un robot con el cerebro de un piloto de carreras con serios problemas de manejo de la ira -RobotMan-, una joven con sesenta y cuatro personalidades, cada una con un poder distinto -Crazy Jane-, hasta un gay que tiene dentro de él a un ser radioactivo que lo mantiene vivo -Negative Man-. Los villanos no son muy distintos, un coleccionista de mariposas que se cree un dios -Red Jack-, un cazador que persigue y encuentra a sus presas comiendo vello facial -The Beard Hunter- o aquellos que no quieren conquistar al mundo sino convertirlo en un lugar más feliz, claro, desde su retorcida lógica de la felicidad -Mr Nobody-.

Los personajes secundarios mantienen estas rarezas. Una calle que es un ser vivo que se esconde moviéndose de un lugar a otro, pero que además se identifica como un ser No Binario y que sirve de refugio a seres como él; ya sean transexuales, género fluido, homosexuales, cualquiera que sea atacado por sus preferencias tiene un espacio con Danny The Street. Flex Mentallo que su superpoder radica en con solo flexionar sus músculos logra orgasmos colectivos en cualquier espacio en el que se encuentre.

Esta es una serie que incluso en estos tiempos y el significado que tiene para algunos, esta condenada a ser de pocas ventas, por lo que su duración es limitada. Sus personajes aunque entrañables, son demasiado cercanos y nos recuerdan mucho del mundo actual. No son esos grandes superhéroes como Thor, Superman, que nos recuerdan la grandeza, o antihéroes como Batman, Punisher que nos recuerdan ese lado oscuro que tenemos. Aquí vemos personajes que aunque más extraños son más reales, por lo menos sus problemas y la forma de lidiar con ellos en el día a día.

En el 2019, HBO junto a DC decidieron filmar un live action apostando por el boom actual de estas series y películas con resultados que ni ellos esperaban. Retomando la idea primaria de Grant Morrison, esta serie acomoda a los personajes en un mundo que con toda la corrección política que en teoría existe, los marginados siguen luchando por su vida; sin dejar de ser políticamente incorrecta y especialmente sin la necesidad de caer en panfletos sin sentido, van haciendo referencias a muchas de las resistencias actuales. La vida de los live action es corta, pero ya vemos en los medios que al menos Doom Patrol pasó a la historia por atreverse hablar de lo que no todos hablan y lo hace de forma correcta. Sin ofender, pero sin caer en paternalismos absurdos.

Contradiciendo a Alan Moore y sus a veces acertadas criticas a los live action de hombres en mallas -¿podemos clasificar a Doom Patrol en este lógica? No lo sé, juzguen ustedes- el acierto de esta serie es que no infantiliza, no vende grandeza inexistente, irreal, al contrario, nos invita a reflexionar sobre las luchas individuales y colectivas que todos llevamos en el día a día, a sentir empatía hacia todos aquellos que reciben/recibimos el rechazo continuo. Lo hacen sin caer en la falsa corrección política actual y sin dejar fuera el humor políticamente incorrecto tan necesario en estos tiempos.

Desde el exilio en Ankh-Morpork




Jorge Tadeo Vargas: Escritor, ensayista, activista, anarquista pero sobre todo, panadero casero.

Tranquility Base Hotel & Casino: psicodelia en la alfombra

Las reseñas innecesarias | Por Juan Jesús Jiménez |


Probablemente al mencionar a Arctic Monkeys se nos venga a la mente el año 2013 cuando popularizaron su música con su álbum AM, pero mucho antes, la banda ya contaba con canciones icónicas y con experimentaciones interesantes que dieron forma a lo que encontraríamos en su disco del 2018; Tranquility base hotel & casino, funciona con una ruptura entre lo que la banda británica ofreció en AM, sin perder la calidad con la que llegaron a la fama mundial.

En medio de sonidos psicodélicos y glam, rondando ritmos pop y rock, cada una de las once canciones que conforman el álbum, destacan por sí solas en una línea muy dispersa pero bien definida. Grabado en muchos estudios entre Los Ángeles, París y Londres, el disco fue lanzado bajo el sello de la discográfica independiente Domino Records. Inmiscuido entre la expectativa, la recepción al público general fue muy dividida y no es difícil adivinar el porqué.

Todas las canciones destacan por sí solas, porque todas son muy distintas entre sí; se pueden reconocer los instrumentos -o efectos en ellos- recurrentes, pero su uso tan cambiante hace de cada canción una experiencia que, de no estar abierto al cambio tan brusco entre AM y este disco, puede resultar confuso y hasta tedioso. Esto sobre todo, en canciones como Batphone donde es notable el papel de instrumentos poco frecuentes en el rock alternativo como lo sería el piano o una línea dominante de bajos.

Sin embargo, de principio a fin, el disco es un viaje entre la música de los 60’s y la modernidad que da ese efecto de una nostalgia futura, o la de una voz sincrónica; la voz de Alex Turner como casi total protagonista de las canciones, las melodías complejas y hasta indecisas de las guitarras, bajos que siguen su propio ritmo, hacen alusión a ritmos como el blues o el jazz, pero es el uso de sintetizadores, de guitarras barítono, lap steel, hace que las variaciones de acordes sean suavizadas y hasta resueltas en las líneas de las estrofas y coro.

El disco retoma mucho de la esencia de su propia portada, recuperando mucho de lo que podríamos sentir en una parada breve en un hotel alejado -cuyo nombre es una referencia al lanzamiento del Apollo 11 en 1969. Pensamientos sueltos, amores ocultos, desengaños y un músico que habla consigo en el piano del bar como lo encontramos en One point of perspective.
 

Letrinas: Ojos de amanecer (sus labios me sabían a mona)



Ojos de amanecer (sus labios me sabían a mona)

Por Chrys Sainos


— Agárrate fuerte y tranquila, nada malo pasará.

Aferré mi cuerpo contra el suyo y entonces me perdí en el amanecer de sus ojos.

Reaccioné cuando una camioneta casi nos hace papilla.

Siempre tuve miedo a la velocidad pero mis fobias no me iban a privar del placer de rodear su cuerpo con mis brazos.

Ajustaba el enorme casco a mi cabeza cada tres minutos para que no volara a mitad del periférico provocando un accidente al puro estilo de destino final.

Te reíste tanto de mi cara pálida y de mi forma de llorar cuando un tráiler casi nos lleva de corbata.

Llegamos a nuestro destino y te besé con desesperada ansiedad al despedirme. Necesitaba dormir profundamente después de casi verte morir.

Hoy desperté pensando en ti.

Cada mañana de lunes el mismo martirologio. Café, sueño, la mañana nublada… Pero esta vez fue diferente gracias a tus ojos de sol.

Una rola de Catana sonaba en el tocadiscos. Sí, ahora lo vintage es cool otra vez; o ¿es una moda surgida de esa atemporalidad y sensación de muerte cercana que nos dejó una epidemia mundial?

Como sea, en mi mente la música se mezcla con nostalgia y emoción.

A mis treinta y tantos no suelo emocionarme por un idilio de fin de semana, por eso no entiendo porqué no dejaba de sonreír cada vez que a mi mente volvía el recuerdo de tu sonrisa dulce, tus manos fuertes y tu piel de fuego.

"Debo dejar de buscar el amor y convertirme en una adulta funcional", me repito mientras explotan estrellas en mi estómago al mirar la última foto que subiste a IG, "las relaciones a distancia no funcionan" repito mientras recuerdo el sabor embriagante de tu saliva y me regaño cuando recuerdo que te mentí diciendo "aquí nadie se va a enamorar" antes de verte partir.

Sus besos me sabían a mona.

Nunca he “moneado” pero pues según yo es como thinner en una bolita de algodón... creo. Así como olía el taller de carpintería en la secundaria. Rico, mareador, a peligro.

Él era para mí mucho más que un cuerpo bien formado de hermosas proporciones. Tenía la sonrisa dulce; como olor a pan recién horneado  y la mirada cálida como un amanecer en la playa.

Sus ojos me ponían mal, nerviosa y sonsa. Hasta ganas de escribir poesía me daban.

No soy poeta. Nadie lo es.

Esos remedos de Cortázar y Bukowski que deambulan entre la intelectualidad y el ocio son sólo borrachos patibularios que en la poesía encontraron una forma de justificar su miseria, con pretexto de un concepto de belleza más rancia que sus saquitos de terciopelo.

Esos son mis pares. Pero no son poetas.

Encontramos una utopía romántica entre la rebeldía  de mis demonios y el fuego de los suyos. Nada podía salir mal.

Cinco años de sexo salvaje, gatos y arte.

Pasabas temporadas largas entre mis piernas haciendo música con el viento, mientras mi pluma sangraba tinta cada que el timbre de tu voz incendiaba  mis entrañas y aceleraba mis latidos.

Construimos la vida que jamás quisimos pero siempre soñamos. Sobre una motoneta fiada recorrimos caminos prohibidos y senderos olvidados.

— Agárrate fuerte y tranquila, nada malo pasará.

Aferré mi cuerpo contra el suyo y entonces me perdí en el amanecer de sus ojos.

Desperté un día en una cama extraña, incómoda y gris. La enfermera me puso al tanto de los últimos años.

Todo había cambiado.

¡Mi cara, cuerpo y mirada! La persona en el espejo me era completamente ajena.

Pregunté por ti. Sin recibir respuesta. Cómo si jamás hubieras existido. Nuestro departamento en Cholula, mis libros, tus tocadas, la línea de joyería artesanal que lanzamos juntos.

Nada pasó realmente.

Cada noche sentados en la azotea mirando las estrellas con un porro y tus ojos encendidos de fuego al hacerme el amor fueron solo un producto de las benzodiacepinas que consumo desde hace años para sobrellevar una realidad que jamás pude afrontar.

Desde el momento en que subí a esa motocicleta supe que algo no iba bien. Tus maniobras eran más imprudentes que intrépidas. El colmo de mi ansiedad llegó cuando pasamos entre dos tráilers de doble eje y tú reías al tomar el periférico como si de una pista de motocross se tratara. Las mentadas de madre de los automovilistas, mis manos sudorosas apretando fuerte tu pecho, mi mente gritando "¡basta, detente!" y luego...

Agárrate fuerte y tranquila, nada malo pasará.

Aferré mi cuerpo contra el suyo, me perdí en el amanecer de sus ojos y entonces... llegó la oscuridad.


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